Epílogo
El aficionado al comic que quiera saber algo más sobre el medio que le gusta, sea por curiosidad o por tener intenciones de convertirse en profesional, lo tiene difícil. Apenas hay libros que traten decentemente el tema, apenas hay ensayos que expliquen bien cómo es un comic o en qué consiste. Hay libros de historia del comic que la mayoría de las veces se limitan a listar datos y desbarrar en una prosa vacía y artificiosa, ensayos semióticos que parecen escritos para iniciados que ya saben lo que van a leer, y prolijos listados donde se dice lo que es una viñeta o un texto de apoyo sin detenerse a explicar cuándo y por qué se utiliza uno u otro. Por supuesto, esto es a grandes rasgos pero hay excepciones: ensayos históricos bien hechos como
El comic femenino en España, de
Juan Antonio Ramírez, o textos semióticos útiles como el famoso
Apocalípticos e Integrados, de
Umberto Eco, pese a lo discutible de algunas conclusiones. Pero escasean, hay que buscarlos y no es muy fácil hacerlo sin conocer su existencia. Al final, el aficionado al comic que quiera saber más sobre el medio deberá recurrir a las pocas críticas razonadas que encuentre, a aprender idiomas para leer revistas extranjeras como
Comics Journal o
Cahiers de la Bande Dessinée y leer entrevistas con autores que piensan y meditan sobre las posibilidades del medio, como
Alan Moore o
Federico del Barrio. En resumen, hay que recurrir al autodidactismo. Los únicos libros válidos dedicados a la mecánica del comic que acuden ahora a mi memoria son
Para hacer historietas, de
Eduardo Acevedo (Editorial Popular), y
Comics y Arte Secuencial, de
Will Eisner (Norma Editorial). Yo no me siento con fuerzas para recomendar ninguno más. Por todo esto, la aparición en Estados Unidos del libro
Entender el comic, de
Scott McCloud, resultó todo un acontecimiento. Es un ensayo hecho en forma de comic donde se analizan los mecanismos y la historia del medio, se defienden las virtudes inherentes a este arte aún en pañales y se predica con el ejemplo al ser un comic muy bien hecho. Es un trabajo hábil e inteligente, perfectamente razonado y desarrollado. O sea, el libro que necesitaba el medio desde hacía mucho. Sorprendió, por tanto, la aparición de una parodia como
Pirateando comics. Aunque
Entender el comic tiene pegas y argumentaciones discutibles, no parecía presentar las suficientes como para justificar una parodia. Pero, una vez examinado el texto de
Dylan Sisson, hay que darle la razón.
Scott McCloud se pasó de mesiánico en algunas partes de su libro, buscando demostrar que el comic es un medio de comunicación más que válido. Algo innecesario y que, en ocasiones, resultaba excesivo.
Algo muy comprensible, por cierto. Todos los que amamos el comic tenemos tendencia a exagerarlo, a defenderlo contra viento y marea, a considerarlo el mejor de los medios. Y como, para colmo, suele ser un medio infrautilizado por la mayoría de los autores de comic, ese "mesianismo" nuestro es más extremado y exagerado. Sí, hay que agachar la cabeza y reconocer que
Scott McCloud se pasó un poco.
Dylan Sisson tiene toda la razón del mundo en su parodia y en su intención de dejar las cosas en su sitio, porque, además, es una parodia bien hecha, con muy mala uva, pero que no sabe disimular el hecho de que el autor disfrutó enormemente con el tratato de
Scott McCloud. En estos tiempos de mala uva y odio viperino, resulta curioso ver cómo se parodia algo que se ama, ver cómo se defiende el objeto parodiado. El trabajo es tan hábil que
Piratear el comic debería ser lectura obligada tras la de
Entender el comic*. De hecho, casi deberían publicarse a la vez. Un logro poco frecuente y que dice mucho sobre esta respetuosa parodia.
Lorenzo F. Díaz
*Como así ha sido, ya que Ediciones B ha publicado este libro hace un mes.
Texto publicado como Epílogo en Pirateando Comics publicado por Editorial Planeta-DeAgostini en el año 1995
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