domingo, 10 de septiembre de 2017

Fontanarrosa BOOGIE EL ACEITOSO


Pepe Gálvez




Ediciones de la Torre

Si no juzgáramos a los personajes más que por su simple apariencia, Boogie podría ser simplemente un estereotipo más de los que se forman al amparo de los códigos de genero, en este caso el negro, que vive del cultivo de referencias más o menos anecdóticas, más o menos brillantes. Pero este antihéroe no es de los que persiguen el refugio, o la esclavitud según se mire, de las referencias culturales. En primer lugar porque su humor, es decir, la justificación de su existencia, se desarrolla en el ámbito de la actualidad, en medio de la relación establecida entre el desarrollo de la realidad y su transformación en un mensaje, con el que se nos instruye oficialmente acerca de cómo es el mundo en el que vivimos. Pero es que además él, al igual que Makinavaja, es un personaje comprometido con su tiempo y con su gente, aunque su compromiso sea involuntario e inevitable, porque, sin ese tiempo y sin esos arquetipos que le rodean y le relacionan, solo sería un simulacro de ficción. El aquí y el ahora, un aquí cosmopolita y un ahora de prorroga continua, son los vectores dramáticos que impulsan las historietas de Boogie desde la anécdota hasta la condición de símbolo. Porque vivimos días en que el miedo se ha constituido en una condición vital, nos alimentan con el temor de que oscuras fuerzas malignas acaben con nuestra precaria y gozosa condición de poblador de segunda del primer mundo, nos rodean con los fantasmas de las excrecencias del desorden social, y nos colocan la sombra amenazadora de un psicópata como ángel de la guardia . Pero ya esta bien de jugar con monstruos de plástico, aquí esta Boogie el Aceitoso, un dechado de violencia fría, una máquina de destrucción de profesional eficacia que está al servicio de quien debe estar, del Poder. Desde esa proximidad a nuestro centro de gravedad social, las historietas de Fontanarrosa nos muestra las diferentes capas que componen su presencia, que se superponen a la esencia de la realidad, una esencia en este caso abstraída de condicionantes localistas y de facilidades costumbristas, que no son necesarias para aquel que vive en el núcleo del imperio yanqui. Desde esa privilegiada situación, la panorámica que ofrecen las relaciones entre los humanos en este fin de milenio son ricas y variadas, aunque también podrían ser pobres y monótonas, porque no nos podemos olvidar de la existencia de ese señor llamado Fontanarrosa, que ejerce de autor, y que es el que elige situaciones representativas y actuales, que las desborda hacia el absurdo, que las alimenta con unos diálogos escuetos, pero siempre saturados de vitriólica acidez y de asegurada eficacia dramática, y que las remata con un gag en las que el cinismo reconcilia absurdo y realidad. Alrededor de la mole indiferente del psicópata profesional que es Boogie, vemos pasar figuras anónimas, aunque socialmente identificables,que representan papeles ya conocidos, aunque con ligeras variantes, que van derivando a través de ácidos ejercicios de ironía, hacia la desmitificación más cruda y pura, lo que es justo y necesario. Y todo ello, desarrollado en el espacio de una página, en la que se apretujan un buen puñado de viñetas, dotadas de su correspondiente dosis de expresivas y verosímiles caricaturas.
Finalmente, destacar un detalle de este álbum que es bastante excepcional en la edición de hoy en dia, y es el de que acompaña suficiente información al lector acerca del personaje y de su autor, cosa que se agradece .



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