domingo, 15 de diciembre de 2024

Lecturas de un domingo cualquiera

Por Alvaro Pons / Noelia Ibarra

Cualquier lista es incompleta por naturaleza, pero debe entenderse no como un canon, sino como una sugerencia de descubrimientos. Como la sorpresa que produjo Domingo flamenco, de Olivier Schrauwen (Fulgencio Pimentel), que refleja en viñetas ese hilo de conciencia que Joyce plasma en Ulises, reescrito ahora desde el tedio dominical que impregna cada acción desarrollada en un día en la vida de su protagonista. La innovación formal permite descubrir un reguero de tramas para seguir y disfrutar en cada detalle de ese aburrimiento cotidiano, reconvertido en un festín de narrativa visual.




Experimentación en la forma de contar historias que resulta clave en El color de las rosas, de Martin Panchaud (Reservoir Books), que parte de la estructura canónica del thriller y la road movie con tintes de denuncia social para dinamitarlos a través de la radicalidad gráfica.



Sin embargo, no es necesario recorrer caminos inexplorados: la edición por fin en España de Yamada Murasaki, referente del manga del siglo XX, nos recuerda que la discreta narración de Una mujer de espaldas (Salamandra Graphics) constituye una herramienta de renovadora fuerza desde la introducción de la perspectiva feminista. Una mirada que comparte con Mañana será otro día (Reservoir Books), donde Keum Suk Gendry-Kim aborda la construcción de la maternidad y la familia como destino de las mujeres en la sociedad, en un retrato que rompe fronteras para mostrar cómo la presión social sobre la ausencia de hijos es universal.




Ha sido el año de la esperadísima segunda parte de Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books), con la que Emil Ferris concluye un inmenso relato gestado al son de una concepción panóptica de la historia, de la Europa del Holocausto al Chicago de los años sesenta, entrelazado con la maduración personal en una declaración de amor por el arte como mecanismo de supervivencia. Un conjunto que marca un hito histórico, rompiendo todas las convenciones.




Desde un estilo diametralmente opuesto, también es posible extraviarse en el minimalismo de Laura Pérez en Nocturnos (Astiberri), donde la noche se convierte en foco de confluencia de personajes que convergen en esa oscuridad acogedora, gracias al trazo de la autora con su creación de una atmósfera de caminos y lecturas que transitan entre lo real y los imaginado. Una capacidad evocadora que María Hesse lleva al extremo en El miedo (Lumen), uniendo relato, ilustración y cómic para moldear la experiencia del maltrato psicológico y sus consecuencias mediante una fusión de referencias que contornean con precisión la sensación inasible pero presente que supone vivir con miedo. Ese horror que es capaz de producir la tinta en la viñeta constituye la herramienta de La carretera (Norma), adaptación al cómic de Manu Larcenet cuya expresividad desbordante se nutre de un trazo visceral, que potencia el mensaje de la obra de McCarthy para reproducir ese devastador mundo en unas viñetas que se quedan clavadas en la retina.




Ha sido un año también de grandes obras de cómic infantil y juvenil, como la chispeante Cosmo, de Javi de Castro (Astiberri), que transforma descubrimiento y exploración formal en un reto divertido y apasionante para los más pequeños, o la reescritura transgresora del mito artúrico en clave feminista que plantean Monde y Burniat en Furiosa (Norma Editorial), sin renunciar al humor y la modernidad.





Hemos tenido recuperaciones y reediciones fundamentales, desde la apuesta por los clásicos de prensa americanos, como Li´l Abner, de Al Capp (Diábolo), a la vuelta de cómics que al final del siglo XX transformaron la concepción de la historieta desde planteamientos alternativos: Palomar, de Beto Hernández (La Cúpula), Bola Ocho, de Daniel Clowes (Fulgencio Pimentel) o Moebius con Obra hermética (Reservoir Books). Sin olvidar la necesario reivindicación de obras clásicas de nuestro cómic como Frank Sommer, de Sommer (Cartem), o Las aventuras del Capitán Torrezno, de Santiago Valenzuela (Astiberri).






El Pais. Babelia núm. 1.725. Sábado 14 de diciembre de 2024

sábado, 14 de diciembre de 2024

Cómo me inspiró Moebius - Katsuya Terada (Procreate)

 


" Cómo me inspiró Moebius - Katsuya Terada ", un breve reportaje de 3 minutos (encargado por Procreate), donde como sugiere el título, el famoso ilustrador japonés habla de su trabajo, sus influencias y, en particular, de Moebius.





Via Catsuka

CUESTIÓN DE ESPACIO por LORENZO DÍAZ

Sin Perdón



El tebeo es soso y algo irritante: los protagonistas se mueven con velocidad de caracol a lo largo de interminables páginas de pretendido dinamismo que sólo consiguen demostrar su estupidez, carencia de personalidad y ausencia de historia. A lo largo de cuarenta páginas se limitan a pelear, correr o joder sin motivo real y sin que su historia personal venga o vaya a ninguna parte. Todos los tebeos que llevo leídos este mes son así; no encuentro algo que retenga mi atención una vez haya acabado la última página, algo que me haga volver atrás, pensar en lo que he leído, meditar en sus personajes, reflexionar sobre el trozo de vida ficticia con que sus autores me han obsequiado.

Triste, este mes no lo encuentro; tal vez el mes que viene.

Es un fenómeno común: cine, literatura y televisión lo comparten. Uno lee setenta páginas de una novela de ochocientas (de Stephen King, por ejemplo) y en ese espacio muere alguien y tres protagonistas han hablado por teléfono. Nada más: casi todas las páginas son paja inútil, no cuentan nada. En ese espacio, otros autores (John LeCarré, por ejemplo) nos habrían contado el pasado del protagonista, cómo realiza su trabajo, el dilema ético que tiene, el complejo de culpabilidad que le lleva a hacer algo que un año antes no habría hecho, cuál es su adversario.. consiguiendo además el milagro de que sus reacciones nos sorprenden durante el resto de la novela, porque el personaje se ha vuelto real para nosotros. El cine parece lleno de personajes igualmente vacíos, con tan poca entidad que los habrían matado en los primeros cinco minutos de una película negra de los años cuarenta. Y esto, por no hablar de las historias. Hay excepciones, claro. Siempre hay gente como Jonathan Demme, Ridley Scott o Erich Rohmer que hasta cuando meten la pata dan obras de gran densidad cinematográfica.

Un desconocido se sorprendía de mi afición al cómic japonés.

Mi respuesta fue que lo que me gustan son los tebeos, me da lo mismo que sean japoneses o italianos, siempre y cuando pueda leerlos. Y como me gustan los tebeos en general, me molesta que sea tan difícil encontrar tebeos que se puedan leer, que me duren, que no se me olviden apenas acabados, donde los diálogos de los personajes no sean intercambiables. No es que busque páginas llenas de viñetas, y viñetas llenas de texto (aunque tampoco me importa), sólo que las unas y lo otro tengan algún sentido. Cada vez que veo el SAMBRE lamento haberlo leído ya hace cuatro años. Es un ejemplo perfecto de lo que busco, quiero y me gusta leer. La historia es sencilla, que no simple; tanto ésta como los personajes tienen mucha fuerza; lo que no se cuenta pesa en todo el álbum y motiva la imaginación del lector tanto como lo que se cuenta.

Son constantes en la obra de su guionista Balac (alias Yann, alias Le Pennetier), y que su dibujante Yslaire, también guionista, apoya con un dibujo espléndido, de composición férrea y sugerente, que complementa el guión y lo potencia hasta convertir la historia en una obra casi magistral.

Lástima que SAMBRE haya uno cada tres años, Spirou uno al año, obras de Hermann dos al año, y que cueste conformarse con eso. Uno busca, lee y sigue buscando y, pese al ocasional Marc Hempel, el esquivo Felipe Hernández Cava o el último Berardi y Milazzo, sigue lamentándose de que, si bien hay grandes dibujantes en todos los países, los guionistas escasean y la mayoría parecen considerar interesante la historia del detective/chica liberada/super-héroe de turno cuyo principal y único rasgo definitorio es contar chistes mientras masacra lo que se le pone por delante.

Es que, saben, hay momentos en que me pone muy triste la muerte de Hergé. Nunca me gustó mucho, pero sabía contar historias que te compensaban el dinero invertido en comprarlas y te reconciliaban con el tebeo.


Revista Viñetas nº2 febrero 1994 Ediciones Glenat


El movimiento se demuestra… fotografiando

Guy Deliste plasma en viñetas la biografía de un personaje de lo más peculiar

José Luis Vidal

11 de diciembre 2024

 Los dos medios artísticos que más amo son, claro está, el cómic y, al mismo nivel, el cine. Con tan solo tres años mi padre me dejó sentado en una butaca, solo, en aquella sala oscura, disfrutando y maravillado con las eternas peripecias y persecuciones de un gato y un ratón.




Una fracción de segundo

Autor: Guy Deliste

Tapa dura

Blanco y negro

208 págs.

22 euros

Astiberri


Y a partir de ese momento, toda una vida viviendo otras vidas a través del celuloide.

Pero tal vez, como a todos que gozamos con el séptimo arte, no nos hemos preguntado quién fue el verdadero padre de este arte. Tal vez pensemos en los franceses hermanos Lumiere o George Mèliés, cuyos nombres han quedado grabados en la historia como los auténticos progenitores de la imagen en movimiento.

Lo que, en primera persona, acabo de descubrir es que hubo un inglés, Eadweard Muybridge, un tipo muy peculiar que, a base de cabezonería, y con la ayuda monetaria de un potentado, logro plasmar el movimiento de un caballo, y de paso demostrar que había un segundo en el que sus pezuñas no tocaban el suelo.

Pero no adelantemos acontecimientos, ya que el autor de este cómic, Guy Delisle, al que todos los lectores de cómic ya conocemos de sobra, ya que nos ha regalado obras de gran éxito como Pyongyang, Crónicas de Jerusalén o Escapar, por citar tan solo tres, se convierte en narrador de la vida de este temperamental hombre que, con una cámara al hombro, recorrió la geografía norteamericana plasmando bellas, increíbles imágenes. Lugares donde el ojo humano no se había posado, y que aún se conservan y lo más importante, impresionan por su belleza y el riesgo que el autor corrió al tomarlas. Una de ellas, con un insondable barranco como protagonista, incluye una anécdota que atestigua el carácter de Muybridge.

Más, en la vida del protagonista, debido a lo explosivo de su forma de ser, existe también un episodio de lo más oscuro. Casado con una mujer mucho más joven que él, y separados durante largos periodos de tiempo, ella se dejó conquistar por un petimetre, un Casanova de tres al cuarto.

Lo malo para este tipo es que cuando Eadweard se enteró de la infidelidad, ni corto ni perezoso fue en busca del amante de su esposa, y sin pensárselo dos veces, culminó su venganza, lo que le llevó ante un tribunal, en el que su cuello, o una estancia de por vida en una lóbrega celda, estuvieron sobre la mesa…

Como ya comentaba anteriormente, sin la ayuda económica del millonario norteamericano Leland Stanford, Muybrigde habría sido incapaz de conseguir el milagro: plasmar en la película fotográfica el movimiento, tanto de animales como de personas, y así dar el primer e importante paso para que otras mentes inquietas como la suya lograran inventar diferentes ingenios que, con el tiempo, se transformarían en el famoso cinematógrafo.

Este cómic es un autentico viaje por una lejana época en la que aún existía la verdadera aventura, y junto a su protagonista, un tipo de los más peculiar, viajaremos a lo largo y ancho del planeta para conocer a otros grandes nombres de la historia de la humanidad, tanto inventores como artistas.

Una vida única, sin duda. Y que Delisle plasma con el talento, logrando un relato apasionante y, por qué no decirlo, didáctico para todos aquellos que quieran conocer el origen del cine.


Diario de Cadiz


viernes, 13 de diciembre de 2024

mondo bulldog. Pesadillas de terciopelo (I)



JORDI COSTA

Sólo una cosa antes de comenzar: escribo estas dos cuartillas mientras el canal de pago emite en horario preservativo MUÑECO DIABÓLICO III. Los abonados a Canal+ -minoría social a la que pertenezco- decidieron cambiar el horario de emisión de la película atendiendo a la aberrante polémica que la ha salpicado en las últimas semanas: pasar de las 22' oo a las oo' oo, al parecer, evitará grandes catástrofes. La solución es perfecta: un leve ajuste en la parrilla más ceñida y calculada de nuestro universo catódico evitará que las versiones locales del niño A y el niño B elijan a un niño despistado en cualquier centro comercial, lo agoten a base de paseos y, finalmente, se lo carguen en la vía del tren. ¿Para cuándo una historieta de Martí sobre la certera intervención de ese grupo de élite, los Abonados, cuyos miembros, sin moverse de los sofás de sus casas, lograron evitar que se sumara una nueva página a la crónica negra nacional?

En los periódicos ha aparecido también estos días otra noticia no menos estimulante: Rafael Ramírez Plata, presidente del servicio de Correos de Venezuela ordenó quemar todos los ejemplares de la revista El Víbora que iban a distribuirse en ese país con motivo de la celebración de la II Feria Internacional del Libro de Caracas.

Al parecer, el problema del señor Ramírez Plata -este problema en particular, aunque intuyo que debe tener otros muchos y graves-reside en su convencimiento de que dicha publicación es "material pornográfico": tiene su parte de razón, El Víbora tiene en sus páginas un pequeño porcentaje de "material pornográfico".

Contiene, concretamente, la mejor pornografía dibujada que produce nuestro país, debida a las manos de ese par de altruistas damas que responden al nombre de Mónica y Bea. Pero no sólo eso: las páginas de EL Víbora, actualmente, también contienen las concisas entregas de la última obra maestra de Miguel Angel

Martin, y, si Berenguer consigue engañar a su equipo de discutibles consejeros, pueden, asimismo, contener alguna historieta de Daniel Clowes, hoy por hoy el autor norteamericano del medio con más cosas que decir, ¿Qué ganará el señor Ramírez Plata mandando a la pira ese "material pornográfico" acompañado de un par de historietas magistrales? Sin duda, su gesto no va a contribuir a aliviar el desorden social de su país, ni va a reducir el indice de violaciones: ni siquiera el índice de onanismo se verá sometido a fluctuaciones merced a su "performance-homenaje" tributada a la memoria de Torquemada.

No, quemar los Víboras sólo logrará una cosa: negarles a sus conciudadanos el conocimiento de, por lo menos, tres trabajos que merecen mucho la pena. Del mismo modo que los consejeros de Berenguer, recomendándole al editor que no publique a Daniel Clowes porque es un autor que "no vende" -lo sé porque escuché a uno de esos "consejeros" jactarse de ello precisamente en la presentación de esta revista que usted tiene en sus manos- les niegan a los fieles lectores de EL Víbora el conocimiento de uno de los más sobresalientes herederos del underground. Clowes, con todo, ha logrado publicar dos breves historietas en EL VÍBORA: Dementia Praecox (n°150) y El hombre que escupe y rie (n°165), ambas pertenecientes a la serie de las aventuras de Lloyd Llewellyn que le dio a conocer en el mercado americano. Extraño híbrido de Charles Burns y Miguel Gallardo, Daniel Clowes -que ostenta el honor de haber nacido en Chicago el día del vigésimo noveno cumpleaños de Jayne Mansfield- es uno de esos raros creadores capaces de articular un discurso completamente personal partiendo de materiales ajenos, referencias de tercera fila y material de derribo.

Junto a Peter Bagge -hombre que aparecerá, tarde o temprano, en la galería MONDO BULLDOG-, es la estrella del catálogo Fantagraphics, empresa editora ubicada en Seattle, circunstancia que (unida a la generosa disponibilidad de ambos autores a la hora de ilustrar portadas para algunos de sus ruidistas compatriotas) ha llevado a algunos críticos a considerar a los respectivos autores de Hate y Eightball como equivalente historietístico de la estética grunge: la etiqueta es, como todas, injustamente imprecisa. Clowes quizá se siente próximo a algunos amigos grunge, pero su arte va mucho más allá, erigiéndose en verdadera caja de resonancia de una cultura trash que se intuye inagotable.

Llegando a este punto me doy cuenta de que Daniel Clowes, que debía ser tema y alma de la presente entrega de MONDO BULLDOG, ha visto comido su espacio por la Liga Preventiva de abonados de Canal+, el señor Ramírez Plata y los "consejeros" de Berenguer, o sea que no hay más remedio que emplazarles hasta el próximo mes en estas mismas páginas para seguir hablando del tema. Entretanto, en la espera, pueden echar mano del tercer número -si no ha aparecido ya, debe estar al caer- del muy recomendable "comic-book" nacional Mr. Brain, en el que unos cuantos hijos espirituales de Clowes glosan inteligentemente sus virtudes y crean obras propias que no desmerecerían en un quimérico suplemento grapado a las páginas de Eightball. Otra actividad de interés: buscar, un poco más allá en este mismo VIÑETAS, el artículo de Antonio Trashorras sobre Basil Wolverton, que bien podría haber sido el abuelo secreto de Clowes.


Revista Viñetas nº2 febrero 1994 Ediciones Glenat


Monument Valley 3: The Lighthouse (cortometraje del estudio Moth)


El cortometraje “ Monument Valley 3: The Lighthouse ”,  ya está online (gratis en YouTube).

Producido por el estudio de animación inglés Moth , con la ayuda de Ustwo (los creadores del juego), y a petición de Netflix , todo con motivo del lanzamiento de la 3ª parte del juego (mañana en Netflix Games).

Y esta pequeña película de 5 minutos es realmente magnífica. Adapta magistralmente (en versión animada 16/9) el particular universo (y espacio) de los juegos, retomando una serie de ideas en una gran cantidad de planos en apenas unos minutos. Lo suficiente como para soñar con ver más 

También te animo a que veas la página del making of en el sitio web del estudio.


Via Catsuka

jueves, 12 de diciembre de 2024

mondo bulldog "VOLVER A EMPEZAR" JORDI COSTA

Después de ver una demencial entrega de BEAVIS AND BUTTHEAD en la que los dos heavy-mastuerzos protagonistas enseñaban unas cuantas barbaridades prácticas sobre el jugar con fuego, un chaval americano incendió su casa socarrando de propina a su hermanita de escasos meses. La noticia, exprimida en las últimas semanas por los medios de comunicación, es una de esas arbitrarias explosiones de horror que suelen ser utilizadas por neo-inquisidores de la peor especie como armas arrojadizas. De lo escrito por sociólogos de guardia y tutólogos asalariados se desprende que Beavis y Butthead incendiaron la casa y se cargaron al bebé. Según esa funesta línea de pensamiento, sobre la conciencia de Christopher Reeve deberían pesar esas decenas de cuerpos estampados sobre el asfalto de niños que soñaron ser Superman... De nada sirve argumentar que frente a esas arbitrarias y aisladas desgracias hay un buen puñado de niños —la mayoría— que ni siquiera se molestaron en encender una cerilla tras ver el programa de la MTV y que, por supuesto, no se sintieron demasiado motivados a tirarse por la ventana tras ver la película de Donner —¡que no es tan malo, caramba!—. De nada sirve, tampoco, recordar que la mayoría de infelices que, literalmente, perdieron los sesos queriendo emular la escena de la Ruleta Rusa de El cazador estaban ya bastante creciditos.

De nada sirve todo eso porque la polémica es sólo la punta del iceberg de un problema que lleva camino de desembocar en una situación asfixiante. En nombre de lo políticamente correcto se está organizando un verdadero ejército dispuesto a neutralizar con sus códigos deontológicos y leyes de protección cualquier transgresor tupé que asome su silueta desde las trincheras del arte. La lenta, pero inexorable expansión de esta dictadura de lo aséptico -anti-utopía poblada de seres muy bien educados, que no crean para no ofender— lleva consigo su curiosa contrapartida hoy en día, el camino más rápido para convertirse en ente subversivo es ser —o hacerse pasar— por un tipo políticamente incorrecto.

Los cromos de la Pandilla Basura, los chistes de Mauro Entrialgo, las telecomedias de Rik Mayall y Adrian Edmonson, los dibujos animados de John Kricfalusi y las películas de Santiago Segura, por poner una serie de ejemplos suficientemente eclécti-cos, están en lo mismo: cada una a su manera, cada una con sus propias —y a menudo toscas— armas, estas manifestaciones de un espíritu combativo y transgresor aportan su particular granito de arena en esta guerra contra el Gran e Invisible Enemigo, el yuyu que quiere borrar todos los yunques y cargas de dinamita ACME que aliñaban los viejos dibujos de la Warner. Como intuyó el gran Bruce Wagner en las páginas de su historieta-rio Wild Palms —no se la pierdan—, las grandes lides de nuestro tiempo no se resuelven en los campos de batalla, sino en las catedrales del ocio: en otras palabras, es absurdo conquistar países cuando se pueden conquistar cerebros. Es ridículo gastar en armas químicas cuando se puede gastar en películas —o en cualquier otra fuente de ocio— que pasen por el cerebro del espectador —la víctima, el conquistado— con la eficacia de una lluvia de napalm. En Wild Palms, Wagner —ayudado por un dibujante, Julian Allen, demasiado encorsetado por las cargas de texto, y profundidad, del guionista— narra la última guerra espiritual de Occidente, una contienda librada en esa Tierra Santa del ocio que es Hollywood por dos grupos enfrentados: una secta de clara inspiración ciencióloga y una Resistencia en clara desventaja. El mundo descrito en Wild Palms no está nada lejos de ese Hollywood dominado por discipulos de Ron Hubbard y peligrosos apólogos del mínimo común digerible por el paladar medio. No está nada lejos de una palpable coyuntura en la que el espíritu underground —o la adaptación de ese viejo espíritu underground a las nuevas necesidades— vuelve a tener sentido.

No es casual que, en el terreno de la historieta en lengua inglesa, a la oleada de esos tebeos de superhéroes de autor —promovida por una serie de autores que, quizá espoleados por cierto complejo de inferioridad, demostraron que el medio no era tan idiota como parecía— haya sucedido una verdadera efervescencia de autores y obras de fililación neo-underground realmente estimulantes.

Daniel Clowes, Chester Brown, Julie Doucet, James Sturm, Marc Hempel, Peter Bagge y Drew Friedman son sólo algunos de los nombres. ¿Suficiente para hablar de Nuevo Underground? No lo sé, pero probablemente es suficiente como para hablar de interesante cruzada contra la dictadura del Buen Gusto, una cruzada que tiene sus correspondencias en los campos del cine, la televisión y la literatura, por ejemplo.

Un amigo mío posiblemente abducido por un ovni —hace años que no lo veo y no se me ocurre otra explicación-- contaba la anécdota de que, estando en una fiesta dada por un curioso anfitrión —híbrido karateka de Ignatius Reilly y Travis Bickie—, le dio por curiosear en las estanterías del singular individuo. De repente, sus manos se detuvieron en un ejemplar de Nacida inocente - vergonzante best seller de tiempos pretéritos— mi amigo lo sacó de la estantería, lo hojeó y se fijó en una curiosa dedicatoria, de puño y letra de su anfitrión, que decía algo así como: Juro consagrar mi vida a la defensa y protección de las jóvenes adolescentes amenazadas por el mundo de la corrupción y la pornografía". Al acordarme de esta vieja historia, comencé a plantearme algún objetivo noble para redimir mi existencia de crítico funcionario (Cuadrado dixit) y, tras barajar la posibilidad de consagrar mi vida a la defensa a ultranza de todo lo que hagan y digan Eric Idle y Elena Castro, opté por algo de interés —espero— más general: convertir esta sección en modesto órgano de propaganda para esos ejércitos de lo impopular, para esas legiones de lo atragantable sobre las que caerán las asépticas y legales iras de la Inquisición de Alto Diseño que regula el gusto, y de paso la idiotez, del paladar medio. Dentro de un mes, la línea bulldog lanzará sus primeros ladridos.


Revista Viñetas nº1 Enero 1994 Ediciones Glenat