viernes, 6 de mayo de 2011

El papel ha muerto... ¡viva el papel!

REPORTAJE


El Prado saca a la luz en 'No solo Goya' sus últimas adquisiciones de obra gráfica - El catálogo de la muestra es el primero editado en formato electrónico

IKER SEISDEDOS - Madrid - 06/05/2011


El Juicio Final

Francisco Pacheco. Tinta parda a pluma, aguada de tinta parda y trazos de lápiz negro, 553 x 387 mm h. 1610 - 1614. Adquirido en 2010 por el Museo del Prado


Definitivamente, es un mundo de paradojas. Una muestra llamada a celebrar la relevancia en el Museo del Prado de la obra en papel y el hechizo perpetuo de la tinta pasará a la historia como la primera cuyo catálogo será un libro... electrónico. El extenso aparato teórico y documental de No solo Goya -delicada exposición que hasta el 31 de julio ocupará una de las salas de la ampliación de Moneo con 110 piezas entre dibujos, estampas y fotografías- cabe, en formato PDF, en un lápiz USB de los modestos. Pero encierra un saber enorme, según José Manuel Matilla, jefe del Departamento de dibujos y estampas del Prado. "Nos ha permitido incluir información ilimitada sobre cada una de las piezas, así como hipervínculos y actualizaciones permanentes", explica el comisario. Entusiasta del nuevo formato para los asuntos académicos, ha sido el encargado de la selección, efectuada entre las obras adquiridas por el gabinete desde 1997. El trabajo está disponible para su descarga gratuita en la web de la pinacoteca.

Desnudo femenino

Alonso Cano. Pluma y aguada, tinta parda, 163 x 158 mm. h. 1645 - 1650. Adquirido en 1997 por el Museo del Prado



Joven con molinillo y un viejo tirando de una carreta con un cadáver

José de Ribera. Pluma y aguada, tinta parda y trazos de lápiz negro, 235 x 170 mm. h. 1640. Adquirido en 2009 por el Museo del Prado



Miguel Zugaza: "Son verdaderos objetos de arte, a veces, los más elocuentes"

La exposición, exquisita en dimensión y ambiciones, se presentó ayer como un doble acto de justicia poética. Con ella, se reivindica el papel de los trabajadores meticulosos del departamento en las colecciones del Prado, un conjunto de unas veinte mil piezas cuyo corazón sigue siendo en pleno siglo XXI el Legado Pedro Durán, de 1931. A ello contribuye sin duda la puesta en escena: la sala, acondicionada en la penumbra para no dañar las obras, está situada bajo el lugar donde se aloja el gabinete desde 2007, cuando, tras la ampliación, el equipo pudo disponer por primera vez de una sede. La otra defensa la desplegó Miguel Zugaza, director del museo: "Estamos aquí para poner el valor del dibujo como disciplina artística. No cuenta con la visibilidad de otras, pero eso no le resta grandeza. Son objetos de arte, a veces, los más elocuentes".

Trofeo militar romano

Luis Paret y Alcázar. Pluma y aguada, tintas blanca y china sobre fondo azulado, 400 x 220 mm h. 1770. Adquirido en 2010 por el Ministerio de Cultura. Adscrito al Museo del Prado


Perspectiva general del monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Pedro Perret. Buril, 562 x 857 mm [huella] / 492 x 775 m [papel] 1587. Adquirido en 2003 por el Museo del Prado



Cuaderno italiano

Mariano Salvador Maella. Lápiz negro y sanguina, 180 x 240 mm [libro abierto] 1785 - 1765 y 1765 - 1790. Adquirido en 2005 por el Museo del Prado



El título, variación de aquella firma con la que el genio aragonés rubricó un retrato de la duquesa de Alba, no es casual. No solo de Goya viven las recientes adquisiciones del gabinete. Se han incluido, claro, varias obras del pintor (desde cartas procaces firmadas desde el exilio bordelés hasta la pieza más cara, el Toro mariposa, adquirida por Cultura en 2006 por 1,9 millones de euros). Pero el protagonismo es esta vez (pese a una "obsesión" declarada del departamento por Goya) para delicadas piezas de los maestros españoles, catas de colecciones importantes, cuadernos de artista o hasta negativos de cristal.

La muestra se ha dividido en ocho partes: los dibujos españoles (con sobresalientes aportaciones de Ribera, Paret, Alonso Cano o un sensacional Francisco Pacheco); el inagotable Goya; la colección Madrazo (además de pintores capitales del XIX español fueron avezados coleccionistas de, entre otras piezas, un diminuto dibujo de Fortuny); la colección Cervelló (que llegó asociada a la impresionante biblioteca); o los cuadernos de dibujos. Al final aguardan tres secciones de fotografía: la dedicada a los álbumes (de Thomas Harris o Jean Laurent), la que emplea al museo como modelo y otra que estudia la relación entre la disciplina y los artistas.

Álbum de fotografías con detalles de cuadros del Museo del Prado

Tomas Harris. Papel baritado, 315 x 850 mm [libro abierto]. 1939. Donación Enriqueta Harris, José Antonio Buces, Paloma Renard al Museo Nacional del Prado en 2003



Negativos de cristal del Museo del Prado al finalizar la Guerra Civil

Virgilio Muro. 89 x 119 x 1 mm. 1939. Adquirido en 2010 por el Museo del Prado


Articulo de el periodico el País, la dirección aquí: http://www.elpais.com/articulo/cultura/papel/ha/muerto/viva/papel/elpepicul/20110506elpepicul_3/Tes



jueves, 5 de mayo de 2011

(Cómo) leer cómic en tiempos posmodernos Por: Pablo León 05/05/2011

En el Rastro ya no se encuentran tebeos por dos euros. Por lo menos no como antes. En la era twitter, las gangas o incunables del séptimo arte, que abundaban por los puestos del mercadillo madrileño, se descargan en el teléfono o la tableta. Desde hace dos años, el manga y los superhéroes (los mercados japonés y estadounidense) son adalides de una nueva revolución que en el mundo global trasciende fronteras y que los usuarios desmartphones y tabletas ya descubrieron; en inglés o japonés incluso a veces con subtítulos. Desde hace un mes pueden hacerlo también en castellano usando Koomic, una aplicación y página web que quiere conquistar al mercado digital del cómic en español en tiempos posmodernos.



Desde Tintín hastaMaus pasando por Manara, las viñetas han estadoconectadas con el lado alternativo de la sociedad. En consonancia con su alma rebelde, en el último lustro ha vivido tres revoluciones. Primero fue el paso a la novela gráfica, una transición desde el uderground de los sesenta hacia contenidos más culturetas (maduros y profundos) que expandía el mercado y lo disociaba de su vertiente más friki o pop sin renegar de ella. Casi al mismo tiempo, la Red sustituía a las revistas especializadas y favorecía la creación de centenares de bitácoras y páginas asesoras que acabaron formaron la tebeosfera. Ahora llega el momento de los soportes.

La crisis del papel, que acosa a periódicos y hace más exóticos a los libros, también se vive en el cómic. En las viñetas, por su carácter mitómano, no se evidencia en una recesión tan acusada de las ventas sino que cambia la relación establecida. “En los soportes digitales encuentro novedades o publicaciones que todavía no han llegado a España. Las leo y si algo me gusta, me lo acabo comprando en papel. No compro menos, la diferencia es que ahora leo muchas más cosas y soy más exigente en mis decisiones”, dice Rodrigo Taramona, aficionado al género desde hace más de 20 años y que lleva bastante tiempo leyendo cómics desde su iPhone. Lo hacía en inglés, desde el pasado 11 de abril también descarga en castellano.


Koomic ha nacido con un catálogo de 37 tebeos, de 14 editoriales diferentes y la aplicación (gratuita) quieres ser un referente (por ahora es la única dedicada a los hispanohablantes). Sus contenidos se pueden leer en el iPhone, el iPad o el ordenador y, en breve, estará disponible para los sistemas de Android. “No queríamos que nos pasara como a las discográficas, queríamos adaptarnos al nuevo medio”, aclara Alex Samaranch, director de la plataforma Es de Comic, creadora de Koomic. Para no quedarse atrás tenían preparado su producto desde mayo del año pasado. Algo tarde en comparación con sus homólogas estadounidenses o japonesas.

Una de ellas es Comixology, que comenzó en 2009. En su catálogo incluía muchas de las publicaciones de Marvel. El año pasado, su competidora DC se unió a la plataforma. Y aunque no es la mejor, corre el rumor de que ofrece más contenido gratuito que ninguna otra con sus 150 títulos free. Por otro lado, tanto la casa editorial de Batman como el cuartel general de edición de la Patrulla Xofrecen sus contenidos en aplicaciones propias.

Y así, mientras en el mercado internacional (con Japón y EE UU marcando la tendencia como no podría ser de otra manera) aparecían multitud de aplicaciones lectoras, en castellano sólo había algunas traducciones. Quizás por eso en sus tres semanas de vida, Koomic ha superado las 3.000 descargas.

“Esto no es un mercado local, hablamos del cómic en castellano en su globalidad; nos pueden leer en España, Latinoamérica o Estados Unidos. El cielo es el límite”, comenta Samarach. En el mercado español ninguna editorial se ha lanzado a crear aplicaciones para smartphones pero la mayoría de ellas, desde Astiberri y sus cuidadas publicaciones hasta Panini y su envidiable catálogo, ofrecen su contenido en la plataforma.


Descargar la aplicación no cuesta nada. Algunos de sus ejemplares, como un avance de El invierno del dibujante, del premio nacional Paco Roca, tampoco. El resto de contenido oscila entre los 1,99 euros y los 4,99. Barato en comparación con los 15 o 20 euros que puede costar un ejemplar en papel. Por esa diferencia de precios, muchas editoriales tenían miedo de dar este paso y alterar el sagrado margen de beneficios. Pero al final, tras un año de retraso, lo han hecho. “Convencerles de entrar en el medio no fue difícil, de hecho la mayoría de editoriales lo tenían claro. Lo complicado fue aclarar cuáles eran los pasos a seguir. Además, en paralelo, había una lucha por el IVA de productos online, por los derechos y se trabajaba en una asociación del cómic digital. Básicamente había que ofrecer seguridad a los editores”, rememora Samaranch los inicios. Una lucha contra reloj con los beneficios, los precios, la gratuidad y el tiempo como actores secundarios.



Y en Internet el tiempo marca una diferencia. Los fenómenos Scott Pilgrim oThe Walking Dead indicaban que el mercado digital estaba ansioso por contenidos. En ambos casos, las viñetas se han transformado en fotogramas, uno en película y otro en serie, y han generado un potente revuelo viral. Con ese tirón, las editoriales decidieron atacar. En el caso de la serie de Pilgrim, a la vez que se estrenaba la películaaparecía una aplicación con los seis volúmenes de la serie. Y, tras el éxito de audiencias de la primera temporada de Los muertos vivientes, las nuevas desventuras del grupo de supervivientes a un apocalipsis zombie se podían leer a la vez en digital y en papel. “No hay cifras sobre cómo están funcionando los mercados internacionales. Es una industria emergente que necesita un cierto recorrido pero teníamos que estar ahí porque si no te posicionas al principio, luego es muy difícil recuperar el tiempo perdido”, marca su estrategia Samarach. Tienen varios referentes negativos a los que no parecerse: la música y el cine. Ambas industrias, empeñadas en mantener su estrategia tradicional, retrasaron su adaptación al mundo digital y todavía debaten sobre ello; en el caso del cómic puede ser diferente. “El mundo online no implica menos ventas. Es un escaparate más amplio que permite reconectar con el lector, recuperar la prepublicación y los avances y, al final, fomenta la mitomanía”, asegura el director de Es de comic. Atendiendo a la costumbre estadounidense, cada miércoles sacan cuatro historias nuevas y están cerrando negociaciones con varias editoriales. El primer paso ya está dado. Ahora queda esperar a ver cómo evoluciona.








miércoles, 4 de mayo de 2011

El genio del color



Tiziano sedujo a reyes y emperadores en el siglo XVI. Sus sensuales Venus, los retratos y las eróticas escenas mitológicas fueron un referente estético para los monarcas españoles. El Museo del Prado inaugura ahora una gran exposición que muestra los mejores lienzos del gran maestro veneciano. Por Fernando Marías.


"Ofrenda a la diosa de los amores". Este cuadro formaba parte de un conjunto de tres pintados por Tiziano por encargo de Alfonso d´Este, duque de Ferrara, para decorar su palacio. Llegó a España como un regalo para Felipe IV y hoy es una de las joyas del Museo del Prado. Venus está representada en la estatua que aparece a la derecha.

El color siempre ha sido sospechoso, poco de fiar. Como la luz, de la que se deriva y depende, y como las som­bras, el color es mutable. Cambia a lo lar­go del día, y de la noche, y El Greco –que había estudiado en Venecia las obras de Tiziano– nos recordó que siempre había algo que contemplar aun en la "mediocre oscuridad", en la que incluso se podía go­zar con la vista y que se tenía algo que imi­tar en la pintura. Cambia el color con las estaciones del año y con las latitudes geo­gráficas; cambia con el tiempo, con el sol o las nubes, con el fuego o las luces artifi­ciales de cualquier tipo de lámpara, en el pasado siempre móviles; cambia también a causa de la realidad circundante, que puede sólo teñir un color de otro, o inva­dirlo a través de la reflexión de unos obje­tos en otros.

Siempre se ha tenido el color, en la realidad o en las imágenes de la pintura, como sinónimo de la propia naturaleza, de la materialidad del mundo, de su carácter contingente y efímero, de los accidentes de la circunstancialidad más que de la esen­cia de las formas ideales, constantes, in­mutables y eternas trazadas con la línea firme del dibujo.

El arte, el estilo, la estilización estaría –¿todavía no pensamos así?– en la foto­grafía en blanco y negro, en la ilumina­ción artificial del foco teatral, en los dibu­jos y las pinturas de Rafael y Miguel Án­gel..., al margen del color del cine ameri­cano y de Tiziano da Cadore.

Mas el color, como la luz y las sombras, todo lo impregna; estamos tan habituados a movernos en un mundo tan colorido como tridimensional que se nos dificulta muchas veces la propia comprensión del color, o quizá sólo se trate de que hemos perdido ciertas habilidades en el trato con el color, pues no sólo tenemos problemas para designarlo verbalmente, sino para identificar su propia naturaleza. Fijémo­nos en la ventana abierta de la Venus de Urbino, una de las joyas de la gran exposi­ción antológica que sobre Tiziano Vecellio se inaugura el próximo martes en el Mu­seo del Prado, de Madrid, y en los objetos y los celajes de color que se representan tanto a sí mismos como a una hora espe­cífica del día. ¿Es el amanecer? ¿Es el atar­decer? De esa discriminación dependerá una lectura correcta de lo que acontece. o de lo que ha sucedido en esa habitación. No sólo se requería a algunos pintores, y a su arte de la pintura, que Venus pareciera verdaderamente de carne, piel y hueso más que una mera imagen de mujer bella, sino que quedara clara la historia que se narraba ante unos ojos abiertos de par en par a una nueva realidad que se desplega­ba sobre un lienzo. ¿Irían a cantar los rui­señores? ¿O serían las alondras? Estaría esta Venus de claras carnes a la espera del amante o lo despedía tras una noche de lu­cha entre las sábanas blancas.

La distinción no tenía sólo que afec­tar, para un espectador del cuadro de Ti­ziano de 1538, quizá el duque de Urbino, Guidobaldo della Royere, que le reclama­ba su donna nuda, a un aspecto meramen­te accidental de la narración de esta fábu­la mitológica; la invención formal, compo­sitiva, sólo podía completarse con la ex­plicitud del desenlace emocional, y senti­mental, de la escena, aunque pudiera ser ambiguo. Y nuevamente tenía que ser el modo, como en la música o en la poesía, el que permitiera su comprensión en su ver­tiente afectiva a través de la coloración del ambiente. Eso es lo que el pintor portugués Francisco de Holanda, que había estado en Venecia en 1540 y declaraba a Tiziano el mejor pintor del natural, llamó decoro; por él, hasta las piedras, los árboles, el pai­saje y el cielo (nublado y cubierto si la imagen tenía que ser llorosa y triste) de­bieran acompañar la emoción de la histo­ria humana, y, con sus colores empáticos, convertir en tristes o alegres los paisajes los caminos, el aire. Los cuadros reclamaban un trato distinto al que les conferimos hoy día, en los asépticos ambientes de los museos o las exposiciones, donde parecer excluidas las risas, los sollozos o las lágrimas que podemos, sin embargo, compartir con las imágenes de ficción y los personajes de las historias ajenas en el espacio más íntimo de las salas de cine.


"Venus de Urbino"

1538, Florencia, Galería de los Uffizi.

01 Representa la mo­dernidad frente a las Venus dormidas o sor­prendidas en un estado de ensimismamiento (como su 'Dánae'). La mirada, directa y soste­nida de la Venus, se di­rige desafiante hacia un espectador masculino.

02 Tiziano muestra una localización extraordi­nariamente baja respec­to a la composición y a la figura de Venus, que nos incluye en un contacto íntimo y reverencialmente subordinado.

03 Controla a la perfec­ción la distancia del se­gundo plano, a través de la disminución del tamaño de las figuras femeninas del fondo y de la perspectiva lineal del pavimento, que re­salta la proximidad del primer plano horizontal.

04 Destaca el preciosis­mo lumínico de la ven­tana, con su marco, su columna y su tiesto a contraluz, a través de la que se vislumbran las luces del amanecer.

05 La idea de placidez lánguida e intimidad se logra al cerrar verti­calmente el espacio, y al incluir a las sirvien­tas atareadas y al perro dormido a los pies de la cama.



Retrato de mujer, "La Schiavona" (hacia 1510)

Es más que probable que Tiziano hubiera aprendido la importancia psicológica, y no sólo naturalista, del color de sus maestros y condiscípulos, del más tardío Giovanni Bellini y del fugaz y casi coetáneo Giorgione; pero también de las tablas de los pintores flamencos, desde Roger var der Weyden hasta El Bosco -y sus trípticos llegaban hasta el mar Adriático-, o de otros pintores naturalistas que hablar acudido a Venecia a comienzos del siglo Leonardo da Vinci. Jacopo de Barbari o Alberto Durero. Y eran precisamente los flamencos y los nórdicos a quienes Miguel Ángel acusaba de no saber pintar, de satisfacer y hacer llorar a los devotos y a las mujeres, "principalmente a las muy viejas y muy mozas, y ensimismo a frailes y monjas, y a algunos caballeros desmúsicos de la verdadera armonía".

"Federico de Gonzaga, primer duque de Mantua", uno de los protectores que tuvo Tiziano
"El martillo de Marsias", uno de los últimos lienzos que pintó Tiziano y en el que él mismo se autorretrató. Con manto y corona, medita sobre la suerte del condenado.

"Salomé. Tiziano pinta esta belleza sensual y delicada con contrastes cromáticos hacia 1511-1515. Se conserva en Roma.

Hoy reverenciamos a Tiziano junto otros de los llamados genios de esa época altomoderna que hemos llamado Renaci miento, y de la que todavía somos herede ros. Como tales, debiéramos ser conscien tes de que la unanimidad en el aplauso de presente no significaba lo mismo en el pa sado. Y podríamos decir que Tiziano disfrutaba de mala prensa entre los tratadistas, si exceptuamos la del amigo Pietro Aretino y la del veneciano Ludovico Dolce. Tendía a la pintura moderna más que a reverenciar la antigüedad, y aunque se apropiara de algunos de sus modelos, los dejaba con su tratamiento del color y las texturas demasiado próximos y contingentes, demasiado verdaderos; troppo veri, como se diría también en Roma de algunos retratos de Velázquez. Nunca recibió las coronas de laureles que otorgaban los florentinos y romanos que reverenciaban a Rafael y a Miguel Ángel, relegado hasta el siglo XIX a la categoría de gran artista del natural y el color, dos categorías secundarias desde las jerarquías académicas, rescatado aquí y allá en momentos puntuales por fanáticos del color y del natural, y de la vida, como Rubens Velázquez o Delacroix. Más que para papas, Medicis y verdaderos entendidos de arte antiguo y del anticamente moderno Tiziano había trabajado para una clientela provinciana como la veneciana, desmúsita, y para una aristocracia que se dejaba retratar por él de forma altamente halagadora. y unos príncipes de gustos septentrionales, como los Habsburgo, que lo reclamaban desde Milán, Bruse­las o Augsburgo, más que desde Ma­drid, elevándolo Carlos V a la por otra parte envidiada categoría de caballero cesáreo.

Si Leonardo había conferido nueva vida a las imágenes con el claroscuro y la expresión, y Miguel Ángel y Rafael, con sus composiciones de figuras ais­ladas o en grupo, los tres habían tam­bién sido capaces de crear un mundo paralelo de nuevas invenciones pictóricas, que procedían de sus portentosas capacidades imaginativas. A Tiziano, el más joven y el más longevo de todos ellos, le cupo la misión de llevar adelante, por más de medio siglo, hasta el año 1576, esa imaginación al reino plural y complejo, no siempre bien quisto, del color, esbozada por el pasajero Giorgione, desaparecido ya en 1510.

Tiziano creó, en primer lugar, un nuevo tipo de re­trato, en el que la inmedia­tez física, la elegancia de la pose y la dignidad del for­mato, incluso del cuerpo entero que tanto distancia, se conjugaban para halagar al retratado como miembro de una clase y como individuo, rodeado de cortinajes y co­lumnas o acompañado por un perrillo faldero. Consi­guió dar una nueva presen­cia a la pintura religiosa, creando las condiciones necesarias para ilusionar al espectador fiel con una apoteósica Asunción de la Virgen, entre rompimientos de gloria vistos desde el suelo; con una sensual y escotada Mag­dalena penitente ante un atardecer; con una estremecida y demudada Dolorosa; con un dramático, pesado y pesaroso Santo Entierro; con un nocturno y des­piadado martirio de san Lorenzo. Fue capaz de transformar la mitología, unas veces, en bellísima aunque enig­mática alegoría; otras, en una poética narración de subidos tintes eróticos, que muchos veían, con las manos en­treabiertas sobre los ojos, como imáge­nes de lujuria; otras veces, como re­construcción de un mundo salvaje y primitivo, en el que los pecados -mu­chos de la carne, pero también los de la mirada o los del arte- se pagaban de forma inexorable y cruel, como Calisto, Acteón o Marsias.

En uno de sus últimos lienzos, El martirio de Marsias (hacia 1570-1576), un autorretratado Tiziano, disfrazado a la antigua, medita sobre el suplicio del artista derrotado por los dioses; el más autorretratado de los pintores del Re­nacimiento, el más genial de los viejos de la pintura, dejaba un cuadro de bo­rrones, que muchos de sus contem­poráneos lamentaban como productode un octogenario en el ocaso de su vida y de su obra; otros ojos, más tarde, podrían verlo como una obra maestra de su estilo tardío de manchas de color distantes, y un ejemplar de la nueva ca­tegoría del arte de lo no acabado, del non finito.

Tales serían, desde el siglo XVI, los legados variados de este imaginativo pintor valiente, príncipe del colorido. Carlos V y Felipe II, y tras ellos muchos nobles, comenzaron a encargar cuadros -primero retratos, después obras de de­voción- a Tiziano desde 1532; desde 1556 se convirtió prácticamente en un pin­tor monopolizado por un solo cliente, Felipe II, a quien había empezado a en­viar por iniciativa personal, poco antes, como a un joven viudo, pintura mitológica. La mayor parte de la pintura de historia que atesora el Museo del Prado y otras colecciones españolas es, en consecuencia, tardía. Por ello, esta ex­posición se ha organizado conjunta­mente con la National Gallery, de Lon­dres, que inauguró una versión más re­ducida en febrero de 2003, y se basan en la complementariedad de ambas colec­ciones, lo que permitirá ofrecer al pú­blico una espléndida selección de más de 60 cuadros, tanto de obras tempranas, mejor representadas en el museo inglés, como tardías, de las que el Prado posee el conjunto más importante del mundo.

La exposición combinará el orden cronológico de una antológica, donde se analizará el desarrollo for­mal del pintor y el empleo de nuevas estrategias na­rrativas, con dos secciones monográficas; una está de­dicada a la pintura de des­nudos y sobre todo a la evo­lución del tema de la mujer desnuda yacente, de gran trascendencia en la pintura occidental, creado por Giorgione en la Venus dormida, de Dresde, y desarrollado en la Venus de Urbino, las dosversiones de Dánae y las diferentes aproximaciones a Venus y la música; esta sección se completará con dos poesías más: Venus y Ado­nis, del Prado, y Venus ven­dando a Cupido, de la Gallería Borghese de Roma. La segunda sección tratará sobre la manera en que Tiziano replicaba sus propias composiciones, a fin de mos­trar que, pese a su prestigio y recono­cimiento social, Tiziano nunca des­cuidó la vertiente comercial de su acti­vidad; de hecho, fue uno de los prime­ros artistas en ocuparse en paralelo de la difusión de su propia obra a través del grabado, un medio que permitía el acceso a una versión, aunque fuera mo­nocroma, de sus invenciones a un pú­blico mucho más amplio, y, al mismo tiempo, adelantarse en la edición de es­tampas a los comerciantes piratas de las invenciones ajenas. •

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La exposición de Tiziano puede verse en el Museo del Prado de Madrid del 10 de junio al 7 de septiembre. Está orga­nizada en colaboración con la National Gallery de Londres. que presentó en febre­ro pasado una muestra más reducida.

El Pais Semanal Número 1393 Domingo 8 de junio de 2003

Duelo de pintores en Nueva York



 (izquierda) GOYA "Majas en el balcón" (1812-1835, de Goya , una de las pinturas que más impresionaron a Manet. En sus cartas, el pintor hacía referencia a las "majas" como obras maestras de Goya. 

(derecha) MANET "El balcon" (1868-1869) durante unas vacaciones en B0ulogne. Se inspiró claramente en las "majas" de Goya, un tema del que hizo varios esbozos.

Manet y Velazquez, Picasso y Matisse. La ciudad de Nueva York vive esta temporada un combate apasionante entre los más grandes de la historia de la pintura. Dos exposiciones, que atraen a millones de visitantes, muestran la influencia del arte español en los pintores franceses. Por Barbara Probst Solomon

Últimamente. Nueva York vive suspendida en una especie de parén­tesis en el tiempo: a pesar de los perjuicios económicos derivados del 11-S y el desa­rrollo de una guerra que muchos neoyor­quinos no desean (en los sondeos de opi­nión pública. el Estado de Nueva York es el que se muestra más contrario al conflicto), también ocurren cosas maravillosas. En estos tiempos sombríos. de pronto tenemos la suerte de disfrutar de una de las mayo­res inyecciones de arte que jamás ha visto la ciudad, y que incluye una enorme can­tidad de valiosas obras prestadas por Eu­ropa. Nueva York se considera un islote en el Atlántico que sirve de lugar de encuen­tro entre lo mejor de Europa y lo mejor de Estados Unidos, y semejante confluencia de obras de arte en préstamo sirve para re­afirmar nuestra identidad. Estas extraor­dinarias exposiciones -Matisse Picasso, en la sede provisional del Museo de Arte Mo­derno en Queens; Manet /Velázquez. El gusto francés por la pintura española, en el Metropolitan, y los dibujos de Leonardo Da Vinci. también en el Metropolitan- son acontecimientos poco frecuentes. Estamos disfrutando de un año de especial protago­nismo español, ya que la catedral de San Juan ha contado con el préstamo de magní­ficos tapices medievales de León y Castilla y en el Museo de Historia Natural se han expuesto los restos más antiguos del hom­bre europeo (hallados en las excavaciones arqueológicas de Burgos).

Ahora bien, tengo que empezar por expresar ciertas objeciones a Matisse Pi­casso y Manet / Velázquez. Los comisarios de exposiciones tienen una tendencia cada vez mayor a manipular al público y hacer que vea las muestras a través de la gruesa lente de las palabras de una narración que necesariamente depende de las obras dis­ponibles y, por tanto. puede no ser muy apropiada.

Picasso y Matisse sabían que eran los máximos rivales en la disputa por ser el número uno del siglo XX. Picasso decía: "Una vez visto todo. sólo existe Matisse", y éste afirmaba que Picasso era el único que tenía derecho a criticarle; ambos pensaban que eran los únicos en "comprender" ver­daderamente la ola artística de su siglo. No obstante, eso no quiere decir que se copia­ran o se influyeran mutuamente en todos los momentos de su carrera (como sugiere la exposición por la forma de agrupar sus obras). La mayor parte del tiempo, cada uno intentaba huir de la influencia del otro. En la muestra falta el reconocimien­to de la influencia acumulada que tuvieron el modernismo y la revolución en todas las artes; se siente la ausencia de Courbet, Cé­zanne. Braque o Van Dongen, para no nom­brar más que a unos cuantos.

Los primeros modernos (Signac, Seu­rat, los pioneros de la fotografía) estaban influidos por el asombroso descubrimien­to matemático del siglo XIX de que no exis­tían los números enteros: siempre existe un espacio (llamado el "corte Dedekind") entre los números que puede llenarse con un número nuevo, y esos "números dis­continuos" progresan hasta el infinito. En 1905. la teoría de la relatividad de Albert Einstein hizo que desapareciera para siempre la idea de la certeza, puesto que el universo, al parecer, era un lugar incone­xo, y en ese nuevo y extraño estado de co­sas hubo que incluir el primer vuelo de avión, realizado por Wilbur Wright en 1908 y que Picasso consideró fascinante.


VELAZQUEZ El retrato de Esopo pintado por Velazquez hacia 1638 y que se conserva en el Museo del Prado, inspiró a Manet para sus cuadros de "filosofos" mendigos.


A pesar del punto de vista vagamen­te hermético de la exposición, resulta morboso y emocionante ver esta extraor­dinaria colección de arte en un gran alma­cén de Queens Boulevard. con sus bares y tiendas horteras y el viejo metro elevado que traquetea al pasar. La contundencia de Las señoritas de Aviñón, de Picasso (que quiso titularlo El burdel), está a la altura del reto de este local temporal; figura en un lugar aislado y rechaza la comparación con otros cuadros. Tal vez a Picasso le ha­bría agradado verlo en esta fábrica fea y abandonada, más próxima que el elegante MOMA al espíritu de sus días en Bateau Lavoir.

Matisse se adelantó a Picasso, más jo­ven, a la hora de llamar la atención de sus mecenas. Gertrude. Leo y Michael Stein. Los Stein compraron su Mujer con som­brero (ausente de la exposición, que, por desgracia, pasa por alto a los primeros fauves). El cuadro causó un escándalo en 1905, en la progresista exhibición de arte del Salon de Automne, porque lo conside­raron demasiado salvaje. En su excelente libro recién publicado sobre Matisse y Pi­casso, Jack Flam, el gran experto interna­cional en Matisse, destaca que en aquella época el artista "...usaba el color de una forma nueva y significativa, como un equivalente de la sensación de luz". Aun­que Picasso muy pronto adoptó una vida bohemia entre el grupo barcelonés de Els Quatre Gats y la bande á Picasso de París, su obra seguía siendo más bien académi­ca. Mientras que la actitud externa de Ma­tisse era burguesa, pero su obra, en aque­lla etapa, era espectacularmente revolu­cionaria. La conmoción de ver la escandalosa Mujer con sombrero en el sitio de ho­nor del estudio de Stein impulsó al joven Picasso a ser más audaz y estirar su ta­lento hasta el límite, pero su trayectoria se inclinaba hacia el cubismo, no los experi­mentos con el color y la luz.

Los autorretratos realizados en 1906 por los dos artistas muestran a las claras el empeño de Picasso en su investigación de la materia especial y la forma humana. que culminaría en 1907 con el cubismo de Las señoritas: el autorretrato de Matisse resulta intenso y asombroso por su nueva forma de usar la luz y el color.

Manet visitó el Prado y se quedó maravillado por el "Esopo" de Velazquez. La figura del griego fue el origen de su serie "Los filósofos" (1864-1867)

Manet sucumbió ante la belleza de las obras de Velazquez: "He visto las obras de Velazquez", escribió, "y es el artista más grande que ha habido". "Torero muerto" (1863-1864), pintado por Manet (a la izquierda), está basado en "Soldado muerto" de Velazquez.

Lo más gratificante de la exposición no son las estrellas conocidas. sino todos los cuadros que no se ven con frecuencia. Resulta curioso cómo la Mujer en un sillón de Picasso, de 1927, anuncia la pesadilla de su visión de Guernica. Al mismo tiempo, es un ataque y, en cierto modo, una usur­pación del lugar de los surrealistas. Ellos podían tener sus sombríos manifiestos, pero él tomó la delantera; la mujer de su cuadro, irregular y con la cabeza arquea­da hacia atrás, grita en un espasmo de te­rror. Dado que es muy anterior a la Gue­rra Civil española, cuando estaba con la más politizada de todas sus amantes, Dora Maar, y cuando estaba comenzando una intensa relación erótica con Marie-Théré­se Walter, la obra indica que los experi­mentos y las soluciones artísticas de Pi­casso no siempre tenían correspondencia con los acontecimientos mundiales o la es­posa o amante con la que estuviera vi­viendo en ese momento.

En 1917, el cubismo se había converti­do en la forma artística dominante, y Ma­tisse, que había abandonado ya hacía tiempo a los fauves, incorporó inevitable­mente algunos elementos a su obra. Sus magníficos Retrato de la señora Matisse, de 1913, y Retrato de Auguste Pellerin II, de 1917, reflejan su interés tardío en el cubis­mo, si bien el rostro de la señora Matisse, casi borrado y cadavérico. es señal de otra cosa más: la pérdida del interés erótico del artista por su mujer.

Hay otras joyas raramente vistas, como Mujeres con un abanico, de 1908, y Mujer con un abanico, de 1909, ambas de Picasso y procedentes, respectivamente. del Ermitage y del Museo Pushkin; sólo por ellas vale la pena pagar la entrada. Gertrude Stein dijo: "Si uno no resuelve su problema pictórico pintando a seres hu­manos, es que no lo va a resolver". En los dos retratos (la amante de Picasso, Fer­nande Olivier, y su amiga Benedetta Ca­nals se divertían disfrazándose de señori­tas españolas, con mantilla y abanico), Pi­casso combina su fidelidad a la forma hu­mana y sus experimentos de acuerdo con las ideas de Cézanne. Al destacar el rostro de la mujer y el abanico en unas variacio­nes sobre un tema cubista, Picasso funde esta tendencia con su irónica parodia del romanticismo kitsch, un subtexto antibur­gués y antiespañol.

A propósito de lo 'kitsch', estaría bien que borráramos de nuestras mentes el seductor título Matisse en Marruecos, co­rrespondiente a la exposición de Matisse reunida hace unos años en el MONTA y que hacía unas afirmaciones absurdas sobre la importancia de Marruecos y lo marroquí en la obra de Matisse, porque sacaba las co­sas de quicio. En una época anterior y más seria, Alfred H. Marr, hijo, antiguo conser­vador del Museo de Arte Moderno. escri­bió acertadamente en su Matisse. His art and his public, que el periodo 1910-1913 de­bía considerarse la etapa de Matisse en Issy, Colliure. España y Marruecos.

Se trata del periodo posfauvista de Ma­tisse, una fase llena de incertidumbre: su matrimonio iba muy mal; tuvo que aban­donar a Olga Merson, la artista rusa que era su amante y por la que estaba loco; yano vendía tanto a los coleccionistas rusos y, de los artistas importantes, parecía ser el único que seguía resistiéndose al cubismo. Pero para superar el empuje del movi­miento necesitaba reaccionar con algo pro­pio que tuviera tanta fuerza como él. Re­sulta extraño que en esa situación tan de­primente decidiera irse en 1910 -un año antes de partir para Tánger- a Sevilla, Cór­doba, Granada y Toledo, todas ellas cerca­nas a la ciudad natal de Picasso, Málaga. ¿Cuál era el propósito de Matisse?

Pintó su asombroso 'Pez de colores y paleta' en 1914, más o menos al mismo tiempo que el gigantesco Café de Marrue­cos, que no figura en la exposición, pero que nos ofrece algunas pistas necesarias sobre las inseguridades personales que es­taba experimentando Matisse (Picasso triunfaba en todas partes). La primera vez que lo vi me dio la impresión de ver la mezquita de Córdoba, con sus numerosos arcos y su gran patio cuadrado. Barr, en su libro sobre Matisse, cuenta que en el lien­zo originalmente había unos montones de zapatillas que Matisse tapó después, si bien todavía pueden vislumbrarse. Es de­cir, se trata de una mezquita, y no un café.

¿Por qué se empeñó Matisse en dar un título tan específico como Café de Marrue­cos a una obra que seguramente empezó a pintar en Córdoba, prosiguió en Francia y tenía elementos, como el pez de colores (a Matisse le gustaban los peces de colores por su luz translúcida y porque simboliza­ban la tranquilidad islámica), de Issy-les­Molineaux? El hecho de que la exposición del MOMA en Queens haya emparejado Los marroquíes, de ese mismo periodo, con Los tres músicos, de Picasso -dos cuadros maravillosos-, resulta desconcertante.

En su exposición sobre Matisse en Ma­rruecos, el MOMA aseguraba que la estan­cia del pintor en Tánger había sido funda­mental para todo su trabajo posterior, algotambién extraño, y en el catálogo actual los comisarios intentan exponer otra ver­sión discutible: califican su excursión ma­rroquí de "francamente escapista".

¿Qué ocurrió en aquel periodo? En mi juventud pasé algunos veranos en Co­lliure, con su maravillosa luminosidad, así que comparto el escepticismo de Picasso acerca de que Matisse necesitara viajar en busca de la luz: "Los elementos esenciales de luz y paisaje los podía encontrar en las orillas del Marne". En realidad, Matisse pasó casi todo el tiempo encerrado en su hotel de Tánger debido a los huracanes y la violencia -al día siguiente de que aban­donara el país, murió asesinada toda una colonia europea-, y consiguió ver poco de Marruecos. Escribió a su casa: "Mientras te escribo, llueve con más fuerza que nun­ca... ¡Ah, Tánger, Tánger! ¡Me gustaría te­ner el valor de largarme!".

Creo que el cuadro fundamental del pe­riodo de Tánger es Naturaleza muerta con cesto de naranjas (que figura en el catálo­go, pero no en la exposición); es el que me­jor explica a Matisse en esa época y el que mejor explica la relación entre los dos ar­tistas. Matisse pintó las Naranjas en su abarrotada habitación / estudio del hotel de Tánger en 1912, con un mantel de flores que es tan español como marroquí. En las Naranjas, Matisse consigue unir los des­cubrimientos de Cézanne con sus avances sobre la luz y el cubismo de Picasso. En 1942, Picasso luchó hasta comprar las Na­ranjas y nunca lo cedió a nadie. Su afir­mación de que el cuadro de las Naranjas era, en el sentido más profundo, suyo se debía seguramente a que sabía, instintiva­mente, que Matisse, en sus dos años de errar por Andalucía y Tánger. no había de­jado de pensar en él. Tal vez nunca sepa­mos por qué, a una edad más avanzada, es­tos dos poderosos personajes se emociona­ban tanto con las naranjas que Matisse re­galaba cada Año Nuevo a Picasso. O si don­de Matisse vio por primera vez patios de naranjos fue en Andalucía, delante de la mezquita, o por qué tenían tanta impor­tancia las naranjas; lo que importa es que tanto Picasso como Matisse consideraban que Naturaleza muerta con cesto de naran­jas les representaba a los dos.


Santa Catalina en dos versiones: a la izquierda, la del francés Delacroix (1824); a la derecha, el cuadro pintado por Alonso Cano (1601).


"El enano don Diego de Acedo, el primo" (1636), de Velazquez, y "Retratro de un niño", pintado por Manet hacia 1861.


El retrato ecuestre del Conde-Duque de Olivares, pintado por Velazquez hacia 1622, una de las joyas del Prado, inspiró una de las pinturas más conocidas de Napoleón. El francés Jacques-Louis David le representó cruzando los Alpes en este óleo de 1800-1805.

Al reunir Manet / Velázquez. El gusto francés por la pintura española, el Metro­politan Museum se enfrentaba a un pro­blema delicado. La exposición procedía de Francia. donde el hecho de que los artistas franceses del siglo XIX descubrieran con retraso a los artistas españoles resulta lógico, aunque no sea una idea muy nueva. La convicción francesa de que su nación, mejor dicho. París, era el centro de la cul­tura, y España era una cosa "exótica" -de ahí "Europa acaba en los Pirineos"-, desde luego, fue un obstáculo para que cono­cieran a los artistas españoles. Pero Esta­dos Unidos era un país nuevo, y la idea de que Europa acababa en los Pirineos no era una idea americana. En el siglo XIX, no­sotros no poseíamos grandes obras de arte propias que tuviéramos que proteger, y los estadounidenses cultivados y con la suer­te de poder viajar a Europa hacían un grand tour exhaustivo en el que devoraban todo: el mejor arte flamenco, holandés, ita­liano, español y francés. Con todo esto pre­sente, el Metropolitan tomó la decisión in­teligente de omitir a los segundones fran­ceses que imitaban el arte español y que habían estado incluidos en la exposición de París (de todas formas, la muestra es in­mensa), y concentrarse en magníficas obras de primera categoría. Y el resultado es asombroso, con un catálogo espectacu­lar que va mucho más allá de los cuadros presentes. En total hay 90 cuadros españo­les, de Ribera, Murillo, uno de El Greco. Velázquez, Zurbarán, Goya, uno atribuido a Claudio Coello y varias pinturas del ta­ller de Velázquez.

A comienzos del siglo XVIII, sor­prendentemente. no existían casi cuadros españoles en Francia. En su tratado de pintura de 1688, André Felibien escribía: "No recuerdo haber oído hablar de ellos [los artistas españoles]: ¿es porque no ha habido grandes pintores en su país?". (Ca­lificaba a Velázquez de desconocido). En 1861. los hermanos Goncourt sólo nom­braban a dos grandes pintores. Rembrandt y Tintoretto; sin embargo. en 1889 se había producido un tremendo cambio de gustos, y la lista de los mejores de Edmond Gon­court incluía a Rembrandt, Rubens y Ve­lázquez (en 1857, Théophile Thoré ya ha­bía reconocido a Velázquez como "el pin­tor de los pintores").

La valoración de Murillo y el alto pre­cio asignado a su obra, al principio, se de­bió a los coleccionistas ingleses, que iban directamente a España a comprar sus cua­dros: su obra influyó enormemente en Gainsborough y Reynolds. La reina Catali­na de Rusia también recorrió toda Europa para construir su gran colección. Los fran­ceses empezaron a coleccionar arte espa­ñol en la primera mitad del siglo XIX (el Louvre pagó el precio más elevado hasta entonces por La Inmaculada Concepción de Murillo). Hubo muchas razones para que los franceses permanecieran durante tan­to tiempo en la ignorancia respecto al arte español pero de pronto decidieran aficio­narse a él; entre otras cosas, que las gue­rras habían vaciado las arcas francesas y por tanto, su posibilidad de comprar arte era limitada. En Francia no podía verse mucho arte español. Los franceses, al prin­cipio, habían despreciado el realismo, pero el Renacimiento, el gran periodo del arte italiano. había terminado, y los artistas franceses del siglo XIX estaban decididos a encontrar una nueva ruta para el futuro. El realismo español, con sus enérgicas pin­celadas y sus pintores geniales, había sus­tituido a las superficies de porcelana tan populares en Italia durante el periodo renacentista y, con ello, abría de pronto nue­vas posibilidades llenas de dinamismo.

Las primeras salas de la exposición consisten en una muestra maravillosa de arte español: El mendigo, de Ribera; Esopo, de Velázquez (que inspiró El mendigo de la capa, de Manet); Ecce Homo, de Murillo. y Majas en un balcón, de Goya, son cuadros muy alejados del Renacimiento. Los astu­tos y extraordinarios ojos del chico son­riente y habilidoso en el Chico con perro, de Murillo (prestado por el Ermitage), poseen la sensibilidad de pícaro del Lazarillo de Tormes. no el idealismo abstracto de la es­cultura griega. No estamos en el mundo de Corneille y Racine, con sus raíces helenís­ticas. sino en el de Cervantes y Lope. en el que el hombre. con su rudeza, sus verru­gas, sus miserias. esperanzas y astucias, constituye el centro de gravedad. A la son­risa astuta del murillo le sucede la extraña mueca del Demócrito de Velázquez. con la mano que indica el globo terráqueo. En el magnífico Retrato ecuestre del Conde-Duque de Olivares (posteriormente imitado por Jacques-Louis David en Napoléon en el paso de los Alpes, que figura en el catálogo, pero no en la muestra). España es dueña del mundo. España tenía las dos cosas: los pícaros y el Sacro Imperio Romano.

La maravillosa exposición que hace unos años reunió en el Metropolitan obras de Zurbarán poco vistas, bajo los auspicios del Banco de Bilbao. tuvo la mayor afluen­cia de periodistas en la historia del museo y contribuyó enormemente a poner de moda al pintor, al que los surrealistas ya habían reivindicado como precursor por sus superficies planas. Ahora vuelven a verse sus estudios íntimos de Santa Lucía y Santa Casilda: dos obras maravillosas que es preciso contemplar con la misma serenidad con la que se ve un vermeer. Goya siempre ha sido un Dios para los ar­tistas estadounidenses; me pareció contar 34 goyas en la exposición, incluidos mu­chos Caprichos. Ahora bien, el verdadero milagro. para los neoyorquinos, es que el Prado haya prestado La pradera de San Isidro. Y el provocador Las viejas está en el catálogo, pero no en la exposición.

Luego llegamos al soberbio 'Los ca­balleritos', de Manet (una copia de Reunión de caballeros, de Velázquez). La ma­yoría de los cuadros son de tema español: Mademoiselle Victorine vestida de torero, La plaza de toros de Madrid, Un torero, Baila­rina y majo, Emilie Ambre vestida de Car­men, El guitarrista, Prado II. La infanta Margarita (copia de Velázquez) y Lola de Valencia: Serenata. Ahora bien, más im­portante que la evidente "españolidad" de Manet es el hecho de que el siglo XIX fue el periodo crucial en el que, para dar un ver­dadero avance. Manet, Delacroix, Géri­cault, Courbet y Degas (todos bien repre­sentados en la muestra) tuvieron que re­currir a las técnicas, la sensibilidad y la maestría de los artistas españoles.

El Metropolitan ha creado además un excelente e innovador sitio web (www.met­museum.org) que sigue el recorrido de ar­tistas estadounidenses presentes también en la exposición. como Mary Cassatt, Tho­mas Easkins, John Singer Sargent y Wi­lliam Merritt. La página web cuenta con una cronología histórica y cultural de los años 1790-1898, una interesante reproduc­ción del Prado tal como lo vio Manet y una galería comparativa en la que se incluyen cinco galerías interactivas que nos permi­ten cotejar uno a uno los cuadros france­ses y estadounidenses con las grandes obras españolas. •

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

'Manet Velázquez' puede verse hasta el 8 de junio en el Metropolitan de Nueva York. `Matisse Picasso' estará en el MOMA de Queens, Nueva York. hasta el 19 de mayo.

El Pais Semanal número 1385 Domingo 13 de abril de 2003

lunes, 2 de mayo de 2011

Batman Año Uno por Álvaro P. Ruiz de Elvira






Se convertirá en el mejor luchador contra el crimen que ha conocido el mundo… No será fácil.

(Batman Año Uno - Frank Miller)

El próximo Batman no será (todavía) el de Christopher Nolan y Christian Bale. Ni lo veremos en los cines. El próximo Batman será animado, el que Frank Miller (Sin City, 300…) reinventó sobre el papel en 1988 (tras la vuelta de tuerca que supuso El caballero oscuro en 1986) y que será uno de los siguientes lanzamientos al mercado de DVD y televisión de DC y Warner. La adaptación de Batman Año Uno de Miller se suma así a las películas que desde 2007 tan bien están funcionando en el mercado casero como La Liga de la Justicia: La nueva frontera, Wonder Woman o Superman/Batman: Apocalipsis, entre otras. El Comic Con de San Diego del próximo verano será el lugar en el que se presente la película.

El cómic de Frank Miller (guión) y David Mazzucchelli (dibujo) cuenta dos historias que acaban confluyendo. La de cómo el joven ricachón y playboy Bruce Wayne se convierte en Batman y la de la llegada a la corrupta Gotham del teniente Gordon. Entre medias se atisban personajes clave como Selina Kyle / Catwoman o Carmine Falcone. El Hollywood Reporterha sacado las primeras imágenes en exclusiva que puedes ver abajo

De las 10 películas que Warner y DC han sacado en DVD, solo en EE UU se han vendido casi cinco millones de copias, recaudando 46 millones de euros. Son películas de hora y media de duración que adaptan cómics ya existentes, o al menos se inspiran en ellos:

La muerte de Superman La Liga de la Justicia: La nueva frontera Batman: Guardián de Gotham Wonder Woman Linterna verde: Primer vuelo Superman/Batman: Enemigos públicos La Liga de la Justicia: Crisis en dos tierras Batman: Capucha roja Superman/Batman: Apocalipsis Superman viaja al sol

Batman Año Uno estuvo a punto de convertirse hace años en una película de acción real dirigida por Darren Aronofsky (Cisne negro) con guión del propio Miller. Pero finalmente Warner se decidió por la versión de Nolan…

Y ahí no acaba, uno de los próximos proyectos de DC y Warner es adaptar la obra maestra de Miller sobre Batman, El regreso del caballero oscuro. Es una novela gráfica épica y complicada que presenta a un Batman retirado y ya madurito en el ocaso de su existencia como superhéroe. Palabras mayores.