Juan Antonio de Blas
"Los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla" asegura el filósofo gringo Santayana. "Ojalá fuera verdad -decía mi abuelo, un minero asturiano- a ver si de una puñetera vez ganamos la batalla del Ebro..."
El exabrupto de mi abuelo se correspondía con su escepticismo. Me enseñó que la Historia no se repite, por mucho que lo afirme Mirza Eliade, ni se acaba como quiere el nipón-norteamericano Fukiyama.
La Historia es lo que los otros nos han legado protagonizándola y que de la misma forma nosotros dejaremos a otros... una maldita herencia que nos condiciona pero que podemos y debemos cambiar.
No es que a uno le dé por la trascendencia pero tampoco es como para aceptar que los valores absolutos estén obsoletos y no estaría de más que conociéramos nuestro pasado para una vez comprendido pudiéramos asimilarlo en toda su complejidad, con lo bueno y malo que de todo abunda.
Vivimos en una sociedad hedonista, absolutamente monetarizada para unos tiempos muy difíciles. Nuestro pasado reciente está lleno de hechos determinantes que al final nada han determinado ante el constante olvido. La gente practica la amnesia y el poder cultiva el interesado silencio. Estamos perdiendo mucho y lo que nosotros despilfarramos sin lucha costó demasiados esfuerzos de nuestros predecesores. Quizá por eso llevo mucho tiempo estudiando los años veinte y treinta de nuestro siglo que fueron los que de verdad configuraron nuestra rabiosa actualidad.
Parece como si la Revolución Mexicana, que precedió al Octubre de Lenin, es cosa de un pasado remoto. Desde el hundimiento del Muro de Berlín y el tan cacareado fin de las ideologías se asevera continuamente el final de una época y sin embargo un ejército de indios campesinos reinventa el zapatismo y vuelven a oírse los gritos de "Tierra y Libertad" mientras suenan las ráfagas de M-16 y Kalasnikovs. A lo mejor resulta que el ayer no está muerto, ni siquiera enterrado como quieren sus detractores.
Y ese ayer tan lejano y cercano al mismo tiempo es el que me planteé como guionista al encarar el argumento de NEGRAS TORMENTAS.
Ante la indudable pérdida de señas de identidad cualquier forma de resistencia sirve y creo que el tebeo, ya liberado de las máscaras del infantilismo, puede realizar una función de choque en un mercado saturado de superhéroes fachoneuróticos procedentes de USA y samurais idiotofuturistas de los mangas nipones. Es absolutamente grotesco que cualquier persona de cultura media o baja, por no decir ínfima, sepa quién era Gerónimo o el Custer del 7° de Caballería y no tenga puñetera idea de quiénes eran los Almogávares o un tal Rodrigo Díaz de Vivar; sobre todo cuando cualquier western se queda en cuentecillo infantil ante las andanzas de José María el Tempranillo o Don Juan de Serrallonga.
No voy a reivindicar la obligatoriedad del conocimiento histórico pero sí la viabilidad y necesidad de contar historias en la Historia. Una de las causas del menosprecio cultural del tebeo se debe a su pertinaz vocación de recreo para los niños, de su limitación en el lenguaje, de la acumulación de tópicos y la falta de adecuación entre forma y contenidos. A toda esta lista de idioteces se suma que cualquier analfabeto funcional se atreve a afirmar que el tebeo es carísimo, sin tener la más mínima idea del coste de un fotolito o de los preparativos de producción. Cualquiera de esos múltiples pontífices de la banalidad dogmatizará sobre lo caro mientras se niega a aceptar que lo verdaderamente escandaloso es el precio del libro tradicional, que eso sí es un tipo de robo que daría envidia profesional a los Siete Niños de Ecija.
Mi amistad con Alfonso Font data de muchos años. Siempre he respetado al artista, envidiando su asombrosa capacidad gráfica y he admirado al hombre y la verdad es que resulta difícil admirar a nadie en los tiempos que corren. Su compromiso, una palabra que se quiere denostar porque sigue obligando a mucho, ha permanecido vigente a lo largo de estos años de desengaño y de esperanzas asesinadas.
Así que cuando surgió la oportunidad de que trabajásemos juntos tengo que reconocer que me preocupé. Como novelista de "serie negra", en realidad un historiador reconvertido en autor policial, escribir un argumento no entrañaba demasiada dificultad pero preferí apostar fuerte y encaré el contar una historia que dijese algunas realidades aunque fuese dentro de una ficción. Así nació NEGRAS TORMENTAS, en realidad una historia que me rondaba desde hace mucho tiempo.
Font es más parco en palabras que un cartujo con anginas y mientras leía el guión me tuvo en ascuas. Al final de la lectura soltó un escueto "está bien" y al momento supe que lo que había escrito merecía la pena y que mi novela sobre los años veinte había llegado a buen puerto. Tengo que reconocer que hice trampa, sabía que Alfonso Font es un enamorado de Barcelona, de su paisaje que se va perdiendo y de su paisaje que nos va eludiendo y estaba seguro que recrear visualmente la Barcelona de la década de los veinte iba a ser un reto que no podría declinar. La pequeña trampa ante el gran resultado creo que ha merecido la pena.
Meterse en un escenario histórico tiene bastantes dificultades. Hay que hilar muy fino para que la posibilidad sea tomada como "realidad". La introducción de personajes históricos en un escenario obliga a consultar demasiados libros. Saber si "fulano" estaba allí suele resultar una difícil indagación pero hay que estar absolutamente seguro de que podría estar allí. Y claro, al citar o introducir a "fulano" hay que conocer cómo era, sus circunstancias que decía el Ortega y Gasset y no tergiversar su imagen y mucho menos sus hechos.
En la historia que cuenta NEGRAS TORMENTAS la circunstancia histórica es real y reales los personajes a excepción del protagonista y reales son las situaciones. John Ford, el maestro indiscutible del cine, del narrar historias "gráficas", sostenía que los personajes secundarios de un relato son los que dan credibilidad a las andanzas de los protagonistas. Mis personajes secundarios son creíbles al contarlos en su realidad, citaré la de algunos:
Wilheim Canaris. Oficial de la Marina Imperial Germana. Durante la Primera Guerra Mundial fue hecho prisionero al ser hundido su barco, consiguió escapar y comenzó a trabajar para la inteligencia naval alemana. Actuó en el Mediterráneo y se le sabe relacionado con Juan March, el "Ultimo pirata del Mediterráneo"; de este hombre de negocios balear se asegura que suministraba a los submarinos germanos antes de venderlos al Almirantazgo británico en uno de los negocios más rentables que se recuerdan. Canaris anduvo bastante por España y con la subida al poder de Hitler encabezó los servicios secretos militares. Fue amigo personal de Franco, al que aconsejó que no entrase en la Segunda Guerra Mundial. El dato puede no ser cierto pero de lo que no hay duda es de que su viuda estuvo cobrando una pensión del gobierno español durante muchos años. Con la guerra ya perdida el Almirante Canaris fue uno de los jefes de la conspiración de generales contra Hitler que fracasó en julio de 1944. Fue detenido por la Gestapo y ejecutado poco antes de la terminación del conflicto.
• Don Luis Companys Jover es uno de los grandes nombres de la reciente Historia de Cataluña. Abogado, eterno defensor de anarco-sindicalistas, fundador de Esquerra Republicana, segundo presidente de la Generalitat a la muerte de Maciá y hombre de una integridad sin tacha. Tras la Guerra Civil fue secuestrado por los servicios secretos franquistas en la Francia ocupada por los alemanes, trasladado a España y fusilado en los fosos del castillo de Montjuic el 15 de octubre de 1940. Su nombre y su legado constituyen un ejemplo que sus enemigos no han podido silenciar a pesar de los intentos de difamarle después de haberle fusilado.
• Manuel Casal Gómez, comisario de policía de primera clase. Casal es uno de los mejores testigos de la vida "secreta" de la Barcelona de los veinte. Policía honrado y duro fue jefe de vigilancia en Valencia, Gibraltar, Málaga, Coruña y la conflictiva frontera vascofrancesa de la Primera Guerra Mundial. Destinado en Barcelona chocó con sus superiores que trataron de hacerle la vida imposible.
Aprovechando sus contactos y los archivos policiales escribió "La banda negra", un libro sobre la lucha de los pistoleros anarquistas y los de la Patronal, protegidos por las autoridades militares, que fue publicado durante la dictadura de Primo de Rivera y automáticamente prohibido. Casal sufrió todo tipo de presiones sin cambiar. La canallada sobre él le alcanzó durante el franquismo sin que pudiera defenderse. Represaliado y "depurado" sus jefes reeditaron su libro "Manual del perfecto investigador", con un prólogo lleno de alabanzas que él no había firmado aunque se puso su nombre. "La banda negra" es la gran crónica documental del pistolerismo en Cataluña y creo que ha influido en Eduardo Mendoza y su "La verdad sobre el caso Savolta". El libro del comisario Casal prácticamente inencontrable fue reeditado por Icaria en 1977.
• Antonio Escobar Huertas. En la época de mi relato Escobar era comandante de la Guardia Civil. Hombre de gran rectitud y acendrada catolicidad decidió la suerte de Barcelona en julio de 1936, al poner a sus hombres a las órdenes del gobierno de la Generalitat. Entre los militares sublevados que sus guardias detuvieron estaba uno de sus hijos que se había encuadrado entre los rebeldes. Más tarde Escobar sería general del ejército republicano, interviniendo en la defensa de Madrid y en la última ofensiva republicana en Extremadura. En él se inspiró André Malraux para su personaje de Ximénez en "L'Espoir".
• Buenaventura Durruti es el mito por excelencia del movimiento anarcosindicalista; por aquello de que siempre hay una excepción a la regla su leyenda es inferior a su calidad humana. Leonés de nacimiento se forjó como líder obrero en las duras cuencas mineras asturianas, de las que tuvo que huir para evitar la "Ley de fugas". En Barcelona, encuadrado en la CNT, formó un grupo de acción, "Los Solidarios", con sus compañeros los hermanos Ascaso, Escartín y García Oliver, que más tarde sería ministro de Justicia. Intervino en el asesinato del cardenal Soldevilla en Zaragoza, el cardenal era uno de los más intransigentes jefes de la derecha española y en la ejecución, en Bilbao, del general Arlegui que había sido jefe de la policía de Barcelona y un especialista en eliminar anarquistas. Durruti, convertido en la bestia negra de la reacción, tuvo que exiliarse en París y después en Bélgica. Vigilado y perseguido se las arregló para organizar un atentado contra el rey Alfonso XIII que fracasó por una delación. Sus aventuras en América organizando sindicatos, creando grupos de acción y asaltando bancos para financiar movimientos obreros y hasta la edición de la Enciclopedia Anarquista fueron la pesadilla de la policía desde Argentina a México. Cuando regresó a España, al proclamarse la Segunda República ya era una leyenda viva del movimiento obrero. Del resto de su vida hablaremos más adelante pero a mano está "El corto verano de la anarquía", de Hans Magnus Enzensberger, reeditado por Grijalbo, que merece una lectura en cualquier momento.
Para el protagonista Pere Marsé me he basado en aspectos parciales de personajes de la época cuyas vidas superan la imaginación más desbocada. Hay referencias a la Revolución Mexicana en la que combatieron anónimos aventureros españoles. En el cuartel general de Emiliano Zapata había un oficial de estado mayor que era un maestro aragonés, en el ejército de Villa actuó un guerrillero asturiano, "El Coritu", que mandaría un división republicana durante la Guerra Civil Española, incluso he recordado la peripecia de un capitán de la caballería revolucionaria mexicana que fue enviado a conectar con Lenin y acabó mandando tropas en la guerra contra los "blancos" en Siberia. Hay alguna referencia a Néstor Majno, el jefe de las guerrillas anarquistas en Ucrania que lucharon contra los alemanes, encabezaron la rebelión Roja y acabaron combatiendo contra los bolcheviques. Majno y sus hombres protagonizaron una gesta épica que deja en nimiedad el Anabasis de Jenofonte. Néstor Majno acabó exiliado en París, ganándose la vida como carpintero, él que había podido apoderarse de millones, hasta su muerte en 1934.
Este es el escenario y las gentes de "Negras Tormentas". Si una vez terminado cualquier lector se dirige a una biblioteca para saber algo más de aquella época yo me daré por satisfecho.
Y nada más.
Estamos en Barcelona, en una calurosa noche del verano de 1923..
Negras Tormentas
Dibujos: ALFONSO FONT
Guión: JUAN ANTONIO DE BLAS
Revista Viñetas nº 5 Mayo 1994
Ediciones Glenat
Barcelona
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