jueves, 16 de enero de 2025

Dossier Jack Kirby. American Graffitti por Francisco Pérez Navarro

Como peso pesado de la historieta yanqui, Jack Kirby siempre se las arregló para permanecer en el candelero. Incluso estando retirado -o semirretirado- por razón de edad. O por falta de ofertas, que nunca lo sabremos.

En otra parte de este mismo número, el compa Trashorras habrá dejado bien claro -hay que darle un voto de confianza a la juventud, ¿no?-, que, en contra de lo que le gustaría creer a la última hornada de fans yanquis, la historieta en general y la carrera de Jack Kirby en particular no empezaron -ni terminan-, con Stan Lee y la marabunta de personajes creados con-contra él, empezando por Los 4 Fantásticos. Y que tampoco empiezan -ni terminan- con Marvel, aunque con dichos personajes lograse sus mayores éxitos y por ellos sea mayoritariamente conocido en el Universo historietístico civilizado.

En aquellos tiempos, la empresa era Dios. Dueña por tanto del cielo, la tierra y todas la cosas, incluidas nimiedades como personajes de historieta, derechos de reproducción y originales de los autores. Sería poco a poco, con la presión reivindicativa y constante de algunos autores -siempre que fueran "hot", es decir "muy rentables empresarialmente"- cuando las editoriales irían cediendo parte de sus privilegios, como porcentajes sobre las ventas y devolución de originales. Estas cláusulas empezaron a constar en los contratos... pero no se aplicaron con carácter retroactivo.

Toda la primera etapa de Marvel -la que daría origen a la que ahora se llama Edad de Plata del comic-book norteamericano y en la que se engloban muchas creaciones de Jack Kirby-, no entró en el trato. No obstante, Kirby recibió algunas páginas sueltas, en graciosa concesión de quien puede otorgar favores pero nunca ceder ante el populacho. Pero solo recibió algunas, no las decenas de miles que le correspondían.



Y Jack Kirby, ya en el declive de su carrera, se empeñó en reivindicar su derecho sobre esos miles de originales. Marvel se opuso, claro. Los profesionales decidieron apoyar a su compañero y, poco a poco, se montó La Gran Campaña. Ante las posibles repercusiones, Marvel decidió desconcertar a sus oponentes: tan pronto se negaba a entregar una miserable fotocopia, como cedía a los requerimientos pidiendo tiempo muerto para buscar en su insondable archivo; tan pronto lamentaba públicamente que los originales de Kirby se habían perdido en algún agujero de su particular Multiverso, como proclamaba con alborozo haber encontrado algún que otro centenar de páginas salteadas: dos de un número, siete de otro, una cubierta y media libra de bocetos variados.

Tras diversos tiras y aflojas, ataques y contraataques, las aguas terminaron por volver a su cauce. Pero vale la pena retener unos cuantos datos.

Primero: la acusada fue Marvel. Unica y exclusivamente Marvel. La lista de editoriales y empresas varias para las que trabajó Kirby es, como mínimo, impresionante; y por si la aclaración es necesaria, nunca recuperó todos los originales de esas otras empresas. No se trata de defender, ni mucho menos, lo que es un patente abuso marveliano, pero que todos los palos fueran para la misma estera resulta cuando menos curioso.

Segundo: Por estos pagos desconcertó mucho que el motivo fundamental de la reivindicación fuera recuperar los originales... para después venderlos. Dada la falta de cobertura social en la que se mueve la profesión, no debería de extrañar, pero los profesionales españoles al tanto de lo ocurrido -y que en el momento de la reivindicación la apoyaban furibundamente, aunque fuera a nivel de charlas de salón-, se sintieron decepcionados, incluso "engañados", una vez empezaron a proliferar las subastas de originales de Kirby. Como guionista, uno puede intentar comprender el apego que los dibujantes europeos tiene hacia su trabajo, pero nunca ha logrado compartirlo. Mucho menos cuando ha palpado el desprecio que muestran hacia el trabajo de los demás. (1)

El caso es que el pobre Kirby, tras un breve reconocimiento como ejemplo. portavoz, incluso adalid de todo el sentir y el clamor de una profesión, recuperó su abyecta condición de pesetero, de mercenario, de sucio colaborador y propagandista de los ideales imperiales que esconde todo superhéroe. ¡Al fin y al cabo, que podía esperarse de un yanqui...!

Y tercer dato: la movilización de casi toda una profesión en ayuda del compañero. Ni fue la primera ni ha sido la última, más tarde se han dado otras. Como muestra, un botón: tras el anuncio de Reed Waller, guionista de Omaha, padecía cáncer, se hizo un llamamiento en su apoyo. No se tardó en reunir los suficientes originales como para poder publicar dos números especiales de la colección, cuyo beneficio sirvió para el costoso tratamiento de la enfermedad de Waller. ¿Cuándo se ha hecho algo similar aquí?

Es lógico criticar todo lo malo de una industria y de unos autores de historieta que, desde Europa, son vistos como meras máquinas de dibujar musculitos y tías buenas, de apoyar implícitamente a un imperialismo cultural cuya mierda ya rebasa el nivel de nuestra barbilla, y de producir mucho producto de consumo y poco "arte". 

Es lógico criticar todo lo malo de una industria y de unos autores; pero, ¿cuándo aprenderemos de lo bueno? Jack Kirby, en muchos momentos, supo sacar todo lo bueno que había en ellos.

(1) Jamás he podido recuperar uno solo de mis guiones tras pasar por las manos de tan "respetuosos creadores" -tampoco he tenido el menor interés, claro, pero ese no es el tema-: los que no han terminado directamente en la basura, tras haber tenido el honor de convertirse en páginas de dibujo -un honor muchísimas veces más que dudoso-, han terminado llenos de manchas, rayas y otras porquerías innombrables por servir de limpiador de plumillas, descargador de tinta de pinceles, probador del grosor de rotrings o base para experimentar diferentes tonos de aguadas. Si estaban emborronados por bocetitos, garabatos o simples anotaciones, cambiaban mágicamente de estatus convirtiéndose en incunables que atesorar en espera de las segura "Obras Completas de...". ¿Acaso aquellos garabatos no habían sido realizados por la cálida y sensible mano de un artista, y no por una fría y mecánica máquina de escribir? ¡Ja, como si la máquina escribiera sola...! Lo hace, naturalmente, pero que me cuelguen si pienso admitirlo delante de ellos.


Revista Viñetas nº4 Abril 1994

Editorial Glenat. Barcelona



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