Lorenzo Díaz
Ediciones Zinco
La irrupción en el mercado americano de un autor como Alan Moore, culto, inteligente y con un profundo conocimiento del idioma, abrió la puerta a otros autores ingleses también dominadores de ese medio difuso y difícil que es la historieta, cuyo talento sólo era conocido hasta entonces por el público inglés. De todos los que salieron a la luz, hubo uno que destacó por encima de la competencia y calidad de sus compañeros: Jamie Delano. Sugerido por Alan Moore para contar las historias de su personaje John Constantine en la colección Hellblazer, Delano destacó rápidamente por su control del idioma, su habilidad para retratar atmósferas tenebrosas y por su capacidad para inspirar horror, asco o desagrado. Cosas, todas ellas, muy agradecidas en una publicación que se supone de horror. En él descubrimos también a un guionista que, pese a dominar menos trucos que Moore, escribía mucho mejor que él, y hacía sudar tinta a los que leemos en inglés.
Pese a despistes ocasionales (su serie Mundo Sin Fin es muy desigual, y su final decepciona e invalida el resto de la obra, pese al elevado nivel literario que contiene), su aparición en la serie de Animal Man daba buena espina a sus seguidores. Y efectivamente así fue. Dejando atras la etapa pirandelliana de Grant Morrison (1-26 de la colección española), o la psicodélica y banal de Tom Veitch (30-50 de la colección americana), Delano ha optado por realizar historias de profundo corte ecológico y humano, repartiendo el protagonismo de la serie entre todos los miembros de la familia de Buddy Baker, alias Animal Man.
La historia que aquí nos ocupa engloba sus primeros siete números, y demuestra los registros de Delano y el control que tiene sobre los mismos. Empieza como un relato de hijo extraviado, para convertirse en un relato de horror con la muerte del protagonista y sus intentos para resucitar; sigue con la lucha de su familia para adaptarse a su pérdida, alternando con el retrato de un perturbado asesino en serie (raptor del hijo desaparecido), y rematando con una loa al amor en pareja. Todos los elementos se combinan milagrosamente para dar una historia coherente que, además, es una parábola de la evolución, y un canto a la naturaleza realista y cruel que no es blando, ni cursi, ni manido, ni se abandona a Greenpeace. Además, Delano hace algo muy extraño, a lo que nos tienen poco acostumbrados los tebeos, el cine o la televisión: crear una familia de individuos con entidad propia, que es feliz y que no tiene nada que ver con la típica familia a la que estamos mal acostumbrados. Lo que en otro serían problemas a resolver (un hijo con tendencias sádicas, una hija desplazada por ver el mundo de una forma distinta, una suegra a la que no le gusta su yerno, y un marido voluble en el que cuesta confiar por ser demasiado buena persona), aquí se consideran elementos cotidianos con los que hay que convivir, no que hay que cambiar. Y lo mejor es que, pese a lo que diga el título (y esto lo digo más por los episodios inéditos en España que por lo contenido en esta saga, aunque sea algo que se apunta), el auténtico protagonista de la serie es Ellen Barker, la esposa, mujer autosuficiente, inteligente y capaz, que, además, es quien aporta los garbanzos a la familia, Así que, para colmo, es un tebeo feminista.
Steve Pugh, el dibujante, es mediocre y tirando a malillo, pero eficaz, ilustrando aceptablemente la compleja maquinaria naturista de Delano, uno de los pocos guionistas que consiguen alargar las historias haciéndolas densas hasta cuando parece no pasar nada.