domingo, 14 de octubre de 2012

Reir en defensa propia por Liniers






Les Luthiers. Palacio Municipal de Congresos. Madrid. Hasta el 21 de Octubre


El Pais Babelia 13.10.2012

Iban Barrenetxea, ilustrador por accidente

Ilustraciones de Iban Barrenetxea en Blancanieves, de los Hermanos Grimm (Nórdica) —arriba— y en su libro El cuento del carpintero (A Buen Paso), ganador del premio concedido por los libreros de Club Kirico. 



Dibujaba en un blog por afición y en apenas tres años ha conseguido vivir de ello, ser premiado y exponer en el extranjero 


Por Elisa Silió 








En apenas tres años Iban Barre­netxea ha pasado de ser un diseña­dor gráfico anónimo en su pueblo —Elgoibar, Guipúzcoa, donde na­ció en 1973— a codearse sin moverse de su monte y su playita con lo más granado en exposiciones colectivas en sitios tan dispa­res como Oxford y Japón. Está exhausto de tanto trabajar —casi una decena de libros en ese corto espacio de tiempo— y aún in­crédulo de su éxito. La última alegría se la han dado los 90 libreros del Club Kirico, que le han concedido su premio al mejor libro editado en 2011. Felicidad por partida doble porque es autor e ilustrador de El cuento del carpintero. El relato recuerda a las narracio­nes clásicas del norte de Europa. Érase un carpintero tan bueno tan bueno "que sus mesas jamás cojeaban, es más, presumían de tal gracia y tal delicadeza que, al mirarlas de reojo, parecían bailar el minué", escribe en su arranque Barrenetxea. Conocedor de la fama del ebanista, el Barón von Bombus le encarga un brazo que reemplace al suyo derecho, que perdió en la guerra. El librito, de apenas 48 páginas, asombra con sus ex­quisitos e irónicos dibujos, repletos de minu­ciosos detalles, que llegan a ocupar cuatro páginas cuando se despliegan. Barrenetxea es un ilustrador en boga, pero huye de eti­quetas: "Aveces puedes crear una falsa sen­sación por haber alcanzado de pronto tanta visibilidad. Espero tener un largo recorrido". Dice "pronto" porque su travesía sin mo­verse de Elgoibar (11.000 habitantes) ha sido meteórica desde que sus ilustraciones co­menzaron a circular por la Red. Tanto, que no tardó en abandonar su trabajo. "Me encantaba dibujar, pero el diseño gráfico me pareció que era la salida profesional más factible. En Guipúzcoa hay mucha industria y durante más de 10 años me dediqué a hacer catálogos y, cuando volvía a casa, a veces, dibujaba". Los internautas se entu­siasmaron con las estampas de su blog y se dio cuenta de que lo natural en él era ilus­trar. "Me preguntaban dónde podían com­prar mis libros y les decía: 'Si no tengo publicado nada. Estos cuatro dibujos son lo único que he hecho". Entre quienes le contactaron estaba la editora Arianna Squilloni, que le encargó el cuento El cazador y la ballena (OQO), de Paloma Sánchez Ibarzábal. Desde entonces no ha parado. Bom­bástica Naturalis (Premio Euskadi de Ilustra­ción 2011), Un panal de rica miel, Alicia en el País de las Maravillas, Blancanieves... "Hubo quien confió en mí cuando yo no sabía que podía hacer esto. Está surgiendo una generación de hombres y mujeres or­questa que se atreven a estar en cuatro si­tios al tiempo. Lo mismo maquetan que presentan el libro... como Diego Moreno (Nórdica), Arianna Squilloni (A Buen Paso), Enrique Redel (Impedimenta)... Cuando uno se entera de que solo hay detrás una persona o dos, no da crédito...".

Barrenetxea está convencido de que una imagen estática puede aportar tanto como el 3D. "Ahora hay unas películas y unos videojuegos alucinantes, pero a un niño hay que hacerle descubrir el poder de evocación de los libros. Hace 150 años estos y las revis­tas ilustradas tenían una aceptación tremen­da. Eran lo máximo a lo que se podía aspi­rar, un medio de recibir historias. Tienen que seguir siéndolo". Él no empezó a dibu­jar por una obsesión plástica, sino por rela­tar. "De pequeño el impulso que me llevaba
a dibujar eran las películas de Errol Flynn y de piratas. Terminaban y me ponía a dibu­jar barcos, el Séptimo de Caballería...". Me­tódico, si se embarca en un proyecto no quiere saber de otros. Acaba de terminar David Copperfteld, de Charles Dickens, en Teide, la misma editorial que su Otra vuelta de tuerca, de Henry James. "Si ilustro Dic­kens solo leo cosas de la época victoriana. Si me disperso, me intereso por otras cosas". No se plantea mudarse de Elgoibar —"soy de estar tranquilito"— y, al fin y al cabo, con Internet y el teléfono está conecta­do con editores de cualquier lugar del mun­do. "Se echan los brazos más largos. Todo es más pequeño", sostiene el artista, que expu­so én la muestra Le immagini della fantasía, de Sármede (Italia). Así, sin conocer al edi­tor, acaba de publicar Por el color del trigo, de Toño Malpica, para el Fondo de Cultura Económica de México; y junto a los de otros premiados en la Bienal de Bratíslava, sus dibujos viajarán a Japón. "En Oxford, por el 150° aniversario de la publicación de Alicia en el País de las Maravillas, inaugurarán una muestra y estaré con nombres de primera fila como Anthony Browne". No quiere ser rompedor, pero sí hacer su propia lectura. "Blancanieves pertenece al imaginario popular y lo que me sale es algo relativamente tradicional. Si dibujo a los enanitos volviendo a casa, quizá recuerde a la imagen típica de Disney ¡pues estupendo! Es como con Alicia. Pensé en el poso que me habían dejado las ilustraciones de John Tenniel y lo hice a mi manera". Ha ilustrado a un ritmo vertiginoso y necesita una pausa. "No he tenido tiempo de ver cuál ha sido mi trayectoria. Creo que he evolucionado bas­tante, pero temo perder calidad si dibujo tanto. Me gusta documentarme mucho y me lleva muchas horas. Hay quien dice que escribe para sí y no para los demás. A mí, en cambio, me importa muchísimo". 

Blancanieves. Jacob y Wilhelm Grimm. Traduc­ción de Isabel Hernández. Nórdica. Madrid, 2012. 60 páginas. 13,95 euros. Otra vuelta de tuerca. Hen­ry James. Traducción de Montse Triviño. Teide. Barcelona, 2012. 288 páginas. 10,30 euros. El cuento del carpintero / Bombástica naturalis. Iban Barre­netxea. A Buen Paso. Mataré, 2011 / 2010. 48 pági­nas. 15 /l 9 euros. Alicia en el País de las maravillas. Lewis Carroll. Adaptación de Lourdes Íñiguez. Anaya. Madrid, 2011.144 páginas. 9,90 euros. ibanbarrenetxea.blogspot.com/ 


El Pais Babelia 14.07.2012

MISTER WONDERFUL Daniel Clowes

CUARENTÓN BUSCA PAREJA 

Por Héctor Márquez



Traducción Rocío de la Maya 

Mondadori

80 páginas | 15,90 euros


Daniel Clowes —sí, el autor de Gosth World, aquel cómic de dos niñas adolescentes que llevó al cine Terry Zwigoff y por el que el propio Clowes sacó una nominación al mejor guión adaptado en los Oscar— ha decidido ser magnánimo con sus personajes. En el último cómic publicado en España de quien puede ser considerado uno de los diez más influyentes autores de cómic de las tres últimas décadas, continúa con el recurso de cambiar de estilo dibujístico dentro de una misma historieta. Un estilo que ya había llevado al cénit en su anterior novela gráfica, Wilson, donde, al contrario que en esta, acababa, como era marca de la casa, dejando a sus protagonistas convertidos en himnos de ruindad moral. Pero en Mister Wonderful, parece de repente mostrar cierta piedad hacia su criatura, un tipo tímido y apocado, nada seguro de sí mismo, con la cuarentena bien rebasada, que espera el encuentro con una mujer con la que se ha citado a ciegas.

Clowes, que se destacó en la escena del cómic independiente norteamericano en los años ochenta desde su revista Bola Ocho, había sido celebrado por toda una generación tan X como la suya, que de alguna manera se reconfortaba con la capacidad que el narrador tiene de permitir al lector excluirse de su visión vitriólica de la clase media norteamericana al identificarse con la inteligencia sarcástica del autor de David Boring. En esta obra, Clowes utiliza como gran experimento formal el contraste entre el monólogo interior incesante del protagonista y lo que “realmente sucede”. Con lo que, en puridad, y si nos ponemos a hilar muy fino —algo que Clowes siempre hace— obliga al lector a situarse del lado del personaje para aparentemente concluir que si Clowes comienza a sentir piedad de sus creaciones, nosotros, los de entonces, podemos permitirnos menos crueldad con respecto a los perdedores de antaño.


Pero nada es lo que parece. Lo que a Marshall le sucede durante la tarde noche en la que tiene
su primera cita de solterón con Natalie, amañada por una pareja de amigos comunes, no es ni
más ni menos que un tratado de desesperación y un inteligente diálogo cruzado entre lo que ocurre de veras —dos personas de quebrada autoestima y carácter cambiante que buscan pareja desesperadamente— y lo que Marshall imagina que sucede o puede suceder. Así las cosas, ese final abierto a la esperanza del amor puede resultar reconfortante para los que se hayan vestido con la piel del protagonista cuyas dudas, deseos y proyecciones se superponen gráficamente a los diálogos reales y acciones del resto de los personajes. Pero si nos atenemos a la historia de Marshall y Natalie, admitiremos que lo más lógico sería no dar un duro por esa pareja. Así que Clowes nos la ha pegado una vez más: si somos Marshall, somos tan inseguros, mentirosos y perdedores como él. Aunque personalmente pienso que en el fondo Clowes es un moralista posmoderno. Alguien capaz de mostrar a las personas desde todos sus puntos de vista, convertidas en seres imperfectos, donde todos ganan y pierden simultáneamente porque los partidos en la vida real nunca acaban y los árbitros se sustituyen y solapan de continuo. Alguien que no se relaciona con sus personajes en términos bipolares (bueno/ malo), sino que nos recuerda que todos —él, el primero— somos carne de cañón y de compasión. Criaturas susceptibles de ser tanto un esbozo caricaturesco infantil como un minucioso y fiel retrato hiperrealista siempre esperando, en cualquier caso, hallar esas grietas en otros por donde una pequeña luz sea capaz de conectarnos con la esperanza.


MERCURIO OCTUBRE 2012

viernes, 12 de octubre de 2012

Crea tu superheroe


 Ilustraciones que Carlos Pacheco realizó para Comics Forum en el año 1989 en torno al concurso "Crea tu superhéroe". Primer puesto para Plasmacel de Francesc Josep Chamorro i Benàssar, Segundo puesto para Dragón Ambar de Cristina Gordillo Jiménez y Tercer puesto para Exorcista de Diego Olmos Almiñano.
Cosas de la nostalgia




Edgar Degas, fotógrafo


Cuando la vista empezó a fallarle, en el pináculo de su carrera artística, el genio impresionista recurrió a la cámara fotográfica para reflejar su temática preferida: las bailarinas. Tan solo sus amigos íntimos estaban al corriente de su obsesión por la fotografía. Sus imágenes, inéditas hasta hoy, se exhiben por primera vez en Londres.

POR DEIRDRE FERNAND


COMO PINTAR EL MOVIMIENTO

Hacia 1895 Edgar Degas se acercó a la fotografía, un género totalmente nuevo, atraído por la plasticidad del movimiento. Arriba, una de las copias ahora expuestas en la Róyal Academy, Bailarina ajustándose una correa, tomada por Degas entre 1895 y 1896. Debajo de la anterior, Bailarinas, dibujo en pastel hecho en 1899, en el que refleja el mismo gesto.




 PARECIDOS RAZONABLES

Degas pintó este cuadro en 1896, el mismo año en que tomó la foto de al lado, ambas tituladas Después del baño. La correlación entre fotografía y pintura que Degas investigaba es inequívoca.



SOLTERO Y SIN HIJOS, Edgar Degas trabajaba incesantemente en la celosa reclusión de su estudio, al que contadas personas podían acceder. Hubo que esperar por ello a su fallecimiento, en 1917, momento en que fue examinado todo cuanto había en su estudio, para descubrir un secreto solo conocido por sus allegados: durante largo tiempo, Degas había estado obsesionado con las posibilidades de la cámara fotográfica. Era tan celoso de su privacidad que de hecho lo poco que sabemos de él lo conocemos por sus cuadros. Pero entre su círculo de amigos íntimos apenas se contaron Auguste Renoir y Berthe Morisot. Degas, además, nunca se casó. «El artista —decía— tiene que vivir solo y su vida privada ha de ser un misterio para todos». Por esta razón, si queremos entenderlo mejor y apreciar por completo su concepción del arte, es preciso visitar la Royal Academy, en Londres, donde se exponen ya por primera vez sus fotografías, hasta el 11 de diciembre, en la gran muestra Degas and the ballet: picturing moverment

TODO EMPEZÓ EN 1895. DEGAS tenía 61 años y se encontraba en el mejor momento de su carrera. Fue justamente en el otoño de aquel año cuando viajó a un balneario de Mont-Dore, en Auvernia, y llevó una cámara y un trípode consigo. Y continuó llevándolos en viajes posteriores, hasta que su cámara encontró acomodo definitivo en su estudio en París. Julie Manet, sobrina del pintor Edouard Manet, escribió en su día: «Degas no puede pensar en otra cosa que no sea la fotografía». Si bien no era del todo exacto, sí es cierto que algunos de sus amigos pensaban que se había convertido en un maniático de este nuevo arte. Invitado a cenar en casa ajena, sacaba su cámara nada más terminar los postres y situaba a los invitados en el salón como si fueran modelos. Como las películas de la época exigían exposiciones muy largas, requería a los retratados que permanecieran inmóviles durante muchos minutos, mientras él no paraba de vociferarles instrucciones. «Vamos, dos horas de obediencia militar...», resumía un miembro de su círculo.
AHORA BIEN, ¿POR QUÉ SUS FOTOS salen ahora a la luz y no antes? Sin mujer ni hijos que lo distrajeran, Degas podía trabajar de forma ininterrumpida, por lo que, tras su muerte, en su estudio, fueron tantos y tantos los dibujos, las pinturas y las esculturas halladas que el puñado de fotografías descubiertas no tardaron en caer en el olvido. Tan solo cuando la fotografía artística creció en importancia durante el siglo XX los estudiosos comprendieron el valor de estas tomas en su obra, más de 40 fotografías que han sobrevivido al paso de los años, diez de las cuales, hechas a partir de los negativos de cristal originales, son ahora expuestas en la Royal Academy, rodeadas de otras 90 de sus obras prestadas por museos del mundo entero. Todas con un denominador común: el movimiento.


Y ES QUE CUANDO DEGAS EMPEZÓ a experimentar con la cámara, la fotografía tenía ya décadas de antigüedad, pero sus tomas destacan hoy por su originalidad. Ann Dumas, cocomisaria de la exposición, lo expüca con claridad: «A Degas no le interesaban los retratos de familia que reflejaban la buena posición social o las modas, sino la luz y la oscuridad, la composición y el movimiento. Su obra está ejecutada con la mirada de un pintor».
Sus pinturas, que a algunos hoy pueden resultar quizá empalagosas en su hermosura, fueron en su momento tan chocantes como los retratos de Toulouse-Lautrec de los bebedores de absenta o las busconas de Montmartre. «Al igual que los cuadros de remeros de Renoir o los nenúfares de Monet, las obras más famosas de Degas se han convertido en carne de calendarios —dice Dumas—. Pero conviene recordar que en su época Degas fue un revolucionario que se apartó de los temas más tradicionales y trillados».
Como muestra, sus cuadros de bailarinas. Entonces, estas jóvenes estaban poco mejor consideradas que las prostitutas. Se daba por supuesto que para ellas la danza era una ostentación de sus atributos físicos. ¿Qué mejor que el ballet para que un gentilhomme apreciara sus cuerpos apenas cubiertos de ropa? No es de extrañar así que muchos hombres quisiesen ser sus mecenas: al comprar un abono, 'compraban' también el derecho a entrar en la sala de ensayos, donde podían tratar con las bailarinas tras la función.
POR SUPUESTO, NO TODAS redondeaban sus ingresos con el sexo; algunas solo posaban para artistas, como en el caso de Degas, que cuando pintaba las bailarinas azules o fotografiaba a una bailarina ajustándose el tirante del vestido era consciente del efecto que esas obras tendrían entre los miembros de la buena sociedad parisina. Degas se negaba a cultivar temas históricos y clásicos, los preferidos de su época, y optó por retratar a una bailarina de tres al cuarto que se saca unos cuantos francos adicionales con un empleo a tiempo parcial y de naturaleza dudosa.
Pero, a diferencia de muchos, su interés por las bailarinas fue puramente artístico. Nada indica que mantuviera alguna vez relaciones con alguna de ellas. Y. sus fotos revelan el deseo de explorar el movimiento, justo lo que habían hecho los pioneros de la fotografía, como el británico Eadweard Muybridge, célebre por su secuencia de un caballo al galope realizada en 1878 vaüéndose de varias cámaras fotográficas. Degas estaba fascinado por las contorsiones del cuerpo, humano o animal. Y por sus notas personales se sabe que conocía los experimentos de Muybridge.
En su mayoría, las fotos de Degas corresponden a aquel año que se marchó de París al balneario de Auvernia. Nadie sabe por qué se embarcó entonces en la fotografía... ni por qué la dejó después. Algunos historiadores del arte consideran que la cámara se convirtió para él en un nuevo par de ojos cuando la vista empezaba a fallarle. Tras alistarse en el Ejército durante la guerra franco-prusiana de 1870, Degas, quien ya era de por sí miope, empezó a sufrir la pérdida de la visión central. Con el tiempo se convirtió en hipersensible a la luz y, aunque nunca llegó a perder la vista por completo, sí se definió en una carta a Whistler como «el fotógrafo ciego». Nada más lejos de la realidad, también en el sentido artístico. ■
PARA SABER MÁS
■ Degas and the ballet picturing movement
Exposición en la Royal Academy, Londres, hasta ei 11 de diciembre de 2011. http://www.royaiacademy.org. uk/exhibitions/degas/







TRINITY HOUSE, LONDON AND NEW YORK        ROYAL ACADEMY OF ARTS, LONDON / PRUDENCE CUMING
GIROS A LÁPIZ
Borato cié una bailarina en pleno giro, realizado por Degas entre 1880 y 1885. A
su lado, Woman dancing, serie hecha a finales del XIX por Eadweard Muybridge,
fotógrafo que influyó mucho en Degas.


 DOCUMENTOS DE UN MISMO ENIGMA
Se cree saber qué buscaba Degas con sus fotos, pero no por qué empezó a tomarlas, cuándo lo hizo ni por qué abandonó más tarde la cámara. Nada lo unía tampoco, más allá de lo artístico, a las retratadas.





Degas, espiado por Sacha Guitry
París. 1914. El elegante anciano de barba blanca y paraguas que camina por el Boulevard de Clichy es Edgard Degas, a sus 80 años, filmado, sin que él lo supiera, por el prolífico actor, dramaturgo y cineasta francés Sacha Guitry, escondido tras un árbol para poder filmar al pintor que con tanto celo salvaguardaba su vida privada. La cinta de Guitry, aquí convertido en todo un paparazi, no alcanza los 12 segundos y es la única que se tiene de Degas.

Revista XLSemanal nº 1248 25 septiembre al 1 octubre 2011

jueves, 11 de octubre de 2012

Coitos voladores y sexo entre superhéroes



Luis Gasca y Román Gubern juntan la historia del tebeo y de la sexología en la 'Enciclopedia erótica del cómic'

TOMMASO KOCH Madrid 9 OCT 2012



Beso aéreo de Wolverine (Lobezno) en 'X-Men Forever' (2010).


¿Le excitaría mantener una relación sexual en una vía férrea, con un tren a punto de aplastarle? ¿Y acostarse con alguien que lleve puesta una piel de animal? Se dice que la fantasía humana no tiene límites. Y resulta que en la cama menos aún. Así que ambas prácticas existen; se llaman, respectivamente, quinunolagnia (en concreto, excitarse al fornicar en una situación de peligro) y felpursufilia. Y son dos de las decenas de voces que recoge la Enciclopedia erótica del cómic, que acaba de publicar Ediciones Cátedra.

De hecho, algunas de ellas son tan raras que hasta asombraron al propio Román Gubern, autor de los textos del libro (mientras que Luis Gasca aporta su enorme colección de cómic) y de varias obras más sobre el erotismo: “Hicimos un primer listado. Pero luego negociamos con la editorial y quitamos las prácticas más extravagantes y menos recurrentes. Aunque no hubo censura moral”.

De las voces más normales (pene, gritos o seno) a las más peculiares, como autoagonistofilia (excitación producida en un sujeto por enseñar su cuerpo desnudo o sus genitales a extraños desde un escenario o una ventana) la Enciclopedia acompaña cada definición con su contexto histórico y con viñetas más o menos explícitas extraídas de la historia del tebeo. Entre besos voladores de superhéroes y esqueletos que se acuestan con humanos, el libro busca demostrar, en 452 páginas, que “el sexo es la actividad más barroca y compleja que haya” y que tenemos “derecho al uso del cuerpo para maximizar el placer”, como explica Gubern.

La tercera tesis del texto la repite el autor una y otra vez a lo largo de la conversación: “Todas las relaciones sexuales entre adultos que las consientan son legítimas”. Un paraguas tal vez demasiado amplio, tal vez peligroso. Una enciclopedia, por definición, no ofrece juicios sino explicaciones. Pero Gubern sí se aventura a valorar. De ahí que, por ejemplo, la necrofilia (acostarse con los cadáveres) sea una “perversión, ya que los muertos no lo consienten”.

Tampoco considera el autor legítima la zoofilia (practicar sexo con animales), mientras que matiza en el caso de la violencia. “La relación sadomasoquista es perfectamente legítima. Pero sus protagonistas no quieren ser asesinados. El límite lo pone el código penal”, defiende Gubern. Siguiendo el mismo criterio, el autor no tiene nada en contra de la prostitución ejercida por libre elección, pero sí condena “la esclavitud sexual”.

A fuerza de buscar entre parafilias, perversiones y curiosidades, Gubern dio con un caso que le dejó especialmente impactado. Era 1903 cuando el tutor alemán Andreas Dippold provocó la muerte de uno de sus jóvenes alumnos, Heinz Koch. Un epílogo tarde o temprano probable, ya que el señor en cuestión se dedicaba a martirizar y torturar sus pupilos. “Cuando lo leí me conmoví. Me estremeció. Es un acto de una crueldad extrema. Al principio pensé que esta voz no debería estar”, cuenta Gubern. Finalmente, sin embargo, se puede leer que dipoldismo es la repugnante y enfermiza “excitación sexual producida por el maltrato a niños”.

El pobre pequeño abofeteado que ilustra la definición pertenece a un dibujo de Carlos Giménez de 1981. Y apenas 20 años antes coloca Gubern el origen del cómic erótico. Con los tebeos del movimiento underground de Estados Unidos e historietas como Barbarella y Valentina en Europa, “el cómic se hizo adulto en los sesenta”. La revolución sexual, el movimiento hippy y la despenalización del cine porno en los mismos años dieron, según Gubern, una gran mano.

Desde entonces, el cómic siguió madurando, hasta el punto de que hoy Gubern cree que se vive una “segunda edad de oro”, tras el entreguerra. Y entre tantos talentos, hay decenas que se han dedicado o se dedican a trazar cuerpos desnudos, orgías y coitos de los más acrobáticos. “El cómic tiene dos virtudes: permite dibujar proezas imposibles en la realidad y cuenta con la estilización gráfica”, afirma Gubern. De ahí que según el estudioso el tebeo se preste al género provocador incluso mejor que literatura (“que ofrece la ventaja de la imaginación”) y cine (“que permite una imagen hiperrealista”).

Real, y mucho, fue también el caso de Olvido Hormigos. Y sobre todo los gritos y los insultos con los que los vecinos de Los Yébenes acogieron a la concejal socialista a su regreso al Ayuntamiento. ¿Su culpa? Haber grabado un vídeo masturbándose que envió por el móvil y que acabó en Internet. Y que estuvo a punto de llevarla a dimitir. “La hicieron sentir culpable. Se avergonzó por esta cultura judeocristiana que dice que el sexo es malo”, es la opinión de Gubern.

A esa misma cultura atribuye el estudioso siglos y siglos de tabúes sexuales. “Durante 2000 años el saber sexológico estuvo en manos de la Iglesia católica, a través del confesionario. Prohibiendo el sexo dominabas al sujeto, a fuerza de repetirle: ‘Eres culpable. Has de confesar, has cometido una falta”, sostiene Gubern. Aunque mucho ha cambiado desde entonces: “Ha habido un gran progreso. Recuerdo cuando, bajo el franquismo, te convencían de pequeño de que si te masturbabas te volverías ciego”.

Muchos puntos quedan sin embargo por cambiar. Y uno de ellos, como muestra por ejemplo la constante presencia de mujeres (y no de hombres) semidesnudas en todo tipo de anuncios, es el machismo. Para Gubern,“la cultura occidental es sexista y el varón sigue dominando. Por suerte está evolucionando rápidamente, pero es cierto que hay una hegemonía masculina también en la cultura sexual”. Ojalá que pronto ya no sea normal. Sino tan raro como fornicar a la espera de un tren.


El Pais 9.10.2012

Nathan Never



 Han pasado ya unos pocos años desde que el dibujo de Claudio Castellini me enamoró para esta serie (Comics Forum , 1992) de ciencia-ficción hecha en Italia por cortesia de Sergio Bonelli, los siguientes números, pues no sé, aunque Castellini tan solo hacía las portadas había elementos de interés hasta que se acabó.

El Agente Especial Alfa aglutinaba muchos conceptos, por obra y gracia de unos guionistas más que especializados sacarle partido a lo que sea con tal de convencernos a continuar con la saga, y la verdad, hacían un buen trabajo. Como en un gran coctel uno no paraba de encontrar referencias literarias y cinematográficas, televisivas o de otros comics en la gran saga futurista de la ciencia-ficción.

Aleta Comics publicó otra gran remesa de comics de Nathan Never, aquí, y la fuente original, aquí, cortesia de Sergio Bonelli y los "fumetti" italianos.