jueves, 24 de octubre de 2024

Sorolla, la luz como placer

 Desde el puente / Manuel Vicent

Bañar a los niños (1899), de Joaquín Sorolla

Hace ya muchos años Franco y yo llegamos a Valencia el mismo día, un 9 de octubre, festividad de san Dionís, patrón de los pasteleros. Al parecer el dictador venía para tomarse una paella a bordo del portaaviones Coral Sea de la VI Flota norteamericana, fondeado en aguas de la Malvarrosa, el primer navío de guerra que se paseaba por los mares de España después de la firma de las Bases, y yo llegaba desde el pueblo a la ciudad con una maleta en la mano para estudiar el preuniversitario. Al atravesar la huerta de Alboraya, los vagones de aquel tren borreguero se habían llenado de perfumes agrícolas y por las ventanillas se veían rocines arando y labradores encorvados sobre los surcos trazados a tiralíneas. Era el espacio literario de La barraca, de Blasco Ibáñez.

A la altura del Cabanyal el paisaje había comenzado a llenarse tapias y escombreras; el tren se abría paso con lentitud entre fachadas sucias con mucha ropa tendida en las ventanas. Yo sabía que detrás de aquellos barracones de pescadores estaba el mar y aquel mar era el que había pintado Sorolla. En el paso a nivel del Camino de Tránsitos esperaba la gente detrás de la barrera con bicicletas, motos, camiones y otros carromatos, todo ruidoso y polvoriento. Muy pronto, bajo el asiento de madera sentí que las vías comenzaron a dividirse y a multiplicarse con cada golpe de las agujas que sacudían los vagones. Esta vez también me había parecido que las ruedas discurrían por aquella trama de rieles, guiadas por un instinto que las hacía llegar de forma inexorable al andén preciso y necesario, siendo el maquinista probablemente el primer sorprendido. Después de tantos años, ignoro si en aquella trama de raíles estaba mi destino. Todo iría bien si acertaba con la vía que me llevara a realizar los sueños que transportaba en la maleta. La estación del Norte, infestada de policías secretas, aún olía a humo y carbonilla de posguerra. Los pasajeros, gente en general derrotada, con la mirada baja, llevaban el miedo guardado en el bolsillo.

Instalado en un colegio mayor en Valencia, un día fui por primera vez al Cabanyal en un tranvía que tenía la parada en la Glorieta y me apeé frente al derruido balneario de Las Arenas. En aquella Valencia de los años cincuenta del siglo pasado, aplastada por la dictadura, ese viaje a pegarse un baño en el mar era como una batalla que se libraba entre la represión política y la audacia de los sentidos que habían comenzado a reventar las costuras. El placer estaba a punto de convertirse en un arma de combare por la libertad.

A finales del siglo XIX estos poblados marítimos estaba unidos a las colonias veraniegas que los burgueses de Valencia habían establecido en las playas, y allí se juntaban con los pescadores de vida aperreada que sirvieron de modelos a Sorolla para sus cuadros del mar, a los que debe lo principal de su estética. Desde el balneario de las Arenas, donde permanecía todavía un pabellón de baños en forma de Partenón pintado de azul y una famosa piscina, comencé a caminar por la orilla hasta llegar a la playa de la Malvarrosa, donde la casa de Blasco Ibáñez en estado de ruina sin puertas ni ventanas estaba a merced de los pájaros y murciélagos que entraban y salían. Las pasiones que el escritor había descrito en su novela Flor de mayo estaban sumergidas en mi memoria. También estaba sumergida toda la pintura de Sorolla. Cuadros de bueyes tirando de las barcas con los marineros sentados en el testuz, las velas desplegadas color mostaza, los niños desnudos dentro del agua hasta donde llegaba la pincelada para captar la luz del sol sobre la piel iridiscente, las pescadoras vestidas de blanco con su mirada muy dura hacia el horizonte, los burgueses con las chaquetas de pijama en sus mecedoras, los marineros en las tabernas silenciosos o contando aventuras y desgracias. Aquel mundo de Sorolla y Blasco Ibáñez con tanta luz restellante, con tanto sudor, con tanta felicidad envuelta el blasfemias, había desaparecido.

En la plaza de Tetuán, junto a la glorieta donde hace años tomé aquel tranvía que me llevó al mar de Sorolla, se levanta el edificio de Bancaja, cuya fundación cultural acaba de inaugurar una exposición de más de cien cuadros del pintor. He tenido el privilegio de poner las palabras como soporte a sus imágenes. Sorolla pertenece  al inconsciente colectivo de los valencianos, el sustrato de su luz forma parte de la lucha contra el oleaje de pasiones que golpea el espíritu. Sentado en un banco de la glorieta me vino a la memoria aquel lejano día que llegué a Valencia con la imaginación llena de sueños. La pintura de Sorolla en el mar de Valencia era esa dicha que había que conquistar. Las campanas del Miguelete volteaban a gloria en honor a Franco, que acababa de llegar a la ciudad. Vi pasar su caravana de coches blindados desde una acera de Colón, con la maleta en la mano entre el gentío que aplaudía al dictador. Han pasado muchos años.


El Pais. Cultura. Sábado 12 de octubre de 2024

miércoles, 23 de octubre de 2024

Ted Nasmith, el ilustrador que da forma al universo fantástico de Tolkien

Uno de los creadores más célebres de la obra del autor de ‘El señor de los anillos’ reflexiona sobre la eternidad de la gran epopeya fantástica y sus vínculos con el arte clásico

Lúthien, personaje de 'El silmarillion', de Tolkien, ilustrada por Ted Nasmith. Eva Pernas Vázquez

Ángel Luis Sucasas Fernández

Avilés - 23 OCT 2024

La lluvia tamborilea sobre el techado del bar interior del hotel Palacio de Avilés. Es verano de 2024 y el verdor de los jardines franceses del edificio, visibles desde allí, a resguardo, casi evoca a los de la Comarca, la región más apacible de la Tierra Media, donde aquellos hobbits inventados por J. R. R. Tolkien vivían sin más sobresaltos que disfrutar de los aros de humo soplados por largas pipas o dar cuenta de la crujiente panceta del segundo desayuno. Ted Nasmith (Goderich, Canadá, 68 años) no es, desde luego, un hobbit. Más bien tiene el aspecto de un sabio y sereno académico, alguien similar a la figura que viene a la mente al pensar en Tolkien, el autor de El señor de los anillos, El hobbit y El silmarillion, entre otros títulos fundamentales de la literatura fantástica, al que este pintor de formación clásica ha dedicado lo mejor de su exitosa carrera.

Nasmith fue la gran estrella de la decimotercera edición del festival Celsius 232, de la fiesta mayor del género fantástico en España, que debe su nombre a la conversión en la escala de temperatura con la que Bradbury tituló su célebre novela, la temperatura a la que arde el papel: Fahrenheit 451. El artista ha ilustrado docenas de estampas, muy a la manera bíblica de los clásicos, sobre óleo, de esas maravillosas gentes y parajes inventados por Tolkien. Las que acompañan a este artículo fueron elegidas por él; especialmente, la que retrata a Lúthien, un personaje maravilloso, una elfa cuyos cabellos crecían como los de Rapunzel, que vive una fábula extraordinaria, a lo Romeo y Julieta, con Beren, humano y su enamorado, en una de las narraciones más inolvidables y aún pendiente de conocer por el gran público, relatada en El silmarillion, porque esta colección de relatos no ha sido adaptada al cine.


Imagen inspirada en 'El hobbit', específicamente en el capítulo inicial titulado 'Una fiesta inesperada'. Eva Pernas Vázquez

Otra, que lleva por título A través del bosque, fue la primera vez que Nasmith se atrevió a ilustrar a Tolkien. Fue el intento inicial de reflejar ese relámpago que le atravesó el alma en diciembre de 1971, cuando leyó por primera vez la obra del autor en una edición de El hobbit regalada por su hermana. “Fue un proyecto escolar, a los 14 o 15 años. Mi maestro me pidió que definiera yo la tarea para toda la clase. Vi la oportunidad. Dije que el tema sería el viaje e intenté mi primera ilustración de Tolkien, un grupo de enanos que surge de lo profundo de un bosque”, rememora. Esa ilustración, que acompaña este artículo, cuelga hoy de las paredes de un hermano de Nasmith.

El amor no se puede fingir. El que surge, en susurro reverente, de labios de Nasmith al hablar de Tolkien transmite ese tipo de amor, intoxicante y puro, que solo se reserva para lo que uno se lleva a la tumba: “Piensa que lo escribe después de la guerra [Tolkien fue combatiente en la II Guerra Mundial, junto con sus dos hijos]. Sé que sufría de depresión, por las cosas terribles que presenció. Pero, en vez de agriar su obra, o de convertirse en un antibelicista, el sentimiento de lo que vio se integró en La Tierra Media. Todo adquiere un peso, una muerte… Los días gloriosos son ya el pasado; y es hora de contar, en cierta manera, el final de todas las cosas”. Se refiere, evidentemente, a la monumental obra maestra de Tolkien, El señor de los anillos, uno de los 10 libros más vendidos, según múltiples clasificaciones, de la historia de la humanidad.

En lo tocante a su arte, Nasmith se ve muy cerca del espíritu clásico de los grandes maestros del Renacimiento. Curiosamente, pintar sobre el imaginario fantástico lo ha acercado a los clásicos. “Los artistas del pasado estaban muy limitados en lo que podían representar. Porque, básicamente, eran estampas bíblicas pagadas por la iglesia. Pero, de pronto, tenemos una generación de artistas, tan buenos como los del pasado y con una formación muy similar, tremendamente más libres para elegir el tema. Me parece especialmente hermoso que haya florecido este arte hermoso y clásico precisamente en el reino de lo imaginario”, comenta. La sagrada trinidad de artistas dedicados a Tolkien: John Howe, Alan Lee y él mismo, han trabajado en este tipo de arte de gran formato, deudor de clásicos como Miguel Ángel.

Ilustración de Ted Nasmith inspirada en el 'El hobbit'. Eva Pernas Vázquez

Nasmith no solo ha dedicado su arte a Tolkien. También ha ilustrado, con tremendo éxito, al otro gran escritor de la segunda mitad del siglo XX de la fantasía épica: George R. R. Martin y su Canción de hielo y fuego o, como se la conoce por su popular encarnación televisiva, Juego de tronos. Pero la gravedad lo vuelve a impulsar una y otra vez hacia Tolkien y especialmente hacia la colección inconclusa de fábulas y retales mitológicos que es El silmarillion, la obra que inspira la serie de televisión producida por Amazon Los anillos del poder. “Me apetece hacer algo de gran formato [un coffee table book, ese tipo de volumen apaisado y enorme que se estila para lucir las obras de lujo ilustradas], algo que incluso pudiera expandir una ilustración enorme, horizontal, en dos páginas. Eso es lo que quiero explorar en este tramo de mi carrera. Lo más horizontal posible. Y lo quiero dedicar al Silmarillion. Tengo docenas de bocetos que aún no he transformado en cuadros”.

¿Miedo a repetirse? Nasmith comparte una reflexión sobre lo que cree que es el arte y la vida, la danza entre ambos extremos: “Creo que el arte debería tratar sobre la consistencia, no creerte demasiado acerca de lo que haces, pero hacerlo de una manera totalmente consistente y coherente en conjunto, como si toda la vida y todo el arte fueran una sucesión de momentos que llevan a una misma senda”. Cree que la obra de Tolkien es ese tipo de arte. Y añade: “Creo que era un libro para introvertidos. No puedes ser un ególatra sociable y juerguista y apreciar el sutil romance y la latente tristeza que embarga esta obra”.


El Pais



lunes, 21 de octubre de 2024

Barras, estrellas y viñetas por Alvaro Pons

El cómic estadounidense ha sabido plasmar la realidad del país y ahora es una forma de explicarlo y hasta de cuestionarlo.

Allá por los ochenta, en una reunión de sabios comiqueros se afirmó que el cómic había nacido en Estados Unidos, exactamente el 25 de octubre de 1896 con el primer bocadillo aparecido en la serie Hogan´s Alley, más conocida como Yelow Kid. Aunque como afirmación resulta exagerada e inexacta, habida cuenta de los muchos ejemplos que se pueden rastrear en siglos anteriores en Europa, lo cierto es que el noveno arte se consolidó como medio de masas durante el siglo XX en ese país, y que la tira de Outcault es un extraordinario ejemplo de cómo la historieta plasmaba como ningún otro medio la realidad de la sociedad americana de la calle, haciéndose tan popular que originaría el término de "prensa amarilla" y una de las primeras guerras de prensa entre los magnates Pulitzer y Hearst.

El cómic en los periódicos se convirtió en reflejo de lo cotidiano y, también, de la política vista desde el hogar, con series como Gasoline Alley que siguen publicándose desde 1916 mientras sus personajes crecían, tenían hijos y morían. Las viñetas fueron escenario de una crítica mordaz e inteligente desde la aparente inocencia de los animalitos de Pogo, de Walt Kelly, o desde la ingenua ignorancia de los hillbilies de las montañas de Li´l Abner (que ahora está recuperando la editorial Diábolo en España), usada como escalpelo por Al Capp para la crítica más acerada. Pero, sin duda, el cómic americano se hace sinónimo del género de superhéroes, exportado a todo el mundo y hoy reconvertido en medio audiovisual.

Los tebeos de DC y Marvel invadieron el mundo con una particular visión de la realidad americana, que a partir de los años setenta se convirtió no solo en reflejo fiel de su sociedad, sino crítico de ella. Personajes como El Capitán América, incomprendidos muchas veces desde la intelectualidad europea, han sido ejemplos de esa línea, como cuando en pleno Watergate la Saga del Imperio Secreto (publicada en España por la editorial Panini) atacaba con dureza la implicación del Gobierno en la corrupción. Englehart, Friedrich, Buscema y Robbins usaron el personaje como un emblema no de la bandera y la patria, sino de los valores democráticos sobre los que se sustentaba el país. Una línea que se ha mantenido, con la aparición de presidentes en las páginas de los comics-books e incluso la crítica abierta a Donald Trump en series como Savage Dragon, de Erik Larsen.

La novela gráfica puede ser una excelente forma de entender la América de hoy que se enfrenta al duelo Harris-Trump y, pese a que desde Europa sea complejo entender los matices que caracterizan los Estados del "cinturón del óxido", obras como Raíces de ginseng, de Craig Thompson (publicado en España por Astiberri), permiten entender mucho mejor el contexto.




El autor de Blankets vuelve a su propia bibliografía, pero deja de mirar su interior para entender cómo el contexto donde creció forjó su personalidad. Una amplia perspectiva que habla de la sorprendente especialización en el cultivo de ginseng de su tierra, que permitió entablar unas inéditas y exitosas relaciones comerciales con Asia para una pequeña zona de Wisconsin. A medio camino entre el ensayo y la catarsis personal, con un rendido homenaje a los cómics que leyó de niño, Thompson desgrana la realidad de una sociedad aislada fuertemente condicionada por la religiosidad, que explica muchas realidades que se antojan incomprensibles a la mirada europea. Con un extraordinario dominio de la narrativa gráfica, que usa tanto con habilidad didáctica como empática, Thomson va diseccionando una sociedad rural y cerrada que ha luchado continuamente contra la adversidad, escéptica ante la política que no sea cercana, pero fácil de manipular desde el populismo. Las casi 500 páginas de la novela gráfica son un eficaz medio para revelar que las dinámicas Harris-Trump va mucho más allá de los apellidos, de los eslóganes o de un debate, que nace de un pasado, de un bagaje histórico que resulta difícil de valorar desde nuestra perspectiva y que no tiene tanto que ver con los partidos como con las tradiciones y una forma de entender la familia y la sociedad que está ligada a la tierra y la economía.

El noveno arte americano siempre ha sido un testimonio de su realidad sociopolítica y, hoy, es una forma de entenderla e interpretarla con obras como esta.


Lecturas



Raíces de ginseng

Craig Thompson

Tradución de Óscar Palmer

Astiberri, 2024

448 páginas

30 euros





Li´l Abner

Al Capp 

Volumen 1

Traducción de Francisco Sáez de Adana

Diábolo, 2022

280 páginas

56,95 euros



Imperio Secreto

Nick Spencer y Derek Landy

Volumen 1

Ilustraciones de Andrea Sorrentino, David Márquez, Jay Leisten, Joe Bennett, Linil Francis Yu, Paco Medina y Steve McNiven

Panini, 2022

520 páginas

47,45 euros



Savage Dragon

Erik Larsen

Volumen 1

Traducción de Ignacio Bentz

Planeta Cómic, 2024

440 páginas. 40 euros



El Pais, Babelia núm. 1.717. Sábado 19 de octubre de 2024

domingo, 20 de octubre de 2024

Onírico

Cuando el Sr. T cerró los ojos, adormilado, comenzó la historia…


José Luis Vidal

19 de octubre 2024

Un informe hospitalario nos pone en situación de lo acontecido al protagonista de este relato, que inconscientemente se sumergió en el reino de Morfeo por un periodo de tiempo mucho más largo, más, que el que suele durar una noche de reparador descanso para todos aquellos que no padecen esa pesadilla (y nunca mejor dicho) llamada insomnio.




El Prolongado sueño del Sr. T

Autor: Max

Tapa blanda

Blanco y negro

84 págs.

12,90 euros

Ediciones La Cúpula

Y este periplo del sorprendido Cristobal lo va a llevar por unos paisajes que le son ajenos, y se encontrará dentro de una trama surreal, extraña, propia de estos lares, en la que va a conocer a tres personajes: El misterioso Sun, la bella Sara y el escurridizo Scallywax.

Dejándose llevar por las circunstancias que le aparecen el camino, y confiando en alguno de ellos, Cristobal va a caer por una imaginaria montaña rusa en la que los símbolos tendrán una vital relevancia a la hora de dilucidar qué le está pasando y, sobre todo, cómo encontrar la salida de este mundo de sueños.

Al igual que le sucede al protagonista, me parece que lo más adecuado a la hora de enfrentarse a la lectura de este cómic de Max, es hacerlo sin conocer demasiado, o prácticamente nada de su argumento. Creo que de esta manera se disfruta mucho más, dejándose llevar por los surreales sucesos que le van apareciendo al Sr. T a lo largo del camino, que no va a estar precisamente cubierto de rosas, más bien todo lo contrario.

Dentro del sueño puede suceder cualquier cosa, no hay límite, es un mundo donde no hay vallas, más bien al contrario, y en que, al mirar en su interior aparecemos desnudos de prejuicios, aunque, tal vez como al hombre que da título a esta obra, nos esperan más preguntas que respuestas.

Este cómic de Max, premiado en el ya lejano Salón del Cómic de Barcelona en el año 1998, supuso un punto y aparte en la obra del autor, que desde los comienzos de su carrera había transitado con éxito los senderos del underground (Gustavo, Peter Pank, Likantropunk), siempre teniendo un especial gusto por el relato (El carnaval de los ciervos), trazando un personal camino que le ha llevado a ser, a día de hoy, uno de los grandes autores que el medio ha dado en nuestro país, y explorando al máximo los recursos narrativos del cómic, donde nos ha regalado en los últimos años obras tan sumamente personales y experimentales como ¡Oh diabólica ficción!, Rey Carbón, El laberinto del Cuco o Fiuuu & Graac.

Muchas preguntas se agolparán a lo largo del periplo de Cristobal, pero tal vez la respuesta esté ante sus propias narices, ¿Quién sabe?

Los lectores que admiramos la carrera del autor catalán estamos de suerte, ya que la editorial La Cúpula ha reeditado esta obra, capital en la trayectoria de Max.

Una vez dentro del sueño, de este genial sueño, ¿Queréis volver a despertar?


Diario de Cadiz



sábado, 19 de octubre de 2024

¡Todos contra todos!

Vuelven a las librerías las aventuras de un superhéroe muy especial

José Luis Vidal

18 de octubre 2024 

La vida de luchador contra el crimen es bastante dura, y Spirou, que se esconde tras el disfraz de Supergroom, tiene pensado tomarse unas vacaciones, sobre todo después del dramático hecho acaecido en el anterior álbum.

Pero claro, una cosa es lo que uno quiere y otra lo que puede surgir de manera totalmente inesperada. Y así, de golpe y porrazo (y nunca mejor dicho), el joven pelirrojo se verá secuestrado y cuando abre los ojos comprueba que se encuentra en un lugar desconocido, muy lejos de su amada Bruselas.




Supergroom: La guerra olímpica

Guion: Fabien Vehlmann

Dibujo: Yoann

Tapa dura

Color

88 págs.

20 euros

Nuevo Nueve

En esa isla se va a celebrar la WOW (World Olympic War) que, como su nombre indica es una batalla a muerte entre seres con poderes, la mayoría de estos pertenecen al mundo villanesco, hecho este que coge al sorprendido Spirou totalmente desprevenido, ya que sus cualidades como héroe no es que haya tenido tiempo de ejercitarlas demasiado, por lo que ve que su cuello peligra.

Sin embargo, algo de suerte le va a acompañar, ya que Superglue, una heroína de cabello rubio, le va a ayudar bastante, sin que el joven se percate de la verdadera personalidad de la muchacha, alguien muy, muy cercano a él.

La desaparición de Spirou escama mucho a Pacome, el excéntrico Conde de Champignac, que sumergiéndose en la red oscura se topa con este letal concurso, hecho éste que le comunicará a otro de esos personajes que de siempre han tenido la máxima importancia en la vida de Spirou, el que está considerado como su mejor amigo y compañero de mil y una aventuras, Fantasio.

Con la diligencia, y por qué no decirlo, mala cabeza que le caracteriza, Fantasio le pide al Conde que le construya algunos artilugios y de la unión de estos dos 'talentos' surge un nuevo defensor de la justicia (o lo que sea), Fantastik.

A partir de aquí las peripecias se acumularán una tras otra. Por una parte el rescate de la ardilla Spip, así el propio campeonato, en el que, ya sea por suerte o habilidad, Supergroom irá acercándose cada vez más a la deseada final, en la que se verás las caras con dos letales contrincantes, que le van a poner las cosas muy, muy difíciles…

El tándem artístico compuesto por Fabien Vehlmann (Green Manor, Solos…) y Yoann (Una aventura de Spirou y Fantasio por…) nos sumergen de nuevo en las peripecias de este superhéroe, que aunque le pone buena voluntad a lo que hace, las pasará canutas para librarse de los embrollos en los que se mete, componiendo con una buena ración de ironía, una historia muy divertida que culmina con un intrigante epílogo, dejándonos a la espera de una futura entrega, ya que los problemas para Supergroom parece no haber terminado…


Diario de Cadiz




miércoles, 16 de octubre de 2024

El monstruo encarcelado

Prosiguen las peripecias de este controlado Hulk junto a los miembros del misterioso Panteón

José Luis Vidal

13 de octubre 2024 


A estas alturas es obvio que Peter David es el guionista que más ha aportado en la historia del Universo Marvel a un personaje como el Increíble Hulk, junto a ‘herederos’ como Bruce Jones y Al Ewing.

El monstruoso bruto que balbuceaba siempre las mismas y amenazantes frases se convirtió en un personaje con múltiples facetas, como su trastornada y disociativa personalidad: ya fuera un gris tipo que manejaba los bajos fondos de Las Vegas, y de ahí saltó, ya totalmente inteligente, a integrarse como miembro de este grupo de héroes mitológicos que componen el Panteón. Y no solo fue eso, ya que la marcha de Agamenón, su líder, llevó a Hulk a tener que aceptar una responsabilidad que lo colocará ante más de un dilema moral.



Pero Peter David, si por algo es conocido, es por retratar a la perfección a unos secundarios que, en esta ocasión, se van a convertir en el perfecto entramado que sostenga parte de las tramas principal y secundarias, sin que por ellos nos perdamos por el camino, más bien todo lo contrario: la relación amorosa entre Rick y Marlo, que culminará con uno de los enlaces más divertidos y movidos del Universo Marvel (con la aparición especial del propio David como sacerdote); el importante papel de Betty Banner en la vida del gigante verde y, por supuesto, todos y cada uno de los miembros de este, en apariencia, heroico Panteón, que se dedica a arreglar entuertos a los largo y ancho del planeta, casi siempre sin dejar huella de su presencia en el suceso.

Lo malo que es que, dentro del arco argumental Las guerras troyanas, tanto Hulk como nosotros, los lectores, vamos a conocer un oscuro secreto que el escurridizo Agamenón nunca le ha desvelado a su iguales, y que hará que la desconfianza crezca dentro del seno de este grupo, empezando a resquebrajarse sus, hasta entonces, sólidos cimientos.

Mientras, Hulk se irá dando cuenta que cada vez le cuesta más trabajo detener a ese ser que tiene en su interior, que es todo furia e ira, y pese a los insistentes consejos de Doc Samson, no le va a hace demasiado caso, hasta que una inesperada tragedia lo lleve al límite y tal vez sea demasiado tarde…

Y es que un inesperado viaje al futuro, al más oscuro de los mañanas, le mostrará al protagonista una cara de pesadilla, en lo que se puede convertir, el letal Maestro, un dictador que a base de violencia se ha hecho con el poder en un mundo árido, consumido casi por completo debido a los sucesivos enfrentamientos nucleares. Peter David, junto al mítico George Pérez nos regalan este espectacular episodio en la vida de Hulk, que tanta importancia va a tener en el devenir de las cosas.

La genialidad de Peter David para los gags, el humor, es ya conocida por todos los que somos sus fans, pero también me gustaría destacar una faceta más seria, comprometida en su momento con la auténtica plaga que supuso el virus del VIH, que en unos primeros momentos convirtió a los afectados en auténticos apestados de la sociedad.

Es por ello que escribe una de los episodios más duros, y a la vez hermosos, incluido en este volumen, recuperando a Jim Wilson, un antiguo sidekick de Hulk.

Pero no todo el mérito del éxito y calidad de esta larguísima saga es de su guionista, ya que éste, a lo largo del camino, se supo acompañar por una serie de dibujantes, talentosos artistas que pusieron todo su talento sobre el tablero de dibujo para llevar a las viñetas los increíbles argumentos que David le proponía.

Y si en el anterior volumen, el protagonismo fue para Dale Keown, en esta quinta entrega es Gary Frank quien recoge el testigo, y con un estilo fuertemente influenciado por otro titán de los cómics como es Alan Davis, junto al entintador Cam Smith, nos dejan un buen montón de episodios que ya a estas alturas son considerados auténticos clásicos modernos del cómic.

Pero Frank no será el único dibujante que plasme las peripecia de Hulk en este tomo, y en el camino vamos a poder encontrarnos hasta con el español Salvador Larroca y, en el impactante número 425 de la colección, Frank se despide y nos presenta a un dibujante que se colocará ante los mandos de esta nave creativa, con un estilo brutal y barroco, muy alejado del de su antecesor en la cabecera. Su nombre es Liam Sharp.

Todos juntos, un equipo creativo se excepción, llevará a los protagonistas hacia la inevitable caída del Panteón, donde el drama más intenso e inesperado nos golpeará. Todo cambiará.

Como decía al principio, no ha habido autor que le haya dado tanto a un personaje, así que si queréis comprobar el legado de Peter David, tan solo debéis sumergiros en estas apasionantes páginas


Diario de Cadiz