sábado, 8 de mayo de 2021

Una superproducción en cómic sobre la Revolución francesa

Florent Grouazel y Younn Locard lograron el Gran Premio del Festival de Angulema con ‘Revolución I. Libertad’, que reconstruye el verano de la toma de la Bastilla en 1789


Viñeta de 'Revolución' de Florent Grouazel y Younn Locard.EDITORIAL PLANETA


GUILLERMO ALTARES

Desde que los efectos digitales se apoderaron de las películas, resulta difícil hablar de superproducciones, porque el ordenador lleva a cabo una parte muy importante del trabajo. Los actores interpretan casi siempre sobre un fondo verde que luego se rellena con todo tipo de paisajes y criaturas generados por ordenador. El resultado de esa extraña mezcla es lo que llega a la pantalla. La parte artesanal de filmes como Cleopatra o los efectos especiales caseros de Ray Harryhausen se han quedado por el camino. Sin embargo, existe un arte en el que todavía se puede hablar de artesanía y de auténticas superproducciones: el cómic.

Aunque los creadores pueden recibir un poco de ayuda informática, dibujar un tebeo es todavía una labor sobre todo manual. Y, en algunos casos, deja boquiabiertos a los lectores. Es lo que ocurre con Revolución I. Libertad (Planeta Cómic, Traducción de Albert Agut Iglesias), el primer volumen de una serie de tres con la que Florent Grouazel y Younn Locard pretenden llevar al cómic la historia de la Revolución Francesa y por la que recibieron el Gran Premio del Festival de Angulema, el más importante galardón que se concede a una historieta. El resultado de este gigantesco fresco de París en el verano de la toma de la Bastilla, en 1789, representa un alarde de documentación y rigor histórico. No solo es bonito, entretenido, trepidante: su recreación de la capital francesa de finales del siglo XVIII y de acontecimientos históricos que forman parte de la imaginación colectiva de Europa resulta espectacular.

Los dos autores tardaron cinco años en dibujar su tebeo: se inspiraron no solo en una amplia documentación, sino también en Barry Lyndon, el filme de época que Stanley Kubrick rodó solo con iluminación natural o de velas para las escenas nocturnas, o incluso en mangas. Cada detalle está cuidado con realismo y precisión, desde la ropa hasta los escenarios en los que transcurre el relato: los salones de la corte, los barrios más pobres de la capital, la asamblea en la que se celebran los Estados Generales o las tiendas de los comerciantes. Grouazel y Locard han consultado archivos, pero también las primeras fotografías del París del siglo XIX y el color sepia de estas se ha colado en numerosas viñetas.


Viñetas de 'Revolución' de Florent Grouazel y Younn Locard.
EDITORIAL PLANETA

El enorme trabajo que han invertido sus autores en los fondos, en el dibujo de cada una de las viviendas, muebles, trajes, harapos, uniformes, calles o puentes de París confiere una densidad extraordinaria al cómic. Los buenos tebeos históricos permiten contemplar y, a la vez, imaginar un momento del pasado. La fidelidad a la realidad, en una tradición que incluye a Hergé o Hugo Pratt, que eran unos obsesos de la documentación, forma parte del pacto con los lectores. Pero, al mismo tiempo, el relato, los dibujos, el punto de vista del dibujante, son pura subjetividad.

Pese a ser el acontecimiento central de la historia moderna de Francia y de que se han escrito miles de libros sobre él, todavía existen rincones de sombra en la Revolución Francesa y, sobre todo, interpretaciones enfrentadas. ¿Fue una matanza sin límites? ¿Un cambio de régimen inevitable? ¿El primer gran triunfo del pueblo? ¿El principio del fin del absolutismo en Europa? Incluso la jornada central de aquella revolución, convertida en la fiesta nacional francesa, se mantiene como un misterio. Éric Vuillard escribió en su novela 14 de julio (Tusquets), que reconstruye aquel día: “Hay que escribir lo que se ignora. En puridad, se desconoce lo que ocurrió el 14 de julio. Los relatos que poseemos son encorsetados o deslavazados. Hay que plantearse las cosas a partir de la multitud sin nombre. Y debe relatarse lo que no está escrito”.

Grouazel y Locard parten de esas dos ideas de Vuillard: retratan a la multitud sin nombre, porque los personajes que articulan el relato provienen de todas las clases sociales y se mueven arrastrados por la historia. Y cuentan lo que no está escrito. O, mejor dicho, lo dibujan. La toma de la Bastilla ocupa un espacio pequeño en su relato de 300 páginas (que tendrá 1.000 en total cuando se publiquen los tres tomos). El París del hambre (nunca el pan había sido tan caro como aquel verano), de la violencia, del hartazgo ante los privilegios de la nobleza, pero también la política y la prensa, son los grandes protagonistas de un tebeo inolvidable.


'Revolución I. Libertad'

Autores: Florent Grouazel y Younn Locard

Traducción: Albert Agut Iglesias

Editorial: Planeta Cómic, 2021

Formato: 336 páginas – 35 euros



El Pais. Babelia Nº1.537. Sabado 8 de mayo de 2021

domingo, 2 de mayo de 2021

Kafka

Robert Crumb y David Zane Mairowitz 

Traducción de Leandro Wolfson

La Cúpula. Barcelona, 2010

177 páginas. 20 euros

FRANZ KAFKA no quería que en la edición de La Metamorfosis se incluyera ninguna representación del insecto en el que se convierte Gregor Samsa. Robert Crumb, quizá el más famoso de los dibujantes de cómic underground estadounidense, sí lo ha hecho. En este libro, cuyo título original en inglés es Kafka para principiantes, se van alternando las figuraciones de Crumb de fragmentos de novelas, relatos y escenas biográficas del au- tor checo con los textos del escritor David Zane Mairowitz. La relación entre texto e imagen funciona con una fluidez imparable. Mairowitz introduce con facilidad al lector en las claves que ligan las ficciones del escritor con episodios de su vida y rasgos de su perfil psicológico, mientras Crumb se deleita en páginas que resumen La colonia penitenciaria, El proceso, El castillo, Un artista del hambre y América. Kafka le va mucho mejor a Crumb que la Biblia (su reciente libro es sobre el Génesis), tal vez porque comparten humor y neurosis. Fietta Jarque


El Pais Babelia Nº 961 24.04.10


Lulú, mujer desnuda (volumen 1)


Étienne Davodeau

Traducción de Raúl Martínez

La Cúpula. Barcelona, 2010

88 páginas. 20 euros

A DAVODEAU LE GUSTA la distancia corta, esa que permite hablar de pequeños sentimientos entre dos amigos mientras pasean. Quizás naderías sin importancia, pero siempre “trozos de vida”. Testimonios mínimos que le han servido para hablar sobre la problemática de iniciar un negocio sobre agricultura biológica, sobre el sindicalismo cristiano francés de los años sesenta o, como ahora, sobre una mujer que descubre que su vida no es la que quería. Semanas después, sus amigos comienzan a intentar reconstruir lo que llevó a Lulú a no volver ese día a casa, a dejar a su marido y a sus hijos. No intentan juzgar a su amiga y lo que pasó, sólo comprender qué la llevó a escapar. Davodeau evita que sea la propia Lulú la que hable para estudiar, precisamente, a esa sociedad que siempre intenta juzgar a quien no sigue sus dictados. Y el lector irá descubriendo la realidad de una Lulú que no era ni rebelde ni aventurera, sólo una mujer más que un día se bajó de la vida que tenía escrita. Á. P.


El Pais Babelia Nº 961 24.04.10


Rebétiko


David Prudhomme

Traducción de Lucía Bermúdez

Sins Entido. Madrid, 2010

104 páginas. 19 euros

LAS VIÑETAS DE REBÉTIKO desprenden una luz especial, cálida, sensual, que envuelve al lector en el clima mediterráneo de la Grecia de los años treinta, escenario perfecto para esta metáfora de la libertad incontenible que firma David Prudhomme. Durante sólo un día seguirá la vida de cinco músicos rebetis, armados tan sólo de sus buzukis y de un arte que canta a la vida y sus dolores, igual que el fado, el tango o el blues y que, sólo por ser libre, fue censurado por la dictadura de Metaxas. Trazo y color consiguen un inesperado efecto sinestésico: las viñetas cantan esas canciones de muerte, amor y violencia y el lector sigue el ritmo de la música a medida que pasa las páginas, contagiado de esa fuerza de libertad que tanto miedo infundió en otros. Un álbum que Prudhomme cierra con un epílogo demoledor, casi desesperanzador, pero que multiplica todavía más los valores de una obra que certifica que su autor tiene mucho que decir en el noveno arte. Álvaro Pons


El Pais Babelia Nº 961 24.04.10


Una posibilidad entre mil

Cristina Durán y Miguel A. Giner Bou 

Sins Entido. Madrid, 2010

128 páginas. 15 euros

HAY UNA POSIBILIDAD entre mil de que salga adelante. Así arranca la historia de este cómic autobiográfico. Laia, la hija de esta pareja de dibujantes, sufrió a las pocas horas de nacer una hemorragia cerebral que la llevó a pasar los primeros años de su vida entre hospitales, centros de rehabilitación y médicos. Pero Laia se aferra a la vida con una fuerza inusual, como también sus padres, que con una mirada sensible y una actitud admirablemente positiva consiguen guiar al lector por el nuevo mundo que les toca vivir. Estas viñetas de trazo limpio, en dos tonos, sin grandes detalles (lo imprescindible para seguir la historia) se leen con el corazón atrapado entre la congoja y el embeleso. Hay algo constante en el libro: en los momentos más duros o de gran vulnerabilidad, los lazos afectivos se convierten en salvavidas. Un libro revelador, que sin duda supone otro paso adelante en la sensibilización hacia el mundo de la discapacidad, con un toque de frescura y optimismo. Cristina Sánchez-Andrade


El Pais. Babelia  Nº 961 24.04.10


sábado, 1 de mayo de 2021

El nuevo combate de Manu Larcenet / Entrevista

El gran narrador de la Francia contemporánea, autor de Los combates cotidianos, da un giro a su estilo con Blast. “No me interesan las imágenes que no sirven para nada. La imagen me gusta cuando es pura y habla”, dice el dibujante

  Por Guillermo Altares

T RAS TRIUNFAR con Los combates cotidianos (Norma), la historia de un fotógrafo de guerra que decide dejarlo todo para irse a vivir al campo, donde descubre no sólo el amor, sino la historia periodística de su vida, y El retorno a la tierra (Bang Ediciones), un poco más o menos el mismo relato pero narrado en tiras y con mucho más humor, Manu Larcenet (Issy-les-Moulineaux, París, 1969) ha dado un giro radical con Blast (Norma), que inaugura una serie que se prolongará durante varios volúmenes. Frente al alegre color lleno de matices de sus obras anteriores se ha sumergido en un áspero blanco y negro para construir el relato de un hombre que decide vivir al margen de la sociedad. La narración arranca con un interrogatorio policial. En una de las planchas más bellas de Los combates cotidianos, Manu Larcenet incluye esta frase que es todo un manifiesto de sus principios artísticos. “Deslastrada de toda lógica, la poesía es la única forma libre de percatarse de lo que vale la pena. Depardon, Brassens, Miyazaki, Bonnard, Jarmush, Sempé, Tom Waits, Cézanne, Monty Python, Monet, Brel, Desproges, Klee, Cartier-Bresson Springsteen, Céline, Harvey Keitel, Baudelaire, Van Gogh. La poesía lo redime todo”. “No me interesan las imágenes que no sirven para nada. La imagen me gusta cuando es pura y habla, cuando sirve para algo, cada plano de Jarmush quiere decir algo, incluso sus silencios. Por eso en Blast hice tantas páginas de silencio”, afirma Larcenet en una entrevista en París, celebrada en la sede de su editorial francesa, Dargaud.

Estudió dibujo (gracias a un profesor que detectó su talento muy pronto) y afirma que, desde los 12 años, realiza todos los días una plancha de cómic. Como sus personajes de Los combates cotidianos (cuatro volúmenes) y El retorno a la tierra (cinco y los que quedan), vive en el campo, con su compañera y sus dos hijos. Una frase de Jacques Brel que aparece en Blast define su actitud ante la vida: “Cuando alguien se mueve, los inmóviles dicen que huye”.

PREGUNTA. ¿Por qué se ha lanzado a un cambio tan radical de estilo con Blast? 

RESPUESTA. Tengo una editorial que se llama Les Reveurs, donde hago lo que me gusta, y tengo una producción destinada al gran público en Dargaud, pero cuanto más tiempo pasa y me voy haciendo mayor, las dos se acercan y llegarán a ser una. Mi idea era contar una historia diferente de las que me han hecho famoso, no dejarme llevar por el mismo tebeo. Tenía ganas de hacer cuatro o cinco tomos de 200 páginas, algo largo que me diese tiempo para dibujar silencios, trabajar sobre la longitud y sin color, que es algo que hace los dibujos mucho más alegres.

P. ¿De dónde surge este personaje empeñado en vivir al margen?

R. Creo que es algo que tenemos todos, todos hemos pensando en algún momento en mandarlo todo a la mierda, en desaparecer, pero no lo hemos hecho por algún motivo, sobre todo por miedo. Mi protagonista no tiene ese miedo y es capaz de mandarlo todo a paseo. Quería crear un personaje que no fuese ni simpático ni antipático, nunca sabemos a qué atenernos con él. Lo veremos mejor en el segundo tomo.

P. ¿Cuándo sale?

R. No tengo ni idea, estoy en ello, llevo 60 páginas. Es algo que no quiero prever, los editores me preguntan y les respondo que estará listo cuando esté listo. Y tampoco admito cambios: si les gusta, genial; si no, lo siento mucho. 

P. ¿Y lo seguirá haciendo compatible con El retorno a la tierra?

R. Sí, yo quiero que sea como lo que llamo mi serie Peyo, el autor de los Pitufos. Me gustaría hacer esto hasta que muera. Jean-Yves Ferri, el guionista de la serie y casi el único amigo que tengo, cuando me escribe El retorno a la tierra es alta cocina, está todo tan bien trabajado que no tengo que cambiar nada, no hay una palabra mal puesta. Es una de las mejores series que he hecho nunca. Me gustaría envejecer con mis tebeos.




 “Me gustaría envejecer con mis tebeos”, cuenta Manu Larcenet, quien ha realizado este autorretrato para Babelia.


P. ¿Qué hay de real en sus tebeos?

R. Bueno, el gato es mi gato, no estéticamente, pero sí de carácter. Yo realmente vivía en la ciudad y mi gata se volvió loca cuando me mudé al campo. Cuando escribía Los combates cotidianos, durante un periodo de cuatro años, me fui a vivir al campo, tuve dos niños, murió mi padre y asistí a la desaparición mediática de los obreros. Tenía que aparecer por algún lado. Mezclé todo esto para hablar en estos libros. Eran obsesiones, pero para mí ya está terminado, he dicho todo lo que pensaba sobre ello. Lo único que me quedará es la muerte. Ahora trato de hablar del interior de la gente, la incomprensión que tenemos hacia nosotros mismos, de la violencia, me parece más honesto hablar de eso porque está más cerca de mi existencia cotidiana.

P. Sus tebeos están llenos de personas que viven en el margen. ¿Por qué?

R. Bueno, son los que tienen interés. No voy a contar historias de personas normales, bien integradas. Me apasiona contar historias de gente que está en el dolor, en los márgenes. Yo tampoco me siento especialmente insertado en la sociedad. Hay dibujos que están hechos sobre vidas clásicas, a mí no me apasionan. Pero me interesa mucho el lado negro de la gente, creo que el arte, la locura, es mucho más interesante que la norma. Adoro a Francis Bacon y es de una oscuridad extraordinaria, los cuadros de flores son cargantes.

P. De todas las planchas de Blast hay una que me ha impresionado mucho, que es cuando aparece una viñeta a página con la frase de Brel: “Cuando alguien se mueve, los que están inmóviles dicen que huye”.

R. ¿No es precioso? Antes de su último concierto, un presentador francés le entrevistó en su camerino y le preguntó: “¿Por qué se retira de los escenarios?”. Y Brel respondió eso, después de un gran silencio. Dice, sencillamente, una verdad.

P. En Los combates cotidianos, un personaje explica que vota al ultraderechista Le Pen “por miedo” y reconoce que le da igual que le mientan, “porque todos mienten”. ¿No cree que es una definición perfecta de lo que ocurre en Francia?

R. Eso es lo horrible. Porque aparte de unos cuantos extremistas estúpidos a los que es muy fácil detestar, el electorado de extrema derecha está formado por gente desesperada que tiene miedo. No veo ninguna salida a eso, por eso es un tema que he dejado de tratar en mis tebeos. Al final, el Frente Nacional siempre vuelve. En esta Francia me encuentro perdido. Estoy un poco desesperado, todo lo que hemos hecho no ha funcionado.

P. ¿Por eso decidió irse a vivir al campo?

R. La verdad es que seguí a mi mujer por un trabajo, pero ahora me encuentro mucho mejor. Incluso aunque viva en una región muy a la derecha. Me encuentro mejor, pero a la vez me voy convirtiendo en un misántropo: tuve tantas esperanzas y veo cómo nada funciona, que me estoy convirtiendo en una especie de oso y el hecho de no tener vecinos, de vivir en mitad del campo, me tranquiliza.

P. ¿Cree que vivimos una época dorada de los tebeos, que están alcanzando espacios que antes les estaban vetados?

R. Los tebeos han cambiado mucho desde los años noventa: la editorial L’Asociation, autores como David B, una serie de creadores que han hecho explotar todo lo que se hacía en el cómic. Al mismo tiempo hay otros creadores que hacían tebeos de adultos, pero era muy marginal. De repente, todo el mundo se puso a hacer tebeos de autor, aunque no me guste la expresión. Resultado: ahora mismo hay tantos cómics en una librería que ya no sabemos qué elegir, pero si escogemos diez tebeos, nueve serán de diversión, buenos o malos, y uno será otra cosa, y esa es la que me gusta. Es ver-dad que es una edad dorada, porque podemos hacer lo que nos guste. Pero a la vez hay demasiados libros, tal vez sea la culpa de los editores que no separan el trigo de la paja. Pero creo que nos estamos matando a nosotros mismos, salvo que tengan tu nombre en la cabeza no van a escarbar, cogerán lo que hay arriba, que muchas veces es lo peor y desde luego no es el cómic más moderno. Se ha convertido en un gran negocio, es una forma de ganar mucho dinero. Si los lectores no tienen tu nombre en la cabeza, estás jodido.

P. ¿Por qué cree usted que los tebeos sociales o el tebeo periodístico tienen cada vez más importancia?

R. Joe Sacco y yo no practicamos el mismo oficio, sería casi insultarle. Él hace un trabajo mucho más radical, a mí me gusta contar historias, soy más narrador, me encuentro muy atado a la novela. Lo que me parece extraordinario es que un medio como los tebeos, destinados a entretener a los niños hace 20 años, se haya convertido en un medio periodístico. Aunque no puedo evitar preguntarme si no son más directos un texto o una imagen.

P. Pero en un mundo lleno de imágenes tal vez los tebeos ofrecen una visión diferente de la realidad.

R. Es posible, pero tengo mis reservas. Ahora hay muchos autores que quieren hacer esto, pero olvidan que para hacer este cómic comprometido, periodístico, hay que tener mucha calidad, interesarse por el dibujo, que es algo chamánico. Es un descubrimiento, es sumergirse en uno mismo, es una experiencia casi corporal para hacer surgir algo que va a hablar al otro. Pero muchas veces, en el periodismo dibujado, se hace pasar el discurso antes del dibujo y, desde mi punto de vista, no hay que hacer nunca eso. El ritmo, el color, la narración, todo eso debe estar equilibrado y muchas veces los que quieren hacer tebeos comprometidos se olvidan del lado artístico, se centran sobre la radicalidad de lo que tienen que decir. Necesito dejarme atrapar por el amor del dibujo y ya sea Sempé o Crumb. Al ver una plancha necesito sentir cuál es la obsesión del tipo que la ha hecho. David, en Epiléptico, es alucinante, mezcla un amor enorme por el dibujo con la capacidad para contar su vida, el dolor que siente con su hermano. 

Blast. Bola de grasa. Volumen 1. Manu Larcenet. Traducción de Enrique Abulí. Norma. Barcelona, 2010. 204 paginas. 24 euros.


EL PAÍS BABELIA Nº 961 24.04.10

El futuro del periodismo


Jota Lynnot

E n 2004, con la revista de historietas viviendo prácticamente sus últimos días, el semanario de humor El Jueves realizó una ambiciosa apuesta por el cómic infantil. Bajo la cabecera Mister K, autores como José Luis Agreda, Josep Busquet, Luis Bustos, Bernardo Vergara, Kiko Da Silva o Albert Monteys retomaron lo mejor de la escuela Bruguera incorporando elementos del manga que había irrumpido con fuerza en los años 90. A pesar de la calidad de la nueva revista, su ritmo de publicación fue irregular y no superó los sesenta números. Entre las series más celebradas destacaba con luz propia Carlitos Fax, de Albert Monteys.

Monteys, que ya había publicado Mondo Lirondo formando parte del colectivo La Penya, era uno de los mejores valores de El Jueves. En su trazo cabían influencias tan diversas como Jan o Robert Crumb, la BD de humor de los años sesenta, la frescura de los dibujos animados de la primera Cartoon Network o el descaro del primer Toriyama. Además atesoraba un talento innato para el gag visual y un ojo crítico para retratar la sociedad, que ya venía desarrollando con éxito en la serie Tato de El Jueves.

Carlitos Fax, como bien explica el propio Monteys en este volumen recopilatorio que publica Caramba, fue un reto no solo por el público al que iba dirigido, sino por la trayectoria de la propia revista Mister K, cuya periodicidad pasó de semanal a mensual con el correspondiente cambio de número de páginas. En dos, tres o cuatro planchas, se nos cuentan las desventuras futuristas de un robot que ejerce de máquina de fax en la redacción de un periódico, La Voz de Andrómeda. Carlitos, cuya función telemática es irrelevante incluso para el propio autor, es un periodista frustrado que intenta por todos los medios que su jefe le dé una oportunidad a pesar de su innata torpeza. Como si se tratara de un Antonio García Ferreras robótico o una versión posmoderna del repórter Tribulete, Carlitos Fax ejerce un periodismo compulsivo y animoso que es el principal desencadenante de gran parte de las historias. Su rivalidad con el periodista estrella Flash Norton, un claro homenaje a Cowboy Henk, precipita las tramas al desastre cuando los dos personajes compiten por hacerse con la mejor noticia. Como epílogo, la historia suele cerrarse con el titular sensacionalista de la noticia en cuestión. No obstante, dependiendo de la extensión de la historieta, la estructura se vuelve más flexible y Carlitos abandona muy puntualmente el ámbito del diario para el que trabaja y viaja a otros planetas o simplemente vive peripecias más cotidianas.

Al tratarse de una serie que transcurre en un universo de retrofuturismo interplanetario, Monteys vuelca todo tipo de referentes pop en cada una de las historietas. Kaijus, robots gigantes, invasiones alienígenas, mad doctors, gorilas parlantes, videojuegos o hasta Furbys sirven para que Albert Monteys reflexione sobre la sociedad en la que vivimos, como en todo buen relato de ciencia-ficción. Si bien el tono es amable y ligero, la lectura esconde continuas dobles lecturas sobre conflictos generacionales, la moda, la política, el consumismo, los memes de Internet o el propio periodismo actual, que recibe más de un merecido palo. Es Carlitos Fax el antecedente directo del Monteys actual, un creador que con su cómic digital ¡Universo! o, el todavía inédito en España, Solid State (junto a Matt Fraction), representa lo mejor de la ciencia-ficción distópica contemporánea.

Carlitos Fax supone no solo un buen reflejo del final de una época del cómic nacional, sino también una excelente punto de partida para que todo tipo de lector conozca a uno de nuestros mejores autores de hoy.



Carlitos Fax
Albert Monteys

Astiberri Ediciones España
Cartoné
176 págs.
Color


Obra relacionada

Mondo Lirondo

La Penya
(Astiberri Ediciones)

Gastón Elgafe
André Franquin
(Norma Editorial)

El repórter Tribulete
Cifré
(Dibbuks)

¡Universo!
Albert Monteys
 (Panel Syndicate)

 


Cómics esenciales 2017

Un anuario de ACDCómiC & JOT DOWN

Primera edición: abril, 2018