domingo, 10 de septiembre de 2017

Alan Davis EXCALIBUR


C. Edén







 Comics Forum

El retorno de Alan Davis a Excalibur, la colección que consagró su fama en los Estados Unidos, y, subsiguientemente, en el resto de colonias marvelianas, sobrevino a consecuencia del destronamiento de Chris Claremont, el hasta entonces rey de las colecciones protagonizadas por imitantes, las punteras de la casa, tras sus largas décadas de gobierno.

Es difícil conocer con certeza los motivos que condujeron a este particular golpe de estado, pero no resulta descabellado, para cualquier observador atento, imaginar que no fueran otros que los de imponer los criterios de los que se habían convertido, ya entonces, en nuevos ídolos de masas de la escena del comic-book: Lee y Portaccio. Con toda seguridad, Tom DeFalco se habrá arrepentido un millón de veces de su decisión de apoyar a los niñatos coreanos, en detrimento de el veterano británico.

Pero, aparte de las consecuencias comerciales de este advenimiento del fenómeno de los dibujantes super-estrella (y con super-ego), consecuencias que no son exactamente el que Marvel pierda o deje de ganar dinero, sino el que otros empiecen a ganarlo también, y en cantidades  considerables.  Mucho más  importantes son las consecuencias artísticas. Prácticamente todo lo que produce Marvel estos días es basura.

Tan solo dos nombres merecen ser respetados por su trabajo durante el pasado y lo que llevamos de este año: Davis y David. Los dos davides, dos creadores dignos, mucho mas modestos que sus colegas coreanos, con los cuales, recordemos, compartieron los honores de ocupar los huecos dejados por Claremont y su mano derecha, la Simonson. No por casualidad, sino porque ambos son, también, fan favorites. Lo cual demuestra una vez más, que el ser popular o comercial no esta reñido con la calidad.

A eso juega Alan Davis. Davis es, a juicio del que suscribe, y a tenor de mis limitados conocimientos, el único discípulo de Neal Adams que ha alcanzado relevancia artística (siendo condescendiente, aceptaría que Sienkiewickz, en algún punto de la evolución entre su etapa clónica y la más personal, produjo cosas interesantes, de inspiración adamsiana).

Davis es uno de los ilustradores más exquisitos que han pasado por el campo de los comic-books, sobre todo en su recreación de la figura humana. Sus hombres y mujeres son de una hermosura lujuriosa. Figuras sublimadas que transmiten oleadas de poder desbordado y sensualidad rampante. Ademas, Davis es capaz de conjugar su realismo épico con buenas dosis de humor y caricatura, que contribuyen notablemente a la humanización de los personajes.

Estaban por descubrir, y lo hemos hecho en esta, su segunda etapa en el título, sus posibles valores como escritor. Habíamos tenido un adelanto de ellos en el prestige de Lobezno, que realizara, un tiempo antes, en colaboración con Paul Neary. Un presagio de lo peor, porque, posteriormente, comprobaríamos que cuando más patina el Davis guionista es cuando se pone metafísico. La etapa Claremont de Excalibur, con todo y ser de lo mejor de este autor, no admitía calificativo mas allá del de correcta, así que no lo tenía Davis muy difícil para mejorarlo. Y no pasaba, esa mejora,por recuperar todas las líneas arguméntales iniciadas y no acabadas por Claremont. Bastaba con que hiciera lo que ha hecho. Abundar en el lado humano de los personajes, librarles del amaneramiento claremontiano (y de la imbecilidad de sus continuadores) y aligerar, mediante inyecciones de buen humor, el lastre de los rollos pseudo-cientificomísticos de la serie.

Sopesando pros y contras, Davis sale bien parado, como un guionista más que bueno; que, cuando acierta, hace tebeos que se leen a gusto,y que podría aspirar a expandir sus horizontes, más alla del guetto de los superhéroes.

Por desgracia, a las primeras de cambio, nos ha demostrado que no esta interesado en dar ese paso (próxima parada:ClanDestine). Como siempre, los que salimos perdiendo,somos los lectores.





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