sábado, 5 de julio de 2025

Epiléptico, la ascensión del gran mal / David B.




Cuando era niño, en un bar sentado con mis padres y sus amigos, vi cómo caía al suelo una chica de unos trece o catorce años. Estaba jugando a algo con más gente. Cayeron las fichas y el tablero. Ella puso los ojos en blanco y empezó a tener convulsiones. Los chavales que la acompañaban no sabían qué hacer. Miraban aterrorizados y gritaban para que alguien llamase a su madre. La señora llegó y tranquilizó la situación, consiguiendo recuperar a su hija con rapidez, incorporándola, acariciándola. Más impresión que aquello me la dio la actitud de unos conocidos que estaban sentados con nosotros. Se trata- ba de un matrimonio de médicos. Asistieron a todo sin mover un músculo, con una especie de mueca en la cara a modo de sonrisa de compromiso. No hicieron nada. Miraron literalmente hacia otro lado. Fueron capaces de permanecer impertérritos mientras una niña se daba golpes en la cabeza a causa de sus movimientos espasmódicos. Luego indicaron con total parsimonia para justificarse ante los demás que habían tomado la decisión de no intervenir nunca en casos que requiriesen un médico fuera del hospital. Así de sencillo. Nunca supe si esto comprendía circunstancias hasta cierta gravedad dentro de una extravagante clasificación o se hubieran quedado igual de pasmados ante un accidente con amputación de miembros incluida y el tipo dando tumbos poniendo a todo el mundo perdido de sangre. Lo mismo también.



En Epiléptico, la ascensión del gran mal, una variedad de epilepsia extremadamente grave condiciona la vida de toda una familia, la infancia de los hijos y lo que serán de mayores. Modelo del cómic autobiográfico, me ha hecho recordar a su vez, y a modo de autobiografía de improviso, aquel ataque que viví y la sensación de estupor y miedo que produjo alrededor. Debían de ser finales de los ochenta. Esto me ha ayudado a comprender las reacciones que décadas antes sentía la gente ante esa variación de epilepsia mucho peor de la que yo co- nocí superficialmente, y cómo generaba —y así lo narra este tebeo— oleadas de rechazo hasta puntos brutales. Entonces se identificaba a la epilepsia con una forma de locura, como una dolencia extraña a la que se llegaban a aplicar exorcismos. Exorcismos. No hay exageración.

David B. rememora su infancia y adolescencia en un cómic que sienta las bases de muchos de los que vendrán luego y que además se consideran los máximos ejemplos del comentado cómic autobiográfico, testimonial o también periodístico. Mentor de Marjane Satrapi y su Persépolis, la obra del autor francés no solo influye en la exitosa guionista y dibujante iraní, sino que junto a otros historietistas como Joe Sacco, Craig Thompson o Chester Brown, toman el testigo de clásicos como Robert Crumb o Art Spiegelman, dando lugar a un nuevo tipo de cómic donde las propias vivencias se desarrollan en torno a un cuidadísimo guion con rienda suelta para utilizar todo tipo de recursos expresivos y para contar cualquier detalle que, en principio, pudiera estar muy alejado de vivencias decisivas o trascendentales.

El despliegue que realiza David B. en Epiléptico resulta abrumador. Desde la narración convencional hasta el simbolismo, desde el análisis de los sueños al diálogo con personajes imaginarios, desde la descripción sobre cómo funciona el propio trabajo creativo hasta los saltos temporales... todo vale para tratar de transmitir la impotencia de una familia ante la enfermedad que devasta a su hijo mayor y que termina por «enfermar» al resto de miembros, condicionando sus destinos.

La complejidad de sentimientos que atenazan al niño y después joven David B. van desde el amor hacia su hermano hasta el desamparo por su «pérdida» en vida o el odio, pues sabe que su desaparición implica el alivio para todos. El modo en que el autor logra comunicar su estado convierte Epiléptico en una obra monumental por sí sola al margen de su influencia. La aparente sencillez del argumento se transforma en una especie de odisea vital donde la familia, con unos padres abnegados, desesperados e ingenuos, prueban toda clase de tratamientos, desde la macrobiótica hasta la antipsiquiatría, el espiritismo, el vudú o la cirugía convencional. Cualquier cosa es buena si hay esperanza, aunque la mayoría de esperanzas se sostienen en algo demasiado parecido unas veces a la estafa o el abuso, otras a la ignorancia no asumida.

La indefensión ante una enfermedad cuyos efectos alcanzan a todos se liga a la historia de los antepasados familiares y a la propia historia de Francia a través de diversas guerras, fundiendo además la violencia exterior con la que siente el protagonista, obsesionado con los temas bélicos y víctima de una batalla constante que no comprende del todo. Uno de los grandes méritos de Epiléptico es justo ese, la capacidad para ligar las reflexiones íntimas con los acontecimientos comunes, la vida doméstica con las trincheras, la exposición de recuerdos y sueños con su análisis y repercusiones, la recreación de personajes y mitos literarios con su influencia en las actividades cotidianas, las corrientes filosóficas y esotéricas con la incomunicación. En cierto modo la obra se propone unir en una misma dirección todo aquello que afecta al ser humano de manera objetiva y subjetiva. Y sin embargo semejante ambición parte de un argumento en principio modesto. Quizá sea eso lo que consigue que todo fluya sin chirriar, como parte de una misma pieza que avanza a la vez. No se produce nunca la sensación de estar ante un conjunto fragmentario, efectos quizá de la humildad, inteligencia y sensibilidad del autor.

El estilo del dibujo responde a las mismas intenciones. Aparentemente sencillo, en blanco y negro, mezcla de la caricatura y ciertas resonancias de pinturas primitivas (máscaras africanas, ciertos retratos románicos), consigue sin embargo ser eficacísimo, ya sea para representar un desvarío surrealista o como testigo de un quehacer corriente y parece especialmente indicado para las numerosas escenas donde el autor combina descripciones realistas con metáforas visuales.

Obra amarga, cruda, muy dura, pero llena de gusto por la alegría, la imaginación y el intento de encontrar algo parecido a la felicidad o al menos un refugio en la vida, Epiléptico puede considerarse un hito del cómic en su género y desde luego una de esas obras que demuestra la esterilidad del eterno y más que cansino debate sobre el valor de la historieta en comparación con la literatura. Ambos tienen un lugar en la librería, en las estantería, uno junto al otro. Las cuatrocientas páginas y el gran tamaño de La ascensión del gran mal ocuparán si acaso un poquito más.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


Diario de Italia / David B.



Diario de Italia

David B.

Impedimenta

Francia

Cartoné

304 págs.

Color

Obra relacionada

Viajes

Álvaro Ortiz

(Astiberri Ediciones)

Las calles de arena

Paco Roca

(Astiberri Ediciones)

Epiléptico

David B.

(Salamandra Graphic)

Japón

VV. AA.

(Ponent Mon)


David B. (apócope artístico de David Beauchard, Nimes, 1959) es uno de esos autores a los que les sienta como un guante la frase de que «no necesita demostrar nada» en el panorama de la historieta. Suya es una de las obras más importantes de la historia reciente del cómic, La ascensión del gran mal, que publicó en seis álbumes entre 1996 y 2003 (posteriormente se recopilaron en un solo libro y se rebautizó la obra con un más concreto, menos inspirado, Epiléptico). Se podría decir que en esa novela gráfica, editada en el formato que fuese, el autor francés ha entregado su trabajo más importante. Que además es una de las piedras angulares de la revolución de la novela gráfica en el siglo xxi. Y al tiempo, que Epiléptico contiene todos los rasgos autorales de David B. perfectamente madurados y eficazmente destilados. Pero la verdad es que dichos rasgos proponen un modo de ver la realidad tan excitante que desde aquel 2003 en que concluyó su saga familiar (sobre la epilepsia de su hermano), David B. no ha dejado de desarrollar su universo de un modo excitante. Diario de Italia (magníficamente editado por Impedimenta) es una nueva parada del «tren David B.», y una en absoluto menor.

De hecho, son dos paradas, pues el tomo recopila dos obras, una de 2010 y otra de 2018, que relatan para la editorial Delcourt en su colección de diarios de viajes dos periplos diferentes. Un primer libro sobre las andanzas del autor en Italia, y un segundo que recuerda un viaje a Japón. La unidad, empero, no se resiente, tan solo el mayor empleo del color en el viaje oriental y cierta querencia por la línea más pulcra en determinados pasajes sirven de rastros estilísticos diferenciadores. Por lo demás, en todo el libro encontraremos lo que David B. lleva ofreciendo tantos años: un diseño de página abrumadoramente imaginativo capaz de moverse con igual soltura en lo minimalista y en el barroquismo formal. Un dibujo dotado de gran viveza, un poco simbólico, que se apoya en cierto primitivismo. Y por supuesto, una querencia narrativa por lo onírico mezclado con la historia, los mitos, la cultura y lo biográfico. Una amalgama que hizo excitante Epiléptico y que no se agotó en aquella obra magna. Muy al contrario, lo que hace especial al Diario de Italia es esa narración torrencial que comenzando en lo prosaico (por ejemplo, toparse en Trieste con gatos callejeros) deriva hacia lo surrealista o en una suerte de imaginación infantil desatada.

En el camino (físico por distintas ciudades, mental en cada esquina descubierta, persona cruzada, conversación mantenida por David B.) de esta bitácora del mapa imaginario que todo viaje debería conformar, vamos a disfrutar de ese apasionamiento de su autor por las cosas: vamos a conocer sociedades animales secretas, a disfrutar de los entresijos del mundo editorial galo, de la especial manera de ser de los ciudadanos de Osaka, de casos policiales propios de la prensa amarilla -con amnésicas incluidas-, o de fantasmas nipones.

El mejunje entre lo surreal y lo cotidiano sería difícil de pilotar sin un sentido estricto y férreo del estilo. Por suerte, si David B. va sobrado de algo, es precisamente de estilo y personalidad.

Su capacidad para encontrar el tono especial, único y bastante inimitable (pese a crear escuela, comenzando por la mismísima Marjane Satrapi en su Persépolis) hace que sus ensaladas temáticas no solo nos parezcan naturales, sino adictivas. Lo bueno es que Diario de Italia nos ha servido un plato generoso, trescientas páginas de metamorfosis dignas de la duermevela para describir la magia de todo viaje. Después de todo, cuando viajamos nos desubicamos de nuestra realidad. ¿Y no es soñar exactamente eso mismo ?

Jot Down Comics Anuario 2019


viernes, 4 de julio de 2025

Predicador / Garth Ennis y Steve Dillon




Hay una crisis en el Cielo. Génesis, un ser tan potencialmente poderoso como Dios pero sin consciencia, ha escapado a la Tierra. Génesis es el improbable hijo de una demonio y un ángel, cuya unión narrará este último con la lírica pringosa de una carta de lector del Playboy. Los dos ángeles encargados de su custodia han sido desprovistos de su condición sobrenatural y sobrellevan el castigo del destierro en el mundo terrenal a fuerza de putas y coca. Por su parte, en uno más de sus actos irresponsables, Dios se ha despedido a la francesa y nadie en la corte celestial tiene la menor idea de a dónde ha ido, ni por qué se fue, aun- que descubriremos que responde a su gran plan de niño narcisista que empezó a fraguar mucho antes de todo esto, cuando en la época del salvaje Oeste condenó a un hombre ya redimido a convertirse en el nuevo ángel de la muerte. Todo encajará, calma. Solo hay que leer la historia. Esta es la teología que nos propone Garth Ennis.



Génesis, decíamos, es poder puro y carece de consciencia y forma. Y las encuentra en Jesse Custer, un predicador sureño en crisis de fe que después de cinco años tragando mierda se ha topado con el humorista Bill Hicks en un bar de carretera y ha decidido, como él, decir la verdad. La fusión con Génesis no solo otorga al reverendo Custer la palabra de Dios, un poder con el que puede forzar la más extrema obediencia —como que un sheriff ultraderechista se ampute el pene para alojarlo dentro de su propio recto siguiendo al pie de la letra la frase «jódete»— sino que desencadena los hechos que se narrarán en el road comic más grande jamás contado.

Jesse Custer se reencuentra con su antigua novia, Tulip O’Hare y acompañados por Cassidy, un vampiro alcohólico irlandés, emprenden a través de América una búsqueda de Dios para exigirle responsabilidad por todos sus actos. A lo largo de un viaje físico y metafísico se toparán con asesinos en serie, el Klu Klux Klan, nazis sadomasoquistas, una pareja de rednecks psicopátas y otra de detectives sexuales, una implacable masacre ambulante del salvaje Oeste convertida por Dios en el Santo de los Asesinos y ya-sabéis-quién, aquel adolescente que siguiendo el ejemplo de Kurt Cobain trató de suicidarse embocándose una escopeta y solo consiguió hacerse con un nuevo nombre: Caraculo.

Esta búsqueda, por supuesto, tiene una lógica interna que está más allá de la clásica moral cristiana, en un margen paralelo recto y hermoso, de espaldas a Dios y de cara a un maestro espiritual que no es otro que el fantasma de John Wayne. O más bien, del compendio de sus personajes clásicos, el cowboy entregado a una causa justa, dura y triste. La imagen mítica frente a la que Custer toma su medida. Y esa es la medida del bien, aunque él mismo no se atreva a manejar ese concepto tan difuso y se empeñe simplemente en hacer lo que considera correcto, a pesar de la certeza del desastre que vendrá después. Los lectores sabemos que el fondo último, si no las formas, es hacer el bien frente al mal, sin grises. Porque el mal está presente: en una rama de su propia familia, en ese Dios egoísta y pueril, en aristócratas degenerados y empresarios racistas. Una caricatura exagerada pero a la vez radiografía de la sociedad americana. Y el mal está en el más importante antagonista de la serie, herr Starr, brazo ejecutor del Grial, una organización que controla el poder mundial en la sombra y ha mantenido pura la línea de sangre de Jesucristo desde hace siglos apareando a sus descendientes entre ellos. Starr se considera un heraldo del orden frente al caos, y cree que el resultado de generaciones de endogamia no es el más adecuado para la tarea de guiar el rebaño en el nuevo mundo que desea: si lo más complejo de lo que es capaz el descendiente de Cristo consiste en hacer caca sobre su propia mano para arrojársela a las visitas, prefiere utilizar a Custer y su nuevo poder.

Ennis crea así una obra llena de referencias y de su ya clásico humor negro y cabrón. Un ambiente de western crepuscular, descreído, donde personajes que parecen a primera vista arquetípicos marcan la diferencia frente a la corrupción de todos los estamentos del mundo moderno. Jesse Custer está construido a la imagen y semejanza del hombre honrado del Sur. Un héroe clásico, ejemplo a seguir contra cualquier teoría determinista. Frente a los genes corruptos y una educación traumática más allá de cualquier medida elige el camino del bien, sin matices. Solo por las últimas palabras que le dirigió su padre antes de morir asesinado ante sus ojos por orden de su propia abuela: «tienes que ser de los buenos, porque malos ya hay demasiados». La historia de Predicador se reduce a algo tan sencillo y tan grande como a hacer el bien por el bien, contra todo y contra todos. No por temor a Dios, pues precisamente ese dios no es el mejor ejemplo de conducta moral: Custer busca a Dios para aplicarle el justo castigo que merece por su narcisismo e irresponsabilidad. Es el hombre que ha superado moralmente a su creador.

Jesse, y Tulip y Cassidy, son símbolos. Cassidy, el bufón encantador que oculta un pasado perverso, personifica la posibilidad de redención. Tulip es una salvaje heroína a años luz del arquetipo de «la chica del bueno»: una mujer independiente capaz de salvarse a sí misma con la única ayuda del arma más grande que pueda encontrar. Y que a su vez junto a Jesse vive el amor más completo y loco que se pueda concebir. Porque todo esto, también, es una historia que no se entiende sin amor. Puro. Sexual. Amor hasta el fin del mundo, pleno y perfectamente sucio. Jesse Custer es un hombre que decidió hacer siempre lo correcto aunque fuera preciso utilizar una manita de hostias como argumento para dejar clara su postura. Aunque sea preciso perder el amor. Aunque sea preciso morir.

Es hermoso pensar que, quizá, las cosas a este otro lado de la viñeta podrían ser así. Que para hacer el bien nos atreviéramos a buscar al jefe todopoderoso de todo esto para partirle la cara. Que tuviéramos el valor y la generosidad suficiente para redimir a un amigo perdonando lo imperdonable. Y que supiéramos que el sentido último de la existencia no es otro que comerle el coño al amor de tu vida bajo las estrellas del desierto.


Jot Down- Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


jueves, 3 de julio de 2025

Planeta Cooper

Olvidad todo lo conocido, ya que una vez traspasado este umbral, ya nada será igual…



José Luis Vidal

03 de julio 2025 


Para empezar, os propongo hacer un esfuerzo de imaginación, ¿de acuerdo?

Visualizad un apartamento compartido por dos parejas. Shawnna y Graham acaban de ser felices papás de un rollizo retoño llamado Todd. Junto a ellos, Simón, que dibuja cómics y sueña con poder vivir de su arte con la curvilínea Carla.

En el piso es habitual organizar quedadas para ver pelis, que en muchas ocasiones lleva otra miembro de este grupo, Denice.

¿Ya os habéis hecho una imagen mental? Probablemente con el manido formato de comedieta protagonizada por treintañeros, digamos que algo parecido o similar a ¿Friends?




Muérdete la lengua

Autor: Dave Cooper

Tapa blanda

Blanco y negro

172 págs.

19,50 euros

Ediciones La Cúpula


De acuerdo, pues ahora llega el momento culminante. Regad todo este argumento con excreciones de todo tipo, granos que contienen litros de pus, plantas tentaculares que surgen en los lugares más inesperados, sudor, heces infantiles…

Tranquilos, reprimid la arcada, ya que hemos llegado a un universo muy personal, el creado por un genio llamado Dave Cooper, donde la palabra extremo se queda corta, como vais a poder comprobar al sumergiros en sus páginas, donde los detalles te hipnotizan, convirtiendo cada viñeta en una bizarra ventana a la que asomarte.

Pues bien, una vez establecido parte del dramatis personae, hay que añadir a Héctor, un narigudo vecino, que enfebrecido por esa cordillera de granos y pústulas en la que se ha convertido su nariz, vive junto a su pobre esposa, la sumisa Tish, que se va convertir en testigo de la progresiva degradación de su pareja.

La guinda del pastel la pone el Sr. Sphagnum, el casero del lugar. Un tipo libidinoso, obsesionado por espiar las actividades amorosas de sus vecinos. Y para ello ha colocado, al ser el tipo que se dedica a 'arreglar' las averías del inmueble, varias cámaras ocultas con las que da rienda a sus ocultos vicios, que comparte con Celine, una pobre perrita…

Llegados a este punto creo que ya os habéis dado cuenta que Muérdete la lengua, cómic de Cooper que hasta ahora no había sido recopilado en un volumen, no es para todo el mundo.

Quisquillosos, frágiles, puros de espíritu… Mejor os buscáis otras lecturas.

Y como remate, un glorioso e inédito colofón a este tomo. Seremos testigos de la muy especial visita que recibe la protagonista del relato, Cynthia Pétalo, que de golpe y porrazo se dará cuenta que un 'encuentro en la tercera fase' no es lo que ella pensaba, ya que los alienígenas que aparecen en su salón le concederán todos y cada uno de los deseos de índole sexual que ella quiera, convirtiendo su apartamento en una multitudinaria orgía, donde se van a dar cita estrellas musicales, superhéroes, extraños seres con formas de pene…

En fin, un maremágnum visual que no vais a olvidar en mucho tiempo, eso os lo puedo asegurar.

¿Qué, preparados para ello?


Diario de Cadiz


miércoles, 2 de julio de 2025

La increíble, pero cierta, historia del zorro que salvó al Mundo

“¡Abrid bien las orejas, admirado público, ya que estoy a punto de narraros las increíbles peripecias de este animal de pelo rojizo!”


José Luis Vidal

01 de julio 2025 


La tradición oral nos ha ido transmitiendo, a lo largo de los siglos, historias que con el tiempo se han convertido en míticas.

Y la del zorro Renardo es una de ellas.

Una vez abráis los ojos a esta narración os encontrareis en un mundo que ya no es el nuestro, donde la magia hacía que los animales cuadrúpedos pudieran caminar como los seres humanos, hablar como ellos e incluso vestir prendas.



El cantar de Renardo

Autor: Joan Sfarr

Tapa dura

Color

120 págs.

24 euros

Fulgencio Pimentel


Serán dos de estos animales, una curiosa pareja de trotamundos, trovadores, los que narren a su curioso público las hazañas acometidas por el zorro Renardo que, perseguido por los aldeanos del lugar, estuvo a punto de ser víctima de la afilada espada del monarca que gobernaba la región.

Más no temáis, ya que sin protagonista no hay relato. Y aquí hay mucho que contar, ya que auxiliado por su lobuno amigo del alma, Ysengrin, conseguirá que la pena máxima cambie, y será lanzarlo por una sima que conduce nada más y nada menos que al Infierno…

Justo allí va a conocer a importantes personajes de esta historia: El mago Merlín, a la bella y seductora Marie de France, que quiere dedicarse al noble arte de la escritura; Guynesse, una brujita pequeña de estatura pero con mucha mala baba y, finalmente, a una pareja muy especial, cuya sola mención hace que se nos ericen los pelillos de la nuca.

¡Satanás en persona y la mismísima Parca, la Muerte!

Algo ocurrirá en la peculiar reunión que marcará el destino de los vivos y los fallecidos, convirtiendo la superficie en un lugar horrendo, en el que nuestro zorruno protagonista tendrá que tirar de inteligencia para devolver la vida al mago.

De paso va a conocer a Takka, un estudiante de magia, tan corto de entendederas como buen tipo, que le va a acompañar en su peripecia, en busca de una solución para el dislate que hace que los muertos caminen de nuevo.

No voy a glosar aquí la exitosa trayectoria de este genio de las viñetas, Joan Sfarr, uno de los grandes nombres de la bande dessinée franco belga, que conjuga en esta nueva obra (adaptación del famoso poema medieval) un humor que te hace sonreír a menudo, unido a una historia de la que no puedes apartar la vista, atrapado en sus viñetas, siguiendo las aventuras de este avispado animal al que, pese a ser bastante pillo, seguro que le vais a coger mucho cariño.

Fulgencio Pimentel nos trae esta obra de Sfarr con el cariño editorial que pone a todas sus producciones, hecho que agradecemos todos los que nos deleitamos con el buen ojo que poseen y que podéis comprobar en su ya extenso catálogo.

Y ahora, sin más dilación, sentaos en vuestro sillón más cómodo y preparaos para disfrutar de una historia increíble, llena de idas y venidas, mamporros, amores no correspondidos… ¡Ah!, y hasta un Golem.


Diario de Cadiz


martes, 1 de julio de 2025

Obras de arte de KPop Demon Hunters

 


"KPop Demon Hunters" generic characters : early sketches by Yesolyi Kim (who also worked on "Lost in Starlight" south korean animated feature).
https://instagram.com/yesolyikim/





Celine Kim 
@celinekim218
 (environment art director)










Mingjue Helen Chen 
 (production designer)


Euni Cho 
 (character designer)


Simon Baek (visual development artist)



Charles Hilton (visual development artist)




Scott Watanabe (character art director)




Rebecca Shieh 
@repeccas
 (environment visual development artist)


Marion Bordeyne 
 (character designer)



Nacho Molina 
@nachomolinaart
 (visual development artist)


Jeannie Lee @yoursconditionally (visual development artist)




Rad Sechrist 

 (story artist / designer)




Kat Tsai 
 (visual development artist)




Hyunsong We 
@we_sunsang
 (character designer)




Wendell Dalit (art director)
https://instagram.com/wendelldalit



Annie Ernaux, la fotografía como un cuchillo

Annie Ernaux con su hijo Éric, nacido el 25 de diciembre de 1964, en una fotografía del libro 'Escribir la vida. Fotodiario'.
ANNIE ERNAUX

El fotodiario de la premio Nobel, inédito en castellano, recoge 120 imágenes de su colección personal alternadas con sus escritos íntimos. El resultado revela los hilos invisibles que recorren toda su obra.


Por Álex Vicente

En la obra de Annie Ernaux la fotografía no es un mero objeto evocador, sino un detonante de la memoria. Es el punto de partida de la escritura, una herramienta para acceder a lo que el tiempo y las defensas de la mente han sepultado. La escritora francesa ha recurrido a ella en El lugar, La vergüenza, Una mujer o Los años, donde describía instantáneas de su infancia y juventud como si fueran fotos en prosa. En Diario del afuera, la convirtió en técnica de escritura: transcribió fragmentos cotidianos de su vida entre 1985 y 1992 con la urgencia y la precisión de un fotógrafo callejero en busca del instante decisivo. Más tarde, en El uso de la foto, diario de cáncer de mama que sufrió en 2003, alternó imágenes tomadas tras sus encuentros sexuales con entradas escritas un tiempo más tarde, cuando la enfermedad ya había irrumpido en su día a día.

Aun así, la fotografía nunca había tenido un papel tan importante como en este fotodiario, que contiene 120 imágenes del archivo personal de la escritora. No es un simple apéndice o un tomo menor; revela los hilos invisibles que recorren su obra: la humillación por sus orígenes modestos (El lugar, Una mujer), el conflicto entre deseo y culpa (La vergüenza) y, en menor medida, el tabú del aborto (El acontecimiento), la desigualdad en el matrimonio (La mujer helada) o el arrebato amoroso (Pura pasión). Concebido en 2011 para la edición de sus obras completas en la colección Quarto, de Gallimard -una especie de Pléyade más asequible y menos elitista-, el libro ha sido ampliado para su edición española, que incluye nuevas entradas que llegan hasta 2023.

El resultado es un artefacto híbrido, fiel a la poética de Ernaux, que siempre ha desconfiado de la supuesta objetividad del relato biográfico. El libro propone otra forma de traducir una vida en palabras: a través del enfrentamiento entre la realidad muda de la imagen y la interpretación subjetiva que aporta la escritura. Este cruce entre álbum familiar y diario íntimo da lugar a un espacio autobiográfico inédito, en el que textos e imágenes de épocas distintas se suceden en desorden cronológico, con calculada disonancia. "En el fondo, podría ubicar un pasaje de 1978 en 1967, uno de 1963 en 1988. ¿Habría una gran diferencia?", se pregunta Ernaux.

A la vez que narra sus sueños, obsesiones y emociones en bruto, la autora comenta fotografías que acompañan una existencia común: los estudios, el matrimonio, los hijos, los nietos, los lugares donde vivió, de la Normandía rural a la periferia de París. La primera entradam de 1963, recoge una frase decisiva, esa que habla de "vengar a mi raza", que retomará en su discurso de aceptación del Nobel. La segunda escrita el último día de 1999, refleja su vértigo histórico: "Cae la noche sobre el siglo XX. Hace un siglo, mis abuelos vivían a la luz de las velas en una casa con suelo de tierra". En la séptima, de 1990, reaparece la figura de su hermana muerta, convertida por el relato materno en "una pequeña santa que al fallecer dijo que iba a ver al Buen Jesús". En unas pocas páginas, aflora todo su marco referencial: la pobreza y el transfuguismo de clase, el curso tortuoso del siglo XX, el catolicismo como enfermedad moral, el deseo de corregir un relato social plagado de falsedades.

"Nada traduce mejor la permanencia del yo que el diario, al no hacer historia", escribe Ernaux. Pero, como sucede en sus libros más conocidos, ese yo no es una entidad fija, sino una construcción en constante tensión. La autora contiene multitudes: está ella, pero también el reflejo que ve en la ventana de un tren de mercancías. "Una mujer extraña e intimidante, una mujer que no me gusta". "Yo soy una figura enemiga", añade. El proyecto tiene una misión arqueológica: busca entre los restos del tiempo hasta encontrar a la adolescente que fue, marcada por la vergüenza sexual y la exclusión social. "Una doble alienación de la que extraigo todo lo que escribo, pero a ciegas", apunta. Ese "malestar infinito" reaparece en una imagen en la playa de Ymare, donde trabajó como monitora, perdió la virginidad y fue tratada de chica fácil. Su yo verdadero podría ser esa joven herida, forjada por "el viento fuerte de las tardes solitarias en provincias". En "el agujero de esas tardes", escribe Ernaux, es donde se encuentra el tiempo de estado puro, "la muerte".

Las entradas más recientes irradian una luz crepuscular. En una de 2021, Ernaux escribe: "Lo que odio de las ocupaciones de mi vida actual es que me impiden conocer la vejez, ese tiempo que, como la juventud, solo se vive una vez". En otro texto, pegado a un selfi con su gato, anota: "El sufrimiento de este árbol me parece evidente. Me gustaría hacer algo por él, pero sé que no hay nada que hacer". No es la última entrada, pero condensa algo esencial: la conciencia de una vida que se agota. Sus frases son breves y claras, pero dejan un poso de verdad que nunca logrará igualar ninguna confesión ruidosa.


Escribir la vida: Fotodiario

Annie Ernaux

Traducción de Lydia Vázquez Jiménez

Cabaret Voltaire, 2025

176 páginas. 20,95 euros


El Pais. Babelia. Núm. 1.752. Sábado 21 de junio de 2025