Guy Deliste plasma en viñetas la biografía de un personaje de lo más peculiar
José Luis Vidal
11 de diciembre 2024
Los dos medios artísticos que más amo son, claro está, el cómic y, al mismo nivel, el cine. Con tan solo tres años mi padre me dejó sentado en una butaca, solo, en aquella sala oscura, disfrutando y maravillado con las eternas peripecias y persecuciones de un gato y un ratón.
Una fracción de segundo
Autor: Guy Deliste
Tapa dura
Blanco y negro
208 págs.
22 euros
Astiberri
Y a partir de ese momento, toda una vida viviendo otras vidas a través del celuloide.
Pero tal vez, como a todos que gozamos con el séptimo arte, no nos hemos preguntado quién fue el verdadero padre de este arte. Tal vez pensemos en los franceses hermanos Lumiere o George Mèliés, cuyos nombres han quedado grabados en la historia como los auténticos progenitores de la imagen en movimiento.
Lo que, en primera persona, acabo de descubrir es que hubo un inglés, Eadweard Muybridge, un tipo muy peculiar que, a base de cabezonería, y con la ayuda monetaria de un potentado, logro plasmar el movimiento de un caballo, y de paso demostrar que había un segundo en el que sus pezuñas no tocaban el suelo.
Pero no adelantemos acontecimientos, ya que el autor de este cómic, Guy Delisle, al que todos los lectores de cómic ya conocemos de sobra, ya que nos ha regalado obras de gran éxito como Pyongyang, Crónicas de Jerusalén o Escapar, por citar tan solo tres, se convierte en narrador de la vida de este temperamental hombre que, con una cámara al hombro, recorrió la geografía norteamericana plasmando bellas, increíbles imágenes. Lugares donde el ojo humano no se había posado, y que aún se conservan y lo más importante, impresionan por su belleza y el riesgo que el autor corrió al tomarlas. Una de ellas, con un insondable barranco como protagonista, incluye una anécdota que atestigua el carácter de Muybridge.
Más, en la vida del protagonista, debido a lo explosivo de su forma de ser, existe también un episodio de lo más oscuro. Casado con una mujer mucho más joven que él, y separados durante largos periodos de tiempo, ella se dejó conquistar por un petimetre, un Casanova de tres al cuarto.
Lo malo para este tipo es que cuando Eadweard se enteró de la infidelidad, ni corto ni perezoso fue en busca del amante de su esposa, y sin pensárselo dos veces, culminó su venganza, lo que le llevó ante un tribunal, en el que su cuello, o una estancia de por vida en una lóbrega celda, estuvieron sobre la mesa…
Como ya comentaba anteriormente, sin la ayuda económica del millonario norteamericano Leland Stanford, Muybrigde habría sido incapaz de conseguir el milagro: plasmar en la película fotográfica el movimiento, tanto de animales como de personas, y así dar el primer e importante paso para que otras mentes inquietas como la suya lograran inventar diferentes ingenios que, con el tiempo, se transformarían en el famoso cinematógrafo.
Este cómic es un autentico viaje por una lejana época en la que aún existía la verdadera aventura, y junto a su protagonista, un tipo de los más peculiar, viajaremos a lo largo y ancho del planeta para conocer a otros grandes nombres de la historia de la humanidad, tanto inventores como artistas.
Una vida única, sin duda. Y que Delisle plasma con el talento, logrando un relato apasionante y, por qué no decirlo, didáctico para todos aquellos que quieran conocer el origen del cine.
Diario de Cadiz
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