jueves, 9 de junio de 2011

Lobezno: Honor de Frank Miller y Chris Claremont



Cómo pasa el tiempo. Uno hojea el libro y se descubre a sí mismo un poco de melancolía entre los dedos, añoranza de los años de descubrimientos (hoy las sorpresas se van espaciando más y más, leer tebeos se hace monótono y única­mente algunos talentos continúan manteniendo el interés en un mercado cambiante y multiforme, pero en general aburrido). Le vie­ne a uno como una ternura cuan­do ve a los ninjas de La Mano,cuando se encuentra de repente con las planchas estructuradas de esa particular manera, cuando lee esos textos de introspección sinco­pada que casi parecen parodias de sí mismos, tan solemnes. Cómo pasa el tiempo, hay que ver. Había una vez un Frank Miller que rompía las estrechas normas de paginación que regían en el tebeo comercial, cuando después de ese ya legendario Daredevil se lanzó a experimentar con Ronin, su obra más olvidada, en la que aplicó todo lo que había aprendi­do del manga clásico. Eran tiem­pos en que Miller descubría nuevas posibilidades, fragmentaba el relato de formas inteligentes y profundizaba en su concepción de la plancha como unidad narrativa y plástica. Incluso se atrevió a jugar con texturas y luces, probó el pincel, se dejó hechizar por el trazo, por la mancha. El resulta­do, lógicamente, no tardó en ser asimilado en sus trabajos comer­ciales, e incluso acabó casi for­mando parte del canon mainstream. Sus siguientes saltos cualitativos no tardaron en llegar: Batman: The Dark Kni ght Returns, un auténtico mazazo, y Batman: Year One (cuya estructu­ra clásica de serie negra presagiaba su siguiente pirueta, la inmersión en el universo arquetípico de la muy trivial Sin City). Repasandoesta aventura de Wolverine, el per­sonaje emblemático de la historie­ta norteamericana de los 80, uno no puede dejar de apreciar hasta qué punto resulta superficial toda la parafernalia de viñetas en horizontal y textos fragmentados, y qué anticuada se ha quedado la retórica del samurai honorable, el caos y el orden y la banalidad zen, esas cosas orientales que tanto fas­cinan a Miller y tanto nos encan­dilaron a todos hace ya muchos años. Uno creía que nada podría envejecer tanto como la estética de los 70, pero ahí tenemos sin embargo a un Steranko que no sólo se ade­lantó a los experimentos de Frank Miller, sino que además los hizo invulnerables al paso del tiempo, inatacables. Ahí está ese Atmósfera cero que nadie ha superado aún hoy y que es, creo, una lección magistral en materia de fragmentación, montaje y control del tiempo y el espacio narrativos. (Sería arriesgado aventurar una compa­ración, pero personalmente dudo que ni siquiera The Dark Knight... esté a la altura.)

A pesar del mucho daño que los años le han hecho, reconozcamos que Lobezno: Honor conserva el encanto de las historias que Clare­mont solía contar como nadie, con esos personajes femeninos improbables pero atractivos y ese respeto por el lector que en Mar­vel se perdió hace ya mucho. Revisitar sus páginas, además de abrirnos los ojos con respecto a una manera de hacer que se nos antoja hoy inofensiva y de una presunción y un amaneramiento casi intolerables (se pregunta uno cuántos buenos recuerdos arderí­an al contacto con el aire fresco de este fin de siglo), sirve para recu­perar a un narrador de vieja escuela cuyas últimas aportaciones al medio han sido lamentable­mente mediocres. La edición de Forum es, además, impecable, mejorando incluso la norteamericana de 1987 (incluso han respetado el pretencioso epilo­guillo de Miller, que aparece en contraportada).

francisco naranjo

U, el hijo de Urich #17, julio de 1999





martes, 7 de junio de 2011

Universal Geographic presenta!! Los Tebeos 1990-2000 Una decada pintando monos




Megatira aparecida en la revista U#20 junio de 2000 (portada de Jose Luis Agreda, arriba) realizada por orden de aparición, por: Miguel Gallardo, Sergio Cordoba, Sergio Bleda, Jose Luis Agreda, Alex Fito, Enrique Bonet, Bernardo Vergara, Miguel A. Martin, Javier Olivares, Albert Monteys, Calo, Javi Rodriguez, Juan Carlos Perez, Lewis Woodstocks, R.F. Bachs, Mauro Entrialgo, Monica&Bea, Manel Fontdevila, Chema Garcia also starring Luis Bustos.











William Blake (1757-1827), visiones de mundos eternos




APRENDIZAJE Y PRIMERAS OBRAS, HACIA 1775 -1785
William Blake recibió una formación como artista larga y clá­sica que se ciñó principalmente al arte «inferior» del grabado. Sin embargo, esa educación encajaría más adelante en su trayectoria como la importante base que fue para gran parte de su obra y de su teoría artística.
A la edad de diez años, Blake ingresó en la escuela de dibujo de Henry Pars, donde realizó copias de vaciados de estatuas clásicas (su padre también adquirió algunos ejemplares para que pudiera tra­bajar con ellos en casa). Cinco años más tarde, en 1772, Blake pasó a ser aprendiz del grabador James Basire, cuya técnica, sólida pero anti­cuada, le sirvió de base no solamente para obras comerciales, sino también para crear su propia técnica de grabado, mucho más experi­mental y sumamente personal. Por último, en 1779 el artista ingresó en las escuelas de la Royal Academy.
Allí, al igual que en la escuela de dibujo de Pars, Blake hubo de dibujar a partir de modelos clásicos y también del natural. Diversas anécdotas ilustran su rechazo a ese modo aceptado de enseñanza, pero sólo en parte reflejan sus preocupaciones posteriores.
La más destacable es quizás la historia del ataque de furia que le sobrevino cuando Moser, el conservador, intentó que dejara de estudiar estampas basadas en Rafael y Miguel Ángel para centrarse en las de Rubens y Le Brun. Blake aceptaba e intentaba cumplir una gran parte de lo que se predicaba en los círculos de la Royal Academy, no solamente que la pintura histórica era la forma artística suprema, sino también que el modo adecuado de expresarla se basaba en el arte clá­sico y renacentista. Y si ello se podía combinar con el interés patrió­tico en boga por la historia antigua de Inglaterra, mejor que mejor.
La obra de Blake para Basire llevó a la otra gran influencia for­mativa de su arte, la copia a partir de lápidas y de otras piezas medie­vales en la abadía de Westminster, lo que también era reflejo del gusto contemporáneo. Así, el interés por los logros del pasado de Inglaterra llevó a la publicación de diversos infolios de anticuario de gran tama­ño, incluidos dos que interesaban directamente a Basire: Sepulchral Monuments in Great Britain, de Richard Cough, editado a partir de 1786, y Vetusta Monumenta, de la Sociedad de Anticuarios, publicado en 1789. El especial interés del gótico por los contornos claros, la línea fluida y la composición simétrica era fácilmente conciliable con el neo­clasicismo, pero aún más importante era el contacto de Blake con el contenido espiritual de un arte basado en la fe. No es irrelevante el hecho de que, según cuenta la leyenda, la abadía de Westminster fuera uno de los primeros lugares en los que el artista tuvo una visión.




BLAKE, EL NEOCLASICISTA, HACIA 1780-1790
El punto culminante de la evolución inicial de Blake como artista se dio a mediados de la década de 1780. Sus anteriores e inde­cisos intentos de abrazar la pintura histórica neoclásica, junto con su práctica de dibujar contornos a pluma, acabados con aguada, culmi­nó en un grupo de intensos dibujos con figuras de gran tamaño domi­nadas por contornos muy amplios y dispuestos en composiciones que recuerdan estampaciones en relieve. Tres acuarelas que tratan la histo­ria de José en Egipto se exhibieron en la Royal Academy en 1785.
El final de la década de 1780 es probablemente la época de la que procede la primera serie de ilustraciones para escritos del propio Blake: los dibujos aguados de temas extraídos de su poema Tiriel que se suele datar alrededor de 1789. Algunos de ellos muestran un estilo más conciso y más delicado que caracteriza gran parte de la obra de Blake a finales de la década de 1780 y principios de la de 1790. Ese estilo más íntimo había crecido junto al otro, en parte como resulta­do de las actividades de Blake como grabador de oficio, lo que refleja otro aspecto del neoclasicismo, la «sensibilidad» de inspiración france­sa de artistas como Angelica Kauffmann y Thomas Stothard, amigo de Blake. Ello estaba en consonancia con el temperamento de gran parte de la primera obra poética de Blake. Son claras fuentes de ese aspecto del estilo del primer Blake sus propios grabados según el estilo de Watteau y de Stothard, que se reflejan tanto en las más decorativas de las ilustraciones del Tiriel como en determinadas acuarelas de peque­ño formato y gran colorido del mismo periodo, como La edad enseña a la juventud. Ese estilo caracterizó también las ilustraciones de los pri­meros libros iluminados de Blake, como Canciones de la inocencia.


PRIMEROS LIBROS ILUMINADOS E ILUSTRACIONES PARA LIBROS CONTEMPORÁNEOS, 1789-1791
Los libros iluminados de Blake son únicos en el sentido de que combinan texto tanto escrito como impreso por el poeta con ilustra­ciones del propio artista, lo cual se lograba imprimiendo el texto y el contorno de las ilustraciones en aguafuerte en relieve o estereotipia (impresión desde la superficie elevada y no grabada al aguafuerte de la plancha). Blake aseguraba que se le había revelado el proceso en una visión en la que aparecía su hermano menor, Robert, fallecido en 1787, pero por entonces ya se hablaba de él, hasta el punto de que en el manuscrito de Blake An Island in the Moon, de alrededor de 1784, se hace referencia a los experimentos de su amigo George Cumberland. Posteriormente Blake coloreaba las ilustraciones a mano, normalmen‑
te al vender un ejemplar del libro, por lo que cada uno es único, sobre todo porque los fue coloreando a lo largo de toda su vida. El tiempo que pasó en la abadía de Westminster pudo haberle proporcionado tanto la idea general como un modelo de compaginación concreta para sus libros, ya que allí disfrutó de la oportunidad de contemplar diversos manuscritos iluminados medievales. Sin embargo, también existen varias similitudes con libros infantiles contemporáneos y con cancioneros como el English Songs de Joseph Ritson, de 1783, para el que Blake realizó algunas de las ilustraciones grabadas; así como con devocionarios y obras devotas que revivían la tradición medieval. Existen paralelismos especialmente estrechos con las Canciones de la inocencia en determinados livres de piété franceses de finales del siglo XVIII. Los libros de Blake no solamente tienen ilustraciones que ocu­pan parte de las páginas del texto, sino también decoraciones en los márgenes e incluso entre líneas.
Los primeros libros iluminados de Blake son Todas las religio­nes son una y No hay religión natural indecisos y de muy pequeño tamaño. Parece ser que se grabaron al aguafuerte en 1788, si bien los ejemplares más antiguos que han llegado a nuestros días, todos más o menos incompletos, datan de cinco años después. La serie se inicia en realidad con Canciones de la inocencia y El Libro de Thel, ambos de 1789. El estilo de las ilustraciones de estos libros se acerca al decorati­vo neoclasicismo de finales de la década de 1780. Reflejan, en particu­lar cuando están coloreadas con las refinadas aguadas de las primeras copias, una frescura y una delicadeza muy en consonancia con la «era de sensibilidad» y, en grado lejano, con la intensidad de las acuarelas y los grabados independientes de mediados de la citada década.




LIBROS PROFÉTICOS, 1793-1796
La evolución de Blake durante la primera mitad de la década de 1790 tiene un estímulo interno que parece haberle llevado impla­cablemente hacia las que fueron quizá sus mejores obras, con seguri­dad las más intensas: las estampas a color de gran formato de 1795, como Nabucodonosor, Newton... Muy raramente se complementan forma y contenido en modo tan estrecho para forjar un nuevo estilo con una nueva técnica y una nueva energía expresiva.
Esa evolución tuvo lugar en un principio dentro de los confi­nes de los libros iluminados, pero acabó separándose en obras de arte independientes. Una oportuna demostración del desarrollo del estilo de Blake tuvo lugar cuando completó sus Canciones de la inocencia con las Canciones de la experiencia de 1794, que seguían el incompa­rable ingenio irónico de El matrimonio del Cielo y el Infierno, de 1790­1793. Las lecciones de la experiencia y la destrucción de toda espe­ranza política tras la desvirtuación de los ideales de la Revolución Francesa no podían seguir tomándose en broma, y las ilustraciones de los nuevos poemas, aunque conservan el modelo estilístico general de las anteriores, revelan un nuevo estado anímico, frugal en lugar de exuberante, rectilíneo en lugar de curvo.
La creciente seriedad de ánimo de Blake corría pareja con el crecimiento de la escala, tanto del formato en sí como de la relación de la ilustración con la página. Canciones de la inocencia, seguido de Canciones de la experiencia, se imprimió a partir de planchas de unos 114 x 57 milímetros. Aquel mismo año, 1789, Blake pasó a utilizar un tamaño más o menos generalizado, unos 159 x 108 milímetros, para El Libro de Thel; conservó esas medidas en Visiones de las hijas de Albión, de 1793, El matrimonio del Cielo y el Infierno, de 1790-1793, Urizén, de 1794, El libro de Ahania, de 1795, y El libro de Los, del mismo año. Sin embargo, en 1793, en América, aumentó el formatoy llegó a unos 241 x 171 milímetros, tamaño que conservó para Europa y La canción de Los, ambos de 1795. Al mismo tiempo, las ilustraciones ocupaban cada vez más espacio en los libros. En América suelen alcanzar la media página, e incluso son mayores en Europa, donde se les dedican exclusivamente tres páginas completas. En Urizén, si bien el formato es menor, ese proceso continúa: muchos dibujos ocupan, en las páginas en las que llega a aparecer texto, tres cuartas partes de la superficie o incluso más, y se dedican muchas más páginas íntegras a ilustraciones, diez de las veintiocho totales. Además, los dibujos son mucho más independientes y la exuberante decoración interlineal de los primeros libros ha desaparecido.
Hasta el primer ejemplar de Europa que coloreó, la técnica utilizada era la acuarela, pero en Urizén y en los demás ejemplares ini­ciales de Europa pasó a utilizar un tipo de estampación a color.
Parece ser que la estampación a color se realizaba mediante la aplicación de pigmentos espesos y pegajosos en la plancha grabada, de la que ya se habían obtenido el texto y los contornos, antes de realizar una nueva impresión. Al parecer, los colores se mezclaban con cola de carpintería, lo que creaba un efecto muy rico, denso y con textura que recuerda a las posteriores pinturas al temple del artista, que a veces denominaba este medio de estampación «al fresco». A continuación se retocaban las ilustraciones de forma normal con pluma y acuarelas.




EUROPA, UNA PROFECÍA, 1794
Europa, el segundo de los libros proféticos de Blake, sigue cro­nológicamente a América y, de hecho, en ocasiones ambos libros se encuadernaron juntos en vida del artista, un buen indicativo de que éste los consideraba obras complementarias. Europa es una alegoría histórica más ambiciosa y de mayor complejidad y, como tal, es sus­ceptible de recibir diferentes interpretaciones. La creación mitológica de Blake, con figuras como Enitharmon y Ore, se entremezclan con la crónica de hechos de la época de la Revolución Francesa. Europa comprende el periodo que se inicia con el nacimiento de Jesús y cul­mina con el Día del Juicio, que se puede entender como la culmina­ción de los «mil ochocientos años» de la era cristiana, es decir, la Revolución, o como un Juicio Final.
El trabajo de Blake en el libro vino precedido de diversos boce­tos para algunos de los dibujos, que se encuentran en su Cuaderno. Existe asimismo un número considerable de páginas de prueba tiradas por el propio artista a partir de las planchas de cobre cuando intenta­ba alcanzar los efectos de acabado que deseaba conseguir en el libro. A diferencia de América, cuyas páginas se dejaron sin colorear en la pri­mera edición, inmediatamente anterior a Europa, para esta última obra Blake utilizó en 1794 el método de estampación a color que acababa de crear. El resultado es una obra de una fuerza visual extraordinaria en su conjunto, en especial fuerza de color y textura que, en un sentido real, sitúa el libro a la altura de la pintura histórica y, por consiguien­te, lo distingue como el sucesor de los anteriores ensayos de Blake en ese género, de tipo convencional. En su forma editada, Europa se com­pone de diecisiete láminas, si bien existen dos ejemplares con diecio­cho. El ejemplar B, que se reproduce aquí, es uno de los doce que se conservan, tres de ellos impresos póstumamente. En 1818, Blake ofre­cía un volumen a un coleccionista por cinco guineas.

ESTAMPAS A COLOR DE GRAN FORMATO, 1795
Las estampas a color de gran formato de 1795 representan la culminación de la técnica de impresión en color de Blake, desplegadapor primera vez en sus libros y en los llamados pequeños y grandes libros de dibujos. La técnica parece consistir en la estampación pura de colores sin contornos impresos previos, a la manera de las ilustraciones de El libro de Ahania y El libro de Los. La impresión experimental a mitad de tamaño de Pena la muestra con especial claridad.
Las estampas de gran formato ilustran temas de fuentes muy diversas (la Biblia, Milton y Shakespeare, así como los primeros escri­tos del propio Blake), pero están unificadas por el hecho de que todas representan algún aspecto de la filosofía de Blake. Todo se puede rela­cionar con sus escritos, pero para Blake, y en especial para el especta­dor receptor, los textos ya no son necesarios para apreciar la intensi­dad de los dibujos, si bien algunas de las sutilezas del significado deben sentirse, no comprenderse intelectualmente. Ése es, pues, el punto en el que el Blake artista se libera finalmente del Blake escritor. Y en éstos, los primeros dibujos totalmente personales de Blake, sen­timos toda la pasión de esa reciente liberación.





GRANDES ILUSTRACIONES PARA LIBROS, HACIA 1795-1798
Al tiempo que la evolución de las ilustraciones de Blake des­tinadas a sus propios libros alcanzaba su paradójico punto culminan­te en las estampas independientes a color de 1795, el artista iniciaba su mayor y más ambiciosa serie de ilustraciones para libros con textos de otro autor. Se trata de las quinientas treinta y siete ilustraciones para los Night Thoughts, de Edward Young, que, prodigiosas en número y grandes en formato, muestran también un revolucionario intercambio de los papeles desempeñados por texto e ilustración. En esta obra la ilustración rodea literalmente al texto. Su utilización de ese formato, a simple vista poco adecuado, es de una inmensa varie­dad. Con gran habilidad maneja las irregulares zonas de papel dispo­nibles, más amplias en la parte inferior y en un lado, sugiriendo accio­nes o figuras gigantescas que continúan detrás del panel de texto. En los grabados proyectados el efecto se conservaba, aunque, natural­mente, no sucedía lo mismo con la separación física de la página del texto y el papel de dibujo. Por desgracia, como sucedió tan a menu­do a lo largo de la vida de Blake, la proyectada publicación de cuatro volúmenes perdió fuerza tras el primero de ellos, e incluso en éste mismo, como seguramente se previó desde un principio, se utilizaron apenas cuarenta y tres de los ciento cincuenta y seis dibujos destina­dos a la parte del texto correspondiente.
La obra Night Thoughts de Young era uno de los muchos tex­tos moralizantes del siglo XVIII que trataban la muerte y la salvación, tres de los cuales pasaron por manos de Blake. Al igual que la obra mencionada, ilustraría más tarde The Grave, de Robert Blair y, en forma de una acuarela única y elaborada, Meditations among the Tombs, de James Hervey. Una vez más, el texto, además de ofrecer a Blake una gran oportunidad para ilustrar un tema con el que conge­niaba ampliamente, fue objeto de cierta reinterpretación e incluso crí­tica, no abiertamente, sino a través de sutilezas de énfasis y detalle.
Con formato similar, pero tema y tratamiento más variados, encontramos las ilustraciones realizadas para los Poems de Gray, encar­gadas por John Flaxman, escultor y amigo de Blake, y su esposa Nancy. En esta ocasión vemos cómo damas vestidas con trajes con­temporáneos se mezclan con figuras extraídas de la mitología y gatos humanoides, una diversidad unificada por el fresco tratamiento del texto que realiza Blake, a veces casi descaradamente literal, en ocasio­nes de nuevo crítico o interpretativo.


PRIMERAS OBRAS DE BLAKE PARA THOMAS BUTTS: PINTURAS AL TEMPLE DE TEMAS BÍBLICOS,
HACIA 1799-1800
Blake no alcanzó nunca el éxito comercial. Aunque siguió exponiendo en la Royal Academy a intervalos irregulares hasta el año 1808, parece ser que no vendió nada allí después de las acuarelas de 1785, o incluso ni siquiera ésas. La edición de lujo de los Night Thoughts de Young se había hundido debido al clima económico. La fuente de ingresos más prometedora, el grabado de oficio normal, era muy caprichosa, y la técnica un tanto anticuada de Blake provocaba que la mayoría de sus ingresos procediera de amigos, y eso sólo de forma intermitente. Lo que de verdad le permitió seguir viviendo fue el largo mecenazgo de dos personas. La primera de ellas fue Thomas Butts, empleado de la oficina del Commissary General of Musters, que al parecer le pagó un sueldo más o menos regular a cambio del grueso de su producción entre 1799 y, al menos, 1810, pero segura­mente también durante algunos años más. La segunda fue el joven artista John Linnell, al que Blake conoció en 1818 y con el que pare­ce que mantuvo una relación bastante similar durante los últimos años de su vida.
El 26 de agosto de 1799 Blake le escribió a su amigo George Cumberland: «En cuanto a mí, por quien tan amablemente te intere­sas, vivo de milagro. Estoy pintando pequeños cuadros bíblicos. (...) Mi trabajo le gusta a mi patrón, y tengo un pedido para realizar cin­cuenta cuadros de poco tamaño a guinea la pieza, lo cual es algo mejor que limitarse a copiar de otro artista.» El nuevo patrón era Thomas Butts y los cincuenta cuadros de poco tamaño son las obritas al tem­ple fechadas en algunos casos entre 1799 y 1800. El medio de esos cuadros y su colorido relativamente oscuro y rico coinciden con los de las estampas a color de gran formato de 1795. Aunque Blake afirma­ba que su proceso era el descrito en el tratado renacentista de Cennini, en realidad, posiblemente por culpa de un error de traduc­ción, utilizó cola de carpintería en lugar de los medios habituales, apresto o huevo, como consecuencia de lo cual sus pinturas al temple se han quebrado y oscurecido a menudo, si bien a finales de su vida alteró radicalmente ese proceso. Más adelante, en el Catálogo descrip­tivo de su propia exposición de 1809-1810, describirá su técnica como «al fresco», en deliberada alusión a la práctica renacentista, aun­que no parece haberse dado cuenta de que las pinturas murales del Renacimiento realizadas al fresco difieren en su técnica de las pintu­ras en panel o al temple.



ILUSTRACIONES PARA MILTON Y OTROS AUTORES, HACIA 1807-1820
En el año 1801, mientras Blake pintaba sus ilustraciones bíblicas para Thomas Butts, recibió el primer encargo de realizar una serie de ilustraciones para obras de John Milton. Otras series siguie­ron ocupándole durante los quince años posteriores. Aunque algunas las pintaba para Butts, eran consecuencia de la iniciativa de otro clien­te, el reverendo Joseph Thomas de Epsom, al que Blake había sido presentado también en esta ocasión por su amigo John Flaxman, que le escribió el 31 de julio de 1801 para decirle: «El reverendo Joseph Thomas de Epsom desea que realices cuando te sea posible algunos bocetos de tamaño único, que puede ser el que desees, de Comus for Five Guineas de Milton.» Flaxman siguió informando a Blake de que Thomas también quería que pintara algunas ilustraciones para inser­tarlas en una edición en formato folio de Shakespeare. El artista pintó
dos series más de ilustraciones de Milton para Thomas, de temas del Paraíso perdido en 1807 (Biblioteca Huntington) y de The Ode on the Morning of Christ's Nativity en 1809 (Instituto Whitworth de Manchester). También con papel con la filigrana 1816 encontramos las ilustraciones para el Paraíso recuperado de Milton, que podían haber estado destinadas también a Butts, aunque las adquirió en 1825 John Linnell, el gran cliente de los últimos años de Blake.
Las ilustraciones de Milton son, pues, un excelente indicador de la evolución final de Blake, que abarca los años que van de 1801 a 1822. El estilo lineal y de colores apagados de los primeros años del siglo dio paso a un acabado mucho más trabajado, a menudo precio­sista, con colores más vivos aplicados con una técnica desigual, y no con aguados uniformes; las figuras están dibujadas de manera más firme y al mismo tiempo más impresionista.



JERUSALÉN, HACIA 1804-1820
Jerusalén, el último de sus grandes libros iluminados, le exigió una dedicación considerablemente más larga que los anteriores. Comenzado, presumiblemente, en 1804, se tiene noticia a través de George Cumberland de que en 1807 ya se habían grabado sesenta de las cien planchas.
En muchos sentidos, y a pesar de su extensión, Jerusalén (al igual que Milton), es menos ambicioso que los libros de mediados de la década de 1790. En proporción, hay menos ilustraciones a página entera o media página, y muchas páginas solamente de texto, aunque todas éstas vienen animadas por figuritas y motivos decorativos colo­cados en los márgenes y entre líneas. Toda la página aparece colorea­da, no solamente los dibujos, y ese coloreado recuerda el de las acua­relas contemporáneas del autor, al ser mucho más sutil y más rico; en algunas páginas se utilizan los dorados. El mismo rico coloreado se encuentra en los ejemplares de libros anteriores a los que dio color durante aquella época. En ellos los tonos vivos y brillantes contrastan fuertemente con la pálida delicadeza de alrededor del año 1790, pero mucho más con la densidad sombría de mediados de la última déca­da del siglo. El grabado de las láminas es mucho más elaborado que en los libros anteriores; se utilizan tanto el aguafuerte en relieve como el buril estampado en blanco, y la gracia y la riqueza combinadas de las figuras y de otras formas son típicas del estilo posterior de Blake.
ILUSTRACIONES PARA THE PASTORALS OF VIRGIL DE THORNTON, 1810-1821
Los grabados en madera a la testa de pequeño formato que realizó Blake sobre Virgilio, de nuevo alejados de la globalidad de su trayectoria, serían los que más influirían en otros artistas. Fueron resultado de otra de las presentaciones de John Linnell, en este caso a su médico, Robert John Thornton, en septiembre de 1818. Thornton era también escritor, sobre todo de temas de medicina y botánica. Thornton había publicado una edición escolar de The Pastorals of Virgil que había aparecido en 1812, y en septiembre de 1820 Blake estaba trabajando en algunas de las ilustraciones de la tercera edición ampliada, que vio la luz al año siguiente. Junto con diversos grabados elaborados a partir de bustos y monedas clásicos, realizó veintiún dibujos que ilustraban la Imitation of Eglogue I de Ambroise Philips. Iban a imprimirse a partir de xilografías, un medio extraño en Blake, tres o cuatro por página con la excepción de un frontispicio de mayor tamaño. Sin embargo, Thornton no quedó satisfecho con las xilogra­fías de Blake y un grabador contratado recortó cuatro de los dibujos. Aun así, tres de los cuatro dibujos modificados se publicaron.




ILUSTRACIONES DEL LIBRO DE JOB, HACIA 1805-1825
Blake pintó dos series de acuarelas para ilustrar el Libro de Job, la primera para Butts, la segunda para John Linnell, que también encargó unos grabados basados en ellas. Blake pintó la serie de Linnell en 1821 sobre calcos realizados por éste a partir de la serie de Butts. Los grabados, encargados dos años más tarde, están fechados en 1825, pero probablemente no llegaron a publicarse hasta el año siguiente.
Blake reinterpretó la historia bíblica de Job para ofrecer un motivo menos arbitrario para sus sufrimientos. Para él, éstos tenían justificación como consecuencia de la concentración de Job en la observación y no en la inspiración religiosa. Los detalles contrastados del primer dibujo y del último, que quedan más destacados por las composiciones, muy similares en lo demás, lo señalan claramente: en el primer dibujo los instrumentos musicales cuelgan de un árbol sin que nadie los toque mientras se pone el sol tras una gran iglesia, que representa la religión establecida, en tanto que en el último, Job y su familia los están tocando mientras sale el sol.
En la última fase de elaboración de las ilustraciones, en algu­nos casos literalmente mientras se estaban grabando, Blake añadió los dibujos de los márgenes y sus textos, que acentúan aún más las suti­lezas de su interpretación personal. Las estampas muestran la técnica de grabado de Blake en su mejor momento, con unos detalles técni­cos a la altura del acabado más rico y trabajado de sus posteriores pin­turas al temple y acuarelas.



ILUSTRACIONES DE DANTE, 1824-1827
Blake dejó inacabados a su muerte, acaecida en 1827, diver­sos proyectos, incluido un manuscrito iluminado del Libro del Génesis, algunos dibujos que ilustraban el Libro de Enoch (un texto apócrifo etíope) y una serie de acuarelas para The Pilgrim's Progress, de Bunyan. La más importante de esas obras inacabadas es, con diferen­cia, la serie de ilustraciones basadas en la Divina Comedia de Dante, de las que se conservan ciento dos dibujos, en diversas fases de acaba­do con acuarela, junto a varios bocetos. Igual que la segunda serie de Job, ésta fue un encargo de Linnell y, tras el éxito de los grabados de Job, se pensó en grabarla también, aunque sólo se llegaron a grabar al aguafuerte siete planchas que ni siquiera llegaron a completarse tras la muerte de Blake.
Aún más que en el caso de los dibujos realizados para el Libro de Job, los dibujos de Blake no son simples ilustraciones que acompa­ñan al texto, sino que también hacen las veces de comentario. Tal y como le dijo el propio Blake a Crabb Robinson el 10 de diciembre de 1825, «Dante veía demonios donde yo no; yo sólo veo el Bien». En uno de los dibujos de la serie, Blake escribió: «Todo en la Comedia de Dante demuestra que por motivos tiránicos ha hecho de este mundo los cimientos de todo, y que la diosa Naturaleza es su inspiradora, y no el Espíritu Santo.» En otro de los dibujos condena la concepción del Infierno de Dante diciendo que «la formó originalmente el pro­pio demonio», y añadiendo: «Todo libro que esté a favor de la ven­ganza del pecado, todo libro que esté contra el perdón del pecado no pertenece al Padre, sino a Satán el acusador, padre del Infierno.»
Martin Butlin
(Fragmentos extraídos del catálogo William Blake, London, Tate Gallery, 1978)






































lunes, 6 de junio de 2011

Venantius dixit!






Calvin y Hobbes- Bill Watterson



¿Cómo se convierte en un éxito una tira de prensa que apenas llega a los diez años y que le da la espalda al merchandising? La pregunta del millón.
Watterson era uno de esos cientos de dibujantes de prensa en busca no de la gloria, pero sí de la publicación (que en muchos casos es la gloria), hasta que un día propuso una idea que le fue rechazada a medias; no a los personajes principales, sí a los secundarios. Y así nació el mundo de un niño, Calvin, y de un tigre de peluche, Hobbes, que apenas necesitó de secundarios (al contrario que otras series de prensa) para convertirse en una, llamémosle, serie de culto. Por supuesto que en cuanto a longevidad e incluso popularidad, Calvin y Hobbes no tiene mucho o nada que ver con dos precedentes tan raros a Watterson como Peanuts o Pogo. La tira diaria y la página dominical se publicó en muchos periódicos del mundo, pero cuando podía haber cruzado la línea que separa el reconocimiento de cierta parte el público y de toda la crítica de la que marca el oropel de la popularidad en el sentido más amplio de palabra (ésa que reconoce hasta el hombre más gris de la calle), Watterson decide que no tiene nada más que contar. Curioso personaje Watterson, que prohíbe utilizar a sus creaciones para que se transformen en objetos de papelería y juguetería, rechazando una importante pecunia, y luego nos comuni­ca que la vida de sus personajes ha finalizado. Si Calvin y Hobbes ya era una serie de culto, ahora lo será por la eternidad.
Pero volvamos al principio, a la pregunta. Watterson es un buen dibujante, un artista que controla el movimiento, la expresión y la dinámica de los personajes. Un tipo que dibuja en estilo caricaturesco y sencillo. Watterson es un escritor que sabe dotar de personalidad propia a sus personajes, hasta el punto de que toman conciencia de que lo son y lo transmiten al lector, que sencillamente se los cree. Watterson es un autor que con una idea básica sencilla y manida explota el mundo infantil, miedos, ansiedades y esperanzas incluidos, confrontándolo al de los adultos, marcando la diferencia, y denun­ciando la zafiedad y vulgaridad de la cotidianía más que delirante que nos invade.
En definitiva, es posible que el éxito de Calvin y Hobbes resida en que todos hemos querido alguna vez en nuestra vida tener un compañero de juegos como Hobbes; alguien a quien sólo nosotros podemos ver y que ejemplifica la sagrada libertad que la sociedad nos niega por unos supuestos principios de con­vivencia que no tienen sentido
ANTONI GUIRAL
U#20 junio 2000








domingo, 5 de junio de 2011

Libros en pintura ENRIQUE VILA-MATAS 04/06/2011


REPORTAJE: 70ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID - EN PORTADA



En el principio fue el dibujo y luego las letras, después todo se invirtió. Ahora esta fórmula de los libros clásicos ilustrados vuelve como una de las estrategias para fomentar la lectura y reducir la crisis del sector. A los dibujos de Doré o Beardsley se suman los de artistas actuales que iluminan el ingenio de Hawthorne, Wilde, Brecht, Kipling o Schnitzler.

Existe la creencia de que en las novelas que van ilustradas los grabados, los dibujos, se basaron siempre en los textos escritos. Y, sin embargo, no siempre fue así. Hubo una época en la que los narradores que escribían novelas por entregas para los periódicos se ponían al servicio de famosos y prestigiosos dibujantes; primero, entregaban éstos sus ilustraciones, y después venían los narradores y se acoplaban a los dibujos de las estrellas de los grabados. Es el caso célebre del periódico londinense Evening Chronicle,que en 1836 le encargó al joven Dickens de 24 años que escribiese una serie de textos de carácter costumbrista para las ilustraciones del famoso dibujante Robert Seymour, gran estrella del momento. O sea que Seymour hacía las ilustraciones y a éstas las acompañaba posteriormente un texto adicional. La trama de las historias, por tanto, se subordinaba al dibujo. En el caso que nos ocupa, pronto surgieron las desavenencias entre la estrella Seymour y el genio -entonces desconocido- de Dickens. La obra concebida por el dibujante proponía, a través de sus grabados, un relato acerca de un club de cazadores llamado Nimrod, una sociedad de perdigueros cómicamente inexpertos...

Ilustración de Aubrey Beardsley en Salomé, de Óscar Wilde (Libros del Zorro Rojo).

Pero sucedió que el texto no tardó en imponerse a su ilustración, es decir, que el escritor desconocido se impuso al afamado dibujante. Leer el siguiente capítulo de Los papeles póstumos del Club Pickwick, la brillante y divertidísima historia de Dickens, se convirtió en una pasión tan grande en Londres que en unos meses provocó el aumento de la tirada del periódico desde los 400 ejemplares a los 400.000. Tras la quinta entrega, Seymour se suicidó. Nunca se había ilustrado de esa forma tan trágica la derrota de un ilustrador. A partir de ese momento, fue Hablot Knight Browne, alias Phiz,quien se encargó de los dibujos y quien permitió que Los papeles... se invirtieran y pasara Dickens a escribir el texto y, a partir de lo que dictaba la trama del narrador, se hacía la ilustración.

Hace unos años, Jordi Llovet cedió por unas semanas los grabados de su ejemplar de 1837 de la edición original de Los papeles póstumos del Club Pickwick para que Mondadori, en su colección de Grandes Clásicos, traducción de José María Valverde (2004), remedara aquella primera edición en la que la unión entre Dickens y Phiz configuró uno de los libros ilustrados más extraordinarios de la literatura inglesa y también de la universal de todos los tiempos.

Esa edición original de Los papeles... es uno de los faros que todavía hoy guían el espíritu de los esforzados impresores y empresarios de vocación literaria que tratan de hacer brillantes libros ilustrados, concentrándose, últimamente más que nunca, en la edición de clásicos de la literatura, lo que de algún modo facilita la lectura de algunos libros que absurdamente imponen respeto cuando en realidad los clásicos son los libros más contemporáneos que existen, quiero decir que son una fiesta de lo moderno, como se ve perfectamente en algunos de los libros que he seleccionado para estas páginas.

Un día tendremos que ocuparnos del divertido tema de los escritores que dibujan. Como es sabido, con el romanticismo, en Francia, los escritores empezaron a dibujar. La pluma corría por la hoja, se detenía, vacilaba, distraída o nerviosamente... A comienzos del XIX, comenzaron a aparecer escritores como Victor Hugo que demostraron ser, encima de grandes narradores, buenos pintores. Pero es que Victor Hugo era excesivo en todo y de hecho fue la excepción en la malévola regla que dice que los malos escritores dibujan bien, y viceversa.


Ilustración de Carme Solé Vendrell en La cruzada de los niños, de Bertolt Brecht.

Me acuerdo ahora de los casos de Stendhal o de Balzac, que lo intentaron, pero se vio que eran dibujantes ridículos, infantiles, patéticos. El caso más interesante, que quedó al descubierto ante la nueva moda, fue el de los escritores que sabían dibujar demasiado bien (Mérimée, Alfred de Vigny, Théophile Gautier, los Goncourt, siempre los Goncourt) y que precisamente a causa de esto escribían rematadamente mal.

De esa época llama la atención especialmente Alfred de Musset, precursor de los cómics; componía para diversión suya y de amigos y familiares, historietas con conocidos personajes caricaturizados... Pero para terminar volvamos ya a los inefables hermanos Goncourt, los reyes del dibujo. De ellos son estas sabias palabras: "¡Dichoso oficio el del pintor comparado con el del hombre de letras! A la actividad feliz de la mano y del ojo en el primero, corresponde el suplicio del cerebro en el segundo. Y el trabajo que para uno es un goce para el otro es un completo sufrimiento...".

Ni qué decir tiene que los Goncourt sufrieron toda la vida y todavía hoy su cerebro padece en la eternidad.