jueves, 26 de diciembre de 2024

Guerras estelares FRANCISCO PÉREZ NAVARRO

AMERICAN graffitti



La memoria es débil y El Imperio impone las modas. Ya hace varios años que, a pesar de la tenaz y difícil resistencia de la fracción europea y europeista-, el Imperio nos esta imponiendo sus personajes, sus formatos, su estilo... su historieta en suma. Esta hegemonia solo se ve amenazada por la larguísima sombra de los mangas japoneses, pero es curioso reseñar que esta sombra sólo empezó a proyectarse sobre nosotros vía Estados Unidos, precisamente.

Y la última moda del Imperio es la autoedición. O, cuando menos, el intento de independendizarse editorialmente de los dos grandes monstruos que han dominado el mercado norteamericano durante los últimos 50 años: Marvel y D.C. Comics.

Todo empezó con una panda de jovencitos endiosados, que se creyeron con derecho a que su parte del pastel fuera más suculenta de lo que las editoriales estaban dispuestas a concederles. Propulsados a la fama por un dibujo tan espectacular y brillante como confuso y falto de narrativa, el grupo formado por Todd MacFarlane, Rob Liefeld, Erik Larsen, Jim Lee, Marc Silvestri, Whilce Portaccio y Jim Valentino, se unieron en un sello común, Image Comics, bajo el que ofrecer conjuntamente sus producciones a una editorial. La feliz destinataria fue Malibú Comics.

El trabajo del grupo con personajes Marvel -sobre todo Spiderman y toda la familia mutante- había tenido un éxito de ventas realmente espectacular y sus quejas tenían fundamento.

Mientras que Marvel Entertainment Group Inc. declaraba exultante millones de dólares de beneficios, año tras año, a los dibujantes se les negaba siquiera un mínimo porcentaje de las ventas de camisetas, posters, cromos, munecos y todo el merchandising inimaginable -corbatas y calzoncillos incluidos-, ilustrados con sus dibujos, bajo la excusa de que los personajes eran propiedad exclusiva de Marvel y que, por tanto, el pastón derivado de la utilización de cualquier imagen de dichos personajes le correspondía también a los profundos y sedientos bolsillos de la editorial.

Eran las reglas del juego, y los dibujantes las conocían cuando firmaron sus contratos. Todo muy cierto, pero no por ello menos injusto. Los dibujantes integrados en Image dejaron muy claro desde el principio que no renegaban del sistema ni del estilo: adoraban a los superhéroes y pretendían seguir haciendo superhéroes, puros, duros y tradicionales... pero ahora "creados" por ellos.

De esta forma, todos los beneficios derivados de la explotación comercial serían para su "creador". No importaba el papel que en su éxito hubieran podido tener guionistas de calidad o personajes con tradición. Es más, renegaban de unos y otros, presentándolos como simples coacciones a su "creatividad". Se veían a sí mismos como una máquina comercial imparable y dedicaron todo su empeño a demostrarlo. Hoy día, puede decirse que lo han conseguido. Con la honrosa excepción de Todd MacFarlane -que tiene en la calle una veintena de números de su personaje Spawn-, ninguno de los autodenominados "creadores" ha conseguido publicar sus colecciones con la regularidad planeada, mensual, pero ya tenemos miles de camisetas, pósters, cromos, muñecos y todo el merchandising inimaginable -corbatas y calzoncillos incluidos-; incluso algo que las grandes editoriales nunca han tenido fácil: contratos para llevar sus personajes al cine o la televisión, tanto en imagen real como en series de dibujos animados.

Tras pasar un año en Malibú Comics, el sello Image se transformó en editorial. Entretanto, su plantel se había ampliado considerablemente. Los miembros fundadores habían formado estudios en los que trabajaban equipos de dibujantes noveles -Jim Lee tiene su Hommage Studio y Rob Liefeld su Extreme Studio, por poner sólo dos ejemplos- y logrado tentar con sus ofertas a otros dibujantes que, por una razón u otra, destacaban en el panorama editorial norteamericano: Dale Keown, Larry Stroman, Sam Kieth, Mike Grell, Keith Giffen, Jerry Ordway, Jae Lee, Mark Texeira, Art Thibert, Brandon Peterson...

Pronto aparecieron las serpientes en el paraíso. El retraso en la publicación de los números era generalizado y se rescindieron varios contratos, siempre de recién llegados -Mike Grell, Keith Giffen, Larry Stroman...—. Los expulsados de la tierra de promisión protestaron: si ellos se habían retrasado alguna que otra semana en sus entregas, los fundadores del grupo solían retrasarse meses enteros. La respuesta fue contundente: era verdad, pero los propietarios de Image tenían reglas distintas para ellos y para los demás. Ellos eran los jefes y, por supuesto, no pensaban despedirse a sí mismos. Punto final.

Pero, al margen de polémicas, el ejemplo había cundido entre muchos autores, esta vez guionistas y dibujantes al alimón. Aunque acusado por sus detractores de reproducir con sus ayudantes y contratados los mismos esquemas de Marvel y D.C., Image había demostrado que "existía vida" fuera del mundo de las dos grandes.

En consecuencia, hace pocos meses nació Legends, marca de fábrica que engloba a pesos pesados del calibre de Frank Miller, John Byrne, Mike Mignola, Arthur Adams, Geoff Darrow o Dave Gibbons, y que ya han empezado a publicar bajo el pie editorial de Dark Horse Comics.

Y Malibu Comics, pequeña compañía independiente que había saboreado las mieles de las ventas millonarias durante el año en que publicó los títulos de Image, acaba de encontrar sustituto en Bravura, nombre bajo el que se acoge otro buen puñado de profesionales tan competentes como Jim Starlin, Howard Chaykin, Gil Kane, Walter Simonson, Peter David, Dan Brereton, Steve Grant o Dan Jurgens.

El tema está candente y todavía hará correr ríos de tinta, a favor y en contra. Pero pocos se acordarán de que, ya hace bastante tiempo, Neal Adams intentó lo mismo al crear Continuity Comics. Y que Dave Sim lleva más de diez años autoeditandose su Cerebus. Pero, claro, ninguno ha vendido millones de ejemplares.

Y tampoco nadie se acordará de que Los Humanoides Asociados fueron, antes de su venta al vil metal de los banqueros suizos, un intento de escapar del control editorial de Dargaud, por parte de Moebius, Druillet, Dionnet y compañía. O que Gotlib, Mandryka y Bretecher habían hecho lo propio con L'Echo des Savanes. O que en nuestro país, sin ir más lejos, un grupo de los mejores profesionales españoles del momento se reunió en torno a la revista Trocha-Troya.

Y es que, la memoria es débil y El Imperio impone las modas.


Revista Viñetas nº3 marzo 1994 Ediciones Glenat




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