miércoles, 1 de enero de 2025

Cannibal World: Trailer (Juego de cartas Solo Comics)

 




A continuación se muestra un breve adelanto animado del futuro juego de cartas " Cannibal World ", basado en la tira cómica " Solo " de Oscar Martín (un artista español que también dibuja los cómics oficiales de "Tom & Jerry" desde hace más de 30 años).

El juego es publicado por Witty Games , el teaser fue animado por Toni Mortero (usando Blender), y conocer este cómic (y poseer varios libros de arte de Oscar Martin), todo esto me hace querer ver algún día una adaptación animada real de "Solo".

Via Catsuka




Batman: El regreso del caballero oscuro / Frank Miller

Frank Miller se acaloró en su trigésimo cumpleaños al descubrir que el murciélago que velaba por el bienestar de Gotham había permanecido congelado en unos eternos veintinueve años durante décadas. El vértigo lo producía la extraña sensación de saberse más vetusto que su héroe, de haber envejecido mientras el papel criogenizaba a Bruce Wayne. Y decidió arreglarlo mediante un suicidio artístico, algo que parecía que nadie era capaz de atreverse a publicar: acelerar la vejez del heroico protagonista, dotarle de fragilidad humana, marchitarlo, abrazar su etapa crepuscular y encauzarla hasta su posterior colapso. Miller proponía un caballero oscuro retirado que decidía volver a la acción masticando en cada página el clásico «estoy demasiado viejo para esta mierda». Y quizá los tebeos están demasiado viejos para esto, para continuar confiando en la naturaleza inmortal del héroe, en su divinidad entintada y en sus peroratas filosóficas introspectivas, para seguir apoyando tanto peso en aquellos monólogos interiores que suceden mientras dos colosos, vestidos con pijamas que algunos payasos dudarían en ponerse a oscuras, se encuentran muy ocupados en la tarea de reubicarse mutuamente el espinazo a hostias.

Por eso mismo El regreso del caballero oscuro resultó tan rompedor en 1986 y lo sigue resultando ahora, porque sin renunciar al conflicto interno del justiciero al margen de la ley y a las convenciones del género lo encarriló todo hacia la más absoluta demolición de lo establecido. Bruce Wayne era un quincuagenario retirado y autodestructivo tras la muerte de Robin, el comisario Gordon afrontaba la jubilación de las fuerzas del orden en su setenta cumpleaños respirando la vida a través de cigarrillos, Catwoman reaparecía como una señora que ya no vestía pieles de gata ni saltaba por los tejados y Superman dejaba de ser aquella idealización del bien para convertirse en una marioneta del gobierno limitada a recibir y acatar órdenes. Gotham City se desvelaba como un nido de ratas y la televisión como un extraño bálsamo, Miller quería construir una urbe más cercana a su realidad, una que eliminara lo blanco y puro del cuerpo de policía y lo impoluto de la clase política, una que desafiara lo cimentado por la ficción de viñetas durante generaciones. Y también prefería que la contemplásemos a través de un televisor: gran parte de las viñetas tienen un marco catódico por el que desfilan tertulianos encerrados en programas rastreros analizando las repercusiones sociales de un vengador enmascarado, un Ronald Reagan (cuyo nombre no se pronuncia en toda la obra) sonriente y encharcado hasta el cuello en la guerra fría o unos presentadores casi inhumanos en su dedicación a las audiencias. Incluso las entrañas de la propia televisión adquirieron protagonismo: un plató televisivo era utilizado como escenario de una cruel masacre, silenciosa y sonriente. El lector se asomaba a las calles de Gotham, pero también a sus pantallas y lo que presenciaba en ambas le aterraba por igual, en ese ecosistema malsano la figura de un caballero fuera de la ley resultaba necesaria. Pero el propio héroe ejercía al mismo tiempo de detonador de catástrofes: el Joker despertaría de un estado catatónico al descubrir el retorno de su pareja de baile preferida y los imitadores de Batman decidirían que ellos también tenían derecho para ponerse la máscara y patrullar la noche ajusticiando salvajemente lo reprobable.




Lo que mejor hacía El regreso del caballero oscuro era orquestar y amartillar de manera minuciosa esa sensación constante y opresiva de que todo se estaba yendo a la mierda de manera irremediable y en valores absolutos, de que el universo de este Batman era en realidad como aquel bólido que abría la narración estallando en llamas por culpa de un piloto al que ya no le importa la integridad de sí mismo ni de todo lo que le rodea. Miller agarra un mundo de superhéroe previamente establecido, lo retuerce y lo pervierte a su antojo a golpe de los trazos más toscos y rotundos de un pincel feísta, nos deja claro que ahora vale todo y que no tiene pensado respetar nada. El retorno de Joker es tan exquisitamente salvaje y excesivo como una manada de boy scouts masticando azúcar de feria envenenado y viene acompañado de una bodycount glorificada por los periodistas, el nuevo Robin no comparte género con el anterior ocupante del puesto ni respeto por su maestro, el otrora indomable Green Arrow reaparece con extremidades de menos y culpando a una capa ilustre de sus dificultades obvias para sostener el arco, la sociedad se divide entre los que condenan los métodos fascistas del enmascarado y los que se consideran hijos de, un Superman gubernamental es consciente de que el enfrentamiento con el murciélago será solo una cuestión de tiempo y que el mismo no se dará por finalizado hasta que uno de los contendientes regrese empaquetado en una cama de pino.

Sergio Leone creaba a sus personajes con la autoconsciencia hereda- da de que ninguno de ellos llegaría al final de la película. Miller crea a un Batman que intuye que antes de llegar al final de su historia deberá morir, un Batman que desde el principio de la narración quiere morir. Y realmente ese Bruce Wayne no andaría demasiado errado, con El regreso del caballero oscuro murieron todos los Batman posteriores (al menos los situados en la misma línea temporal, y te señalamos a ti Batman: Año uno como la excepción honorable que aún tendrá algo que decir). Ni siquiera la secuela que llegaría años después firmada por el propio Miller, El señor de la noche contraataca, se acercaría a intuir en el horizonte la grandeza de su predecesor. La épica del héroe es una pelea en un lodazal contra una bestia, un cadáver calcinado que nos sonríe desde el infierno, un avión cayendo en picado hacía un abismo mortal de llamas, una ciudad ciega latiendo sangre en el más absoluto caos.

Y en el corazón de todo, la aparición entre las cenizas de la figura de un vengador a caballo. Un caballero oscuro.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


martes, 31 de diciembre de 2024

#DRCL MIDNIGHT CHILDREN

Sinfonía de sangre

Manu González



#DRCL Midnight Children

Shin’ichi Sakamoto 

Milky Way Ediciones 

Japón

Cartoné

246 págs.

Blanco y negro 

Traducción: Bernat Borràs

Obras relacionadas

Innocent

Shin’ichi Sakamoto

(Milky Way Ediciones)

Versailles of the Dead

Jumiko Suekane

(Milky Way Ediciones)

Welcome Back, Alice

Shuzo Oshimi

(Milky Way Ediciones)

Drácula. Edición 40 Aniversario

Fernando Fernández

(Cartem Comics)

Drácula

George Bess

(Norma Editorial)

Dracula: A Symphony in Moonlight and Nightmares

Jon J. Muth

(NBM Publishing Company)


El famoso conde transilvano (aunque en realidad era valaco), creado por Bram Stoker en 1897, y el monstruo-hijo indeseado del médico suizo Victor Frankenstein, creado por Mary Shelley en 1818, son las dos figuras más míticas de la literatura de terror (en el caso del monstruo de Shelley, también es el padre de la ciencia ficción). Cuando nos acercamos, de nuevo, a cualquiera de estos dos mitos tenemos que tener mucha suerte para encontrar algo nuevo o diferente que decir sobre dos criaturas que han sido analizadas culturalmente bajo mil microscopios. Por eso la revisión de Shin’ichi Sakamoto del mítico libro epistolar de Bram Stoker en manga se ha convertido en una de las grandes sorpresas de 2023. Porque es capaz de innovar sobre una historia que se ha narrado miles de veces y lo hace gracias a tres pequeños detalles. Su impresionante arte como mangaka, a años luz de sus compañeros de generación; sus referencias bastante alejadas de las clásicas adaptaciones; y los cambios de roles de sexo, que acerca el manga a la cultura LGTBi+ transgénero.

Comencemos por su arte. Cualquier lector que se haya acercado al delirio revolucionario francés de Innocent (Milky Way, 2016-2018) e Innocent Rouge (Milky Way, 2019-2021) sabe que Sakamoto es uno de los grandes artistas japoneses del siglo XXI, tan fascinante y barroco en detalles como Gou Tanabe (y sus famosas adaptaciones de H. P. Lovecraft), Q Hayashida (Dorohedoro) o el desaparecido Kentaro Miura, autor de Berserk. Sakamoto, además, es tan perfeccionista con el cuerpo humano como un escultor del Renacimiento, al que no duda en desnudar sin que importe mucho para el guion, provocando momentos verdaderamente inquietantes jugando con viñetas a toda página y movimientos irreales.

Esto nos lleva a las influencias de este relato más allá del propio libro u otras adaptaciones en cómic. En el primer número es innegable que la película de terror La cosa (1982), de John Carpenter, y el impresionante arte de los magos de los efectos artificiales Roy Arbogast, Rob Bottin y Stan Winston se ha filtrado en la monstruosa criatura que llega a las costas de Inglaterra a bordo del navío Demeter. Se trata de un ser sin forma, puro horror lovecraftiano o cronebergiano muy alejado del lobo que describe Stoker. Pero lo sorprendente es lo que ocurre después, cuando Luke-Lucy es infectado por el vampiro, porque #DRCL Midnight Children se aleja de la nueva carne para acercarse a la poesía del experimento visual de la inclasificable película de Guy Maddin Dracula: Pages from a Virgin’s Diary de 2002. El conde protagonista de este manga se manifiesta a través de la danza, como el conde protagonizado por el bailarín Zhang Wei-Qiang en el film musical de Maddin. Sakamoto crea hermosas páginas ensoñadoras del conde bailando con su víctima, incluso una en la que su forma comienza a dibujarse en la humedad de la pared y sigue a Mina Harker con algunas de las páginas más bellas en cómic publicadas el año pasado. El barroquismo de las tintas de Sakamoto unido a modernos filtros fotográficos crea imágenes impactantes.

La sorpresa es que Sakamoto se ha inspirado en el mítico Michael Jackson para el rostro y los movimientos de Drácula. En #DRCL Midnight Children, Sakamoto convierte al quinteto protagonista de la novela de Stoker en adolescentes, esos niños de la medianoche del título. Mina Murray es la narradora de la historia y no es una narradora fiable. El mangaka juega varias veces con su punto de vista cuando Mina escribe en su máquina de escribir afirmaciones que luego no resultan ser tan ciertas.

Pero quizá el punto más diferente de la novela original u otras versiones del mito de Drácula sea el personaje de Lucy Westenra. En el cómic Lucy es Luke, un bello joven que atrae románticamente a mejores amigos: el trío formado por el aristocrático Arthur Holmwood, el afroamericano Quincey Morris (tejano blanco en el libro original) y el estudioso estudiante japonés Joe Suwa (el médico John Seward). Los tres protagonistas están enamorados de Luke, quien por las noches se convierte sonámbulo en Lucy. Aunque luego por el día no recuerde nada de su cambio de género. Drácula convierte a Lucy en su alimento, siendo su víctima, pero también empodera su feminidad, surgiendo esplendorosamente mediante el baile nocturno.

Aunque Sakamoto no se desvíe demasiado del texto original en los dos primeros tomos del manga, añade suficientes pinceladas para que una historia que nos sabemos de memoria vuelva a resultar atractiva y bastante terrorífica de nuevo. El Conde ha vuelto en mejor forma que nunca. Como cantaba Michael Jackson en su tema más famoso: “Because this is thriller / Thriller night / And no one’s gonna save you / From the beast about to strike”.


Jot Down Comics 2024


La cosa del pantano / Alan Moore y John Totleben




Junto a cada brizna de hierba hay un ángel flotando que se inclina sobre ella y le susurra: «Crece, crece». Y a la brizna no le queda más remedio que crecer: los citoplasmas se desperezan y las vacuolas alargan las puntas de sus dedos. Las células de la brizna de hierba se ponen de puntillas hacia el sol y hacia las palabras del ángel, que tiran de ellas con la fuerza de mil marineros izando la vela mayor. Poco a poco, a la velocidad del amor, la brizna se hace más y más grande, hasta que ya no es una brizna. Ni siquiera es solo hierba. Junto a ella se han arremolinado varias hojas, dos o tres raíces y una flor; pero sigue creciendo cada día y el ángel sigue susurrando. Hasta que la brizna se convierte en un pequeño montículo verde y en su superficie aparecen dos minúsculos agujeros rojos que parpadean con curiosidad.

—Alec... ¿puedes verme? —dice el ángel.

—No... muy... bien..., pero sí... puedo... verte... Estás... preciosa.

Porque hace mucho tiempo que los ángeles no flotan encima de los Estados Unidos y quien susurra es Abby Arcane Cable, una mujer que estuvo en el infierno y regresó. Esa brizna de hierba le trajo de vuelta y por eso le habla y le ama.



El montículo que una vez fue brizna es ya una montaña verde de dos metros y ciento cincuenta kilos. Y camina con la consciencia de un hombre que se llamaba Alec Holland, pero sus hojas sienten el rocío que siente cada hoja que existe y que alguna vez ha existido en el planeta. Es una criatura universal conectada consigo misma y con todas las demás plantas a través de una red viva cuyo origen se pierde en las profundidades de la memoria. Es más antigua que el hombre y que el mundo. Es la Cosa del Pantano.

Cuando en 1983, Martin Pasko tuvo que abandonar los guiones del viejo personaje de Len Wein y Bernie Wrightson, DC Comics encargó la continuación a un inglés que apenas había cumplido los treinta. Es probable que a Wein, en ese momento editor jefe de DC, le hubiesen llamado la atención dos series aún incompletas que el joven escritor había empezado a publicar al otro lado del Atlántico: una tenía por protagonista a un superhéroe recientemente amnésico y la otra narraba las andanzas de un anarcoterrorista revolucionario que se ocultaba bajo la máscara de Guy Fawkes. Eran mucho más que eso, claro. Eran MiracleMan y V de Vendetta y el guionista se llamaba Alan Moore.

Y Alan Moore tenía claro que La Cosa del Pantano no podía ser ese personaje extraído de una película de serie B. Si la Cosa del Pantano iba a ser un verdadero cómic de terror, el terror tenía que construirse y deconstruirse a través de los ojos del país que iba a leerlo.

Y es que los Estados Unidos de América no son el Talmud y los ángeles no flotan sobre su hierba, pero podéis apostar el culo a que debajo de la hierba hay un infierno lleno hasta los topes. Quizá es un infierno joven como el propio país y quizá sus demonios también son jóvenes, pero son demonios al fin y al cabo. Y quien más sabe de estas lides demoniacas es otro inglés. Uno que es fumador empedernido, rubio y con la cara de Sting; que nació en las páginas de la Cosa del Pantano pero que acabaría siendo un icono del cómic americano: John Constantine.

Moore creó a Constantine casi como su propio álter ego. Un bri- tánico descreído y cínico que había visto demasiado horror. Un mago sin magia que había de guiar a la Cosa del Pantano por el oscuro y tortuoso viaje a través de los terrores de un país que es como un niño escondido entre las sábanas. En American Gothic, Alan Moore nos enseñó que los Estados Unidos son un chiquillo asustado con una linterna entre las manos, pero que no quiere iluminar debajo de la cama por miedo a que el monstruo que vive en su imaginación se transforme en carne.

Así, a lo largo de doce números, la Cosa del Pantano, que tiene un pie en la Tierra y otro en la eternidad, se cruzará con todos estos monstruos que habitan el subconsciente podrido del país más complejo y poderoso del planeta, pero que a la vez son los mitos de una sociedad que aún no ha tenido tiempo de crearlos. Mitos jóvenes, a veces propios y a veces importados, pero igualmente inconcebibles, herméticos e inmortales. Conducida por Constantine, que tiene un pie en la Tierra y otro en los campos de Lucifer, la montaña verde que una vez fue Alec Holland se enfrenta a vampiros en el fondo de un pantano de Illinois, a hombres lobo sedientos de luna en Maine, a zombis cabalgados por el viejo vudú de Luisiana y a pistoleros muertos en California.

Y al propio infierno.

Porque junto a cada glóbulo rojo y cada gota de savia hay un demonio que se retuerce bajo ellos y les grita: «Vuelve, vuelve».


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


El fotógrafo que quiso ser cineasta

Fundador de la revista 'Dazed and Confused', autor de sonadas campañas publicitarias y retratista de la reina Isabel II, el británico Rankin se pasa a las películas de la mano de la marca de ropa urbana Meltin' Pot, en su penúltima y muy peculiar aventura. Por Xavi Sancho.



01 DE MODA. Fotografia de Gisele Bündchen por Rankin. 

02 CON PODER. También ha retratado a Tony Blair.

03 REAL. La imagen que Rankin tomó de la reina para el jubileo.

04 GRACIOSO. Autorretrato del fotógrafo, en un taxi. 

05 DE CINE. Una de las protagonistas de la pelicula The life of the ainst.


¿Recuerda la mesa del desayuno en Médico de familia? Catarsis matinal en la que, aparte de tratarse grandes temas que afectaban a la sociedad española y a los maltrechos valores familiares, se colocaba toda clase de productos con el logo mirando a la cámara. Product placement, una estrategia comercial que ha avanzado mucho Ahora tenemos a Lego anunciándose en grúas en Santiago de Chile, a Gillette patrocinando a los limpiacristales en Nueva York (utilizan una esponja con forma de cuchilla de afeitar) y a Meltin' Pot, firma italiana de ropa urbana chic, produciendo un filme en el que los actores llevan su ropa.


El responsable de esta inteligente y casi estremecedora acción es Rankin, fotógrafo y editor británico de 39 años; fundador, junto a Jefferson Hack, de Dazed and Confused, una de las biblias de la tendencia global; responsable de campañas como la reciente y celebrada de Dove (la de las mujeres normales), además de director creativo de la firma italiana. Ahora, también director cinematográfico. "Tras dirigir el anuncio para Meltin' Pot en Suráfrica pensamos que podríamos dar un salto en términos de marketing con algo más original y con más impacto" recuerda el fotógrafo. "Empezamos hablando de un corto, hasta que decidimos coger el toro por los cuernos y dirigir un largometraje. Es curioso, porque nuestras fechas de entrega no debían coincidir con festivales o entregas de premios, sino con la campana de marketing de la marca". El filme se titula

The life of the ainst y fue presentado en el pasado Festival de Málaga. No permitan que los árboles del marketing no les dejen ver el bosque del arte: es una película en toda regla, codirigida por el fotógrafo junto a Chris Cottam (director de series para la BBC) y con guión de Toni Grisoni (Miedo y asco en Las Vegas). Una fábula casi shakespeariana que narra la vida de un chaval cuya habilidad para convertir en realidad los sueños de una pléyade de personajes despreciables viene acompañada de un peaje insostenible "En ningún momento sentí que mi rol en Meltin' Pot fuera incompatible con mi papel como codirector. Lo que sentí fue una enorme presión. Para un fotógrafo, acostumbrado a tratar con dos o tres personas, verse al frente de mas de sesenta y convivir con ellas durante semanas es terrible. Pero divertido, la verdad". El nuevo rey Midas del product placement, uno de los personajes que mejor

han sabido abrazar el marketing sin dejar falto de cariño al arte, tiene pensado repetir, esta vez con una adaptación de Boking on a star, de Daren King.


El hombre tiene una capacidad de absorber trabajo admirable, y, por incapacidad emocional o tozudez, mucho de lo que le acompañó desde el primer día es hoy todavía vital en su consagrada carrera. "Empecé en esto para conocer chicas y porque mi trabajo en contabilidad era muy aburrido", recuerda. "Mi primera experiencia fue Dazed and Confused. Lo montamos pensando que llegar al mes siguiente seria un éxito, y ya llevamos 15 años. Si no hubiese funcionado, tal vez hoy sería un gran emprendedor y me expresaría mediante coches caros, casas grandes y chicas incluso mas grandes". Rankin mantiene fama de duro, aunque el fotógrafo escogido para retratar a la reina en su jubileo (su currículo es amplio y especialmente ecléctico) no esta de acuerdo con el mito. "La gente sólo habla de ti si eres interesante", apunta. "Admito que me porté mal en algunas sesiones de fotos, llegando tarde y diciendo estupideces; pero era joven, me pavoneaba. Jamás hice nada especialmente malo. Portarse mal aburre rápidamente".


El Pais Semanal número 1.556

Domingo 23 de julio de 2006






lunes, 30 de diciembre de 2024

El rey Candaules y el paciente inglés

El faro del fin del mundo / Jacinto Antón



Ha querido la casualidad o el destino que el resurgir actual del pintor Jean Léon Gérôme, autor de Pollice verso vía Gladiator II, me haya coincidido con la maravillosa llegada, como si el simún o el khamsin la arrastrara, de arena del desierto. Y no de una arena cualquiera sino una procedente del Gran Mar de Arena del desierto líbico, la tierra sin mapas, los predios extensos, claro, y perdonen por el bucle del que creo que no saldré nunca, del conde Almásy, el explorador protagonista de El paciente inglés.

Entre las pinturas famosas de Gérôme, aparte de las de gladiadores, me gusta especialmente La reina Rodope observada por Giges (1859), que recrea el famoso y morboso episodio del monarca libio Candaules que narra Herodoto en el libro I de su Historia y que aparece en El paciente inglés (la novela de Michael Ondaatje y la película subsiguiente de Anthony Minguella).

"El tal Caudales", cuenta el gran historiador griego, "estaba enamorado de su mujer y, como enamorado, creía firmemente tener la mujer más bella del mundo", así que no paraba de comentárselo a su oficial favorito, Giges. Pensando que este no se lo acababa de creer, le dijo: "Prueba a verla desnuda". Giges trató de rechazar la insólita oferta, pero el rey se empeñó, y el renuente voyeur acabó escondido en la alcoba real, donde observó, cómo la reina (Herodoto no da el nombre pero según otras fuentes se llamaba Nisia o Rodope) se iba despojando de la ropa. Aprovechando que la mujer de Caudaules se daba la vuelta y se dirigía al lecho donde la esperaba el rey, al que todo aquello debía ponerle mucho, pues si no de qué (de hecho la historia ha dado nombre a una práctica sexual, el caudaulismo, excitarse al ver a tu pareja desnudarse ante otra persona, que ya es vicio curioso), Giges salió por piernas, aunque no antes de que ella lo descubriera. Al día siguiente, la reina, cabreada, le planteó: "O bien matas a Candaules y te haces conmigo y con el reino o bien eres tú quien debe morir para evitar que, en lo sucesivo, por seguir todas las órdenes de Candaules, veas lo que no debes". Giges optó por conservar la vida y mató al rey. Y, cuenta Herodoto, "se hizo con la mujer y con el reino de los lidios".

En El paciente inglés, donde el episodio cobra un sentido muy diferente como preámbulo a una arrebatadora relación romántica, el trío lo componen el rico Geoffrey Clifton, su mujer Katherine y el conde Almásy. Los tres forman parte de una expedición en el Gran Mar de Arena y el marido no deja de cantar las excelencias de su esposa y lo enamorado que está de ella. Pero Katherine, que le ha pedido al conde explorador algo de lectura (lo que nunca es buen síntoma en el viaje de bodas) y este ha acabado dejándole su Herodoto anotado, lee durante una fiesta en las dunas el pasaje de Candaules. Y Almásy señala en el libro de Ondaatje, resumiendo magníficamente la novela: "Esta es la historia de cómo me enamoré de una mujer que leyó determinada historia de Herodoto".

Hay otros cuadros que describen el episodio central de la historia de Candaules. Pero para mí, el mejor es el de Gérôme. Tan obsesionado he llegado a estar con el lienzo que en una ocasión fui a verlo donde lo tienen, que es bastante a desmano: el Museo de Arte de Ponce, en Puerto Rico. También hay otras revisiones literarias del pasaje de Candaules, como la de Theóphile Gautier (1844) y la de Mario Vargas Llosa y su estimulante Elogio de la madrastra (1988).

Decía que el recuerdo de Candaules me ha llegado con una ráfaga de arena del desierto líbico. Me la ha enviado Ángel Carlos Aguayo, que ha estado por allí. La dorada arena, en la que he escarbado para ver si estaba enterrada en ella el ejército perdido del rey persa Cambises, que tanto buscó Almásy, venía metida en una botella de agua mineral egipcia de la marca Siwa, que procede de los manantiales del célebre oasis. Siwa es el oasis de Amón, famoso en la antigüedad por su oráculo y que menciona a menudo Herodoto. Y es adonde los beduinos llevan al paciente inglés (Almásy) abrasado tras caer con su avión ardiendo en el Gran Mar de Arena. Ángel Carlos ha añadido al envío otra botella de Siwa (Natural Water from Siwa Oasis, pone en la etiqueta), esta con el agua original, con la bonita sugerencia de que la use para bautizar a mi nieto Mateo. No se me ocurre mejor idea: un bautismo de aventuras y leyenda, con Herodoto en las lecturas, y el conde Almásy de padrino.


El Pais, sábado 14 de diciembre de 2024


COSMOKNIGHTS 1. PALADINES DEL ESPACIO

Lo siento, pero tu princesa está en otra estación espacial

Bamf



Cosmoknights 1. Paladines del espacio

Hannah Templer 

Editorial Astronave 

EE. UU.

Rústica con solapas 

216 págs.

Color

Traducción: Laura Obradors Noguera

Obras relacionadas

Cosmoknights 2. Libro segundo

Hannah Templer

(Editorial Astronave)

De otro planeta: Las indecentes aventuras de Patricia Highsmith

Grace Ellis y Hannah Templer

(Sapristi Cómic)

Bitch Planet

Kelly Sue DeConnick y Valentine de Landro

(Astiberri Ediciones)

Saga

Brian K. Vaughan y Fiona Staples 

(Planeta Cómic)



Ninguna corriente artística puede recrearse de igual forma que cuando tuvo lugar originalmente. Todo es producto de su contexto y de su zeitgeist. Lo que venga después estará, consciente o inconscientemente, influenciado por lo que la situación previa haya alterado, sumado o provocado en distintos ámbitos. El tramo final de 2014 y todo 2015 fue un periodo de efervescencia feminista en la vertiente más mainstream del cómic anglosajón, coincidiendo en el tiempo títulos de ficción histórica como Sally Heathcote: Sufragista (La Cúpula, 2015); propuestas superheroicas a las que se les concedía un mayor recorrido debido al interés que suscitaba un protagonismo coral femenino total, como el Fuerza-Vde Marvel Cómics (Panini Comics, reeditado en 2024), títulos reivindicativos, combativos y antisistema desde un sector editorial otrora independiente, como el Bitch Planet, de Image Comics (Astiberri, 2017), e incluso un bombazo juvenil sin precedentes como lo fue Leñadoras (Sapristi, 2017). Un caldo de cultivo único en un momento de máxima exposición de un feminismo en proceso de ser fagocitado y asimilado por el mercantilismo dominante —para bien o para mal—.

La magia, la chispa, el corazón de Cosmoknights reside en el hecho de que, pese a iniciar su andadura en formato webcómic (www.cosmok- nights.space) en 2019, año en el que el feminismo secuencial no es en modo alguno extraño pero se encuentra quizás dividido entre un ni- cho académico, específico y autoconsciente por una parte, y otro nicho generalista, comercial y vacuo por otro, Hannah Templer consigue replicar, a través de la aventura, la emoción, el entretenimiento y el color, una experiencia que transmite la energía contestataria, ilusionante y con ganas de romper moldes de épocas previas sin convertirse en un manifiesto farragoso que peque de excesivo didactismo, algo más apropiado para etapas previas. El “feminismo distópico” de Bitch Planet se une con fuerza a la space opera post-Star Wars y post-Firefly del Saga, de Vaughan y Staples (Planeta Cómic, 2012), y al drama personal, humor e inocencia de She-Ra y las Princesas del Poder (Netflix, 2018-2010) a través de algunos de los tropos más sanadores e infalibles que hay: el del grupo de inadaptadas, rebeldes embaucadoras, mordaces e ingeniosas —todas ellas con pasado misterioso, traumático o sencillamente complicado— que luchan contra el orden establecido y la injusticia de un sistema futurista-feudalista y patriarcal. No se trata de un sistema intrínsecamente malvado porque sí, sino más bien un reflejo claro de las insalvables contradicciones y callejones sin salida morales propios del sistema capitalista en el que vivimos. Templer no peca de maniqueísmo, sino que encuentra precisamente aquí uno de sus fuertes: una constante postura de abogada del diablo utilizando los diferentes puntos de vista ideológicos de todas sus protagonistas, uniéndose frente a la adversidad —y desde la diversidad— pese a sus diferencias, formando una familia encontrada y de elección, que puede ser más poderosa que la sangre.

Una obra que gana estabilidad y fondo conforme avanza, de la que puedes quedarte con el mensaje —anticapitalista, antipatriarcal, de rebelión adolescente y llegada a la madurez—; con la diversión fresca de sus ágiles y épicamente lapidarios diálogos, el drama de adolescentes a la fuga y el empoderamiento de sus princesas, que son también caballeros que se rescatan a sí mismas de una forma más compleja que hasta ahora; con su estética de atardeceres galácticos y siluetas fluorescentes que le dan un toque mágico a lo futurista, fusionando las bodegas de carga de naves ajenas a la ley y los edificios ciclópeos estilo Blade Runner con las escenas etéreas y oníricas de Utena (Norma Editorial, reeditado en 2023); o simplemente deleitarte con la siempre poderosa estética de los romances sáficos con espadones y láseres de por medio y cocinados a fuego muy lento. En su conjunto, Cosmoknights es una esperanzadora épica coral futurista de crecimiento personal que envuelve interesantísimos debates y perspectivas acerca de cuál sería la manera correcta o más efectiva de destruir el status quo, en un marco de ciencia-ficción, pero con un discurso perfectamente aplicable a cualquier sociedad real contemporánea. Una oda —simultáneamente futurista, medieval y actual— a la familia de elección, a la lucha de clases, a los tropos románticos y a la diversidad como realidad innegable, con suficiente corazón como para poblar varios planetas, y quedando de sobra para completar el aforo de unos cuantos estadios de violentos deportes espaciales... y alguna que otra nave de contrabando repleta de piratas, pícaras y rufianas de alma noble.


Jot Down Comics 2024