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lunes, 14 de julio de 2025

La casta de los metabarones / Alejandro Jodorowsky y Juan Giménez



El Metabarón era un personaje que aparecía en El Incal donde, aunque apenas se profundizaba en su personalidad, se daba a entender que se trataba de un mercenario respetado y conocido, tal vez el más poderoso de la galaxia. Pero ¿quién era? ¿Cómo se había convertido en un formidable guerrero? Todos estos interrogantes se contestaron en una saga donde se desarrolla la historia de su clan. Para ello, Jodorowsky formó equipo con Juan Giménez, a quien casi se le ajusta mejor la definición de ilustrador que de dibujante ya que cada viñeta tiene tanto detalle y calidad como una portada. Obviamente, dibujar un cómic con ese nivel de acabados es una tarea descomunal: Giménez dedicaba del or- den de cinco o seis días de trabajo por página... ¡en una obra que tiene más de quinientas! La casta de los Metabarones se trata pues de un spin off de El Incal, y análogamente a lo que sucedió con las series televisivas Cheers y Frasier, no solo tiene vida y consistencia por sí misma, sino que incluso supera a la historia matriz. Parte del éxito se puede achacar a que Giménez, que ocasionalmente también escribía sus propios guiones, acotara la, denominemos eufemísticamente, «fantasía» del psicomago-guionista Jodorowsky, resultando una obra menos mística que El Incal y más cercana a la ciencia ficción clásica o la acción pura, sin dejar de lado las subtramas románticas o la búsqueda de la felicidad de esta desdichada casta.

Los Metabarones son un linaje que surgió a partir de los Castaka, una familia que seguía un código de honor (el Bushitaka) parecido al de los samuráis, que explotaban un planeta formado íntegramente de mármol y preparaban los pedidos de bloques con una velocidad pasmosa mediante un proceso secreto. Un día, accidentalmente, el secreto fue revelado: el planeta escondía una sustancia fabulosa con propiedades antigravitatorias, la epifita, que les permitía manejar los gigantescos bloques de mármol con facilidad y rapidez. El descubrimiento de la epifita atrajo la atención de toda la galaxia, acabando con la apacible vida de los Castaka y convirtiéndolos en multimillonarios cuando cedieron los derechos de explotación de la epifita. Pero la avaricia por la epifita y el dinero de los Castaka hizo que Othon, el primer Metabarón, perdiera a su mujer e hijo y que fuera brutalmente mutilado, y toda esa ira la encauzó hacia el combate, convirtiéndose en un despiadado mercenario. Los Metabarones se autoimpusieron dos tradiciones iniciáticas: las mutilaciones rituales tras las cuales incorporaban a sus cuerpos apéndices, órganos o extremidades biónicas y la sucesión por combate de modo que, en un acto cargado de simbolismo edípico, el hijo tenía que matar a su padre para ocupar su lugar como Metabarón. Pero una historia que de por sí ya parece bastante compleja se complica con esterilidades varias, sexualidades confusas, incestos a nivel espiritual o muertos que no lo están tanto, por lo que un escéptico podría sentenciar (equivocadamente) que es un culebrón venezolano con caballeros Jedi. Por cierto, los robots narradores de la historia nos evocan a la pareja cómica de La guerra de las galaxias C-3PO y R2-D2, que Jodorowsky usa hábilmente para hacernos bajar la guardia con tanto diodo quemado y goteos de aceite de esos pelmas y así colarnos uno de los grandes giros de la historia. No hay más parecidos con la saga de George Lucas, aunque no se puede decir lo mismo respecto a Dune: a mediados de los setenta, Jodorowsky estuvo embarcado en un proyecto delirante (y fallido) para llevar al cine la serie de novelas de ciencia ficción de Frank Herbert, con Dalí como protagonista y Moebius y H. R. Giger en el apartado artístico; mientras que en El Incal se desarrollan parte de los diseños con los que Moebius trabajó en preproducción, en La casta de los Metabarones hay otra evidente reminiscencia: ambas comparten la existencia de una sustancia valiosísima (la especia en Dune y la epifita en la historia de los Metabarones) que convulsiona la galaxia. Además, se adivina la influencia de los bocetos e ideas de Giger en la estética biomecanoide de los Cetaborgs o el Suprapiojo, o la conjunción de ser vivo y máquina de la casta. Tratando el concepto de cíborg, Jodorowsky deja uno de sus recados metafísicos: ¿qué nos hace humanos? ¿Cuánto puedes perder de tu cuerpo sin perder tu humanidad? Con Cabeza de Hierro, probablemente el mejor personaje de la saga, aborda satisfactoriamente todas estas cuestiones.

Pero aunque el guion y la trama son imaginativos y atrayentes, es el dibujo el apartado más espectacular de este cómic. Juan Giménez exhibe un domino apabullante de la perspectiva, con ángulos complicadísimos que te sumergen en mitad de una batalla o bajo una nave gigantesca (Giménez tenía formación en diseño industrial y sus máquinas son realistas y vistosas), con una lograda sensación tridimensional —como, por ejemplo, en la viñeta de la sección del Metabunker— apoyada en un colorido que nos hace palpar ese fabuloso universo de los Metabarones, donde convive la estética asiática medieval con la tecnología más avanzada.

La primera edición de La casta de los Metabarones estaba compuesta por ocho tomos (1- Othon, el tatarabuelo, 2- Honorata, la tatarabuela, 3- Aghnar, el bisabuelo, 4- Oda, la bisabuela, 5- Cabeza de Hierro, el abuelo, 6- Doña Vicenta Gabriela de Rokha, la abuela, 7- Agora, el padre-madre y 8- Sin Nombre, el último Metabarón), cada uno de ellos con una portada inspirada en los retratos que realizaba Rembrandt a la realeza, según confesó Giménez. Estas ocho entregas se complementaban con La casta de los ancestros, un tomo con bocetos, comentarios de Jodorowsky y Giménez y una historia corta anterior al número uno donde se explica el origen del tatuaje de los Castaka. Hoy en día se puede encontrar todo unido en un inmanejable único tomo de casi seiscientas páginas.




Jot Down- Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


¡Mira allí, arriba, en el cielo!

El tiempo parece no haber pasado para estas clásicas historietas protagonizadas por el Hombre de Acero y que trasladan al lector a la década de los años 50



José Luis Vidal

13 de julio 2025


Todos los que somos lectores de cómics desde la más tierna infancia tenemos en nuestra memoria aquellos primeros tebeos con los que nos fuimos iniciando en el mundo de las viñetas. Alentados por un progenitor o hermano mayor, en qué casa no había algunos ejemplares de cómics protagonizados por aquellas pareja de descontrolados agentes de la TIA, o los lujosos y caros álbumes que plasmaban las peripecias de unos galos irreductibles, por no hablar de las aventuras a lo largo y ancho del planeta (y más allá) del avezado reportero de reconocible tupé…

En mi caso particular, todos y alguno más fueron aquellos primeros cómics de los que pude disfrutar. Pero no me resisto, ni quiero olvidarme de unos volúmenes que fui consiguiendo sobre todo en el mercadillo de mi ciudad, protagonizados por el mayor héroe de todos los tiempos, nada más y nada menos que Superman.

La editorial era la mexicana Novaro, y gracias a ella fui reuniendo no sin poca dificultad algunos ejemplares de aquella colección, tan difíciles de conseguir en aquellos tiempos en los que aún no existían las librerías especializadas ni nada que se les pareciera…

En sus páginas pude sumergirme en un mundo colorido, que representaba a un Superman más inocente que el actual, al que le venía como anillo al dedo el apelativo de ‘boy scout’.

Y es que aquellos relatos estaban enmarcados en un mundo muy diferente en el que vivimos en la actualidad, y en cada nueva aventura, Superman y sus allegados (Lois Lane, Jimmy Olsen) iban a encontrarse en la mayoría de las ocasiones con situaciones que solo se pueden calificar como surrealistas, que a los ojos de aquel bisoño lector que fui resultaban de lo más sugerentes y divertidas.

Tal vez algunos de los nombres de los creadores de aquellos relatos no os suenen demasiado, pero os aseguro que, gracias a su talento fueron empedrando, dando forma, a un largo sendero que el personaje ha transitado, convirtiéndolo en lo que es.

Firmando este volumen que nos traslada a los años cincuenta, nos encontramos con los guionistas Robert Bernstein, Otto Binder, Jerry Coleman, Bill Finger, Edmon Hamilton y William Woolfolk, acompañados por los talentos gráficos de Sy Barry, Wayne Boring, Ray Burnley, Stan Kaye, Win Mortimer, Al Plastino, Kurt Schaffenberger y Curt Swan.

Todos y cada uno de ellos dejan su imborrable huella en una serie de relatos que, en este tomo, están divididos en diferentes capítulos: Historias clásicas, La familia Superman, Los villanos y finalmente Los amigos de Superman.

Como ya os decía, preparaos para lo inesperado, ya que en ellos vamos a encontrarnos con historias en las que, de golpe y porrazo, Superman tendrá que enfrentarse a la llegada de tres ¿kriptnonianos?

Pero esto no será nada con el tremendo esfuerzo que el Hombre de Acero tendrá que hacer para convencer a la encantadora niña Alice, que se resiste a creer en la existencia de superhéroe.

Retrocederemos en el tiempo para ver a un Clark Kent joven en su último día en el pueblo que le vio crecer y convertirse en lo que es.

Nos pondremos en la piel de Lois Lane, cuando la avezada periodista tenga que ir del brazo de un Superman que para nada posee la belleza y el porte clásico que le caracteriza. Vamos, que es muy feo.

Y por supuesto, ya que en la nueva versión fílmica del personaje su fiel perro Kryton va a tener mucho protagonismo, no podía faltar una historia protagonizado por este y un jovencito héroe, que las va a pasar canutas debido a las ganas de jugar del supercan.

Formando parte de la familia del krytoniano, vamos a conocer a su rubia prima, Supergirl, así como a un hasta ahora desconocido ¿hermano mayor?

Por supuesto, varios villanos de la galería del personaje pasarán por estas páginas, como el surreal Bizarro, que hasta se echa novia, o Titano, un simio de armas tomar.

En la más clásica tradición de los comics books, Superman va a compartir peripecias en un team up con el más avanzado pupilo del Caballero Oscuro, Robin.

Con una introducción del guionista Mark Waid y una serie de textos que acompañan a cada capítulo, este volumen se convierte en lectura obligada para todos los fans del personaje y las historias clásicas de Superman, relatos que para nada han envejecido, más bien al contrario, debido a su originalidad y el talento de sus autores, cuyas biografías encontramos como colofón a este magnífico volumen.

Y ya sabéis, que no os confundan. No es un pájaro ni un avión. Es… Superman.


Diario de Cadiz



domingo, 13 de julio de 2025

Aventuras animadas

La ciudad de Gotham esconde mil y un peligros, y tan solo un héroe será capaz de enfrentarse a ellos


José Luis Vidal

12 de julio 2025

¿Quién nos iba a decir que en los ya lejanos años noventa una nueva serie de cómic basada en unos dibujos animados iba a tener tanta calidad?

Hace poco he vuelto a revisar la serie de televisión protagonizada por Batman y, la verdad, no ha perdido un ápice de calidad. Y es que la fórmula de sus creadores era bien sencilla, llevar a la pequeña pantalla relatos que estaban dirigidos a todos los miembros de la familia, no exclusivamente a los más jóvenes.




Aventuras de Batman 1

Guion: Kelley Puckett, Martin Pasko

Dibujo: Ty Templeon, Brad Rader

Tapa blanda

Color

152 págs.

15 euros

Panini Cómics


Obviamente, sí que había una muy buena mezcla en aquellos episodios, donde en muchos de ellos (casi siempre en los que Joker aparecía) había una buena ración de humor, pero aún recuerdo algunos, como por ejemplo, el protagonizado por el fiscal Harvey Dent, donde asistíamos a sus oscura transformación, que lograba dejarte pegado a la pantalla.

Es por ello que esta colección de cómic, Aventuras de Batman, nacida también gracias al tremendo éxito del Amor Loco de Paul Dini y Bruce Timm, lleva a las viñetas ese ambiente peligroso de la urbe gothamita, donde Batman va a poner toda la carne en el asador para frustrar los oscuros planes de su galería de villanos.

En este primer volumen vamos a observar como varios de estos criminales son 'obsequiados' con un inesperado regalo, un inmenso televisor desde donde un misterioso personaje les proponía una serie de robos.

Una vez aceptado el encargo, tanto El Pingüino como Catwoman terminarían viéndose las caras con el Murciélago, ya sea en Gotham o en un rápido viaje a la ciudad del Támesis, donde las joyas de la corona se convertirán en el ansiado objetivo de la gatuna ladrona…

No voy a revelaros la identidad del misterioso personaje, pero en el último capítulo de este arco argumental el telón caerá, y un plan ideado por Batman le llevará a él y al fiscal Harvey Dent a convertirse en inesperados protagonistas de una emisión catódica, donde sus vidas van a pender de un hilo.

Sin tiempo para recuperarse, el Caballero Oscuro tendrá que enfrenarse a una extraña epidemia, ya que los habitantes de la ciudad, por causas desconocidas, van a ir perdiendo uno a uno la capacidad lectora, naciendo el caos.

¿Quién es el culpable?

Y finalmente, como colofón, un relato en el que toma el protagonismo el rostro tras la máscara de Batman, Bruce Wayne, al que todos señalan como el culpable de un terrible asesinato…

Kelley Puckett, Martin Pasko a los guiones, junto a Ty Templeton y Brad Rader en el apartado gráfico inician el genial camino que convirtió a esta serie de cómic en algo mítico.


Diario de Cadiz


sábado, 12 de julio de 2025

La mujer de las mil caras

Escurridiza y terriblemente peligrosa, la protagonista de esta miniserie hará todo lo posible para reencontrarse con su media naranja


José Luis Vidal

11 de julio 2025 


Los mutantes han tenido que regresar a las calles, volviendo a convertirse en seres perseguidos y odiados. El sueño en que iba a convertirse Krakoa se tornó en oscura pesadilla, rompiendo sus planes para crear una sociedad en la que el homo superior pudiera vivir en paz con sus iguales…




Patrulla-X Especial: Mística

Autor: Declan Shalvey

Tapa blanda

Color

128 págs.

12 euros

Panini Cómics


Uno de aquellos mutantes es la letal Raven Darkhölme, a la que todos conocemos como Mística, una multiforme que puede adoptar el físico de cualquiera, convirtiéndola en uno de los personajes más escurridizos del universo mutante.

Durante algún tiempo pudo disfrutar de la felicidad y tranquilidad que le suponían compartir su existencia junto a Destino, su pareja. Pero ahora eso ha dejado de suceder, y la protagonista de este cómic inicia un peligroso camino en el que hará lo que sea para regresar junto a su amada y desaparecer.

Pero claro, las cosas nunca sin fáciles en el mundo de Mística, y se va a encontrar con una dura piedra en el camino en la forma de agente de la renovada agencia de espionaje S.H.I.E.L.D.

Nada más y menos que el vástago del mítico Nick Furia, que ahora pasa las horas tras un escritorio, añorando el trabajo de campo. Así que, cuando surge la posibilidad de ir tras Mística, no se lo va a pensar dos veces a la hora de solicitar este trabajo a la ahora directora de la agencia, María Hill que, aunque al principio no está por la labor, terminará cediendo.

Y justo en ese momento comenzará un juego del ratón y el gato, en diversas localizaciones, y contra una Mística que va a ofrecernos un total despliegue de sus facultades mutantes, adquiriendo el rostro y cuerpo de muchos personajes de sobras conocidos por todo buen seguidor de la franquicia mutante.

Pero, ¿cuál es el plan real de la protagonista?

Resulta que hay una posibilidad de conseguir lo que quiere, desvanecerse en las sombras, hacer que sus datos, de su pasado, sean totalmente eliminados. Para ello deberá hacerse con un novedoso programa, cosa que no va a ser coser y cantar, claro está.

Además, en este camino, de una manera harto expeditiva, cortará los lazos que la han unido a más de un grupo de villanos, rostros del pasado que deberán olvidarse de ella, sea como sea…

Esta impactante miniserie viene de la mano de uno de los nombres más interesantes del panorama comiquero actual, el dibujante iralandés Declan Shalvey que, como ya recordareis, dejó para disfrute de los lectores una etapa ya clásica en la colección del Caballero Luna, junto al guionista Warren Ellis.

Aquí demuestra que no es solo un gran ilustrador, sino que además, se las arregla a la perfección en el aspecto argumental, regalándonos un cómic de cuyas páginas no vas a querer despegarte hasta terminarlo.


Diario de Cadiz



Un tebeo para disfrutar

Mikel Bao





Last Man

Bastien Vivès, Balak y Michaël Sanlaville 

Diábolo Ediciones 

Francia

Rústica con sobrecubiertas (8 vols. hasta la fecha)

216 págs.

Blanco y negro

Obra relacionada

El gusto del cloro

Bastien Vivès

(Diábolo Ediciones)

Una hermana

Bastien Vivès

(Diábolo Ediciones)

La plaga verde

Michaël Sanlaville

(Ninth Ediciones)

Dragon Ball Ultimate Edition

Akira Toriyama 

(Planeta Cómic)


Sin hacer demasiado ruido, Diábolo comenzó en 2013 a editar Last Man, una obra cuya única referencia entre nosotros hasta entonces era uno de sus autores, Bastien Vivès, uno de los valores más consolidados de la novela gráfica actual. Ya conocíamos sus historias costumbristas, íntimas, plagadas de silencios y apabullantemente virtuosas en lo gráfico, como El gusto del cloro o la reciente Una hermana. Pero aquí Vivès cambiaba de registro, y además llegaba acompañado de otros dos talentos con quienes comparte estudio: Michaël Sanlaville y Balak (seudónimo de Yves Bigerel). De la conjunción de las capacidades de los tres surge esta serie, una desprejuiciada mezcla de géneros que es tan apta para el público adolescente como para cualquier persona que desee disfrutar de aventuras llenas de acción y sorpresas a cada paso.

Bastien Vivès no necesita presentación. Es el creador de obras como la mencionada El gusto del cloro, Ella(s), Amistad estrecha o Polina, un artista con un estilo narrativo personal y evocador, y que además cultiva una vena humorística gamberra y vitriólica en obras como El amor o La blogosfera. Sanlaville es el autor del genial La plaga verde (Ninth), y colaboró ya con Vivès en Hollywood Jan. Y Balak es un solicitado creador de storyboards para el mundo de la animación.

Los tres, sin dejar que su historia se convierta en una simple referencia al manga, mantienen en todo momento un tono ligero que sin embargo no excluye los momentos dramáticos y emotivos, y ponen en pie esta obra que fue publicada primero como webcómic en Delitoon y después en forma impresa por Casterman.

Nueve volúmenes componen la serie, hasta ahora (los autores tienen planeado llegar a doce), de los cuales Diábolo ha publicado en España ya ocho, a la hora de escribir estas líneas. Lo que comenzó casi como una broma entre los tres creadores, deseosos de divertirse y homenajear a los mangas y a las películas que disfrutaron de chavales, se ha convertido con el tiempo en una historia mucho más ambiciosa, con personajes cuyo pasado hemos ido descubriendo viñeta a viñeta, en la que puede pasar de todo, y en la que sus autores fusionan una gran cantidad de influencias para conseguir una lectura tan entretenida y sorprendente como brillante en lo gráfico.

La historia de Last Man comenzaba con un torneo de artes marciales que se celebra en el Valle de los Reyes, en el cual el joven Adrian Velba, un chaval entusiasta e inocente, participaba acompañado de manera imprevista por el rudo y taciturno Richard Aldana, un vagabundo con el que pronto le unirá una gran amistad. Vibrantes peleas, misteriosos rivales como el enmascarado Cristo Canyon, ataques místicos en la mejor tradición Dragon Ball... Pero el pasado de Aldana esconde muchos secretos, y muchos de ellos relacionados con la madre de Adrian, la despampanante panadera Marianne. Pronto, el ambiente de la serie se amplía cuando Adrian y Marianne siguen a Richard más allá del Valle de los Reyes...

Más adelante, y tras toda una sucesión de acontecimientos y revelaciones, una sorprendente elipsis nos permite, alcanzado el sexto tomo, dar un salto en el tiempo hacia un nuevo escenario, con un Adrian ya adolescente y desencantado y toda una nueva dimensión para la historia.

¿Dónde está la frontera entre el trabajo de cada uno de los autores? Eso es lo menos importante. Lo fundamental es el resultado que los tres consiguen en Last Man. Las andanzas de Adrian, Marianne, Richard y demás personajes que configuran el colorido reparto se convierten en una aventura plagada de sorpresas, mujeres explosivas y de armas tomar y personajes chalados, narrada de manera colosal, rebosante de talento y de humor por los cuatro costados.

El trío realiza el trabajo a base de reuniones en las que discuten el guión y luego lo ponen en imágenes, con Balak realizando la planificación más básica y Vivès y Sanlaville ocupándose del acabado final de las páginas. Como nota curiosa, y enlazando con el espíritu lúdico de la obra, hay vídeos publicados en YouTube en los cuales los tres autores se cachondean de sí mismos y de su proceso de trabajo sin ningún pudor.

El dinamismo de las escenas de acción permite que las múltiples persecuciones y peleas no se conviertan en algo repetitivo o gratuito. Se disfruta enormemente en cada página con la sencillez solo aparente del acabado, el elegante y efectivo uso de los grises y el cuidado diseño de los personajes (esos nombres, esos bustos, esos atuendos improbables), siempre sorprendentes y efectivos y en muchos casos con una evidente huella del maestro Akira Toriyama. La inagotable creatividad de los tres autores brilla tanto en la narrativa gráfica, siempre clara y precisa, como en los avatares de la historia.

Last Man es un tebeo para lectores de todo tipo, sin distinción, que busquen disfrutar de un cómic hecho con tanto talento como cariño, en el que los autores se divierten demostrando lo buenos que son en lo suyo, pero sin presunción y sin quedarse en el simple homenaje. Todo lo contrario, crean una obra que engancha al primer vistazo y unos personajes a los que no puedes (ni quieres) evitar cogerles cariño.


Jot Down - Anuario Comics 2017


Duelo de titanes

Un peligroso secreto, el Hombre de Acero y la Mujer Maravilla. Perfecta combinación


José Luis Vidal

10 de julio 2025 


La salida de este cómic, tan especial, me ha trasladado a aquellos ya lejanos años en los que era un chaval con pocas, o casi ninguna peseta en los bolsillos y me acercaba a los ya extintos quioscos de mi ciudad para maravillarme y babear ante aquellos tebeos (así los llamaba yo entonces) de gran formato que, colocados en el frontal junto a otras publicaciones, parecían desafiar a todo aquel aficionado que tuviera el dinero para comprarlo.




DC Edición Facsimil All- New Collector´s Edition Vol 1: Superman vs Wonder Woman

Guion: Gerry Conway

Dibujo: José Luis García López

Tapa blanda

Color

72 págs.

15 euros

Panini Cómics


He de confesar que tan solo pude disfrutar de uno de aquellos giant size, el protagonizado por Superman y El Hombre Araña (aún lo tengo), por lo que el poder lanzarme de cabeza a este enfrentamiento entre estos dos iconos del cómic norteamericano es como pagar una deuda del pasado conmigo mismo.

Como ya muchos sabréis, la estructura de estos especiales es siempre muy parecida. Surge un problema, conflicto, casi siempre provocado por uno o más villanos de cada diferente universo (hablamos de Marvel y DC, claro está). Es entonces cuando los héroes protagonistas, engañados o instigados por la situación, cometen el error de pelearse entre ellos, resultando de este cara a cara autenticas páginas que ya son leyenda del comic norteamericano.

Pues bien, una vez solucionado el 'problema' entre ambos se unirán para, por fin, darle de mamporros a los villanos de turno.

En este caso particular que nos compete, vamos a hacer un viaje en el tiempo, concretamente al año 1945, en pleno conflicto bélico que marcaría a la humanidad para siempre.

Como ya sabéis, el calendario en las páginas de las historias de superhéroes no 'funciona' al igual que en la vida real, así que no alucinéis al ver en plena acción a sus famosos protagonistas, Superman y Wonder Woman.

Cada uno se ocupa de plantar cara a los enemigos de los Estados Unidos, ya sean zeros japoneses que amenazan a un portaviones o a un grupo de nazis que tratan de raptar a un mandatario…

Y es justo en ese momento cuando un misterio surgirá. ¿Qué es lo que estos malvados buscan?

Dos peligrosos villanos tendrán una alianza para conseguir los planes de cierto proyecto que puede cambiar el rumbo de la guerra. Sus nombres son Baron Blitzkrieg, obviamente venido de la Alemania hitleriana, y el Samurai Sumo, hijo del País del Sol Naciente.

Este peligroso dúo le va a poner las cosas muy difíciles a unos protagonistas que nunca estuvieron mejor llevados a las viñetas, ya que el ilustrador de este comic es el DIBUJANTE con mayúsculas, el mejor entre los mejores, el gran y único José Luis García López, que nos regala unas páginas para enmarcar.

Lo acompaña el guionista Gerry Conway, que construye una historia donde, además de las aventuras de sus protagonistas, deja una crítica al uso que tuvo cierta letal arma en aquellos ya lejanos tiempos, y que sumió a la humanidad en los que se bautizó como “terror atómico”.


Diario de Cadiz


viernes, 11 de julio de 2025

ESTELA / Jean-David Morvan y Philip Buchet




Si nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, cada vez que actualizamos el sistema del smartphone sentimos que el cerebro nos explota ante el azote tecnológico que produce la remota posibilidad de no acostumbrarnos a los nuevos iconos, no quisiera yo vernos a ninguno en la piel de Navis, la protagonista de Estela. Lo que ella vive sí que es un impacto tecnológico y no esas nimiedades nuestras. Para ponerle en situación, Navis es una indígena que tiene como única familia un tigre y lo más sofisticado que ha usado nunca es un cuchillo de producción propia. Un día, un convoy interespacial llamado Estela rompe su austera rutina e invade su contexto selvático obligándola a enfrentarse a extraños seres a medio camino entre cucarachas gigantes y robots. Puestos en el lugar de Navis, es probable que si no morimos del susto, nos mate el estrés que genera tanta máquina en nuestra vida campera —no hay más que ver los sudores que nos entran a la mayoría cuando ponemos en hora el reloj del coche—. Sin embargo, ella planta cara a la maquinaria viviente con una naturalidad pasmosa, lucha contra esa sofisticada tecnología a golpe de machete y, cuando se ve acorralada, abre un profundo diálogo con el ejército atacante sobre la importancia del individuo como ser libre y único.

Pero ¿qué habilidad comunicativa puede tener una chica que se ha criado sola en medio de la selva? ¿A qué nivel de entendimiento verbal puede llegar una persona con un ser/máquina de otro planeta? Y lo más alucinante, ¿de verdad una mujer semidesnuda filosofando con un ejército de tíos?

Normal que esté catalogado como ciencia ficción. Es cierto que no es tan raro ver a un humano pelearse o negociar con una máquina, ¿quién en un momento de apuro no le ha dado una colleja a la pantalla del PC? o ¿quién no ha intentado hacer entrar en razón a una impresora rebelde? Pero no olvidemos que el caso de Navis es un poco más excepcional. Ella es una indígena. Y a ella las máquinas no solo la escuchan sino que la entienden y obedecen.



Todo esto es ciencia ficción, sí, y una locura, también. Piensen que la mayoría de nosotros nos pasamos la vida estudiando idiomas para ser capaces de poco más que pedir un café en el extranjero y ver alguna película en versión original. Sin embargo, Navis —criatura por cierto sin escolarizar—, en dos minutos pacta civilizadamente con habitantes de lenguas y especies diferentes a la suya. Un pacto cívico. En la Tierra. Planeta donde históricamente las cosas «importantes» se han resuelto con la diplomacia de los tiros.

Pues bien, Navis no solo dialoga con estos extraterrestres sino que además acaba trabajando para Estela. Allí es la encargada de ejecutar las misiones más importantes, resolver conflictos interespaciales y buscar seres humanos en otros lugares. En definitiva, Navis consigue el cargo del agente jefe del convoy. Que la entrevista de trabajo fuese disfrazada de gogó de Pachá no tuvo nada que ver.

Compro todo esto porque, insisto, es ciencia ficción y además soy muy fan de Navis. Soy muy de ella primero porque en dos minutos consigue un puestazo dentro de Estela —una empresa con carácter masculino— ganándose a sus compañeros unánimemente. Es la nueva y además mujer, y nadie cuestiona sus méritos profesionales para estar dónde está. ¡Cuánto de esto debemos aprender en la Tierra!

En segundo lugar, soy del Navis Fan Club porque no he visto mujer más desenvuelta con la tecnología que ella. Pocas veces la vemos llamando al técnico de turno para que la ayude con la nave, y cuando esto pasa, nadie la somete a la humillante pregunta de informático jocoso que todas hemos sufrido alguna vez: «¿Estás segura de que tienes la máquina encendida, bonita?». Y tercero, y no por eso menos importante, porque los modelitos mercadilleros que le colocan los de vestuario le sientan de maravilla. Y miren que esa ropa choni que saca es difícil de llevar con dignidad. Un diez de tía, oiga.

Bromas aparte, el personaje de Navis sería muy excepcional si un ser humano así viviera entre nosotros, pero no si se mueve dentro de una space opera como es Estela. Este es un cómic comercial que recurre a clichés y arquetipos de la ciencia ficción más manida que se le venga a la cabeza, no lo vamos a negar. Sin embargo, algo tendrá la heroína sexy de Jean-David Morvan y Philippe Buchet para que las historias de Navis se convirtiesen en un best seller en Francia, España y Estados Unidos. Y no es reproche sino todo lo contrario.

Por otra parte era de esperar que la fórmula funcionase: lo salvaje de Mowgli, la sensualidad de Catwoman y la ciencia ficción argumental de Battlestar Galáctica se dan la mano en Estela. Y ¿cuál es el resultado? Una Mahatma Gandhi pibón que protagoniza historias con mensajes como la rebeldía, la libertad y la conciencia social tratados de manera fantástica.

Además, Morvan y Buchet no quisieron quedarse en las aventuras de la protagonista adulta. Fueron más allá y crearon la precuela titulada con el nombre de Navis, donde Buchet enseña con dibujos más infantiles y toscos una Navis bebé llena de virtudes. Todo muy bien tratado, eso sí, no vayan a imaginarse que hicieron un talent show con la niña al puro estilo Juan y Medio. 

Estela la componen catorce capítulos de cuarenta y ocho páginas cada uno, llenos de chascos y gratas sorpresas, aventuras y desventuras, éxitos y fracasos de los personajes durante un proceso de búsqueda. Aquí se habla de encontrar especies como Navis y planetas con vida inteligente, pero puede entenderse de una forma más real: Los palos que uno se lleva hasta encontrar una persona similar a nosotros y una casa cálida y bonita donde quedarse a vivir.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)

Una edad media violenta y cercana

Julio Andrés Gracia Lana


Las torres de Bois-Mauri. Integral 1

Hermann

Planeta Cómic 

Bélgica 

Cartoné

144 págs. Color

Obra relacionada

Jeremiah. Integral 1

Hermann

(Planeta Cómic)

Comanche, nº 1-2

Greg y Hermann

(Planeta Cómic)

El último canto de los Malaterre

François Bourgeon 

(Norma Editorial)


La violencia suele representarse sobre un argumento maniqueo. Buenos y malos combaten, figuras heroicas vertebran el relato y surgen objetivos que deben cumplirse. No redundar en estas premisas es complicado, pero Hermann lo consigue. La fuerza física y social ejercida por unas personas sobre otras se encuentra omnipresente en toda su obra, sin un juicio o una metáfora final. No hay una intención dogmática detrás de Las torres de Bois-Mauri. La naturaleza humana se pinta como tenebrosa en un relato ambientado durante la Baja Edad Media (a comienzos del siglo XII), que obvia toda mirada romántica en beneficio de un contenido incómodamente realista. El lector se transforma en mero observador de una sociedad de clases, en la que la nobleza disfruta de todos los privilegios mientras los estamentos más bajos solo pueden preocuparse por sobrevivir. Una amplia escala de grises cubre a toda la época. No se desarrollan grandes historias de reyes y caballeros, sino de gente corriente cuyos problemas nunca habrían aparecido en los libros de historia.

El planteamiento responde a un impulso muy personal del autor. Hermann Huppen (1938) comenzó realizando historias sobre guiones de Greg (Michel Regnier) en series entre las que se encontraban Bernard Prince o Comanche, hasta que a finales de los setenta comenzó a escribir sus propias historias. Lo hizo con el cómic de ambientación post apocalíptica Jeremiah y a partir de 1984 con Las Torres de Bois-Mauri.

Siendo uno de los historietistas belgas de mayor trayectoria, no resulta extraño que Planeta le haya dedicado varias reediciones de sus obras más significativas. La actual incluye un texto de Ervin Rustemagić (editor de Strip Art Features, SAF), acerca de la producción de la obra, publicada originalmente en España en la revista Cimoc. El artículo acompaña a los tres primeros álbumes, reconvertidos cada uno de ellos en capítulo de lo que serían diez totales. Planeta presenta de forma correcta a este cómic clásico, con una cierta reducción del formato original.

Los cinco primeros capítulos formarían el ciclo inicial, al que continuaría un segundo con los otros cuatro, agrupando al relato en el cénit final del volumen número diez. Tienen como punto de unión la historia del caballero sin tierra Aymar de Bois-Mauri, un noble en busca de las más «bellas torres» de la cristiandad, aquellas que se encuentran en un lugar al que busca regresar en el futuro. Los títulos de cada álbum se establecen en base al personaje que se encuentra Aymar en sus viajes, principalmente contextualizados en Francia. Además de estos álbumes, Hermann dibujó otros posteriores que narraban las aventuras de los diferentes descendientes del caballero a lo largo de los siglos.

La historia se mantiene siempre con un estilo narrativo rápido, con giros que enganchan al lector. Se acompaña por un dibujo realista y crudo, una de las cumbres de la producción del autor. En este sentido, la labor de documentación por parte del historietista resulta muy exhaustiva. Redunda a través del uso de fuentes históricas en la idea de dejar atrás a una Edad Media idealizada. El plano cenital en el que se representa la construcción de una iglesia configura un fresco similar al narrado por Ken Follet en su bestseller Los Pilares de la Tierra. Las cimbras de madera sobre las que se sitúan las dovelas de los arcos o el sistema de escaleras, ruedas, poleas, cuerdas y las diferentes herramientas utilizadas aparecen dibujadas con atención al detalle. Al igual que la parte exterior de la arquitectura religiosa, decorada con una alternancia de pilastras y muro liso o las robustas columnas de sus claustros, que culminan en sobrios capiteles. Las escenas mudas permiten al dibujante recrearse en la agitación de un mercado en el centro de una ciudad, la nieve por encima de una fortificación o la miseria del interior de una choza de adobe, madera y paja. Los silencios dibujados permiten apreciar su control del dibujo y se constituyen a su vez como una de las huellas más claras de los tempos usados por el Hermann guionista.

Los personajes no tienden tampoco al romanticismo, responden a tipos comunes en los que tienen cabida defectos y malformaciones. En Las Torres de Bois-Mauri se aprecia todavía más que en otras obras el gusto del autor por controlar cada detalle de su producción, también del color. Acompañado en su obra por coloristas como Fraymond, en los tres álbumes-capítulos que recopila Planeta se observa al Hermann que empieza a dominar los contrastes de colores cálidos vinculados al día y de los fríos que ambientan la oscuridad de la noche. Se configura así uno de los mejores tapices urdidos por la bande dessinée de aventuras. Nos sumerge como meros espectadores en una Baja Edad Media demasiado realista, creando muchas veces molestia y enfado en el lector.Los peores instintos del ser humano salen a flote, haciendo que la obra trascienda cualquier época y planteando la extrema cercanía que a veces tiene el mundo medieval.


Jot Down - Anuario Comics 2017


miércoles, 9 de julio de 2025

Transmetropolitan / Warren Ellis y Darick Robertson

 



Me han dicho que quieres ser periodista. ¿Es cierto?, ¿sí? Entonces vete olvidando de Documentación Comunicativa, de Teorías de la Comunicación, de Gabinetes de Prensa y Comunicación Corporativa y del Trabajo de final de grado. Olvídate de la facultad de Ciencias de la Información, del doble grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual y del triple grado en Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad. Olvídate de la Universidad Complutense de Madrid, de La Universitat Pompeu Fabra, del Graduate School of Journalism por la Columbia University, del Máster en Periodismo de la Universitat de Valencia, del Máster Oficial Online en Periodismo Deportivo de Unidad Editorial, de Bolonia, de las becas Erasmus, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y de su puta madre.

Me han dicho que quieres ser periodista. ¿Es cierto?, ¿sí? Entonces coge el primer número del cómic que escribió Warren Ellis y dibujó Darick Robertson en 1997 y que se prolongó durante seis años. En la portada aparece un hombre calvo, con chaqueta pero descamisado, encendiéndose un cigarrillo con un Zippo; detrás, la Ciudad sin nombre. Ahora abre la última página del último número, el sesenta; el mismo hombre calvo y descamisado se recuesta en una silla, las manos tras la nuca y las piernas medio abiertas en actitud relajada. Acaba de encenderse otro cigarrillo con un mechero disfrazado de pistola y se ríe. Se ríe eufórico. Se ríe histérico. Se ríe como solo se ríe quien no tiene nada, como solo se ríe quien no quiere tener nada. Se ríe como solo se ríe quien está solo, como solo se ríe quien quiere estar solo. Detrás, una pequeña plantación de maíz, árboles y una casita en medio del campo.



El hombre calvo y descamisado que lleva unas gafas con un cristal rojo y otro verde se llama Spider Jerusalem y lo que sucede entre esos dos cigarrillos se llama Transmetropolitan. Y créeme, es la mejor escuela de periodismo que te puedo recomendar.

Ellis sitúa la acción en un futuro indeterminado, pero si pudiésemos ir a Ginebra y pedirles a los tipos del acelerador de partículas del CERN que nos midieran con precisión la velocidad del tiempo, creo que el futuro del periodismo que nos pinta Transmetropolitan es hoy. E incluso ayer.

¿Buscar contactos? Pasa desde que el periodismo existe. ¿Necesitar contactos? Mucho me temo que también. ¿Estar al tanto de lo que pasa cada día? Por supuesto. ¿Absorber y extraer el pulso de cada día y cada minuto y cada segundo de cada parte del mundo de entre cien y mil fuentes yuxtapuestas? Como si lo llevases haciendo toda la vida. ¿Meterte hasta el cuello en la mierda en busca de la verdad? O lo haces o no eres periodista. ¿Enfrentarte a quien sea necesario, incluso a tu editor y a tu propio medio? Viene con el cargo. ¿Escucharlo todo? ¿Leerlo todo? ¿Mirarlo todo? ¿Escribirlo todo? ¿Fotografiarlo todo? ¿No dormir? ¿Comer a la carrera? ¿Fumar? ¿Tomar drogas? ¿Olvidarte de la vida social? ¿Estar rodeado de todo? ¿Estar solo? ¿Resistir?

¿Estar dispuesto a elegir la verdad por encima del éxito? La elección es cosa tuya, pero prepárate, porque tendrás que tomarla.

Me han dicho que quieres ser periodista. ¿Es cierto?, ¿sí? Pues prepárate porque no tienes pinta de querer buscar contactos. No tienes pinta de querer exponerte al ruido y al caos —a todo el caos— del mundo y de la ciudad. Porque la Ciudad sin nombre en la que vive Spider Jerusalem es todas las ciudades. Porque todos vivimos en la misma ciudad. Todos vivimos en la Ciudad. Y la Ciudad respira y se mueve y transpira y huele bien y huele mal y folla y muere y renace y suspira y jadea y chilla como un millón de moscas desmembradas por David Foster Wallace. La Ciudad es información y la información te come si no te la comes; y cuando te la comes, se retuerce en tu estómago y te devora y te deglute desde dentro, quieras o no. Estés o no preparado.

Prepárate porque no tienes pinta de estar preparado para llenarte de toda la mierda que vas a leer y escuchar y escribir y fotografiar y fumar cada segundo y cada minuto de cada día. No tienes pinta de que tus oídos sean grabadoras y tus ojos sean cámaras. No tienes pinta de querer estar rodeado de todo. No tienes pinta de poder resistir. Prepárate porque no tienes pinta de querer elegir la verdad. Tú solo quieres reír. Reír con euforia y reír con histeria, pero no tienes pinta de asumir el sacrificio que significa estar solo. No tienes pinta de querer estar solo. Y desde luego, no tienes ninguna pinta de llamarte Spider Jerusalem.

Me han dicho que quieres ser periodista. ¿Es cierto?, ¿sí? Pues entonces prepárate para que te den por el culo.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


martes, 8 de julio de 2025

LA COSA NO PINTA BIEN

Un lavabo para blancos; otro para negros. La imagen, de EE UU, tiene 60 años. Hoy nos parece una barbaridad. ¿Pasará lo mismo cuando en 2070 miren algunas de las fotos actuales?

Por Juan José Millas


Fotografía de Elliott Erwitt



La foto, de 1950, muestra a un negro a punto de beber agua en un lavabo de negros, como Dios manda. Apenas a un metro de distancia se encuentra el lavabo de blancos, algo más sofisticado que el de los negros, también como Dios manda. Curiosamente, las acometidas o los desagües de ambos (no se distingue bien si se trata de una cosa u otra) permanecen unidos por una tubería. Quiere decirse que en este caso la superestructura, lejos de ser una manifestación de la infraestructura, va en la dirección opuesta. No sabemos si atribuirlo a un fallo del sistema o a una contradicción inherente al mismo. Cabe, en todo caso, suponer que puesto que el lavabo de los blancos es mejor que el de los negros, quienes mandan en este planeta son los primeros. Pero para apreciar ese matiz hay que poseer alguna información previa acerca de los sanitarios. De hecho, un marciano ingenuo habría pensado que los negros y los blancos bebían agua negra y blanca respectivamente, de ahí que gozaran también de dispensadores diferentes.

Y es que los hombres, a vista de pájaro, provocamos la impresión de estar muy bien organizados. Te asomas al zoológico y lo primero que ves es el FMI y el Banco Mundial y la ONU, la OTAN y el sursum corda, qué bien todo. Pero si eres un marciano cumplidor y realizas un buen trabajo de campo, adviertes enseguida que esa distribución de bebederos de agua, además de absurda e insultante, es la metáfora de un sinfín de distinciones que quizá dentro de 50 años nos parezcan tan bárbaras como la de la foto. Y decimos 50 años por ser optimistas, pues la cosa no pinta bien. •



EL PAIS SEMANAL



Quetzalcóalt / Jean-Yves Mitton


La clasificación de los feminismos ha llegado a puntos insospechados y hay tantos como ciudadanos, así en masculino genérico, pues el feminismo —palabra ya tan vacía como fascismo— ya no entiende de sexos ni de barcos. Si usted quiere tener uno basta con que le encuentre un buen nombre y añada una serie de clichés recurrentes y reivindicaciones personales, cualquier obsesión producto del resentimiento enfermizo puede ser válida. A partir de ahí solo tendrá que adherirse a una serie de preceptos religiosos, asumiendo como dogmas las informaciones sensacionalistas de los medios de comunicación relacionadas con cuestiones como violencia doméstica, asesinatos de pareja, diferencias de cualquier tipo en el trabajo, discriminaciones variadas y demás desigualdades habituales, y por supuesto ha de estar dispuesto a linchar y perseguir por las redes sociales las desviaciones de la Palabra Feminista. Aquella persona anónima que sea considerada hereje será vilipendiada convenientemente. Aquella persona famosa que sea considerada hereje... será vilipendiada convenientemente. Una vez cumplidos estos requisitos forma usted parte de este nuevo culto y tiene bulo para apropiarse de cualquier suceso, actividad, obra de arte o lo que sea que considere que puede mostrar un panorama apocalíptico donde los malvados varones han sometido y machacado a las benévolas hembras, una especie de modernización de los arcaicos cultos maniqueos, solo que se sustituyen las grandes batallas cósmicas por los duelos entre el institutodelamujerdeturno y sus propios fantasmas. Pero hay un culto superior que no consentirá apropiación de ningún tipo, el culto a Quetzalcóatl. Y no nos referimos al dios prehispánico, sino al cómic de Jean-Yves Mitton. Este cómic narra las peripecias, una auténtica odisea, de uno de los mejores personajes femeninos que se pueden encontrar en cualquier tipo de ficción, ya sea en el mundo del tebeo, el cine, la literatura o las series de televisión. Tal cual. Sin exageración. Las hazañas y penurias de la bella adolescente Dos Flores de Maíz, también conocida como Maiana Xochitla, La Malinche o Mariana de Oaxaca, Grande de España, tiene todos los requisitos para ser «confiscada» por los feministas-para-sí-mismos y empleada para los perniciosos fines de mostrar una guerra constante entre sexos, donde uno lleva la señal del diablo y el otro la del ángel redentor. Ambos ángeles con espadas flamígeras muy chulas que ríase usted de las de La guerra de las galaxias.

Desde luego una joven mujer esclavizada y violada por guerreros aztecas, que ve morir a sus seres queridos de formas atroces y que se ve sometida a las mayores penurias como víctima de hombres no especialmente delicados puede convertirse en bandera que se enarbole para enaltecer la Causa. Pero los que profesamos desde su lectura el culto a la serpiente alada no lo permitiremos...




Y no lo permitiremos porque Quetzalcóatl es mucho más que ese extraordinario personaje y desde luego está muy alejado de cualquier convencionalismo. Se puede considerar como un verdadero monumento al género de aventuras. En tan solo siete tomos de poco más de cuarenta páginas, Mitton consigue reflejar las características principales de la caída del imperio Azteca a manos de los españoles, mostrando el carácter de una y otra civilización, sus motivaciones y los principales rasgos de ambas culturas. También, y esto resulta básico, el peso de la religión en unos y otros, y cómo su intransigencia y superchería se convierte en hilo conductor para todo tipo de ambiciones faltas de escrúpulos. En esencia, este cómic es un tratado sobre pasiones humanas en un contexto de epopeya, también sobre el poder y su utilización, sobre el amor, el sexo y acerca del instinto de supervivencia.

Por encima de todo brilla Dos Flores de Maíz, La Malinche, legendario personaje aquí humanizado hasta puntos dolorosos. Raptada y sometida a impresionantes suplicios, brilla sin embargo con una mezcla de voluntad, resistencia, ingenuidad y extraña sabiduría que la convierten en un ejemplo de superación y heroísmo sin necesidad de combatir dragón alguno o lograr completar misiones mitológicas. Representa la «triunfal derrota» de la inocencia, la lucha constante, la valentía y la honradez en un mundo donde hay demasiados depredadores. Su perfil es tan certero que se le puede echar el gran piropo de hoy día: tiene serie de la HBO de cinco temporadas.

Tristemente, la labor editorial preserva a tan sensacional personaje de la apropiación que comentábamos al principio. Se publicaron y tradujeron solo seis de los siete tomos. El otro hay que buscarlo por la red traducido por buenos samaritanos o leerlo en francés (con o sin el diccionario al lado). Dos Flores de Maíz se libra de momento de ser dibujada entre los pechos de las chicas de Femen o de aparecer como ejemplo de horrible discriminación del patriarcado opresor en el discurso de un político de Diputación Provincial. A cambio, no llega a tanto público como merecería por la asombrosa calidad del cómic y por la composición de su personaje. No le desmerecen, por cierto, los secundarios, que aun estando a la sombra de la fuerza de La Malinche logran brillar en sus papeles.

Cabe desear una futura mejor edición de este maravilloso trabajo aun a riesgo de las posibles malas interpretaciones que pudiera generar. Sería un mal menor en comparación con la posibilidad de que muchos más lectores lograran llegar a un cómic como Quetzalcóatl, que —insisto de nuevo en que no hay exageración— se hará inolvidable desde el primer momento. Y podría, eso sí, servir para una empresa más difícil, intentar combatir al término despectivo mexicano «malinchismo» (quienes se inclinan por lo extranjero siendo mexicanos, ya que fue amante de Hernán Cortés). Sin duda otro malinchismo es posible.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


lunes, 7 de julio de 2025

Amores perros

En el momento en el que Cédric y Ubac cruzaron sus miradas, la vida cambió para ellos





José Luis Vidal

06 de julio 2025 


Me gustan los perros. Mi familia y yo hemos compartido un buen puñado de años con nuestra querida Lila.

Sin darte cuenta, la presencia de este animal en tu vida la transforma completamente, y se convierte en tu acompañante en todo momento, al que debes educar en los primeros días, enseñarle a pasear junto a ti, sin que se aleje demasiado, cuidar su alimentación… En fin, compartir con él o ella todos esos momentos que van a quedar irremediablemente guardados en tus recuerdos, ya que, por desgracia, el reloj interior de los canes no corre a la misma velocidad que el nuestro, y para ellos las hojas del calendario pasan a una velocidad mucho más rápida que las de sus acompañantes humanos.

Cargar con la pérdida de tu perro es una herida que siempre va a permanecer ahí, en lo más profundo. Con el tiempo, dicen que todo se cura. Pero la memoria es traicionera, y te cogerá con las defensas bajas. Un olor, un objeto mordisqueado, un parque… Todo te traerá de regreso esa presencia que ya no camina junto a ti, mirándote de vez en cuando, esperando tu aprobación con una caricia o una palabra de ánimo.

Es por todo esto, y mucho más, que la lectura del nuevo cómic de José Luis Munuera, que lleva a las viñetas, adapta, el exitoso libro escrito por el francés Cédric Sapin-Defour me ha emocionado especialmente, y os confieso que alguna que otra lágrima ha surgido a lo largo de su lectura.

Munuera, conquense de nacimiento y granadino de adopción, con el que tuve el placer de compartir unas horas de buena charla hace poco, tiene dos vertientes en su producción artística en los últimos años.

Como ya todos deberíamos saber, él fue un auténtico pionero y dio el salto al mercado franco-belga hace ya muchos años, labrándose una extraordinaria carrera gracias a la alta calidad de sus páginas, y una producción que le lleva a publicar entre dos y tres álbumes anualmente, hecho este que sus seguidores aplaudimos.

Las editoriales Nuevo Nueve y Astiberri se han encargado, en los últimos años, de nutrir nuestras estanterías con los trabajos de José Luis Munuera, ya sea en solitario o haciendo equipo con, por ejemplo, el dúo de guionistas Beka, con los que nos ha deleitado y emocionado con la saga El corazón de hojalata.

La otra línea de obras con la firma de Munuera son adaptaciones al cómic de obras de la literatura contemporánea como Bartleby, el escribiente, Cuento de Navidad o Peter Pan de Kensington.

Pero el autor, en este caso no solo dibujante, sino también guionista, no se conforma con adaptar al pie de la letra los textos de Melville, Dickens o Barrie, sino que siempre aporta alguna idea de su propia cosecha, dándole un valor extra a la obra.

Y, como no podía ser de otra manera, también lo ha hecho en Su olor después de la lluvia, donde nos lleva y presenta la vida de Cédric, un joven profesor de educación física, amante del alpinismo, que verá como su existencia cambia completamente desde que decida tener perro.

La presencia de Ubac (curioso nombre cuyo origen conoceréis en las páginas del cómic) llenará ese vacío y vamos a ser testigos, a lo largo de los diferentes capítulos, de cómo la vida, los años, pasan junto al animal.

Pero ellos no serán los únicos personajes en este relato, muy importantes en la existencia de Cédric, como la pareja formada por Ferdinand y Marie, que a lo largo del tiempo se han convertido en lo más parecido a una familia para Cédric, ocupando el puesto de unos amables abuelos que siempre tienen una solución para los problemas que van apareciendo a lo largo del camino.

Sin esperarlo, llegará a la vida del escalador una joven, Mathilde, con la que se cruzará en varias ocasiones. Y el azar hará que finalmente se conviertan en pareja y juntos formen un trío junto a Ubac.

Pasará el tiempo, y a la vetusta cabaña en el campo llegarán dos nuevos miembros para esta curiosa familia, dos perras llamadas Cordada y Frisona, que se convertirán en las perfectas compañeras para el ya anciano boyero de Berna.

Llegados a este punto, detengo mi narración del argumento. Ya os dejo a vosotros, lectores y lectoras, que recorráis estas páginas que, sinceramente, creo que son de lo mejor (y ya es difícil) que ha surgido del talento gráfico y narrativo de José Luis Munuera, acompañando por su fiel escudero en esto de los colores, el genial Seydas.

Y preparaos para esa emoción que, tarde o temprano, llegará…


Diario de Cadiz


David Bailey, el inesperado radicalizador de la fotografía de moda y el retrato

La Fundación MOP inaugura la primera retrospectiva en España del artista que inmortalizó a celebridades de las pasarelas, la música, el cine y la realeza

Sonia Vizoso

A Coruña

Inmortalizó la oreja sorda del cineasta Luis Buñuel y la virtuosa lengua del trompetista Miles Davis; a una Isabel II chisposa y a un bisoño Mick Jagger en los comienzos de los Rolling. David Bailey (Londres, 87 años) hizo historia en la fotografía porque se encumbró en el glamuroso mundo de la moda desde el barrio obrero del East End donde se crió. "La gente como él no se convertía en fotógrafo de moda", explica Tim Marlow, director del Design Museum de Londres. "Él radicalizó la foto de moda y los retratos". Marlow es el comisario de la retrospectiva sobre este artista británico que se inauguró ayer en el centro de exposiciones de A Coruña que gestiona la Fundación MOP de la presidenta de Inditex, Marta Ortega.

Tim Marlow, en una de las salas de la exposición del Centro MOP, en A Coruña. Óscar Corral


David Bailey´s Changing Fashion recoge más de 140 imágenes, la mayoría de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, en las que Bailey forjó su carrera. Las capturas que brillaron en la revista Vogue, con modelos emblemáticas como Mary Quant, Twiggy o Penelope Tree, comparten espacio con retratos a celebridades del cine y la música. Según Marlow, el británico siempre trabajó "con el contexto y el azar", "se llevó el estudio a la calle y la calle al estudio", y desplegó su "inventiva" en las sesiones de fotos huyendo de las poses estáticas. Modelos que dan la espalda, errores, defectos que no se corrigen, y retratos con fondos blancos para concentrarse en la persona. "No le interesaba la ropa, sino el retratado, su núcleo, su corazón", afirma Malak Kabbani, de Camera Eye, el estudio de Bailey.

La muestra, que se podrá visitar con entrada libre en el Centro MOP del Muelle de Batería hasta el 14 de septiembre, incluye la serie de retratos que el fotógrafo hizo en 1965 a 36 personajes de la escena londinense de la época. La box of pin-ups es la pieza central de la retrospectiva. Por ella desfilan estrellas como Michael Caine, genios de la danza como Rudolf Nureyev, magnates de la peluquería como Vidal Sassoon, aristócratas y hasta mafiosos. Todos ellos igualados sobre un blanco luminoso y con encuadres muy ajustados a la cabeza y los hombros. "Es una forma de erradicar las clases sociales", señala Marlow.

El comisario explicaba una fotografía de la muestra. O.C.


Antes que fotógrafo, Bailey, que tocaba la trompeta, quiso ser músico. La muestra exhibe una selección de portadas de discos míticos que ilustró y sus retratos de los Beatles, los Stones, Patti Smith, Bob Marley, David Bowie, Bob Dylan, Elton John o Alice Cooper. La retrospectiva se para también en sus fotografías de desnudos y en las imágenes de sus viajes por el mundo.

Bailey fue el primer fotógrafo de clase obrera en aterrizar en el mundo de la moda, recuerda Kabbani. Denostado en la escuela por sus profesores simplemente por tener dislexia, fue siempre un hombre peculiar. Durante su servicio militar en Singapur, adornaba su catre en el cuartel con un cuadro de Picasso. Nunca ha negado que una de sus grandes influencias fueron las películas de Walt Disney con las que creció, una huella más de su origen social, explica el comisario de la exposición: "En el East End era más barato ir al cine que poner la calefacción en casa".

Flema británica

A su trabajo en los noventa se le hace un hueco en el Centro MOP, con la supermodelo Kate Moss, el actor Johnny Depp o el modisto John Galiano mirando a cámara. Entre las creaciones más recientes, el retrato de 2014 a Isabel II. Ni rastro de la flema británica de la monarca. "Nadie le ha hecho sonreír así. Mirad la chispa en sus ojos", remarca el comisario de la exposición sobre el resultado de una sesión de fotos en la que Bailey reventó los corsés del Palacio de Buckingham. Nada más llegar preguntó a la reina si sus joyas eran aunténticas.

A sus 87 años, Bailey sigue en activo, revelan sus colaboradores. Apasionado en su infancia de las lecturas sobre los exploradores británicos, hoy continúa viajando por el mundo e inmortalizando otras culturas. Quienes se acerquen al Centro MOP podrán admirar una de sus últimas obras: el retrato que le realizó hace solo unos meses al rockero Rod Stewart luciendo sus 80 primaveras.


El Pais. Cultura. Sábado 28 de junio de 2025



domingo, 6 de julio de 2025

Ciudad de cristal / Paul Karasik y David Mazzuchelli



Cuando encaró la producción de Ciudad de cristal, David Mazzuchelli ya llevaba varios años alejado de la senda de los superhéroes. Daredevil Born Again y Batman. Año uno (ambas con guion de Frank Miller) lo habían consagrado como el gran dibujante de superhéroes de su tiempo, heredero de la síntesis gráfica de Alex Toth, de las atmósferas naturalistas de clásicos de prensa como Noel Sickles y de la capacidad expresiva y mimosecuencial de Harvey Kurtzman. Tras muchos años de construirse a sí mismo como artista y alcanzar un cénit creativo, su inquietud artística lo obligó a tomar una desviación. Eran los primeros noventa, Art Spiegelman recopilaba su Maus y flore- cían los comic books autoeditados (o casi) en la escena independiente. Fue en este caldo de cultivo que Mazzucchelli encontró la inspiración para deconstruirse. Abandonó los superhéroes y lanzó Rubber Blanket, su propia revista unipersonal y autoeditada donde el tono se parecía al de su producción previa como un huevo a una castaña. Se acabaron las vistosas mallas. Los Gothams fueron sustituidos por historias introspectivas ancladas en el mundo real, o en un mundo relativamente onírico que funcionaba como reflejo del interior de sus personajes. Y los guiones eran suyos. Aquello era comenzar el aprendizaje de nuevo. Mazzucchelli estaba aprendiendo a contar historias que le importaban. Lo primero que hizo fue despojar su dibujo de adornos, liberar su muñeca del acabado más académico y lanzarse a la búsqueda del trazo expresivo y depurado. En cierto modo esto lo llevó a otro tipo de afectación, pero al menos era su afectación, no la que imponía el público de los superhéroes. Solo llegaron a ver la luz tres números de Rubber Blanket, pero fueron suficientes para dejar un buen puñado de historias y para que el nombre de Mazzucchelli adquiriese connotaciones muy distintas a las que se le asociaban durante la década anterior. Gracias a este nuevo estatus, Mazzucchelli, con ayuda del guion del reconocido editor y experto sobre teoría y práctica del cómic Paul Karasik, pudo encarar la adaptación al cómic de Ciudad de cristal, la novela de Paul Auster.

Ciudad de cristal, primera parte de la conocida como «Trilogía de Nueva York» de Auster, podría definirse como un thriller metafísico. En realidad, los elementos de intriga funcionan allí como un elemento más del carácter metanarrativo del relato, que no deja de ser una búsqueda, una inquisición sobre la naturaleza de la comunicación y el lenguaje a distintos niveles. Por eso mismo no es de extrañar que Mazzucchelli se sintiera atraído por adaptar —a petición de Spiegelman— la novela: en los últimos tiempos, el dibujante había demostrado sentirse especialmente interesado en explorar las sutilidades narrativas el cómic codificadas en el trazo del dibujo, los encuadres, las transiciones, la disposición de elementos en la página, el ritmo y la tal vez más etérea relación entre obra y lector. Así pues, se lanzó junto a Karasik a plasmar en viñetas la novela original, con el condicionante impuesto por Auster de que gran parte de su texto se conservase intacto. Lo cual, vistos los resultados, resultó ser un acicate para los autores del cómic, que disfrutaron añadiendo niveles de lectura literales y simbólicos en la propia imagen. Así, lo que a primera vista podría parecer una traslación prácticamente literal de la novela, se convirtió en otra cosa. En concreto, en una indagación sobre el lenguaje del cómic. Por supuesto, gran parte del valor del producto final viene dado por la más que interesante y sugerente materia prima aportada por el novelista, pero Karasik y Mazzucchelli se las arreglan para establecer de una forma totalmente nueva y original una suerte de tratado sobre la indivisibilidad de fondo y forma en el cómic. El dibujo (en sentido amplio, y recordemos que las letras son dibujos) deja de ser un mero acompañante, una huella ilustrada del texto, un pequeño matiz añadido, para convertirse en fuerza motriz y auténtica alma del relato. En palabras del propio Mazzucchelli, su versión de Ciudad de cristal no pretendía ser una adaptación, sino una traducción de un lenguaje a otro. Para ellos, los autores de esta nueva obra que es Ciudad de cristal, el cómic, fijaron su atención en la estructura y la capacidad simbólica de las imágenes dibujadas, capacidad que las letras, con su decodificación unívoca, han perdido con el tiempo. Tampoco olvidaron que ciertas alteraciones en el trazo y el estilo podían otorgar una voz propia y reconocible a cada uno de los personajes, mientras que otras podían otorgar a la imagen la cualidad de un plano o un icono. A lo largo de centenar y medio de páginas, los autores crearon un mundo dibujado de forma heterogénea que sin embargo presentaba toda la coherencia interna necesaria para permitir una lectura fluida y envolvente. Alejándose de los usos cinematográficos (linealidad, montaje, encuadre) jugaron a materializar un nuevo espacio utilizando el poder connotativo del símbolo, multiplicando la cantidad de información decodificable por el lector. Hicieron que los dibujos hablasen su propio idioma y que nosotros, sin necesidad de conocerlo previamente, lo comprendiésemos. De no ser así, todo su esfuerzo no habría servido de nada.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)



Cómo vestir para una cita con el paciente inglés por Jacinto Antón

Ralph Fiennes como el conde Almásy en 'El paciente inglés'.
Alamy Stock Photo



Vestidos para la aventura

Fan obsesivo como soy de El paciente inglés es fácil imaginar mis nervios ante la perspectiva de un encuentro con Ralph Fiennes, el romántico conde Almásy de la célebre película basada en la novela de Michael Ondaatje. Pensé mucho qué ponerme para estar a la altura de ese personaje que me chifla y demostrarle de paso mi admiración a Ralph. Descartando ir de aviador abrasado, que es un trance, me puse un pantalón de lona, una camisa blanca y una chaqueta de cuero muy usada que sugería la de piloto de Almásy en la película, además de un sabretache o portamapas donde metí mi ejemplar anotado (por mí mismo) de las Historias de Herodoto y un plano del desierto líbico, los predios donde el explorador vivió sus arenosas y amorosas aventuras.

En realidad, el verdadero conde Almásy no iba hecho un pincel como Fiennes en la película (y como yo, salvando las distancias) sino más de aquí te pillo aquí te mato. Para viajar por el desierto, Almásy, que era narizón, feote y escuchimizado, iba casual total, con bermudas, una sahariana tronada y salacot Capitán Tan style o gorra vieja. Encima, un guardapolvo raído. La verdad, la moda parecía importarle un comino. Es lo que tiene ser aristócrata, que te la repampimfla todo: recuerdo una vez que conocí al barón Thyssen e iba menos conjuntado que yo, que ya es decir. Y eso que Almásy había sido húsar, y de un regimiento muy chic, el 11º, cuya chaqueta con alamares tuve el privilegio (y la jeta) de probarme clandestinamente en 1999 en el castillo de la familia en Bernstein, donde conservan su habitación con sus cosas convertido en un santuario para gente fetichista como yo. Me llevé un botón que arranqué de la guerrera, y que en la entrevista con Fiennes portaba en el bolsillo a modo de talismán.

La vida real encuentra a menudo un secreto placer en desbaratar tus sueños, y el día de la entrevista con Ralph Fiennes llovía a chuzos. De manera que llegué a la cita mojado y con toda mi indumentaria de explorador chorreando incongruentemente. Ralph observó entre desconcertado y apiadado cómo las gotas me caían desde el pelo empapado mientras le preguntaban por Almásy y las dunas. Él estaba terriblemente atractivo (y seco), con una camisa azul y una americana que el quedaba como un guante. Es cierto que desde El paciente inglés había perdido pelo, pero antes de llegar a su amplia frente te quedas clavado en sus ojos, indescriptibles, azules pero que parecen cambiar de color, y que, insondables, te atrapan como una planta carnívora a una mosca. Ahí en el fondo están el oficial de las SS Amon Göth, el dragón rojo con tatuaje de Blake y el cardenal decano Lawrence, ese papable. Pero yo me sumergí, mojado ya como estaba, en las cristalinas y salvíficas aguas de Zerzura, el legendario oasis lleno de maravillas que buscó infructuosamente el conde Almásy y que por fin descubría yo en la mirada de Ralph Fiennes. "Siempre nos quedará Zerzura, Ralph", musité mientras las lágrimas se me disimulaban con el agua de la lluvia. Fiennes pareció por fin entender algo de mi arrobo y mi emoción, y se levantó de la silla para estrecharme la mano y darme una palmada en el hombro mojado. Siempre nos quedará El paciente inglés, le dije. Y el paciente inglés asintió.


Revista ICON Nº130 Junio 2025


Colgado de uno de sus cuadros

El rincón

Ceesepe confiesa que en este momento de su vida sólo le pone el trabajo. Foto: Luis Magán


Ceesepe expone sus últimos trabajos: 27 papeles, dos cajas y tres aluminios. “Simplemente, voy juntando cosas”, afirma

“LO ÚNICO QUE ME pone es trabajar”. La declaración de Ceesepe rompe el estereotipo de artista canalla que se labró en los años ochenta, cuando salía de marcha todas las noches por las calles de Madrid con El Hortelano, Ouka-Leele y Alberto García-Alix. Con el paso del tiempo, Ceesepe se mantiene como un pintor con un mundo propio, aunque más que nunca parece un personaje de uno de sus cuadros, poblados de saltimbanquis, chicas teñidas y camellos. Acaban de telefonearle de una de esas revistas de tendencias para hacerle un reportaje pero él se niega a que lo vistan de marca. “Eso ya lo he hecho antes y no me mola”, argumenta el artista, que nunca se ha acomodado bien a las modas y al comercio. Viendo el agujero del costado de su camiseta, ilustrada con uno de sus dibujos, los pantalones anchos, los tirantes caídos y las sandalias se comprende su queja. Tan tímido como estrafalario, en su caso, el estilismo se completa con el aluvión de pinceles, botes de pintura, diarios, acuarelas, muñecos, fotografías y cuadros que abarrotan su estudio. Frente a un viejo mural, sobrante de una exposición, se enfrasca en la pantalla del ordenador, en la que pasa horas buscando imágenes antiguas que luego trata y colorea hasta plasmarlas sobre una pieza de aluminio. Ahora se ha enganchado a ese formato, pero no deja de lado su trabajo sobre madera, sus acuarelas o la obra gráfica. Su nuevo trabajo, 27 papeles, dos cajas y tres aluminios, se expone en la galería madrileña Espacio Valverde y, como todas las muestras que llenan su currículo, no tiene más hilo conductor que ser el trabajo de los últimos años. Prefiere los títulos sencillos —“mi trabajo resulta tan literario y barroco que así les quito el drama”—. Claro que nunca ha planificado “una exposición ni una serie. Simplemente, voy juntando cosas”, añade. Compatibiliza su trabajo como pintor con el de encargo. En su haber se cuentan, entre otros, dos carteles de las primeras películas de Almodóvar, la portada del disco de Golpes Bajos Malos tiempos para la lírica o el primero de Ketama y, ya en 2009, el cartel para el festival La Mar de Músicas de Cartagena, con Marruecos como país invitado. Ha vivido en París y Nueva York, y conoce medio mundo, pero la mayor parte de su obra la ha dibujado en este piso de la madrileña calle Mayor, desde cuyo luminoso balcón se contempla parte de la Puerta del Sol. Con esa fuente de inspiración, arrullado por la voz de Cristóbal Repetto o la fuerza poética de Dylan, Ceesepe (Madrid, 1958, www.ceesepe.net/) ha desarrollado su carrera como artista plástico. Amelia Castilla


Babelia Número 917. Sábado 20 de junio de 2009