Texto: Javier Pérez de Albéniz / Fotografía: Marcel.lí Sáenz
MAX
Peter Punk lleva una chapa en la chupa "No Future!". "Yo soy una rata, y las ratas heredarán laTierra", dice, orgulloso, el personaje creado en 1984 por Francesc Capdevilla (Barcelona, 1956). Rebelde radical pegado a una cresta de oso hormiguero ("los de la cresta no eran los mohicanos, eran los hurones"), Peter Punk no se separa jamás de sus gafas negras, su pluma roja y su violenta forma de entender la vida. Kampanilla, mientras tanto, rezuma sensualidad. Son los superhéroes del comic underground español, los personajes punteros de un dibujante joven e innovador. "Peter representa una forma de vivir muy idílica, casi libertina, pero asumiendo al mismo tiempo las contradicciones que acompañan a todo este jaleo. Y lo resuelve todo de la peor manera posible", asegura el padre de la criatura. "Peter Punk es realmente grosero y muy borde, un auténtico gilipollas que va a lo que le interesa pasando de los demás", reconoce. "Es antipático, le huele el aliento... La suma de todos estos ingredientes, no sé por qué extraña química, le convierte en un tipo entrañable y encantador. No es mi personaje favorito, pero sí al que tengo más cariño. Debe ser porque llevamos seis años juntos".
Francesc firma todos sus trabajos con el seudónimo Max. Se trata de un homenaje a un ilustrador del siglo pasado llamado Max Ajax, autor de un autorretrato que podría hacer pasar por gemelos a ambos dibujantes. "Dibujo desde que tengo uso de razón, si es que lo he tenido alguna vez", dice, haciendo gala de un humor tímido. "Con los comics no empecé hasta 1973, fecha en la que conocí a la pandilla que estaba preparando El rollo enmascarado:
Nazario, Mariscal, Roger, Ceesepe, Martí y otros muchos. Hasta entonces yo siempre había leído comics, pero nunca pensé que un día podría hacerlos. Descubrí a los autores underground norteamericanos y comprendí que había una forma de hacer historieta muy distinta a la infantil. Inmediatamente supe que el comic era el mejor medio para expresar mi opinión sobre las cosas que me interesaban".
"Mi carrera es paralela a la de Nazario", recuerda, no sin cierta nostalgia. Entonces estudiaba Bellas Artes y trabajaba de forma altruista para publicaciones alternativas, como Integral, Alfalfa, Star o Butifarra. "Entonces llegó la mili y me alejé de mi círculo de amistades durante una buena temporada. Cuando regresé todo estaba muerto. La censura había dado algunos golpes muy duros y, como entonces no se gañaba un duro con el comic, la gente se estaba alejando de él. Un día, de repente, José María Berenguer me ofreció dibujar para una nueva revista y yo le dije que sí. Había fichado por El Víbora. Por fin era un profesional".
Han pasado 11 años desde que Max comenzó a ver el mundo dividido en viñetas. Los que le conocen de entonces dicen que no ha cambiado demasiado su forma de ser y pensar, pero es indudable que su obra ha sufrido una notable evolución. Ahora domina la línea clara, los colores planos y el ritmo adecuado con el que marcar cada una de sus narraciones. Puede escribir para niños (La biblioteca de Turpin ), para adultos ( Mujeres fatales) y para punks (Pankdinista) sin perder un ápice de fuerza y expresividad. "Normalmente trabajo mis propios guiones. Me preocupa especialmente la historia que cuento, porque -tengo muy claro que un buen dibujo con un guión malo no se salva, y sin embargo, un guión bueno mal dibujado puede ser una maravilla".
Torpedo pertenece a ese tipo de individuos capaces de convertir en flautas los huesos de su madre. Jordi Bernet y Sánchez Abulí, sus padres oficiosos, lo saben, y le castigan sin piedad: raro es el capítulo de esta serie policiaca en la que Torpedo no añade algo de plomo a su colección privada; tiroteado, abofeteado y escupido, este siciliano nacido a comienzos de siglo representa el perfecto asesino profesional e implacable. El dibujante catalán Bemet se ha convertido, gracias a la perfección con que traslada sus peripecias al papel, en un autor codiciado por los medios más importantes del mundo.
Jordi Bernet es hijo de Miguel Bernet, un histórico del tebeo español, a quien los aficionados recordarán por su seudónimo, Jorge, y por dar forma a personajes como Doña Urraca. La historia profesional de Jordi Bernet es larga y densa. "Me crié entre lápices y folios en blanco. Tenía que ser dibujante a la fuerza y no me quedó más remedio que aprender copiando a los grandes, a los norteamericanos. Después de muchos años de trabajo duro nos ha llegado el reconocimiento, a mí y a Sánchez Abulí (el guionista), gracias a Torpedo. Acaba de salir una revista en Italia con este nombre, publicamos en todo el mundo sus aventuras, tenemos ofertas para convertirle en una estrella del cine...". "Cuando trabajo pienso que debo contar las cosas como si fuera una película, por supuesto americana y de la era dorada del cine, con Bogart y Cagney al frente", continúa diciendo.
Bemet, coleccionista de ilustraciones antiguas y fiel seguidor de los comics clásicos, ha alcanzado con Torpedo la cumbre de su carrera. Realiza un dibujo sincero y crudo, sin cometer el error de olvidar la continuidad narrativa, y gracias a ello logra el equilibrio perfecto en cada una de las historias que cuenta. "Los guiones de Abulí son ideales para Torpedo", reconoce, "pero para otro tipo de narraciones también trabajo con Antonio Segura y con el argentino Carlos Trillo". Miles de proyectos y tiempo libre robado al sueño para hacer publicidad, carátulas de discos y portadas de libros, `cualquier cosa siempre que el tema me interese y me encuentre a gusto con él". Federico Fellini y Will Eisner se han declarado públicamente seguidores incondicionales de este italiano pendenciero apodado Torpedo. En realidad se llama Luca Torelli y, según la policía, `puede ser muy peligroso". Tiene 32 años, complexión mediana, ojos azules, pelo oscuro y al menos una pistola. Viste trajes color hue;o, sombreros Stetson de fieltro, camisas negras de seda, corbatas blancas y guantes de piel de cabrito. Fuma cigarrillos americanos sin filtro. Torpedo 1936, título original de cada uno de los ocho álbumes publicados, es el mejor comic negro de la última década; Bernet, autor de los mismos, un clásico vivo.
Daniel Torres es, para sus muchos seguidores, el Hergé español Es posible que Torres aún no tenga su Tintín particular, pero este valenciano risueño de voz aguda no pierde el tiempo esperando el definitivo golpe de suerte: trabaja duro y bien en el campo del comic, y en el competitivo mundo norteamericano de la publicidad se está convirtiendo en un hombre indispensable. Su estilo resulta inconfundible, seguramente por ser el más limpio y elegante de todos los dibujantes españoles de historietas, y su futuro, tan halagüeño como sea posible imaginar.
Torres nació en agosto de 1958. Estudia Bellas Artes de 1975 a 1980, fecha a partir de la cual se dedica al comic de forma profesional. "Trabajé los dos primeros años para El Víbora, y después pasé a formar parte de la editorial Norma para colaborar con su revista Cairo". Ha publicado cuatro álbumes de su personaje más conocido, Roco Vargas; otro, titulado Del asesinato al olimpo, y Opium, con más de 55 páginas dedicadas a narrar la vida y milagros del emperador del mal. Pero se empeña en destacar la especialidad que, desde hace tres años, ocupa la mayor parte de su tiempo: la ilustración. "Casi todo lo que exporto son portadas e ilustraciones para revistas", dice, "siempre por encargo y para el mercado norteamericano.
También me muevo muy bien en el campo de la publicidad, el cual resulta tan competitivo y dificil como vibrante".
Su meticuloso estilo requiere una mecánica de trabajo lenta y delicada. Desde hace años no realiza un comic largo, una historieta densa y jugosa, y se le abren los ojos cuando habla de un posible proyecto. "Me gustaria mucho hacer otro álbum, pero por mi ritmo necesito casi un año de dedicación exclusiva al tema. Seis meses para el guión y otros seis para el dibujo, en los que me centro totalmente en los lápices y no estoy para nada ni para nadie". Es el precio a pagar por unas obras minuciosas, perfectas, capaces de aguantar con firmeza una comparación con las de los grandes especialistas en la historieta clásica de aventuras. Son comics para saborear de viñeta en viñeta, dejándose arrastrar por los patrones clásicos, por la ajustada composición y el brillo de los colores.
"Roco Vargas es un personaje muy interesante", afirma Torres sin ningún pudor. "Presenta un fuerte alter ego, pero desde un punto de vista no demasiado freudiano, no demasiado serio. Es un héroe galáctico a la antigua usanza, a lo Flash Gordon, que para no afrontar la dura carga que eso supone prefiere escribir novelas de ciencia ficción. Un caso típico de doble personalidad. Me identifico con él a nivel personal porque pienso muchas veces de la misma manera: me gustaría estar de viaje, en cualquier lugar del mundo, y no puedo. Estoy enganchado a mi mesa de dibujo".
Anarcoma es un travestido atómico. Fuera de España la han calificado como "la joya del post underground mediterráneo" y como "la más escandalosa aportación hispana al comic mundial". Anarcoma es, simplemente, una obra maestra teñida de sexualidad y violencia. Una oferta demasiado dura para mentes conservadoras, que provoca inevitablemente pasiones viscerales: o se la ama o se la detesta. Nazario Luque, Nazario, andaluz residente en Barcelona, es el responsable de este fenómeno, capaz de convertirse en la obra más importante y personal de la historieta underground española.
"Anarcoma se empezó a publicar en El Víbora y resultó muy epatante, sobre todo para el lector tradicional de historietas", reconoce cor maliciosa sonrisa. Nazario vive desde hace años en el corazón de Barcelona, en un barrio tan feroz como los que aparecen en sus historias. "Con Anarcoma me encuentro muy cómodo", dice, "porque me permite retratar ambientes de tíos y de tías, de travestidos y de homosexuales. Tengo una libertad total y absoluta". Su obra no termina con esta inclasificable detective, pero sí gira inevitablemente a su alrededor. Nazario toca una y otra vez los mismos temas. con su dibujo barroco de perfecta ejecución, jamás pierde frescura. Mujeres raras y Obra completa 1975-80 son dos álbumes tan guarros como interesantes, que muestran la arrolladora personalidad de un autor inimitable.
"Siempre, desde pequeño, he dibujado", asegura, "pero también he hecho mis pinitos escribiendo. Tengo varias novelas y libros de poemas totalmente acabados. Esto ha sido muy importante para mí a la hora de realizar historietas, puesto que para hacer algo digno es imprescindible saber compaginar el guión y el dibujo. También concedo mucha importancia a la documentación".
Nazario sabe que Anarcoma es, en buena medida, un personaje maldito. Esto ha marcado su carrera. "La gente cree que voy a pintar siempre pollas", afirma, "y eso limita las ofertas que me hacen. Pero lo cierto es que cuando me encargan algo light, por ejemplo para una revista de la caja de ahorros, tengo que hacer un esfuerzo. No trabajo para el público, trabajo para mí, y la verdad es que a mí me gusta pintar pollas... Pero porque me recreo viendo lo grande y bonita que me ha salido, no para que la gente diga 'mira qué polla".
La Anarcoma y el robot XM2 de cartón piedra con los que posa Nazario son obra de Alejandro Molina, su compañero. "Para mí, son dos amantes perfectos, incansables", dice. "XM2 es un robot creado para proporcionar placer sexual, y Anarcoma es un travestido que intenta ganarse la vida como detective privado. No pretendo reivindicar ningún tipo de sexualidad con ellos. Son personajes normales y corrientes".
Miguelanxo Prado es un dibujante gallego de vocación tardía. A sus 32 años, y después de descubrir los tebeos hace sólo una década, ha conmocionado el mundo de la historieta española a golpes de ternura y humor. Sus compañeros creen que su confirmación como autor de comics de calidad ha sido un soplo de aire fresco para todos, algo vital en un mundo que debe vivir de las sorpresas. Lectores, dibujantes, guionistas y editores de toda Europa se rinden ante la sencillez y efectividad de su obra.
"Tendría unos 20 años cuando comencé a prestar atención a los comics", recuerda. "Entonces pintaba, escribía y al mismo tiempo estudiaba Arquitectura, posiblemente buscando la forma mejor y más completa de decir cosas. Las historietas me parecieron un medio perfecto para unir dos formas de expresión que me interesaban, el dibujo y la literatura, y me presenté con mis primeros trabajos en este terreno a un Salón del Comic de Barcelona. Ahora dedico más del 80% de mi tiempo a dibujar comics, y lógicamente vivo de ellos, pero también me interesan muchísimo el mundo del grafismo y el de la ilustración". Dicen que el éxito de Miguelanxo Prado está basado en dos factores: la lucidez con que desgrana la vida diaria, convirtiendo en excitante lo trivial, y la delirante descripción de unos personajes a priori aburridos.
Lo suyo son los héroes anónimos. Manuel Montano, pintoresco detective "preparado al calor de la faquiña y el fado, en el colegio de detectives de Lisboa", es su personaje más popular. La excepción que confirma la regla. Fruto de una de las escasísimas relaciones de Prado con guionistas, en este caso con Fernando Luna, Montano, "pertenece a la especie de los noctámbulos románticos". "Utilizamos con él los clichés típicos del detective norteamericano, de novela negra", dice Prado, "pero siempre teniendo en cuenta que es un soñador. Pertenece a un tipo de barriobajeros simpáticos, cordiales, totalmente opuestos a Torpedo o Anarcoma. Es la antítesis de la violencia, y su mayor virtud es poder encontrar el lado lírico de una lata de sardinas".
Prado cree que el comic español se ha estabilizado, y que, con algo de fortuna, "puede convertirse en la punta de lanza de la historieta europea". Ahora se encuentra inmerso en la obra más extensa de su carrera: se titulará Trazo de tiza y tendrá entre 60 y 70 páginas. Un proyecto ambicioso que está realizando con su habitual anarquía, sin horario fijo, sin límites de tiempo o de espacio. "Mis artistas favoritos, los que más me han influido, son Enki Bilal y Moebius", dice. Ellos, los maestros, ya conocen la obra del dibujante gallego y no dudan en hablar de él como de un "principiante genial". Diez años de trabajo duro le han bastado para llenar de acción y sátira nuestra aburrida vida cotidiana.
El Pais Semanal Número 711 25 de noviembre de 1990.