lunes, 30 de diciembre de 2024

El rey Candaules y el paciente inglés

El faro del fin del mundo / Jacinto Antón



Ha querido la casualidad o el destino que el resurgir actual del pintor Jean Léon Gérôme, autor de Pollice verso vía Gladiator II, me haya coincidido con la maravillosa llegada, como si el simún o el khamsin la arrastrara, de arena del desierto. Y no de una arena cualquiera sino una procedente del Gran Mar de Arena del desierto líbico, la tierra sin mapas, los predios extensos, claro, y perdonen por el bucle del que creo que no saldré nunca, del conde Almásy, el explorador protagonista de El paciente inglés.

Entre las pinturas famosas de Gérôme, aparte de las de gladiadores, me gusta especialmente La reina Rodope observada por Giges (1859), que recrea el famoso y morboso episodio del monarca libio Candaules que narra Herodoto en el libro I de su Historia y que aparece en El paciente inglés (la novela de Michael Ondaatje y la película subsiguiente de Anthony Minguella).

"El tal Caudales", cuenta el gran historiador griego, "estaba enamorado de su mujer y, como enamorado, creía firmemente tener la mujer más bella del mundo", así que no paraba de comentárselo a su oficial favorito, Giges. Pensando que este no se lo acababa de creer, le dijo: "Prueba a verla desnuda". Giges trató de rechazar la insólita oferta, pero el rey se empeñó, y el renuente voyeur acabó escondido en la alcoba real, donde observó, cómo la reina (Herodoto no da el nombre pero según otras fuentes se llamaba Nisia o Rodope) se iba despojando de la ropa. Aprovechando que la mujer de Caudaules se daba la vuelta y se dirigía al lecho donde la esperaba el rey, al que todo aquello debía ponerle mucho, pues si no de qué (de hecho la historia ha dado nombre a una práctica sexual, el caudaulismo, excitarse al ver a tu pareja desnudarse ante otra persona, que ya es vicio curioso), Giges salió por piernas, aunque no antes de que ella lo descubriera. Al día siguiente, la reina, cabreada, le planteó: "O bien matas a Candaules y te haces conmigo y con el reino o bien eres tú quien debe morir para evitar que, en lo sucesivo, por seguir todas las órdenes de Candaules, veas lo que no debes". Giges optó por conservar la vida y mató al rey. Y, cuenta Herodoto, "se hizo con la mujer y con el reino de los lidios".

En El paciente inglés, donde el episodio cobra un sentido muy diferente como preámbulo a una arrebatadora relación romántica, el trío lo componen el rico Geoffrey Clifton, su mujer Katherine y el conde Almásy. Los tres forman parte de una expedición en el Gran Mar de Arena y el marido no deja de cantar las excelencias de su esposa y lo enamorado que está de ella. Pero Katherine, que le ha pedido al conde explorador algo de lectura (lo que nunca es buen síntoma en el viaje de bodas) y este ha acabado dejándole su Herodoto anotado, lee durante una fiesta en las dunas el pasaje de Candaules. Y Almásy señala en el libro de Ondaatje, resumiendo magníficamente la novela: "Esta es la historia de cómo me enamoré de una mujer que leyó determinada historia de Herodoto".

Hay otros cuadros que describen el episodio central de la historia de Candaules. Pero para mí, el mejor es el de Gérôme. Tan obsesionado he llegado a estar con el lienzo que en una ocasión fui a verlo donde lo tienen, que es bastante a desmano: el Museo de Arte de Ponce, en Puerto Rico. También hay otras revisiones literarias del pasaje de Candaules, como la de Theóphile Gautier (1844) y la de Mario Vargas Llosa y su estimulante Elogio de la madrastra (1988).

Decía que el recuerdo de Candaules me ha llegado con una ráfaga de arena del desierto líbico. Me la ha enviado Ángel Carlos Aguayo, que ha estado por allí. La dorada arena, en la que he escarbado para ver si estaba enterrada en ella el ejército perdido del rey persa Cambises, que tanto buscó Almásy, venía metida en una botella de agua mineral egipcia de la marca Siwa, que procede de los manantiales del célebre oasis. Siwa es el oasis de Amón, famoso en la antigüedad por su oráculo y que menciona a menudo Herodoto. Y es adonde los beduinos llevan al paciente inglés (Almásy) abrasado tras caer con su avión ardiendo en el Gran Mar de Arena. Ángel Carlos ha añadido al envío otra botella de Siwa (Natural Water from Siwa Oasis, pone en la etiqueta), esta con el agua original, con la bonita sugerencia de que la use para bautizar a mi nieto Mateo. No se me ocurre mejor idea: un bautismo de aventuras y leyenda, con Herodoto en las lecturas, y el conde Almásy de padrino.


El Pais, sábado 14 de diciembre de 2024


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