miércoles, 30 de diciembre de 2015

El Gourmet solitario por Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi

Por Jorge Morla


El Gourmet solitario por Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi. Astiberri. 200 páginas. 18 euros

También en el manga hay sitio para la cocina. O viceversa. Una suerte de Proust nipón donde el dulce de bizcocho es sustituido por el salado de arroz almidonado, y el té se convierte en salsa de soja, para rendir tributo a los sentidos y entregarse a la pasión gastronómica desde la linea clara del maestro Jiro Taniguchi. Poder evocador de una gastronomía más pegada a una geagrafía, más concretamente a la ciudad de Tokio, por la que el protagonista deambula, y por la que el autor siente una deleitación rigurosa, un amor detallista. A lo largo de 19 capítulos nos acercamos a otros tantos platos típicos de la comida japonesa y a 19 distritos de una ciudad que se puede resumir en su forma de comer.

El Pais Semanal Gastronomía 25.10.2015

El regreso de Carlitos y Snoopy por José Manuel Sánchez Rom Ilustración Liniers





En sus viñetas, Charles M. Schulz creó un mundo personal e inverosímil encabezado por Snoopy, un perro egoísta, alegre y autor de una interminable novela, y Carlitos, un noble perdedor inasequible al desaliento. Medio siglo después de su debut, la pandilla de Peanuts, que ahora llega al cine, sigue sumando adeptos. ¿El secreto? Su irresistible humanidad.

El mundo en el que nací y crecí era muy diferente del actual; los automóviles todavía no eran los emperadores de las ciudades, los teléfonos tenían discos agujereados para marcar el número deseado y la televisión -un solo canal- no emitía las 24 horas del día. Para el niño que fui, como casi todos los de mi generación (y de otras cercanas), uno de los principales recursos contra el aburrimiento eran, además de jugar en la calle, los tebeos (cómics ahora). Esperaba con impaciencia la aparición de las aventuras del Capitán Trueno y del Hombre Enmascarado, los episodios de Hazañas Bélicas y también las historias de Disney, sin olvidar los que protagonizaban aquel mítico TBO. Ya más mayor conocí a Tintín, con su inseparable y fiel Milu; a Astérix, Obélix y el resto de su formidable tropa de galos, y a la inolvidable Mafalda. A todos los amé, pero a ninguno tanto como al grupo de los Peanuts, encabezado por Charlie Brown (Carlitos) y Snoopy, a los que fui leal hasta el final. Ellos tenían algo de lo que carecían todos los demás, salvo la muy consciente políticamente Mafalda: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡cuántos problemas y complejos sufrían!

Charles M. Schulz (1922-2000), su creador, creció en un mundo parecido -mucho más marcado que el mío, supongo- en su Minneapolis natal (entre sus favoritos estaban Mickey Mouse y Popeye). "Fui", manifestó en cierta ocasión, "un producto de la época. Las tiras cómicas eran muy importantes cuando crecí, durante la década de 1930. Programas de radio, películas los sábados por la tarde y los cómics eran las cosas verdaderamente importantes. Y, por supuesto, yo podía dibujar. Nunca supe hacerlo muy bien -no podría pintar o hacer cosas del estilo-, pero podía dibujar". Su gran deseo fue pronto dibujar cómics, y con solo 15 años comenzó a ver que su sueño podía cumplirse: fue entonces, 1937, cuando se publicó en la revista Ripley's Believe It or Not! un dibujo que había hecho de Spike, el perro de la familia, el segundo que habían tenido: el primero se llamaba Snooky (¿les suena de algo?). Animado por aquello, siguió un curso por correspondencia de dibujo de cómics en la Federal School of Applied Cartooning.


Elenco completo. Charles M. Schulz posa junto a sus personajes en un retrato tomado en 1962.

Spike era, como Snoopy, un poco loco. Y es que, como sucede con muchas historias, detrás de ellas viven las experiencias e inclinaciones de sus autores. Así sucedía con Mafalda, donde son evidentes las opiniones de Quino, su creador, acerca de la situación político-social en la Argentina de entonces; y otro tanto se puede decir, aunque con un signo político opuesto, del inventor de Tintín, Hergé. En el caso, poco ideologizado, de los Peanuts, la presencia de Charles Schulz en el mundo que creó, tan imposible como real, fue sobre todo personal. 'Dibujo para mí, que es para quien, creo, dibujamos todos. Dibujamos para nosotros y esperamos que le guste a la gente", confesó. Cuando obtuvo un Emmy a la mejor película de dibujos animados para niños por A Charlie Brown Christmas (1965), manifestó que no dibujaba para los niños, sino "para los mayores", para esos adultos que jamás aparecieron en una tira de los Peanuts.

Aunque le dio el nombre de una persona con la que trabajó en una escuela de arte en Minneapolis, Carlitos era poco menos que el alter ego del niño Schulz: por ejemplo, los padres de ambos eran barberos. Con orgullo, en la tira publicada el 21 de junio de 1964, el Día del Padre de aquel año, después de que Lucy presumiera una y otra vez de la superioridad de su padre (lo que muchos niños suelen hacer) -que si tenía más tarjetas de crédito, que si enviaba más lejos la bola de golf...-, Carlitos, harto le dice: "Espera un minuto", y la lleva a la barbería de su padre: "Aquí trabaja todo el día y trata con todo tipo de personas... Pero, ¿sabes?, puedo entrar en cualquier momento del día-y no importa lo ocupado que esté, siempre se para y me ofrece una gran sonrisa". De hecho, cuando regresó de servir en la II Guerra Mundial, se instaló con su padre -su madre había fallecido en 1943 de un cáncer de cérvix- en un apartamento encima de la barbería, en St. Paul (Minnesota), decidido a convertirse en dibujante profesional de cómics, algo que logró después de haber probado con personajes no demasiado diferentes de cómo sería después Carlitos: con grandes cabezas y que se relacionaban con otros con frases que no correspondían realmente a sus edades. Su minimalista estilo de dibujo y su humor, intelectual y un tanto seco, se ajustaba bien a lo que los periódicos reclamaban en la década de 1950.

En el universo de los Peanuts abundan detalles del mundo de Schulz. Lucy estaba inspirada en su primera esposa, de la que se divorció en 1972 (se volvió a casar el año siguiente). Como Carlitos, que fracasa una y otra vez cuando intenta volar una cometa, Schulz reconoció que él "nunca había sido capaz de hacerlo", poniendo como excusa que nunca vivió en lugares adecuados. "Cuando estaba creciendo, vivíamos siempre en zonas residenciales que tenían demasiados árboles y cables telefónicos". Justo igual que Carlitos.

El éxito de los Peanuts radica en que, aunque sus historias son inverosímiles -¿cómo va a ser posible encontrar a un perro que intenta componer una novela tecleando una máquina de escribir sentado en el techo de su caseta?-, muchas de sus angustias e inseguridades son también las nuestras. Carlitos era, sin duda, el más atormentado; deseaba siempre cosas que nunca conseguía: ser una estrella del béisbol, patear el balón que la habitualmente malhumorada y tramposa Lucy le escamoteaba en el último momento y, ay, seducir a una atractiva niña pelirroja. La primera aparición de aquel gran amor suyo se produjo en la tira del 19 de noviembre de 1961. Carlitos está sentado en un banco de la escuela, solo, a la hora del almuerzo. "No me importaría ir al colegio si no fuera por estas horas de la comida... Tengo que sentarme solo porque nadie me invita a sentarme con él... Daría cualquier cosa del mundo si esa pequeña chica pelirroja viniera y se sentase conmigo. Estoy cansado de estar siempre solo". ¿Cómo no voy a quererte, Carlitos? Representas a los nobles perdedores, esos que continúan intentando patear balones o atinar a la pelota con el bate de béisbol, soportando la burla de los demás porque no lo consiguen, olvidando el empeño que ponen en sus esfuerzos.

Snoopy, su perro, es justo lo contrario: egoísta, alegre, atrevido, aunque también, eso sí, como su amo, soñador. Carlitos desea ser un gigante del béisbol; Snoopy, además de novelista, se imagina ser un gran aviador, el piloto-héroe que durante la I Guerra Mundial derrota al célebre Barón Rojo. No derribó al aviador alemán, ni fue mucho más allá de la frase inicial de su novela, "Era un noche oscura y tormentosa", pero el 10 de marzo de 1969 -cuatro meses, antes de que los astronautas Armstrong y Aldrin alunizaran en el Mar de la Tranquilidad con el módulo lunar del Apolo 11- Snoopy llegó a la Luna. "¡Lo conseguí! ¡Soy el primer Beagle en la Luna!", decía en la tira de aquel día un Snoopy provisto de un casco espacial, añadiendo: "He vencido a los rusos... He vencido a todo el mundo... ¡Incluso he vencido a ese estúpido gato de la casa de al lado!". Dos meses más tarde, el 18 de mayo, despegaba de la Tierra la misión Apolo 10: el módulo de mando tomó el nombre de Charlie Brown; el lunar, el de Snoopy.

No son solo, por supuesto, Carlitos y Snoopy los personajes interesantes. Todos lo son. Ahí está la mencionada Lucy, que se las daba también de psiquiatra (estableció un puesto para ejercer, a cinco centavos la consulta), con su entrañable hermano, Linus, y su inseparable mantita "de seguridad". Y Schroeder, que ama con pasión a Beethoven y desea convertirse en un gran pianista, practicando sin cesar en su piano de juguete. Schulz dijo en cierta ocasión que, aunque su compositor favorito era Brahms, había escogido a Beethoven simplemente porque su nombre sonaba "más divertido". Y Sally, la espabilada hermana pequeña de Carlitos; Peppermint Patty; Woodstock, el pajarillo de erráticos vuelos, o Franklin, el niño negro, que hizo su aparición el 31 de julio de 1968 (en junio, esto es, poco después del asesinato, el 4 de abril, de Martin Luther King, Robert Kennedy, un gran admirador de los Peanuts, había animado a Schulz a que introdujese un personaje de color).

La primera tira de los Peanuts se publicó el 2 de octubre de 1950 en siete periódicos de tirada nacional. Allí estaba Carlitos con otros dos niños. Snoopy apareció en la siguiente entrega (4 de octubre). Como en otros casos -por ejemplo, el Mickey Mouse de Disney-, al principio los dibujos eran más sencillos, un tanto primitivos (la transición hacia los dibujos tal y como los recordamos duró prácticamente un lustro). La última tira se publicó el 13 de febrero de 2000. Schulz había fallecido el día antes, víctima de un cáncer de colon. Debió sentir ya el final y se despedía de sus lectores. En la primera viñeta estaba Carlitos contestando al teléfono y diciendo: "No, creo que está escribiendo". Y, efectivamente, a continuación se veía a Snoopy, subido al techo de su caseta, tecleando en su máquina de escribir: "Queridos amigos...". Daba así entrada a un texto firmado por el propio Schulz, punteado por imágenes clásicas de los Peanuts: "Queridos amigos. He tenido la fortuna de dibujar a Charlie Brown y a sus amigos durante casi 5O años. He logrado con ello cumplir mi ambición de la infancia. Desgraciadamente, no soy capaz de mantener el calendario que exige una tira diaria.

Mi familia no desea que los Peanuts sean continuados por nadie más; por consiguiente, les anuncio que me retiro". Y después de unos breves agradecimientos, terminaba: "Charlie Brown, Snoopy, Linus, Lucy... Cómo podría jamás olvidarlos. ..". Sus historias estaban apareciendo entonces en 2.600 periódicos de todo el mundo y se habían traducido a más de 25 idiomas. "Mi familia no desea que los Peanuts sean continuados por nadie más", decía. Pero las buenas intenciones familiares no suelen durar demasiado, como demuestra el nuevo filme que se ha producido sobre ellos: Carlitos y Snoopy. La película de Peanuts. Fue uno de sus hijos, Craig Schulz, quien tuvo la idea y el que preparó el guión con su propio hijo, Bryan Schulz, y con Cornelius Uliano. Este caso me recuerda otros famosos. Por ejemplo, lo que hizo la familia del creador de la teoría de la evolución de las especies, Charles Darwin, que en sus últimos años compuso un "esbozo autobiográfico" pensando que podría "entretenerme y resultar, quizá, interesante para mis hijos o para mis nietos". Su esposa, Emma, y uno de esos hijos, Francis, decidieron dar a la imprenta aquellas páginas, pero censurándolas, puesto que contenían pasajes que consideraban ofensivos (en especial, sobre asuntos religiosos). Hubo que esperar a 1958 para que una compasiva (con la memoria de su abuelo) nieta, Nora Barlow, se encargase de sacar a la luz una edición libre de censuras.

Leo que en la nueva película -que se estrenó el pasado día 25-, Carlitos decide dejar de ser un perdedor, convertirse en una persona diferente, y que Snoopy se asocia con Woodstock para escribir una novela, de acción y de amor, en la que aparecen algunas de sus viejas obsesiones. Francamente, me parece una traición... Bien remunerada, por supuesto. Una traición tanto a la memoria de Charles Schulz como a Carlitos y compañía. Aun así, ay, la veré en cuanto pueda •


El Pais Semanal nº2.048 / 27.12.2015


martes, 29 de diciembre de 2015

Simeón Bogarde, la memoria de los peces por Santos de Veracruz










El Puñalito, nº4 febrero de 2000, revista bimensual de Sta Coloma de Gramanet, Barcelona.

WILDSTORM POSTERBOOK

 GEN 13- JASON PEARSON

 SPARTAN- SPADE + JEROME MOORE

 WILDC.A.T.S- TRAVIS CHAREST

TEAM 7- AARON WIENSENFELD

 WILDC.A.T.S- TRAVIS CHAREST



COLECCIONES ESPECIALES IMAGE Nº7 WILDSTORM POSTERBOOK Octubre de 1996 Publicado por Planeta-DeAgostini S.A. Barcelona


lunes, 28 de diciembre de 2015

Dr. Slump por Akira Toriyama






Esto que tienes en las manos, lector, no es un simple manga, sino un compendio de cosas: esfuerzo, ilusión y ganas de ofrecer al público Un buen trabajo. Han sido muchas las cartas llegadas a la Redacción, siempre formulando la famosa pregunta: "¿Y el manga de Dr Slump para cuando?" Han sido necesarios varios años llenos de reuniones, acuerdos, desacuerdos, aplazamientos... ha costado que esta obra del genial sensei Toriyama saliera de Japón Y es que hay que recalcar que Dr Slump, no es sólo una serie divertida y de éxito. En Japón es casi un mito.


Remontémonos al año 1980... En el mes de enero, un joven y semi-desconocido autor empezó a publicar su primera serie regular en el el nº 5/6 del semanario Shonen Jump. Anteriormente ya había publicado algunas historias cortas y empezaba a despuntar con un estilo propio, recreando universos enloquecidos, hilarantes e insólitos en trabajos como Wonder Island y Today's Highlight Island (publicados en el Teatro Manga de Planeta De Agostini). En este nuevo trabajo, el joven autor, que no era otro que nuestro Toriyama, recreaba todo un mundo, con las ocurrencias del obseso inventor Sembei Norimaki y las desternillantes aventuras de su creación, la robot Árale. Nacía así una serie llamada Dr. Slump, El Shonen Jump no volvería a ser el mismo, ni la vida de su autor tampoco. El estilo de Toriyama causó sensación y dio paso a una forma distinta e innovadora de narrar un manga humorístico. Dr. Slump acaparó los primeros lugares de las listas de mangas de éxito y en abril del siguiente año se estrenó su adaptación televisiva, realizada por Toei. El escaso tiempo transcurrido entre la aparición del manga y su versión en anime fue todo un récord en aquel momento.


Nunca antes se había visto un éxito tan rotundo en tan corto espacio de tiempo, ni el público había exigido su adaptación tan pronto. Los tomos de Dr. Slump se fueron sucediendo, hasta finalizar en mayo de 1985 con el número 18.

 Al autor se le iban agotando las ideas y ni siquiera se inspiraba ya en las cartas y referencias enviadas por los lectores, que habían sustentado los guiones de los últimos capítulos. Cansado después de cinco agotadores años de trabajo, Toriyama decidió darle un fin definitivo a la serie y poner punto y final a las historias de Villa Pingüino. Necesitaba darle un nuevo giro a su carrera y empezar con algo nuevo. La serie de anime seguiría en antena hasta febrero de 1986, cuando finalmente concluiría la adaptación animada: Además, el éxito de la serie motivó |a realización con cinco películas: Bello, Wonder Island, Hoyoyo!, el tesoro secreto del castillo de Nanaba, Hoyoyo!, la gran carrera alrededor del mundo y Hoyoyo! Megápolis, capital de los sueños. Él éxito fue tan grande que podríamos tildar la serie de Dr. Slump de legendaria. Es un mundo mágico e imaginativo, llenó de absurdos monstruos, muchos de ellos sacados del mundo del cine como Kamen Rider, Godzilla y Gamera, con numerosas referencias al celuloide occidental: Superman (perdón, Suppaman), los storm-troppers de Star Wars (algunos de ellos viven en Villa Pingüino, ¡palabra!) donde el monstruo de Frartkestein, el conde Drácula, Alien, Terminator y muchos más conviven con los personajes creados por el auyor. Un mundo en el que el Sol se va de juerga a la discoteca y se olvida de aparecer al día siguiente, las montañas juegan al escondite metiéndose en el fondo del mar y las nubes tienen sus demonios particulares y sus duendes de la lluvia: todo vale en Villa Pingüino. Incluso Sembei Norimaki puede transformarse de científico supersabio en bailarina de ballet o el Dr. Mashirito, su principal enemigo, convertirse en su rival sobre el escenario, bailando la danza del cisne.A Árale le gusta ir vestida de Godzilla, aunque sea la líder de la banda de ladrones Hoyoyo y se dedique a robar la guinda que corona un pastel de cumpleaños,  poniendo fuera de combate a todas las fuerzas del orden de la zona.





A las Gatchan les encanta ir alimentándose de bombillas y tornillos. Personajes tan entrañables como la sexy profesora Midori Yamabuki, el sin par Taro Sora-mame y su pusilánime hermanito Pisuke, la pizpireta Akane y su hermana Aoi o el robot Obokaman, eterno enamorado de nuestra Árale, se han ganado el cariño y la consideración del público para siempre. Tanto es así que en V-Jump, la nueva revista de videojuegos presentada por Shueisha en febrero de 1993, la serie Dr Slump recomenzó de nuevo con nuevos personajes a partir del punto en que Toriyama la dejó, cortesía de los autores Takao Koyama y Katsuyoshi Nakatsuru. Aparecen como estrellas el pequeño Turbo, primer hijo de Sembei y Midori, las Gatchan multiplicadas y la nueva hija del matrimonio: la pequeña Nitro. En definitiva, una nueva prole que causará muchos problemas y renovará los aires de Villa Pingüino. Esta vez la edición se realizó en color y ha sido ya recopilada en tomos. Árale sigue llevando todo el peso de la historia -no ha cambiado en absoluto de aspecto, puesto que es un robot- y la aldea y sus personajes han evolucionado, aunque siguen tan disparatados como siempre.


Este renacimiento ha hecho que Dr. Slump esté de nuevo de actualidad y se haya consagrado como un clásico entre los clásicos. Ni que decir tiene que se ha vuelto a ver a Árale y compañía en cine. Dr. Slump no se agota, sigue estando presente en Japón y nunca pasa de moda.

Ahora le toca el turno a nuestro país, donde estamos seguros de que su éxito se repetirá, ya que, como ves, la publicación que tienes en las manos es algo más que un montón de páginas: es un fragmento de historia, de la historia del manga en Japón, y ahora, de la historia del manga en España.

Nuria Teuler


















Disfrutando como disfruto (es un decir) de un canal como Telemadrid, debo decir que pertenezco a una irioría selecta de madrileños que han tenido la suerte de ver la serie de animación de Dr. Slump, gracias a fabulosas copias en vídeo proporcionadas por compasivos amigos catalanes. Un detalle por" su parte que me ha producido innumerables horas de diversión y perplejidad a partes desiguales.
Todo empezó con Bólú de Dfac (sí, también lo vi en catalán), la otra serie de dibujos animados basada en obras de Alara Toriyama aunque eso ya lo sabe medio mundo. Yo estaba en Barcelona por no sé qué motivo, conversando con Pérez Navarro. Éste interrumpió la conversación para poder ver el episodio del día de la serie. Resulta que todas las tardes interrumpía lo que hacía para poder verlo, y grabarlo. Lo vi con él. Era uno de los episodios contra el Ejército de la Cinta Roja, y yo no daba crédito a lo que veía. Yo miraba con estupor la pantalla, mientras Pérez me ponía en antecedentes y me explicaba lo que no entendía. Yo sólo sabía decir, de forma un tanto inconexa: "Pero, pero, pero..." No era un comentario muy inteligente, pero es que la cosa me podía. Sabía que Japón era un país distinto al nuestro, pero esto era excesivo. Superaba a todos los dibujos animados y mangas que había visto y leído! (que eran pocos, todo hay que decirlo). Pero, mi mandíbula no rompió una baldosa hasta que Pérez no me dijo que "lo ' de Árale era mucho mejor". Comentario de claro tono ominoso que no mejoró con sus explicaciones. Esta vez mi comentario fue más articulado: "No puede ser, no puede ser..."
Otras amigos catalanes me confirmaron que sí podía ser, y que solían verlo con regularidad pese a superar todos la treintena, reconociendo públicamente que estaban enganchados a Akira Toriyama y sus obras. Me proporcionaran cintas de vídeo.
Primero de Bola de Drac, y más tarde de Dr. Slump. Era terrible; todo lo que me habían dicho era cierto. Yo sólo acertaba a repetir tres palabras, emulando á Jesulín: "Es in-creible..."





Porque Dr. Slump era, es (sigue sin ser superado), más, demencial, absurdo, desconcertante, genial que cualquier cosa que hubiera visto antes. Shakespeare tenía razón: "Hay más cosas en el cielo y la tierra de las que conoce nuestra filosofía".

En las historias del profesor Norimaki y de su Villa Pingüino todo parece posible, y probablemente lo sea. En comparación, Dragon Ball es una obra seria de profundas connotaciones mitológicas y jungianas. Para empezar, el protagonista es un inventor que inventa las cosas más peregrinas para hacer cualquier cosa, y que cuando se pone serio su aspecto de graciosa caricatura cambia para convertirse en Tony Stark (nunca puedo quitarme la sensación de que en cualquier momento se pondrá el traje de Hombre de Hierro). Resulta que además es un obseso sexual que quiere ligar con la maestra del colegio y construye un robot con forma de niña miope (¡Dios, qué concepto!), a la que llama Arale. Por su parte, Arale es superfuerte (en cada episodio destroza el coche de la policía local cuando éste choca con ella) y sus compañeros de clase le descubren cosas tan fascinantes como las funciones fisiológicas, hasta el punto de querer mearse en la cama sólo porque los demás niños pueden y ella no. Le encanta jugar con las cacas y las suele llevar pinchadas en un palo. Hecho conocido por los habitantes del pueblo y que uno utiliza para ganar la carrera a la alcaldía (el que ganaba era alcalde) mediante el insólito procedimiento de soltar cacas en el camino de Arale para que se distrajese con ellas. Pero esto sólo es la situación base, porque en Villa Pingüino viven como una cincuentena de personajes fijos y otros tantos ocasionales, destacando para mí el periodista Clark Kent que a la primera ocasión se convierte en un Suppaman rencoroso y chapuzas que tiende a detener a inocentes en vez de a atracadores, o los extraterrestres con forma de culo que trabajan de basureros para pagarse una nave espacial que les devuelva a su planeta, o una chica con alas y antenas llamada Gatchán que nace de un huevo prehistórico, etc.. 

Sin olvidar al sol, los árboles, las casas y lo que sea, que en el momento más inopinado le pueden dirigir la palabra a alguien. Como aquella caca bebé que quiere encontrar a su caca mamá para poder vivir con ella en el retrete familiar, en un episodio tan increíble que creo haberlo soñado; a nadie puede ocurrírsele eso (aunque si lo soñé, es porque se me ocurrió a mí; ¡qué contradicción tan idiota!).

Y de haber alguien al que se le puede ocurrir, ese sólo puede ser Toriyama, un ser aparte, al margen diría yo, aunque no tenga muy claro al margen de qué.

Para mí, Villa Pingüino es sinónimo de diversión pura y de posibilidades infinitas, además de desconcierto, estupor y perplejidad. Como verá el lector astuto, apenas añado algo a lo que ha descubierto por su cuenta en el tebeo que ha leído antes (la gente es así de cruel con los articulistas, los leen al final). Y es que me siento incapaz de añadir algo a tan desquiciado producto. Me supera.
Sólo puedo ofrecer mi solidaridad al lector novato, al lector que no sabe qué pensar. Le comprendo. Yo me he visto unos cincuenta episodios de la serie y sigo sin saber qué pensar. Y a ese lector le digo: "tranquilo, somos muchos los perplejos". Y todos juntos esperaremos mes tras mes a comprar
la siguiente entrega de Dr. Slump. Y es que sigo divirtiendo mucho cuando lo leo/veo. Desde mi perplejidad, claro.

Lorenzo F. Díaz





Dr. Slump, El nacimiento de Arale por Akira Toriyama nº1 (de 13) publicado por Planeta-DeAgostini S.A. año 1997




jueves, 24 de diciembre de 2015

Un niño y su perro

Planeta Cómic publica 'Los tesoros de Snoopy', sugerente colección de imágenes y recuerdos sobre el icono cultural creado por Charles Schulz.

JAVIER FERNÁNDEZ




LOS TESOROS DE SNOOPY. Nat Gertler. Planeta Cómic. 176 páginas. 40 euros.

Con las Navidades y el estreno de The Peanuts Movie en el horizonte, Planeta Cómic publica Los tesoros de Snoopy, una atrayente colección de imágenes y recuerdos sobre el icono cultural creado por Charles Schulz hace ya la friolera de seis décadas y media. Como dice el autor del volumen, Nat Gertler, conocido especialista en la materia: "Parece como si Snoopy hubiera estado siempre con nosotros. Estaba antes de que la mayoría de lectores de este libro hubiera nacido. Los niños que crecieron con muñecos Snoopy regalan ahora una nueva generación de muñecos Snoopy a sus nietos. No sería descabellado imaginar un futuro en el que los arqueólogos encuentren antiguos jeroglíficos egipcios o pinturas rupestres de un beagle durmiendo encima de su caseta, y no dentro de ella. Pero, por supuesto, no es así. Snoopy solo lleva 65 años con nosotros, lo que equivale a 450 años de perro".

Los 12 capítulos de Los tesoros de Snoopy repasan otros tantos ámbitos temáticos relacionados con el perro de ficción más famoso del mundo, comenzando con el surgimiento artístico del propio Schulz y terminando con la inevitable presencia del personaje en los rincones más insospechados del planeta. "Todo empezó con un niño llamado Sparky y un perro llamado Spike", escribe Gertler. Sparky, claro está, era el apodo de Charles Monroe Schulz, cuyos dibujos llamaron la atención desde edad temprana: "Un profesor del jardín de infancia le dijo: 'Algún día, Charles, serás un artista'. Sus compañeros le pedían que les dibujara personajes de cómics en los cuadernos". A los 14 años, allá por 1937, Sparky publicó su primer dibujo en un periódico, y esta rara ilustración figura en la página 9 del presente libro, junto a tantos y tantos otros documentos, fotografías y dibujos. Snoopy llegaría al mundo 13 años más tarde, a finales de 1950, en la recién creada tira cómica Peanuts, compilada en España por Planeta Cómic como Snoopy y Carlitos. Entre otras muchas cosas, Gertler da detallada cuenta del cambio de imagen experimentado por el beagle a lo largo de los años: "Cuando la tira Snoopy y Carlitos comenzó, Snoopy era una caricatura de perro. Cuanto terminó, era más una caricatura de una idea de perro, con proporciones y gestos que no se parecían en nada a los de un perro real. El Snoopy de 1950 no habría reconocido al Snoopy de 2000". Este proceso de refinamiento, de abstracción, si se quiere, es parte de la genialidad de Schulz, que supo crear un símbolo universalmente amado y reconocido.

Los tesoros de Snoopy está lleno de anécdotas e ilustraciones sobre el proceso creativo, el desarrollo editorial y la influencia sociocultural de Peanuts, y solo por eso merece ya la pena. Pero el libro ofrece además diez artículos extraíbles como láminas, adhesivos y hasta un póster, de modo que su lectura se convierte también en un gozo para el coleccionista o un juego para el niño que llevamos dentro. Confieso que me lo he pasado de lo lindo leyendo y contemplando con verdadera ilusión cada una de sus páginas.

Malaga Hoy

El rastro imborrable

JAVIER FERNÁNDEZ



ZANARDI. Andrea Pazienza. Fulgencio Pimentel. 152 páginas. 24 euros.

Puede que el nombre de Andrea Pazienza resulte hoy desconocido a muchos lectores de historieta, lejos de las fronteras de Italia, pero los que lo conocemos sabemos que fue, que es una leyenda. Pazienza (San Benedetto del Tronto, 1956-Montepulciano, 1988) vivió deprisa y murió joven, de sobredosis, pero tuvo tiempo de marcar un antes y un después en la escena del tebeo europeo. Como recuerda Emanuele Trevi en la introducción de Zanardi, a comienzos de los 80: "Toda una generación del cómic experimental italiano había alcanzado unos niveles de excelencia que no tenían nada que envidiar a los grandes maestros franceses o americanos. Pero todo aquel que haya vivido esa época lo recordará: Pazienza estaba dotado de un carisma artístico tan inmenso que no solo cada uno de sus productos, sino la evolución misma de su precoz talento, repleto de sorpresas e iluminaciones, formaba parte del espectáculo".


La obra de Pazienza llegó a España en su día, cómo no, de la mano de La Cúpula, a base de flashes en El Víbora y algún que otro cuadernillo monográfico. Claro está que necesitaba un rescate en los tiempos actuales, pues sigue hoy tan fresca, tan viva, tan doliente como entonces. Y claro está que solo a Fulgencio Pimentel se le podía ocurrir llenar este vacío, tan enorme que solo ahora que se llena comprende uno su dimensión. Es una doble suerte, además, que haya sido esta y no otra casa la que haya tenido la feliz idea de poner Zanardi en librerías: regresa uno de los mejores artistas que ha dado el medio en las últimas décadas, y lo hace además en una edición impecable, que realza la fuerza y la belleza de unas viñetas furiosas, oblicuas, brutales, irrepetibles. Serán dos volúmenes, el primero de los cuales se edita en cinco colores distintos de cubierta (lila, rosa fuerte, amarillo, amarillo verdoso y naranja), como si del último gran evento del cómic de superhéroes se tratase. Aunque ahora que lo pienso, ¿qué otra cosa es Pazienza sino un superhéroe? Muere y resucita, vuela, sus obras son prodigiosas.

Malaga Hoy