domingo, 24 de noviembre de 2024

Los caminos del cómic español en el siglo XXI

De la memoria histórica y el retrato social a la medicina gráfica y la biografía, los autores reescriben los géneros



Viñeta de 'Todo bajo el sol' (Salamandra, 2021), de Ana Penyas.


Álvaro Pons Noelia Ibarra Rius

23 NOV 2024


En apenas un cuarto de siglo, el cómic español ha conseguido trascender las rémoras del pasado, estableciéndose como una forma artística reconocida y admirada dentro del mundo cultural. Aunque la situación de la autoría sigue siendo extremadamente precaria, como se certificó en el Libro Blanco del sector impulsado por el Ministerio de Cultura y Deporte este mismo año, resulta indudable la existencia de una nueva generación autoral que está renovando desde una libertad formal y temática de calidad contrastada. Quizás el estandarte más reconocible de la historieta española en estos años sea Paco Roca, autor valenciano que figura como referencia en cualquier nueva tendencia que se considere, desde la medicina gráfica a la introducción del cómic en museos y espacios culturales o las adaptaciones a la gran pantalla. Superventas incontestable, Roca ha ejercido de ejemplo desde la autoría comprometida, en la que la memoria ha actuado como tema recurrente de sus trabajos. La casa (Astiberri) supone un exponente claro de ese ejercicio de reflexión sobre la construcción personal desde el recuerdo, pero también del legado que dejamos a nuestros seres queridos. Su última obra, El abismo del olvido, realizada junto a Rodrigo Terrasa, constituye una muestra de cómo la memoria histórica ha encontrado un lugar natural para desarrollarse desde el relato autobiográfico. Siguiendo el ejemplo fundacional de Carlos Giménez, otras obras han explorado ese género, como el díptico formado por El arte de volar y El ala rota, de Altarriba y Kim (Norma Editorial), que consigue trazar un relato crítico de la historia de la sociedad española de los últimos 80 años a través de las vidas del padre y la madre del guionista. El dibujo de Kim crea una conexión directa con una época de miseria y tristeza que Altarriba traslada desde lo íntimo a lo universal.

Esta temática ha arrastrado el interés renovado por géneros como la biografía, de gran tradición en la historieta, pero ahora vinculados a una nueva perspectiva que entronca la trayectoria vital de los creadores a sus obras y crea reflexiones cruzadas, como la de Warburg & Beach (Salamandra), que toman dos personajes claves para el siglo XX para analizar el papel del libro mediante librerías y bibliotecas, pero atreviéndose a romper con el propio concepto tradicional de lectura desde la estructura de leporello, que transforma al propio objeto en categoría.





Una experimentación que abandona el reducto de los fanzines más combativos para ubicarse entre el gran público con obras como Por culpa de una flor, de María Medem (Blakie Books), que trabaja desde el cromatismo y la composición una relación profundo con la poética y la música que actúa de forma deslumbrante. La poesía gráfica ha entrado con fuerza a través de la obra de autoras como Laura Pérez Vernetti, con sus adaptaciones poéticas, o de sugerentes planteamientos como el de Mayte Alvarado en La isla (Reservoir Books), cuya apuesta por el color y la forma genera ritmos visuales que piden la complicidad lectora desde la implicación hacia nuevas narrativas. Sin embargo, el cómic español en estas décadas ha descubierto en la no ficción un campo de expansión indudable: el periodismo gráfico como nueva manera de abordar la información tiene exponentes sobresalientes en obras como El día 3 (Astiberri), donde Cristina Durán y Miguel Ángel Giner parten de la investigación de Laura Ballester para aprovechar el potencial comunicativo de la historieta y, al tiempo, jugar con su potencial simbólico para generar conexiones de empatía entre los protagonistas del desastre y los lectores. Una forma de aprovechar el lenguaje del noveno arte que se configura como ensayo gráfico, en la autoría española está resultando clave, como se constata en Todo bajo el sol, de Ana Penyas (Salamanca Graphic), que analiza los procesos de gentrificación asociados a la evolución del turismo y los problemas derivados, más allá de la simple crítica al modelo económico, como un riguroso estudio de las implicaciones de las decisiones políticas no solo en su entorno, sino en la configuración de la sociedad futura. En el seno de la no ficción, un lugar destacado procede de la medicina gráfica, con un importante impulso en España a partir de las obras de Gallardo (María y yo) y Roca (Arrugas), convirtiéndose en una herramienta fundamental en la relación entre el paciente y el profesional de la salud. Un brillante ejemplo que vincula esta línea con nuevos recursos estilísticos es El Cuerpo de Cristo, de Bea Lema (Astiberri), que parte de la experiencia autobiográfica para apuntar al impacto de la enfermedad mental en la vida familiar, creando un relato que empatiza con un sufrimiento colectivo desde la metáfora que aporta el atrevimiento formal. Pero tampoco los géneros clásicos se han abandonado: el terror, la ciencia ficción o la aventura están teniendo reescrituras desde una mirada moderna como la firmada por Santiago Valenzuela en Las aventuras del Capitán Torrezno (Astiberri), con su creación de todo un universo en miniatura que se alimenta a borbotones de la cultura popular, pasada por un tamiz tan castizo como azconiano, en una lectura tan irónica como feroz del aventurero que conecta directamente con la actualidad de nuestros días, rompiendo todos los esquemas con sabor a carajillo y olor a bar de barrio.

Si bien la asimilación del cómic como un medio infantil ha pesado en las últimas décadas, creando una distancia amplificada por la aparición de nuevas ofertas que parecían sentenciar la separación del cómic de los lectores más jóvenes, en el siglo XXI atendemos a un auténtico despertar del tebeo para el público infantil. Desde la premisa del disfrute lector del receptor, con indudable influencia del manga y de la nueva ofeta audiovisual, el cómic infantil está en efervescencia, con iniciativas tan loables como la colección Mamut (Bang Ediciones), con series como Astro-ratón y Bombillita, de Fermín Solís, o Superpatata, de Artur Laperla, que reescriben los clásicos para los más pequeños con atrevimiento y descaro en forma y fondo. Y esto solo está empezando.

Babelia núm. 1.722

Sábado 23 de noviembre de 2024



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