martes, 17 de diciembre de 2024

Huellas cromadas

Huellas cromadas. Un viaje a los años cincuenta en La Habana actual, donde los coches clásicos estadounidenses y la arquitectura de la primera mitad del siglo XX se alían para desafiar cualquier lógica temporal. Un patrimonio único que la mirada de Norman Foster ha convertido en libro.


Por Belinda Saile Fotografía de Nigel Young

Un dúo de 1957. El Chevrolet Bel Air del artista plástico Marco Castillo, retratado frente al hotel Riviera de La Habana

Cada mañana, cuando el sol empieza a calentar la explanada
frente al Capitolio de La Habana, se repite un desfile singular en el kilómetro cero de Cuba. Un día cualquiera, más de una veintena de coches clásicos estadounidenses de los años cincuenta, niquelados y brillantes, aparcan aquí para convertirse en taxis turísticos. Formidables modelos de Chevrolet, Cadillac, Dodge o Mercury pintados de rosa chicle, turquesa o gris.

Muchos son descapotables. como el Buick Super Dynaflow de 1950 de William Hernández, que luce un llamativo naranja, llantas cromadas y tapicería blanca. Sin techo se puede ver todo mucho mejor y el aire alivia el calor", dice William. Hemos tenido suerte, está esperando a los próximos clientes y ha respondido al teléfono. Suele pasear a los turistas hasta la plaza de la Revolucion. el cementerio de Colón, El
Bosque de La Habana y el barrio de Miramar para recurvar, siguiendo la gran línea del Malecón, hasta el punto de salida. La tarifa de una hora son unos 20 euros. Y desde los asientos de estas piezas de museo rodantes se despliega la fascinante belleza destartalada de la ciudad.
Un viaje en el tiempo.

"La Habana es un gran museo de arquitectura al aire libre con edificios que han preservado sus estructuras originales gracias a que el boom constructivo que arrasó barrios enteros en otras capitales latinoamericanas en los años sesenta y setenta no llegó a Cuba", explica la arquitecta cubana María Elena Martín Zerquera,
coautora de una de las guías mas ambiciosas de la arquitectura habanera. Destaca la primera mitad del siglo XX, con obras de estilo art deco, art nouveau, eclecticismo y movimiento moderno. "Hay barrios que incluso guardan el urbanismo de aquella época, como el Vedado o el Nuevo Vedado, que se construyó prácticamente entero en la década de los cincuenta. Un patrimonio de gran valor que necesita urgentemente un plan de rescate", dice la arquitecta.

Un legado fabuloso que fascinó a un visitante excepcional, el arquitecto británico Norman Foster, quien en sus viajes a la isla caribeña también se quedó maravillado con las líneas sinuosas de los coches clásicos. Y nació la idea de documentar este binomio congelado en el tiempo en un libro, Havana. Autos & Architecture, que vio la luz estos días. Coches y arquitectura. Dos elementos que funden el presente y el pasado de la ciudad y encierran historias que sólo podrían contarse en La Habana. El periodista Mauricio Vicent las ha escuchado a lo largo de los 28 años que ha vivido en La Habana (muchos de los cuales fue corresponsal de EL PAÍS) y las relata aquí con mucho detalle. Historias como las de William Hernández, cuyo abuelo fue un inmigrante canario que llegó a ser general mambi y congresista, y cuyo padre, dueño de una vaquería y de colonias de caña de azúcar, se compró en 1951 aquel Buick descapotable que fue lo único que
quedó de la fortuna familiar tras la revolución. Hoy da de comer a una familia entera.

La vida media de un coche en Europa puede ser de unos 10 o 15 años. En Cuba se calcula que circulan unos 70.000 vehículos estadounidenses fabricados antes de 1959; es decir, que tienen al menos 55 años. Muchos de ellos se han convertido en taxis colectivos, una especie de transporte público con rutas fijas que alivia la complicada movilidad cotidiana de la ciudad. Los cubanos suelen llamarlos "almendrones", en referencia a su forma de almendra
gigante, o "cacharros" cuando ya están muy destartalados. Los mas exclusivos y cuidados son, simplemente, clásicos . La gran mayoría sigue circulando gracias a múltiples adaptaciones e inventos mecánicos. Llevan motores rusos o modernas piezas coreanas. Todo vale con tal de seguir rodando y gastar menos combustible. Pero mantienen su estética. diseños soñados y llevados a la realidad en un tiempo en que la aerodinámica, el tamaño o la eficiencia no importaban.

Uno de los modelos más brillantes fue el Chevrolet Bel Air de 1957, un clásico entre los clásicos, símbolo del sueño americano, el lujo accesible para la clase media. Sus grandes y estilosas aletas fueron trazadas por el genial Harley Earl (responsable de otros modelos míticos como el Chevrolet Impala o el Cadillac Eldorado), y en Cuba se vendieron de este modelo unas 2.000 unidades. Uno de ellos, de color verdesurf, lo cuida y conduce hoy el artista plástico Marco Castillo, integrante del conocido dúo Los Carpinteros. Todo es original, cada una delas piezas. localizadas y compradas por medio mundo durante años. Marco Castillo ve su Bel Air como una escultura perfecta que supo capturar el espíritu de un tiempo.

En Havana. Autos & Architecture, el Bel Air de Marco Castillo posa junto al hotel Riviera. inaugurado aquel mismo año de 1957 con un elegante casino en manos del mafioso americano Meyer Lansky. Las fotos siguen evocando otras historia. Un Mercury rojo de 1954 cruza
por delante de la rachada barroca del palacio del Centro Gallego, aquel que el escritor cubano Alejo Carpentier comparó con un pastel
de cumpleanos. Y un elegante Austin Healey de 1958 aparece junto a la casa racionalista de Max Borges, arquitecto del mítico cabaret Tropicana. Varios almendrones pasan junto al hotel Habana Libre, en cuyo piso 23 instaló su primer cuartel general Fidel Castro en 1959
Un par de años después entrarían los últimos coches estadounidenses en Cuba.



Dos clásicos. Arriba un Mercury Monterey de 1955 frente al Palacio de los Capitanes, en La Habana Vieja, y abajo, una pareja se retrata el día de su boda en un Ford Thunderbird también de mediados de los años cincuenta.

En el barrio del Vedado. Un Chevrolet de 1957 pasa por la mítica esquina de las calles L y 23, donde se sitúa el cine Yara.


El fotógrafo Nigel Young, que lleva dos décadas retratando la arquitectura de Norman Foster, atrapó estas historias habaneras para el libro, que incluye más de 250 imágenes suyas. Lo que más le llamó la atención fue que la arquitectura y los coches sobreviven como bellos recordatorios del pasado mientras satisfacen las necesidades más básicas de alojamiento y movilidad. "Ambos son ingeniosamente parcheados y reparados para seguir siendo útiles", dice el fotógrafo. "En un momento quizá descubría un improvisado taller callejero, cuyas piezas y partes de motores se dispersaban a lo largo de una elegante calle, y mientras enfocaba un soberbio edificio art nouveau pasaba por delante un antiguo descapotable cargado de turistas felices de ser el centro de atención en su particular taxi del sueño americano".

Cada sabado por la tarde, mucnos dueños de coches clásicos se reúnen en La Piragua, a un paso del hotel Nacional, aquel que Lucky
Luciano cerró durante una semana en 1946 para celebrar un gran conclave de la Mafia. La búsqueda de vehículos con historia puede seguir en La Habana Vieja, en el Depósito de Automóviles Antiguos, donde se exhiben entre otros, un Oldsmobile modelo Ninety Eight que perteneció a Camilo Ciengfuegos, guerrillero histórico de la revolución, y el MG descapotable que aparece en la portada del disco más famoso de Benny Moré.

El fotógrafo suizo Luc Chessex llegó a La Habana en 1961. Una docena de imágenes suyas en blanco y negro de aquella época abren el libro. "Entonces la ciudad tenía un rostro mucho mas politizado. En cada esquina había un cartel o una pintura con mensajes políticos y consignas anticapitalistas, recuerda. "Viví 14 años en La Habana, y en este tiempo, de algún modo, la ciudad se fue durmiendo poco a
poco a causa de las dificultades económicas. Pero la gente nunca perdió su chispa, es más, las necesidades despertaron el ingenio. Si algo se rompe. no se tira. Se busca una solución"

Actualmente, Luc Chessex vive en Lausana (Suiza), pero intenta volver cada año. "Aunque haya pasado el tiempo, La Habana sigue siendo la misma en su esencia. Los edificios más altos son los mismos y las calles no han cambiado mucho. En cierto sentido la
ciudad esta detenida, pero no por voluntad de los habaneros. Los jóvenes están soñando con otra cosa"

De arriba a abajo
La arquitectura de Max Borges. Un Austin Healey de 1958 junto a la casa del arquitecto del famoso cabaret Tropicana.
Fachada barroca. Un Mercury de 1954 con el palacio del Centro Gallego al fondo.
Una historia cubana. El Buick Super Dinaflow de 1950 de William Hernández, durante una reparación en 2012.



La Habana y el poder de la memoria
Por Norman Foster

Havana. Autos &Architecture tiene su origen en el viaje que realice a Cuba en la primavera de 2012. Se celebraba la XI Bienal de La Habana, y pasamos bastante tiempo con dos amigos artistas, Marco Castillo y Dagoberto Rodríguez, conocidos como Los Carpinteros. Los Carpinteros habían preparado para la Bienal un espectáculo impactante, La Conga irreversible. Imaginen una multitud de bailarines, todos vestidos de negro riguroso, desfilando por el centro de la ciudad, pero no hacia delante, sino hacia atrás. Mientras fotografiaba aquel extraordinario espectáculo me asaltaron dos fuertes sensaciones. En primer lugar, la perspectiva de la cámara me ofrecía un telón de fondo formado por coches y edificios antiguos, en un torbellino de decadencia detenida en el tiempo que sólo puede encontrarse en la isla.

Cuba es un auténtico museo de coches americanos clásicos, sobretodo de esa edad de oro que fueron los años cincuenta, y su color y estado de conservación establecen una sintonía especial con los edificios circundantes, pues ambos han desafiado la lógica y los embates del tiempo.

Mientras mi pensamiento se entretenía con estas imágenes, la segunda impresión que tuve, espoleada por la paradojas de la conga, fue la gran sensación de cambio que flotaba en el ambiente. Así, coincidiendo con nuestra visita nos enteramos de que el Gobierno había liberalizado el mercado inmobiliario y que los cubanos podrían comprar propiedades por primera vez desde el triunfo de la revolución.

Mientras observaba la enorme serpiente humana que danzaba por la calle, pensé que no sería extraño que en poco tiempo las cosas en Cuba fueran exactamente igual que en el resto del mundo. Los exóticos vehículos del pasado, esos dinosaurios fabulosos, serían reemplazados por coches modernos, quizá técnicamente superiores, pero carentes de alma. Del mismo modo, la riqueza repentina podría acabar de golpe con esa mezcla ecléctica, exótica y única que solemos englobar bajo la etiqueta de arquitectura cubana.

La idea de este libro nació con el propósito de ayudar a las generaciones presentes y futuras, y a los amantes de los coches y de la arquitectura cubana, a apreciar este valioso patrimonio cultural tal y como aparece conservado en una coyuntura tan crítica como la actual. Desde el principio entendí que esta tarea sólo podía recaer en las manos de los mejores. Mi mujer, Elena Ochoa, no sólo apoyó mi idea desde su condición de esposa, junto con su equipo de Ivorypress. Desde un inicio formó parte del proyecto el fotógrafo suizo Luc Chessex, que vivió en La Habana en los años sesenta y cuyas imágenes, tomada entonces, sirven de introducción al libro. También está el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, quién me presentó por primera vez el esplendor urbano de La Habana. Y la elección del fotógrafo era casi inevitable. Durante muchos años, Nigel Young ha sido un integrante fundamental de mi estudio londinense, empeñando toda su experiencia técnica y su instinto visual en registrar nuestros proyectos. La columna vertebral de este volumen se basa en una poderosa idea propuesta por Mauricio Vicent, nuestro escritor. Tras vivir muchos años en Cuba como corresponsal del diario español EL PAIS, Mauricio poseía amplias conexiones. Su idea era plantear la estructura literaria a través de la vida y los recuerdos de los propietarios de algunos coches muy especiales, cuyas historias a veces transcurrían a lo largo de varias generaciones. Sus relatos, llenos de color, expresan la fragilidad de la vida humana y son la antítesis de las historias oficiales.

En cierto modo este libro es un testimonio del ingenio cubano que ha permitido que continuara funcionando gran parte de esta vasta flota de vehículos, muchos de los cuales siguen prestando servicio a la comunidad, aunque también existe un puñado de coches clásicos que ha subsistido hasta hoy en un fabuloso mundo paralelo creado por unos propietarios y chóferes enamorados de los modelos originales, que han sido fieles a su espíritu y han hecho lo imposible por restaurarlos y devolverlos a su estado primigenio.

En una sociedad en la que la búsqueda utópica de la igualdad absoluta lo tiñe todo de color gris, los brillantes colores de los coches y la arquitectura que les sirve de trasfondo forman un conjunto único y distinto del resto del mundo. A pesar de las limitaciones económicas y de la situación de escasez, estos viejos vehículos no sólo han logrado sobrevivir, sino que siguen siendo símbolos de un estatus: unos objetos concebidos para ser exhibidos, de forma que sus detalles más ínfimos logren capturar la imaginación y sean sujeto de discusión y debate entre amigos y vecinos. El marco arquitectónico ofrecido por una calle de La Habana no recuerda demasiado a los arbolados barrios elegidos por la publicidad de los años cincuenta, pero todo sigue igual. Porque el primitivo orgullo de la posesión y la necesidad del individuo por sobresalir de la masa siguen estando tan vigentes como el primer día.

Extracto del epílogo de "Havana. Autos & Arquitecture", editado por Ivorypress (2014).

El Pais Semanal nº1.984 
Domingo 5 de octubre de 2014



lunes, 16 de diciembre de 2024

Repoker de miedos

De la mano de un extravagante y terrorífico presentador, recorremos una galería de horrores creada por Hideshi Hino


José Luis Vidal

14 de diciembre 2024


Es inevitable en la condición humana. Que levante la mano, hasta el más atrevido de la sala, quien no tenga algún miedo, padezca una o varias fobias.

¿Nadie, verdad?

Todos y cada uno de nosotros guardamos en nuestro interior esa sombra que, en la mayoría de las ocasiones, ha nacido de un fuerte trauma y tarde o temprano hará su aparición en nuestras existencias como una losa imposible de levantar, que nos oprime el pecho, impidiendo la respiración, transformando el momento en una auténtica pesadilla.




Mr. Joker

Autor: Hideshi Hino

Tapa blanda

Blanco y negro

196 págs.

11,50 euros

Ediciones La Cúpula


Pues bien, en este nuevo volumen editado por La Cúpula, que pertenece a la personal línea de uno de los mangakas japoneses con una de las trayectorias profesionales más personales, que eligió el terror como marca de la casa. Curiosamente, poseedor de un estilo que a la mayoría les parecerá casi infantil, pero que unido al argumento de sus relatos, hace que el resultado nos congele, mostrándonos imágenes terribles, que parecen salidas de la peor de las pesadillas.

Su nombre, como ya habéis imaginado los que seguís su trayectoria, es Hideshi Hino, y en esta ocasión nos presenta a un personaje nacido de su imaginación, y que comparte 'labor' (por llamarla de alguna manera) con sus colegas norteamericanos, el Tío Creepy o el Guardián de la Cripta, seres estos de aspecto repulsivo, que son porteros, poseen la llave a un mundo horripilante al que nos dan paso, en una especie de prólogo, en el que nos advierte que, una vez cruzada esa imaginaria puerta que es la página de un cómic, estaremos expuestos al escalofrío, a las imágenes y argumentos más perturbadores…

Y esa misma es la labor de Mr. Joker, que tan solo comparte nombre con el loco psicópata de Gotham. Vestido con un impoluto frac, y una sonrisa imperturbable, nos anuncia los diversos relatos que se esconden en esa baraja de naipes que siempre porta.

En ellos vamos a conocer el pavor que atenaza a varios personajes, algunos de corta edad, con respecto a diversos objetos o hechos. Desde los afilados cuchillos; pasando por los, en apariencia, pacíficos relojes, o el reflejo contenido en un espejo, para finalmente temblar como un descosido ante la llegada de la temida prueba de un examen…

Pobres personajes, todos condenados de antemano sin saberlo, dramas cotidianos que Hino arrastra a la oscuridad. Como la del agente de policía Sonmi que, víctima de la más cruel de las venganzas terminará transformándose en Zombiman.

Pero esto no es todo, pálidos y sudorosos lectores, ya que antes de poder escapar de este laberinto de horrores, conoceremos la historia de un niño, que se convertirá en el objetivo de las crueles ratas y gusanos, sin saber realmente cual es su estado y por qué le ocurre esto.

Y antes de que baje el telón, cómo el trauma y la venganza pueden convertirse en una peligrosa arma de doble filo…

¿Os atrevéis a sacar una carta de la baraja de Mr. Joker?


Diario de Cadiz

Master Nobody: Tráiler (Cápsulas Temporada 3)

 



A continuación se muestra el avance de “ Master Nobody ”, uno de los nuevos cortometrajes de la temporada 3 de “ Cápsulas ”, la antología de cortometrajes animados producidos y transmitidos en China por Bilibili.

Este corto se estrenará el 17 de diciembre allí y está dirigido por Fei Hung. Había firmado esta pequeña animación en el famoso estudio chino WolfSmoke, donde entonces era pasante/estudiante.

Via Catsuka



domingo, 15 de diciembre de 2024

Lecturas de un domingo cualquiera

Por Alvaro Pons / Noelia Ibarra

Cualquier lista es incompleta por naturaleza, pero debe entenderse no como un canon, sino como una sugerencia de descubrimientos. Como la sorpresa que produjo Domingo flamenco, de Olivier Schrauwen (Fulgencio Pimentel), que refleja en viñetas ese hilo de conciencia que Joyce plasma en Ulises, reescrito ahora desde el tedio dominical que impregna cada acción desarrollada en un día en la vida de su protagonista. La innovación formal permite descubrir un reguero de tramas para seguir y disfrutar en cada detalle de ese aburrimiento cotidiano, reconvertido en un festín de narrativa visual.




Experimentación en la forma de contar historias que resulta clave en El color de las rosas, de Martin Panchaud (Reservoir Books), que parte de la estructura canónica del thriller y la road movie con tintes de denuncia social para dinamitarlos a través de la radicalidad gráfica.



Sin embargo, no es necesario recorrer caminos inexplorados: la edición por fin en España de Yamada Murasaki, referente del manga del siglo XX, nos recuerda que la discreta narración de Una mujer de espaldas (Salamandra Graphics) constituye una herramienta de renovadora fuerza desde la introducción de la perspectiva feminista. Una mirada que comparte con Mañana será otro día (Reservoir Books), donde Keum Suk Gendry-Kim aborda la construcción de la maternidad y la familia como destino de las mujeres en la sociedad, en un retrato que rompe fronteras para mostrar cómo la presión social sobre la ausencia de hijos es universal.




Ha sido el año de la esperadísima segunda parte de Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books), con la que Emil Ferris concluye un inmenso relato gestado al son de una concepción panóptica de la historia, de la Europa del Holocausto al Chicago de los años sesenta, entrelazado con la maduración personal en una declaración de amor por el arte como mecanismo de supervivencia. Un conjunto que marca un hito histórico, rompiendo todas las convenciones.




Desde un estilo diametralmente opuesto, también es posible extraviarse en el minimalismo de Laura Pérez en Nocturnos (Astiberri), donde la noche se convierte en foco de confluencia de personajes que convergen en esa oscuridad acogedora, gracias al trazo de la autora con su creación de una atmósfera de caminos y lecturas que transitan entre lo real y los imaginado. Una capacidad evocadora que María Hesse lleva al extremo en El miedo (Lumen), uniendo relato, ilustración y cómic para moldear la experiencia del maltrato psicológico y sus consecuencias mediante una fusión de referencias que contornean con precisión la sensación inasible pero presente que supone vivir con miedo. Ese horror que es capaz de producir la tinta en la viñeta constituye la herramienta de La carretera (Norma), adaptación al cómic de Manu Larcenet cuya expresividad desbordante se nutre de un trazo visceral, que potencia el mensaje de la obra de McCarthy para reproducir ese devastador mundo en unas viñetas que se quedan clavadas en la retina.




Ha sido un año también de grandes obras de cómic infantil y juvenil, como la chispeante Cosmo, de Javi de Castro (Astiberri), que transforma descubrimiento y exploración formal en un reto divertido y apasionante para los más pequeños, o la reescritura transgresora del mito artúrico en clave feminista que plantean Monde y Burniat en Furiosa (Norma Editorial), sin renunciar al humor y la modernidad.





Hemos tenido recuperaciones y reediciones fundamentales, desde la apuesta por los clásicos de prensa americanos, como Li´l Abner, de Al Capp (Diábolo), a la vuelta de cómics que al final del siglo XX transformaron la concepción de la historieta desde planteamientos alternativos: Palomar, de Beto Hernández (La Cúpula), Bola Ocho, de Daniel Clowes (Fulgencio Pimentel) o Moebius con Obra hermética (Reservoir Books). Sin olvidar la necesario reivindicación de obras clásicas de nuestro cómic como Frank Sommer, de Sommer (Cartem), o Las aventuras del Capitán Torrezno, de Santiago Valenzuela (Astiberri).






El Pais. Babelia núm. 1.725. Sábado 14 de diciembre de 2024

sábado, 14 de diciembre de 2024

Cómo me inspiró Moebius - Katsuya Terada (Procreate)

 


" Cómo me inspiró Moebius - Katsuya Terada ", un breve reportaje de 3 minutos (encargado por Procreate), donde como sugiere el título, el famoso ilustrador japonés habla de su trabajo, sus influencias y, en particular, de Moebius.





Via Catsuka

CUESTIÓN DE ESPACIO por LORENZO DÍAZ

Sin Perdón



El tebeo es soso y algo irritante: los protagonistas se mueven con velocidad de caracol a lo largo de interminables páginas de pretendido dinamismo que sólo consiguen demostrar su estupidez, carencia de personalidad y ausencia de historia. A lo largo de cuarenta páginas se limitan a pelear, correr o joder sin motivo real y sin que su historia personal venga o vaya a ninguna parte. Todos los tebeos que llevo leídos este mes son así; no encuentro algo que retenga mi atención una vez haya acabado la última página, algo que me haga volver atrás, pensar en lo que he leído, meditar en sus personajes, reflexionar sobre el trozo de vida ficticia con que sus autores me han obsequiado.

Triste, este mes no lo encuentro; tal vez el mes que viene.

Es un fenómeno común: cine, literatura y televisión lo comparten. Uno lee setenta páginas de una novela de ochocientas (de Stephen King, por ejemplo) y en ese espacio muere alguien y tres protagonistas han hablado por teléfono. Nada más: casi todas las páginas son paja inútil, no cuentan nada. En ese espacio, otros autores (John LeCarré, por ejemplo) nos habrían contado el pasado del protagonista, cómo realiza su trabajo, el dilema ético que tiene, el complejo de culpabilidad que le lleva a hacer algo que un año antes no habría hecho, cuál es su adversario.. consiguiendo además el milagro de que sus reacciones nos sorprenden durante el resto de la novela, porque el personaje se ha vuelto real para nosotros. El cine parece lleno de personajes igualmente vacíos, con tan poca entidad que los habrían matado en los primeros cinco minutos de una película negra de los años cuarenta. Y esto, por no hablar de las historias. Hay excepciones, claro. Siempre hay gente como Jonathan Demme, Ridley Scott o Erich Rohmer que hasta cuando meten la pata dan obras de gran densidad cinematográfica.

Un desconocido se sorprendía de mi afición al cómic japonés.

Mi respuesta fue que lo que me gustan son los tebeos, me da lo mismo que sean japoneses o italianos, siempre y cuando pueda leerlos. Y como me gustan los tebeos en general, me molesta que sea tan difícil encontrar tebeos que se puedan leer, que me duren, que no se me olviden apenas acabados, donde los diálogos de los personajes no sean intercambiables. No es que busque páginas llenas de viñetas, y viñetas llenas de texto (aunque tampoco me importa), sólo que las unas y lo otro tengan algún sentido. Cada vez que veo el SAMBRE lamento haberlo leído ya hace cuatro años. Es un ejemplo perfecto de lo que busco, quiero y me gusta leer. La historia es sencilla, que no simple; tanto ésta como los personajes tienen mucha fuerza; lo que no se cuenta pesa en todo el álbum y motiva la imaginación del lector tanto como lo que se cuenta.

Son constantes en la obra de su guionista Balac (alias Yann, alias Le Pennetier), y que su dibujante Yslaire, también guionista, apoya con un dibujo espléndido, de composición férrea y sugerente, que complementa el guión y lo potencia hasta convertir la historia en una obra casi magistral.

Lástima que SAMBRE haya uno cada tres años, Spirou uno al año, obras de Hermann dos al año, y que cueste conformarse con eso. Uno busca, lee y sigue buscando y, pese al ocasional Marc Hempel, el esquivo Felipe Hernández Cava o el último Berardi y Milazzo, sigue lamentándose de que, si bien hay grandes dibujantes en todos los países, los guionistas escasean y la mayoría parecen considerar interesante la historia del detective/chica liberada/super-héroe de turno cuyo principal y único rasgo definitorio es contar chistes mientras masacra lo que se le pone por delante.

Es que, saben, hay momentos en que me pone muy triste la muerte de Hergé. Nunca me gustó mucho, pero sabía contar historias que te compensaban el dinero invertido en comprarlas y te reconciliaban con el tebeo.


Revista Viñetas nº2 febrero 1994 Ediciones Glenat


El movimiento se demuestra… fotografiando

Guy Deliste plasma en viñetas la biografía de un personaje de lo más peculiar

José Luis Vidal

11 de diciembre 2024

 Los dos medios artísticos que más amo son, claro está, el cómic y, al mismo nivel, el cine. Con tan solo tres años mi padre me dejó sentado en una butaca, solo, en aquella sala oscura, disfrutando y maravillado con las eternas peripecias y persecuciones de un gato y un ratón.




Una fracción de segundo

Autor: Guy Deliste

Tapa dura

Blanco y negro

208 págs.

22 euros

Astiberri


Y a partir de ese momento, toda una vida viviendo otras vidas a través del celuloide.

Pero tal vez, como a todos que gozamos con el séptimo arte, no nos hemos preguntado quién fue el verdadero padre de este arte. Tal vez pensemos en los franceses hermanos Lumiere o George Mèliés, cuyos nombres han quedado grabados en la historia como los auténticos progenitores de la imagen en movimiento.

Lo que, en primera persona, acabo de descubrir es que hubo un inglés, Eadweard Muybridge, un tipo muy peculiar que, a base de cabezonería, y con la ayuda monetaria de un potentado, logro plasmar el movimiento de un caballo, y de paso demostrar que había un segundo en el que sus pezuñas no tocaban el suelo.

Pero no adelantemos acontecimientos, ya que el autor de este cómic, Guy Delisle, al que todos los lectores de cómic ya conocemos de sobra, ya que nos ha regalado obras de gran éxito como Pyongyang, Crónicas de Jerusalén o Escapar, por citar tan solo tres, se convierte en narrador de la vida de este temperamental hombre que, con una cámara al hombro, recorrió la geografía norteamericana plasmando bellas, increíbles imágenes. Lugares donde el ojo humano no se había posado, y que aún se conservan y lo más importante, impresionan por su belleza y el riesgo que el autor corrió al tomarlas. Una de ellas, con un insondable barranco como protagonista, incluye una anécdota que atestigua el carácter de Muybridge.

Más, en la vida del protagonista, debido a lo explosivo de su forma de ser, existe también un episodio de lo más oscuro. Casado con una mujer mucho más joven que él, y separados durante largos periodos de tiempo, ella se dejó conquistar por un petimetre, un Casanova de tres al cuarto.

Lo malo para este tipo es que cuando Eadweard se enteró de la infidelidad, ni corto ni perezoso fue en busca del amante de su esposa, y sin pensárselo dos veces, culminó su venganza, lo que le llevó ante un tribunal, en el que su cuello, o una estancia de por vida en una lóbrega celda, estuvieron sobre la mesa…

Como ya comentaba anteriormente, sin la ayuda económica del millonario norteamericano Leland Stanford, Muybrigde habría sido incapaz de conseguir el milagro: plasmar en la película fotográfica el movimiento, tanto de animales como de personas, y así dar el primer e importante paso para que otras mentes inquietas como la suya lograran inventar diferentes ingenios que, con el tiempo, se transformarían en el famoso cinematógrafo.

Este cómic es un autentico viaje por una lejana época en la que aún existía la verdadera aventura, y junto a su protagonista, un tipo de los más peculiar, viajaremos a lo largo y ancho del planeta para conocer a otros grandes nombres de la historia de la humanidad, tanto inventores como artistas.

Una vida única, sin duda. Y que Delisle plasma con el talento, logrando un relato apasionante y, por qué no decirlo, didáctico para todos aquellos que quieran conocer el origen del cine.


Diario de Cadiz