martes, 25 de noviembre de 2025

Amor, precariedad y otras formas de ansiedad



Viñeta de Hoy, de Agustina Guerrero



Por Jordi Amat

Una mujer de mediana edad a quien no le da la vida entre obligaciones laborales y todas las obligaciones domésticas. Así mal que bien va tirando la protagonista de la novela gráfica Hoy, de la argentina Agustina Guerrero. Ella, como la autora, lleva más de 20 años afincada en Barcelona. Anda perdida entre la gente hasta que un día, camino del trabajo, dice basta. Su fatiga es una experiencia contemporánea típicamente urbana. Llamémoslo una variante del género del estrés. Se trata de una vivencia que se adapta y declina en función de la circunstancia. En un lugar concreto de la ciudad, la protagonista de Hoy se siente atrapada porque la conexión entre su angustia íntima y la arquitectura intensifican dicha sensación. Sucede en uno de los iconos de la nueva Barcelona cultural, en la calle que atraviesa el Auditorio.

Tras las primeras elecciones municipales después de la dictadura, los consistorios progresistas fueron actor clave de una democratización tangible a escala local. Como apuesta de dignificación a través del urbanismo, uno de los lemas de los primeros ayuntamientos socialistas barceloneses fue la monumentalización de la periferia. Barrios obreros, zonas posindustriales. Cerca de la plaza de las Glòries se levantó el clasicista Teatro Nacional de Catalunya y justo al lado el  racionalista L´Auditori de Rafael Moneo. En un plano cenital vemos a la protagonista de Hoy presa de su desazón y ella se imagina trepando por las paredes, llegando a la cornisa del edificio y desde allí mirando la ciudad como una forma de reconquista de la libertad. Guerrero la dibuja de espaldas y en el paisaje que ella contempla destaca la Sagrada Familia.

Cuando deja la oficina, liberada, decide redescubrir la ciudad, buscar señales que le permitan redescubrirse a sí misma. Uno de los primeros barrios que camina es el Poble Sec. Una viejecita le explica que esa fuente pública fue una conquista de la lucha vecinal, después se acerca a un parque público, se columpia y a su lado un hombre tararea Hoy puede ser un gran día, de Joan Manuel Serrat. Interiorizar la letra de la canción, mientras pasea por Barcelona, es una fábula de la búsqueda de la felicidad en la ciudad. Es una bonita historia, una más de las historias barcelonesas escritas por mujeres.

La novela de Barcelona: un animal mitológico

"¿Barcelona es una ciudad literariamente bien contada?", le preguntó Javier Rodriguez Marcos a Francisco Casavella cuando publicó la primera entrega de El día del Watusi. Casavella no titubeó: "Incluso demasiado contada, para ser tan pequeña. Pero con buenos resultados". Era una sentencia para cerrar una vieja querella que ha atravesado a lo largo de 100 años la literatura sobre Barcelona. Por entonces Sergi Pamiés, con ironía al cuadrado, publicaba un libro de cuentos titulado La gran novela sobre Barcelona (1997), Miqui Otero, respondiendo en otra entrevista tras la publicación de la espléndida Simón (2021), tiraba de más ironía para huir de ese tópico: "La novela de Barcelona no existe, es un animal mitológico". Esa discusión bizantina, que abre ángulos muertos de autopercepción de la literatura catalana y su tensa relación con la castellana en la capital catalana, ayudan a resolverla libros como Barcelona y sus escritoras, de María Ángeles Cabré. Por dos motivos. Porque ficha a 70 autoras cuyo "campo de acción" ha sido la ciudad y que en muchos casos no habían sido tenidas en cuenta. Y, sobre todo, porque sus datos reescriben el mapa barcelonés.

Cuando Barcelona fue designada invitada de honor en la FIL de Guadalajara, uno de los objetivos institucionales fue reforzar la traducción al castellano de libros con la capital catalana como centro de la trama. La operación la ha pilotado el Instituto Ramon Llull. Así ya puede leerse por primera vez en español una novela publicada por entregas hace un siglo: Un film (1926), de Victor Catalá -seudónimo de Caterina Albert, fundadora de la novelística catalana contemporánea-. Es la obra que inaugura el ciclo de los paseos de las escritoras por la piel de la ciudad.

La llegada de Nonat Ventura -personaje de identidad escindida- es el pretexto para descubrir Barcelona desde su mirada resentida. Una mirada muy distinta es la de Colometa de La plaza del Diamante (1962), escrita por Mercè Rodoreda en el exilio, o la que ve una Barcelona cautiva de los fantasmas de la posguerra, donde la Andrea de Nada (1945), de Carmen Laforet, pasa por el rito de paso del aprendizaje a la decepción. La historia que transiciona entre esa Barcelona gris y la democrática es la que capturó Monserrat Roig en El tiempo de las cerezas (1977), seleccionado por Babelia como uno de los 50 mejores libros del último medio siglo.

La conclusión es obvia y no está asumida: la ciudad paseada a través de la mirada de las mujeres constituye un vector fundamental de la construcción literaria de Barcelona.


De izquierda a derecha, las escritoras Mercè Ibarz, Llucia Ramis y Anna Pacheco. Kike Rincón / Pere Virgili (CCCB) / Massimiliano Minocri


Contar la precariedad

La construcción democrática de Barcelona buscó rehabilitar el Barrio Chino, monumentalizar la perifaeria y transformar la urbe posindustrial para convertirla en una ciudad de servicios. Los Juegos Olímpicos permitieron una intervención urbanística a gran escala y crearon un mito religado a los días del Fin de la Historia. El éxito ha tenido una larguísima resaca. ¿Qué vería hoy Gurb si volviese a visitarnos?

A finales de la primera década de 2000, empezó a sustanciarse un discurso ideológico que denunciaba la captura de la ciudad por el neoliberalismo. La sospecha se convirtió en realidad con el estallido de la crisis económica. Hoy el chivo expiatorio es el turista y el expat. ¿Cómo contar entonces la ciudad?

Las nuevas circunstancias crearon las condiciones para crear otro personaje emblemático de la literatura barcelonesa. Una víctima del sistema que lo narra sin victimismo. Es el reverso del cuento de hadas pijo que es Vicki Cristina Barcelona. Si el clásico contemporáneo había sido el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé, el nuevo sujeto había sido la joven que vive la ciudad con hostilidad o la mujer que se siente progresivamente precarizada o desclasada. Son asuntos sobre los que versa Nadie me esperaba aquí, el último ensayo de Noelia Ramírez. La periodista también describe su viaje de la periferia al centro de la ciudad, las nuevas miradas sobre ella desde el privilegio que redefinen su identidad. Es la historia de las primera novelas de Llucia Ramis, Anna Pacheco y Andrea Genovart: Cosas que te pasan en Barcelona cuando tienes 30 años (2008), Listas, guapas, limpias (2019) y Consumir preferentemente (2023). Ramis recuerda cómo la tradición le sirvió para la construcción literaria de su Barcelona. "Tuve en la cabeza maneras de escribirla: las calles, las plazas y las gentes de Rodoreda y Laforet, pero también Pàmies y Monzó". También asumió ese legado Genovart para construir su ficción. "Como lectora me habían interesado el humor y los personajes mundanos y mediocres de Pàmies, Monzó o la acidez sarcástica y lúcida de Casavella".

En estas tres novelas sus protagonistas chocan de diversas maneras con una ciudad que no acoge sino más bien expulsa o se convierte en un acompañante desagradable porque el problema de la vivienda, los bajos salarios o la tensión entre clases dificulta que esas mujeres que se pasean puedan construirse un horizonte de madurez tranquilo.

No es una experiencia tan distinta a la que sufre la protagonista de La próxima vez que te vea, te mato (2024), de la chilena Paulina Flores, o la que la dramaturga catalana de origen argentino Victoria Szpunberg plantea en El imperativo categórico (2024), que se acaba de representar en Madrid y ha ganado el Premio Nacional de Literatura Dramática. La experiencia de la ciudad de sus protagonistas es indesligable de la angustia por la vivienda y la ciudad que expulsa.

Pasear el amor por la calle

También vivimos la ciudad a través del imaginario que ha configurado la literatura de la ciudad. La escena inicial de Nada es la de llegada de Andrea a la estación de tren de Barcelona. Su historia es la del descubrimiento de la juventud en la miseria moral y material de la posguerra. La escena inicial de la excelente Una chica en la ciudad es parecida. Mercè Ibarz llegó en autobús, es cierto, y la ciudad de principios de los setenta no era la de los negros años cuarenta, pero ella, callejeando, en los cines, cambiando de piso, también iba a convertirse en Una chica en la ciudad.

Esta memoir que se acaba de publicar es uno de los tributos literarios más bellos que se han escrito sobre Barcelona. Lo que origina esta escritura de madurez plena es el duelo por la muerte es el duelo por la muerte de L., su marido. Desde la pérdida física, la escritora rememora y piensa su vivencia de la juventud, la formación de su intimidad a través de la amistad y de la construcción de una relación de pareja. En ese ejercicio de rememoración la vida y la ciudad se confunden para contar una historia de amor al hombre que se quiere y a la ciudad que te ha acogido -Barcelona- para ser quien eres. "Las ciudades son sueños, y tener veinte años también era eso, soñarla con los ojos despiertos y con los ojos cerrados".


Babelia Núm. 1.774 Sábado 22 de noviembre de 2025


No hay comentarios: