viernes, 12 de octubre de 2012

Edgar Degas, fotógrafo


Cuando la vista empezó a fallarle, en el pináculo de su carrera artística, el genio impresionista recurrió a la cámara fotográfica para reflejar su temática preferida: las bailarinas. Tan solo sus amigos íntimos estaban al corriente de su obsesión por la fotografía. Sus imágenes, inéditas hasta hoy, se exhiben por primera vez en Londres.

POR DEIRDRE FERNAND


COMO PINTAR EL MOVIMIENTO

Hacia 1895 Edgar Degas se acercó a la fotografía, un género totalmente nuevo, atraído por la plasticidad del movimiento. Arriba, una de las copias ahora expuestas en la Róyal Academy, Bailarina ajustándose una correa, tomada por Degas entre 1895 y 1896. Debajo de la anterior, Bailarinas, dibujo en pastel hecho en 1899, en el que refleja el mismo gesto.




 PARECIDOS RAZONABLES

Degas pintó este cuadro en 1896, el mismo año en que tomó la foto de al lado, ambas tituladas Después del baño. La correlación entre fotografía y pintura que Degas investigaba es inequívoca.



SOLTERO Y SIN HIJOS, Edgar Degas trabajaba incesantemente en la celosa reclusión de su estudio, al que contadas personas podían acceder. Hubo que esperar por ello a su fallecimiento, en 1917, momento en que fue examinado todo cuanto había en su estudio, para descubrir un secreto solo conocido por sus allegados: durante largo tiempo, Degas había estado obsesionado con las posibilidades de la cámara fotográfica. Era tan celoso de su privacidad que de hecho lo poco que sabemos de él lo conocemos por sus cuadros. Pero entre su círculo de amigos íntimos apenas se contaron Auguste Renoir y Berthe Morisot. Degas, además, nunca se casó. «El artista —decía— tiene que vivir solo y su vida privada ha de ser un misterio para todos». Por esta razón, si queremos entenderlo mejor y apreciar por completo su concepción del arte, es preciso visitar la Royal Academy, en Londres, donde se exponen ya por primera vez sus fotografías, hasta el 11 de diciembre, en la gran muestra Degas and the ballet: picturing moverment

TODO EMPEZÓ EN 1895. DEGAS tenía 61 años y se encontraba en el mejor momento de su carrera. Fue justamente en el otoño de aquel año cuando viajó a un balneario de Mont-Dore, en Auvernia, y llevó una cámara y un trípode consigo. Y continuó llevándolos en viajes posteriores, hasta que su cámara encontró acomodo definitivo en su estudio en París. Julie Manet, sobrina del pintor Edouard Manet, escribió en su día: «Degas no puede pensar en otra cosa que no sea la fotografía». Si bien no era del todo exacto, sí es cierto que algunos de sus amigos pensaban que se había convertido en un maniático de este nuevo arte. Invitado a cenar en casa ajena, sacaba su cámara nada más terminar los postres y situaba a los invitados en el salón como si fueran modelos. Como las películas de la época exigían exposiciones muy largas, requería a los retratados que permanecieran inmóviles durante muchos minutos, mientras él no paraba de vociferarles instrucciones. «Vamos, dos horas de obediencia militar...», resumía un miembro de su círculo.
AHORA BIEN, ¿POR QUÉ SUS FOTOS salen ahora a la luz y no antes? Sin mujer ni hijos que lo distrajeran, Degas podía trabajar de forma ininterrumpida, por lo que, tras su muerte, en su estudio, fueron tantos y tantos los dibujos, las pinturas y las esculturas halladas que el puñado de fotografías descubiertas no tardaron en caer en el olvido. Tan solo cuando la fotografía artística creció en importancia durante el siglo XX los estudiosos comprendieron el valor de estas tomas en su obra, más de 40 fotografías que han sobrevivido al paso de los años, diez de las cuales, hechas a partir de los negativos de cristal originales, son ahora expuestas en la Royal Academy, rodeadas de otras 90 de sus obras prestadas por museos del mundo entero. Todas con un denominador común: el movimiento.


Y ES QUE CUANDO DEGAS EMPEZÓ a experimentar con la cámara, la fotografía tenía ya décadas de antigüedad, pero sus tomas destacan hoy por su originalidad. Ann Dumas, cocomisaria de la exposición, lo expüca con claridad: «A Degas no le interesaban los retratos de familia que reflejaban la buena posición social o las modas, sino la luz y la oscuridad, la composición y el movimiento. Su obra está ejecutada con la mirada de un pintor».
Sus pinturas, que a algunos hoy pueden resultar quizá empalagosas en su hermosura, fueron en su momento tan chocantes como los retratos de Toulouse-Lautrec de los bebedores de absenta o las busconas de Montmartre. «Al igual que los cuadros de remeros de Renoir o los nenúfares de Monet, las obras más famosas de Degas se han convertido en carne de calendarios —dice Dumas—. Pero conviene recordar que en su época Degas fue un revolucionario que se apartó de los temas más tradicionales y trillados».
Como muestra, sus cuadros de bailarinas. Entonces, estas jóvenes estaban poco mejor consideradas que las prostitutas. Se daba por supuesto que para ellas la danza era una ostentación de sus atributos físicos. ¿Qué mejor que el ballet para que un gentilhomme apreciara sus cuerpos apenas cubiertos de ropa? No es de extrañar así que muchos hombres quisiesen ser sus mecenas: al comprar un abono, 'compraban' también el derecho a entrar en la sala de ensayos, donde podían tratar con las bailarinas tras la función.
POR SUPUESTO, NO TODAS redondeaban sus ingresos con el sexo; algunas solo posaban para artistas, como en el caso de Degas, que cuando pintaba las bailarinas azules o fotografiaba a una bailarina ajustándose el tirante del vestido era consciente del efecto que esas obras tendrían entre los miembros de la buena sociedad parisina. Degas se negaba a cultivar temas históricos y clásicos, los preferidos de su época, y optó por retratar a una bailarina de tres al cuarto que se saca unos cuantos francos adicionales con un empleo a tiempo parcial y de naturaleza dudosa.
Pero, a diferencia de muchos, su interés por las bailarinas fue puramente artístico. Nada indica que mantuviera alguna vez relaciones con alguna de ellas. Y. sus fotos revelan el deseo de explorar el movimiento, justo lo que habían hecho los pioneros de la fotografía, como el británico Eadweard Muybridge, célebre por su secuencia de un caballo al galope realizada en 1878 vaüéndose de varias cámaras fotográficas. Degas estaba fascinado por las contorsiones del cuerpo, humano o animal. Y por sus notas personales se sabe que conocía los experimentos de Muybridge.
En su mayoría, las fotos de Degas corresponden a aquel año que se marchó de París al balneario de Auvernia. Nadie sabe por qué se embarcó entonces en la fotografía... ni por qué la dejó después. Algunos historiadores del arte consideran que la cámara se convirtió para él en un nuevo par de ojos cuando la vista empezaba a fallarle. Tras alistarse en el Ejército durante la guerra franco-prusiana de 1870, Degas, quien ya era de por sí miope, empezó a sufrir la pérdida de la visión central. Con el tiempo se convirtió en hipersensible a la luz y, aunque nunca llegó a perder la vista por completo, sí se definió en una carta a Whistler como «el fotógrafo ciego». Nada más lejos de la realidad, también en el sentido artístico. ■
PARA SABER MÁS
■ Degas and the ballet picturing movement
Exposición en la Royal Academy, Londres, hasta ei 11 de diciembre de 2011. http://www.royaiacademy.org. uk/exhibitions/degas/







TRINITY HOUSE, LONDON AND NEW YORK        ROYAL ACADEMY OF ARTS, LONDON / PRUDENCE CUMING
GIROS A LÁPIZ
Borato cié una bailarina en pleno giro, realizado por Degas entre 1880 y 1885. A
su lado, Woman dancing, serie hecha a finales del XIX por Eadweard Muybridge,
fotógrafo que influyó mucho en Degas.


 DOCUMENTOS DE UN MISMO ENIGMA
Se cree saber qué buscaba Degas con sus fotos, pero no por qué empezó a tomarlas, cuándo lo hizo ni por qué abandonó más tarde la cámara. Nada lo unía tampoco, más allá de lo artístico, a las retratadas.





Degas, espiado por Sacha Guitry
París. 1914. El elegante anciano de barba blanca y paraguas que camina por el Boulevard de Clichy es Edgard Degas, a sus 80 años, filmado, sin que él lo supiera, por el prolífico actor, dramaturgo y cineasta francés Sacha Guitry, escondido tras un árbol para poder filmar al pintor que con tanto celo salvaguardaba su vida privada. La cinta de Guitry, aquí convertido en todo un paparazi, no alcanza los 12 segundos y es la única que se tiene de Degas.

Revista XLSemanal nº 1248 25 septiembre al 1 octubre 2011

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