miércoles, 27 de noviembre de 2024

Breve en vida, inmortal en talento

Gallo Nero, en su línea dedicada al manga japonés, edita un volumen que recopila la trayectoria de Kuniko Tsurita en la revista 'Garo'

José Luis Vidal

22 de noviembre 2024 

No me cansaré de elogiar la incansable labor de la editorial Gallo Nero para que conozcamos a una serie de autores nipones que, alejados de la corriente mainstream del manga en su país, eligieron la independencia y experimentación a la hora de plasmar sus historias e inquietudes.




Flight

Autora: Kuniko Tsurita

Tapa blanda

Blanco y negro

484 págs.

39 euros

Editorial Gallo Nero


Afortunadamente, la mítica revista Garo los acogió, dándoles toda la libertad necesaria para que, con el tiempo, sus nombres figuraran en esa imaginaria orla compuesta por los grandes del cómic japonés de todos los tiempos.

Una de ellos fue Kuniko Tsurita, autora completamente desconocida en nuestro país, y cuya corta vida, sesgada por la enfermedad, no impidió que regalara a los lectores una trayectoria que ahora se reúne y nos llega a los ansiosos lectores patrios en un voluminoso tomo.

En su interior vamos a encontrar una enorme y diferente cantidad de propuestas, tanto argumentales como estilísticas, claro signo de la búsqueda de una joven autora como fue Tsurita.

Desde el humor y la caricatura, sazonada con momentos de slapstick, clara influencia del Maestro Osamu Tezuka, en relatos como Historia de los dioses o Esta historia; pasando al oscuro drama existencial de Sin sentido, o el alegado feminista Mujer.

También tira de ironía a la hora de retratar a los personajes nacidos de su imaginación, como en Huida para la gloria y Madame Haruko.

Su estilo gráfico se dulcifica por momentos, para en la siguiente historia mutar, cambiar de manera clara. Y así iremos avanzando a lo largo de estas casi quinientas páginas para observar en las últimas como la enfermedad hizo que su trazo se resintiera, así como un oscuro velo, fruto del pesimismo, cayera sobre los argumentos de sus historias.

Es una autentica pena que una autora con tanto talento nos dejara tan pronto, quién sabe si con el tiempo podría haberse embarcado en proyectos de más extensión, abandonando el relato corto.

Todos los que queráis saber más sobre su vida y trayectoria estáis de suerte, ya que como necesario epílogo al volumen, nos encontramos con un interesante texto de Shô Onod, donde además de recorrer su paso por la revista Garo, también apunta los trabajos que realizó para otras publicaciones nipones, estas dirigidas a un público más amplio, como es el caso de Young Jump.


Diario de Cadiz



martes, 26 de noviembre de 2024

El tesoro fotográfico del Conde de Manila

Por Prudencio Mateos fotografía de Narciso Clavería y Palacios

La España que fue. A caballo entre el siglo XIX y el XX. Ese es el legado que escondían muchas de las cerca de las cerca de 3.000 imágenes, la mayoría en  placas de cristal, que ahora ven la luz en estas páginas después de años guardadas en una. vivienda del barrio de Salamanca de Madrid. Buscando reflejar los edificios y sus detalles

Un tesoro fotográfico prácticamente intacto cuya autoría corresponde al arquitecto madrileño Narciso Clavería y Palacios (1869-1935), tercer conde de Manila. No fue precisamente un desconocido. Pero su afición a la fotografía, que en ciertos casos llega a rozar la ambición de documentar la vida costumbrista de un país con su cámara y que le llevó a formar parte de la Real Sociedad Fotográfica, no fue su obra más famosa. Es su creación arquitectónica la que trascendió como uno de los impulsores más destacados del estilo neomudéjar en España, constituyendo una de sus obras más representativas la estación de ferrocarril de Toledo, erigida entre 1916 y 1919.

El progreso. Escena en un taller en el que dos operarios posan junto a la máquina con la que se ganaban el jornal a principios del siglo XX. El autor de la imagen, arquitecto y fotógrafo, mantuvo el interés antropológico por el auge de la tecnología.



Clavería y Palacios nació en Madrid en 1869. Fue nieto del capitán general y gobernador de Filipinas (1844-1849) Narciso Clavería y Zaldúa. Nada más obtener el título de arquitecto y como viaje de aprendizaje, recorrió durante 74 días, entre julio y septiembre de 1896, varios países europeos: Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, el Imperio Austrohúngaro, Suiza... Visitó alguna de las principales ciudades de estas naciones con un gasto total, según sus descendientes, de 5.774 pesetas. Una fortuna tan solo al alcance de muy pocos españoles de entonces y de ahora. Así empezó a educar su ojo de arquitecto recién licenciado a través de la cámara fotográfica. Buscando reflejar los edificios y sus detalles ornamentales, construcciones civiles como puentes y puertos sobre el Rin, los canales de Ámsterdam, el atraque de varios barcos en algún puerto del norte de Europa... Pero es sobre todo la España de la primera mitad del siglo XX la que revive al contemplar la mayor parte de sus instantáneas.

"Se hablaba en la familia del tesoro fotográfico de mi abuelo, de sus méritos arquitectónicos, pero nadie sabía realmente lo que contenían las cuatro cajas con imágenes y algunas notas explicativas, pocas, de las mismas", recuerda hoy José Roda-Clavería, nieto de Narciso Clavería y Palacios y custodio de un legado que empezó a escanear y catalogar movido por el interés de recuperar la historia de sus antepasados a través de los retratos familiares que se escondían a lo largo de 3.000 placas de cristal conservadas en cajas de galletas metálicas de color gris y en otras de plástico más modernas. El nieto de Clavería y Palacios encontró entre ellas escenas en las que posan los niños, la mujer y otros miembros de la familia del tercer conde de Manila. Hay también instantáneas de parientes acompañados del servicio doméstico de la casa, de niños jugando con muñecos o vestidos con pomposos trajes de marineritos o de marionetas, de paseos por el Retiro, la cocina de la casa familiar de Montesinos en Valencia...

Pero es su ojo como fotógrafo documental el que cobra relevancia a la luz de las placas. El retrato panorámico de Segovia en 1897 con sus monumentos principales al fondo: el acueducto, la catedral, las riberas del río Eresma, el monasterio de El Parral y el alcázar asentado sobre su mole rocosa... Las estampas madrileñas en el Retiro o durante la llamada Fiesta del Árbol, celebrada por primera vez en marzo de 1896 y donde aparecen carros de mulas, simones y otros transportes de caballerías que portan en sus lomos cubas de agua para los árboles recién plantados... En contacto con el agua también están las lavanderas del río Manzanares en Madrid, y al viento, sus tendederos con ropa cuando el aprendiz de río aún no estaba canalizado... Vistas de la Puerta del Sol atravesada por tranvías tirados por mulas, imágenes generales y de detalle de la estación de Atocha tomada desde la actual glorieta del Emperador Carlos V y de la entrad del hoy Museo Municipal de Madrid en la calle de Fuencarral, las siluetas solitarias de los soportales de la plaza de Santa Cruz, de la fuente de Neptuno, de la de la Alcachofa hoy ubicada en el Retiro, de la Cibeles custodiada por carros...

Narciso Clavería y Palacios con su esposa (en el retrato de arriba). Tercer conde de Manila y arquitecto de profesión, desarrolló una intensa actividad fotográfico a caballo de los siglos XIX y XX con sus cámaras de placas. Las estampas de esta página son solo una pequeña muestra de las cerca de 3.000 imágenes que componen su archivo y esbozan un retrato costumbrista de la España de hace un siglo. En estas imágenes, de izquierda a derecha y de arriba abajo:
Un día de colada en una orilla del madrileño río Manzanares.
Escena callejera con hombres trabajando al aire libre.
La cocina de una de las casas de la familia del fotógrafo.
Panorámica del acueducto de Segovia hacia 1897; Narciso Clavería y Palacios viajó por España retratando las costumbres, quehaceres y el aspecto del país.
Imagen de la Cibeles rodeada de carros. La vida y los cambios en Madrid, ciudad natal de Narciso Clavería y Palacios, fue uno de sus grandes temas.
La vida en el campo queda patente en esta instantánea de temática rural donde resaltan las construcciones y la calle de piedra.


El resto del país también cruzó en su objetivo. Asturias, Granada, Córdoba, San Vicente de la Barquera, Cantabria, Gijón, Sevilla, Potes, Burgos... Casas populares como los hórreos y otras construcciones rurales, escenas costumbristas en ferias o ventas de ganado, en muelles del norte de España descargando la pesca y el carbón... El interés etnográfico del incipiente fotógrafo queda patente en estas instantáneas, así como su visión del progreso y el trabajo en el retrato de unos operarios junto a una máquina con la que se ganaban el jornal. Estampas que conviven en las cajas del nieto del autor con el contrapunto de las escenas de playa en Gijón y Santander hacia 1899, donde aparecen al fondo las casetas de baño individuales junto al mar y varios niños pulcramente vestidos que juegan con arena bajo la mirada atenta de sus madres o cuidadoras.

Del Norte al Sur, pasando por la mezquita de Córdoba y detalles de sus espacios, arcos y motivos ornamentales, o la Alhambra de Granada, Sevilla y su feria, Jerez de la Frontera, la Carraca, Puerto Real, El Puerto de Santa María en 1897... Este viaje fotográfico debió de concluir ese mismo año en Tánger y Tetuán. De su estancia en la ciudad internacional hizo no solo fotos de la travesía en barco del Estrecho de Gibraltar, sino también de un grupo de niños marroquíes sentados en una pequeña embarcación acercándose a la misma y ofreciendo algunos productos a los pasajeros, de algunas vistas panorámicas y rincones de las dos ciudades y de la celebración de un mercado con ganado y otros artículos. Pasajes que en muchos aspectos permanecen igual un siglo después. Testimonios de la España que fue. Encuadres, detalles y matices que ayudan a entender el país que es hoy.

El Pais Semanal número 1.940

Domingo 1 de Diciembre de 2013





“Erase una vez…”

Con un reparto coral, el guionista Tom King, junto al dibujante Jorge Fornés, construyen una historia que te engancha desde la primera página

José Luis Vidal

20 de noviembre 2024 

Están las grandes gestas, epopeyas que serán narradas de padres a hijos, a través del tiempo, convirtiéndose en relatos inmortales donde impera el heroísmo, enfrentado al Mal, y en el que, después de mil y una peripecias, los protagonistas logran salir bien parados, derrotando a los crueles villanos.





Calle Peligro

Guion: Tom King

Dibujo: Jorge Fornés

Tapa dura

Color

368 págs.

43,50 euros

ECC Ediciones


Y luego hay historias que nadie, o casi nadie, conoce, pero que aunque parezca increíble, en su argumento se sopesa en una imaginaria balanza el destino del mundo, de todos los mundos…

Este es uno de esos relatos.

Y curiosamente, comienza con un grupo de jovenzuelos, vecinos de la Calle Peligro, a los que todos en el lugar conocer como los Dingbats, un cuarteto de golfillos que además de tener en común su orfandad, siempre protagonizan más de una barrabasada.

Sus 'nombres' son Bananas, Guaperas, Nogordo y Krunch.

Debido a las gamberradas que suelen maquinar, casi no hay día que no se crucen en su camino la representante de la ley del lugar, la jefa Warner, a la que los chicos han apodado, con no poca sorna, como Lady Cop.

Con la labia que les caracteriza, los chicos se librarán de una buena multa por parte de la agente, que los deja marchar hacia el desierto subidos en un veloz vehículo.

Justo en este lugar aparece un inusual trío que también son protagonistas del relato. Ellos son Metamorfo, Starman (ojo, el de piel azul) y Warlord. Para poder ingresar en las filas de la Liga de la Justicia no se les ha ocurrido otra idea que, a cambio de un brazo de Metamorfo, conseguir el yelmo del Dr. Destino, y con él, traer a la Tierra a el villano de villanos, el regente de Apokolips, Darkseid…

Obviamente, el plan no sale todo lo bien que ellos esperaban y la cosa acaba con el legendario Atlas muerto, atravesado por la espada de Warlord y con un fuerte golpe que afectará de manera muy dramática a los Dingbats…

Y podría seguir, pero no quiero revelaros mucho más de esta apasionante historia en la que conoceremos a los miembros de Grupo Verde, y cómo llegaron a ser unos poderoso chavales multimillonarios; o cómo un presentador de televisión en horas bajas firma un autentico pacto con el diablo. Mientras, una oscura misión le es encomendada a un Manhunter, que inevitablemente se verá las caras en la azotea de un edificio con un hábil guardaespaldas apodado Asesino, con el que tendrá más que palabras…

¿Y qué me decís de los temidos Outsiders? ¿Existen de verdad son una leyenda urbana?

Todo esto y mucho, mucho más se esconde dentro de las páginas de este volumen que recopila la miniserie de doce entregas en la que Tom King ha vuelto a demostrar que puede con todo lo que le echen, y aquí coge a los personajes de la mítica antología 1st Issue Special y los introduce en una rocambolesca narración que Jorge Fornés plasma con talento en las viñetas.


Diario de Cadiz




domingo, 24 de noviembre de 2024

Los caminos del cómic español en el siglo XXI

De la memoria histórica y el retrato social a la medicina gráfica y la biografía, los autores reescriben los géneros



Viñeta de 'Todo bajo el sol' (Salamandra, 2021), de Ana Penyas.


Álvaro Pons Noelia Ibarra Rius

23 NOV 2024


En apenas un cuarto de siglo, el cómic español ha conseguido trascender las rémoras del pasado, estableciéndose como una forma artística reconocida y admirada dentro del mundo cultural. Aunque la situación de la autoría sigue siendo extremadamente precaria, como se certificó en el Libro Blanco del sector impulsado por el Ministerio de Cultura y Deporte este mismo año, resulta indudable la existencia de una nueva generación autoral que está renovando desde una libertad formal y temática de calidad contrastada. Quizás el estandarte más reconocible de la historieta española en estos años sea Paco Roca, autor valenciano que figura como referencia en cualquier nueva tendencia que se considere, desde la medicina gráfica a la introducción del cómic en museos y espacios culturales o las adaptaciones a la gran pantalla. Superventas incontestable, Roca ha ejercido de ejemplo desde la autoría comprometida, en la que la memoria ha actuado como tema recurrente de sus trabajos. La casa (Astiberri) supone un exponente claro de ese ejercicio de reflexión sobre la construcción personal desde el recuerdo, pero también del legado que dejamos a nuestros seres queridos. Su última obra, El abismo del olvido, realizada junto a Rodrigo Terrasa, constituye una muestra de cómo la memoria histórica ha encontrado un lugar natural para desarrollarse desde el relato autobiográfico. Siguiendo el ejemplo fundacional de Carlos Giménez, otras obras han explorado ese género, como el díptico formado por El arte de volar y El ala rota, de Altarriba y Kim (Norma Editorial), que consigue trazar un relato crítico de la historia de la sociedad española de los últimos 80 años a través de las vidas del padre y la madre del guionista. El dibujo de Kim crea una conexión directa con una época de miseria y tristeza que Altarriba traslada desde lo íntimo a lo universal.

Esta temática ha arrastrado el interés renovado por géneros como la biografía, de gran tradición en la historieta, pero ahora vinculados a una nueva perspectiva que entronca la trayectoria vital de los creadores a sus obras y crea reflexiones cruzadas, como la de Warburg & Beach (Salamandra), que toman dos personajes claves para el siglo XX para analizar el papel del libro mediante librerías y bibliotecas, pero atreviéndose a romper con el propio concepto tradicional de lectura desde la estructura de leporello, que transforma al propio objeto en categoría.





Una experimentación que abandona el reducto de los fanzines más combativos para ubicarse entre el gran público con obras como Por culpa de una flor, de María Medem (Blakie Books), que trabaja desde el cromatismo y la composición una relación profundo con la poética y la música que actúa de forma deslumbrante. La poesía gráfica ha entrado con fuerza a través de la obra de autoras como Laura Pérez Vernetti, con sus adaptaciones poéticas, o de sugerentes planteamientos como el de Mayte Alvarado en La isla (Reservoir Books), cuya apuesta por el color y la forma genera ritmos visuales que piden la complicidad lectora desde la implicación hacia nuevas narrativas. Sin embargo, el cómic español en estas décadas ha descubierto en la no ficción un campo de expansión indudable: el periodismo gráfico como nueva manera de abordar la información tiene exponentes sobresalientes en obras como El día 3 (Astiberri), donde Cristina Durán y Miguel Ángel Giner parten de la investigación de Laura Ballester para aprovechar el potencial comunicativo de la historieta y, al tiempo, jugar con su potencial simbólico para generar conexiones de empatía entre los protagonistas del desastre y los lectores. Una forma de aprovechar el lenguaje del noveno arte que se configura como ensayo gráfico, en la autoría española está resultando clave, como se constata en Todo bajo el sol, de Ana Penyas (Salamanca Graphic), que analiza los procesos de gentrificación asociados a la evolución del turismo y los problemas derivados, más allá de la simple crítica al modelo económico, como un riguroso estudio de las implicaciones de las decisiones políticas no solo en su entorno, sino en la configuración de la sociedad futura. En el seno de la no ficción, un lugar destacado procede de la medicina gráfica, con un importante impulso en España a partir de las obras de Gallardo (María y yo) y Roca (Arrugas), convirtiéndose en una herramienta fundamental en la relación entre el paciente y el profesional de la salud. Un brillante ejemplo que vincula esta línea con nuevos recursos estilísticos es El Cuerpo de Cristo, de Bea Lema (Astiberri), que parte de la experiencia autobiográfica para apuntar al impacto de la enfermedad mental en la vida familiar, creando un relato que empatiza con un sufrimiento colectivo desde la metáfora que aporta el atrevimiento formal. Pero tampoco los géneros clásicos se han abandonado: el terror, la ciencia ficción o la aventura están teniendo reescrituras desde una mirada moderna como la firmada por Santiago Valenzuela en Las aventuras del Capitán Torrezno (Astiberri), con su creación de todo un universo en miniatura que se alimenta a borbotones de la cultura popular, pasada por un tamiz tan castizo como azconiano, en una lectura tan irónica como feroz del aventurero que conecta directamente con la actualidad de nuestros días, rompiendo todos los esquemas con sabor a carajillo y olor a bar de barrio.

Si bien la asimilación del cómic como un medio infantil ha pesado en las últimas décadas, creando una distancia amplificada por la aparición de nuevas ofertas que parecían sentenciar la separación del cómic de los lectores más jóvenes, en el siglo XXI atendemos a un auténtico despertar del tebeo para el público infantil. Desde la premisa del disfrute lector del receptor, con indudable influencia del manga y de la nueva ofeta audiovisual, el cómic infantil está en efervescencia, con iniciativas tan loables como la colección Mamut (Bang Ediciones), con series como Astro-ratón y Bombillita, de Fermín Solís, o Superpatata, de Artur Laperla, que reescriben los clásicos para los más pequeños con atrevimiento y descaro en forma y fondo. Y esto solo está empezando.

Babelia núm. 1.722

Sábado 23 de noviembre de 2024



viernes, 22 de noviembre de 2024

Los Profesionales / Carlos Giménez



«Las cosas existen solo si hay alguien, un interlocutor o un testigo, que nos permita recordar que alguna vez fueron ciertas».

Antonio Muñoz Molina

El madrileño Carlos Giménez (1941) es uno de los máximos responsables de la trascendencia del cómic español porque ha demostrado su capacidad en varios ámbitos de la historieta, pero además ha creado un universo y un lenguaje propios en lo artístico, en lo social y en lo humano de toda su obra, teñida de tintes autobiográficos.

En su dibujo se aprecian influencias de Chester Gould, Will Eisner, Milton Caniff o Frank Robbins, entre otros. Y en sus obras más personales destaca un realismo informal que en seguida llega a la caricatura por motivos expresionistas: como él mismo decía en una entrevista, «o dibujabas a un niño bien dibujado o dibujabas el hambre, y el hambre se dibuja desdibujando al niño».

En cuanto al relato, álbumes como Hom (1977) o Koolau el leproso (1979) demuestran su maestría como narrador visual; pero otros ofrecen, en conjunto, una interesante perspectiva histórica, política y sentimental de España, suponen uno de los más importantes corpus de cómic social y revelan la maestría del autor para narrar no solo con imágenes sino con palabras: 36-39. Malos tiempos (2007-2008), Paracuellos (1977-2003), Barrio (1977), Los profesionales (1981-2004), España una, España Grande y España Libre (1976)... la obra de Giménez, como la de Galdós en el siglo XIX, la trilogía de Barea para las tres primeras décadas del siglo XX o la de Chirbes para las tres últimas, representa para la historia de España un receptáculo de la memoria, en este caso del franquismo, desde la posguerra hasta la transición a la democracia, pero una memoria emocional construida a base de anécdotas. Giménez se ha definido a sí mismo como un «mendigo de las anécdotas». Pero además, es un maestro del guion, como lo demuestra el virtuosismo con el que explica en Los profesionales cómo uno de los dibujantes entregaba las páginas sin entregarlas.




Los profesionales recoge en seis álbumes algunas anécdotas atribuidas a dibujantes que, como el autor, trabajaron en agencias durante los años sesenta. Otro álbum, Rambla arriba, Rambla abajo (1981), se puede considerar perteneciente a la misma serie. Según el diccionario, «profesional» es el que ejerce una profesión, el que la ejerce con capacidad y aplicación o el que practica habitualmente una actividad de la que vive.

A los personajes de Giménez no les unía la capacidad ni la aplicación ni la calidad ni la personalidad ni el estilo, solo la pasión por dibujar cómics y las condiciones en las que realizaban su trabajo, que a menudo desembocaban en historietas delirantes por falta de medios, de tiempo o de talento. Las historias que se cuentan beben de la tradición picaresca española y presentan un mundo que parece haber desaparecido entre tanta homogeneización y corrección política: gamberrismo, golfería, hambre, vagancia... pero también amistad, compañerismo... Giménez saca la parte más positiva de esa época sin dejar de lado la crítica social. Hace un retrato bastante amable de la sociedad barcelonesa de los sesenta desde las penurias de unos artistas en ciernes que apenas llegan a final de mes.

Al autor no le interesa contar su vida, quiere señalar episodios históricos, por lo general humanos y divertidos, pero también representativos del momento en el que se vivía. El protagonismo de las historias se diluye al no producirse una clara identificación entre el narrador y su álter ego histórico. La obra trasciende la individualidad y ofrece un sujeto colectivo, algo que se aprecia mejor todavía en Paracuellos.

La acumulación de anécdotas tristes, salvajes, repugnantes, políticamente incorrectas, en las que se usa la exageración como recurso humorístico, distorsiona la realidad y la torna grotesca, produciendo un efecto tragicómico. Aunque dicha incorrección en lo personal sirve de revulsivo en lo político. De ella surge luego la intención y la capacidad para luchar contra el poder establecido. La corrección política inunda las conciencias hasta que las debilita y las ahoga en el caldo uniforme de la autocensura. Y eso también acaba con la libertad, que pasa a ser un significante manido con un significado superficial, y castra la creatividad.

Muchas de las anécdotas quizá provengan de la época más loca de la empresa Selecciones Ilustradas, de Josep Toutain, al parecer entre 1959 y 1961, cuando ni siquiera trabajaba en ella Carlos Giménez. Otras son ajenas, como los míticos sablazos de Manuel Vázquez (en el cómic, Menéndez), que luego re- cogería la película de Óscar Aibar (El gran Vázquez, 2010). Pero la acción se sitúa en 1964, significativamente, durante la celebración de los «Veinticinco años de paz».

La campaña de los «Veinticinco años de paz» fue una de las creaciones propagandísticas de Manuel Fraga para lavar la cara al régimen dictatorial y alejarlo del tradicional discurso de cruzada mediante un tono conciliador que convenciese a españoles y extranjeros de la afabilidad y cordialidad del régimen de Franco. Con esta campaña, el franquismo se convirtió en el primer instigador del olvido: olvidar la Guerra Civil y la posguerra; pero fue un olvido impuesto por la dictadura que luego se hizo necesario para avanzar en la Transición sin ruido de sables.

Al mismo tiempo, Carlos Giménez recuperaba la memoria (sus amigos dicen que inventó la memoria histórica): primero sacó las vergüenzas de la Transición en España una, España Grande y España Libre; luego recordó lo que la posguerra había supuesto para los pobres con las series Paracuellos y Barrio; y, más tarde, en Los profesionales, mostraría Las Ramblas «como un escaparate en el que no se puede ocultar nada, como el periódico sin censura de la ciudad, como el espejo que refleja la auténtica y a veces dolorosa imagen de lo que somos. Es el realismo crudo». O el surrealismo delirante. En general, una muestra de costumbrismo, humor y crítica social en el trabajo, y en las plazas y calles de Barcelona tomadas por la policía. Sus cómics sociales tienen vocación de fuente histórica. Desmiente la evidente identificación de los personajes con personas reales, pero insiste en que todo lo que cuenta le sucedió a alguien. La historiografía convencional no posee la exclusividad ni la verdad del relato histórico. Los protagonistas del discurso histórico de Los profesionales son los ciudadanos, no el estamento dominante.

No hay una línea temporal, solo un conjunto de anécdotas, de recuerdos propios y ajenos, deformados, exagerados, modulados por distintas circunstancias. Y, entre los arbustos de anécdotas, destaca sobremanera el árbol del contexto. La anécdota ayuda a vincular la necesidad de derechos y libertades ciudadanas con las experiencias personales.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


¿POR DÓNDE EMPIEZO? ÉRASE UNA VEZ LOS OTROS SUPERHÉROES...

Nerea Fernández Rodríguez

Los inicios del cómic a finales del siglo XIX derivaron rápidamente (en unas cuatro décadas) en el desarrollo del primer superhéroe, consecuencia de la crisis del periodo de entreguerras, del cine y el pop art, y descendiente del héroe romántico reconvertido en pulp, y de la épica clásica transmutada en la estadounidense del western. Así, de los primeros conatos como Flash Gordon, el Fantasma o el Príncipe Valiente, en 1938 surgió Superman y, con él, toda una caterva de personajes en mallas cuyo sentido de la justicia era tomarse la ley por su mano.



Así, desde entonces los superhéroes han poblado las páginas de los cómics y, cuando se dignificó su estudio, también de las revistas, periódicos, ensayos, tesis, etc. y, por supuesto, también de la gran y la pequeña pantalla, de manera que, si preguntáramos a cualquiera, podría citarnos, al menos, uno (adelante, haz la prueba); aunque lo más probable es que pertenezca a uno de los dos grandes universos del cómic superheroico: Marvel o DC, que han ocupado ocio y negocio durante los últimos años. Si bien es reconfortante comprobar cuántas personas se acercan diariamente al tebeo, también hay quienes aún se oponen ya sea por el hastío que ha provocado la reciente omnipresencia de estos personajes, ya por concebirlos como copias unos de otros, ya por no haber encontrado ninguno que satisfaga su curiosidad y lo mantenga pegado a la página.



Por ello, aquí se presentará una pequeña muestra de todos los superhéroes que podríamos descubrir si nos alejáramos de los dos grandes universos mencionados. No obstante, antes de comenzar, he de indicar que: 1. Se trata de una selección, pues el espacio de desarrollo es limitado; 2. Es probable que no estén todos los que pudieran (la intención es incluir una variada muestra, lejos de los personajes más conocidos o que pertenecen a los dos gigantes editoriales).

Sin más dilación, comencemos con... los otros superhéroes.

En primer lugar, la editorial 2000 AD, revista británica que comenzó en 1977 y que cuenta con autores como Alan Moore, es la sede de Juez Dredd, una sátira distópica de la cultura angloamericana. Menos conocido es Zenith, del guionista Grant Morrison y el dibujante Steve Yeowell, un superhéroe británico que apareció por pri- mera vez en el número 535 de 2000 AD (1987), si bien el personaje en sí mismo no hizo acto de presencia hasta el número siguiente. Zenith (Robert McDowell) se encuentra en la línea de los personajes de los ochenta que trataban de responder a la pregunta expuesta por autores como Alan Moore o el propio Morrison: «¿Cómo serían los superhéroes si fuesen reales?» De este modo, Zenith, que supuso la carta de presentación del guionista escocés, es un superhéroe superficial y sarcástico que utiliza sus poderes para su propio beneficio (promocionar su carrera como cantante pop) y que será reclutado para salvar la Tierra. En España lo publicó ECC.

Por otra parte, si leer en inglés no es motivo de disgusto para vosotros, y tenéis acceso a ediciones de Aftershock, podéis acercaros a otros personajes como Alters, serie de superhéroes mutantes cuyo protagonista es transgénero; Captain Kid, una especie de Shazam reverso; Project: Patron, en el que el héroe que se creía regresado de la batalla final no es sino una réplica comandada por un equipo; Side Effects, una historia superheroica cuya trama gira en torno a la salud mental y a la necesidad de estar bien con uno mismo; o Super Zero, en la que la protagonista, Dru Dragowski, trata de emular los orígenes de los superhéroes para convertirse en uno.

Si, por el contrario, no podéis comprar cómics en inglés o preferís leerlos en español, habrá que esperar a que Planeta (que es quien suele publicar a Aftershock en España) decida hacerlo.

Irredimible e Incorruptible, de Boom! Studios, fueron publicados por Norma entre 2012 y 2014, y en ellos se cuenta la respuesta a la pregunta «¿Qué ocurriría si Superman decidiera convertirse en un supervillano?».

Otro de los ejemplos a destacar de la editorial, Hero Squared, utiliza la idea de los universos alternativos para situar a su personaje principal, Captain Valor, y cuyo universo continúa en Planetary Brigade.

Al igual que en 2000 AD, no me detendré dentro de Dark Horse en Hellboy puesto que este puede que sea el personaje enseña de la compañía. Sin embargo, sí se pueden mencionar otros personajes (muchos de ellos editados por Planeta) como Grace (cuya primera aparición tuvo lugar en Catalyst: Agents of Change,); el vigilante antihéroe X publicado en Aleta (2014-2015); Ghost, cuyo cómic homónimo narra las aventuras de una asesina que ha perdido la memoria; Madman, cuyo nombre es una clara referencia a la Criatura de Mary Shelley, aunque se enmascare bajo la premisa de que debe su nombre a Frank Sinatra y Albert Einstein (apareció también en IDW, Image y Oni Press. Su publicación en España aún está en curso); o Magnus, Robot Fighter (publicado también por Valiant y, en España, por Norma), un héroe criado y entrenado por un robot que lucha en un mundo distópico contra aquellos que atentan contra la libertad de los seres humanos.




A la editorial Dynamite le ocurre algo similar a Aftershock; la mayor parte de sus superhéroes no se encuentran publicados en España (omitiré nombres conocidos como The Boys, Buck Rogers, Flash Gordon o Miss Fury); por lo que, si queremos acercarnos a un cómic en el que cuatro hámsteres regresan del espacio tras exponerse a una gelatina radiactiva y caen en un monasterio del Himalaya donde aprenden artes marciales (Adolescent Radioactive Black Belt Hamsters) tendremos que recurrir a nuestro nivel de inglés, o rogar que lo publiquen en España un día de estos. Siguiendo con superhéroes que nos «recuerdan» a otros, tenemos a The Black Bat (resultado de mezclar a Daredevil con Batman), The Owl o Terminal Hero; así como a Cat-Man and Kitten, y Rocketman and Rocketgirl (estéticamente similares entre ellos).

Dynamite también supo rentabilizar series conocidas como The Green Hornet con los tebeos que versaban sobre el compañero de este, Kato; así como personajes conocidos por el acervo popular como la diosa Atenea quien, en Athena, renace en nuestro mundo; o procedentes de grandes mentes como la de Jack Kirby en Captain Victory and the Galactic Rangers. Junto a ellos, otros superhéroes pueblan las páginas de Dynamite, como el farmacéutico Black Terror (extensión de Project Superpowers), el equipo de héroes luchadores Cage Heroes (a los que habría que denunciar por explotación infantil) o las agrupaciones de justicieros Gold Key Alliance, Justice Inc. (editada por Ediciones Zinco, 1991) o Scarlet Sisters, que retoman héroes ya publicados con anterioridad.

Si en Dynamite teníamos a la versión peludita de animales conocedores de artes marciales, IDW es la sede de las Teenage Mutant Ninja Turtles, pero también lo es de un grupo de superhéroes que no pretenden trabajar como tales, Superfuckers. Frente a estos, se encuentran personajes con un carácter más serio y profundo como el veterano de Vietnam y enfermo de personalidad múltiple, Badger, o el superhéroe sobrenatural The Crow (editado por Norma).

De la mano de Image encontramos a algunos superhéroes más conocidos (y editados en español) como Invencible (ECC), cuyo arco argumental está terminado; los personajes que comenzaron con la editorial como Spawn, un antihéroe que regresa del inframundo como un engendro para expiar sus pecados, o Savage Dragon, un humanoide verde de origen incierto (ambos publicados por Planeta). Otros ejemplos serían el antihéroe Shadow Hawk (perteneciente a Youngblood, Planeta) o el recomendadísimo Shirtless Bear Fighter, un héroe traicionado por los osos que lo criaron y que jura una venganza... descamisada. Un cómic lleno de acción y chistes malos aún inédito en España.

De Valiant también han llegado algunos personajes más conocidos, como Ninjak (editado por Medusa, Norma, Moztros, Aleta... ¿me dejo alguno?) o Bloodshot (Aleta, Moztros, Medusa), que aparece también en Eternal Warrior (ambos personajes han sufrido, de momento, tres reinicios de su origen) o, dentro del mismo universo, Timewalker (Medusa), hermano del anterior.

Otros ejemplos, lejos del superhéroe solitario noventero se encuentra Harbinger, que se centra en un grupo de adolescentes marginados con superpoderes, o los H.A.R.D. Corps (cómic que trata sobre un grupo de soldados con implantes neuronales explosivos que emulan a los Harbinger, y cuya primera portada de Jim Lee se debe a la promesa de unas entradas de concierto). Por último, y dentro del universo Harbinger, se encuentra Faith, una superheroína psíquica que tuvo una serie en solitario en 2016-2017 (Medusa).

Para terminar, la editorial Vertigo, que tuvo sus inicios un año después de Valiant, ha presentado personajes como Human Target (editado en España como Blanco Humano por Norma, Planeta y, recientemente, en formato grapa con Tom King en el guion, por ECC) o el compendio guionizado por Kurt Busiek y que vive en Astro City (primero de Image) como The Confessor o Winged Victory (que nos pueden «recordar» a otros personajes) o el inquietante Jack-in-the-Box (abstenerse coulrofóbicos), editado por Norma, Planeta y ECC.

Interesante es el ejemplo de Seaguy (ECC), un superhéroes sin poderes cuyo traje es un mono de buceo y al que acompaña Chubby Da Choona, un atún parlante y fumador (no podíamos esperar menos de Grant Morrison y Cameron Stewart); o The Enigma (a los mandos de Peter Milligan), aunque por razones distintas...

Podemos concluir este brevísimo repaso recordando que es mucho y variado lo que podemos encontrar más allá de las fronteras del MCU o del DCEU (incluso en el cómic patrio tenemos ejemplos menos conocidos como Pafman o el recientemente adaptado a la pequeña pantalla, García). Espero que esta pequeña aproximación sirva como un mapa de navegación que expanda las fronteras de vuestro mundo superheroico conocido.


Jot Down Comics 2024


jueves, 21 de noviembre de 2024

Torpedo 1936 / Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet

 



Tras las dos primeras historias de Torpedo en 1981, el dibujante álex Toth dijo «hasta aquí hemos llegado». No compartía el peculiar sentido del humor del guionista Enrique Sánchez Abulí. Qué son unas palizas a mujeres por aquí, una propuesta a un pederasta para que viole a un niño por acá, jugar al rugby con un bebé como balón, que un par de hampones degusten la leche materna directamente de donde mana, cuarto y mitad de estupro con una prostituta menor de edad o algunos asesinatos arbitrarios. Era demasiado sensible y tierno. Abulí necesitaba a un tipo duro para un cómic de duros. Llegó Jordi Bernet y juntos dieron la personalidad que caracteriza a las andanzas del asesino a sueldo Luca Torelli en la América de la Gran Depresión, consiguiendo un éxito inusitado para el cómic español gracias a sus ventas y prestigio en numerosos países.

Con una apariencia de serie negra que reúne desde el primer momento todos los tópicos sin ningún tipo de disimulo —implacables mafiosos, sicarios, burdeles, mujeres fatales, venganzas, ambientes hampones, policías corruptos, violencia, erotismo—, Torpedo, 1936 utiliza en cierto modo los lugares comunes de este género, y exageramos un poco, como un gran mcguffin que encauce lo que realmente interesa. Si el halcón maltés, en la paradigmática película de gánsteres, servía de excusa que empujaba a la acción y la evolución de los personajes, toda la atmósfera de Torpedo, 1936 y su situación en determinada época de la historia sirve de particular halcón maltés que envuelve las tramas y permite que los personajes se comporten como se comportan. Ya tenemos el pretexto, hasta el punto de que todos sus episodios empiezan de forma semejante, a modo de fórmula repetitiva, y las relaciones entre los personajes, su propio origen, sus motivaciones se suelen omitir o simplificar, porque no importan. Lo que realmente cuenta es el humor, la transgresión, orientados fundamentalmente al sexo y la violencia entre todos y hacia todos. Curiosamente, este cómic ha pasado por ser un modelo del género negro cuando, si se piensa bien, con unos retoques, se podría trasladar a otro «universo». Hay que ver- lo como el gran mérito de Bernet, cuyos dibujos llenos de dinamismo y expresividad consiguen sumergir al lector en ese mundo. Ya tenemos la coartada para el«crimen».

El «crimen» lo comete Sánchez Abulí con sus chistes directos de humor negro brutal, junto a algunos juegos de palabras muy característicos, solamente comprensibles en español (desconozco cómo han solucionado esto los traductores). Entre negros anda el juego: la serie negra resulta ser el mcguffin del humor negro.



Pero entre estos negros hay cierta desigualdad. Se produce un desequilibrio entre forma y fondo. El dibujo de Bernet es extraordinario en todos los sentidos, tanto para describir la acción, como la comedia o el sexo. En comparación, el guion de Sánchez Abulí, suele ser más bien previsible, reiterativo y con un ingenio enfocado sobre todo a un público juvenil, incluso a veces roza momentos infantiloides. En ocasiones el lector puede tener la sensación de que semejante dibujo no casa bien con estos guiones y que tales trazos merecían de mayor complejidad y adultez sin dejar de lado el tono propuesto. La excelencia del dibujo no cuenta con unas historias a su altura. Curiosamente parece una constante para Bernet, pues le sucede lo mismo en su conocida serie para la revista El Jueves, Clara de Noche, en este caso con los guionistas Carlos Trillo y Eduardo Maicas. De esta manera, Torpedo, 1936 queda como una buena introducción al cómic erótico y de serie negra para alguien que empieza a leer estos temas en su adolescencia. Pero difícilmente resiste una lectura adulta mínimamente exigente, aunque sí la demande su dibujo.

En 1999, el cantante Loquillo publicaba un disco con una canción dedicada a Torpedo (en CD, en la era preinternet todavía sucedían estas cosas). En el interior del libreto mencionaba a Jordi Bernet como único creador del personaje, cuando en realidad lo inventó Sánchez Abulí que, contrariado, denunció a Loquillo, al letrista de la canción, Óscar Aibar, y al propio Bernet. Tanto Bernet como Aibar habían hecho esto desinteresadamente e incluso mandaron la letra al guionista, que dio el visto bueno aunque con ciertas reticencias. Tras la publicación del álbum y al verse apeado de la autoría se produce la demanda y el fin de la colaboración, y por tanto de Torpedo. Paradójicamente, el trabajo de Bernet es tan característico y competente que se puede decir que se apropia del personaje y lo hace suyo por encima del guionista que lo ideó. Parece que todo fue un error de im- prenta, pero el error de imprenta...tenía sus motivos, nunca personales, por supuesto. Como un sicario implacable mató al padre natural para hacer peculiar justicia con el padre adoptivo. Ese error de imprenta bien pudiera ser el último personaje de Torpedo, 1936 ya fuera de sus páginas. El extraño asesino sin sueldo que acaba con todo un exitoso cómic y con su creador original.


Jot Down - Cien Tebeos Imprescindibles (2014)