viernes, 15 de septiembre de 2017

McKean / Gaiman CASOS VIOLENTOS


 Agustín Oliver



 Ediciones Zinco

Nunca lo entenderé. Primero lapidan el Madriz con todas las acusaciones que se les pasan por la cabeza y, algunos años después, con un público más reaccionario aún si cabe (y no hablo de política), publican Violent Cases. Quizá crean que los nombres de los autores tienen el suficiente gancho como para poder tirar del producto pero, y ojalá me equivoque, no lo tengo yo tan claro.

Neil Gaiman es uno de los más interesantes escritores (ojo, que no es lo mismo que guionistas) que han participado en la nueva ola de historietistas que han tomado el mercado yanqui. Interesante, sobre todo, por dos características demasiado difíciles de encontrar entre los guionistas de hoy: es inteligente y sabe escribir. Esto último es fácil de comprobar en cualquiera de sus obras en inglés, aunque no siempre logre sobrevivir a la traducción nacional. Lo primero ya no es tan fácil de descubrir a primera vista, pero sí cuando se presta un poco de atención. En todas sus obras se encuentra esa chispa (que en Violent Cases es todo un torrente) de humanidad, de vida real, que distingue al escritor lúcido del artesano con oficio, aunque a veces sea distorsionado para disfrazarlo de lo que sea necesario.

Alguien ha escrito que si en vez de Dave McKean, Violent Cases lo hubiera dibujado Bill Sienkiewicz, el resultado hubiera sido el mismo. Algo de eso hay, sin duda. Pero del mejor Sienkiewicz, del que sabe (¿sabía?) adaptarse a la historia.

Algo muy básico pero de lo que parece que se olvidó un poco el amigo David en el afamado Arkham Asylum, donde dio rienda suelta a sus inquietudes estéticas aún a costa de la fluidez del relato, que en ocasiones quedaba un tanto sepultado bajo esa capa de dudoso esteticismo (muy bonito, pero ese es otro asunto). Tampoco es ese el caso en esta obra, y McKean evita las tentaciones de protagonismo y se mantiene en esa discreta y maravillosa penumbra en blanco y negro que da atmósfera a los brumosos recuerdos del protagonista, y que ya ofrece Gaiman en sus confundidos diálogos, aportando las dosis justas de esa distorsión que el tiempo ejerce sobre las ya de por si alteradas percepciones que corresponden a la mentalidad infantil, perfectamente apuntadas en las múltiples digresiones efectuadas por el narrador. Un relato perfectamente estructurado, de enorme honradez y franqueza, que consigue que no se pierda el interés sin recurrir a sorpresas fáciles ni trucos baratos, logrando que funcione la primera vez, pero que difícilmente soporta una segunda lectura. Aquí no hay efectismos ni revelaciones incrustadas a golpes, y sí un guión espléndido y un dibujo que lo apoya en todo momento, dando como resultado una obra genial, de las que siempre se ven demasiado pocas.
No cabe la menor duda de que Violent Cases ha sido de lo más interesante del año, y con diferencia.




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