jueves, 16 de enero de 2025

Dossier Jack Kirby. American Graffitti por Francisco Pérez Navarro

Como peso pesado de la historieta yanqui, Jack Kirby siempre se las arregló para permanecer en el candelero. Incluso estando retirado -o semirretirado- por razón de edad. O por falta de ofertas, que nunca lo sabremos.

En otra parte de este mismo número, el compa Trashorras habrá dejado bien claro -hay que darle un voto de confianza a la juventud, ¿no?-, que, en contra de lo que le gustaría creer a la última hornada de fans yanquis, la historieta en general y la carrera de Jack Kirby en particular no empezaron -ni terminan-, con Stan Lee y la marabunta de personajes creados con-contra él, empezando por Los 4 Fantásticos. Y que tampoco empiezan -ni terminan- con Marvel, aunque con dichos personajes lograse sus mayores éxitos y por ellos sea mayoritariamente conocido en el Universo historietístico civilizado.

En aquellos tiempos, la empresa era Dios. Dueña por tanto del cielo, la tierra y todas la cosas, incluidas nimiedades como personajes de historieta, derechos de reproducción y originales de los autores. Sería poco a poco, con la presión reivindicativa y constante de algunos autores -siempre que fueran "hot", es decir "muy rentables empresarialmente"- cuando las editoriales irían cediendo parte de sus privilegios, como porcentajes sobre las ventas y devolución de originales. Estas cláusulas empezaron a constar en los contratos... pero no se aplicaron con carácter retroactivo.

Toda la primera etapa de Marvel -la que daría origen a la que ahora se llama Edad de Plata del comic-book norteamericano y en la que se engloban muchas creaciones de Jack Kirby-, no entró en el trato. No obstante, Kirby recibió algunas páginas sueltas, en graciosa concesión de quien puede otorgar favores pero nunca ceder ante el populacho. Pero solo recibió algunas, no las decenas de miles que le correspondían.



Y Jack Kirby, ya en el declive de su carrera, se empeñó en reivindicar su derecho sobre esos miles de originales. Marvel se opuso, claro. Los profesionales decidieron apoyar a su compañero y, poco a poco, se montó La Gran Campaña. Ante las posibles repercusiones, Marvel decidió desconcertar a sus oponentes: tan pronto se negaba a entregar una miserable fotocopia, como cedía a los requerimientos pidiendo tiempo muerto para buscar en su insondable archivo; tan pronto lamentaba públicamente que los originales de Kirby se habían perdido en algún agujero de su particular Multiverso, como proclamaba con alborozo haber encontrado algún que otro centenar de páginas salteadas: dos de un número, siete de otro, una cubierta y media libra de bocetos variados.

Tras diversos tiras y aflojas, ataques y contraataques, las aguas terminaron por volver a su cauce. Pero vale la pena retener unos cuantos datos.

Primero: la acusada fue Marvel. Unica y exclusivamente Marvel. La lista de editoriales y empresas varias para las que trabajó Kirby es, como mínimo, impresionante; y por si la aclaración es necesaria, nunca recuperó todos los originales de esas otras empresas. No se trata de defender, ni mucho menos, lo que es un patente abuso marveliano, pero que todos los palos fueran para la misma estera resulta cuando menos curioso.

Segundo: Por estos pagos desconcertó mucho que el motivo fundamental de la reivindicación fuera recuperar los originales... para después venderlos. Dada la falta de cobertura social en la que se mueve la profesión, no debería de extrañar, pero los profesionales españoles al tanto de lo ocurrido -y que en el momento de la reivindicación la apoyaban furibundamente, aunque fuera a nivel de charlas de salón-, se sintieron decepcionados, incluso "engañados", una vez empezaron a proliferar las subastas de originales de Kirby. Como guionista, uno puede intentar comprender el apego que los dibujantes europeos tiene hacia su trabajo, pero nunca ha logrado compartirlo. Mucho menos cuando ha palpado el desprecio que muestran hacia el trabajo de los demás. (1)

El caso es que el pobre Kirby, tras un breve reconocimiento como ejemplo. portavoz, incluso adalid de todo el sentir y el clamor de una profesión, recuperó su abyecta condición de pesetero, de mercenario, de sucio colaborador y propagandista de los ideales imperiales que esconde todo superhéroe. ¡Al fin y al cabo, que podía esperarse de un yanqui...!

Y tercer dato: la movilización de casi toda una profesión en ayuda del compañero. Ni fue la primera ni ha sido la última, más tarde se han dado otras. Como muestra, un botón: tras el anuncio de Reed Waller, guionista de Omaha, padecía cáncer, se hizo un llamamiento en su apoyo. No se tardó en reunir los suficientes originales como para poder publicar dos números especiales de la colección, cuyo beneficio sirvió para el costoso tratamiento de la enfermedad de Waller. ¿Cuándo se ha hecho algo similar aquí?

Es lógico criticar todo lo malo de una industria y de unos autores de historieta que, desde Europa, son vistos como meras máquinas de dibujar musculitos y tías buenas, de apoyar implícitamente a un imperialismo cultural cuya mierda ya rebasa el nivel de nuestra barbilla, y de producir mucho producto de consumo y poco "arte". 

Es lógico criticar todo lo malo de una industria y de unos autores; pero, ¿cuándo aprenderemos de lo bueno? Jack Kirby, en muchos momentos, supo sacar todo lo bueno que había en ellos.

(1) Jamás he podido recuperar uno solo de mis guiones tras pasar por las manos de tan "respetuosos creadores" -tampoco he tenido el menor interés, claro, pero ese no es el tema-: los que no han terminado directamente en la basura, tras haber tenido el honor de convertirse en páginas de dibujo -un honor muchísimas veces más que dudoso-, han terminado llenos de manchas, rayas y otras porquerías innombrables por servir de limpiador de plumillas, descargador de tinta de pinceles, probador del grosor de rotrings o base para experimentar diferentes tonos de aguadas. Si estaban emborronados por bocetitos, garabatos o simples anotaciones, cambiaban mágicamente de estatus convirtiéndose en incunables que atesorar en espera de las segura "Obras Completas de...". ¿Acaso aquellos garabatos no habían sido realizados por la cálida y sensible mano de un artista, y no por una fría y mecánica máquina de escribir? ¡Ja, como si la máquina escribiera sola...! Lo hace, naturalmente, pero que me cuelguen si pienso admitirlo delante de ellos.


Revista Viñetas nº4 Abril 1994

Editorial Glenat. Barcelona



martes, 14 de enero de 2025

¿Por qué leer a los clásicos? 4: Palabras mayores por Antonio Trashorras




EI mes pasado terminaba esta sección comparando la extraordinaria capacidad productiva de nuestro Manuel Gago con la de ese mito (viviente en el momento de escribir aquellas lineas) del tebeo norteamericano llamado Jack Kirby. La desgracia quiso que, transcurridas apenas unas semanas después de la finalización de dicho texto, el inmenso autor neoyorkino tuviese la desdichada ocurrencia de cumplir con el último requisito que le faltaba para convertirse en la mayor leyenda de toda la historia del "comic book". Su repentina muerte, el pasado 6 de Febrero, cayó como una auténtica bomba en la redacción de esta revista, provocando de inmediato entre su cuadrilla de colaboradores, la realización de varios artículos alrededor de tan colosal figura.

Era lógico, pues, que este rinconcito dedicado a los clásicos más o menos "desconocidos y olvidados" por aquí, se prestara a ceder su siguiente entrega a ese impar dibujante, pilar y máximo representante de toda una forma de entender la Historieta, conocido por muchos simplemente como "el Rey".

Tal vez algunos se extrañen, no obstante, ante la inclusión de Kirby entre los autores "a descubrir" por el aficionado español, atendiendo, sobre todo, a que determinada etapa de su obra "parece" a simple vista de sobra conocida por el lector nacional.

Ahora bien, lo cierto es que cualquiera que que se aventure a examinar con cierto detalle su ingente, monstruosa trayectoria profesional comprobará hasta que punto la (considerable) cantidad de material perteneciente a su vastísima obra que, a lo largo de los años, ha ido viendo la luz en nuestro mercado viñetero resulta, aun así, poco menos que anecdótica, rozando incluso lo ridículo, si lo comparamos con el grueso de su producción. Y es que, descontando sus celebérrimas colaboraciones, durante los Go, con Stan Lee en el nacimiento del Universo Marvel y posteriores incursiones en el género superheroico tanto en dicha compañía como en su rival DC, la gran mayoría de sus creaciones (miles y miles de páginas de Historieta pertenecientes a todos los géneros habidos y por haber: bélicas, románticas, policiales, humorísticas, terroríficas, fantacientíficas, del Oeste...) permanecen todavía ignotas para el lector español (y más si éste cuenta con menos de 30 años). De ahí que reivindicar (fea palabra, lo sé, pero a veces viene al pelo) desde aquí la portentosa figura de Kirby, con motivo de su desaparición, no resulte, ni mucho menos, una tarea tan superflua como muchos podrían en un principio imaginar. Lo que sigue no es más que otro intento (fallido, me temo) por establecer la verdadera magnitud creativa de semejante bestia parda del tebeo. Quizás sirva para que algunos comprueben de una vez lo poco que en realidad hemos podido conocer de ese fenómeno llamado Jack Kirby.

Jacob Kurtzberg (auténtico nombre del dibujante) nace el 28 de agosto de 1917 en New York, de padres austriacos. Su infancia transcurrirá de forma extremadamente modesta en la zona neoyorkina del Lower East Side, un abigarrado crisol humano repleto de inmigrantes europeos de muy diversa procedencia y escasa capacidad económica. Pese a las obvias dificultades ambientales para adquirir cultura, el pequeño Jacob demostrará desde muy pronto una capacidad de absorción literaria impresionante, devorando con avidez toneladas de narrativa popular ("pulps" como "Amazing Wonder" o "Astounding Stories"), así como clásicos de la novela de aventuras como "Robin Hood", "La Isla del Tesoro", "Las Minas del Rey Salomón" o "El conde de Montecristo". Estas inquietudes tardarían muy poco en trasladarse con idéntica fuerza a la llamativa parte visual presente en casi todos aquellos volúmenes, obra de ilustradores tan notables como Newell Wyeth, Maxfield Parrish o, sobre todo, Howard Pyle, quienes espolearían al muchacho a agarrar por vez primera un lápiz para tratar de reproducir aquellas espectaculares instantáneas, convirtiéndose así en sus primeras influencias gráficas. A los 11 años Kurzberg puede ser considerado ya un dibujante compulsivo, siempre aferrado al lápiz y volcado sobre una página en blanco en la mesa de la cocina, rodeado de libros sacados de la biblioteca y empeñado en capturar en imágenes estáticas las frenéticas emociones proporcionadas por su lectura. Con 14 años se verá obligado abandonar los estudios convencionales al tener que dedicarse a ganar algo de dinero para su casa como repartidor de periódicos, debido a las cada vez mayores dificultades laborales de su padre, sastre de profesión.



Ya en edad adolescente una nueva pasión competirá por su tiempo de ocio con la lectura y el dibujo: el cine. El escaso dinero ahorrado gracias a sus esforzados empleos de media jornada los empleará en devorar, a lo largo de incontables tardes, las películas de maestros del celuloide clásico como Ford, Fleming, Hawks, Milestone o, sus favoritos, los grandes cultivadores del horror, Whale, Browning y Freund. En 1935 consigue ganarse por fin la vida gracias a sus aptitudes artísticas, al entrar como dibujante intercalador en los famosos estudios de animación de los hermanos Fleischer, trabajando en varios cortos protagonizados por Betty Boop y Popeye. Sin embargo, lo rutinario de este trabajo ("Aquello parecía una cadena de montaje", afirmaría años después el dibujante, "la gente inquieta lo pasaba allí muy mal") le animarán a buscar pronto algo más acorde con sus ambiciones creativas, cosa que conseguirá un año más tarde al entrar en la Lincoln Newspaper Syndicate. Para esta agencia el joven Jack dibujará, firmando con el solemne seudónimo de H.T. Elmo, un par de series de viñetas divulgativas tituladas "Your Health Comes First" (algo así como un "Más Vale Prevenir" historietístico) y "Facts You Never Knew!!!" (curiosidades de cultura general referidas a historia, geografía, ciencia, etc), así como, poco después, un puñado de tiras diarias hoy ya olvidadas, entre ellas "Abdul Jones" (como Ted Grey), "Detective Riley" (Richard Lee), "The Black Buccaneer" (Jack Curtiss), "Socko the Seadog" (Teddy) y "Cyclone Burke" (Bob Brown).

Resulta curioso al contemplar estos vacilantes trabajos primerizos, la chocante diversidad de estilos empleados por Kirby a la hora de ilustrar todas estas series y la forma en que cada una de dichas personalidades gráficas es delimitada con un seudónimo propio.

Casi a continuación el dibujante comenzará a colaborar en sus ratos libres también con la Novelty Press y la Fox Publications con los personajes "Blue Bolt" y "Blue Beetle". En el caso de este último la intervención de Kirby sería totalmente anónima al quedar su presencia oculta bajo la de Charles Nicholas (seudónimo de Charles Wojtkowski), creador gráfico del justiciero enmascarado. Otros trabajos de aquella su primera época (difíciles de rastrear debido a lo cambiante de su firma) incluyen la colaboración en el nacimiento de "Jumbo Comics" (mítica publicación lanzada por Will Eisner y Sam Iger en 1938), y un sinfín de obras poco memorables, siempre bajo el oportuno seudónimo: "Wilton of the West" (Fred Sande), "The Diary of Dr. Hayward" (Curt Davis), "The Count of Monte Cristo" (historia firmada como Jack Curtiss en la revista británica "Wags", aunque más tarde reeditada en "Jumbo") o "The Solar Legion" (Michael Griffith), ésta última para la revista "Crash". En 1939 dibujará para el Associated Features Syndicate, firmando como "Lance Kirby", el "western" "Lightnin' and the Lone Rider" (también conocido como "The Lone Rider"), serie de tiras diarias de prensa recopiladas mensualmente en la revista "Famous Funnies" a partir de su número 62. Después de unos meses, abandonará esta serie cediendo la parte gráfica en las hábiles manos del gran Frank Robbins, posteriormente famoso gracias a su labor en "Johnny Hazzard" (de hecho, el propio Kirby llegaría a dibujar a lápiz, de forma anónima, algunas tiras del célebre aviador, entintadas por Robbins).

En 1940, ya bastante más maduro en el uso del pincel y haciendo gala de una planificación cada vez más poderosa, colaborará brevemente con la revista "Wow Comics", publicada por Fawcett Publications dibujando al superheroe de aspecto demoniaco "Mr. Scarlet", un implacable justiciero de los bajos fondos siempre acompañado por su fiel discípulo, el "jovencito" Pinky. También ese año ilustrará unas cuantas historias para las colecciones de la Fox "Mistery Men" (firmando Floyd Kelly), "Science Comics" (de nuevo como Michael Griffith) y "Red Raven" (con el alias Martin A. Bursten), así como una portada y varias páginas de la revista "Prize Comics". Pero quizá lo más significativo para el dibujante (quien por entonces comienza ya a utilizar el que pronto se convertirá en su seudónimo definitivo: "Jack Kirby") de ese comienzo de década sería el inicio de su caudalosa y mítica colaboración con Timely (antecendente de lo que años después se convertiría en MARVEL COMICS), realizando la portada del número 12 de "Marvel Mistery" (Octubre de 1940), cabecera para la que a continuación ilustrará 15 historias cortas (una de ellas con "La Visión" como protagonista) hasta Enero del 42. Para "Daring Mistery", otra publicación de la Timely, Kirby también creará tres heroes ya olvidados: "Marvel Boy", "The Fiery Mask" y "Captain Daring".

En 1941, creará, junto a su amigo íntimo el guionista Joe Simon (padre literario también de "Blue Bolt", su primera colaboración con Kirby), el personaje que le lanzará, por fin, a la fama: "Captain America". El primer número de este "comic book" aparecerá en abril de aquel año editado por Timely, si bien sus trepidantes aventuras verán también la luz en las páginas de otras publicaciones de la Timely como "All Winners", "USA Comics" o "All-Select". Durante los siguientes ocho meses Kirby dibujará hasta 35 historias del personaje, todas ellas caracterizadas, en lo temático, por un exacerbado patrioterismo, lógico en una figura creada como encarnación de los más sagrados valores norteamericanos y cuyo primer antagonista sería, nada más y nada menos, que el mismísimo Adolf Hitler. En la parcela gráfica, se puede decir que Kirby dinamitó con su volcánico trabajo en "Captain America" toda la forma de entender el tebeo de entretenimiento, realizando historias tan inusitadamente intensas que no pocos lectores llegaron a calificar su arrobado grafismo de "bofetada para la vista". Comparadas con las suyas, las páginas de casi cualquier dibujante de "comic books" coetaneo parecen frías, estáticas, carentes de interés y emoción.

Kirby comienza a sentar entonces (durante la llamada "Golden Age") las bases de ese estilo granítico, exagerado y colosalista que un par de décadas después daría lugar a la segunda (desde el punto de vista cronológico) etapa gloriosa del tebeo americano.



Otras aportaciones de la compenetrada pareja Simon-Kirby al aun en pañales universo viñetero de la Timely serían "Tuk", "Caveboy", "Hurricane", "The Young Allies" (obra seminal de lo que poco después sería todo un subgénero dentro del campo superheroico: el del grupo de adolescentes) y "Tough Kid's Squad". 1942 marcará el pasó del ya cotizado duo a la National Periodical Publications (si bien Kirby todavía realizará para Timely la portada del número 7 de "Mistic" en junio de dicho año), donde de inmediato darán comienzo a "Boy Commandos" y "Newsboy Legion", haciéndose cargo también de "Star Spangled" a partir del número 7 e irrumpiendo en las páginas de "Adventure Comics" con personajes como "Sandman" y "Manhunter" (trabajos todos ellos caracterizados por una dinámica febril y desgraciadamente abortados por culpa de la llamada a filas del dibujante).

Tras la contienda mundial, un Kirby en plenitud de facultades regresará como un ciclón al cómic con un par de colecciones realiza-das, junto a su inseparable Simon, para la Harvey Publications"Stuntman" y "Boy Explorers", a las que inmediatamente seguirían "Punch & Judy" (!"funny animals" a lo Kirby!), "Real Clue Crime", "Clue", "Airboy" y "My Date" (comedia romántica "teen" tipo "Archie") para la Hillman Publications y "Picture News" para Lafayette.

Entre 1947 y 1957, el neoyorkino esparcirá su ciclópeo talento por diversas editoriales, dando lugar a innumerables páginas de Historieta para títulos como: "Headline Comics", "Justice Traps the Guilty", "Charlie Chan", "Young Romance", "Young Love", "Western Love", "Real West Romances", "Black Magic", "Strange World of your Dreams", "Fighting American", "Young Brides", "Jail for Lawbreakers" (todas para Crestwood Publising, aunque bajo el sello Prize), "Boy Commandos", "House of Secrets", "House of Mystery", "Real Fact", "My Greatest Adventure", "Tales of the Unexpected", "Showcase", "Challengers of the Unknown" (en el seno de la National, ya convertida en DC Comics), "Boys Ranch", "Captain 3-D", "Western Tales" (Harvey), "In Love", "Bullseye", "Foxhole", "Young Brides", (Mainline), "Police Trap" (Mainline y, posteriormente, Charlton), "From Here to Insanity", "Win-A-Prize" (Charlton), "Race for the Moon" (Harvey), "48 Famous Americans" (J.C Penny), "The Fly" y "The Double Life of Private Strong" (ambas para ML), poco después Archie Comics). Por si fuera poco, también realizaría alguna incursión en el campo de la Historieta de prensa como dibujante (aunque sin figurar como tal), durante una temporada, de la serie "Johnny Reb and Billy Yank" de su amigo Frank Giacoia, además de desarrollar una enriquecedora colaboración con Wally Wood y Dick Ayers (como entintadores) en las planchas dominicales de "Skymasters" (1957-59) para el George Mathew Adams Service.

Por entonces Kirby comenzará a recibir encargos por parte del responsable de colecciones de Atlas (ex-Timely) Stanley Martin Leiber (Stan Lee), sobrino del editor Martin Goodman para ilustrar portadas e historias cortas en "comic-books" como "Battle ground", "Kid Colt Outlaw", "Quick Trigger Western", "Rawhide Kid", "Love Romances", "My Own Romance", "Astonishing", "Strange Worlds" o "The Yellow Claw", junto con la responsabilidad total de la colección "The Black Rider Rides Again". Estas labores serían alternadas por el hiperactivo dibujante con ocasionales incursiones en otras compañías como DC ("Green Arrow", "World Finest"), Harvey (un puñado de portadas para el "comic-book" bélico "Warfront" e historias para "Black Cat" y "Alarming Tales"), o Gilberton Publishing (algún que otro "Classic Illustrated" como, por ejemplo, "The Last Days of Pompeii" e historias cortas para la linea paralela "World Around Us).

A finales de 1958, Goodman, propietario de Atlas, decidió ampliar su línea de "comic-books" "monstruosos" con dos nuevos títulos: "Tales of Suspense" y "Tales to Astonish", apoyados en los grotescos relatos de horror y ciencia ficción salidos de la épica imaginación de Stan Lee y plasmados en papel de forma impresinantemente gantuesca por Jack Kirby, quien también aterrizará por la colección "Strange Tales", de la que sería un firme puntal hasta 1967. Estas colaboraciones iniciales con Lee no serían más que menos aperitivos de la borrachera creativa en que pronto ambos se verían inmersos y que se prolongará durante buena parte de la década de los 60; una prodigiosa labor de creación de personajes y situaciones que serviría para apuntalar los cimientos de uno de los más sólidos y lucrativos emporios de la industria del comics mundial: la Marvel Comics.



La primera piedra del más tarde llamado Universo Marvel sería "The Fantastic Four", un grupo de superheroes "distintos" (es decir, con personalidades bastante más definidas y complejas de lo habitual hasta entonces en el género) creados por Lee-Kirby para complacer a Goodman, deseoso de contar entre sus títulos con un equipo capaz de competir con la exitosa "Justice League of America" de la DC. El fulgurante éxito entre los lectores de la propuesta espolearía al duo a continuar avanzando en esa (hasta entonces poco transitada) senda de la "humanización" de los superhéroes. Así irían naciendo sucesivamente "The Incredible Hulk", "Spiderman" (nacido en la páginas de "Amazing Fantasy" del lápiz del gran Steve Ditko, si bien fue Kirby quien elaboró los bocetos previos del personaje), "Thor" (con origen en "Journey into Mistery"), "Ant-Man" (de las páginas de "Tales to Antonish"), "Iron Man" (surgido en "Tales of Suspense"), "Sgt. Fury", "The Avengers" (el supergrupo Marvel por excelencia) y "The X-Men". Por fin, en marzo de 1964, Kirby cerraría todo un simbólico circulo dentro de su copiosa carrera al traer de vuelta, junto a Lee a su personaje más célebre, el Capitán América, en el número 4 de "The Avengers". Intentar describir, a partir de ahí, la trayectoria del dibujante dentro de la estructura de la Marvel resulta una tarea tan agotadora como inútil, capaz de exprimir de golpe las pocas fuerzas que a uno le quedan a estas alturas de su carrera. Eso, sí, como curiosidad reseñar su intervención en el origen de "Not Brand Eeech", el primer "comic-book" autoparódico de la compañía, lanzado en agosto de 1967.

Es en estos años cuando Kirby, convertido ya en un maestro de la composición interna del plano, llevará al paroxismo su característica tendencia a la grandiosidad escénica, cuajando todo ello en su operístico e inimitable sentido de la épica. Trufadas de encuadres rebuscadísimos, perspectivas desquiciadas, ambientes majestuosos y anatomías desencajadas, sus vehementes planchas, siempre rozando el manierismo, reproducían un universo imposible en perpetua crispación, donde siempre podía ocurrir lo peor, un genuino halito de fatalidad y dramatismo cuyo impacto por fortuna lograba trascender a la obtusa retórica presente en los diálogos de Lee.

En 1970, tras hader funcionado durante toda un década como la verdadera piedra angular del ahora floreciente imperio Marvel, Kirby abandona Marvel por discrepancias contractuales y creativas, para cruzar instantaneamente la acera y asentarse en la DC. Allí, bajo la mirada del director editorial Carmine Infantino, tendrá la oportunidad de desarrollar con relativa libertad su mirífico talento para la creación de universos de ficción autónomos dando lugar a una trío de colecciones de ampuloso tono "shakesperiano", con personajes totalmente nuevos e interconectadas a su entero gusto. "Forever People", "New Gods", y "Mr. Miracle" conformarían este "nuevo universo Kirby" conocido como "Fourth World", el cual, por desgracia, no llegaría a obtener entre los lectores el apoyo esperado. Otros trabajos suyos para DC durante este periodo incluyen "Jimmy Olsen", "Kobra", "Omac", "Our Fighting Forces" (título bélico encabezado por el célebre comando "The Losers"), "The Demon", "Sandman", "Super DC Giant" y esa barbaridad de serie titulada "Kamandi" (40 apabullantes números entre el 72 y el 76, de lo mejor salido del lapiz de Kirby). Cuando en 1976 expira su contrato con DC, el dibujante regresa de nuevo a Marvel, volviéndose a hacerse cargo de las riendas del alicaido Captain América, esta vez con guión propio. En los tres años que siguen trabajará, entre otras, en las siguientes colecciones: "The Eternal", "2.001: A Space Odissey", "Rom" y "Devil Dinosaur", además de planificar una catedralicia adaptación a la Historieta de la teleserie "de culto" "The Prisioner" que finalmente abandonaría tras completar las primeras 17 páginas.

Nuevas fricciones con Marvel motivarán en 1981 su ya definitiva salida de la editorial, recalando esta vez en la independiente Pacific Comics, donde, incansable aunque acusando ya en su trazo los años y las incontables páginas salidas de su prodigiosa mano, volverá a la carga con nuevos personajes como "Captain Victory", "Silver Star" o "Destroyer Duck", este último guionizado por Steve Gerber, prolongación del "Howard The Duck" "gerberiano" y símbolo de la siempre ardua lucha de los historietistas por la propiedad intelectual de sus creaciones (experiencia que tanto Gerber como él habían sufrido en carne propia). En 1984, tras la cancelación de dichas colecciones, la firma de Kirby aparecerá por última vez bajo el sello DC con la serie "Super Powers", al principio sólo con argumento suyo y, más tarde, hasta febrero del 86, también dibujada por él pero con un estilo cada vez más fatigado. Por fin, a finales de los 80, y tras unas cuantas portadas realizadas para la serie "Last of the Viking Heroes" de la Genesis West, el viejo y extenuado "Rey" abandona la Historieta para dedicarse a realizar diseños para varias teleseries de dibujos animados y saborear, de paso, un más que merecido descanso.

Sin embargo, para sopresa general, esta retirada de la viñetas no sería definitiva ya que en abril del 93 la compañía Topps Comics sacaría al mercado una nueva línea de "comic-books" basada en personajes concebidos por el incombustible Kirby. Cinco títulos ("Bomblast", "Captain Glory", "Night Glider", "Satan´s Six" y "Secret City") compondrían esta ultimísima incursión del maestro en la Historieta, en la que su aportación ya se limitaría a algunas portadas (entintadas por otros) y a proporcionar las premisas básicas de cada serie, recayendo las verdaderas responsabilidades en un heterogéneo grupo de autores compuesto por ilustres (y no tanto) veteranos y actuales estrellas (Roy Thomas, Gary Friedrich, Tony Isabella, Walt Simonson, Frank Miller, Terry Austin, Todd McFarlane, John Severin, Steve Ditko...). Y en ello andaba precisamente metido cuando hace dos meses, de improviso, decidió marcharse para siempre, tal vez a algún sitio donde él, católico ferviente de toda la vida, pensara que podría seguir dibujando eternamente con las misma energías e ilusión que cuando era joven. En cualquier caso, esté donde esté, seguro que en estos momentos tendrá un lápiz en la mano. A ver quién se lo impide.


Revista Viñetas nº4 Abril 1994

Ediciones Glenat. Barcelona



El fin del futuro

El genial dibujante José Ortiz regresa a las librerías gracias a la increíble labor de la editorial sevillana Isla de Nabumbu

José Luis Vidal

12 de enero 2025




Los avances tecnológicos de los últimos años nos han ido convirtiendo, cada vez más, en una sociedad cómoda. Vivimos rodeados de artilugios que nos ofrecen todo lo que necesitamos al instante, sin necesidad de que nos esforcemos. Es por ello que cuando hay un corte de luz o la red de internet se cae, un profundo abismo se abre ante nuestros pies. ¿Qué hacer?

Corremos como pollos sin cabeza, incapaces de comunicarnos, sin ese dinero electrónico que gastamos con un solo toque a la pantalla de nuestro móvil de última generación. El caos se origina, y los llantos de los influencers resuenan en todas partes, rasgándose las vestiduras porque no pueden colgar en sus redes sociales esa última instantánea de eso que ellos y ellas denominan ‘vida’…

Pues bien, y ahora ya hablando de lo que nos importa en esta cabecera, que son los cómics. En los ya lejanos años ochenta, dentro de la segunda etapa de la mítica revista británica Eagle, una pareja de creadores formada por el guionista Alan Hebden y el mítico dibujante José Ortiz ya se planteaban la cuestión con la que abría este texto.

A simple vista no podemos verlos, pero este planeta en el que vivimos está rodeado por infinidad, cientos, diría que miles de satélites que orbitan a su alrededor. Para muchas de esas comodidades de las que os hablaba dependemos de su correcto funcionamiento, por lo que, ya trasladándonos a las viñetas de este cómic, se plantea la siguiente cuestión, provocada por un súbito error en los cálculos científicos que se suponía iban a proveer de energía ilimitada al planeta verde.

¿Qué ocurrirá en un mundo sin electricidad?

He aquí la respuesta, con la que observamos cómo la sociedad retrocede hasta un estado muy parecido al medieval, formado por diferentes clanes que, con la violencia como única arma, tratan de arrebatarse los pocos medios de supervivencia, convirtiendo la existencia diaria en una auténtica lucha sin fin.

Y es justo aquí donde aparece el héroe de esta historia, cuya imponente figura a caballo protagoniza la portada de este cómic titulado El rey de la torre.

Aunque por su aspecto e indumentaria penséis la mayoría que es un caballero medieval, si os fijáis bien, el cañón de un rifle sobresale en la potente imagen, lo que nos transporta inmediatamente a este autentico carrusel de emociones que comenzaremos a experimentar al abrir la primera página.

Porque si algo consigue este tándem de artistas es que no puedas soltar este cómic hasta terminártelo, ya que la montaña rusa de peripecias por la que pasará su protagonista le llevará a tener que, junto a sus huestes, tratar de defender esa torre que da título a la obra, que no es otra que la Torre de Londres, un punto turístico que seguro que muchos de vosotros habéis tenido la suerte de visitar.

Pues bien, el potente trazo de José Ortiz llevará a las viñetas los desquiciados rostros de los hombres comandados por Lord Spencer, un temible enemigo al que Nick Tempest, el protagonista, tendrá que enfrentarse en un principio y que, con el tiempo, tal vez consiga que sus ansias de conquista desaparezcan y entre los dos hombres surja un pacto de no agresión que, de hecho, salvará el cuello de uno de ellos en más de una ocasión.

Pero este peligro nos es nada con las amenazas que irán surgiendo al final de capa episodio, ya que al concluir las tres páginas que componen habitualmente estos, el guionista Alan Hebden nos deja a todos boquiabiertos con un cliffhanger que nos obliga sin remedio a seguir leyendo…

De las profundidades de las estaciones de metro surge una autentica horda de seres que hace tiempo fueron humanos, pero que ahora se han convertido en bestias sin mente. Son los temidos hombres rata, una amenaza a la que Tempest tendrá que plantar cara si quiere que él y ese pequeño reducto de sociedad que encabeza sobreviva.

Por desgracia para él y regocijo para nosotros, los lectores, este solamente va a ser uno de los peligros a los que se enfrente al atribulado protagonista, y a lo largo de las siguientes páginas vamos a toparnos con que, a veces, los médicos no están para curar, más bien lo contrario…

A lo largo del apasionante camino que supone esta aventura va a quedar muy claro que José Ortiz era un profesional de tomo y lomo, ya que su labor aquí es de primer nivel, sin nada que envidiar a trabajos más personales (Hombre, Las mil caras de Jack el Destripador…).

Tan solo me queda dar las gracias a los ‘culpables’ de que esta edición llegue a las librerías, ese dúo de amantes del noveno arte compuesto por el editor Javier Alcázar que sigue al pie del cañón, contra viento y marea, luchando ante mil dificultades y desde un sello modesto como Isla de Nabumbu lograr la magia que otra editoriales más grandes ignoran.

Junto a él, otro ‘mago’, Antonio Moreno, que hace que tras pasar por sus manos, las páginas de este y otros cómics luzcan mejor que nunca.

Por si todo esto no fuera suficiente, al finalizar las aventuras de Tempest nos aguardan aún algunas sorpresas que no os voy a desvelar…


Diario de Cadiz


lunes, 13 de enero de 2025

La infancia de los famosos (I) JORDI COSTA




mondo bulldog

Dossier Kirby


Antes de proceder con mi acostumbrada turra mensual me gustaría lanzar una reflexión al vuelo: ¿ Debería llevarnos nuestra voluntad de secundar todo acto de radical transgresión creativa a generar una campaña de opinión en pro de Fofito y Rody?

Como no me siento con ánimos de desentrañar la respuesta y como tampoco estoy demasiado orgulloso de mis últimas lecturas - de las que, no obstante, extraigo con fórceps una frase inmortal para su deleite: "Yo... me estoy secando... y se me está disecando" (Miss 130, de Chiyoji. Colección X n° 70. Ediciones La Cúpula—), la presente entrega de MONDO BULLDOG va a apartarse de los cauces habituales, olvidando momentáneamente su confeso filo-rushdienismo y su condición de atalaya de joyas abisales, para adentrarse en territorios un tanto más esotéricos.

El otro día tuve un sueño. (Si, llegados a este punto, se temen lo peor, más vale que pasen la página y se abandonen a la recia sensatez del amigo Trashorras, porque en las líneas que siguen vamos a estar más cerca de Jiménez del Oso que del suelo terrestre). Soñé, pues, que, repantingado en mi sillón, un nuevo programa televisivo bombardeaba mi preocupante —y galopante-- sedentarismo: la sintonía era como la de Twilight Zone pero con arreglos nuevos —de hecho, era la misma sintonía que compuso Marius Constant para The Twilight Zone interpretada por una irritante orquesta de sonajeros—.

Al tiempo que aparecían los créditos, inquietantes objetos —chupetes, patitos de goma, botes de Cola-Cao — surcaban la pantalla con majestuosidad de naves romulanas, partiendo en dos las borrosas imágenes que latían en el centro del plano y permitían reconocer a algunos titanes contemporáneos en sus días párvulos: Miguel Angel Martín hojeando con avidez un catálogo de candados en alemán, Manuel Valencia entrando en la lavadora que su madre va a poner en marcha dos segundos después, Jorge Zentner dirigiéndose con paso firme y el cuerpo embadurnado de dulce de leche hacia la guarida de las feroces hormigas rojas patagónicas... Nombre del programa: "La Infancia de los Famosos". No llegué a ver el título del episodio, pero, a los pocos segundos, ya no me cabía la menor duda de que ese rechoncho niño, perseguido repetidamente por perros rabiosos y salesianos armados hasta los dientes, era mi entrañable amigo P.: lo supe, concretamente, en esa escena del logrado docudrama que lo mostraba, tras disfrutar de una generosa ración de búlgaros Cropán sentado ante un nuevo episodio de Galería Nocturna, dirigiéndose a su habitación, colocando un folio en blanco sobre el escritorio, dibujando dos minúsculos ojos en medio de la nada y, a partir de ese ínfimo gérmen, trazando el desmandado contorno de un monstruazo colosal que parecía desafiar los propios límites de la pantalla. En ese momento, la cámara se arrastraba, indolente, hasta el final del escritorio, reptaba hacia el suelo y allí descubría un desordenado montón de tebeos de Jack Kirby, el hombre que dibujaba monstruos.

Ni P. ni yo sabíamos en esos días quién demonios era Jack Kirby, pero teníamos muy claro que esas criaturas de cuerpos morrocotudos, grandes bocazas y formas redondeadas que a duras penas podían ser contenidas en una viñeta pertenecían a una misma familia. Y que esa "familia" tenía, en gran medida, la culpa de nuestro ya insostenible amor a los tebeos. Las rimas del azar suelen jugar malas pasadas y mi reencuentro con el joven P. se solapa en la memoria con la noticia del fallecimiento del viejo maestro, pérdida que no parece haber hecho profunda mella en la prensa nacional. Kirby exploró con maestría las potencialidades surrealistas de la historieta de superhéroes, que en su día desarrollara Jack Cole, acuñó un contundente "sensacionalismo expresionista" hecho de trazos certeros y sensaciones-límite en primer plano que dejó muchas imágenes de pánico grabadas con fuego en los cerebros adolescentes de medio planeta, firmó toneladas de páginas imperecederas en la historia del "comic-book", le sacó todo el partido posible a la más primitiva elementalidad del lenguaje de la historieta... pero, para el alma enferma que alimenta este MONDO BULLDOG y para su amigo P., fue, sobre todo y ante todo, el autor de unas inmortales historietas de monstruos, publicadas entre los últimos años 6o y los primeros 70, en las que los puntos de partida de las viejas «monster movies» de los 50 aparecían corregidos y aumentados. Con unos guiones de Stan Lee que rozaban continuamente la psicotronía y la colaboración de otros dibujantes como Dick Ayers, Bill Everett y, en el mejor de los casos, el sobresaliente Steve Ditko, Kirby realizó un buen puñado de "monster movies" dibujadas e imposibles: imposibles porque su trazo sucumbía a unos excesos que los viejos "hacedores de monstruos" del cine, ya fuera por prudencia —Ray Harryhausen — o incapacidad -Paul Blaisdell— jamás soñaron. Sus monstruos tenían nombres impronunciables y eficaces como Groot, Goom, Gorgolla, Fin Fang Foom, Kraa, Titan, Grottu, Gigantus, Sporr, Glop, Taboo, Krogarr, X y Zzutak, y a menudo Lee aliñaba sus desmanes con alguna descarada nota de humor: Glop, por ejemplo, mientras asolaba una pequeña población transilvana se tomaba un respiro para tomarse un pollo a l'ast. En Zzutak. The Thing That Shouldn't Exist, el mano a mano Kirby/Ditko alcanzó su sublimación en una viñeta horizontal —¿en panavisión?— que mostraba el reñido combate entre dos monstruos: una viñeta que, por sí sola, concentra más poesía extraña que toda la filmografía de Godzilla y que, en mi ciudad ideal, debería ser reproducida en un ciclópeo mosaico en la fachada de algún aeropuerto.Kirby ilustró, asimismo, el peculiar "8 y 1/2" de Stan Lee: la historieta What Was X, the Thing That Lived, en la que Charles Bentley, un guionista de comics, contempla con horror cómo todas sus ficciones se convierten en realidad a causa de los poderes de su máquina de escribir, comprada en una tienducha europea regida por un siniestro tipo de torva sonrisa. A Stan Lee, sus monstruos —sus fantasmas— también se le convirtieron en demasiado reales, permitiéndole levantar un rotundo imperio editorial que acabaría siendo una cárcel creativa. Estoy seguro de que P., cuando lograba la eclosión de un nuevo monstruo en su folio en blanco, tenía esa historieta en la cabeza: la posibilidad de que el monstruo atravesara la página y se zampara de un bocado perros y salesianos juntos era el motor de sus obsesivos trazos. Estoy seguro de que, esté donde esté, P. sigue dibujando monstruos. Y que Kirby, cuando llegue a donde tiene que llegar —cielo, infierno o twilight zone— intercederá para que alguno de esos bidimensionales gargantúas dé definitivamente el salto y se coma, de una vez, a los malos, si se tercia emparedados entre alfajor y alfajor.


Revista Viñetas nº4 Abril 1994

Ediciones Glenat. Barcelona



Los fondos buitre

'Pyrrhus, las futurísticas aventuras de Rich Tex Format' (2024), de Jan, es una historia de intriga y crítica social que cierra la trilogía sobre este personaje y su distopía espacial

Gerardo Macías

05 de enero 2025 - 05:00



En 2022, Jan dejó de hacer cómics de SúperLópez. Pero no se retiró, sino que estrenó la trilogía Las futurísticas aventuras de Rich Tex Format. Este cómic nace a partir de una hipótesis: ¿Cómo sería la vida si el hombre consiguiese colonizar la galaxia?. Si pensamos que ya se realizaron vuelos privados al espacio, comprendemos que allí solamente irá gente con posibilidades económicas. Los pobres se quedarían en un planeta Tierra cada vez más inhabitable.

Rich Tex Format es apuesto, con un aire a David Niven, machista, y muy rico. Se dedica a explotar un asteroide donde sus obreros extraen un valioso mineral. Rich vive rodeado de robots que le hacen la vida más fácil, y entre fugaces amoríos. También tiene corazoncito: es capaz de quitarse el batín de seda y enfrentarse a los problemas. Aunque pertenece a la casta superior que vive en el espacio, no está a gusto con los de su clase. Rich viajará al planeta Tierra, cuyos habitantes dan su punto de vista.

Meses después de la publicación de Deikoon, primer álbum de la serie, apareció el segundo, titulado Kondojiro, cargado de crítica social, acción, y humor, envuelto en aventura a lo Flash Gordon.

Rich Tex Format trabaja codo con codo con sus empleados, revisando muestras minerales del asteroide Kondojiro en su nueva explotación. Su intención es ampliar la empresa, contratando personal de la Tierra. De vuelta, le espera la Capitana Ordina, quien alerta a Rich de que el problema de los tronkianos se está tornando peligroso, ya que los alienígenas parecen guiados por un contacto en nuestro planeta.

Los protagonistas Rich, Capitana Ordina, África y los robots sirvientes Pascuale & Tresky, se enfrentan a la explotación de personas a través de la inmigración ilegal, y a cómo estas personas son vapuleadas por las mafias locales y unos Gobiernos que miran hacia otro lado para no tener que acogerlos. Las pateras que intentan llegar a Europa son sustituidas por naves espaciales.

La pobreza hace que en la Tierra muchas personas elijan irse a otros planetas de manera ilegal. Ahí aparecen las mafias, para embarcar a un grupo de estas personas en una nave de Rich Tex… Jan extrapola un tema de actualidad a este futuro distópico.

África ayuda a Rich en su investigación para encontrar a los culpables de introducir personas en una nave de su propiedad, en los compartimentos de motores, lugar muy peligroso y que casi produce una desgracia. Jan cuida el lenguaje alterado de los terrestícolas, en la línea de la hipérbaton de Yoda.

En 2024 se publicó Pyrrhus, tercera y última entrega de Rich Tex Format, que aborda un tema tan actual como los fondos buitre, que están desahuciando a los obreros para urbanizar ciudades de lujo, creando un problema con la inmigración en el que Tex se verá envuelto e intentará ayudar, en un complot que implica varias razas alienígenas, y que sirven para cerrar argumentos abiertos en los álbumes anteriores, Deikoon y Kondojiro.

Jan sigue el esquema de la última época de SuperLópez, con historias que tienen un barniz de ficción científica para denunciar actualidad social, pero muestra más libertad en el dibujo y en los argumentos, aunque no deja de ser para todos los públicos...

Para titular los álbumes, Jan se inspira en asteroides. Deikoon forma parte de los asteroides troyanos de Júpiter descubiertos en 1988 por Carolyn y Eugene Shoemaker desde el Observatorio del Monte Palomar, USA. Kondojiro está en el cinturón de asteroides ubicado entre las órbitas de Marte y Júpiter, descubierto en 1994 por Kin Endate y Kazuro Watanabe desde el Observatorio de Kitami, Hokkaido, Japón. Pyrrhus forma parte de los asteroides troyanos de Júpiter, y fue descubierto en 1989 por Carolyn Shoemaker desde el Observatorio del Monte Palomar, USA.

Jan (Juan López Fernández, Toral de los Vados, León, 1939) es un historietista conocido por sus series SuperLópez; Pulgarcito; Cab Halloloco; Los Ultimos de Villapiñas; Cederrón; Rich Tex Format;Tax y Taxi; Don Talarico; etc... Jan ha trabajado para editoriales como Bruguera, Ediciones B, Penguin, Amaníaco, DQómics... A lo largo de su carrera ha ganado premios como el Haxtur, el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona en 2001 y el Premio Ivà de 2005.


Huelva Información


Homenaje a Kirby por Varillo



 Revista Viñetas nº4 Abril 1994

Ediciones Glenat. Barcelona

domingo, 12 de enero de 2025

La carrera del siglo

La última victoria (2024), de los hermanos Escriche, narra el choque entre la Gestapo y sus disidentes en la Barcelona de 1936, con una carrera automovilística como telón de fondo


Gerardo Macías

15 de diciembre 2024 



La película La carrera del siglo (1965) está dirigida por Blake Edwards y con la actuación de Jack Lemmon, Tony Curtis, Natalie Wood, Peter Falk, Keenan Wynn y Vivian Vance en los papeles principales. El guion fue escrito por Blake Edwards y Arthur A. Ross, con la música de Henry Mancini y la dirección de fotografía de Russell Harlan.

El Gran Premio de Penya Rhin fue la carrera de automovilismo que se disputó en desde los años 20 a los años 50 de forma interrumpida. Las primeras ediciones de 1921, 1922 y 1923 se celebraron en el Circuito de Vilafranca del Penedès, provincia de Barcelona. Cuatro ediciones fueron en Montjuïc y cuatro en Pedralbes, en la ciudad de Barcelona. Tuvo un total de once ediciones. Se disputaron con vehículos de Gran Premio principalmente, aunque a veces con automóviles deportivos. Las ediciones de 1950 y 1954 fueron de Fórmula 1 fuera del campeonato mundial.

A unas semanas de que estallase la Guerra Civil Española, tuvo lugar en Barcelona el Gran Premio de Penya Rhin, una carrera que reunió a los mejores pilotos de Europa y a los equipos oficiales de Alfa Romeo, Mercedes o Auto Union. Tanto para el Gobierno de Benito Mussolini como el de Aldolf Hitler, las competiciones automovilísticas tenían un componente propagandístico que no se podía soslayar.

Al mismo tiempo, Barcelona había acogido a multitud de disidentes de la Alemania nazi, algunos de los cuales estaban enfrentados a vida o muerte con la Gestapo, que trataba a toda costa de eliminarlos o deportarlos.



Este álbum, dibujado por Guillem Escriche y escrito por el periodista Roger Escriche, recrea la formidable carrera celebrada en el circuito de Montjuïc y, en paralelo, plantea, mediante un tour de force narrativo que dilata y comprime el tiempo, la lucha entre alemanes, nazis y opositores, en la Ciudad Condal.

El volumen cuenta con un prólogo y se completa con dos artículos y una galería de pilotos que participaron en la carrera.

Roger Escriche (Barcelona, 1975). Periodista. Su trayectoria ha transcurrido entre departamentos de comunicación corporativa y redacciones de medios especializados en motor. Su primer recuerdo de las carreras en Montjuïc se remonta a principios de los años ochenta, cuando los coches ya habían dejado de competir en el trazado barcelonés pero no las motos, que siguieron hasta 1986. Sus abuelos vivían en el Poble Sec, un barrio contiguo a la montaña en la que se sitúa el circuito. Por la noche, en el silencio de la habitación que daba a la calle, se podía oír cómo el rumor de las 24 Horas Motociclistas bajaba por la montaña y llenaba las calles del barrio. Al día siguiente de una de aquellas carreras se fue de paseo con su abuelo a Montjuïc. La carrera había terminado, el paddock estaba abierto a los curiosos y los equipos recogían el material utilizado durante las últimas 24 horas. Había piezas por todas partes, neumáticos gastados, mecánicos agotados desmontando los boxes. A un niño de cinco o seis años, todo aquello le pareció absolutamente maravilloso. Desde aquel día tenía una historia pendiente con Montjuïc. La última victoria es su primer cómic.

Guillem Escriche (Barcelona, 1972). Dibujante. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, ha escrito y dirigido varios documentales. Es coautor del documental El camí d’un protocol, que trata sobre la creación del banco de ADN para identificar a las víctimas de la guerra civil española y que en 2015 ganó el premio al mejor cortometraje documental en el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Barcelona. Ha trabajado como director de arte y artista de storyboards para cine, publicidad y videojuegos. También ha ilustrado cuentos infantiles, y ha dibujado cómics cortos para publicaciones como El Jueves, El Triangle o El Web Negre. Junto al guionista Pepe Gálvez ha colaborado en el volumen colectivo ¡O todos o ninguno! y en el álbum El partido de la muerte, que está recabando una gran acogida internacional: publicado en francés, portugués y holandés, quedó finalista del Prix de la BD Géopolitique y ha sido editado en México para el mercado hispanoamericano. Con La última victoria conjuga de nuevo la historia y el deporte en un álbum espectacular.


Huelva Información