sábado, 20 de abril de 2024

Las fuerzas desatadas del mito

Por Domingo Ródenas de Moya

La imaginación de Jordi Soler echa raíces en la sierra de Veracruz donde creció, en un universo primario sobre cuya imprimación infantil ha añadido las inquietudes sociales del escritor adulto. De manera semejante, su prosa magnífica se ha fraguado con el idioma de aquel fondo, un español mexicano denso y eufónico veteado del castellano de otras latitudes. Así fue en Los hijos del volcán (2022) y así es en esta poderosa novela de aliento mítico en la que los mitos greco-latinos se imbrican con los prehispánicos multiplicando mutuamente su resonancia simbólica. El epicentro de la novela es la pugna entre dos formas de poder: el que propicia la belleza física, devastador para quien la posee avaramente -y más para quien la desea sin fruto-, y el poder omnímodo que se impone mediante el terror y la muerte. El primero lo encarna la divina Artemisa -creada sobre la matriz de Afrodita-, mientras que el segundo lo representa el cacique Teodorico, una suerte de Pedro Páramo despiadado que únicamente se siente inerme ante la hermosura inaccesible de esta nueva Susana San Juan. Pero si Artemisa ejerce sobre él un efecto hipnótico y transformador, también ella es víctima de esa misma seducción irresistible... por parte del majestuoso toro blanco que emerge de una laguna en el primer párrafo del relato.


Ritón (recipiente) con forma de cabeza de toro de la época minoica, en el Museo Arqueológico de Heraclión en Creta. Andrew Aitchisson (In Pictures/Getty)

Desde ese instante, el lector sabe que el cañamazo narrativo que utiliza libremente Soler es el del toro blanco que hizo surgir del mar Poseidón y cuya hermosura cautivó al rey Minos. Al negarse este a ofrecérselo en sacrificio, el rey de las aguas se desquitó haciendo que la reina Parsifae cayera rendida ante el toro y concibiera con él al Minotauro. Es obvio que Artemisa es un avatar de Parsifae y el cruel Teodorico lo es de Poseidón, pero en ellos se reflejan otros mitos, como el del contrahecho Hefesto y Afrodita, o el de los aztecas Tezcatlipoca, dios nocturno del mundo material, y Xilonen, diosa de la fertilidad. Soler ha sabido sacar partido de estas confluencias míticas, dando un nuevo sentido al "método místico" de que hablaba T.S. Eliot al explicar la técnica de James Joyce en el Ulises. Pondré un solo ejemplo: uno de los personajes mejor diseñados, el de Wenceslao, inventor, gay, amigo de Artemisa y rey de la fiesta allí donde acude, está forjado sobre la remota matriz del Dédalo mítico, y no digo más para no ser aguafiestas.

Sobre el fondo de esta aleación grecomexicana, Soler compone un relato universal acerca de la fuerza tiránica y destructiva del deseo o, lo que es lo mismo, de la belleza abrasadora que lo suscita. También sobre el imperio arriesgado que esa belleza otorga: el de encandilar a todos y disponer de su voluntad, un poderío que puede volverse tan adictivo como dañino. Se trata de un relato en dos tiempos muy bien medidos, separados por 25 años, dos momentos en los que crece gradualmente el desafío de la bella hacia el monstruo en medio de una pululación de criaturas espléndidas (la Negra Moya, Chelo Acosta y sus pupilas, el profesor Brambila...) que parecen asistir a un desenlace inevitable. El relato tensa la cuerda entre los dos poderes hasta que su tirantez es insostenible y de desencadena la victoria de uno sobre otro, sin prisa, con metódica atrocidad, que es lo que refiere un atinado narrador interno, alguien que fue admirador, como todos, de Artemisa, uno de tantos que quiso y no pudo alcanzarla y tuvo que resignarse a ser testigo de su error y del horror subsiguiente. No creo que se pudiera contar con más fuerza.

En el reino del toro sagrado

Jordi Soler

Alfaguara, 2024

268 páginas. 19,90 euros


El Pais. Babelia. nº 1.687. Sábado 23 de marzo de 2024


The Art of Deathloop (I)

 






























jueves, 18 de abril de 2024

Emil Ferris, después de los monstruos

La influyente autora de cómics regresa con el cierre de su revolucionaria obra: "No me importa que me copien. Cuando creas algo es para que tenga impacto"


Viñetas de Emil Ferris para Lo que más me gusta son los monstruos 2.


Jorge Morla

Madrid

Emil Ferris se muda. Detrás de ella, en la pantalla a través de la cual tiene lugar la entrevista, hay decenas de cajas y algún peluche en su casa de Chicago. Bueno, a las afueras de Chicago. Aunque no demasiado a las afueras. "Si lanzas una pelota de béisbol, llegará a la ciudad", se ríe la autora de cómic (Chicago, 62 años).

En 2017 completó otra mudanza, la que va del anonimato a la fama. Impedida tras contraer la fiebre del Nilo Occidental, empleó la lenta convalecencia hasta la recuperación para pergeñar un cómic sobre una niña-lobo dibujado con bolígrafos sobre un cuaderno un cómic que tituló Lo que más me gusta son los monstruos. Contra todo pronóstico, aquel primer libro dio la vuelta al mundo, se cubrió de premios y se coló en todas las listas de mejores cómics del siglo XXI. "Por una parte, fui bendecida. Los ojos del mundo se volvieron hacia mí. Literalmente sentí la energía de la gente; nunca había sentido tanta atención hacia mi persona", reflexiona sobre aquel inesperado éxito. "Por otra parte, yo soy una persona tímida; solo quiero estar en mi casa y trabajar. Así que... me retraje", confiesa. "En mi interior, hay gratitud por cómo el libro fue recibido y por cómo influyó en tanta gente", añade Ferris cuando se le pregunta cómo le ha cambiado la experiencia de la fama. "Pero, era muy raro, por ejemplo, cuando firmaba libros. Esas cosas no significan nada si no puedes hablar con la gente, ¡pero allí es imposible hablar con los lectores! No es el mejor sistema del mundo... pero debo hacerlo. Aunque sea para honrar la conexión que tantos lectores tuvieron con el libro".

Lo que más me gusta son los monstruos desentrañaba la cultura americana de los sesenta y conjuraba las tribulaciones de una niña (Karen Reyes) y su hermano Deeze con la misteriosa muerte de su vecina Anka, una judía superviviente del horror nazi. Ahora su segunda parte (editada igualmente por Reservoir Books) cierra (aunque deja muchos frentes abiertos) la historia de Karen. ¿Ve Ferris la influencia de su criatura en los cómics posteriores que han salido en EE UU? "¡Bueno, en EE UU y en todo el mundo!", ríe. "Solo en los últimos meses, mi mejor amiga me enseñó tres cómics recientes que tenían un estilo similar o hablaban de temas parecidos. Muchos autores me lo confiesan". ¿Y eso le molesta? "No, no me importa que me copien. Es como una cena familiar: si sacas un tema no quieres que lo ignoren; quieres influir, que la gente reaccione, que haya una conversación".

¿Y cómo ha evolucionado ese estilo tan personal? "Está bien que mi estilo crezca porque también lo hace el de Karen (en teoría, el cómic es lo que Karen dibuja en sus diarios)" El libro es visualmente más ordenado y florido y las contorsiones del bolígrafo asaltan al lector casi a cada página. "Por ejemplo, dibuja muchas más mujeres", apunta Ferris. Y es cierto: Karen va viviendo su primer interés amoroso con Shelley, una chica, como ella, "rara". Pero, aunque en el fondo cuente un primer amor, lo importante del estilo de Ferris es la forma: inconscientemente, el lector percibe el cambio interior de la protagonista a través de los dibujos que hace.


Autorretrato de Emil Ferris con uno de sus personajes.


"Karen ha crecido, claro. Se da cuenta de que debe tener más voz en su propia vida tras la muerte de su madre, de que debe tomar decisiones difíciles", cuenta Ferris. "Es algo que no debería pasar, pero pasa: muchos niños son empujados a tomar decisiones difíciles de repente. La muerte de un padre, las dificultades económicas o un divorcio..., todo eso te aleja de la infancia de repente. Y todos podemos sentirnos identificados con ello de alguna manera", sostiene. "Me alegra que haya tenido la oportunidad de encontrar el amor. Pero en cierto modo asusta: quería a su madre y su madre se fue. Al final, imagino que la vida es como una de esas historias de misterio en las que los personajes van desapareciendo. ¡Es injusto!", lamenta. "Pero sí. Cuando experimentas la pérdida de alguien a quien amas, amar se convierte en un reto. El amor es peligroso".

Temas espinosos

Además de los pasajes de la II Guerra Mundial, el cómic bucea en la política de la época en EE UU, como el movimiento por los derechos civiles, la cultura hippy o las revueltas contra la guerra de Vietnam. En la vida real, basta mirar sus redes sociales para ver que Ferris no esquiva los temas espinosos de hoy. "Nuestra guerra no es entre nosotros, es contra las fuerzas que nos enfrentan y saquean. Si la gente tiene oro y petróleo bajo sus piernas, eso es peligroso. No puedo callar cuando veo a la gente morir en Gaza, cuando veo tanto sufrimiento causado por la codicia", asegura.

¿Debe entonces un artista del siglo XXI usar, además de su arte, su propia voz para intentar cambiar el mundo? "Bueno, es que yo siempre hablo de eso. No importa tu religión, ni nada de eso, solo importa una máxima: trata a los demás como quieras que te traten. Cuando no veo eso, lo denuncio. Cuando veo niños sufriendo, lo diré. Porque frente a ese sufrimiento el arte, mis libros, yo misma, eso deja de importar, porque lo que importa son ellos. Sí, hay que hablar. Si la gente buena no hace nada, el mal gana".

Aficionada a la astrología, Ferris pregunta al entrevistado por su signo del zodíaco y saca sus conclusiones. Confiesa, eso sí, que ha renunciado a intentar ver el futuro. "Lo he dejado. Decidí que quería crear mi propio camino emocional, interpretar las cosas a mi manera. A veces, cuando alguien interpreta tu destino, sigues, aunque sea de forma inconsciente, esa interpretación. Y yo ahora quiero seguir mi propio camino". Justo lo que, al concluir la segunda parte de su díptico, hace Karen Reyes, niña-lobo, detective aficionada y dibujante obsesionada con los monstruos. Seguir adelante, a ver que demonios pone la vida en su camino.


El Pais, Martes 16 de abril de 2024


martes, 16 de abril de 2024

Entrevista - Lizzy Stewart

ENTREVISTA

por Anatxu Zabalbeascoa fotografía de Manuel Vázquez

Lizzy Stewart

Su novela gráfica Alison fue elegida mejor libro del año en el Reino Unido. Retrata el Londres de los ochenta y los noventa y, traducida al castellano por Errata Naturae, plantea cómo ser musa y artista a la vez. Pero... ¿es la historia de una pintora capaz de lograr su independencia sin cortar la cabeza a nadie o el relato de un abuso? Existen matices. Esta premiada ilustradora ha abordado la zona gris del #MeToo. "Todavía me siento insegura sobre muchas cosas. Pero siento el permiso de decir lo que pienso. Igual a alguien le puede interesar", apunta.

Lizzy Stewart, retratada en su estudio en Forest Hill, en el sureste de Londres.


PUEDO RECOGERTE EN la estación de metro. O esperarte junto a la biblioteca", ofrece por correo electrónico. En Forest Hill, al sureste de Londres, la piscina pública oculta una casita de ladrillo. Es la biblioteca. A un lado, Lizzy Stewart (Plymouth, 36 años) agita la mano y sonríe tímidamente.

Explica que una ONG recuperó la biblioteca cuando el Gobierno la cerró por falta de medios. Alquilan mesas de trabajo. Aclara que estamos solas porque los otros tres ilustradores, que pagan 170 libras al mes por una mesa ("para Londres es barato"), le han dejado intimidad para hacer la entrevista. Ofrece té y galletas. Es escueta hablando. Pero gesticula, como si las muecas fueran dibujos que completan lo que dice.

En 1950 Ernst Gombrich publicó el manual canónico con el que Occidente estudió historia del arte. No había ni una sola mujer artista. ¿Ha cambiado algo?

Era el libro que debíamos comprar. Lo que nos indicaba qué era modélico, incluso qué había alterado las cosas. En mi educación no hubo ningún artista que no fuera un hombre blanco hasta que llegaron los años sesenta.

¿Qué pasó entonces?

El pop. Aparecieron mujeres, como Pauline Boty [una de las fundadoras de ese movimiento, que murió con 28 años]. La conocí gracias a una profesora brillante que ampliaba el programa. Dependías de la voluntad de los profesores de ir un poco más allá. Toda mi vida he dibujado y pintado. De niña solo me interesaba eso y leer. Quería ser pintora, pero pensé en ilustrar para ganarme la vida. Los cimientos de la historia del arte eran masculinos.

¿Eso cómo les hacía sentir?

Lo peor no es que sucediera, lo peor es que no lo veíamos. Lo normal era que las cosas para las mujeres fueran difíciles. Era igual de fantasía ponerse a estudiar arte siendo mujer que proviniendo de clase trabajadora. Hoy nos damos cuenta de que eso no es normal.

¿Qué porcentaje de mujeres expone, tras la revisión, en la National Gallery?

Debería ser el 50%, pero igual es ¿un 6%?

El 1%. En el Prado un 0,6%. ¿Hay una historia de la ilustración?

Es la de cómo hemos dibujado o presentado el mundo. Se hicieron ilustraciones para la enciclopedia, la enseñanza, para explicar el cuerpo humano o para que los ornitólogos pudieran clasificar a los pájaros... ¡Nos hemos pasado la vida dibujando! A partir del siglo XX los autores empiezan a recibir reconocimiento. Antes era considerado un oficio, no un arte.

¿Hoy hay una historia canónica de la ilustración?

No. Pero si llega a existir, tendrá mujeres 

Nora Krug, Alison Bechdel...

O Mary Blair. La Alicia de las grandes tazas o el Peter Pan de Disney salieron de sus manos y... ¿quién la conoce? La ilustración está mezclada con la vida —la portada de un libro, la etiqueta de una botella — y muchas veces es un trabajo anónimo.

¿Se debe exponer un porcentaje de artistas negras, gitanas, homosexuales...?

Debemos encontrarlos. Fui a la Tate Modern hace poco y no reconocía casi nada de la colección permanente. Aquello era otro museo. Era desconcertante, pero también emocionante. Tuve un momento de... ¿dónde está Hockney? Pero fue revelador poder ver arte de Oriente Próximo que nunca había visto.

¿Cómo evitar mirar desde el canon occidental?

De la misma manera que te acercas a cualquier obra de arte: con curiosidad, haciendo preguntas. Me gustó estudiar la historia canónica. Pero también ser capaz de editarla y añadir lo que voy conociendo. Descubrir a un artista que debíamos haber conocido hace años es emocionante.



¿Cuándo le ha ocurrido eso?

Con Artemisa Gentileshi, como a todos, ¿no? Su historia es terrorífica. Tenía más talento que sus hermanos y despertó sus celos. Su preceptor, Agostino Tassi, la violó. No la creían. Al final lo condenaron a un año de cárcel. Y muchos de sus cuadros se le atribuyeron a su padre. Pero tiene uno, Judit decapitando a Holofernes, que refleja su liberación.

La protagonista de su novela, Alison, no necesita cortarle la cabeza a nadie para pensar por sí misma.

Abandona la tranquilidad de una vida familiar para ser artista. Con timidez, dudas y miedo, pero sin tortura ni enfrentamiento.

¿Hoy no necesitaría un Pigmalión?

Para salir de nuestra zona de confort necesitamos que algo, una persona o un libro, nos muestre que existe un sendero para hacer un recorrido distinto. Alison no tiene modelo. No hay una mujer artista en la que se pueda proyectar. Y así era en el Reino Unido en los sesenta. No solo por ser mujer, sobre todo porque a la gente de clase trabajadora ni se le pasaba por la cabeza poder integrarse en el mundo del arte. No era una opción. Nadie te hablaba de esa posibilidad incluso si dibujabas bien.

¿Fue su caso?

Me crie en Plymouth, una ciudad obrera con una historia naval. Me apunté a Bellas Artes porque tuve suerte de que mis padres creyeran a mi profesora de plástica. Imagino que les aterrorizó pensar en mi futuro, pero, ni una sola vez, ni una, me sugirieron..., ¿sabes?., podrías intentar ser profesora. Si dudaron, que dudaron fijo porque no había ningún artista en su vida ni tenían idea de lo que estaba tratando de hacer, callaron. Me dejaron hacer lo que quería sin entender lo que era.

¿Ellos cómo se ganaban la vida?

Mi padre era electricista en la Marina y mi madre nos cuidaba. Cuando cumplí 12 años, ella fue a la Universidad a estudiar Logopedia. Hizo incluso un doctorado. Estaba fascinada con que mi madre fuera a la Universidad. Cuando eres pequeña crees que tu madre es amiga de las madres de tus amigas. Y, de repente, aparece con amigos profesores o estudiantes. Tenía 35 años y se hizo amiga de una chica de 24. Era tan cool...

Una madre con amigos de varias edades.

¡Y hombres! "¿Quéé? ¿Tu madre tiene amigos hombres?", me decían mis amigas. En una ciudad de provincias, y en esa época, era una rareza. Vengo de un mundo de clase trabajadora, pero sería falso decir que yo soy clase trabajadora: mis padres pavimentaron el camino para sacarme de allí.

¿Planificó que su protagonista, Alison, escapara a su destino sin necesidad de hacer sangre?

Tenía que ser anodina para poder tener una vida excepcional. No se espera esa vida de una persona tan discreta. También es mi carácter. Como estudiante era muy tímida.



¿Hoy no lo es?

Creo que ahora soy reservada, pero no tímida. Ni introvertida, aunque no sea extrovertida. No se pasa de un extremo al otro. Estoy más cómoda con otras personas. Antes era un suplicio. Tenía que ver con no salir de mi cabeza: ¿qué diré para estar a la altura? Esa cosa de pensar en cómo vas a reaccionar en lugar de simplemente reaccionar. Justo por eso pensé en una Alison anodina. Los libros sobre artistas suelen hablar de personas fuertes, brillantes... Esa vida tempestuosa es en parte un cliché. Y desde luego no es lo que tenemos mis amigas y yo. Nosotras nos pasamos el día trabajando para poder seguir haciendo lo que nos gusta. Intentamos hacer ilustraciones para revistas o reunir el valor para dedicar ¡años! a hacer un libro. Nuestra vida es trabajo. Y sentía que explicaba algo más verdadero si contaba una vida inventada a partir de vivencias reales. Eso sí, dibujé otra artista audaz para contrastar y porque me atraen ese tipo de personas mucho más valientes que yo. Solo si rondas a los audaces llegas a ser una persona valiente. Y para alguien creativo atreverse es esencial.

¿Cree que la gente que parece valiente y atrevida lo es?

Claro que no [risas]. Y eso es maravilloso averiguarlo. Pero, aun desde el miedo, se atreven. Ser valiente no implica que no te cueste esfuerzo serlo.

¿Su novela es el relato de un abuso?

Retrata situaciones de control, pero también de ayuda porque muchas cosas no son blancas ni negras. Esa zona gris es la que me interesa. Cada uno de nosotros tiene un umbral de tolerancia. Alguien te puede ayudar y por eso impedir que te desarrolles. Me parecía importante contar matices. Cuando escribí la novela se había escrito mucho sobre el MeToo y los hombres, en esos libros y películas, eran despreciables. Está claro que existen y hay personas atrapadas en relaciones poco sanas, pero no todo es terrible. El protagonista tenía que ofrecer algo real: amor, cuidado... El utiliza su juventud y devoción tanto como ella utiliza su experiencia y conocimiento.

¿Por qué hablamos de utilización?

Una parte interesada, que a veces no es ni consciente, va de la mano del deseo, la admiración y el descubrimiento Eso te transforma. Por eso para mí la relación no es de abuso. Es complicada. Y eso la hace interesante. Cuando tienes 25 años es más fácil saber lo que no quieres que lo que quieres.

¿La necesidad de enseñar a alguien es control o deseo de compartir?

Las dos cosas, ¿no? Creo. ¿Qué creo? [Se para a pensar]. El lado menos positivo de compartir es esperar que se repita lo que has enseñado. Eso no es enseñar. Pero todos tenemos ese impulso. Cuando nos enamoramos, necesitamos mostrarlo todo: la música que nos gusta, los lugares, las películas, los libros... Hay una explosión de cultura popular entre dos personas que puede ser una invasión. ¡Te estoy enseñando lo que soy! Creo que a no ser que quieras un eco de ti mismo, la gente que enseña lo hace motivada por compartir algo.

Aborda la competencia profesional entre parejas.

Un hombre que enseña a su amante rara vez espera no ser imitado. Pero el buen profesor enseña no para ser imitado, sino para que el otro encuentre su camino. Me interesa lo inesperado de las relaciones. Cuando, en lugar de enfadarse por no ser un modelo, él se da cuenta de que la echa de menos por lo que es. No por lo que él querría que fuera.

Su pareja, Owen Pomery, también es ilustrador.

Se formó como arquitecto y es muy bueno con las líneas rectas y la perspectiva: todo en lo que yo soy mala. Pero cada uno tiene su espacio.

¿Nos gustan los hombres mayores de jóvenes y los jóvenes de mayores?

Ni idea. Creo que lo importante es acabar gustándote a ti misma. Reconozco que dejar solo a un personaje con 60 años te da un pelín de pena. Pero para mí es importante decir con un libro que una mujer puede estar sola y bien. Que los 60 sean un momento de oportunidades es de lo mejor de nuestra sociedad. Muchas mujeres necesitan ese espacio porque llevan años, la primera parte de su vida, definiéndose a partir de la persona que tienen al lado: su pareja, su padre, su madre, su amante jo su mejor amiga!

¿Cuándo empezó a tener voz propia?

Puede que... [empieza a silbar y mover los ojos] tal vez a ratos... Todavía me siento insegura sobre muchas cosas. Pero siento el permiso de decir lo que pienso. Acepto que igual a alguien le puede interesar. Antes lo hubiera descartado. Miro trabajos que hice con 20 o 30 años y veo que no estaba entera. Necesité esperar para contar algo real, algo en lo que estuviera lo que había sentido. Me gusta la verosimilitud: cuando algo se siente verdadero aunque no lo sea.

Ubicó a Alison entre los cincuenta y noventa del siglo XX para evitar dibujar pantallas.

Nos enteramos de los muertos y los embarazos por Ins-tagram. Para apoyar a alguien le das un "me gusta" en lugar de un abrazo. No sé si eso puede ser sano... En los cuentos infantiles trato de decirles a los niños que, más allá de las pantallas, hay un mundo que es para ellos. Es lo que los niños necesitan creer. Yo creí.

Su protagonista lleva el nombre de su abuela.

Mi abuela contaba que un día, mientras estaba en la bañera, vio una rata. ¿Cómo no querer salir de ahí?Quería ser algo más que una madre. Y sufrió. Las mujeres no tenían la oportunidad de plantearse lo que querían ser.

Escribía poemas. ¿Eran buenos?

Nooo. Eran los de una joven de 20 años que no estaba donde quería estar. Mi abuela encontró su mundo ya de mayor. Pudo viajar y escribir.

¿Alison es una alternativa al movimiento #MeToo?

No necesita el enfado. Y necesita a la gente. No mucha gente creativa lo afronta. Su humanidad la acerca. Es duro ser alguien introvertido. En una mujer se ve con suspicacia. Una mujer solitaria produce rechazo.

¿Qué enseña a sus alumnos?

Lo que para mí es esencial: sentirse a gusto. Normalmente a los artistas se les enseña de manera brutal: te cuestionamos, te rompemos y tú te reconstruyes. Para mí eso no funciona en el mundo en que vivimos. Quiero que mis alumnos se sientan entusiasmados con la idea de aprender. No quiero transmitirles lo que para mí es importante. Necesito que encuentren ellos lo que les importa. Enseñar lo que sabes puede ser bienintencionado, pero es limitado.

¿Por qué hace cuentos infantiles?

Aunque no tengo hijos me gusta escribir para los niños: están locos, son raros y brillantes a la vez. Hacen preguntas impertinentes. "¿Cuántos años tienes y cuánto dinero ganas?". Y me emociona que mis palabras puedan quedarse en ellos: acercarme sin necesidad de tratar de educarlos.

¿La falta de imaginación es un problema?

Nacen con la imaginación para sobrevivir. Y no hay imaginación mayor que la que se necesita para sobrevivir. Yo era físicamente tímida: soy muy alta y quería estar en el grupo, pero mi cabeza siempre sobresalía. Hubiera querido ser más invisible. Fui seria. Pero me gustaba hacer tonterías. Llega un momento en que tienes que parar de hacer el tonto. No te toca porque se supone que has crecido. Un error.

Ha dibujado Londres a lo largo de las décadas. ¿Cómo es el de hoy?

Incluso si es difícil y caro vivir aquí, en Londres las capas hablan. Sientes a los de antes: a Virginia Woolf, a Dickens. Hay una gran riqueza, y no hablo solo de dinero. Pero también hay engaño, gente que no tiene más remedio que irse, mansiones vacías que no son más que inversiones...

¿Por qué alguien que ha sido pobre se avergüenza de su infancia y alguien rico no?

La historia la escriben los poderosos. Pero puede que estemos reconsiderando lo que es ganar y perder. Lo veo como profesora. Los que intentan ser perfectos producen dibujos brillantes, pero los que experimentan, arriesgan y trabajan sin miedo son mejores.

¿En qué grupo estaba usted?

En el primero. Hoy creo que crear el ambiente en el que la gente deje de pensar que equivocarse arruinará su vida es un trabajo personal y comunitario. Los errores son el principio de una lección. Quiero vivir en un mundo en el que la gente puede cometer errores.


El Pais Semanal nº 2.481. Domingo 14 de abril de 2024


lunes, 15 de abril de 2024

Muere Trina Robbins, pionera del feminismo en el cómic

 Fue la primera dibujante de "Wonder Woman" y compaginó su labor artística con la investigación.

Álvaro Pons

El miércoles falleció a los 85 años Trina Robbins (Nueva York, 1938), una autora cuyo nombre puede pasar inadvertido para la afición española al cómic, ya que apenas hay un puñado de sus obras publicado en España, pero cuyo nombre está grabado en la historia como una de las grandes pioneras de la historieta y como punto de inflexión en la incorporación y consideración de la autoría de mujeres en el tebeo.


Trina Robbins, en 2015 en Oakland (California). Liz Hafalia (Getty)


Desde su feminismo comprometido, se sumó a la convulsión de la aparición en el cómic estadounidense de la escena de San Francisco, a finales de los sesenta, consciente de estar en un medio y un movimiento profundamente machista que precisaba de nuevas perspectivas y aperturas It Aint Me, Babe, que en 1970 daría lugar con el mismo nombre a la primera antología de cómics realizados por mujeres, reivindicando un espacio en el que tradicionalmente se las había apartado o invisibilizado. La publicación fue un referente para la concienciación de las autoras y el germen de otras colecciones posteriores, como Wimmen´s Comix, también fundado por ella, donde colaborarían artistas fundamentales para entender el cómic independiente de los setenta y ochenta como Michelle Brand, Aline Kominsky-Crumb, Diane Noomin, Joyce Farmer, Melinda Gebbie, Roberta Gregory o Phoebe Gloeckner, entre otras muchas. En paralelo a esta trayectoria de activismo, comenzó a trabajar en editoriales populares como DC o Marvel, encargándose de personajes tan carismáticos como Wonder Woman, siendo la primera mujer que se ocupaba de sus dibujos desde su creación. Aunque el guión fuera firmado por Kurt Busiek, Robbins supo dar a su camaleónico trazo el estilo del dibujante original de la serie, H. G. Peter, recuperando la esencia del personaje desarrollado por W. M. Marston y Joye Hummel. Responsable también del icónico traje de Vampirella que dibujará Frank Frazzeta, siguió dibujando para editoriales como Eclipse, Image Cómics o Dark Horse Cómics hasta bien entrado el nuevo siglo.

A partir de los noventa, Robbins comenzó a trabajar intensamente, en paralelo a su carrera creadora, en la investigación académica sobre las autoras de cómic, plasmada inicialmente en el clásico Women and the Comics junto a Catherine Yronwode, al que siguieron obras fundamentales como A Century of Women Cartoonists, The Great Women Superheroes, Babes in Arms: Women in Comics During the Second World War, From Girs to Grrrlz: A History of Womenñs Comics from Teens to Zines o Pretty in Ink, así como varias monografías dedicadas a series u obras como la reciente antología Dauntless Dames. Un corpus de obras que permite en el cómic americano desde sus inicios. Su labor llegó hasta el año pasado, cuando coordinó la antología de cómics Won´t Back Down!, en favor del movimiento Pro Choice, en defensa del derecho al aborto.

Presencia fundamental en cualquier evento, fundó también Friends of Lulú, asociación dedicada a la promoción del cómic realizado por mujeres que ha tenido importancia en el mundo que ha tenido importancia en el mundo editorial estadounidense, favoreciendo la incorporación de las autoras a la creación de cómics populares, pero también con una decidida acción formativa hacia todos los eslabones de la cadena productiva. Consiguió también reunir una gran colección de originales de obras realizadas por autoras, que puso siempre a disposición de museos y galerías para garantizar que la autoría femenina no se viera minusvalorada en el ámbito expositivo. Esta labor constante y su feminismo combativo han sido una influencia clave para la aparición de una nueva generación de estudiosas del cómic, que ha tenido que luchar contra un medio dominado por hombres. El incombustible optimismo que desprende en sus memorias, Last Girl Standing (publicadas en 2017 por Fantagraphics), forma parte de la historia del cómic, que la ha reconocido incluyéndola desde 2013 en la Will Eisner Hall of Fama, donde figuran los autores de cómic más importantes.

El Pais. Cultura. Sábado 13 de abril de 2024


La Patrulla X trasciende la nostalgia

Serie de animación "X-Men ´97"

Eneko Ruiz Jiménez

La nostalgia emborrona nuestros recuerdos. ¿Era una serie o película de nuestra infancia buena de verdad, o lo que recordamos es el momento en el que la vimos? Con la serie animada de X-Men de los noventa, la conclusión es clara: la música de su cabecera era automáticamente pegadiza y tenía tramas mejor adaptadas que en cualquiera de las películas. Pero no, no era tan buena como la recuerda la nostalgia. Sirvió, eso sí, para abrir a Marvel un mundo en el que Stan Lee había intentado introducirse durante años, y, de paso, dar a conocer las viñetas a miles de lectores. Aunque mejor que permanezca en el recuerdo que en la revisión.


La nostalgia es un germen que infecta no solo la mente, sino también una industria del entretenimiento embobada por hacer feliz a ese niño interior. Esa industria ha creado una generación de espectadores que quiere regresar una y otra vez a los iconos de su infancia pero, al mismo tiempo, pide que no también nada de lo que recordaba, ni cómo eso les hacía sentir, olvidándose de cómo ha cambiado el mundo en estas décadas. Ese mismo síntoma volvió a la palestra con el estreno de la serie animada X-Men ´97 en Disney+, vendida con un enganche nostálgico demasiado fácil que continúa las tramas de la original, pero que, sorprendentemente, ha sabido adaptarse a los tiempos en los que se lanza. Tanto que supera a la original en el uso de la animación y en la profundidad de sus tramas.

La Patrulla X nació en 1963 como los odiados y perseguidos del mundo de las capas y poderes y la discriminación siempre estuvo en el centro. Primero fue como metáfora de Martin Luther King (Charles Xavier) y Malcolm X (Magneto), y luego, con las películas de Bryan Singer, con los mutantes, que descubren sus poderes siempre en la adolescencia, pareciendo más que nunca un espejo LGTBI.

X-Men ´97 podría haber sido una simple excusa para la nostalgia. Y no solo no lo es, sino que además tiene mimbres para convertirse en una de las mejores  adaptaciones de los mutantes, en audiovisual. Una que respeta la idiosincrasia de sus personajes para machacarla por completo.


El Pais. Lunes 15 de abril de 2024


Tras los pasos de Jack

¿Puede ser ésta la mejor historia sobre los macabros crímenes cometidos en el barrio londinense de Whitechapel?


JOSÉ LUIS VIDAL

14 Abril, 2024 

La interrogación, el misterio, las dudas abarcan de principio a fin este oscuro caso que, a día de hoy, sigue sin tener una solución. Son mil y una las teorías acerca de la misteriosa identidad del asesino Jack El Destripador, pero por mucho que se hayan afanado docenas de criminólogos, historiadores y demás entendidos en el tema y la época, ninguno ha llegado a dilucidar, a dar rostro al criminal que recorrió las oscuras callejuelas de Whitechapel, masacrando de manera harto cruel a varias mujeres.




Pero claro, qué mejor medio que la ficción, y concretamente el cómic, para sumergirnos en una trama que tan solo puedo calificar como hipnótica. Y todo ello gracias al talento del que está considerado como uno de los mejores profesionales del medio, el guionista británico Alan Moore, al que creo que a estas alturas de la película es casi innecesario presentar.

De todas maneras, comentar que, hasta que se retiró, algo hastiado del medio, Moore ha dejado tras de sí una serie de obras que tan solo pueden ser calificadas como clásicos de la viñeta, del noveno arte: La saga de La Cosa del Pantano, Watchmen, La broma asesina, su etapa en los WildC.A.T.S., el universo ABC… Y un largo etcétera, en el que tiene un lugar privilegiado este From Hell que ahora vuelve a recopilar en un tomo Planeta Cómic, para regocijo de aquellos que aún no lo habían disfrutado.

Junto a Moore, un dibujante que, sin él saberlo cuando la estaba realizando (o tal vez sí), hizo la obra de su vida, un auténtico tour de force artístico que nos mete de lleno en la época, los lejanos días del siglo XIX, Eddie Campbell (Alec, Baco…).

Y todo comienza de la manera más inesperada, con una historia de amor entre un hombre y una mujer. Huyendo de sus obligaciones y, sobre todo, posición, Edward, el nieto de la soberana británica, Victoria, mantiene una relación con Annie Crook, una dependienta a la que deja embarazada…

Los invisibles hilos del poder comienzan a moverse y conoceremos la trayectoria ascendente de uno de los principales protagonistas de esta apasionante trama, un médico llamado William Gull que, a una ya avanzada edad, consigue ocupar el puesto de médico real.

Pero Gull tiene, llamémoslo así, un lado ‘oscuro’, miembro de la logia masónica que adora a una tríada de entidades, Jah-Bul-On, sufre una apoplejía en una excursión, lo que hace que su estado mental se vea bastante afectado.

Y precisamente él, citado por la estoica regente, será el encargado de eliminar completamente cualquier rastro de la relación de su nieto. Misión ésta que vamos a comprobar, Gull se va a tomar demasiado en serio, manchando las calles de Whitechapel de sangre, ayudado por un cochero, Netley, que se encargará de localizar a todas las mujeres que han podido conocer lo que ha ocurrido entre Annie y Edward.

Es entonces cuando el terror más absoluto llega a las calles de la urbe londinense, y en este retrato coral conoceremos en profundidad la mísera vida de estas mujeres que tienen que vender sus cuerpos por unas pocas monedas, arrastrándose entre callejones, en la oscuridad, soportando vejaciones y, una vez comiencen a ser asesinadas, el insulto y oprobio de sus propios conciudadanos, que las consideran a la misma altura que una inmunda rata, mostrándonos que el más radical machismo era el comportamiento habitual en esos, ya lejanos, tiempos.

Justo en este momento entra en el relato, aunque le veremos en el prólogo de la obra, lamentándose del fin de la investigación, al inspector Fred Abberline que, desde que el momento en el que su superior, el comisario Charles Warren, se verá metido en un vórtice que le dejará marcado por el resto de sus días…

Mientras, a bordo de su carruaje, Netley Y Gull nos regalan un bizarro paseo por ese Londres que tal vez no conozcamos, y que se esconde tras las coloridas postales. Lugares donde lo mítico, lo esotérico se mezclan, dibujando en el mapa de la urbe una reconocible figura.

Pero From Hell es mucho más que una historia de crímenes, es un perfecto retrato de una sociedad que crea a un monstruo. Policías con cuentas pendientes, periodistas demasiado listillos… Todos y cada uno de ellos, unidos a los habitantes del barrio, se van a encargar de moldear la ominosa figura del cruel Jack, al que nunca se pudo atrapar.

Tras la experiencia de la lectura de esta mayúscula obra del cómic y sus necesarios apéndices, uno queda exhausto pero satisfecho por haber transitado esa época y calles junto a un tándem de auténticos genios como son Alan Moore y Eddie Campbell.Y es que el Infierno puede estar a la vuelta de la esquina.


Malaga Hoy