martes, 31 de diciembre de 2013

Un siglo de luces

"La buena-fama durmiendo", 1938-1939

 México entró entero en la pequeña caja negra de Manuel Álvarez Bravo. Reinventó el país. Descubrió lo nunca visto. Retrató desde azoteas, desnudos y objetos hasta personajes como Trotski, Buñuel, Kahlo o Rulfo. Una exposición en la Casa de América (Madrid) y un libro de fotografías celebran los cien años del artista.
Por Juan Villoro. Fotografía de Manuel Álvarez Bravo

"La hija de los danzantes". 1933

"El ensueño", 1931

Supongo que hay sitios donde las artes plásticas se exhiben en calma. En México, una exposición sólo es significativa si comienza con una tumultuosa verbena de mirones. El acto certifica nuestra doble adicción al jolgorio y a los colores y las sombras. Si se trata de una muestra de primer orden, a ese maremágnum donde los meseros practican el eslalon llega un hombre menudo, retraído, de piel casi tan blanca como el pelo y "apariencia y esencia ascética e invernal", como lo definió el poeta Xavier Villaurrutia. El abrigo y los guantes, inusuales en un país que se cree tropical, hacen pensar en alguien salido de otros fríos. Sentado en un rincón estratégico, el visitante observa a los que miran. Poco a poco se convierte en protagonista secreto del festejo. Los fotógrafos advierten su presencia y buscan la manera de retratarlo sin perder la discreción. Imposible acercarse al maestro con la vulgaridad de los paparazzi. Unos arriesgan disparos en diagonal, otros ensayan la toma furtiva del espía. Mientras tanto, Manuel Álvarez Bravo conserva su porte de testigo; ajeno al barullo, ejercita la distracción alerta, como si también ahí fuera el hombre tras la cámara. Una experiencia legendaria lo acredita en esta función. El pasado 4 de febrero, don Manuel cumplió cien años de mirar con la apasionada reticencia de quien sabe que el mundo hechiza a sus usuarios, pero sale movido cuando lo retratan con nervios crispados.

El lente de Álvarez Bravo fue pulido con un verso de fray Luis de León: "El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada". En situaciones extremas -ante un obrero asesinado o en los andamios suicidas de los pintores de murales- mantuvo el pulso y la distancia para componer la realidad. Curiosamente, adquirió este temple controlado en una de las épocas más revueltas de la historia, la revolución mexicana (1910-1920), y el estimulante caos de los años subsecuentes. Las vistosas campañas de hombres ataviados con sombreros y carabinas coincidieron con los primeros años del cine y la fotografía. Álvarez Bravo se educó en el laboratorio social y óptico de una época que se reinventaba con voracidad, como si pusiera a prueba las posibilidades de ser captada en una película. En ese entorno explosivo no apostó a la grandilocuencia, sino al modo íntimo; se puso de parte de las cosas y encontró un laberinto inextricable en un colchón doblado y una épica desprevenida en los ciclistas que atraviesan una tierra yerma.

Amigo de Edward Weston, Tina Modotti y Paul Strand, Álvarez Bravo comenzó a fotografiar en 1922. Aunque no se especializó en la cacería de rostros, atrapó en forma indeleble a León Trotski, Frida Kahlo, Diego Rivera, Juan Rulfo, José Clemente Orozco, Luis Buñuel, entre otros personajes de una galería que no termina de arrojar sorpresas (recientemente, la revista Proceso recuperó un espléndido retrato de Katherine Anne Porter hecho en 1930).

En buena medida, el estilo de Álvarez Bravo depende de su diálogo con la pintura. Admirador de Murillo, Picasso y Matisse, tuvo la suerte de colaborar en 1929 con Orozco, Rivera y Siqueiros, los pintores de impulso titánico que usaron los muros de la ciudad como un lienzo para contar la historia del hombre desde el Big Bang hasta el porvenir donde las masas celebrarían su igualdad en folclóricas coreografías.

(Parcial) "Ventana a los magueyes", 1974

"Figuras en el castillo", 1920-1930

"Lucía", 1980

"Coronada de palmas", 1936


Don Manuel fue testigo de cargo del renacimiento artístico de los años treinta y cuarenta que buscó las raíces de la identidad nacional después de la guerra fratricida. Pero, al igual que Juan Rulfo, hizo algo más que atrapar las esquivas esencias de la patria: supo reinventarlas. El país cupo entero en su pequeña caja negra; lo decisivo, sin embargo, fue que se reveló en forma única. En pueblos polvosos y sembradíos de cactáceas, el fotógrafo encontró la singularidad que, siendo tan genuina, nadie había visto.

Atento a los estímulos lejanos que estimulan lo propio, eligió la influencia de Cartier-Bresson en la fotografía y la de Einsenstein en el cine (compró la cámara de la película ¡Que viva México! y en 1934 filmó en Tehuantepec un ensayo cinematográfico que se ha perdido y requiere del apoyo de los turbulentos dioses de la zona para reaparecer). En 1939, André Bretón destacó en la revista Minotaure la principal virtud de la estética de Álvarez Bravo: en sus tomas, "toda casualidad parece excluida"; las azoteas, los desnudos, los objetos, comparecen como si sólo pudieran existir de esa manera.

Abundan los artistas que se han dejado imantar por sus imágenes. Octavio Paz y Carlos Pellicer entraron al cuarto oscuro de la poesía para revelar versos en homenaje al cazador de la nube blanca y los cielos de soledad. Luis Buñuel lo vio inventar diagonales de águila en el paisaje y le pidió que se encargara de la foto fija en el rodaje de Nazarín. El coro de sus entusiastas no ha dejado de crecer; a tal grado que su catálogo de exposiciones se parece a las intrincadas estelas que narran las dinastías mayas. Entre sus museos recientes se cuentan el Reina Sofía de Madrid (1996), el de Arte Moderno de Nueva York (1997), el Paul Getty de San Diego (2001) y el Bellas Artes de México (2002).

A propósito de las fotografías de Aget apuntó Walter Benjamín: "Casi siempre pasó de largo ante las grandes vistas y ante las que se llaman señales características; no así ante una larga fila de hormas de zapatos, ni tampoco ante los patios parisienses en los que desde la noche hasta la mañana se enfilan los carros de mano, ni ante las mesas todavía empantanadas y los platos sin ordenar que están allí por cientos a la misma hora". Algo similar ocurre con Álvarez Bravo; toma desprevenida a la normalidad y descubre el otro modo que las cosas tienen de ser ciertas. Una parvada sobrevuela el mar como una nerviosa caligrafía oriental; una blusa fantasma toma el sol junto a un brasero con tortillas; unos ángeles de yeso viajan en el camión de los peregrinos que comulgan con gasolina; una mujer posa desnuda, pero lleva vendas, no porque se haya lesionado (las diosas no van a los gimnasios), sino para demostrar que lo único mejor que la piel es el placer de desenvolverla como una fruta. Intensas y sencillas, las transfiguraciones se suceden hasta dar con una imagen que acaso las resuma a todas: una óptica distraída ofrece ojos en vez de lentes.

Villaurrutia comentó que Álvarez Bravo le recordaba a san Dionisio porque llevaba la cabeza entre las manos. Sus fotografías son atributo de la razón. Esto se confirma en su excepcional poética de la muerte. Álvarez Bravo retrata una tumba junto a una campana, un ataúd suspendido en el falso cielo de una funeraria (el título es elocuente: Escala de escalas), la barca que un Caronte de pueblo abandonó entre una corona de palmas en una orilla que conduce a un más allá cualquiera. En todos estos casos, la muerte llega para irse. Fugitiva, inapresable, está ahí sin triunfar del todo; se transforma en el sonido de una campana, en la ascención de un ataúd vacío, en el cuerpo que escapó a nado, lejos de la barca fatal. Las fotografías de Álvarez Bravo se nutren de una tristeza rebelde: lo que se acaba, sobrevive.

El decano de la fotografía mundial vive al sur de la Ciudad de México, en una dirección apropiada para las revelaciones. La calle se llama Espíritu Santo. El principal instrumento en su mesa de trabajo es la navaja Gillette, símbolo de quien le saca filos a la luz. Las artesanías que decoran su casa confirman una estética. Elena Poniatowska, visitante asidua del Estudio Azul de Álvarez Bravo, comenta al respecto: "Todos esos objetos humildes podrían hallarse a la vuelta de la esquina, en la choza de cualquier campesino: son populares y, a la vez, altamente sofisticados".

El desordenado inventario de todos los campos, todos los cuerpos y todos los enseres reserva unas cuantas opciones alucinadas. Manuel Álvarez Bravo ha dedicado su siglo a encontrarlas. Un aforismo de Gilberto Owen resume los trabajos de este excepcional punto de mira: "El corazón. Yo lo usaba con los ojos". •

El libro de fotografía de Manuel Álvarez Bravo 'Cien años, cien días' está editado por Turner. La Casa de América (Madrid) presenta su exposición fotográfica a partir del día 13 de marzo. Luego se podrá ver, a partir del 25 de abril, en la Primavera Fotográfica de Barcelona.




Manuel Álvarez Bravo, fotografía de Daniel Aguilar


El Pais Semanal nº1328 Domingo 10 de marzo de 2002


LOBO. Guión de Keith Giffen. Diálogos de Alan Grant. Dibujos de Simón Bisley.



 A finales de 1990 publicaron una serie limitada de 4 números en los que el Ultimo Czarniano hacía suya la violencia y el humor.








domingo, 29 de diciembre de 2013

Otro año más. 2013




 No hay una razón especial para contarlos, los años, o si, pero puedo ver mezcladas imágenes con más de diez años con otras muy recientes y todas son coherentes con mi mundo-imagen. Curioso todo. Espero poder seguir haciendo y deshaciendo, mostrando un poco de todo, y sobre todo enseñarles algún día nuestra historieta de El Ojo de Melkart.
















Parodia inteligente




Epílogo

El aficionado al comic que quiera saber algo más sobre el medio que le gusta, sea por curiosidad o por tener intenciones de convertirse en profesional, lo tiene difícil. Apenas hay libros que traten decentemente el tema, apenas hay ensayos que expliquen bien cómo es un comic o en qué consiste. Hay libros de historia del comic que la mayoría de las veces se limitan a listar datos y desbarrar en una prosa vacía y artificiosa, ensayos semióticos que parecen escritos para iniciados que ya saben lo que van a leer, y prolijos listados donde se dice lo que es una viñeta o un texto de apoyo sin detenerse a explicar cuándo y por qué se utiliza uno u otro. Por supuesto, esto es a grandes rasgos pero hay excepciones: ensayos históricos bien hechos como El comic femenino en España, de Juan Antonio Ramírez, o textos semióticos útiles como el famoso Apocalípticos e Integrados, de Umberto Eco, pese a lo discutible de algunas conclusiones. Pero escasean, hay que buscarlos y no es muy fácil hacerlo sin conocer su existencia. Al final, el aficionado al comic que quiera saber más sobre el medio deberá recurrir a las pocas críticas razonadas que encuentre, a aprender idiomas para leer revistas extranjeras como Comics Journal o Cahiers de la Bande Dessinée y leer entrevistas con autores que piensan y meditan sobre las posibilidades del medio, como Alan Moore o Federico del Barrio. En resumen, hay que recurrir al autodidactismo. Los únicos libros válidos dedicados a la mecánica del comic que acuden ahora a mi memoria son Para hacer historietas, de Eduardo Acevedo (Editorial Popular), y Comics y Arte Secuencial, de Will Eisner (Norma Editorial). Yo no me siento con fuerzas para recomendar ninguno más. Por todo esto, la aparición en Estados Unidos del libro Entender el comic, de Scott McCloud, resultó todo un acontecimiento. Es un ensayo hecho en forma de comic donde se analizan los mecanismos y la historia del medio, se defienden las virtudes inherentes a este arte aún en pañales y se predica con el ejemplo al ser un comic muy bien hecho. Es un trabajo hábil e inteligente, perfectamente razonado y desarrollado. O sea, el libro que necesitaba el medio desde hacía mucho. Sorprendió, por tanto, la aparición de una parodia como Pirateando comics. Aunque Entender el comic tiene pegas y argumentaciones discutibles, no parecía presentar las suficientes como para justificar una parodia. Pero, una vez examinado el texto de Dylan Sisson, hay que darle la razón. Scott McCloud se pasó de mesiánico en algunas partes de su libro, buscando demostrar que el comic es un medio de comunicación más que válido. Algo innecesario y que, en ocasiones, resultaba excesivo.

Algo muy comprensible, por cierto. Todos los que amamos el comic tenemos tendencia a exagerarlo, a defenderlo contra viento y marea, a considerarlo el mejor de los medios. Y como, para colmo, suele ser un medio infrautilizado por la mayoría de los autores de comic, ese "mesianismo" nuestro es más extremado y exagerado. Sí, hay que agachar la cabeza y reconocer que Scott McCloud se pasó un poco. Dylan Sisson tiene toda la razón del mundo en su parodia y en su intención de dejar las cosas en su sitio, porque, además, es una parodia bien hecha, con muy mala uva, pero que no sabe disimular el hecho de que el autor disfrutó enormemente con el tratato de Scott McCloud. En estos tiempos de mala uva y odio viperino, resulta curioso ver cómo se parodia algo que se ama, ver cómo se defiende el objeto parodiado. El trabajo es tan hábil que Piratear el comic debería ser lectura obligada tras la de Entender el comic*. De hecho, casi deberían publicarse a la vez. Un logro poco frecuente y que dice mucho sobre esta respetuosa parodia.

Lorenzo F. Díaz

*Como así ha sido, ya que Ediciones B ha publicado este libro hace un mes.


Texto publicado como Epílogo en Pirateando Comics publicado por Editorial Planeta-DeAgostini en el año 1995

Inventarios


No conozco mejor biblioteca que la abastecida por el puro azar, el antojo, el capricho repentino

ANTONIO MUÑOZ MOLINA 28 DIC 2013

Dice Joyce que el azar se encargó siempre de suministrarle lo que necesitaba. Una imagen de Nueva York. / REUTERS

El año casi concluido es un cuaderno en el que ya solo quedan por escribir una o dos páginas; una habitación imaginaria y privada en la que se han guardado como en un gabinete de curiosidades todos los descubrimientos de estos 12 meses; uno de esos libros de registro en los que se ha anotado con cierto esmero caligráfico el inventario de cada uno de los libros leídos, los discos que se han escuchado, los cuadros y esculturas y fotografías delante de los cuales uno se ha ido deteniendo a lo largo de este tiempo. La memoria es todavía más frágil de lo que parece. Intenta recordar sin ayuda lo que has hecho estos últimos días y encontrarás sobre todo grandes espacios en blanco, horas borradas, encuentros que no han dejado huella. Conozco a personas codiciosas que anotan uno por uno los libros que van leyendo, las películas que ven. Yo me pregunto muchas veces, no sin tristeza, por la huella que me ha dejado todo lo que he leído, por lo que quedará de tantas páginas que recorrí muchas veces con una rapidez excesiva, por distracción o por el simple hábito de devorar lecturas, que se parece tanto, por lo compulsivo y poco saludable, al de devorar comida. Uno quiere creer que una parte de lo borrado de la memoria consciente forma parte de un suelo fértil que lo sigue nutriendo aunque no piense en él; una riqueza atesorada que ayuda a dar alguna forma de solidez a su vida, un fundamento a sus ideas y a sus impresiones. Pero también sospecha que, igual que hay demasiado de todo en cualquier ámbito del comercio y del consumo, también lo hay en estos mundos en apariencia más espirituales de las artes y los libros, y que la multiplicación abrumadora de la novedad puede llevar más al aturdimiento y a la ansiedad que al disfrute provechoso.

Quizás hay demasiadas cosas en ese cuarto privado del resumen del año, igual que las hay casi en cualquier habitación, en cualquier acera y en cualquier calle, demasiados mensajes en cualquier bandeja de entrada. Quizás uno ha querido glotonamente abarcar demasiado. Cómo se aprende a marcar limitaciones juiciosas, a contener apetencias irresistibles, que tienen en el fondo un arraigo infantil, una pulsión de deseo y felicidad que viene del tiempo en el que uno se quedaba delante de los escaparates mirando cosas que pertenecían a la realidad y estaban al alcance de la mano y a la vez eran tan fantásticas como si existieran en la cuarta dimensión de las pantallas de cine y de los espejos: álbumes de Tintín, trenes eléctricos, pistas de Scalextric. Con los años, a mí se me acentúan dos impulsos en permanente discordia. Por una parte, siento un deseo cada vez mayor de simplicidad; por otra, se me despierta una curiosidad cada vez más variada. Quiero viajar menos, tener menos cosas, trabajar en habitaciones más despejadas, enredarme en menos compromisos. Pero también me llaman la atención más cosas de las que me interesaban cuando era joven, y si eso hace la vida más entretenida y ensancha la diversidad de las aficiones y la lista de lecturas también contiene un peligro grave de dispersión, de superficialidad, de mareo.

Hace veinticinco, treinta años, casi lo único que me importaba de verdad era la literatura, o más exactamente las novelas. Leía novelas, las imaginaba, intentaba escribirlas. Lograba terminar una y me faltaba tiempo para ponerme a trabajar en otra. Me fijaba ávidamente en cómo estaban hechas por dentro las novelas de otros para aprender a escribir las mías. Con la excepción de Borges, mis héroes eran todos novelistas, una abrumadora sociedad secreta de maestros a los que rendía culto estudiando sus textos sagrados con una atención fanática. Cervantes, Dickens, Galdós, Faulkner, Onetti, Joseph Conrad, Henry James, Proust, Flaubert, lo más alto, el desafío perpetuo, la orgía perpetua. Luego llegaron Nabokov y Joyce, Philip Roth, Melville, Virginia Woolf.

Desde luego que todavía venero cada uno de esos nombres, y algunos más. Incluso creo que la admiración se vuelve más profunda según me hago mayor y descubro en ellos matices de la experiencia y de la expresión que de joven no supe advertir. Pero a lo largo del tiempo me he ido desprendiendo de aquel monoteísmo de la novela. Se ha ensanchado mi idea de la literatura, y el campo de mi curiosidad abarca ahora cosas en las que tardé mucho en reparar. Yo no sabía que del conocimiento de lo real se pudiera disfrutar tanto o más que de lo inventado. O como dice Richard Feynman, que haga falta un esfuerzo mayor de la imaginación para comprender lo que existe que para comprender lo que no existe. Si intentara un repaso de lo que he leído este año, es seguro que en la lista habría menos libros de ficción que de otras materias. El placer de sumergirse de verdad en una gran novela no se parece a ningún otro, pero yo he disfrutado igual de libros de historia, o de viajes, o de música, o de divulgación científica, o de ecología, o de memorias, de biografías de músicos o de pintores, de ensayos sobre las ciudades o sobre las religiones antiguas o el arte paleolítico. Algunos los he visto recomendados por ahí y otros, tal vez los mejores, los he encontrado por pura casualidad, mirando un escaparate o curioseando por los anaqueles de una librería, navegando por páginas improbables en las que una pista lleva a otra y una búsqueda obstinada llega al descubrimiento feliz de lo que no se sabía que existiera.

Dice Joyce que el azar se encargó siempre de suministrarle lo que necesitaba. “Soy como un hombre que tropieza; mi pie golpea algo, miro hacia abajo, y allí está exactamente lo que me hacía falta”. Yo no conozco mejor biblioteca que la abastecida por el puro azar, el antojo, el capricho repentino. Podría hacer el inventario del año exclusivamente con todo lo que he ido encontrando sin haberme hecho el propósito, y no solo en literatura, ni en lecturas, porque otra cosa que he aprendido con el paso del tiempo es que la lectura desconectada de la experiencia real de las personas y las cosas puede muy bien ser estéril. La mejor comida la he disfrutado en una fonda de Lisboa que nos encontramos dando un paseo por el Campo de Ourique. Saliendo de clase a las seis de la tarde cuando empezaban a alargarse los días al principio de la primavera he vuelto a casa en bicicleta por la orilla del Hudson cuando el sol poniente lo incendiaba de oro. En un mercadillo he encontrado un CD de John Coltrane que no escuchaba hace muchos años y me ha sobrecogido más que nunca, Africa / Brass. Yendo a comprar otro libro vi que había aparecido un nuevo ensayo de Ramón Andrés, El luthier de Delft, y no tuve más remedio que regresar de improviso a mis lecturas holandesas del año pasado, aplazando otras más urgentes. Y tengo sobre la mesa un estudio muy prometedor sobre el cerebro y el sueño...

Me justifico ante mí mismo diciéndome que todo esto acabará sirviéndome en mi propia escritura. Y aunque no me sirva, cuánto habré disfrutado.

www.antoniomuñozmolina.es

El Pais 28 de diciembre de 2013

José Ortiz, estajanovista del cómic



El creador de 'Hombre' y otros numerosísimos títulos míticos de la historieta era uno de los dibujantes españoles con mayor proyección internacional
ÁLVARO PONS 28 DIC 2013




José Ortiz, dibujante de cómic, en 2012. / TONI GARRIGA (EFE)

Tras la guerra civil, la industria del cómic quedó prácticamente limitada a la actividad que nacía desde Valencia y Barcelona. Pese a las penurias, los tebeos se reinventaron como cuadernillos de aventuras exóticas e imaginativas que favorecieron la evasión en un momento durísimo y, también, un curioso episodio de emigración interior: los dibujantes dejaban sus pueblos para intentar un lugar en las editoriales que despuntaban. José Ortiz Moya (Cartagena, 1932), fallecido el día de Navidad a los 81 años, fue uno de ellos, un joven dibujante que pronto encontró sitio en la editorial valenciana Maga, la editorial creada por Manuel Gago. Su impresionante capacidad para el dibujo se reveló inmediatamente, encargándose de multitud de series, como El Espía, el Capitán Don Nadie o El Duque Negro. A finales de los cincuenta, Maga se queda pequeña para su talento y comienza a trabajar también para Toray y Bruguera, con series tan recordadas como Sigur el Vikingo o Hazañas del Oeste.

Ortiz tenía una habilidad inhumana para dibujar y en los sesenta comienza a trabajar también para la agencia Bardon Art, que lleva su trabajo a Inglaterra o Italia. Pese a la cantidad de series que creaba, la calidad de los dibujos de Ortiz apenas se resentía, dejando un reguero de obras que fueron una carta de presentación perfecta para la editorial americana Warren. A través de la agencia de Josep Toutain, Ortiz comenzó a publicar en revistas míticas como Creepy o Eerie, convirtiéndose en el abanderado de todo un grupo de autores españoles que llegó a la editorial en los setenta (la llamada “invasión española”). Pese a que seguía trabajando para Inglaterra, Ortiz consiguió ser, de lejos, el autor más prolífico de las publicaciones Warren y uno de los más admirados, lo que le llevó a ser galardonado con el Premio Warren al mejor artista en 1975.

En los ochenta, en pleno boom del cómic de autor en España, Ortiz inició lo que sería una larga y fructífera colaboración con el guionista Antonio Segura, creando algunas de las series más recordadas de aquellos años. Con él, su habitual fertilidad creativa se multiplicó y consiguió que sus obras aparecieran casi simultáneamente en diferentes cabeceras: Hombre en CIMOC, Burton y Cyb en Zona 84, Las mil caras de Jack el destripador en Creepy… Incluso se atrevió con la edición en un proyecto singular: Metropol, una sugerente revista creada en cooperativa con otros autores como su sobrino Leopoldo Sánchez, Manfred Sommer o el mismo Antonio Segura.

Durante esta época se asentó la fama de su increíble capacidad para el dibujo, con infinidad de anécdotas que la confirmaban: desde la revista 1984 se ejemplificaba diciendo que si todos los dibujantes del mundo compitieran en realizar una ilustración de un grupo de exploradores escapando en un jeep por una jungla llena de animales, mientras un nutrido grupo de indígenas les perseguía con un volcán en erupción al fondo, el primero en acabar sería, sin duda, José Ortiz.

La brusca desaparición de las revistas en los noventa provocó que Ortiz volviera a dirigirse al mercado exterior, esta vez atendiendo a la llamada del editor Sergio Bonelli, que confió en él y en Segura para realizar algunas de las mejores entregas de una serie mítica en Italia, el western Tex. Sin dejar de trabajar para el editor italiano pese a su avanzada edad, en 2012 recibió el merecidísimo reconocimiento del Gran Premio del Saló del Còmic de Barcelona.

Es casi imposible hacer un listado de su inmensa obra pero, para muchas generaciones, José Ortiz está ligado indisolublemente a algunos de los mejores recuerdos que tenemos como lectores de tebeos.

El Pais sabado 28 de diciembre 2013

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Los diez mejores cómics de 2013



  • Una variada selección con una cosa en común, la calidad
  • Desde superhéroes al mejor cómic de autor
Ampliar fotoLos mejores cómics de 2013
Los mejores cómics de 2013
JESÚS JIMÉNEZJESÚS JIMÉNEZ 17.12.2013
En este 2013 la crisis también ha afectado al mundo del cómic que ha vuelto a reducir el número de títulos publicados pero a cambio ha aumentado el nivel de calidad de los mismos. Hoy por hoy  regalar un cómic es casi un valor seguro. Al contrario de lo que ocurre con el cine, por ejemplo, este año podríamos recomendar cuarenta o cincuenta títulos de gran calidad.
Pero la tiranía de las listas nos impone que sean diez por lo que intentaremos dar  prioridad a los títulos de autores españoles y a las novedades (no a las reediciones de material clásico). Además, también dejamos fuera los recopilatorios de viñetas de opinión, que juegan en otra liga. Y os recomendamos que sigáis la actualidad del cómic en nuestra nueva web El cómic en RTVE.es, en el blog de Viñetas y bocadillos y en los programas de radio La hora del bocadillo (Radio 3), Viñetas y bocadillos (Radio 5) y Fallo de sistema (Radio 3).  Esta es nuestra lista de los diez cómic imprescindibles de 2013(en riguroso orden alfabético)

'Blacksad 5: Amarillo'

Una de las novedades más esperadas del año ha sido el quinto álbum de Blacksad: Amarillo (Norma) una serie que arrasa en Francia y en Estados Unidos. Sus autores son el guionista Juan Díaz Canales, y el dibujanteJuanjo Guarnido, meritorios ganadores este año dedos premios Eisner (mejor obra extranjera y Mejor artista) por las aventuras de este gato detective que desde el año 2000 se ha convertido en uno de los personajes favoritos de los lectores.
En esta ocasión, Blacksad está cansado de tanta violencia y miseria a su alrededor, así que decide tomarse su tiempo antes de volver a casa. La suerte parece sonreírle cuando un desconocido le contrata para llevar su coche, un flamante Cadillac modelo Eldorado, desde Nueva Orleans hasta Tulsa. Pero las carreteras del sur son tan polvorientas como imprevisibles y sin quererlo, se verá obligado a atravesar los Estados Unidos de punta a punta para resolver un asesinato. Una apasionante aventura por la que desfilarán moteros, abogados, escritores malditos y hasta artistas de circo, siempre retratados por los fabulosos lápices de Guarnido, uno de los mejores dibujantes del mundo.
Un nuevo tour de force de dos de los mejores autores del cómic mundial. No os perdáisla entrevista que Díaz Canales concedió a Viñetas y bocadillos (Radio 5)

'Beowulf' y 'El Héroe 2'

Imposible dejar de mencionar los dos grandes trabajos de David Rubín de este año: El Héroe 2 Beowulf (con el guionista Santiago Garcia). Dos títulos, editados por Astiberri, que nos ofrecen dos versiones tan distintas como espectacaulres del concepto del Héroe clásico. 
Cuatro años de trabajo le ha llevado a David Rubíncompletar El héroe (Astiberri). Una obra monumental, de casi 600 páginas, que ha sido saludada por la crítica como una de las más importantes de la historia del cómic español y por el público como un cómic realmente espectacular, ya que combina una historia apasionante y que nos invita a la reflexión, con un dibujo y un color que alcanzan la categoría de Arte (con mayúsculas). (No os perdáis la entrevista que nos concedió David Rubín por El Héroe 2).
En Beowulf (Astiberri), el guionista Santiago García y el ilustrador David Rubín nos deleitan con el tebeo más espectacular del año una adaptación del poema con el que nace la literatura anglosajona y que, durante más de mil años, ha inspirado a generaciones de autores, desde J.R.R. Tolkien hasta un buen número de guionistas de Hollywood, como Robert Zemeckis que llevó la obra a la gran pantalla en 2007.  Una adaptación tan fiel como trepidante y espectacular. (No dejéis de leer la entrevista que nos concedieron Santiago y David).

'Creepy presenta: Richard Corben'

Como os comentábamos en la introducción no queríamos meter clásicos en esta lista pero Creepy presenta: Richard Corben (Planeta DeAgostini) es totalmente imprescindible, al igual que el tomo Creepy presenta: Bernie Wrightson (Planeta Deagostini)
Richard Corben (Misuri, 1940) es uno de los mejores, y más influyentes, dibujantes de cómics de la historia. Y su dominio del color todavía no ha sido superado. Su irrupción en el cómic norteamericano, en los años 70,cambió para siempre la forma de hacer tebeos y sus páginas a color fueron la primera losa para los populares colores de puntitos que imperaban en el cómic de la época. Aparte de ser uno de los artistas más imitados y reverenciados de los últimos cuarenta años.
Y ahora, por primera vez, se recogen al completo, los míticos cómics que realizó (en los 70 y 80) para las populares revistas de terror de la editorial Warren (Creepy y Eerie), en un volumen imprescindible: Creepy presenta: Richard Corben (Planeta DeAgostini), con una portada realizada por Corben para la ocasión, y que ha sido supervisado por uno de los mejores coloristas del mundo, el español José Villarrubia, que ha colaborado con el dibujante en numerosas ocasiones. (No os perdáis la entrevista con José Villarrubia).

'Cuento de arena'

Este año se cumplía el 23 aniversario de la muerte deJim Henson, el creador de Los Teleñecos, Barrio Sésamo y películas como Cristal Oscuro y Dentro del laberinto. Falleció el 16 de mayo de 1990, en Nueva York, a causa de una neumonía a la que no dio importancia. Solo tenía 54 años. Y el mejor homenaje a este gran creador es Cuento de arena (Norma Editorial)una novela gráfica basada en un guión suyo y de uno de sus colaboradores habituales, Jerry Juhl, que permaneció inédito y desaparecido durante 40 añosen los archivos de su compañía.
"Fue una maravillosa sorpresa, cuando la archivista de la compañía, Karen Falk, descubrió el guion original deCuento de arena. Fue como encontrar un tesoro escondido: no tan solo era el guion completo de un largometraje escrito por Jim Henson y su antiguo colaborador Jerry Juhl, sino que había tres versiones distintas... Nos propusimos crear esta novela gráfica como tributo a mi padre y a su prolongada colaboración con Jerry Juhl. Y me siento agradecida de que ahora, cuarenta años después de que mi padre lo plasmara en papel, sus fans pueden experimentar por si mismos su proceso creativo y explorar un increíble mundo visual" (Lisa Henson, directora ejecutiva de The Jim Henson Company).
Un guion que ha adaptado al cómic el dibujante canadiense Ramón K. Pérez, y que en 2012 arrasó en los principales premios del cómic americano: los Eisner (Mejor Obra, Mejor Artista y Mejor Diseño) y los Harvey (Mejor Obra y Mejor Historia). Además de obtener otros premios como el Foreword Reviews 2001 al mejor libro del año. (Aquí tenéis más información sobre Cuento de arena).

'Frank. El congreso de las bestias'

El ilustrador estadounidense Jim Woodring es uno de esos pocos autores capaces de crear su propio y original universo y que, además, sea tan fascinante como El de Alicia en el País de las Maravillas (aunque no tengan nada que ver). Ahora este particular universo se expande gracias a la publicación del cuarto volumen deFrank. El congreso de las bestias (Fulgencio Pimentel) en el que este autor "de artistas" hace que, sin diálogos,sus viñetas desgranen críticas voraces a través del humor.
Un cómic que ha sido nominado los últimos dos años a los premios del Salón del Cómic de Barcelona, en la categoría de Mejor Obra Extranjera, y que seguro que también repetirá el año próximo. Además, la Agencia EFE lo acaba de incluir entre los diez cómics de 2013. Y el anterior tomo de la serie, La cuerda del laúd, también fue incluído en la lista de esenciales de 2013 de la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España (ACDCómic)
El tomo comprende El congreso de las bestias (Premio Especial del Jurado en el Festival de Angoulême de 2013) y Fran, que se publica en estas fechas en Estados Unidos, e incluye a modo de prólogo una serie de lienzos al óleo reproducidos a color y doble página. El díptico formado por estas dos novelas gráficas –impresionantes tanto por su calidad narrativa y su poder de sugestión onírica como por su derroche gráfico- ha sido ideado por el autor para ser leído en orden intercambiable y conformar una sola historia que añade nuevas dimensiones al icónico personaje cuya vida lleva alimentando más de veinte años.

'Ojo de Halcón'

El cómic de superhéroes del año, con el que el vallisoletano David Aja consiguió los premios Eisner a mejor dibujante completo y portadista (el cómic tambiéne staba nominado a mejor serie, mejor nueva serie y mejor guión).
David cree que el éxito de esta versión de Ojo de Halcón (Panini) se debe a: “Creo que hemos intentado hacer lo que nos gusta. El personaje nos encanta a mí y a Fraction, el guionista. Hay gente que dice que es fiel al clásico… otros que no… lo importante es que hemos hecho un cómic para todos los públicos, incluso para los que no les gustan los superhéroes. No tienes que haber leído nada antes para disfrutarlo, ya que hemos concebido cada cómic como una aventura cerrada, aunque haya algunas subtramas. Es un poco lo que había en los 70 con Kung Fu, El Caballero Luna o el Nick Furia de Steranko
“También recuperamos el espíritu de los años 70 a nivel estético, pero siempre teniendo en cuenta que estamos en 2013. Y queremos darle vueltas al concepto del formato. ¿Qué sentido tiene sacar un comic book de 20 páginas si estás pensando en una saga para recopilarla en un tomo de 300? Para eso saca directamente el tomo de 300. Queremos conseguir que el comic book tenga una entidad propia”. (Sigue leyendo la entrevista con David Aja).

'Paseo astral'

En una entrevista concedida al programa El ojo crítico(RNE)Max ha presentado el cómic que realizó para exponer en el stand del diario El País en ARCO 2013 y que saldrá a la venta este viernes: Paseo astral (La Cúpula). 56 paginas a cuatricromía "y no hay nada informático, el dibujo es sobre papel en blanco o sobre la página del periódico del día 2 de enero de 2013 y con collages hechos con las páginas del periódico pegados junto al dibujo", explica el primer Premio Nacional de Cómic (en 2007) y uno de los autores españoles más reconocidos internacionalmente en el mundo del cómic y la ilustración.
"Encuentro la inspiración en la realidad, en los periódicos o en mi cabeza" -asegura Max-, que en esta nueva obra combina dos temas ya clásicos en el arte: el creador en busca de la musa y el pacto con el diablo en el cruce de caminos, y con múltiples referencias, guiños y homenajes a la literatura, el cómic y las artes visuales.
Little Nemo in Slumberland (Norma), de Windsor McCay es uno de los grandes cómics de esa época, y también ha servido de inspiración a Max para este trabajo. "Es un guiño-homenaje a una de las cumbres de la historieta". (Sigue leyendo la entrevista con Max por Paseo astral).

'¿Quién le zurcía los calcetines al...'

¿Quién le zurcía los calcetines al Rey de Prusia mientras estaba en la guerra? (Norma Editorial) es una grata sorpresa de uno de los mejores guionistas del momento, el francés Zidrou (Lydie o La piel del oso) y un gran dibujante español que triunfa en Francia, Roger Ibáñez(Jazz Maynard). Ambos firman un cómic único, una historia tierna, minimalista y llena de humanidad que este nes de diciembre ha conseguido el premio a la mejor obra extranjera en Expocómic 2013. Un cómic que puedes regalar a cualquiera porqeu es tan bueno que no defraudará a nadie.
Cuenta la historia de la señora Hubeau, que solo tiene una preocupación en la vida, su hijo Micheal, un hombre discapacitado, de unos 40 años, que no puede valerse por sí mismo, por lo que tiene que estar pendiente de él en todo momento como si fuera todavía un niño.
Un tebeo que nos recuerda las cosas verdaderamente importantes de la vida y que nos emociona como pocas veces se consigue en el cómic. Y que confirma a Zidrou como uno de los mejores guionistas del momento y a Roger como un dibujante superdotado que nos deparará grandes cosas ene el futuro. Actualmente sigue con su exitosa serie Jazz Maynard (Diábolo) junto al guionista Raule.

'El rayo mortal'

Daniel Clowes (Chicago, 1961) es uno de los grandes del cómic actual gracias a obras como Gosth WorldIce heaven, Como un guante de seda forjado en hierro yWilson o Mister Wonderful, con las que ha creado un rico mundo personal con muchos elementos autobiográficos y ha conseguido premios tan importantes como el Eisner, el Harvey o el Ignatz.
Su nueva obra,  El rayo mortal (Reservoir books) nos cuenta la historia de un joven, Andy, que descubre que tiene poderes (cuando comienza a fumar). Armado con una pistola láser desintegradora y acompañado de su amigo Louie, tratará de convertirse en un auténtico superhéroe. Pero pronto descubre que la realidad no es en blanco y negro, como  en los cómics, y no tardará en abusar de esos poderes.
Una excusa como cualquier otra para introducir sus personajes marginados y marginales y desafiar las leyes de la narrativa en una intriga tan apasionante como inquietante, que os mantendrá en vilo hasta la última página. Una divertida y ácida crítica de los superhéroes y de la sociedad actual que a veces nos desconcierta y otras nos lleva a sitios donde los cómics no habían llegado antes.

'Saga'

Saga (Planeta Deagostini) es la space opera de de Brian K. Baughan que arrasó en los en los premios Eisner (mejor guionista, mejor serie nueva, mejor serie continuada), en los Hugo (mejor historia gráfica) y en los Harvey (en las categorías de guión, dibujante, colorista, serie nueva, serie regular y mejor número suelto.
En Saga seguimos la historia de Alana y Marko, una pareja que encuentra el amor entre el caos de la guerra galáctica y forma una familia con el nacimiento de su hija. Su objetivo: dejar todo atrás, arriesgando todo lo que tienen en su vida para traer una nueva a este peligroso y antiguo universo. Así empieza una de las odiseas más memorables del noveno arte.
Con un equipo creativo estelar integrado por el guionista del bestseller Y: El último hombre, Brian K. Vaughan, quien regresa al mundo de los cómics bien acompañado de la intensa ilustradora Fiona Staples, para desarrollar esta nueva y esperada colección de Image Comics, la editorial independiente más famosa de EEUU.

'Los surcos del azar'

Cinco años ha tardado Paco Roca (Valencia, 1969) en acabar en la que es su mejor obra hasta la fechaLos surcos del azar (Astiberri), en la que narra la historia de unos “héroes olvidados”, los republicanos que se unieron a "La Nueve", una compañía del ejército francés formada por 150 soldados, casi todos españoles, quetuvo un papel fundamental en la liberación de París.
Quería hablar sobre el exilio español -nos cuenta Paco- Sobre la odisea de los que tuvieron que huir de España tras la guerra y los diferentes caminos que tomaron en el exilio, en muchos casos marcados por el sufrimiento. De ahí el título que remite a un verso deAntonio Machado (“Para qué llamar caminos a los surcos del azar”. Y es que la muerte de Antonio Machado simboliza -para Roca- “El sentimiento del exilio español, la tristeza, el cansancio y la pérdida de ilusiones”.
“La Nueve -continúa Paco- era una compañía que formaba parte de la II División Blindada de la Francia Libre del General Leclerc, a la que se unieron porque para ellos la Segunda Guerra Mundial era lo mismo que la Guerra Civil española: la guerra contra el fascismo” (Sigue leyendo la entrevista con Paco Roca por Los surcos del azar)
Al final nos han salido doce pero, como os comentábamos, podían ser cincuenta. Destacar que los guionistas y dibujantes españoles sigen estando entre los mejores del mundo.
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