jueves, 16 de diciembre de 2010

Frank Miller - Krazy Comics Nº11-12 Agosto- Septiembre 1990




La etapa de Daredevil realizada por Frank Miller fue uno de los tra­bajos que coadyuvaron a la crea­ción del mito que hoy envuelve al celebérrimo artista; por las pági­nas de la serie danzaron un buen puñado de personajes que confi­guraron un peculiar universo que no tardó demasiado tiempo en calar hondo en el ánimo de los afi­cionados. De estos personajes, uno alcanzó con celeridad aquella categoría reservada a pocos de los protagonistas habituales en el comic-book: la de leyenda; me refiero, por supuesto, a Elektra, la fría finja mercenaria que causó estragos entre los lectores exhi­biendo sus letales artes.

ELEKTRA SAGA


Fue tan notable el éxito de la trayectoria de Elektra en la serie de Daredevil que el mismo artífice, algún tiempo después, llevó a cabo un nuevo trabajo con el fin de reorganizar toda la saga de forma autoconclusiva; recopi­lando de nuevo las páginas de la colección del Hombre sin Miedo, más algún material relacionado con Elektra procedente de otras ediciones, y añadiendo produc­ción realizada expresamente pa­ra esta obra, Miller creó Elevara Saga: una serie limitada de cua­tro números, que ahora, bastan­tes años más tarde, nos ofrece Comics Forum.

Miller, guionista todo-terreno donde los haya, estructura la his­toria en torno al personaje de Elektra Natchios, una ex-novia de Matt Murdock, que, tras la absurda muerte de su padre, ve sus vínculos con la sociedad fatí­dicamente fragmentados. Elektra huye a Japón, y allí es entrenada por un sensei en el uso de las artes mortales del ninjutsu al verse rechazada por la severa orden de Stick, Elektra ingresa en La Mano, una organización de asesinos a sueldo con ciertas connotaciones esotéricas, que completará su formación como implacable mercenaria. Sus con­tactos con la mafia de New York –como todos sabemos encabe­zada por Kingpin–, la llevarán al enfrentamiento directo con Dare­devil, su antiguo amor...

A simple vista, el guión de Miller surge como consecuencia lógica de la difícil mezcolanza de comic de superhéroes, cine ne­gro de la yakuza o mafia japo­nesa, y los devaneos argumenta-les de las más execrables pelícu­las de artes marciales «madre in Hong-Kong» y, en efecto. tales tendencias convergen en el sto­rytelling del autor, aunque no lo hacen sin introducir importantes variaciones y transgresiones en el campo argumental: renuncia abierta al maniqueísmo propio del género superheroico –Miller parece querer hacer válida la expresión: Elevara no es buena ni mala, sino todo lo contrario-, irrupción de los sentimientos in­ternos de los personajes –hito del cual la etapa actual de Ann No­centi es heredera incontestable, y una leve pero certera introduc­ción de elementos intelectuali­zantes en el discurso –las cone­xiones con la tragedia griega van más allá del explícito título-. La puesta en escena de Elektra Saga bastaría para justificar la aureola de genio que rodea a su creador; en mi opinión, los logros narrativos más importantes e interesantes de la saga no se centran en la narración propia­mente dicha, con excesivo uso de la elipsis y algunas explicacio­nes absurdas, sino en una prodi­giosa visión cinematográfica en el modo de contar la historia: cada una de las viñetas es abso­lutamente imprescindible en la página. y cada una de éstas es necesaria para el desarrollo de las secuencias en la que se divi­de la obra. La amenaza de Elek­tra a Ben Urích en el cine, con el asesinato de su confidente, la fuga de Bullseye, o la muerte de Elektra a manos de éste, son ejemplos de la extraordinaria capacidad de Miller para la narra­tiva en el ámbito del comic-book, capacidad que se manifiesta también en el dibujo de carácter eminentemente funcional, con trazos rápidos y austeros, en clara concomitancia con la temá­tica violenta del relato.
n Jordi Sánchez


BORN AGAIN

CRUCE DE CAMINOS

«Todavía pienso a menudo en Daredevil. He vuelto a cogerle cariño al personaje. Siento como si mi primer contacto con él hubiera sido los dos primeros actos de una obra de teatro, y ahora venga el tercero.»
Frank Miller1'

Mucho se ha hablado de la revolución que ha provocado el Dark Knight de Miller, Janson y Varley, y el Watchmen de Moore y Gibbons, sin embargo parece haberse olvidado la trascendencia de Batman: Vear One y sobre todo de Born Again, ambos del tándem Miller y Mazzucchelli.
«Estoy enfocando mi trabajo en la definición de lo que es un héroe.»
Frank Miller1


Quizá pueda ser ésta la premisa sobre la cual se asienta la saga de Daredevil bautizada como Born Again. Pero, ¿por qué esta obsesión por la creación de un héroe? La respuesta se nos antoja, en principio, obvia, pues nos hallamos en el género de superhéroes y éstos, al estar sometidos a tal epígrafe, deben serlo. ¿O no?

¿Qué se esconde detrás de esta aparente revitalización de género que teóricamente busca el autor? Algo muy sencillo: el man­tenimiento o, mejor dicho, la reac­tualización de los mitos prefabri­cados por la sociedad norteameri­cana, debido principalmente a la ausencia de éstos por la carencia de historia como nación, a través de su más poderosa arma: los Mass Media.

El autor, independientemente de su más que demostrada capa­cidad como narrador, siempre se ha caracterizado por una nada encubierta actitud reaccionaria hacia la realidad circundante, eso sí, tamizada de observación com­prometida; hecho corroborado por el mismo argumento de Born Again, que a grades rasgos, y simplificándolo un poco, vendría a ser el siguiente: Un hombre ve desmoronarse su vida y su entor­no de la noche a la mañana sin que pueda hacer nada para evi­tarlo. Una vez descubierto quién está detrás de la degeneración de su entorno y de haber caído hasta lo más profundo, mental y física­mente, iniciará el camino de ascenso mediante la venganza y la redefinición, tratando de solven­tar todas las contradicciones de su anterior vida que, merced a la tragedia, ha sido capaz de cono­cer y asumir en toda su magnitud.

Frank Miller nos devuelve el sueño americano actualizado: «l'm loyal to nothing general... except the Dream»3 nos dice un Capitán América pseudoexcéptico en el último capítulo de la saga, cuando poco antes y hablando con Murdock sobre Nuke comentaba «He wears the Flag» - «In hadn't notice con­testaba Murdock. Esta aparente contradicción no es tal. Recorde­mos que el mensaje que durante años se nos ha enviado del otro lado del Atlántico ha sido más o menos éste: «El sistema no es perfecto, tiene fallos, pero funcio­na». El mensaje de Miller es el que, si bien las instituciones pue­den fallar, el individuo aún puede hacer algo, el Sueño Americano sigue estando ahí, como una meta a la que debemos tender y podemos llegar a alcanzar. Y así lo corrobora su editor Ralph Mac­chio en la introducción al libro recopilatorio de la saga:

«I say Murdock is our hero –and not Daredevil, his alter-ego– because in this brilliantly tolda sequence of stories, the Kingpin strips away everything from this good and honorable man: his home; his job; his friends; his identity; his very sanity. But the core of him remains. The fighter. The man who will not surrender or die. The Man Without Fear!»5.

De hecho se produce un cruce inequívoco en las intenciones de Miller; él desea fabricar un héroe, pero hasta cierto punto lo que construye es un antihéroe que se acerca por momentos y de forma algo tangencial a los presupues­tos de lo que se ha dado en llamar Comic Poético, eso sí, parece que sin tener conciencia de ello. Así podemos referirnos a las palabras de A. Altarriba: «... El personaje no es extraordinario, no se cons­truye según criterios de diferencia­ción. Al no depender de lo que hace sino de lo que piensa o sien­te al no estar construido a partir de una toma en consideración de su capacidad de incidencia externa sino en función de su dimensión interna, no se presenta con con­notaciones heroicas"6. En resu­men, Miller pretende una cosa y consigue, más o menos, otra distinta, lo cual resulta paradójico, aún más si nos percatamos de que «devuelve a su entorno al personaje, más cerca de la calle, como uno más de nosotros» reite­rando lo que hace ya tiempo afir­maba A. Meraviglia-Crivelli Roche: «... el mundo de los héroes va a ser espejo del mundo de los humanos, mediante un mecanis­mo muy similar al que definía la relación entre el mundo épico de la antigüedad y el de los humanos''7.
Por todo esto el análisis, aun­que somero, de esta obra resulta sumamente atractivo; ya que nos sitúa en una doble línea que representa, por un lado una de las directrices básicas del comic-book actual, basada en la asimila­ción de funciones hasta entonces del ámbito de los secundarios por parte del protagonista-superhé­roe y por otra parte un acerca­miento a las tesis narrativas euro­peas en el sentido de que la narración avanza más y hace más hincapié en la evolución interna del personaje que en el avance forzado por el desarrollo de la acción. Y no nos olvidemos de la carga ideológica que subya­ce, y que hace de Miller el más representativo de los autores de comic-book nacidos como profe­sionales con peso en la Era Rea­gan. Me refiero, claro está, a la estética de la violencia, la recupe­ración de los valores tradicionales en su vertiente más pura y dura de retorno a los orígenes y el renacimiento del orgullo de ser americano, fruto de una nueva conciencia nacida de las cenizas de un país que define su identi­dad por oposición a la de otros.

El discurso de Miller es a ratos confuso y contradictorio, que no la forma de exponerlo, que resulta ser francamente clara y realizada de manera virtuosa, debido a lo cual he basado este pequeño apunte en torno a esta etapa de la serie en tentar de desentramar lo que podríamos llamar conciencia de la serie, ya que hablar a estas alturas del modo en que este autor realiza la puesta en escena no sólo resultaría superfluo sino que me atrevería a decir gratuito, ya que es de sobra conocido.

Sólo lamento una cosa: el modo en que esta magnífica y significativa obra ha sido dada a conocer en nuestro país. Hubiera sido mucho mejor esperar a que se pudiese publicar de una mane­ra digna y no como se hizo, de forma atropellada y prácticamen­te ilegible, deshaciendo totalmen­te su estructura y su ritmo. Como se ha hecho otras veces, en este caso, habría valido la pena retra­sar su difusión en aras de un justo reconocimiento a su magnitud y a la espera de un soporte apropia­do a la misma. n Carlos Portela

NOTAS:
James Van Hise, entrevista a Frank Miller en Comics Feature, N. 43, Abril 1986.
Id. bid.
Daredevil N.° 233, pág. 16.
Daredevil N. 233, pág. 15.
Ralph Macchio. Murdock Agonistes. Introducción a la recopilación en libro de Born Again. Julio 1987. Pág. 3.
Antonio Altarriba. La Poesía en el Comic. Takadetinta segunda época N. 1. Pág. 99.
Alejandro Meraviglia-Crivelli Roche. La Nueva Clase Social de los Superhéro­es. Urich N.º 12. Agosto-Septiembre 1987. Pág. 9.


FRANK MILLER
LAS COMPLEJIDADES DE ELEKTRA
Sabemos tanto de la nueva novela gráfica de Elektra como, realmente, sobre su protagonista, parafraseando a Bill Sienkiewicz, «Creo que cuanto más hablamos de Elektra, menos comprensible es su figura», y cuanto más buscamos en las palabras de Frank Miller, éste, emulan­do a esos directores de cine misteriosos, que se rodean de una mítica que a veces deviene en mística por parte de sus seguidores —por ejemplo, Kubrick, McBride o Ridley Scott—, se muestra más oscuro.


1.- OSCURlDAD
Sabemos que el gurú del co­mic-book de superhéroes para adultos se siente «contento, por­que con la novela gráfica de Elektra, he tenido licencia para ser ambiguo en todo lo que he queri­do», gozando de esa libertad que tanto estima y tan rara es en el mundo del comic.

Y cuando ya está prácticamen­te acabada, es imposible dudar de que nos encontraremos con un producto, como mínimo, tan pen­sado como puede deducirse del hecho de que Miller haya «rees­crito completamente las últimas veinte páginas del libro después de haberlo dibujado ya a lápiz». Pero lo más atractivo es que esta prometedora Graphic Novel, en la que el re/creador de personajes tan fundamentales como Darede­vil o Batman ha colaborado una vez más con la gran colorista Lynn Varley, será una nueva vuel­ta de tuerca a uno de los arqueti­pos femeninos más originales, enigmáticos y queridos de la his­toria del comic: Elektra Natchios, asesina profesional, y último ava­tar de uno de los mitos primige­nios de mayor impacto, mito sur­gido de un sofisticado género popular de la Antigüedad –la tra­gedia griega– que al cabo de los siglos ha «retornado» a través de un sofisticado medio popular de hoy: la historieta.

Para mayor tortura de los miles de fans enamorados de Elektra, sólo se sabe de esta nueva aven­tura que, según Miller, no tendrá nada que ver con sus anteriores apariciones, sino que será más bien «una historia de horror. En ella el lector nunca podrá intimar con Elevara. Se trata de una histo­ria de Matt Murdock». Lo demás, son sólo palos de ciego en la oscuridad.

2.- LUZ Y COLOR
Lo demás hay que intentar de­ducirlo, con un 90% de posibili­dades de error, del inmediato pro­cedente «eléktrico». Esto es, !a serie «Elektra Assassin», ya a punto de aparecer en su edición española, que Miller escribió para la línea Epic de Marvel, y que Bill Sienkiewicz se encargó de plas­mar en imágenes.

Poco sería lo que sabríamos sobre Elektra de no ser por lo que ella misma nos cuenta en esta se­rie, y por las declaraciones de Sienkiewicz. Frank Miller, para variar, parece hacerle un comple­to vacío a su personaje más fasci­nante. A lo largo de entrevistas y entrevistas nos ha explicado con pelos y señales la personalidad de Bruce Wayne o la de Matt Murdock... pero sobre Elektra, nada.

Sin embargo, Elevara Assassin comienza con la más clara con­fesión posible de que el persona­je proviene de la directa reelabo­ración del arquetipo griego –que había renacido ya anteriormente, desde sus primitivas apariciones en el teatro de Esquilo, Sófocles y Eurípides. en la pluma de Jean Giradoux o de nuestro castizo Pérez Galdós–, cuando éste re­cuerda a sus propios padres: «Ella es Clitemnestra. El, Aga­menón. Creo que he escrito mal su nombre, pero no importa. No es un nombre auténtico. Yo les di esos nombres... los saqué de un cuento que me leyó papi». A par­tir de aquí, el mito se funde con el complejo definido por la psiquia­tría freudiana, y una sucesión de deformes figuras paternas desfila por la vida de Elektra: Papi, que es brutalmente asesinado; el Sensei, al que da muerte por error; Stick, que la rechaza...

Con Elektra Assassin, Miller di­buja claramente un personaje que pertenece al mundo del comic adulto, lleno de referencias cultu­rales y literarias –que Sienkiewicz definirá, quizá en un exagerado arrebato de pasión, como «Mucho más que un libro New Wave. Es realmente un libro Punk. Es con­tracultura editorial. Muy político»–, obligando al lector y al enamorado revisar toda su imagen prefigu­rada de Elektra. Ahora debe acep­tar plenamente, gracias también a la sofisticada labor artística de Sienkiewicz –según Miller, «la se­rie de Elevara fue convirtiéndose cada vez más en un extraordinario trabajo de una relectura del personaje que oscila entre la paro­dia, el horror Kafkiano, la crítica política y el thriller ultraviolento. Habían sucedido muchas cosas desde la primera aparición de, Elektra: Blade Runner, Dark Knight, David Lynch, Watchmen, Terry Gilliam..., y la obra de Sien­kiewicz y Miller reflejaba un nuevo mundo de caos, luz y color, en el que Elektra seguía siendo una esfinge enigmática con el rostro de una escultura griega, un sím­bolo sexual y de muerte, pero también una caricatura, un carto­on cuyas relaciones con el prota­gonista masculino de la serie, el agente Will Garrett, eran definidas por Sienkiewicz como las mismas que se dan entre el Correcaminos y el Coyote.

3.- ORlGEN
Cuando Elektra aparece por vez primera en la serie de Dare­devil, se produce un auténtico acontecimiento. Hasta ese mo­mento las heroínas de comic se ciñen a constantes muy estereo­tipadas, incluso cuando apare­cen como supuestamente femi­nistas. Al contrario que todasellas, Elektra no es sexy, al menos en el sentido tradicional; no va a ser ni una típica buena ni tampo­co una malvada vamp, y contiene una dimensión épica que procede de su condición de «víctima cons­tante de las asechanzas de cuan­tos la rodean, un sino trágico y sangriento que preside, desde la juventud, su vida» (J.A. Pérez-Rioja, sobre la Elektra griega en su Diccionario de Símbolos y Mitos), y de su capacidad para superarla.


Gracias a estas característi­cas, Elektra va a dar un giro a las aventuras de Matt Murdock, aportando por una parte un desa­forado romanticismo, que se va a reflejar en un gótico urbano de rascacielos con azoteas inclina­das en picados y contrapicados, lluvias torrenciales sobre la ciu­dad, vendavales y nevadas, con las que enmarcar el trágico desti­no de Daredevil y su amada ene­miga. Y por otra, Miller va a apro­vechar para profundizar en el mis­ticismo de esta etapa de la serie, mezclando al aire byroniano un ritmo de cine de artes marciales, contaminado progresivamente de más y más espiritualismo zen, esoterismo y filosofía oriental. Y, más aún, con la conversión de Elektra en asesina profesional, conversión sobre la que hasta cierto punto Miller se reserva una opinión moral, un ambiente de violencia inusual, y muy criticado en su día, iba a penetrar en el comic-book de superhéroes.

Estaba aún lejos la sofistica­ción y el artificio de Elevara As­sassin, la locura caótica del final de los 80 aún no había hecho su aparición, y aunque Elektra no era todavía ese ensayo freudiano en que llegaría a convertirse, y si bien la presencia del mito griego era clara ya desde un principio, a Miller no se le habría ocurrido –ni permitido– insinuar siquiera que Elektra hubiera sido violada por su padre, ella iba a aportar ya, con su mezcla de fuentes inusuales en el comic americano –tragedia griega, misticismo oriental, saga nórdica y novela romántica– y ca­racterísticas mitómanas –Vícti­ma del Destino, Señora de las Ar­tes Marciales, y Walkiria resucita­da de su sueño de muerte para desencadenar el Gótterdame­rung–, una auténtica avanzada en el camino de la madurez del género de superhéroes, que se anotaba con ella uno de los per­sonajes femeninos más fascinan­tes jamás creados.


4.- EPlLOGO
De Frank Miller sabemos que le gusta el comic europeo, por ejem­plo Corto Maltés, las películas de Harry el Sucio, las novelas ro­mánticas de Ann Raynd y Marga­ret Mitchell, y cosas aún más ra­ras. De Elektra, que puede pasar de la tragedia a la parodia y de ésta al cuento de terror, sin dejar de ser nunca la Elektra que quie­re vengar la muerte de su(s) pa­dre(s), la guerra casi sin escrúpu­los que ha fascinado a Matt Murdock y a Will Garrett y abandona­do a ambos, quizá porque a quien busca no es al amante obsesivo y fiel, sino a un Orestes que la ayu­de en su implacable venganza, sin plantearse dilemas morales ni lazos carnales. Tal vez la historia de amor de Matt Murdock y Elek­tra Natchios sea la de un incesto entre hermanos, un pecado que ambos han de purgar con la imposibilidad de consumar su amor. Aunque «creo que cuanto más hablamos de Elektra menos comprensible es».

 Jesús Palacios







Frank´s Miller notes




















Krazy Comics Nº11-12 Agosto-Septiembre 1990

No hay comentarios: