jueves, 16 de diciembre de 2010

Frank Miller - Krazy Comics Nº11-12 Agosto- Septiembre 1990




La etapa de Daredevil realizada por Frank Miller fue uno de los tra­bajos que coadyuvaron a la crea­ción del mito que hoy envuelve al celebérrimo artista; por las pági­nas de la serie danzaron un buen puñado de personajes que confi­guraron un peculiar universo que no tardó demasiado tiempo en calar hondo en el ánimo de los afi­cionados. De estos personajes, uno alcanzó con celeridad aquella categoría reservada a pocos de los protagonistas habituales en el comic-book: la de leyenda; me refiero, por supuesto, a Elektra, la fría finja mercenaria que causó estragos entre los lectores exhi­biendo sus letales artes.

ELEKTRA SAGA


Fue tan notable el éxito de la trayectoria de Elektra en la serie de Daredevil que el mismo artífice, algún tiempo después, llevó a cabo un nuevo trabajo con el fin de reorganizar toda la saga de forma autoconclusiva; recopi­lando de nuevo las páginas de la colección del Hombre sin Miedo, más algún material relacionado con Elektra procedente de otras ediciones, y añadiendo produc­ción realizada expresamente pa­ra esta obra, Miller creó Elevara Saga: una serie limitada de cua­tro números, que ahora, bastan­tes años más tarde, nos ofrece Comics Forum.

Miller, guionista todo-terreno donde los haya, estructura la his­toria en torno al personaje de Elektra Natchios, una ex-novia de Matt Murdock, que, tras la absurda muerte de su padre, ve sus vínculos con la sociedad fatí­dicamente fragmentados. Elektra huye a Japón, y allí es entrenada por un sensei en el uso de las artes mortales del ninjutsu al verse rechazada por la severa orden de Stick, Elektra ingresa en La Mano, una organización de asesinos a sueldo con ciertas connotaciones esotéricas, que completará su formación como implacable mercenaria. Sus con­tactos con la mafia de New York –como todos sabemos encabe­zada por Kingpin–, la llevarán al enfrentamiento directo con Dare­devil, su antiguo amor...

A simple vista, el guión de Miller surge como consecuencia lógica de la difícil mezcolanza de comic de superhéroes, cine ne­gro de la yakuza o mafia japo­nesa, y los devaneos argumenta-les de las más execrables pelícu­las de artes marciales «madre in Hong-Kong» y, en efecto. tales tendencias convergen en el sto­rytelling del autor, aunque no lo hacen sin introducir importantes variaciones y transgresiones en el campo argumental: renuncia abierta al maniqueísmo propio del género superheroico –Miller parece querer hacer válida la expresión: Elevara no es buena ni mala, sino todo lo contrario-, irrupción de los sentimientos in­ternos de los personajes –hito del cual la etapa actual de Ann No­centi es heredera incontestable, y una leve pero certera introduc­ción de elementos intelectuali­zantes en el discurso –las cone­xiones con la tragedia griega van más allá del explícito título-. La puesta en escena de Elektra Saga bastaría para justificar la aureola de genio que rodea a su creador; en mi opinión, los logros narrativos más importantes e interesantes de la saga no se centran en la narración propia­mente dicha, con excesivo uso de la elipsis y algunas explicacio­nes absurdas, sino en una prodi­giosa visión cinematográfica en el modo de contar la historia: cada una de las viñetas es abso­lutamente imprescindible en la página. y cada una de éstas es necesaria para el desarrollo de las secuencias en la que se divi­de la obra. La amenaza de Elek­tra a Ben Urích en el cine, con el asesinato de su confidente, la fuga de Bullseye, o la muerte de Elektra a manos de éste, son ejemplos de la extraordinaria capacidad de Miller para la narra­tiva en el ámbito del comic-book, capacidad que se manifiesta también en el dibujo de carácter eminentemente funcional, con trazos rápidos y austeros, en clara concomitancia con la temá­tica violenta del relato.
n Jordi Sánchez


BORN AGAIN

CRUCE DE CAMINOS

«Todavía pienso a menudo en Daredevil. He vuelto a cogerle cariño al personaje. Siento como si mi primer contacto con él hubiera sido los dos primeros actos de una obra de teatro, y ahora venga el tercero.»
Frank Miller1'

Mucho se ha hablado de la revolución que ha provocado el Dark Knight de Miller, Janson y Varley, y el Watchmen de Moore y Gibbons, sin embargo parece haberse olvidado la trascendencia de Batman: Vear One y sobre todo de Born Again, ambos del tándem Miller y Mazzucchelli.
«Estoy enfocando mi trabajo en la definición de lo que es un héroe.»
Frank Miller1


Quizá pueda ser ésta la premisa sobre la cual se asienta la saga de Daredevil bautizada como Born Again. Pero, ¿por qué esta obsesión por la creación de un héroe? La respuesta se nos antoja, en principio, obvia, pues nos hallamos en el género de superhéroes y éstos, al estar sometidos a tal epígrafe, deben serlo. ¿O no?

¿Qué se esconde detrás de esta aparente revitalización de género que teóricamente busca el autor? Algo muy sencillo: el man­tenimiento o, mejor dicho, la reac­tualización de los mitos prefabri­cados por la sociedad norteameri­cana, debido principalmente a la ausencia de éstos por la carencia de historia como nación, a través de su más poderosa arma: los Mass Media.

El autor, independientemente de su más que demostrada capa­cidad como narrador, siempre se ha caracterizado por una nada encubierta actitud reaccionaria hacia la realidad circundante, eso sí, tamizada de observación com­prometida; hecho corroborado por el mismo argumento de Born Again, que a grades rasgos, y simplificándolo un poco, vendría a ser el siguiente: Un hombre ve desmoronarse su vida y su entor­no de la noche a la mañana sin que pueda hacer nada para evi­tarlo. Una vez descubierto quién está detrás de la degeneración de su entorno y de haber caído hasta lo más profundo, mental y física­mente, iniciará el camino de ascenso mediante la venganza y la redefinición, tratando de solven­tar todas las contradicciones de su anterior vida que, merced a la tragedia, ha sido capaz de cono­cer y asumir en toda su magnitud.

Frank Miller nos devuelve el sueño americano actualizado: «l'm loyal to nothing general... except the Dream»3 nos dice un Capitán América pseudoexcéptico en el último capítulo de la saga, cuando poco antes y hablando con Murdock sobre Nuke comentaba «He wears the Flag» - «In hadn't notice con­testaba Murdock. Esta aparente contradicción no es tal. Recorde­mos que el mensaje que durante años se nos ha enviado del otro lado del Atlántico ha sido más o menos éste: «El sistema no es perfecto, tiene fallos, pero funcio­na». El mensaje de Miller es el que, si bien las instituciones pue­den fallar, el individuo aún puede hacer algo, el Sueño Americano sigue estando ahí, como una meta a la que debemos tender y podemos llegar a alcanzar. Y así lo corrobora su editor Ralph Mac­chio en la introducción al libro recopilatorio de la saga:

«I say Murdock is our hero –and not Daredevil, his alter-ego– because in this brilliantly tolda sequence of stories, the Kingpin strips away everything from this good and honorable man: his home; his job; his friends; his identity; his very sanity. But the core of him remains. The fighter. The man who will not surrender or die. The Man Without Fear!»5.

De hecho se produce un cruce inequívoco en las intenciones de Miller; él desea fabricar un héroe, pero hasta cierto punto lo que construye es un antihéroe que se acerca por momentos y de forma algo tangencial a los presupues­tos de lo que se ha dado en llamar Comic Poético, eso sí, parece que sin tener conciencia de ello. Así podemos referirnos a las palabras de A. Altarriba: «... El personaje no es extraordinario, no se cons­truye según criterios de diferencia­ción. Al no depender de lo que hace sino de lo que piensa o sien­te al no estar construido a partir de una toma en consideración de su capacidad de incidencia externa sino en función de su dimensión interna, no se presenta con con­notaciones heroicas"6. En resu­men, Miller pretende una cosa y consigue, más o menos, otra distinta, lo cual resulta paradójico, aún más si nos percatamos de que «devuelve a su entorno al personaje, más cerca de la calle, como uno más de nosotros» reite­rando lo que hace ya tiempo afir­maba A. Meraviglia-Crivelli Roche: «... el mundo de los héroes va a ser espejo del mundo de los humanos, mediante un mecanis­mo muy similar al que definía la relación entre el mundo épico de la antigüedad y el de los humanos''7.
Por todo esto el análisis, aun­que somero, de esta obra resulta sumamente atractivo; ya que nos sitúa en una doble línea que representa, por un lado una de las directrices básicas del comic-book actual, basada en la asimila­ción de funciones hasta entonces del ámbito de los secundarios por parte del protagonista-superhé­roe y por otra parte un acerca­miento a las tesis narrativas euro­peas en el sentido de que la narración avanza más y hace más hincapié en la evolución interna del personaje que en el avance forzado por el desarrollo de la acción. Y no nos olvidemos de la carga ideológica que subya­ce, y que hace de Miller el más representativo de los autores de comic-book nacidos como profe­sionales con peso en la Era Rea­gan. Me refiero, claro está, a la estética de la violencia, la recupe­ración de los valores tradicionales en su vertiente más pura y dura de retorno a los orígenes y el renacimiento del orgullo de ser americano, fruto de una nueva conciencia nacida de las cenizas de un país que define su identi­dad por oposición a la de otros.

El discurso de Miller es a ratos confuso y contradictorio, que no la forma de exponerlo, que resulta ser francamente clara y realizada de manera virtuosa, debido a lo cual he basado este pequeño apunte en torno a esta etapa de la serie en tentar de desentramar lo que podríamos llamar conciencia de la serie, ya que hablar a estas alturas del modo en que este autor realiza la puesta en escena no sólo resultaría superfluo sino que me atrevería a decir gratuito, ya que es de sobra conocido.

Sólo lamento una cosa: el modo en que esta magnífica y significativa obra ha sido dada a conocer en nuestro país. Hubiera sido mucho mejor esperar a que se pudiese publicar de una mane­ra digna y no como se hizo, de forma atropellada y prácticamen­te ilegible, deshaciendo totalmen­te su estructura y su ritmo. Como se ha hecho otras veces, en este caso, habría valido la pena retra­sar su difusión en aras de un justo reconocimiento a su magnitud y a la espera de un soporte apropia­do a la misma. n Carlos Portela

NOTAS:
James Van Hise, entrevista a Frank Miller en Comics Feature, N. 43, Abril 1986.
Id. bid.
Daredevil N.° 233, pág. 16.
Daredevil N. 233, pág. 15.
Ralph Macchio. Murdock Agonistes. Introducción a la recopilación en libro de Born Again. Julio 1987. Pág. 3.
Antonio Altarriba. La Poesía en el Comic. Takadetinta segunda época N. 1. Pág. 99.
Alejandro Meraviglia-Crivelli Roche. La Nueva Clase Social de los Superhéro­es. Urich N.º 12. Agosto-Septiembre 1987. Pág. 9.


FRANK MILLER
LAS COMPLEJIDADES DE ELEKTRA
Sabemos tanto de la nueva novela gráfica de Elektra como, realmente, sobre su protagonista, parafraseando a Bill Sienkiewicz, «Creo que cuanto más hablamos de Elektra, menos comprensible es su figura», y cuanto más buscamos en las palabras de Frank Miller, éste, emulan­do a esos directores de cine misteriosos, que se rodean de una mítica que a veces deviene en mística por parte de sus seguidores —por ejemplo, Kubrick, McBride o Ridley Scott—, se muestra más oscuro.


1.- OSCURlDAD
Sabemos que el gurú del co­mic-book de superhéroes para adultos se siente «contento, por­que con la novela gráfica de Elektra, he tenido licencia para ser ambiguo en todo lo que he queri­do», gozando de esa libertad que tanto estima y tan rara es en el mundo del comic.

Y cuando ya está prácticamen­te acabada, es imposible dudar de que nos encontraremos con un producto, como mínimo, tan pen­sado como puede deducirse del hecho de que Miller haya «rees­crito completamente las últimas veinte páginas del libro después de haberlo dibujado ya a lápiz». Pero lo más atractivo es que esta prometedora Graphic Novel, en la que el re/creador de personajes tan fundamentales como Darede­vil o Batman ha colaborado una vez más con la gran colorista Lynn Varley, será una nueva vuel­ta de tuerca a uno de los arqueti­pos femeninos más originales, enigmáticos y queridos de la his­toria del comic: Elektra Natchios, asesina profesional, y último ava­tar de uno de los mitos primige­nios de mayor impacto, mito sur­gido de un sofisticado género popular de la Antigüedad –la tra­gedia griega– que al cabo de los siglos ha «retornado» a través de un sofisticado medio popular de hoy: la historieta.

Para mayor tortura de los miles de fans enamorados de Elektra, sólo se sabe de esta nueva aven­tura que, según Miller, no tendrá nada que ver con sus anteriores apariciones, sino que será más bien «una historia de horror. En ella el lector nunca podrá intimar con Elevara. Se trata de una histo­ria de Matt Murdock». Lo demás, son sólo palos de ciego en la oscuridad.

2.- LUZ Y COLOR
Lo demás hay que intentar de­ducirlo, con un 90% de posibili­dades de error, del inmediato pro­cedente «eléktrico». Esto es, !a serie «Elektra Assassin», ya a punto de aparecer en su edición española, que Miller escribió para la línea Epic de Marvel, y que Bill Sienkiewicz se encargó de plas­mar en imágenes.

Poco sería lo que sabríamos sobre Elektra de no ser por lo que ella misma nos cuenta en esta se­rie, y por las declaraciones de Sienkiewicz. Frank Miller, para variar, parece hacerle un comple­to vacío a su personaje más fasci­nante. A lo largo de entrevistas y entrevistas nos ha explicado con pelos y señales la personalidad de Bruce Wayne o la de Matt Murdock... pero sobre Elektra, nada.

Sin embargo, Elevara Assassin comienza con la más clara con­fesión posible de que el persona­je proviene de la directa reelabo­ración del arquetipo griego –que había renacido ya anteriormente, desde sus primitivas apariciones en el teatro de Esquilo, Sófocles y Eurípides. en la pluma de Jean Giradoux o de nuestro castizo Pérez Galdós–, cuando éste re­cuerda a sus propios padres: «Ella es Clitemnestra. El, Aga­menón. Creo que he escrito mal su nombre, pero no importa. No es un nombre auténtico. Yo les di esos nombres... los saqué de un cuento que me leyó papi». A par­tir de aquí, el mito se funde con el complejo definido por la psiquia­tría freudiana, y una sucesión de deformes figuras paternas desfila por la vida de Elektra: Papi, que es brutalmente asesinado; el Sensei, al que da muerte por error; Stick, que la rechaza...

Con Elektra Assassin, Miller di­buja claramente un personaje que pertenece al mundo del comic adulto, lleno de referencias cultu­rales y literarias –que Sienkiewicz definirá, quizá en un exagerado arrebato de pasión, como «Mucho más que un libro New Wave. Es realmente un libro Punk. Es con­tracultura editorial. Muy político»–, obligando al lector y al enamorado revisar toda su imagen prefigu­rada de Elektra. Ahora debe acep­tar plenamente, gracias también a la sofisticada labor artística de Sienkiewicz –según Miller, «la se­rie de Elevara fue convirtiéndose cada vez más en un extraordinario trabajo de una relectura del personaje que oscila entre la paro­dia, el horror Kafkiano, la crítica política y el thriller ultraviolento. Habían sucedido muchas cosas desde la primera aparición de, Elektra: Blade Runner, Dark Knight, David Lynch, Watchmen, Terry Gilliam..., y la obra de Sien­kiewicz y Miller reflejaba un nuevo mundo de caos, luz y color, en el que Elektra seguía siendo una esfinge enigmática con el rostro de una escultura griega, un sím­bolo sexual y de muerte, pero también una caricatura, un carto­on cuyas relaciones con el prota­gonista masculino de la serie, el agente Will Garrett, eran definidas por Sienkiewicz como las mismas que se dan entre el Correcaminos y el Coyote.

3.- ORlGEN
Cuando Elektra aparece por vez primera en la serie de Dare­devil, se produce un auténtico acontecimiento. Hasta ese mo­mento las heroínas de comic se ciñen a constantes muy estereo­tipadas, incluso cuando apare­cen como supuestamente femi­nistas. Al contrario que todasellas, Elektra no es sexy, al menos en el sentido tradicional; no va a ser ni una típica buena ni tampo­co una malvada vamp, y contiene una dimensión épica que procede de su condición de «víctima cons­tante de las asechanzas de cuan­tos la rodean, un sino trágico y sangriento que preside, desde la juventud, su vida» (J.A. Pérez-Rioja, sobre la Elektra griega en su Diccionario de Símbolos y Mitos), y de su capacidad para superarla.


Gracias a estas característi­cas, Elektra va a dar un giro a las aventuras de Matt Murdock, aportando por una parte un desa­forado romanticismo, que se va a reflejar en un gótico urbano de rascacielos con azoteas inclina­das en picados y contrapicados, lluvias torrenciales sobre la ciu­dad, vendavales y nevadas, con las que enmarcar el trágico desti­no de Daredevil y su amada ene­miga. Y por otra, Miller va a apro­vechar para profundizar en el mis­ticismo de esta etapa de la serie, mezclando al aire byroniano un ritmo de cine de artes marciales, contaminado progresivamente de más y más espiritualismo zen, esoterismo y filosofía oriental. Y, más aún, con la conversión de Elektra en asesina profesional, conversión sobre la que hasta cierto punto Miller se reserva una opinión moral, un ambiente de violencia inusual, y muy criticado en su día, iba a penetrar en el comic-book de superhéroes.

Estaba aún lejos la sofistica­ción y el artificio de Elevara As­sassin, la locura caótica del final de los 80 aún no había hecho su aparición, y aunque Elektra no era todavía ese ensayo freudiano en que llegaría a convertirse, y si bien la presencia del mito griego era clara ya desde un principio, a Miller no se le habría ocurrido –ni permitido– insinuar siquiera que Elektra hubiera sido violada por su padre, ella iba a aportar ya, con su mezcla de fuentes inusuales en el comic americano –tragedia griega, misticismo oriental, saga nórdica y novela romántica– y ca­racterísticas mitómanas –Vícti­ma del Destino, Señora de las Ar­tes Marciales, y Walkiria resucita­da de su sueño de muerte para desencadenar el Gótterdame­rung–, una auténtica avanzada en el camino de la madurez del género de superhéroes, que se anotaba con ella uno de los per­sonajes femeninos más fascinan­tes jamás creados.


4.- EPlLOGO
De Frank Miller sabemos que le gusta el comic europeo, por ejem­plo Corto Maltés, las películas de Harry el Sucio, las novelas ro­mánticas de Ann Raynd y Marga­ret Mitchell, y cosas aún más ra­ras. De Elektra, que puede pasar de la tragedia a la parodia y de ésta al cuento de terror, sin dejar de ser nunca la Elektra que quie­re vengar la muerte de su(s) pa­dre(s), la guerra casi sin escrúpu­los que ha fascinado a Matt Murdock y a Will Garrett y abandona­do a ambos, quizá porque a quien busca no es al amante obsesivo y fiel, sino a un Orestes que la ayu­de en su implacable venganza, sin plantearse dilemas morales ni lazos carnales. Tal vez la historia de amor de Matt Murdock y Elek­tra Natchios sea la de un incesto entre hermanos, un pecado que ambos han de purgar con la imposibilidad de consumar su amor. Aunque «creo que cuanto más hablamos de Elektra menos comprensible es».

 Jesús Palacios







Frank´s Miller notes




















Krazy Comics Nº11-12 Agosto-Septiembre 1990

Batman: El Regreso del Señor de la Noche por Frank Miller, Klaus Janson y Lynn Varley



DARK KNIGHT

D.K. es un comic polémico. Sin duda pasa­rá a la historia, junto con «Watchmen», como una de las obras de superhéroes que ha con­seguido captar al público de otros tipos de co­mics. El prestigio de estas dos obras ha abo­gado, de hecho, al de muchas otras de alto nivel («Born Again», «Spiderman vs.Kraven», etc.) y ha derivado incluso hacia una triste co­mercialización. (La Batmanía tuvo probablemente su comienzo en D.K.). D.K. ha sido acu­sado de fascista y cosas semejantes, e incluso, con Watchmen, de ser «subversión domesticada» (en el Diari de Barcelona, creo). Vamos a tratar de aclarar alguno de estos pun­tos, empezando por referirnos a uno de los maestros del comic de nuestros días: Frank Miller.

EL GRAN NARRADOR

Miller no escatimó medios para el D.K. Algunos han que­rido darle un excesivo significa­do político y moral a esta obra que es, ante todo, una narra­ción épica y también psicológi­ca. Como en «Daredevil: Born Again», Miller bucea en la men­te del superhombre, sacando a la luz sus pesadillas, obsesio­nes y debilidades. A pesar de la gran importancia que tiene el texto dentro de esta obra, y al elevadísimo nivel literario de éste, D.K. es ante todo una na­rración visual, casi cinemato­gráfica. El dibujo, a pesar de haber sido «embellecido» por la paleta de Lynn Varley, es sen­cillo y esquemático, pero muy potente.

Quizá lo más admirable en Miller sea su asombrosa capa­cidad de síntesis, tanto en la síntesis guión-dibujo como la capacidad de transmitir gran cantidad de ideas en muy po­cas de imágenes. Ocho peque­ñas viñetas bastan para el cara-a-cara entre Batman y Dent. En dos pág. nos define los carác­teres contrapuestos de Super­man y Batman. En una sola pá­gina nos hace «sentir» la durísima vida que ha arrastra­do Margaret Corcoran.

Miller introduce además la TV. La pequeña pantalla apare­ce 333 veces a lo largo de la obra, y, como el coro de la tra­gedia griega, comenta conti­nuamente la acción. En la TV la deshumanización de la socie­dad en la cual se mueve Bat­man: «mujer explota en la esta­ción del metro... vídeo a las once».

Al mismo tiempo, es un vehí­culo para la aparición de la gran cantidad de personajes secun­darios que aparecen en el D.K., cuya personalidad nos traza Mi­ller en, a veces, 2 ó 3 viñetas. Estos personajes «de fondo», que constituyen una especie de «extracto» de la sociedad en la cual se mueve Batman, son uno de los logros fundamenta­les de la miniserie. Por poner sólo un ejemplo, fijémonos en el tripulante del satélite artificial que aparece bastante de pasa­da en pág. 13 L.4 y que con­mueve en su única y breve rea­parición en la pág. 16, cuando escribe una última carta de amor sabiendo que su muerte se aproxima.

BATMAN:

LA AMBIGÜEDAD DEL MITO

Miller ha hecho personas de sus personajes. No «tal como son» realmente las personas, sino «tal como deberían ser» para protagonizar grandes his­torias, lo cual no es obstáculo 1 para que tengan vida propia.

Tal vez ninguno sea tan com­plejo como este Batman. Miller parece haber evitado delibera­damente una definición clara de personaje.

Así pues, en D.K. vemos a Batman bajo, por lo menos, cuatro puntos de vista. En pri­mer lugar el Comisario Gordon, Carde, Selina Kyle e incluso Oli­ver Queen ven en Batman a la «fuerza» de la que la sociedad está tan necesitada. Y Miller pa­rece confirmar en diversas oca­siones esta opinión. La compa­ración establecida entre Batman y Roosevelt en pag. 40 L.2 es admitida por una enemi­ga encarnizada de Batman en pág. 24 L4. La lucha final de Batman contra el incendio de Gotham y contra Superman tie­ne tintes mesiánicos. En segun­do lugar, Batman es para Alfred una «obsesión en un hombre maduro». Y toda la evolución del personaje desde el L.1 has­ta las primeras págs. del L.4 pa­rece confirmarlo. Batman rea­parece con las palabras «pero soy de nuevo un hombre de treinta... de veinte años» (pág. 25 L.1). Sin embargo, más tar­de se considerará un «viejo con suerte» (pág. 6 L.4). En tercer lugar, la comisario Yindel, el doctor Wolper y otros conside­ran a Batman un psicópata fas­cista, un problema social. Qui­zá. En pág. 32 y 37 Batman tortura a sendos criminales. Su reaparición provoca (confirman­do las teorías del por otra parte ridículo Dr. Wolper) el regreso del Joker y la aparición de los «Hijos de Batman». Sin embar­go, ninguno de estos tres pun­tos de vista nos dan una ima­gen de lo que verdaderamente es Batman. Convergen, sin em­bargo, en la manera como Bat­man se ve a sí mismo; éste es el cuarto punto de vista. Sin que nadie aparte de él mismo pue­da verlo, Wayne vive la reapa­rición de Batman como una «posesión». No puede huir de su otro yo, simbolizado en un murciélago que aparece repe­tidamente: al descubrir Bruce, —todavía un niño— la Batcue­va, poco antes de ser asesina­dos sus padres, poco antes de decidir transformarse en Super­man, y, por última vez, poco an­tes de su «regreso». El Batman que surge de esta «posesión» es inhumano y terrible. En la pág. 36 L.2, al abrazarse Carrie y Bruce, contrasta el aspecto pétreo, pálido e inhumano de él con la frescura juvenil de ella. Sin embargo, Batman no pue­de escapar de su decadencia fí­sica e incluso psíquica. Sus in­tentos de perder contacto con la realidad fracasan: frases como «hoy es ayer» demues­tran cada vez ser menos cier­tas. Si D.K. terminase en el li­bro tres, hubiera quedado como la historia de la decadencia de un héroe. Sin embargo, sor­prendentemente, Batman vuel­ve a tomar las riendas en el L.4. ¿Qué ha sucedido? Al parecer, Batman toma consciencia de sus propias limitaciones y aban­dona su cruzada personal. Tras el incendio de Gotham su primera reacción no es lanzarse él solo a imponer orden y resca­tar a los aterrorizados ciudada­nos de las llamas, sino reunir un ejército. Esta es la clave de la nueva manera en que Bat­man se ve a sí mismo. Escon­dido en la «cueva sin fin« pla­neará su retorno al frente de un ejército para «traerle sentido a un mundo plagado de algo peor que ladrones y asesinos». En esta transformación está implí­cito un retorno a las raíces: Bat­man reniega de las armas de fuego, que había utilizado al principio de la historia. Ya lo ha­bía hecho durante su última lu­cha con el Joker, durante la cual expresa el deseo de verse frente al hecho de matar a al­guien con las manos desnudas. Es sabido que el odio hacia las armas de fuego es una de las características tradicionales del personaje, que Miller ignora en los primeros libros (quizá para resaltar el hecho de que en su reaparición Batman sigue el ca­mino equivocado).

LOS ROSTROS DEL MAL

El descubrimiento por parte de Batman de su propia debili­dad no es espontáneo. El enve­jecido héroe va transformándo­se en contacto con los enemigos a los que tiene que enfrentarse. La persecución en el «Túnel del Amor» es en cier­to modo un viaje al interior del propio Batman. Sin embargo, el «viaje» ha empezado mucho antes.

El primer enemigo al que se enfrenta Batman es Harvey Dent. Como más tarde explicó Miller en «Batman: Year One», éste fue aliado de Batman du­rante el primer año de su carre­ra. En cierto modo, Dent es el «otro yo» de Batman, un espíri­tu justiciero e inconformista como él, pero retorcido por el trágico accidente que desfigu­ró su cara. Vuelve al crimen al reaparecer Batman, por «seguir su juego». Batman aparece po­deroso y terrible frente a Dent. Dent pertenece al pasado de Batman, a la época en la que la existencia de Batman todavía tenía sentido. cuando los criminales aún se sentían .culpa­bles» y enfermos. antes de matar a alguien. Los matones que sirven a Dent son también hu­manos, parecidos a los del «Da­redevil» de Miller.

Los mutantes encarnan los nuevos tipos. Son un «raza más pura» que el hombre que mató a los padres de Batman. Miller nos deshumaniza incluso en su aspecto físico: su líder es un ser deforme, y todos ellos parecen personajes casi de dibujos ani­mados ataviados con una esté­tica punk bastante horrible. No buscan dinero, son crueles por naturaleza. Batman fracasa frente a ellos. La derrota del lí­der sólo servirá para que sigan cometiendo crímenes bajo otras denominaciones (p. ej. Hijos de Batman).

Por fin, el Joker. Su degene­ración abarca todas las áreas. Según declaró Miller a un fan­zine americano, violó a Janson Todd antes de asesinarlo. Re­cluido en estado catatónico, vuelve a la consciencia al rea­parecer Batman, al que parece amar enfermizamente. Signifi­cativamente, su última lucha tiene lugar en un «Túnel del Amor». Su muerte, al romperse el Joker su propia columna ver­tebrarla con su sola fuerza, le hace parecerse a una criatura infernal. Batman es impotente ante él. No puede impedir que masacre al público de un estu­dio de TV primero y a los niños asistentes a una feria poco des­pués. Ni siquiera tiene valor para matarlo con las manos desnudas. Ante la fuente de maldad que es el Joker, Bat­man se ve completamente im­potente. Después de su última confrontación, el héroe toca fondo.

El último enfrentamiento será con Superman. El tratamiento que da Miller a este personaje también es ambiguo. En la pág. 28 L.2. la «S» de su pecho es identificable con la bandera americana. Sin embargo, pare­ce una ironía de Miller. Super­man no aparece en la obra rei­vindicando los valores americanos tradicionales, sino simplemente como un merce­nario del gobierno USA. Miller dijo en una entrevista que D.C. ha (re)creado con Superman y Batman a dos mitos fundamen­tales: la luz y las tinieblas. Su­perman piensa, mientras masa­cra soldados rusos, «que no debemos recordarles (a los hu­manos) que los gigantes cami­nan sobre la Tierra» (¿Nietzsche de segunda mano?) y que es bueno poder «salvar vidas» des­de el anonimato. Y, en dos de las más bellas páginas del D.K., Superman, moribundo en el centro de una explosión nu­clear, eleva sus plegarias a la «Madre Tierra» y al Sol «que nos nutre a ambos». Superman representa, pues, las fuerzas po­sitivas de la Naturaleza, la luz, la tierra, en contraposición al ambiguo, siniestro y misterioso Batman. Sin embargo, ha esta­do degradado por la sociedad en la cual vive, más si cabe que Batman, que en su último en­frentamiento le increpa dicién­dole: «podríamos haber cam­biado el mundo... míranos ahora... yo me he convertido en un problema político... y tú... tú eres una broma.»

Joan Josep Musarra

Krazy Comics Nº1 Octubre 1989

Los oficios de la cultura - Comic. Miguelanxo Prado 15-12-2010

No puedo dejar de recomendar este video. Emitido ayer por la 2 de Televisión Española, se puede ver aquí: http://www.rtve.es/mediateca/videos/20101215/oficios-cultura---comic-miguelanxo-prado/965684.shtml

Este es el texto que promociona el reportaje.Para mi un trabajo , particularmente bueno, muy bueno.



Los oficios de la cultura - Comic. Miguelanxo Prado

15-12-2010

Miguelanxo Prado es uno de los grandes clásicos de la historieta de nuestro país. Abre las puertas de su estudio a Yago García, estudiante de Ilustración, para mostrarle su estilo de trabajo. El "maestro" es Miguelanxo Prado. Autor de más de una docena de álbumes, entre ellos "Trazo de tiza", uno de los más premiados en el panorama del cómic español. Creador y director de la película de animación "De Profundis". Director, desde sus inicios del salón de cómic "Viñetas desde O Atlántico". Actualmente trabaja en su próximo album: "Ardalén". El aprendiz es Yago García, de 26 años, estudiante de Ilustración en la Escuela de arte "Pablo Picasso" de A Coruña.

El programa tiene dos partes diferenciadas: una en el estudio de Miguelanxo y otra en el Salón "Viñetas desde o Atlántico". En la primera, Miguelanxo le muestra al aprendiz los distintos procesos de trabajo: la escritura de guión, la planificación, el dibujo, el trabajo en el ordenador... y también le muestra trabajos suyos de ilustración. En la segunda, intervienen, hablando de su trabajo. las siguientes personas:

-Carlos Portela. Guionista.

-Raule. Guionista de "Jazz Maynard"

-Roger Ibáñez. Dibujante de "Jazz Maynard"

-Émile Bravo. Actual dibujante de Spirou

-Javi Montes. Autor y secretario de AGPI (Asoc. Galega de Profesionales Ilustración)

-Carlos Pacheco. Dibujante de superhéroes para Marvel y DC

-Ricardo Esteban. Editor.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Los cómics que traerá Papá Noel

CRÓNICA: SILLÓN DE OREJAS

Los cómics que traerá Papá Noel

MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 11/12/2010

Excelente año para los aficionados a los cómics y novelas gráficas. Se confirma el incremento del lectorado que busca y consume esa forma ineludible de literatura/arte tan de nuestro tiempo. Aumenta la calidad de los álbumes y, al mismo tiempo, la edad media de sus lectores: conozco a bastantes que, como yo, han regresado al cómic en edad valetudinaria, quizás porque en ellos encuentran cosas que antes sólo hallaban en las novelas. La lista de los publicados durante el año se haría interminable, de manera que opto por mencionar sólo los que más me han interesado. En primer lugar, dos recopilatorios de sendos clásicos: Julieta Jones (Panini, 29,95 euros) y Lo peor de Vázquez (Glénat, 24 euros). El primero reúne algunas de las mejores historias con las que el gran Stan Drake (1921-1997) se consagró en los cincuenta como uno de los magos de la tira gráfica romántica, con sus dibujos naturalistas y sus guiones de melodrama de clase media norteamericana suburbial. En España los publicó durante los sesenta la editorial Dólar, que también editaba Mandrake el mago, El hombre enmascarado, Flash Gordon, Rip Kirby y demás obras maestras del cómic sindicado estadounidense. Lo que no consigo comprender ahora es cómo compatibilizaba ideológicamente (nunca he dicho que esté exento de contradicciones) mi fascinación por aquellas historietas hiperrománticas (también adoraba el cine de Delmer Davis o Gordon Douglas y las pelisbelicosas de Samuel Fuller) con la dedicación con que me entregaba a la lectura y subrayado de, por ejemplo, Los condenados de la tierra, de Fanon; El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, de Marx, o La función del orgasmo, de Reich, o con mi absoluta convicción (interesada) de que el amor libre constituía el radiante porvenir sentimental de la humanidad, y de que obreros y estudiantes íbamos a protagonizar una revolución que, tras abolir la familia, la propiedad privada y el Estado, implantaría(gulp!) la Utopía y la Felicidad en este pobre planeta. Fin de la obscena interpolación autobiográfica. Lo peor de Vázquez reúne las últimas y más salvajes historias de Manuel Vázquez (1930-1995), genial autor de obras maestras como Las hermanas Gilda, o La familia Cebolleta o Ángel Siseñor, y uno de los dibujantes que mejor supo reflejar el franquismo medio (los años cincuenta y sesenta) en clave de tebeo. Entre las novedades hay tres que me parecen absolutamente imprescindibles: Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido, 18 euros), una interesantísima reflexión (un poco metafísica) sobre la culpa; Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido, 30 euros), una compleja y vanguardista novela gráfica centrada en la biografía de un arquitecto y profesor neoyorquino que repasa su vida, y El invierno del dibujante, de Paco Roca (Astiberri, 16 euros), una obra maestra del metacómic en torno a los grandes dibujantes de la "escuela Bruguera", en el contexto de aquella España de mejor apaga y vámonos. En cuanto a mí, les confieso que si mis verdugos sólo me permitieran (re)leer un cómic de este año antes de mi ejecución en la cámara de gas, no lo dudaría: Wilson, de Daniel Clowes (Mondadori, 17,90 euros), una maravillosa biografía ficticia (y compuesta a retazos) de un personaje patético e impresentable (pero que tiene su punto). Seguro que ustedes, como me sucede a mí, le encuentran algún parecido con alguien que conocieron. O a lo mejor nos resulta familiar porque lo llevamos dentro. Igual que el doctor Jekyll llevaba al señor Hyde.

Fiesta

Me han convocado a una fiesta navideña en la que todos los asistentes deberemos ir disfrazados con alusiones a la crisis. Ya hemos hecho la colecta para la munición de boca, que consistirá en patatas fritas de fábrica, ganchitos y una caja de sidra El Gaitero. También nos hemos puesto de acuerdo para contratar, como árbol de Navidad, a uno de los amigos que despidieron hace más tiempo: se colocará en pelotas en una esquina del salón, con una estrella de cartón plateado en la cabeza y sosteniendo en sus miembros (todos) una ristra de luces de colores adquiridas en un "todo a un euro", y que mantendremos encendidas (¡alegría!) durante toda la velada. Como entre los asistentes habrá gente en paro o en pleno ERE, supongo que el resultado será tan patético como cuando en Cabaret (Bob Fosse, 1972) el maestro de ceremonias (Joel Grey) hacía chistes sobre lo mal que todos lo estaban pasando. Para conjurar el futuro he decidido acudir disfrazado de rico: aún no sé si en el avatar de Tío Gilito (que era banquero), o de José Manuel Lara o, más genéricamente, en el de carismático controlador aéreo, con sus sacrosantos privilegios pisoteados por este Gobierno felón y sin alma. En la fiesta habrá también escritores y (como ahora se reitera) escritoras. No hemos invitado a los top que copan las listas de éxitos, sino a gentes como usted y como yo que no las tienen todas consigo y a las que, probablemente, y como decía Maruja Torres de sí misma, les resulta más fácil votar a los socialistas que perdonarles algunas de las cosas que hacen (y, sobre todo, que no hacen). Gentes, para entendernos, a las que Josep Ramoneda calificaría de "izquierda desencantada con querencias abstencionistas" (en adelante IDCQA) y a las que Zapatero intentará reconquistar tres meses antes de las elecciones con los consabidos panes et circenses programáticos y mentirosos. A esos escritores del montón (me refiero a su valor de cambio, no a sus méritos literarios) la crisis y los recortes les han arrebatado hasta aquellos humildes "bolos" con los que completaban el sueldo y se daban algún homenaje. Hace poco, una amiga mía, a la que habían nombrado jurado en un premio de provincias, se leyó cincuenta cuentos (espantosos) en diez días, acudió en autocar (pagado) a la ciudad que lo concedía, participó en una reunión tan deliberatoria como tediosa que duró cuatro horas (botellín de agua mineral), se sometió sonriente al consabido almuerzo posterior al fallo (en mesón y a menú fijo), y regresó (encantada) a Madrid con un talón de 150 euros netos, y un llavero con linternita que le había regalado la concejala de cultura. A la fiesta también acudirán, además de traductores, ilustradores y correctores, algunos libreros y editores, siempre que les sobre tiempo después de empaquetar y desempaquetar (respectivamente) las devoluciones de las "apuestas" del último mes. Seguro que unos y otros hablan de la inolvidable "semana negra" (la última de noviembre) en la que parecía que la crisis se había tragado a los clientes de las librerías en todo el país: y eso que el libro era un "valor-refugio". Mis amigos convocantes a la fiesta, ninguno de los cuales tiene obra entre las veinte primeras delTop of the Pops literario, saben que los tiempos son duros. Y, como siempre, para unos mucho más que para otros. Ahora lo que hace falta es que los lectores sean curiosos y no acudan a las librerías pensando que los libros mejores (o los más entretenidos) son los que más venden: a veces coinciden, pero no siempre. Les espero a todos en la fiesta. Pero, por favor, vengan con algo.

La compleja arquitectura de la viñeta

REPORTAJE

La compleja arquitectura de la viñeta

ÁLVARO PONS 11/12/2010

Asterios Polyp, novela gráfica brillante y sorprendente, es el retorno al cómic de David Mazzucchelli. Demuestra que el lenguaje de la historieta va mucho más allá de la clásica concepción de híbrido de texto y dibujo

Se ha hecho de rogar, pero tras tres lustros de gestación ve por fin la luz uno de los proyectos más esperados del cómic americano: Asterios Polyp, la primera obra en solitario del inquieto dibujante David Mazzucchelli, en la que asume no pocos retos personales que proyecta a su vez hacia el lector. Un autor de dilatada trayectoria, formado como muchos otros en la dura escuela del dibujante de fill-in, aprovechando los huecos que dejaban los autores más famosos de las poderosas editoriales de superhéroes Marvel y DC. Un camino clásico y lento que se precipitó radicalmente al tener la posibilidad de trabajar junto a un genio como Frank Miller. Su colaboración en la serieDaredevil dio lugar a Born Again, una de las sagas más recordadas de la historia del género, toda una obra maestra del noveno arte donde el dibujante recibiría un doctorado acelerado en el uso más innovador de los recursos narrativos del cómic de la mano de uno de sus grandes renovadores. El aprendizaje no caería en saco roto: su siguiente colaboración con Miller en Batman Año Uno, otro personaje icónico del género, mostraría un salto cualitativo espectacular, una evolución hacia la síntesis gráfica y narrativa en el que tomaba nota de otro grande, el dibujante Alex Toth, y que marcaba lo que sería una futura trayectoria de experimentación constante. Tras abandonar los superhéroes que tanto éxito le proporcionaron, abrazó la independencia más absoluta a través de su propia publicación, Rubber Blanket, una revista donde daría rienda suelta a todas sus inquietudes de experimentación formal y que, con apenas tres números, le abriría la puerta de un ambicioso proyecto: la adaptación al cómic de la novela de Paul Auster Ciudad de Cristal. Con la guía de Art Spiegelman como director del proyecto y junto a Paul Karasik, Mazzucchelli firmó una de las obras más sugestivas de los noventa, un complejo ejercicio formal de exploración de las posibilidades narrativas del lenguaje del cómic que colocaba al dibujante como un referente ineludible del medio. Sin embargo, inesperadamente, tras este éxito se retiraba prácticamente del cómic (con apenas algunas colaboraciones esporádicas en antologías) para dedicarse a la docencia y a un ambicioso proyecto personal que, para desespero de los aficionados, nunca llegaba a ver la luz. Tras quince años y un cambio de siglo, ese anuncio se convertía en la realidad deAsterios Polyp. Una novela gráfica sorprendente tanto en forma como en fondo, donde narra la historia de un brillante pero frustrado arquitecto que, cual nueva odisea en una sociedad de hiperdiseño mediático, inicia un largo periplo en busca de su ex mujer. Un clásico viaje iniciático en busca del yo en el que no es difícil encontrar los muchos paralelismos que se dan entre ese arquitecto refugiado en la enseñanza que nunca ha llegado a construir un edificio y un autor dedicado a la docencia que no ha hecho cómics durante un largo periodo. Un andamiaje argumental eufemístico, construido con un espectacular despliegue de estructuras formales, que sirve de parapeto a un autor deseoso de contar sus ideas sobre la vida, reflexiones a vuela pluma muchas veces, pero frescas en contraste con un planteamiento narrativo diseñado y reflexionado al milímetro. Pensamientos sobre la religión, el amor, la creación o el arte, presentados en un tablero de ajedrez de obsesiva dualidad, expuesta a través de la oposición entre el personaje de Asterios (dual de nuevo en tanto imagen de su creador) y su gemelo muerto al nacer, Ignazio, su opuesto y, paradójicamente, la voz narradora, la voz que debería pertenecer por derecho propio al autor.





Un atractivo y original planteamiento argumental que no olvida dejar espacio para el humor en forma de sutil y socarrona autosátira, pero que tendrá en su desarrollo formal un espectacular valor añadido. Mazzucchelli explora la historia del noveno arte para hacer colecta de un extenso repertorio de recursos narrativos que son reescritos e integrados con obsesión casi acumulativa: estilos gráficos diferentes para cada personaje que se adaptan a su estado emotivo, tipografías diferenciadas, complejas composiciones de página... todo encajado para que el dibujo sea el máximo elemento narrativo, el vehículo de un discurso en el que el texto se integra como una parte más de la narración gráfica, demostrando que el lenguaje de la historieta va mucho más allá de la clásica concepción de híbrido de texto y dibujo. Un grafismo brillante envuelto en un exquisito uso atmosférico de la paleta cromática, jugando solo con cian, magenta y amarillo (y un agresivo rojo reservado a la mujer, el oponente del hombre), que irán combinándose lentamente hasta que los colores vayan naciendo a medida que el viaje interior de Asterios va descubriendo su yo real. Es tan apabullante la diversidad de recursos gráficos que se podría pensar que es este ejercicio formal el protagonista verdadero de Asterios Polyp, pero es precisamente en ese momento donde el autor triunfa, reconvertido en arquitecto de las viñetas que doma esa forma con espíritu innovador para transformarla en el vehículo de sus reflexiones. Una obra que nace como referencia obligada de las posibilidades del noveno arte.

Asterios Polyp. David Mazzucchelli. Traducción de Lorenzo Díaz. Sins Entido. Madrid, 2010. 344 páginas. 30 euros.

La ambición del dibujante

ENTREVISTA: ESPECIAL REGALOS / Cómic Paco Roca

La ambición del dibujante

NURIA BARRIOS 11/12/2010

Tebeo, cómic, historieta o novela gráfica, la literatura en imágenes es uno de los regalos que más lectores conquista. Y lo nuevo de Paco Roca, El invierno del dibujante, ilustra un pasaje histórico del género: el factoría Bruguera y la rebelión de cinco dibujantes en la posguerra

Paco Roca (Valencia, 1969) aprendió a dibujar copiando las historietas que más le gustaban: el Capitán Trueno, el Jabato, Mortadelo y Filemón, Sir Tim O'Theo... Imaginaba a sus creadores como hombres muy ricos y felices; su trabajo, como la mejor profesión del mundo, y la editorial Bruguera, donde publicaban, como la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Con ocho años dibujó con unos rotuladores Carioca un par de historietas y las envió a Bruguera. No obtuvo respuesta, pero aquel silencio, lejos de irritarle, aumentó su fascinación. Ahora, Roca se ha convertido en uno de los nombres más importantes del cómic en España. En 2008 ganó el Premio Nacional del Cómic conArrugas, una novela gráfica en torno al alzhéimer que él, fiel a su vieja admiración por la factoría Bruguera, denomina "tebeo". La curiosidad por ese mundo desaparecido ha sido el germen de El invierno del dibujante, su nuevo álbum, sobre aquellos dibujantes que rodaron en papel otro No-Do, indispensable para comprender los años de posguerra y protagonizado por personajes inolvidables: Carpanta, Zipi y Zape, Doña Urraca, las hermanas Gilda, Tribulete, Carioco, Gordito Relleno... La crónica más veraz de la vida española, según aseguraba Vázquez Montalbán.

PREGUNTA.

El invierno del dibujante transcurre en Barcelona entre 1957 y 1959. ¿Por qué eligió ese momento?

RESPUESTA. En 1957, cinco de los dibujantes estrella de Bruguera dejaron la editorial para crear la revista Tio Vivo. Escobar, Cifré, Peñarroya, Conti y Giner se marcharon para controlar sus creaciones. Aquella aventura fue un anticipo de las reclamaciones sobre los derechos de autor. Por primera vez en España y en Europa los dibujantes gestionaban su propia revista, pero Bruguera hizo todo lo posible para que Tio Vivo no funcionara y a finales de 1958 regresaron. Si aquella aventura hubiera tenido éxito quizá el tebeo habría tomado otro derrotero más maduro, como sucedió en otros países.

P. En un chiste de Peñarroya, un hombre mira el fondo de su taza y dice: "Cada día consulto mi futuro en el poso del café... y cada día lo veo negro". Los nuevos dibujantes que entraron en Bruguera (Ibáñez, Raf...) tras la marcha de Peñarroya y sus compañeros no mantuvieron ese tono de crítica social.

R. Representaban dos formas de ver los tebeos: la de Peñarroya y sus compañeros era mucho más social; mientras que los nuevos, que no habían vivido la guerra, hacían gags. Era una época de transición, en un par de años sucedieron acontecimientos que cambiaron la vida de los españoles: la aparición de la televisión, del seiscientos... Los viejos dibujantes se quedaron un poco fuera de esa nueva realidad. Carpanta, por ejemplo, continuó en una España que ya no pasaba hambre.

P. En El invierno del dibujante aparecen la censura, un mensaje radiofónico de Franco, referencias al paso por la cárcel de uno de los hermanos Bruguera y de algunos dibujantes como Víctor Mora, Peñarroya y Escobar

... Pero la novela no tiene un tono combativo, ni siquiera amargo.

R. Utilicé distintas tintadas para reflejar la época del año, pero sobre todo el estado de ánimo de los protagonistas. La tintada es rosa en la primavera de 1957, cuando idean la aventura; es cobre en verano, cuando la ponen en marcha, y gris en invierno, cuando asumen el fracaso y regresan a Bruguera. Esa tintada gris es el espejo de una época donde lo esencial era subsistir. La guerra estaba reciente, había miedo a algo abstracto como el poder, se buscaba no destacar para evitar que te cortaran la cabeza... Cuando los demás países reconocieron al régimen de Franco, perdieron la esperanza. Solo les quedaba agrisarse y aguantar o huir. El invierno a que hace referencia el título es el de 1959, con la vuelta de los dibujantes a Bruguera, pero en realidad habla de un invierno muy largo porque la mayoría murió antes de recuperar sus derechos de autor.

P. El año que duró la aventura de Tio Vivo debió de ser apasionante, pero usted solo habla de su inicio y de su final.

R. Fueron más importantes las intenciones que el resultado, que no fue tan innovador. Los cinco dibujantes tuvieron que competir con Bruguera, que tenía el monopolio infantil y juvenil de las distribuidoras y de los quioscos. Pero además tuvieron que competir con sus propias creaciones: los personajes que habían inventado, y que no les pertenecían, eran ya parte de la cultura popular. Nadie sabía quién era Escobar, aunque todos sabían quién era Carpanta. Cuando regresaron a Bruguera, la editorial compró la cabecera y la mantuvo como una de sus publicaciones. Para mí lo esencial es la lucha que abrieron por la posesión de sus personajes. Fue un acto de valentía.

P. Imagino que la imagen idílica que tenía de Bruguera ha cambiado radicalmente.

R. Bruguera fue muy importante para la cultura española. Mis padres leían El Capitán Trueno, yo crecí con esas y otras historias y mi sobrino ha crecido leyendo Mortadelo y Filemón. Era una empresa modélica: daba de comer a muchas familias y cuidaba a sus empleados, pero los dibujantes la veían de una forma diferente. Ellos cedían las páginas que entregaban y los personajes, y si la editorial publicaba varias veces la misma página no volvían a cobrarla.

P. Presta especial atención a Escobar.

R. Admiro a Escobar: era un excelente dibujante, estuvo en la cárcel, era una persona comprometida, inventó objetos como un cine casero, fue dramaturgo y actor, enseñaba dibujo por correspondencia... Era un renacentista. Si lo hubiera conocido, habría conectado con él. Era el personaje perfecto para poner en su boca las reivindicaciones.

P. También se fija con más detalle en Rafael González, el director de publicaciones de Bruguera, y en Víctor Mora, el redactor jefe.

R. Sucede con ellos como en La guerra de las galaxias: Rafael González fue un Jedi que pasó al lado oscuro y se convirtió en el perro guardián de la empresa, mientras que Victor Mora representa a Luke Skywalker. Mora creó uno de los personajes míticos de la cultura española, el capitán Trueno, y luego huyó a Francia, donde escribió novelas y guiones para cómic. De él obtuve mucha información porque sigue vivo y muy lúcido. En el caso de Rafael González, la historia empieza y acaba con él, su verdadero protagonista. Era un hombre con inquietudes artísticas, escribió guiones, fue el creador de ese lenguaje tan peculiar de Bruguera que llamaba gendarmes a los policías y piastras a las pesetas para burlar la censura... Él se sentía más cercano de los dibujantes que de los empresarios, pero optó por la estabilidad familiar y económica y eso le obligó a actuar de manera contraria, lo que le debió amargar bastante.

P. Señala a Vázquez, autor de series tan populares como Las hermanas Gilda o La familia Cebolleta, como el traidor que reveló a Bruguera los planes de sus compañeros para crear Tio Vivo.

R. Era el dibujante estrella de la editorial, todos le imitaban, ser bueno o ser malo se basaba en parecerse a su estilo. Con él pasaba como con González: o era la persona más encantadora del mundo o la más vil. ¿Traicionó a sus compañeros? Es una hipótesis. Escobar se lo comentó a una persona de la editorial y Víctor Mora no lo sabía, pero me aseguró que Vázquez lo hubiese hecho sin pensárselo lo más mínimo. En cualquier caso,El invierno del dibujante es una obra de ficción, no un ensayo, y, aunque intento ser fiel a la realidad, interpreto, recreo y convierto a las personas en personajes.

P. Es curioso pensar que los perdedores fueron quienes se encargaron de entretener a la España que les había vencido.

R. Francisco Bruguera era republicano y acabó en la cárcel hasta que su hermano Pantaleón, que era nacional, lo sacó. Juntos se encargaron de la empresa. Casi todos los dibujantes de Bruguera eran republicanos y Francisco y Pantaleón crearon una especie de nido, de cúpula defensiva alrededor de ellos para protegerlos. A Víctor Mora, por ejemplo, le pagaron los meses que estuvo en la cárcel.

P. Usted forma parte de una generación de dibujantes que publican con éxito novela gráfica. ¿Qué les separa de aquella generación de Bruguera y qué les une?

R. El medio sigue siendo el mismo, pero las palabras "historieta", "cómic" y "novela gráfica" marcan las fronteras. Ellos hacían historietas infantiles, no se planteaban hacer algo que no fuera interesante para un niño. El cómic ya llega a otro público porque habla de terror, de ciencia ficción, de sexo... Y luego surge la novela gráfica, que supone la libertad total para hacer lo que quieras y como quieras, sin limitaciones. Básicamente nos separa la ambición.

El invierno del dibujante. Paco Roca. Astiberri. Bilbao, 2010. 128 páginas. 16 euros. www.pacoroca.com.

Especial regalos




El periodico El Pais, en su suplemento Babelia, publicado el sábado pasado, 11 de diciembre de 2010 era un verdadero regalo. Aquí: http://www.elpais.com/suple/babelia/
Dedicaba gran parte de su espacio a los comics y a la historia, realmente parece que los comics han encontrado un hueco en la realidad de la prensa.