jueves, 12 de diciembre de 2024

mondo bulldog "VOLVER A EMPEZAR" JORDI COSTA

Después de ver una demencial entrega de BEAVIS AND BUTTHEAD en la que los dos heavy-mastuerzos protagonistas enseñaban unas cuantas barbaridades prácticas sobre el jugar con fuego, un chaval americano incendió su casa socarrando de propina a su hermanita de escasos meses. La noticia, exprimida en las últimas semanas por los medios de comunicación, es una de esas arbitrarias explosiones de horror que suelen ser utilizadas por neo-inquisidores de la peor especie como armas arrojadizas. De lo escrito por sociólogos de guardia y tutólogos asalariados se desprende que Beavis y Butthead incendiaron la casa y se cargaron al bebé. Según esa funesta línea de pensamiento, sobre la conciencia de Christopher Reeve deberían pesar esas decenas de cuerpos estampados sobre el asfalto de niños que soñaron ser Superman... De nada sirve argumentar que frente a esas arbitrarias y aisladas desgracias hay un buen puñado de niños —la mayoría— que ni siquiera se molestaron en encender una cerilla tras ver el programa de la MTV y que, por supuesto, no se sintieron demasiado motivados a tirarse por la ventana tras ver la película de Donner —¡que no es tan malo, caramba!—. De nada sirve, tampoco, recordar que la mayoría de infelices que, literalmente, perdieron los sesos queriendo emular la escena de la Ruleta Rusa de El cazador estaban ya bastante creciditos.

De nada sirve todo eso porque la polémica es sólo la punta del iceberg de un problema que lleva camino de desembocar en una situación asfixiante. En nombre de lo políticamente correcto se está organizando un verdadero ejército dispuesto a neutralizar con sus códigos deontológicos y leyes de protección cualquier transgresor tupé que asome su silueta desde las trincheras del arte. La lenta, pero inexorable expansión de esta dictadura de lo aséptico -anti-utopía poblada de seres muy bien educados, que no crean para no ofender— lleva consigo su curiosa contrapartida hoy en día, el camino más rápido para convertirse en ente subversivo es ser —o hacerse pasar— por un tipo políticamente incorrecto.

Los cromos de la Pandilla Basura, los chistes de Mauro Entrialgo, las telecomedias de Rik Mayall y Adrian Edmonson, los dibujos animados de John Kricfalusi y las películas de Santiago Segura, por poner una serie de ejemplos suficientemente eclécti-cos, están en lo mismo: cada una a su manera, cada una con sus propias —y a menudo toscas— armas, estas manifestaciones de un espíritu combativo y transgresor aportan su particular granito de arena en esta guerra contra el Gran e Invisible Enemigo, el yuyu que quiere borrar todos los yunques y cargas de dinamita ACME que aliñaban los viejos dibujos de la Warner. Como intuyó el gran Bruce Wagner en las páginas de su historieta-rio Wild Palms —no se la pierdan—, las grandes lides de nuestro tiempo no se resuelven en los campos de batalla, sino en las catedrales del ocio: en otras palabras, es absurdo conquistar países cuando se pueden conquistar cerebros. Es ridículo gastar en armas químicas cuando se puede gastar en películas —o en cualquier otra fuente de ocio— que pasen por el cerebro del espectador —la víctima, el conquistado— con la eficacia de una lluvia de napalm. En Wild Palms, Wagner —ayudado por un dibujante, Julian Allen, demasiado encorsetado por las cargas de texto, y profundidad, del guionista— narra la última guerra espiritual de Occidente, una contienda librada en esa Tierra Santa del ocio que es Hollywood por dos grupos enfrentados: una secta de clara inspiración ciencióloga y una Resistencia en clara desventaja. El mundo descrito en Wild Palms no está nada lejos de ese Hollywood dominado por discipulos de Ron Hubbard y peligrosos apólogos del mínimo común digerible por el paladar medio. No está nada lejos de una palpable coyuntura en la que el espíritu underground —o la adaptación de ese viejo espíritu underground a las nuevas necesidades— vuelve a tener sentido.

No es casual que, en el terreno de la historieta en lengua inglesa, a la oleada de esos tebeos de superhéroes de autor —promovida por una serie de autores que, quizá espoleados por cierto complejo de inferioridad, demostraron que el medio no era tan idiota como parecía— haya sucedido una verdadera efervescencia de autores y obras de fililación neo-underground realmente estimulantes.

Daniel Clowes, Chester Brown, Julie Doucet, James Sturm, Marc Hempel, Peter Bagge y Drew Friedman son sólo algunos de los nombres. ¿Suficiente para hablar de Nuevo Underground? No lo sé, pero probablemente es suficiente como para hablar de interesante cruzada contra la dictadura del Buen Gusto, una cruzada que tiene sus correspondencias en los campos del cine, la televisión y la literatura, por ejemplo.

Un amigo mío posiblemente abducido por un ovni —hace años que no lo veo y no se me ocurre otra explicación-- contaba la anécdota de que, estando en una fiesta dada por un curioso anfitrión —híbrido karateka de Ignatius Reilly y Travis Bickie—, le dio por curiosear en las estanterías del singular individuo. De repente, sus manos se detuvieron en un ejemplar de Nacida inocente - vergonzante best seller de tiempos pretéritos— mi amigo lo sacó de la estantería, lo hojeó y se fijó en una curiosa dedicatoria, de puño y letra de su anfitrión, que decía algo así como: Juro consagrar mi vida a la defensa y protección de las jóvenes adolescentes amenazadas por el mundo de la corrupción y la pornografía". Al acordarme de esta vieja historia, comencé a plantearme algún objetivo noble para redimir mi existencia de crítico funcionario (Cuadrado dixit) y, tras barajar la posibilidad de consagrar mi vida a la defensa a ultranza de todo lo que hagan y digan Eric Idle y Elena Castro, opté por algo de interés —espero— más general: convertir esta sección en modesto órgano de propaganda para esos ejércitos de lo impopular, para esas legiones de lo atragantable sobre las que caerán las asépticas y legales iras de la Inquisición de Alto Diseño que regula el gusto, y de paso la idiotez, del paladar medio. Dentro de un mes, la línea bulldog lanzará sus primeros ladridos.


Revista Viñetas nº1 Enero 1994 Ediciones Glenat


No hay comentarios: