Los miembros de la agencia posan para Erwitt.
Un libro y una exposición itinerante titulada En nuestro tiempo conmemoran el 40º aniversario de una agencia mítica entre los fotógrafos de medio mundo. Su nombre es Magnum. Sus miembros son conscientes de la singularidad de sus reglas, a la vez que a golpe de cliché custodian los signos de la memoria por excelencia: las fotografías.
Texto: Manuel Falces
E1 22 de mayo de 1947, la agencia Magnum —con la denominación Magnum Photos Inc.— fue inscrita en el registro del condado de Nueva York. Su reducido número de componentes forman parte de una especie de orden medieval que habita, y milita, en una singular abadía de la imagen del siglo XX con sedes en París, Nueva York y Londres.
¿Por qué esta denominación romana, Magnum, para una agencia de noticias? Por una parte, señala J. Lacouture, para reafirmar su independencia y su voluntad de resistir a las presiones de los grandes que dominan los medios, el grupo debía manifestar el potencial creativo de las acreditadas firmas de los fotógrafos que agrupaba. Por otra, el espíritu de Robert Capa, uno de los padres de la criatura, que indefectiblemente ligaba la palabra Magnum a la afamada marca de champaña; todos los que le conocieron subrayan que su mayor aspiración era darle a la cámara esa apariencia deleitosa.
Nacida bajo la idea obsesiva de que un periodista gráfico es nada cuando carece de la posesión y la capacidad de multiplicar infinitamente sus propios negativos a la vez que de su total disposición, adoptó como fórmula ideal para lograrlo la estructura social de una cooperativa. Romeo Martínez, un especialista que ha seguido muy de cerca la evolución de la agencia, expresaba que Robert Capa y sus amigos habían inventado el derecho de autor en fotografía. A ello cabe añadir, como matiz definitorio, la rebeldía e independencia que tradicionalmente ha acompañado a los fotógrafos que estructuraron su plantilla, estrechamente ligadas a la honestidad y el rigor de sus encuadres, capaces por ellos mismos de dominar simultáneamente, en la medida de lo posible, los textos o pies de foto que los acompañan. "Los fotógrafos no soportan control alguno sobre su vida, cualquiera que fuere", señala Richard Kalvar, integrante del colectivo. "Magnum, pese a su estructura como cooperativa y la esquizofrenia a la que se ven sometidos algunos de sus asociados —en cuanto fotógrafos y directivos, simultánea y accidentalmente—, jamás ha estado dominada por un estado mayor. Sus gestores sólo sirven de enlace entre los distintos departamentos, que hacen de ellos una especie de duques temporalmente en estado de rebeldía contra un rey".
Una calle del viejo Pekín, vista por Marc Riboud en 1965, desde el interior de una antigua tienda.
La fotografía que Dennis Stock le hizo a James Dean en Times Square en 1955 se convirtió posteriormente en poster famoso.
Las señas de identidad de las imágenes canalizadas por Magnum parten de las experiencias vitales de los primeros componentes del grupo. Henri Cartier Bresson pasó parte de la guerra en un campo de concentración nazi, y tras una triple tentativa de evasión, frustradas un par de ellas, se integró en la resistencia. Otro componente, George Rodger, cayó prisionero de los japoneses en Birmania. David Seymour, Chim, se hizo acreedor a una condecoración por sus servicios prestados al espionaje norteamericano. Robert Capa —cuyo nombre de pila era André Friedmann, el menor de una familia de sastres— fue expulsado de Hungría a la edad de 17 años por unas imprecisas actividades izquierdistas antigubernamentales. Entonces no sabía si optar por la agricultura o el periodismo: "Mientras que continuaba mis estudios, mis padres se encontraron sin un céntimo. Fue entonces cuando tomé la decisión de llegar a ser fotógrafo", explica Capa, "porque ésta era la actividad más próxima al periodismo para quien no podía expresarse en ningún otro lenguaje". En definitiva, fue la "cascada de guerras" (Lacouture) y sus experiencias vitales, a la vez que la ansiedad de huida de este horror, la causa determinante de este uso de la fotografia canalizado por Magnum. El nazismo, tal y como señala este ensayista, arrojó hacia Occidente una pléyade incomparable de judíos y demócratas de las más diversas procedencias a los que la violencia del exilio había privado de su país y la posibilidad de ofrecerle al mundo la libertad de expresión. A ello hay que añadir los ingredientes del terror hitleriano, por una parte, y la adopción por el fotógrafo André Kertesz en 1932 de la fórmula Leica, una cámara supermanejable que fascinó a Cartier Bresson, convirtiéndose en el instrumento ideal del fotoperiodismo. Y todo ello en un contexto de eclosión del periodismo gráfico, con publicaciones tales como Vu, ParisMatch, Life, Regards, Illustrated Picture Post, Colliers, etcétera.
En 1979, Raymond Depardon realizó esta fotografía dentro de los muros de un asilo en Nápoles.
New York city (1953) es el escueto titulo de esta imagen intimista captada por la cámara de Elliot Erwitt.
La vuelta a casa de los prisioneros de guerra quedó plasmada en una imagen de Ernst Haas tomada en Viena en 1947.
Una imagen de los años sesenta. Marcha por la paz es el titulo de esta foto de Marc Riboud, realizada en Washington en 1967.
Una colaboracionista francesa es exhibida en una calle de Chartes tras la liberación, en 1944. Capa es el autor de la foto.
El inconfundible cogote de Nikita Jruschov frente al Lincoln Memorial de Washington, en 1959. Burt Glinn estaba detrás.
Salgado plasmó el momento en que un niño es pesado como parte de un programa de ayuda alimentaria en Mali, en 1985.
Una cantina moscovita de trabajadores de la construcción. La estampa, de Henri Cartier Bresson, está fechada en 1954.
El Pais Semanal