domingo, 29 de diciembre de 2024

El perfume invisible / Milo Manara




«El arte no es casto, se debería prohibir a los ignorantes e inocentes [...] el arte es peligroso. Si es casto, no es arte».

Pablo Picasso

Los personajes femeninos de Milo Manara parten de la influencia de Crepax y, luego, de Moebius, pero cobran fuerza y personalidad gracias a una vasta cultura clásica: los dibujos de Rafael, la luz de Botticelli... Manara considera maestros a Hugo Pratt y a Fellini; ayudó a mitificarlos con HP y Giuseppe Bergman (1978), un metacómic muy felliniano en el que el álter ego de Manara convierte a Hugo Pratt en «maestro de aventuras». Pero Pratt y Fellini son maestros en un sentido más sentimental que artístico. Ha trabajado con ambos, los admira y ha plasmado en imágenes tanto las fantasías que nunca llevó al cine el director de Rímini como un par de historias que no tuvo tiempo de dibujar el creador de Corto Maltés (1967); sin embargo, Pratt habla de Manara con cariño pero con condescendencia. A propósito de Verano indio (1986), la primera colaboración de ambos, reivindica el erotismo sutil pero turbador de Milton Caniff frente al explícito de Manara, que «tuvo el fallo de tomar como modelo el grafismo de Moebius. No comprendió que él tenía sus propias cualidades»; «Todo el mundo sabe lo que es un pito y lo que es un chichi. Entonces, ¿para qué mostrar un pito entrando en un chichi? [...] A Manara le gusta eso»; o «El dibujo de Manara me parece bello en extremo, pero falto de profundidad». Otros le acusan de lo mismo en sus historias. El propio Manara presume del carácter intrascendente de su obra: dice no estar seguro de que el cómic sea un arte, o será «un arte sui géneris, no equiparable al arte figurativo normal». Incluso cuando se refiere a las excepcionales recreaciones de clásicos del arte de Il pittore e la modella (2001, en España, Sensualitars) dice que quería humanizar a los grandes artistas colocando a sus chicas como modelos; una excusa para meter a sus chavalas en pelotas, vamos. Pero pretendo defender la trascendencia de su intrascendencia.



El perfume del invisible (1985) cuenta la historia de un científico que descubre la fórmula de la invisibilidad y se la aplica en el cuerpo sobre una base de caramelo (el «perfume») para poder contemplar a su amada (Beatriz, una bailarina famosa y déspota). Antes de comenzar es descubierto por la asistente de Beatriz, la joven y autosuficiente Miel (a la que llaman así por el sabor dulce de su coño). Muchos amantes de la historieta consideran que este es el mejor cómic erótico de todos los tiempos, ¿por qué?

Manara recoge la tradición del cómic erótico europeo desde los años sesenta y la tradición clásica de representación del desnudo femenino, y da forma, pese a otras influencias, a un estilo reconocible, con mujeres hermosas y carnales, sensuales y autónomas, epicúreas, libidinosas, que protagonizan historias eróticas oníricas y excitantes, con culos exuberantes, ganas de follar y mucha naturalidad.

La obra que le hizo mundialmente famoso fue El clic (1983), sobre una mujer sexualmente insaciable gracias al efecto perturbador de un aparato a distancia que un hombre maneja a su antojo. Una excusa de voyeur para, sin menospreciar la crítica implícita a la hipocresía de la sociedad burguesa, presentar una sucesión de situaciones eróticas absurdas. Aunque excitante, deja dudas sobre el grado de voluntad de la mujer. El perfume del invisible presenta dos elementos que la ha- cen preferible: la protagonista, Miel, convertida en un icono erótico desde su aparición, no necesita que la obliguen a practicar el sexo, lo hace por voluntad propia, con total naturalidad. En El clic, el mirón que provocaba las subidas de libido femeninas buscaba identificarse con el lector; aquí, el voyeur es un pobre hombre que quiere espiar a su amada, pero el protagonismo es para la iniciativa, la frescura y la autosuficiencia de Miel. Con ella, las excusas para sacar la parte animal del ser humano en lo relativo al sexo resultan innecesarias, es así de forma natural.

Manara tiene en sus manos la fantasía del voyeur (ver sin ser visto), pero no se centra en ella: ¡eso ya define a cualquier lector de cómic erótico! La fantasía aquí es la personalidad femenina autónoma e interesada por el sexo sin complejos. Por eso es una obra erótica más madura, en la que la protagonista absoluta es una mujer (no el espectador, no un aparato, no el sexo), una mujer independiente.

Sobre la influencia de Fellini, tanto Miel como otros personajes del autor poseen el «furor uterino» de la Volpina de Amarcord (1973) y las historias de ambos se materializan cuando aparece una mujer; pero los argumentos de Manara no son tan existenciales como los del Fellini posneorrealista; y la lubricidad, carnalidad, autonomía e independencia de sus personajes femeninos, tienen mucho más que ver con los de Tinto Brass: ambos despojan a la sexualidad del velo de convencionalismos sociales. La película El hombre que mira (1993), por ejemplo, también es una historia en la que el voyeur pierde su poder ante unas mujeres que, como las de Manara, son fuerzas de la naturaleza que ponen en jaque las estructuras masculinas y la propia masculinidad. Y así como Tinto Brass se acerca a Manara, este recupera el espíritu orgiástico de la película Calígula (1980) en el cómic Los Borgia (2005).

Manara representa el erotismo hasta cierto punto insustancial que es la norma en el cómic erótico, pero que no deja de ser subversivo y de cumplir una función: esa explosión de nuestra animalidad.

Resulta chocante que se tilde a Manara de machista. Es cierto que apuesta por el erotismo y que su visión puede ser más masculina que femenina (es un hombre), pero parece que la crítica procede del debate, ya superado, de si la pornografía puede ser feminista o no. Aunque Manara no hace pornografía, sino erotismo más o menos explícito (como Tinto Brass). Sea como fuere, creo que Milo Manara es feminista. En el cómic de Alison Bechdel Unas bollos de cuidado (1985), una de las protagonistas dice que no va a ver películas que no cumplan los siguientes requisitos: 1. Que salgan al menos dos personajes femeninos; 2. Que dichos personajes se hablen en algún momento; 3. Que dicha conversación no trate sobre hombres (no limitado a relaciones románticas). Algunos proponen otro: que los personajes femeninos tengan nombre. Como curiosidad, El perfume del invisible pasa el test de Bechdel. Esto no prueba nada, pero se utiliza para evaluar brechas de género.

Los personajes femeninos de Manara no son partenaires de un héroe masculino, ni representan la versión femenina de un héroe masculino (como Batgirl), son mujeres fuertes, con carácter y cualidades propias. Si el feminismo propugna que la mujer no esté en segundo plano o que no tenga poca presencia, si se identifica lo feminista con la igualdad y la emancipación, los personajes de Manara lo cumplen sobradamente. Si se trata de establecer las relaciones de poder entre hombres y mujeres, el poder lo tienen las mujeres. Si se trata del concepto general de la realidad, no existe una visión androcéntrica pero quizá sí masculina: ¿es eso machista? Me resisto a creerlo. El machismo niega el papel de la mujer como sujeto y promueve su negación; en lo sexual, promociona la inferioridad de la sexualidad femenina como sujeto pasivo o la negación del deseo femenino. A Milo Manara no creo que se le pueda acusar de machismo. Sobre si Manara excluye los deseos y las fantasías de las mujeres, habría que hacer una encuesta entre las mujeres.

Que la violencia sexual (presente en los cómics de Manara) y la pornografía se consideren formas de «sadismo cultural» que alimentan el dominio sexual de los hombres sobre las mujeres, es una visión del feminismo de los ochenta ya superada. El feminismo defiende ahora, en primer lugar, el respeto a las diferentes formas de entenderlo, y que la lucha contra la violencia incluya la lucha por ampliar las cotas de placer y libertad sexual de las mujeres y de las minorías sexuales, huyendo de los presupuestos más coitocéntricos y heterosexistas, pero con espacio para la fantasía.

Y en lo referente a fantasías eróticas, Manara rompe tabúes, hace frente al poder con una sexualidad femenina agresiva y emancipatoria, se entrega a la diversión, a los juegos, a la sátira, a la ironía... no hay que perder de vista el sentido del humor, un humor excéntrico y rebelde que en sí mismo es transgresor. De esas pequeñas transgresiones surgen las actitudes revolucionarias que cuestionan el orden establecido, también en temas de género.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


Mis libros de texto por Pablo Carbonell



"Por raro que parezca, yo no era el más tonto de mi clase, pero mis notas eran las peores. Mi cuadernillo de notas era una ración de calamares, una cadena del retrete, un rosco multiplicado por infinito... Compartía el honor de ser el último con un niño que queria ser pollero, y, mira por dónde, él tiene su puesto de pollos; en cambio, yo, que iba a ser misionero en Africa, aquí me veo, y sin negra ni nada...

¿Quién tuvo la culpa? Mi hermano el mayor. El iba a mi mismo colegio, pero un ano antes, y destrozaba los libros que luego yo heredaría. A él le daban todos los años unos libros preciosos, y a mí, unos lamidos por el aburrimiento, descuajaringados, subrayados en los sitios más absurdos.

Hubo una vez que tuve que llevarlos todos al zapatero para que me los cosiera, con lo cual, aparte del tufo a fracaso, el olor de la cola me marcaba y me producía alucinaciones. De ahí me viene el mote ese de El Místico que acarreo todavía. ¡Cómo los odiaba! Para mí eran el camino hacia la descualificación profesional. Esos eran mis libros, y no había nada que hacer. Salvo dedicar las clases a distorsionarlos, acercarlos a mi personalidad, hacerlos mis libros.

Mi primer trabajo de demolición fue pintarles un traje de hombre rana a los reyes godos. Ya no habría posibilidad de distinguirlos de la tripulación del Calipso. La foto de Franco parecía la de Fidel Castro después del trabajo que le hice con el boli. Todos los hombres ilustres tenían una botella de vino bajo el brazo. Mi afán descognitivo era tal que, después de vestir de traje y corbata a los indígenas precolombinos, decidí anular toda pretensión educativa en mis libros.

Alteré las palabras tachando letras hasta conseguir crear un nuevo mensaje, absurdo, sí, pero más cercano. La tabla de los elementos la transformé en la alineación del Cádiz Club de Futbol; las facetas que cultivar eran macetas que cultivar; las puertas eran todas putas; los cálculos, culos; los otoños, coños; las ampollas, pollas, y las declinaciones latinas eran las imprecaciones que lanzaba la niña de El exorcista. ¡Qué orgulloso me sentía ahora con mis libros! Por fin, sus textos e ilustraciones formaban parte de mi proceso degenerativo-existencial. Una degeneración existencial hacia mi reconocimiento en el mundo. Yo sacaba las peores notas, pero siempre era elegido delegado de curso porque todos los de mi clase envidiaban mis libros. Y me los pedían para reírse, y amablemente me ayudaban en la tarea de destrucción de contenidos, tachaban y tachaban letras, y me preguntaban que cómo era que mis padres no me decían nada. Yo les decía que es que yo era de familia numerosa. Y se morían de envidia." •

El Pais Semanal nº 1.258

Domingo 5 de noviembre de 2000


sábado, 28 de diciembre de 2024

Nuestro hombre en el laberinto

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

Ángel Carlos Aguayo, con la fotografía de Pendlebury, y su libro y un ojo de pega. J.A.


Cuando pienso en Creta, la primera persona que me viene a la cabeza, después del Minotauro, al que no sé si puedo considerar completamente persona, con esos cuernos, es Patrick Paddy Leigh Fermor (1915-2011), el osado agente británico que secuestró al comandante alemán de la isla durante la II Guerra Mundial y que además, como decía el escritor Thom Jones del púgil Sonny Liston, fue mi amigo (algo que no puedo decir del Minotauro). Luego está John Pendlebury (1904-1941), al que no conocí, fundamentalmente porque lo ejecutaron los paracaidistas alemanes durante la invasión aerotransportada de Creta (episodio al que yo no llegué hasta 2019, algo tarde para combatir), pero del que me habló mucho Paddy, que sí que lo conoció y lo admiraba tanto como yo a él. Pendlebury era arqueólogo y también fue militar y guerrillero filohelénico, igual que Leigh Fermor. Fue el segundo conservador del yacimiento de Cnossos después del célebre y controvertido Arthur Evans -que restauró el palacio como si lo hubiera amueblado Ikea-, pero excavó asimismo en Tell el Amarna. No conozco otra persona que haya estado en la capital de Minos y en la Akenatón, excepto Sinuhé el Egipcio de Mika Waltari, que pierde a su primer amor, artista de la taurocatapsia, en el laberinto cretense. De Pendlebury, el héroe tuerto de Creta, es fama que dejaba su ojo izquierdo artificial en la mesa del despacho cuando iba a sus cosas de agente de inteligencia y guerrillero. El ojo original lo había perdido a los dos años en circunstancias nunca aclaradas (se clavó un lápiz o una espina).

Otras personas que relaciono con la isla son Teseo, Antony Beevor, Nikos Kazantzakis, que era cretense y escribió, entre sirtaki y sirtaki, la novela En el palacio de Cnosos, en la que aparece el Minotauro más patético que conozco, incluido el de tamaño natural y apolillado qye exhiben en la tienda de souvenirs a la entrada del yacimiento; George Psychoundakis, el correo de la resistencia cretense, amigo también de Paddy (ya ven, somos como una gran familia), María Belmonte, que se ha pateado el Ida (y vuelta), y Lawrence Durrell que alumbró algunas de las páginas más hermosas sobre Creta en su libro acerca de las islas griegas -aparte de El laberinto negro-. Durrell señala la pasión de los cretenses, "los escoceses de Grecia", por las botas altas de cuero, que se combinan perfectamente, subraya, con una pistola en la faja y una daga en la cadera. Paddy y Pendlebury, oficiales y guerrilleros a los que les gustaba vestir como para ir de farra con Lord Byron, le darían la razón.

Desde hace unos años he incorporado a mi grupo de cretenses a Ángel Carlos Aguayo, que se ha convertido en un fan tan radical de Pendlebury que me da miedo que un día se saque un ojo y se vaya a buscar pelea con paracaidistas. Ángel Carlos (Madrid, 40 años), historiador del arte, es de las personas que conozco que más veces ha estado en Creta sin ser cretense, 12, la mitad de ellas como guía de viajes arqueológicos de la agencia Pausanias. Es el único que ha puesto más flores que yo en la tumba de Pendlebury en el cementerio aliado de Suda Bay, añadiendo libaciones de whisky y haciéndole cantar a un escocés que pasaba por ahí En los campos de Flandes. También ha visitado a menudo, con fetichismo expansivo, el famoso punto de la carretera de Cnosos a Heraclión donde Paddy and friends secuestraron al general Kreipe y que ya es como el punto de reunión de los que veneramos a Leigh Fermor y a todos los héroes extravagantes que se nos pongas a tiro (valga la palabra).

Desde la pandemia, Aguayo, con su fijación por Pendlebury, andaba enfrascado en la publicación en España de A handbook of to the palace of Minos at Knossos, la guía del sitio que hizo el estudioso en 1933. Le había cogido como una obsesión y tras unas serie de vicisitudes ha conseguido que la publique Confluencias, con edición, introducción, epílogo y traducción (con Elena Magro) del propio Aguayo. El proyecto ha tardado tanto que Almuzara se adelantó y publicó el año pasado la guía, integrada en el volumen Arqueología de Amarna y Cnosos. Pero la edición de Ángel Carlos tiene el encanto de la mirada del especialista y ferviente admirador: el epílogo, en el que actualiza la guía, está escrito en forma de carta a Pendlebury y sólo por eso ya vale la pena el libro, que además está concebido para llevar en la mano durante la visita a Cnosos, como el hilo de Aridna.

Quedé el otro día con Aguayo en los locales de Pausanias en Madrid para hablar del libro y me recibió entre el fresco del príncipe de los lirios de Cnosos y la famosa foto de Pendlebury en la que luce un collar de Amarna sobre el torso desnudo. Aguayo comenzó por recordar que era la víspera de la celebración ortodoxa del arcángel san Miguel (Mihail´s Day, 8 de noviembre) y descorchó, como hemos hecho preceptivo los fans de Leigh Fermor (Michael, Miguel, era su segundo nombre y el que le dieron en la resistencia cretense), una botella de un buen vino de Tokaj con el que acabamos, tras una serie de animados brindis "por los héroes", dándole vivas a Paddy, a Pendlebury, y hasta al Minotauro.

La guía de Pendlebury, con mapas y planos, es una excelente compañía para  orientarse en Cnosos, un conjunto monumental tan rico y abigarrado que como te pierdas no sales (quizás esa complejidad inspiró el mito del laberinto). Por supuesto, 91 años después había que ponerla al día. "Y se me ocurrió hacer esa actualización como una carta a Pendlebury". Aguayo, que hasta carga una gominola en forma de ojo postizo, se siente muy identificado con él, incluso en detalles familiares e intimos, por no hablar del espíritu aventurero. "Siento que Pendlebury me inspira, me transmite su energía y su fuerza, se levendia". Levendia, la virtud que combina todos los atributos del héroe clásico, incluido la agilidad de palabra y la destreza con las armas. Aguayo se arremanga y muestra la palabra tatuada en el brazo. Levendia. "¡Por John!", exclama alzando una vez más la copa llena de líquido ambarino, el licor de los héroes. ¡Por John! Y por todos los que nos elevan sobre la penumbra de nuestras vidas con el brillo dorado de su valor.


El Pais , sábado 16 de noviembre de 2024


viernes, 27 de diciembre de 2024

¿Es esto de verdad el fin del mundo?

Parece que la destructiva meta de este trío de jóvenes está a punto de convertirse en realidad…

José Luis Vidal

24 de diciembre 2024

Pero antes de contestaros a esta pregunta hay que retomar el final del anterior volumen, en el que por fin Nozomi y la psicópata Thunder Girl iban a poder verse las caras. Y agarraos al sillón, porque aunque el autor de este poderoso manga, Atsushi Kaneko, ya nos ha regalado escenas multitud de escenas impactantes, la que viene a continuación os va a dejar con la boca abierta. Y su resolución aún más sorprendidos si cabe…




EVOL 7

Autor: Atsushi Kaneko

Tapa blanda

Blanco y negro

288 págs.

14,95 euros

Panini Cómics


Pero centremos nuestra atención ahora en otro miembro de EVOL, Sakura, a la que ya vimos siendo contactada por unos tipos de amenazante aspecto, que forman parte de la organización criminal Damned y, al igual que los protagonistas, su objetivo principal es la total destrucción del planeta.

Y para ello tienen un plan maquiavélico, en el que el ingrediente principal es una formula letal, el Zhidkost, que esparcido en la atmósfera, puede suponer la aniquilación de la raza humana al completo. Pero para que este plan funcione, necesitan de la ayuda de Sakura, que se deja llevar, aunque comienza a escamarse cuando conozca que tal vez nada es lo que parece en toda esta situación.

Tanto el gobierno de Japón como el cónclave de los 'héroes' están alarmados por esta amenaza, así que Mum, la misteriosa líder del grupo, envía a varios de sus más letales operativos para que atajen de una vez por todas este problema, con el peligro que ello conllevará para la propia Sakura, que las va a pasar auténticamente canutas a la hora de librarse de este peligro que se aproxima.

Mientras tanto, la cuenta regresiva avanza…

En EVOL, su autor no se anda con chiquitas, y va a mostrarnos lo peligroso que resulta poseer un gran poder sin ningún tipo de responsabilidad ni control sobre el caos que se forma alrededor de este trío de jóvenes traumatizados por diferentes motivos, que tan solo encontraron una salida, la más terrible, para acabar con su dolor.

Pero esta solo fue un nuevo camino, un comienzo diferente para sus vidas. Los convertiría en celebridades en la RRSS, con sus fans y detractores, que siguen sus pasos allá donde la destrucción les acompaña, ya sea causada por ellos o por los autodenominados defensores de la paz, como los hermanos Lighting Bolt Y Thunder Girl.

En fin, no paro de repetirlo. Si no conoces esta serie más vale que vayas corriendo a tu librería, ya que es de lo mejor que se está publicando en nuestro país. Con un argumento que te deja enganchado desde la primera página, un estilo gráfico super reconocible y una narrativa que bebe tanto del cine como del comic occidental.

Y lo mejor de todo, aún queda mucho y bueno por contar, como por ejemplo, ¿Qué demonios le ha pasado a la tercera miembro de EVOL, la letal Akari?

Esta y muchas más preguntas serán contestadas en futuras entregas de este manga.


Diario de Cadiz


Cuidado con el sol por Maitena


 El Pais Semanal nº1452

Domingo 25 julio de 2004

jueves, 26 de diciembre de 2024

Guerras estelares FRANCISCO PÉREZ NAVARRO

AMERICAN graffitti



La memoria es débil y El Imperio impone las modas. Ya hace varios años que, a pesar de la tenaz y difícil resistencia de la fracción europea y europeista-, el Imperio nos esta imponiendo sus personajes, sus formatos, su estilo... su historieta en suma. Esta hegemonia solo se ve amenazada por la larguísima sombra de los mangas japoneses, pero es curioso reseñar que esta sombra sólo empezó a proyectarse sobre nosotros vía Estados Unidos, precisamente.

Y la última moda del Imperio es la autoedición. O, cuando menos, el intento de independendizarse editorialmente de los dos grandes monstruos que han dominado el mercado norteamericano durante los últimos 50 años: Marvel y D.C. Comics.

Todo empezó con una panda de jovencitos endiosados, que se creyeron con derecho a que su parte del pastel fuera más suculenta de lo que las editoriales estaban dispuestas a concederles. Propulsados a la fama por un dibujo tan espectacular y brillante como confuso y falto de narrativa, el grupo formado por Todd MacFarlane, Rob Liefeld, Erik Larsen, Jim Lee, Marc Silvestri, Whilce Portaccio y Jim Valentino, se unieron en un sello común, Image Comics, bajo el que ofrecer conjuntamente sus producciones a una editorial. La feliz destinataria fue Malibú Comics.

El trabajo del grupo con personajes Marvel -sobre todo Spiderman y toda la familia mutante- había tenido un éxito de ventas realmente espectacular y sus quejas tenían fundamento.

Mientras que Marvel Entertainment Group Inc. declaraba exultante millones de dólares de beneficios, año tras año, a los dibujantes se les negaba siquiera un mínimo porcentaje de las ventas de camisetas, posters, cromos, munecos y todo el merchandising inimaginable -corbatas y calzoncillos incluidos-, ilustrados con sus dibujos, bajo la excusa de que los personajes eran propiedad exclusiva de Marvel y que, por tanto, el pastón derivado de la utilización de cualquier imagen de dichos personajes le correspondía también a los profundos y sedientos bolsillos de la editorial.

Eran las reglas del juego, y los dibujantes las conocían cuando firmaron sus contratos. Todo muy cierto, pero no por ello menos injusto. Los dibujantes integrados en Image dejaron muy claro desde el principio que no renegaban del sistema ni del estilo: adoraban a los superhéroes y pretendían seguir haciendo superhéroes, puros, duros y tradicionales... pero ahora "creados" por ellos.

De esta forma, todos los beneficios derivados de la explotación comercial serían para su "creador". No importaba el papel que en su éxito hubieran podido tener guionistas de calidad o personajes con tradición. Es más, renegaban de unos y otros, presentándolos como simples coacciones a su "creatividad". Se veían a sí mismos como una máquina comercial imparable y dedicaron todo su empeño a demostrarlo. Hoy día, puede decirse que lo han conseguido. Con la honrosa excepción de Todd MacFarlane -que tiene en la calle una veintena de números de su personaje Spawn-, ninguno de los autodenominados "creadores" ha conseguido publicar sus colecciones con la regularidad planeada, mensual, pero ya tenemos miles de camisetas, pósters, cromos, muñecos y todo el merchandising inimaginable -corbatas y calzoncillos incluidos-; incluso algo que las grandes editoriales nunca han tenido fácil: contratos para llevar sus personajes al cine o la televisión, tanto en imagen real como en series de dibujos animados.

Tras pasar un año en Malibú Comics, el sello Image se transformó en editorial. Entretanto, su plantel se había ampliado considerablemente. Los miembros fundadores habían formado estudios en los que trabajaban equipos de dibujantes noveles -Jim Lee tiene su Hommage Studio y Rob Liefeld su Extreme Studio, por poner sólo dos ejemplos- y logrado tentar con sus ofertas a otros dibujantes que, por una razón u otra, destacaban en el panorama editorial norteamericano: Dale Keown, Larry Stroman, Sam Kieth, Mike Grell, Keith Giffen, Jerry Ordway, Jae Lee, Mark Texeira, Art Thibert, Brandon Peterson...

Pronto aparecieron las serpientes en el paraíso. El retraso en la publicación de los números era generalizado y se rescindieron varios contratos, siempre de recién llegados -Mike Grell, Keith Giffen, Larry Stroman...—. Los expulsados de la tierra de promisión protestaron: si ellos se habían retrasado alguna que otra semana en sus entregas, los fundadores del grupo solían retrasarse meses enteros. La respuesta fue contundente: era verdad, pero los propietarios de Image tenían reglas distintas para ellos y para los demás. Ellos eran los jefes y, por supuesto, no pensaban despedirse a sí mismos. Punto final.

Pero, al margen de polémicas, el ejemplo había cundido entre muchos autores, esta vez guionistas y dibujantes al alimón. Aunque acusado por sus detractores de reproducir con sus ayudantes y contratados los mismos esquemas de Marvel y D.C., Image había demostrado que "existía vida" fuera del mundo de las dos grandes.

En consecuencia, hace pocos meses nació Legends, marca de fábrica que engloba a pesos pesados del calibre de Frank Miller, John Byrne, Mike Mignola, Arthur Adams, Geoff Darrow o Dave Gibbons, y que ya han empezado a publicar bajo el pie editorial de Dark Horse Comics.

Y Malibu Comics, pequeña compañía independiente que había saboreado las mieles de las ventas millonarias durante el año en que publicó los títulos de Image, acaba de encontrar sustituto en Bravura, nombre bajo el que se acoge otro buen puñado de profesionales tan competentes como Jim Starlin, Howard Chaykin, Gil Kane, Walter Simonson, Peter David, Dan Brereton, Steve Grant o Dan Jurgens.

El tema está candente y todavía hará correr ríos de tinta, a favor y en contra. Pero pocos se acordarán de que, ya hace bastante tiempo, Neal Adams intentó lo mismo al crear Continuity Comics. Y que Dave Sim lleva más de diez años autoeditandose su Cerebus. Pero, claro, ninguno ha vendido millones de ejemplares.

Y tampoco nadie se acordará de que Los Humanoides Asociados fueron, antes de su venta al vil metal de los banqueros suizos, un intento de escapar del control editorial de Dargaud, por parte de Moebius, Druillet, Dionnet y compañía. O que Gotlib, Mandryka y Bretecher habían hecho lo propio con L'Echo des Savanes. O que en nuestro país, sin ir más lejos, un grupo de los mejores profesionales españoles del momento se reunió en torno a la revista Trocha-Troya.

Y es que, la memoria es débil y El Imperio impone las modas.


Revista Viñetas nº3 marzo 1994 Ediciones Glenat




miércoles, 25 de diciembre de 2024

Sin Perdón Una evasión inteligente LORENZO DÍAZ



"A partir de ahora todas las películas malas serán españolas", decía Haro Tecglen en El País respecto al GATT y tras ver en el Plus la película A propósito de Henry. Es falso, claro y él lo sabe, como sabe que las películas malas españolas no llegan ni a la suela de los zapatos a esa película en lo que a atracción de público, calidad formal y medios se refiere. Seguirán estrenándose películas malas americanas y (¿curiosamente?) atraerán más público que la mayoría de las películas buenas españolas.

Y el motivo será, problemas de exhibidores y distribuidores al margen, que se hacen pocas películas como Belle Epoque que aúnen la calidad mínima (y eso que Trueba no es santo de mi devoción) con el interés del público. Parece que aquí no saben hacerse buenas películas para todos los públicos como En la línea de fuego, banales pero correctas, conocidas pero entretenidas, sencillas pero inteligentes. En los cines españoles se ven cada vez más edipos no asumidos, más graciosos de bar y estetas sin nada que contar y que más que mover la cámara parecen sacar fotos con movimiento. En el país hay unos directores artísticos y unos fotógrafos del copón, pero eso no basta para llevar al público a las salas. Conclusión, hay crisis. Y esta crisis parece requerir una intervención gubernamental, y necesitar ayuda estatal, como si eso produjera buenas películas.

Con los tebeos pasa algo parecido y los autores y editores se quejan por falta de ventas, achacándolo a la crisis, a la estupidez del lector o la mayor preponderancia en el mercado de material yanqui o japonés (la culpa de las cosas siempre es ajena, no propia). Si no fuera porque no están organizados, empezarían a pedir otro GATT. El problema viene a ser el mismo. Si las colecciones se cierran es por no coincidir con los gustos del público. En este país se han abundado mucho en un tipo de historieta muy coyuntural y desfasada, casi en el mismo momento que salió a la calle (no es de extrañar que Toutain cerrara todas sus publicaciones; seguir editándolas era como seguir vistiéndose como Travolta en Fiebre de Sábado Noche). También se abundó en un tipo de historieta de élite, interesante gráficamente y poco accesible al lector medio, que al final sólo compraban profesionales y directores de arte publicitarios (con la sana intención de copiarle/plagiarle para su trabajo). Lo que siempre han escaseado son las historietas que se leen al margen de manías y autores, las que sólo apelan al sentido de la diversión del lector con historias entretenidas (no por ello banales, o poco profundas; lo cortés no quita lo valiente).

Ahora tenemos un panorama desastroso, con autores interesantes sin una revista que admita sus trabajos, comerciales o no, con autores consagrados que no entienden porqué no se vende ahora su trabajo si lleva haciéndolo desde hace años, de autores elitistas que dan más importancia a la forma que al contenido y que miran por encima del hombro a todo autor que dibuje una mano con cinco dedos, de autores conservadores que no consideran historieta todo lo que no tenga una secuencia clara y sus personajes no tengan manos con cinco dedos, etc.

Y, para colmo, no hay una crítica contrastada ni un órgano mínimamente independiente (valdría hasta uno manipulado con un mínimo de coherencia) que ayude a promocionar y difundir los productos que salen a la calle, como sí sucede con el cine. El resultado parece ser una crisis editorial en medio de una gran crisis económica; algo incomprensible, ya que las crisis económicas suele propiciar las industrias de la evasión.

Escribo esto en un momento muy peculiar: la revista VIÑETAS en que se va a leer estas líneas podría llegar a cubrir las carencias de un mercado ansioso de una evasión mínimamente inteligente; en estos meses saldrán a la calle tres revistas nuevas; se vislumbran nuevos proyectos editoriales. Puede que las cosas se arreglen, puede que no. El problema de los textos coyunturales como éste es que o se quedan desfasados en el momento de escribirse o se convierten en históricos y pueden leerse cada año como si se acabasen de escribir. Al fin y al cabo, lo de la crisis del cine español parece un problema de hace diez años. Y,


Revista Viñetas nº3 marzo 1993 Ediciones Glenat