domingo, 10 de septiembre de 2017

Delano / Pugh ANIMAL MAN

 Lorenzo Díaz





Ediciones Zinco


La irrupción en el mercado americano de un autor como Alan Moore, culto, inteligente y con un profundo conocimiento del idioma, abrió la puerta a otros autores ingleses también dominadores de ese medio difuso y difícil que es la historieta, cuyo talento sólo era conocido hasta entonces por el público inglés. De todos los que salieron a la luz, hubo uno que destacó por encima de la competencia y calidad de sus compañeros: Jamie Delano. Sugerido por Alan Moore para contar las historias de su personaje John Constantine en la colección Hellblazer, Delano destacó rápidamente por su control del idioma, su habilidad para retratar atmósferas tenebrosas y por su capacidad para inspirar horror, asco o desagrado. Cosas, todas ellas, muy agradecidas en una publicación que se supone de horror. En él descubrimos también a un guionista que, pese a dominar menos trucos que Moore, escribía mucho mejor que él, y hacía sudar tinta a los que leemos en inglés.

Pese a despistes ocasionales (su serie Mundo Sin Fin es muy desigual, y su final decepciona e invalida el resto de la obra, pese al elevado nivel literario que contiene), su aparición en la serie de Animal Man daba buena    espina    a    sus    seguidores.    Y  efectivamente así fue. Dejando atras la etapa pirandelliana de Grant Morrison (1-26 de la colección española), o la psicodélica y banal de Tom Veitch (30-50 de la colección americana), Delano ha optado por realizar historias de profundo corte ecológico y humano, repartiendo el protagonismo de la serie entre todos los miembros de la familia de Buddy Baker, alias Animal Man.

La historia que aquí nos ocupa engloba sus primeros siete números, y demuestra los registros de Delano y el control que tiene sobre los mismos. Empieza como un relato de hijo extraviado, para convertirse en un relato de horror con la muerte del protagonista y sus intentos para resucitar; sigue con la lucha de su familia para adaptarse a su pérdida, alternando con el retrato de un perturbado asesino en serie (raptor del hijo desaparecido), y rematando con una loa al amor en pareja. Todos los elementos se combinan milagrosamente para dar una historia coherente que, además, es una parábola de la evolución, y un canto a la naturaleza realista y cruel que no es blando, ni cursi, ni manido, ni se abandona a Greenpeace. Además, Delano hace algo muy extraño, a lo que nos tienen poco acostumbrados los tebeos, el cine o la televisión: crear una familia de individuos con entidad propia, que es feliz y que no tiene nada que ver con la típica familia a la que estamos mal acostumbrados. Lo que en otro serían problemas a resolver (un hijo con tendencias sádicas, una hija desplazada por ver el mundo de una forma distinta, una suegra a la que no le gusta su yerno, y un marido voluble en el que cuesta confiar por ser demasiado buena persona), aquí se consideran elementos cotidianos con los que hay que convivir, no que hay que cambiar. Y lo mejor es que, pese a lo que diga el título (y esto lo digo más por los episodios inéditos en España que por lo contenido en esta saga, aunque sea algo que se apunta), el auténtico protagonista de la serie es Ellen Barker, la esposa, mujer autosuficiente, inteligente y capaz, que, además, es quien aporta los garbanzos a la familia, Así que, para colmo, es un tebeo feminista.

Steve Pugh, el dibujante, es mediocre y tirando a malillo, pero eficaz, ilustrando aceptablemente la compleja maquinaria naturista de Delano, uno de los pocos guionistas que consiguen alargar las historias haciéndolas densas hasta cuando parece no pasar nada.




Fontanarrosa BOOGIE EL ACEITOSO


Pepe Gálvez




Ediciones de la Torre

Si no juzgáramos a los personajes más que por su simple apariencia, Boogie podría ser simplemente un estereotipo más de los que se forman al amparo de los códigos de genero, en este caso el negro, que vive del cultivo de referencias más o menos anecdóticas, más o menos brillantes. Pero este antihéroe no es de los que persiguen el refugio, o la esclavitud según se mire, de las referencias culturales. En primer lugar porque su humor, es decir, la justificación de su existencia, se desarrolla en el ámbito de la actualidad, en medio de la relación establecida entre el desarrollo de la realidad y su transformación en un mensaje, con el que se nos instruye oficialmente acerca de cómo es el mundo en el que vivimos. Pero es que además él, al igual que Makinavaja, es un personaje comprometido con su tiempo y con su gente, aunque su compromiso sea involuntario e inevitable, porque, sin ese tiempo y sin esos arquetipos que le rodean y le relacionan, solo sería un simulacro de ficción. El aquí y el ahora, un aquí cosmopolita y un ahora de prorroga continua, son los vectores dramáticos que impulsan las historietas de Boogie desde la anécdota hasta la condición de símbolo. Porque vivimos días en que el miedo se ha constituido en una condición vital, nos alimentan con el temor de que oscuras fuerzas malignas acaben con nuestra precaria y gozosa condición de poblador de segunda del primer mundo, nos rodean con los fantasmas de las excrecencias del desorden social, y nos colocan la sombra amenazadora de un psicópata como ángel de la guardia . Pero ya esta bien de jugar con monstruos de plástico, aquí esta Boogie el Aceitoso, un dechado de violencia fría, una máquina de destrucción de profesional eficacia que está al servicio de quien debe estar, del Poder. Desde esa proximidad a nuestro centro de gravedad social, las historietas de Fontanarrosa nos muestra las diferentes capas que componen su presencia, que se superponen a la esencia de la realidad, una esencia en este caso abstraída de condicionantes localistas y de facilidades costumbristas, que no son necesarias para aquel que vive en el núcleo del imperio yanqui. Desde esa privilegiada situación, la panorámica que ofrecen las relaciones entre los humanos en este fin de milenio son ricas y variadas, aunque también podrían ser pobres y monótonas, porque no nos podemos olvidar de la existencia de ese señor llamado Fontanarrosa, que ejerce de autor, y que es el que elige situaciones representativas y actuales, que las desborda hacia el absurdo, que las alimenta con unos diálogos escuetos, pero siempre saturados de vitriólica acidez y de asegurada eficacia dramática, y que las remata con un gag en las que el cinismo reconcilia absurdo y realidad. Alrededor de la mole indiferente del psicópata profesional que es Boogie, vemos pasar figuras anónimas, aunque socialmente identificables,que representan papeles ya conocidos, aunque con ligeras variantes, que van derivando a través de ácidos ejercicios de ironía, hacia la desmitificación más cruda y pura, lo que es justo y necesario. Y todo ello, desarrollado en el espacio de una página, en la que se apretujan un buen puñado de viñetas, dotadas de su correspondiente dosis de expresivas y verosímiles caricaturas.
Finalmente, destacar un detalle de este álbum que es bastante excepcional en la edición de hoy en dia, y es el de que acompaña suficiente información al lector acerca del personaje y de su autor, cosa que se agradece .



F. de Felipe MARKETING & UTOPÍA

Carlos Portela




 Ediciones Zinco

Fernando de Felipe es un autor al que se nota que le gusta lo que hace, y que tiene gran respeto por el lector. De Felipe es, además, uno de los pocos casos, escasísimos me atrevería a decir, de autor con conciencia de que un álbum debe, o debiera, ser algo más que un mero juntar y retapar las páginas publicadas bajo un mismo epígrafe en un montón de revistas de numeración normalmente correlacionada. Y esto es algo que todo aquel en cuyas manos cae alguna obra de este autor agradece. Marketing & Utopía made in U.S.A. no es una excepción.

Supongo que todo se debe a tener el concepto claro desde el comienzo: se trata de un álbum sobre la publicidad, pero no sobre la publicidad en abstracto, sino como un aspecto más de nuestras vidas, casi como la amistad, el amor, la comida o la muerte. La publicidad distópica de ese caleidoscópico mundo feliz, futuro del que De Felipe lleva mostrándonos distintos aspectos desde aquel ADN realizado en compañía de Oscaraibar, hermano en ciertos aspectos del posterior S. O. U.L., primer fruto de la colaboración con Jaime Vane, y que parece ser una de las temáticas más caras del autor. Uno de los pocos, otra vez, que ha conseguido sobrevivir a las sucesivas cribas que ha sufrido la ciencia ficción en nuestro país en los años más recientes.

De Felipe es un autor capaz de mantenerse receptivo a todos los estímulos audiovisuales con que nos bombardean los distintos medios de comunicación, tamizarlos por su personal filtro, y vomitarlos de nuevo, plenos de frescura y con una buena dosis de malsana ironía, para que después sean deglutidos por el lector en pequeñas pildoras de éxtasis historietístico. Hay que tener cuidado, De Felipe crea adicción. Y crea adicción porque sus historias nunca aburren, siempre nos dejan con ganas de más, al ser concebidas siempre contando con la inteligencia del lector. Y no hablo del caudal de guiños y referencias que pueblan sus historias, cuyo descubrimiento resulta un placer para el aficionado, siempre con la sabiduría suficiente como para que no resulten un obstáculo a la concepción y al desarrollo de la trama, con la astucia de no emitir sentencias categóricas con sus historias; más bien todo lo contrario, finales donde la guinda la debe aportar un lector activo, como activo, en relación a cómo se encara el trabajo creativo, es De Felipe. Hablemos ahora más concretamente de la obra, realizada a lo largo de tres años, periodo noventa-noventa y dos. Surgió primero como una isla a donde poder acudir a descansar de los otros proyectos que, por aquel entonces, estaba realizando. Lo primero fueron los anuncios de una página, creando el marco de referencia para el posterior encaje de las historias, dejando casi que el álbum fuera tomando forma por sí mismo, para luego, también de forma reposada, ir saliendo a la luz las historias, como si no quisiese que el lector se diese cuenta. De Felipe había preparado los anuncios con una clara doble intención: por una parte, crear el marco de referencia a las historias y, por otra, dinamizar las mismas, intercalando los distintos anuncios en el álbum. Incluso la manera de presentar tanto el prólogo como el epílogo resulta un acierto; apostaría a que más de uno los ha pasado por alto.

En cuanto al aspecto puramente gráfico, y aún habiéndose realizado a lo largo de tres años, no se perciben grandes diferencias de estilo entre las distintas historias; todas son del clásico barroquismo al que el autor nos tiene acostumbrados. Observando cualquier página del álbum es fácil comprobar que suele intercalar grandes viñetas de apertura de secuencias o de situación, con planos medios o cortos con los que hace avanzar la acción. Un esquema de fácil comprensión, a pesar de lo vertiginosas que puedan resultar las páginas en una primera aproximación.

Resumiendo: un trabajo excelente que no hace sino confirmar a Fernando de Felipe como uno de los grandes autores españoles de la actualidad, y como un verdadero puntal de la ciencia ficción historietística. Un álbum que realmente se agradece. Esperemos que cunda el ejemplo.





Alan Davis EXCALIBUR


C. Edén







 Comics Forum

El retorno de Alan Davis a Excalibur, la colección que consagró su fama en los Estados Unidos, y, subsiguientemente, en el resto de colonias marvelianas, sobrevino a consecuencia del destronamiento de Chris Claremont, el hasta entonces rey de las colecciones protagonizadas por imitantes, las punteras de la casa, tras sus largas décadas de gobierno.

Es difícil conocer con certeza los motivos que condujeron a este particular golpe de estado, pero no resulta descabellado, para cualquier observador atento, imaginar que no fueran otros que los de imponer los criterios de los que se habían convertido, ya entonces, en nuevos ídolos de masas de la escena del comic-book: Lee y Portaccio. Con toda seguridad, Tom DeFalco se habrá arrepentido un millón de veces de su decisión de apoyar a los niñatos coreanos, en detrimento de el veterano británico.

Pero, aparte de las consecuencias comerciales de este advenimiento del fenómeno de los dibujantes super-estrella (y con super-ego), consecuencias que no son exactamente el que Marvel pierda o deje de ganar dinero, sino el que otros empiecen a ganarlo también, y en cantidades  considerables.  Mucho más  importantes son las consecuencias artísticas. Prácticamente todo lo que produce Marvel estos días es basura.

Tan solo dos nombres merecen ser respetados por su trabajo durante el pasado y lo que llevamos de este año: Davis y David. Los dos davides, dos creadores dignos, mucho mas modestos que sus colegas coreanos, con los cuales, recordemos, compartieron los honores de ocupar los huecos dejados por Claremont y su mano derecha, la Simonson. No por casualidad, sino porque ambos son, también, fan favorites. Lo cual demuestra una vez más, que el ser popular o comercial no esta reñido con la calidad.

A eso juega Alan Davis. Davis es, a juicio del que suscribe, y a tenor de mis limitados conocimientos, el único discípulo de Neal Adams que ha alcanzado relevancia artística (siendo condescendiente, aceptaría que Sienkiewickz, en algún punto de la evolución entre su etapa clónica y la más personal, produjo cosas interesantes, de inspiración adamsiana).

Davis es uno de los ilustradores más exquisitos que han pasado por el campo de los comic-books, sobre todo en su recreación de la figura humana. Sus hombres y mujeres son de una hermosura lujuriosa. Figuras sublimadas que transmiten oleadas de poder desbordado y sensualidad rampante. Ademas, Davis es capaz de conjugar su realismo épico con buenas dosis de humor y caricatura, que contribuyen notablemente a la humanización de los personajes.

Estaban por descubrir, y lo hemos hecho en esta, su segunda etapa en el título, sus posibles valores como escritor. Habíamos tenido un adelanto de ellos en el prestige de Lobezno, que realizara, un tiempo antes, en colaboración con Paul Neary. Un presagio de lo peor, porque, posteriormente, comprobaríamos que cuando más patina el Davis guionista es cuando se pone metafísico. La etapa Claremont de Excalibur, con todo y ser de lo mejor de este autor, no admitía calificativo mas allá del de correcta, así que no lo tenía Davis muy difícil para mejorarlo. Y no pasaba, esa mejora,por recuperar todas las líneas arguméntales iniciadas y no acabadas por Claremont. Bastaba con que hiciera lo que ha hecho. Abundar en el lado humano de los personajes, librarles del amaneramiento claremontiano (y de la imbecilidad de sus continuadores) y aligerar, mediante inyecciones de buen humor, el lastre de los rollos pseudo-cientificomísticos de la serie.

Sopesando pros y contras, Davis sale bien parado, como un guionista más que bueno; que, cuando acierta, hace tebeos que se leen a gusto,y que podría aspirar a expandir sus horizontes, más alla del guetto de los superhéroes.

Por desgracia, a las primeras de cambio, nos ha demostrado que no esta interesado en dar ese paso (próxima parada:ClanDestine). Como siempre, los que salimos perdiendo,somos los lectores.





TODOS LOS DÍAS SON AYER


La vida es buena si no te rindes, obra cumbre del historieta Seth —y del cómic del último cuarto de siglo— se reedita en castellano. Mientras, su autor reniega de nuestra época

•   GUILLERMO ARENAS
Si existe un gen de la nostalgia, yo lo tengo". Gregory Gallant (Ontario, 1962), el hombre al que el mundo del cómic conoce como Seth, no tiene ningún reparo en admitir su naturaleza anacrónica. Su aspecto —trajes holgados, sombreros, gafas redondas...— lo es. Las referencias que le empujaron a dibujar —el primer Spider-Man, los Peanuts...—, también. Incluso su casa, como se puede comprobar en el documental Seth's dominion, parece conservada en ámbar desde algún momento indeterminado de mitad del siglo pasado.

"Soy una persona que mira hacia atrás de manera natural y encuentra placer en ello", explica a través del correo electrónico, su única concesión al presente. "Supongo que tiene que ver con haber crecido con unos padres tardíos y todas las historias de su infancia que me contaban. Nuestra casa estaba repleta de objetos de los años 30 y 40. Eso me parecía lo normal. Con el paso del tiempo, cada vez me resulta más obvio que no conecto con los gustos actuales, y me sorprende más que la gente no prefiera los estilos y las texturas de mediados de siglo".

No resulta extraño entonces que, en el altar del cómic contemporáneo, Seth se asocie inmediatamente a la nostalgia de la misma forma que a Charles Burns se le vincula con lo onírico y lo grotesco, o que Chrls Ware nos hace pensar al instante en pequeños y minuciosos universos propios. El dibujante canadiense se ganó en buena parte ese reconocimiento gracias a La vida es bueno sí no te rindes, su historia semiautobiográfica de 1996 que ahora reedita Salamandra Graphic. "Para ser sincero, ya no tengo la sensación de haber escrito ese libro. Es la obra de alguien joven", confiesa su autor. "Me siento mucho más cómodo conmigo mismo ahora, en la mediana edad. Probablemente estaba destinado a ser una persona vieja".

Aunque él prefiera no revisar su obra, en Lo vida es buena si no te rindes se encuentran la mayoría de los elementos que componen el universo Seth: inadaptación, obsesión con el pasado (en este caso, con un misterioso ilustrador del New Yorker) y un tono confesional que, en otras de sus historias, le ha llevado a contar cómo perdió la virginidad o una ocasión en la que recibió una paliza por su aspecto físico. "Aprendes una barbaridad sobre ti mismo escribiendo de manera autobiográfica", defiende él. "Como con el psicoanálisis,empiezas a ver patrones en tu comportamiento y tu forma de pensar. Sobre contar detalles íntimos, mi intención es poder hablar de cualquier cosa que crea necesaria para la obra. El límite lo pongo en desvelar secretos de otras personas o en hacer algo que pueda herirlas. Intento evitarlo, y casi siempre lo consigo".







El mundo de Seth, nostálgico y un poco neurótico, en La vida es buena si no te rindes.



Otras veces, él se ha encontrado en el otro extremo de la historia, cuando sus amigos Joe Matt y Chester Brown le han utilizado como personaje (a veces, de forma nada halagadora) en sus cómics. "Al principio resulta extraño, pero te acostumbras", asegura. "Me gustaba cómo me presentaba Matt, como alguien miserable. Tenía razón, yo era bastante desagradable con él casi siempre. Ahora soy más amable". Entre ellos crearon algo así como un ménage a trois emocional en viñetas, basado en las confesiones vergonzosas, la crítica destructiva y, en definitiva, la amistad verdadera. "Todavía les quiero como a hermanos, aunque no nos vemos mucho", admite Seth. "Joe vive en Los Angeles y hace unos años que no le veo. Además, nunca uso el teléfono, así que es difícil mantener la comunicación. Chester vive enToronto, a una hora de aquí, pero ya casi nunca voy a la gran ciudad. Los echo de menos y ningún nuevo amigo podrá reemplazarles. Algunas amistades se convierten, simplemente, en las únicas amistades".

Ahora Seth trabaja en una nueva obra autobiográfica, Nothing lasts. "Estoy intentando contar la historia de mi vida de manera muy orgánica, como en una conversación, con la arbitrariedad y la vaguedad con la que funciona nuestra memoria", detalla. Y lo hace, como era de esperar, intentando evitar la época que le ha tocado vivir. "Me alegro de estar desconectado del mundo actual", sentencia. "Intento vivir lo máximo posible en el plano físico. No tengo móvil, y nunca lo tendré si puedo evitarlo. Cuando salgo de casa quiero estar ilocalizable. Quiero retener algunas de las cualidades de la soledad y la introspección que existían antes de esta era. Con Internet ya nadie tiene la posibilidad de aburrirse, y hay algo de terrible en eso".

Pese a esta postura aislacionista, Seth se muestra consciente de estar viviendo en una fantasía, un mundo idealizado y hecho a su medida. "Es cierto que veo el pasado con unas gafas que tienen un cristal de color rosa", admite, "pero el otro cristal es transparente". "El pasado no es una edad dorada, como tampoco lo es el presente", continúa. "Soy una persona de esta época, me guste o no, y no me sentiría cómodo viviendo con las costumbres sociales de los años 50, por ejemplo. Lo que lamento es que se hayan perdido ciertos elementos culturales y estéticos de mediados del siglo XX, esa formalidad y ese artificio de aquella época. Por supuesto, esos tiempos eran tan conflictivos y caóticos como los actuales, pero el pasado siempre parece mejor porque es algo que está congelado, en la distancia". Llámalo fantasía o autoengaño, pero él ha encontrado el lugar en el que se siente en casa. Hasta es capaz de resumirlo en una sola frase: "Me gusta vivir en el presente, pero pensar en el pasado".











La vida sigue estando bien

"Es un poco doloroso revisar mi trabajo. Mis dibujos jóvenes resultan extraños a mis ahora viejos ojos". Aún así, Seth es consciente del lugar que ocupa La vida es buena si no te rindes para sus lectores: "Es el libro que un mayor número de gente parece preferir de entre todos los míos, así que me siento agradecido". Mientras Salamandra Graphic reedita su obra más conocida, él sigue trabajando. "Lo que está por llegar siempre parece más prometedor que lo que ya has terminado", concluye.


El  Pais. Tentaciones Nº28. Septiembre 2017

sábado, 9 de septiembre de 2017

Calpurnio EL BUENO DE CUTTLAS

Antonio Trashorras


 Librería Makoki


Andaba yo terminando la E.G.B. (¿se llama todavía así?) cuando, por suerte, colisioné con una nutrida panda de chavalotes que también le pegaban duro a esto de la historieta. A menudo nos reuníamos en un parquecito (con yonquis y todo, ¡jo!) para contarnos nuestras movidas y tal; cada uno con sus tebeos a cuestas, casi como un rebaño de ancianos enfermos en la sala de un hospital, enseñándose unos a otros cicatrices y comparando sus achaques. Nuestras lecturas, vistas así en conjunto, resultaban de un heterogéneo que tiraba de espaldas (unos no salían de los superhéroes, otros del rollo underground o así, algunos solo leían cosas adultas del Toutain... y yo, como siempre picoteando), pero aún así existía un cierto consenso (entonces estaba de moda decir eso) respecto a lo que todos considerábamos un "buen dibujo" y, por consiguiente, un "buen comic". Por ejemplo, al margen de las debilidades particulares.Corben, Liberatore, o Altuna, gustaban a todos, y Segrelles a casi todos (a mi no me miren). En cambio, gente "rarita" como Alberto Breccia (Brrr, tanta mancha...), Gallardo o incluso el festivo Mariscal no es que fueran muy populares, no eran "buenos dibujantes", vaya. Como se pueden imaginar, la aparición repentina de las increíbles historias de El Bueno de Cuttlas (acompañado por sus inseparables Jim El Negro, Mabel La Bella y Rosario La Yegua) en la revista Makoki, cayó en aquel grupete de enteradillos como una auténtica bomba. Las sintéticas, espontáneas y, sobre todo, hilarantes historias pergreñadas por ese desconocido caradura llamado Calpurnio dinamitaban, de golpe y porrazo, gran parte de los prejuicios estéticos y narrativos sobre los cuales se asentaban nuestras frágiles certezas viñeteras.Al menos a mí, las mínimas peripecias de este vaquero con cara de nada me sirvieron para comenzar a cuestionarme qué era realmente una "buena historieta", para investigar porqué aquellas historias tan "simples y mal dibujadas" (o eso nos parecía) resultaban tan milimétricamente divertidas y, sobre todo, para empezar a reflexionar, de forma primitiva, sobre las interacciones entre los diversos componentes icónico-literarios de los tebeos, sobre la composición interna de la viñeta, sobre la narrativa visual, el ritmo, etc, etc, etc.

La salida, por fin este año, del álbum recopilatorio de las primeras peripecias del carismático monigote (convertido ya en estrella cinematográfica y, pronto, televisiva) de este maño de 34 años, ha sido para mí como reencontrarse con un viejo amigo de infancia. Ahora, con más años y menos dioptrías, he descubierto en la relectura de aquellas casi geniales historias, elementos que en su día difícilmente podía haber percibido. Por ejemplo, la inteligencia y el cariño con que Calpurnio (A.K.A. Eduardo Pelegrín) subvierte algunas de las constantes temáticas y estilísticas del western clásico, sin traicionar en ningún momento sus coordenadas genéricas; los sorprendentes hallazgos rítmicos que es capaz de obtener del plano fijo general, o algunas intuiciones en cuanto al montaje, que de seguro dejarían patidifuso al mismo Anthony Mann.

Mas, por encima de consideraciones técnicas, lo que sigue brillando con intensidad en El Bueno de Cuttlas (además de su carisma), es el homenaje suave, la refrescante vitalidad de ese héroe de mentira, autoconsciente; la total ausencia de ornato que convierte estas pequeñas piezas, desnudas de firuletes y veleidades estéticas, en ejemplos de narración en estado puro.Un álbum idóneo para sacudirse la falsa gravedad que algunos insisten en echarse sobre los hombros. Se los compren ya, leñe.




Enki Bilal FRIO ECUADOR

Jaime Vane



Norma Editorial


Frío Ecuador (1992) es la última entrega de la trilogía iniciada con La Feria de los Inmortales (1981), en la que se narra lo que fue de Alcide Nikopol desde el momento en que el dios Horus quiso hacer servicio de su cuerpo, hasta el momento en que se vio obligado a abandonarlo.

En La Feria de los Inmortales, Alcide Nikopol, hibernado y viajando por el cosmos desde 1993, aterriza en el París del 2024, gobernado por el fascista Jean-Ferdinand Choublanc. Sobre París está la nave sin combustible de los dioses, quienes negocian con Choublanc mientras Horus, uno de ellos, se hace con el cuerpo de Alcide, lo despierta, lo habita a ratos y le confiere en esos momentos extraños poderes, que les sirven a ambos para hacerse con el gobierno. Luego, Alcide enloquece y recita versos de Baudelaire.

El relato de La Mujer Trampa (1987) se inicia en febrero del 2025. Alcide está en un centro psiquiátrico. En Londres está Jill Bioskop, periodista. Aparentemente, el novio de Jill es asesinado y ella empieza a consumir unas pildoras cuyos efectos desconoce, y que la sumen en un letargo del que la rescata su amigo Jeff Wynyatt, quien la invita a ir a Berlín, pasando antes por la cama. Jill cree matar a Jeff. Mas tarde se sorprende matando a Nick, amigo de Jeff. Sigue consumiendo pildoras. Conoce a un tal Ivan Vasek, quien resulta ser aquel cuyo cuerpo utiliza Horus. Ivan y Jill cenan juntos, suben al cuarto de ella a tomar la última copa, y a Ivan le sale de la cabeza un halcón, hecho que lo deja bastante traspuesto.

Frío Ecuador se inicia con la proyección de una película sin finalizar, interpretada por Alcide y Jill. El director se la está mostrando a Niko, el hijo de Alcide. Estamos en octubre del 2034, y Niko busca a su padre en África. Viaja a Ecuador City, ciudad controlada por una pandilla de mafiosos, sobre la que se halla la nave pirámide de los dioses. Alcide ha sido acusado en Paris de asesinar a Choublanc. Niko ve a Jill en Ecuador-City, mientras ella mira en una pantalla gigante un combate de Chess-Boxing entre Alcide y John-Elvis-Johnelvisson, uno de los hombres más perfectos del mundo. La sigue hasta casa, y ella le dice que Alcide esta acabado y lo despide. Anubis ha ocupado a Niko del mismo modo que Horus ocupa a Alcide; padre e hijo se encuentran en la calle, los dioses salen de los cuerpos de los hombres, y Horus lleva a Anubis a la pirámide. Alcide, que ha perdido la razón y continúa recitando a Baudelaire, se encuentra con Yelena en un tren con el que llegan a los estudios de cine, donde Jill, aparentemente desmemoriada como Alcide, intenta terminar la película.

Difícil es ver Frío Ecuador como una obra autónoma; quizá, de la trilogía, sólo La Feria de los Inmortales se presta a ese juego; las otras partes, solas, quedan menguadas, cojas. No únicamente porque utilicen cosas ya dichas, o porque las acciones que describen sean consecuencia de lo sucedido, sino porque en ellas los personajes se desdibujan, llegando a una superficialidad incómoda en Frío Ecuador, donde Alcide se queda en pelele, Niko en boy-scout y Jill ha perdido el aire de melancolía morbosa que justificaba La Mujer Trampa. En Frío Ecuador se intenta cerrar el ciclo, recoger los cabos sueltos: Niko, enviado al espacio, ocupará allí el lugar que tenía su padre antes de iniciarse la serie; Alcide vuelve a recitar versos de Baudelaire,... Frío Ecuador recupera el humor que encontrábamos en La Feria de los Inmortales, pero aquí los chistes parecen deslucidos, desmedidos, insustanciales, incómodos, sin la frescura de aquella primera parte. Es como si esta trilogía mostrase, sin proponérselo y de modo caricaturesco, lo que le ha pasado a la historieta (y al mundo) en los últimos 10 años: a medida que los sombreados con el frotar de los lapiceros sustituyen a los rayados de la pluma o el estilógrafo, la historia pierde espontaneidad y gracia, los personajes sustituyen su simpatía natural por una pose vacía, la corrección le roba terreno a la brillantez ,y a uno le asustan las nuevas generaciones y se siente viejo.