viernes, 15 de septiembre de 2017

Milligan / Bachalo SHADE


Jaime Vane


 Ediciones Zinco

Esta obra merece, juzgamos, ser llamada peculiar. Habla sobre Shade, un nativo del planeta Meta que pasó por ser un adolescente pretendidamente hipersensible y aficionado a la poesía, enamorado de una joven en cuyo dormitorio entró una noche (sin permiso de ella, pero también, presumiblemente, sin ninguna pretensión normal), lo que le valió ser sometido a una suerte de lobotomía. Tiempo después, Shade es seleccionado para ser enviado a Tierra en calidad de agente mental bajo la forma de proyección astral, acompañado por un chaleco loco, chisme que le dará el poder de la locura externalizada. Entre Meta y Tierra está el área de la locura, una zona en la que Shade puede quedar preso durante su viaje.

Kathy George, una joven sureña,vivía en Nueva York, tenía un novio negro a los 20 años y se disponía a presentárselo a sus padres, que residían en Louisiana. Inició el viaje con su novio, se detuvieron en un prado a refocilarse, y llegaron tarde a la casa; Kathy abrió la puerta y se encontró con una escena un tanto curiosa, compuesta por: un tipo apuñalando a sus padres, muertos, y un recibidor con las paredes y el suelo bastante salpicados de sangre. El asesino, Troy Grenzer, dice que no está loco, y que hace aquello porque quiere "y punto". Al novio de Kathy lo mata la policía porque al guionista le apetece lograr, con pocos recursos, el favor de las minorías étnicas. Kathy, muy afectada, es recluida en un centro psiquiátrico. Tres años después del asesinato de sus padres, va a parar ante la penitenciaría del estado de Louisiana poco tiempo antes de que el asesino múltiple Troy Grenzer vaya a ser ejecutado allí en la silla eléctrica. Y, atención, en el momento de producirse la electrocución de Grenzer, Shade ocupa su cuerpo y, con él, sale de la cárcel, se encuentra con Kathy, la convence (tras algunas aventuras) de que es Shade y proviene del planeta Meta y se dirigen a Dallas. Aprovechando que las realidades son muchas y paralelas, el trío de protagonistas representa de un modo delirante el manido asesinato de JFK con algunas variantes, entre las que destaca el hecho de que JFK no es asesinado, y es un individuo muy campechano, capaz de tragarse un cuento preñado de licencias narrativas.

La acción resulta trepidante y la historia, siempre que se hagan esporádicas generosas concesiones, es susceptible de ser leída con ganas. Benevolencia requiere el dibujante, cuyos mejores monos parecen mal copiados de viñetas de algunos de los miembros de The Studio; los otros son incomparables, pero el conjunto puede no molestar durante la lectura.

Del guión molesta la invitación a argumentar que es un discurso sobre distintas formas de neurosis y esquizofrenia elaborado por un paranoico. Esto no sólo porque se sospeche que el pretendido discurso sobre América (del Norte), el sueño americano, el grito americano, la locura, la responsabilidad,... es absolutamente inconsistente, aunque parezca querer apoyarse en juegos retóricos cuya oscuridad no llega a confundirse en ningún momento con profundidad (otra sospechada intención). Las evidencias son mayores: la invención de figuras que pretenden dar coherencia a un universo delirante, el agotamiento de descripciones para llenar espacios narrativos que cobren el efecto de argumentos,... Como ejemplo de lo primero está la profusión de nombres que se refieren a elementos no descritos, que se utilizarán arbitrariamente en la narración: tal es el caso del chaleco loco. Como ejemplo de lo segundo tenemos la electrocución de Grenzer, donde, en media docena de páginas se nos hace tragar lo que parece toda la pobre información que el guionista ha conseguido sobre electrocuciones, de tal modo que uno sospecha (algo que sucede en varias ocasiones) que no se esta narrando una historia de ficción, sino que se está argumentando sobre aspectos o asuntos de la realidad. Para hacer algo así, y hacerlo en el grado en que aquí lo encontramos, no basta con ser paranoico, se tiene que ser novel. Entretenida historia entonces, de unos noveles que hablan sobre si mismos, y pretenden mayor profundidad de la que son capaces de conseguir.



Mignola / Thomas DRACULA


Jordi Sánchez


 Ediciones B

Puede ser que, como algunos afirman, Bram Stoker's Dracula, la controvertida película de Francis Ford Coppola, no sea la mejor adaptación de la novela de Stoker. Puede, incluso, que no sea esa gran película que algunos quisieron ver. Es indudable, sin embargo, que el film de Coppola es una gran historia de amor, y un vigoroso ejercicio de estética. Más aún, el Drácula de Coppola es una enciclopedia de texturas fílmicas, la síntesis perfecta de un millón de escuelas cinematográficas. Lo cual, unido a la necesidad, a la invariable manera del actual Hollywood, de inundar el mercado de merchandising, hizo de la película un material idóneo para fabricar un bonito tebeo. Y el tebeo salió bonito, claro. Aunque algo menos que la película.

El Drácula de Mike Mignola y Roy Thomas es un buen libro de historieta, pero un pálido remedo de lo que ofrecía el experimento de Coppola. Lo que en el film es desfile de códigos, en el papel es uniformidad; lo que en pantalla es investigación, en el libro es puro formalismo.

La adaptación (sitúense ahora en el punto de vista estrictamente literario) es satisfactoria; no podría ser de otro modo: Roy Thomas es garantía de oficio. La elección de planos y su trasplante al papel, aunque no exenta de cierto conservadurismo, es funcional; los diálogos son excelentes.
El trabajo de Mignola, por contra, es ampliamente cuestionable. Siendo un gran dibujante, Mignola ha traducido el universo estético de Coppola, nacido de la desfachatez, en un inhibido compendio de planas imágenes. Ejemplos no faltan: el prólogo ambientado en la Transilvania de 1462, una de las cumbres plásticas del film, es, en manos de Mignola, poco más que un curioso montaje ; el juego cinético de luces y sombras, un hecho estético fundamental en el castillo del Conde, queda en un estéril intento en las páginas; el encuentro de Mina y Drácula, que en la película es una brillante apuesta metalingüística, es, pasada por Mignola, una secuencia anodina.

El lector que no haya visto la película se enfrentará a algo muy diferente. Si Dracula, El cómic (así bautizó Ediciones B al álbum), hubiera nacido como una propuesta alejada del cine, a la manera de aquel Drácula al óleo de Fernando Fernández, hito del tebeo español de los años ochenta, sería una obra maestra. A veces, frente a los intentos de autores comprometidos en demostrar lo contrario, aparecen personas que, confundiendo convencionalismo con comercialidad, se empeñan en hacer de la historieta la hermana menor, muy menor, del cine.





McKean / Gaiman CASOS VIOLENTOS


 Agustín Oliver



 Ediciones Zinco

Nunca lo entenderé. Primero lapidan el Madriz con todas las acusaciones que se les pasan por la cabeza y, algunos años después, con un público más reaccionario aún si cabe (y no hablo de política), publican Violent Cases. Quizá crean que los nombres de los autores tienen el suficiente gancho como para poder tirar del producto pero, y ojalá me equivoque, no lo tengo yo tan claro.

Neil Gaiman es uno de los más interesantes escritores (ojo, que no es lo mismo que guionistas) que han participado en la nueva ola de historietistas que han tomado el mercado yanqui. Interesante, sobre todo, por dos características demasiado difíciles de encontrar entre los guionistas de hoy: es inteligente y sabe escribir. Esto último es fácil de comprobar en cualquiera de sus obras en inglés, aunque no siempre logre sobrevivir a la traducción nacional. Lo primero ya no es tan fácil de descubrir a primera vista, pero sí cuando se presta un poco de atención. En todas sus obras se encuentra esa chispa (que en Violent Cases es todo un torrente) de humanidad, de vida real, que distingue al escritor lúcido del artesano con oficio, aunque a veces sea distorsionado para disfrazarlo de lo que sea necesario.

Alguien ha escrito que si en vez de Dave McKean, Violent Cases lo hubiera dibujado Bill Sienkiewicz, el resultado hubiera sido el mismo. Algo de eso hay, sin duda. Pero del mejor Sienkiewicz, del que sabe (¿sabía?) adaptarse a la historia.

Algo muy básico pero de lo que parece que se olvidó un poco el amigo David en el afamado Arkham Asylum, donde dio rienda suelta a sus inquietudes estéticas aún a costa de la fluidez del relato, que en ocasiones quedaba un tanto sepultado bajo esa capa de dudoso esteticismo (muy bonito, pero ese es otro asunto). Tampoco es ese el caso en esta obra, y McKean evita las tentaciones de protagonismo y se mantiene en esa discreta y maravillosa penumbra en blanco y negro que da atmósfera a los brumosos recuerdos del protagonista, y que ya ofrece Gaiman en sus confundidos diálogos, aportando las dosis justas de esa distorsión que el tiempo ejerce sobre las ya de por si alteradas percepciones que corresponden a la mentalidad infantil, perfectamente apuntadas en las múltiples digresiones efectuadas por el narrador. Un relato perfectamente estructurado, de enorme honradez y franqueza, que consigue que no se pierda el interés sin recurrir a sorpresas fáciles ni trucos baratos, logrando que funcione la primera vez, pero que difícilmente soporta una segunda lectura. Aquí no hay efectismos ni revelaciones incrustadas a golpes, y sí un guión espléndido y un dibujo que lo apoya en todo momento, dando como resultado una obra genial, de las que siempre se ven demasiado pocas.
No cabe la menor duda de que Violent Cases ha sido de lo más interesante del año, y con diferencia.




Lauzier DIARIO DEL ARTISTA

Trajano Bermúdez



 Editorial Grijalbo

Nadie con un mínimo gusto en materia de viñetas podía necesitar que Diario del Artista recibiera el Gran Premio del Salón de Angulema de 1993 para reconocer en Lauzier a un historietista gigantesco, un autor que afrenta con sus páginas los pueriles balbuceos de legiones de finísimos dibujantes. Pero tal vez tan honrosa distinción sirva para que muchos se quiten de la cabeza la estúpida imagen de Lauzier como un chistoso más o menos legible, y descubran en él a uno de los escasísimos creadores verdaderamente adultos que existen hoy en el mundo de los tebeos (algo parecido a lo que ocurre, en buena medida, con Ralf Konig).

La exhibición narrativa que despliega Diario del Artista es tal que cuesta decidir por dónde meterle mano. La escena inicial prefigura toda la obra en muchos sentidos. Es en ella donde se enciende la chispa que moverá el motor del álbum, aunque sólo al final descubriremos cuál es el auténtico fuego. Este arranque se compone de doce viñetas consecutivas donde dos bustos parlantes comparten un diálogo sobre el decorado de una obra de teatro montada por aficionados. Ninguna de las doce viñetas es igual a las demás. No queda ningún resquicio al descuido, la rutina o la monotonía. Estamos acostumbrados a ver tebeos donde quince personajes, saltando atléticamente a lo largo de veinte páginas, no hacen sino componer la misma viñeta. Estamos tan acostumbrados a la molicie y al embuste del dibujo sin valor, que nos cuesta reconocer los enormes prodigios que Lauzier desliza en cada trazo, como si fuera lo más obvio del mundo. Así, por ejemplo, la capacidad dramática de las cuatro rayas con las que hace un rostro, que humillan a decenas de «retratistas» que andan sueltos por ahí. O el don de componer todo un paisaje con apenas un árbol (y un árbol con apenas dos líneas). O el inmenso talento de desgajar con naturalidad dos narradores en la obra. El protagonista, Michel Choupon, que toma en primera persona la voz de los textos (al fin y al cabo, es un diario), y el narrador objetivo, la tercera persona, que son los dibujos y diálogos. Hay un ejemplo brillante en la escena en la cual Choupon se recrea con pensamientos de su superioridad sobre Manu, al tiempo que éste le da jaque mate al ajedrez. Se trata de uno de los tesoros originales de este medio, y acostumbra a ser despreciado por hordas de «historietistas».

Pero siendo impresionante la maestría de Lauzier en el dominio de la comunicación en viñetas (y merecedora de comentarios más prolongados que los que aquí me permite el espacio), toda su pericia en la forja de la cosa tebeística no es más que lo que debería ser: una herramienta para narrar adecuadamente una historia. Una historia sin bárbaros, sin caballeros medievales, sin asesinatos ni puñetazos, sin justicieros enmascarados. De hecho, tampoco hay justicia. Hablemos claro: Diario del Artista es uno de esos escasos álbumes que podría leer cualquiera, aunque no sea aficionado a los tebeos. Ahora bien, me pregunto cuántos aficionados a los tebeos serán capaces de leerlo. Cuando se ensalza a superhéroes sofisticados como tebeos experimentales, y a aventureros homicidas o superhéroes humorísticos como los viejos tebeos bien hechos es que se ha olvidado ya que para subir la pendiente hay que empujar en sentido contrario.

Desde Diario del Artista han pasado diez años para Lauzier (su dibujo es más cuidado, y su guión menos grotesco) y también para Choupon. Algunas cosas persisten, además de las asfixiantes descripciones de los círculos sociales burgueses, especialidad de la casa: también la alternancia de ciclos depresivo-eufóricos, la manía de Choupon de ir por detrás del mundo, su inmensa soledad. Pero, al final de Recuerdos de un Joven, Choupon estaba completamente atrapado, mientras que al acabar Diario del Artista, ha conseguido liberarse de todas las trabas. Hace diez años iba hacia la vida, y la vida le aplastó. Ahora, ha conseguido asomar la cabeza por debajo de la inmensa manaza de la vida. Será que Lauzier se hace mayor, pero aquí hay esperanza. Una fría, gélida esperanza.





Mauro Entrialgo HERMINIO BOLAEXTRA

Jordi Costa


Ezten Kultur Taldea Ed.


La ineludible evolución de nuestros modos sociales hacia la total y democrática asepsia mental está provocando un curioso fenómeno: la manera más rápida y eficaz para ser subversivo dentro de este nuevo orden educado y tolerante es convertirse en un individuo «políticamente incorrecto». En el árido terreno del humor gráfico español, autores como Álvarez Rabo y Mauro Entrialgo parecen haberlo entendido a la perfección y, cada uno a su manera, han acabado por convertirse en las firmas más estimulantes dentro de un panorama que empezaba a manifestar signos de agonía. Mientras en las páginas de Álvarez Rabo la misoginia, tan salvaje como ingeniosa, parece ser el tema rector, Mauro Entrialgo consigue atender en sus trabajos a todas las «minorías sensibles» que integran el cada vez más heterogéneo mosaico social: mujeres, jubilados, católicos, modernos, yonquis, homosexuales, parados, negros y niños, entre otros, pueden acabar la lectura de un álbum de Mauro -este álbum, sin ir más lejos- con el pulso ostensiblemente alterado.

Con su trazo anguloso y sintético, Herminio Bolaextra -periodista canalla bendecido por la Madre Naturaleza con tres atributos testiculares-es el personaje más carismático de la historieta de humor española después del Tío Vázquez, obra del ínclito ídem. Como él, Herminio hace de una actitud rotundamente anti-social su fe de vida, pero propone un brutal cambio de talante con respecto al incombustible moroso: si Tío Vázquez era un superviviente, capaz de ingeniarse mil argucias para burlar a sus agresores (acreedores), Herminio adopta en todo momento el rol de agresor, de amenaza imbatible para cualquiera de sus interlocutores. Situado en ese punto en el que el gamberrismo linda con el terrorismo de taberna, Herminio Bolaextra atraviesa las concisas historietas de Mauro escupiendo vitriolo y exponiendo su biliosa visión del mundo, ya sea a través de los más sardónicos comentarios o de las más bajas perrerías. No es, efectivamente, un modelo de moral, sino todo lo contrario: un modelo anti-moral, que actúa como perfecto revulsivo para lo que podríamos llamar el creciente «pazguatismo» de fin de siglo.

El álbum, barato y -quizá por eso mismo- trufado de molestas páginas de publicidad, recoge algunas de las perlas cultivadas de Herminio Bolaextra, que vieron la luz originalmente en las páginas del TMEO, quizá la revista más obscenamente viva en el actual camposanto que es el mercado español de las revistas de historietas. El trazo de Mauro evoluciona rápidamente de la desnuda tosquedad de las primeras entregas Hacia la sabia -y humorísticamente eficaz- síntesis que marcará el canon estético de la serie. Escatología, mal gusto, chanzas groseras, insultos elevados a forma de arte, chistes verdes y tropelías salvajes conforman la materia prima que alimenta el humor de Mauro: muchas de sus historietas parecen la simple puesta en escena de un chiste «bestia y sangriento» o de una ocurrencia que no todo el mundo se atrevería a soltar en público. ¿Cuál es, pues, el secreto de Mauro? ¿Qué le hace trascender esos innobles puntos de partida?¿Por qué en este Herminio Bolaextra puede detectarse un grado de hidalguía artística que está ausente, por ejemplo, de los cassettes de Arévalo que pueden adquirirse en las gasolineras? Pues, probablemente, porque Mauro posee esa inefable virtud que separa al graciosillo del gran humorista. En otras palabras, el vitoriano es lo mejor que le ha pasado a la historieta de humor española desde Vázquez. Cualquier página de Mauro garantiza risas -varias risas- y no está el panorama para andarse con remilgos. Autor de la estirpe de Michael O'Donoghue -el legendario guionista del Saturday Night Live que propuso en las páginas del National Lampoon un artículo sobre ropa interior para muertos-, Mauro y su humor políticamente incorrecto tienen la fórmula infalible para suscitar la hilaridad, y de paso han creado a un personaje -hijo de puta redomado- con madera de clásico. No es magro balance.




miércoles, 13 de septiembre de 2017

Una edición a la japonesa

JAVIER FERNÁNDEZ
13 Septiembre, 2017




'Hotel Harbour View'. Jiro Taniguchi, Natsuo Sekikawa. Planeta Cómic. 208 páginas. 16,95 euros.

Fallecido este mismo año, Taniguchi figura entre los mejores historietistas de la historia, y su enorme legado abarca obras de una infinidad de géneros. Hotel Harbour View, conocido ejemplo del trabajo de Taniguchi dentro del género negro, fue uno de los primeros manga que publicó Planeta (en 1993), cuando todavía no estaba claro qué formato sería el más adecuado para los tebeos japoneses.

Entonces se eligió el tamaño álbum y, si mi memoria no me engaña, el sentido de lectura occidental. Ahora, el espectacular cómic de Taniguchi y Sekikawa regresa a la japonesa en un cuidado tomo que contiene otras cien páginas de la misma temática (algunas de ellas a color) que no se incluían en la anterior edición. Altamente recomendable.

Malaga Hoy


De gaullista a universal

El año 1959 marca dos hitos de la historia francesa: la subida al poder de De Gaulle y la publicación de 'Astérix el galo'. Goscinny y Uderzo son los creadores de la célebre aldea gala

GERARDO MACÍAS
13 Septiembre, 2017




'Astérix El Galo'. Guión: René Goscinny. Dibujos: Albert Uderzo. Editorial Salvat, 2014.

El gaullismo es una ideología francesa basada en las ideas y políticas presidenciales de Charles de Gaulle. Sus simpatizantes aspiran a un tradicionalismo cultural y social, pero se muestran abiertos a la modernización técnica y económica.

La V República Francesa está en vigor en Francia desde el 5 de octubre de 1958. El año 1959 es muy importante para el país vecino, ya que fue entonces cuando se producen el inicio del mandato de Charles de Gaulle como presidente de la República Francesa y el debut del cómic Astérix el galo.

El gaullismo fue el movimiento político dominante en la V República Francesa hasta la dimisión de Charles de Gaulle como presidente en 1969. De ahí procede el mensaje de orgullo nacional francés de estos cómics. Pero esto no impidió el éxito internacional de los álbumes, publicados en 107 lenguas con un total de ediciones que ronda las 1.460.

Astérix vive alrededor del año 50 a. C. en una aldea ficticia de Armórica, al noroeste de la Galia, la única zona del país que no ha sido conquistada por Julio César. La aldea está rodeada por los campamentos romanos de Babaórum, Acuárium, Láudanum y Petibónum (todos ellos, juegos de palabras que se pierden en la traducción española).

La aldea resiste gracias a una poción mágica del druida Panorámix. Los romanos desconocen el origen de la fuerza de los galos. El centurión Cayus Bonus envia al legionario Calígula Minus a espiar a la aldea, por lo que lo disfraza de galo y lo manda llevar encadenado por el bosque. Astérix y Obélix lo liberan y lo llevan a la aldea, donde prueba la poción mágica. El espía escapa y se lo cuenta a su superior, que manda a otros legionarios a secuestrar al druida. Astérix averigua que está preso en Petibónum. Allí, consigue hablar con Panorámix y traman un plan para liberarle y de paso reírse de los romanos.

Astérix el galo es la primera historieta de la serie homónima de René Goscinny y Albert Uderzo. Los personajes principales de este primer álbum son Astérix y Panorámix; Obélix tiene un papel secundario. Otros aldeanos son Asurancetúrix (el bardo), Abraracúrcix (jefe de la aldea) y Esautomátix (el herrero, aún sin bautizar).

Goscinny y Uderzo ya habían tenido éxito con Umpa-Pá, el Piel Roja, ambientado en Norteamérica en el siglo XVIII, cuando se reunieron para intercambiar ideas sobre una nueva serie con telón de fondo histórico en los enfrentamientos entre galos y romanos.

Dejando aparte su colaboración con Uderzo, Goscinny escribió para Morris (Lucky Luke), Sempé (El pequeño Nicolás), Dino Attanasio (Spaghetti) y Gotlib (Les Dingodossiers).

En 1977 falleció Goscinny, pero Uderzo continuó con la gestión de las reimpresiones y escribió los nuevos guiones de la serie. Desde 2013, los álbumes son firmados por Jean-Yves Ferry y Didier Conrad; Uderzo se reservó las portadas.

Esta historia tuvo su adaptación al cine de dibujos animados en 1967, dirigida por los autores. En 1998 se rodó una versión con actores reales, dirigida por Claude Zidi e interpretada por Gérard Depardieu, Christian Clavier, Laetitia Casta y Roberto Benigni, que dio lugar a tres secuelas.

Panorámix revela dos ingredientes de la poción mágica: muérdago y langosta. Este último únicamente añade sabor a la poción. Astérix comenta que es sexto día de la luna y que el muérdago cogido en ese día es un poderoso contraveneno. La información sobre el muérdago, la luna y los druidas está sacada de Naturalis Historia, enciclopedia escrita por el procurador imperial romano Plinio el Viejo.

La página treinta y cinco del álbum tiene una anécdota especial. En 1970, durante una reimpresión del álbum, la plancha original se perdió y tuvo que rehacerse por completo. Y será Marcel Uderzo, hermano de Albert, quien se encargue de ello.

La serie incluye gran cantidad de locuciones latinas. Por ejemplo, en este primer álbum: Alea jacta est (La suerte está echada), frase de Julio César en el momento de cruzar el río Rubicón con sus legiones, contra la orden del Senado; Quo vadis, galo? (¿Dónde vas, galo?), conocida por la película inspirada en la novela del polaco Henryk Sienkiewicz; Quid novi? (¿Qué hay de nuevo?), expresión popularizada porque Warner Bros la puso en boca de Bugs Bunny, etcétera…


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