lunes, 8 de mayo de 2017
SHOCKROCKETS Busiek, Immonen, Von Grawbadger
En 1970, tenía diez años.
Era antes de Star Wars, antes de Robotech, antes incluso de Espacio 1999.
Pero no necesitábamos todo eso.
Mis dos mejores amigos y yo recorríamos la ciudad montados en nuestras bicicletas. Y, por dentro, sabíamos que no eran únicamente bicicletas sino cazas espaciales. El manillar era el acelerador. El timbre del manillar era el botón de disparo. La protuberancia redonda del guardabarros
delantero era un láser potentísimo. Sabíamos que sensaciones se sentían, aunque tuviéramos que fingirlas. Los "G" de gravedad. El rugido de los poderosos motores. Los repentinos virajes. Los trompos del combate espacial. Las sabíamos. Y lo pasábamos de muerte. Creo que hay algo en las
máquinas grandes y complejas que toca la fibra de la gente... -bueno, al menos la de los chicos; aunque también conozco unas cuantas mujeres que podrían dar lecciones sobre el tema- y que
proviene de la potencia casi incontrolable, de la velocidad irrefrenable, de la belleza, la fuerza y la decisión. Y lo dice alguien que, de pequeño, nunca se interesó por los coches como la mayoría de mis colegas. Pero sigo sintiéndolo. Sigo sintiendo la emoción visceral que emana de todo eso.
Años después, cuando Stuart Immonen y yo estábamos hablando sobre nuestro primer proyecto conjunto para Gorilla, y le pregunté que haría si pudiera dibujar lo que quisiera, dijo: "Algo con grandes máquinas"... Comprendí a qué se refería. Y empezamos a hablar de emoción, y de potencia, y de velocidad, y de todas esas cosas que corrían por nuestra imaginación. Y antes de que nos diéramos cuenta, estábamos hablando de un adolescente en un vertedero de Los Angeles, escarbando entre la chatarra y la basura para encontrar restos de componentes tecnológicos que pudiera aprovechar para
construirse una moto volante casera... Y estábamos hablando del mundo en el que vivía ese chico, el mundo que crearía un basurero así, el mundo que produciría motos voladoras. Y de los sueños de ese chico, y de cuál sería el objeto de esos sueños...
El resultado es lo que ahora tienes en tus manos: Shockrockets.
Y, en algún lugar del camino, el tema dejó de ser las máquinas per se y empezó a ser las personas, lo cual nos pareció bien a los dos, a Stuart ya mí... pero sin olvidar donde empezó todo: en los "g" de gravedad, en el rugido de los motores, en la belleza, la velocidad y la casi incontenible potencia de las naves que manejaban esas personas.
En esta serie, además de ser guionista y dibujante, volvimos a ser niños de diez años.
Y lo pasamos de muerte.
Ojalá tú te lo pases tan bien como nosotros.
Noviembre 2000
Kurt Busiek
SHOCKROCKETS 3 números, publicados por Dolmen Editorial S.L., Palma de Mallorca, año 2.001
sábado, 6 de mayo de 2017
¡Cataplás! Feliz cumpleaños, Gastón
10/04/2017
Gastón el Gafe, el más radical antihéroe de la historia del comic, cumple 60 años Creado por André Franklin, el Centro Pompidou de París celebra al personaje con una exposición
ALFREDO MERINO
Imagen de Gastón el Gafe, personaje creado por André Franquin EL MUNDO
El desastre que se avecina es fácil de adivinar. Lo enseña el dibujo que, de paso, refleja la particular idiosincrasia de nuestro personaje. Aparece justo en el momento en que tropieza y cae de bruces contra la gigantesca tarta rebosante de velas que lleva en las manos. Gastón el Gafe, el más caótico, atontado y desesperante antihéroe de la historia del cómic celebra a su manera su 60 cumpleaños.
El objetivo primordial que tiene este tipo es simple: evitar cualquier trabajo y echarse una siesta donde sea. Cuando tales ocupaciones le dejan tiempo libre, busca satisfacer alguna de sus singulares aficiones. Su nulidad absoluta ante cualquier actividad, por elemental que resulte, le hace caer en el fracaso una vez tras otra. No pasa nada, él lo admite como lo que es: la cosa más natural del mundo.
"No sé cómo me vino la idea. Sólo recuerdo que el redactor jefe de la época (de la revista infantil Le Journal de Spirou) estaba muy abierto a cualquier sugerencia con tal de animar la revista. Un día le ofrecí un personaje que jamás podría estar en un cómic, porque al contrario que los héroes, no tendría ninguna cualidad, no sería guapo, ni fuerte, sería tonto. Sería un 'héroe sin empleo'." El 28 de febrero de 1957 aquel antihéroe se asomó por primera vez al mundo. Lo hizo ocupando la pequeña parte de una página correspondiente a una columna.
Aprendiz de oficinista al desuso, la confusión rodea a Gastón. Dotado de una capacidad sobrenatural para desencadenar el desastre, a lo largo de las viñetas el montón de cartas que debe responder y que parece ser su principal misión, crece sin que siquiera llegue a abrirlas. Lo más que hace es utilizarlas como colchón para alguna de sus recurrentes siestas. Todo lo que toca, se destruye y sus compañeros son daños colaterales del desastre que es su vida. A pesar de todo, Gastón jamás exaspera al lector, quien admite su peculiar idiosincrasia, que siempre logra arrancarle una ácida sonrisa.
Si se dedica a ser mensajero en bici, en una semana tiene tres accidentes de tráfico; si le mandan a componer los titulares de la revista en la que trabaja, cambia el nombre de esta por el suyo. En una época de sus aventuras, Gastón decide ser inventor, produciendo una serie de artefactos que harían las envidias del mismísimo profesor Franz de Copenhague.
Rebosantes de gags y situaciones absurdas, en una de sus aventuras Gastón se presenta en el trabajo con una vaca, asunto que a la postre hace que el jefe le ponga de patitas en la calle. La popularidad del personaje es tal, que las semanas siguientes en las que no aparece en el cómic, más de siete mil lectores de Le Journal de Spirou escriben a la redacción pidiendo que Gastón sea readmitido.
Franquin vuelve entonces a incluirlo.Músico, cocinero, químico... en su larga vida Gastón tiene infinitas ocupaciones, muchas en apariencia contrapuestas, pero siempre de acuerdo a los tiempos que vivía. Opositor a los parquímetros urbanos, defensor de las ballenas, antimilitarista, padrino de Unicef y Amnistía Internacional.
Sesenta años después de su nacimiento Gastón el Gafe ha vendido más de treinta millones de álbumes, protagonizado una serie de vídeos, ha servido de guión para una película y su merchandising es uno de los más potentes del mundo del cómic. Una calle de Bruselas lleva su nombre.
En nuestro país este personaje ha servido de inspiración a Francisco Ibáñez, uno de cuyos personajes, El Botones Sacarino es un híbrido entre Gastón y su compañero el botones Spirou. La influencia, tanto en el guión como en el estilo del dibujo, también es palpable en Mortadelo y Filemón. A pesar de esto Gastón no tiene en España el predicamento de otros protagonistas de la escuela belga de cómics, como Tintín, el citado Spirou y el Marsupilami. Traducido ocasionalmente con el nada afortunado nombre de Tomás el Gafe, han sido publicados en el mercado español varios de sus álbumes, por lo que no resulta desconocido.
Gastón el Gafe fue creado por André Franquin, dibujante nacido en Bélgica en 1924 que para muchos aficionados y también para no pocos expertos, ha sido el más grande de los creadores de cómics, por encima del mismísimo Hergé, quien reconoció en una entrevista: "Franquin es un gran artista. Frente a él yo solo soy un mediocre empujador de plumas, un pobre dibujante".Frente al esquematismo del autor de Tintín, el creador de Gastón el Gafe, Spirou, Fantasio y el Marsupilami entre otros, atrapa el movimiento y sus composiciones rebosan ritmo y lirismo. El reconocido Kim Thompson, de Fangraphics, también mostró la admiración hacia Franquin subrayando que "creó el más completo, vivo y absoluto dibujo de la historia del comic".
Junto a su sobresaliente estilo gráfico Frankin fue el primero en introducir en las viñetas un estridente grafismo con abundantes onomatopeyas inventadas para cada ocasión que refuerzan el mensaje del dibujo. Algo que es especialmente visible en Gastón el Gaffe, personaje que tiene por otra parte el honor de ser el primero que dice palabrotas en la historia del comic.
Exposición en el Pompidou
Si hace unos meses el Gran Palais parisino organizaba una muestra sobre Hergé, el creador de Tintín, aprovechando el cumpleaños del singular Gastón, el Centro Pompidou de París ha preparado una exposición sobre Gastón el Gafé que, de paso, es un homenaje a su creador André Franquin. Los fanáticos tienen también la posibilidad de adquirir el cofre de lujo que la editorial francesa Dupuis ha puesto a la venta estos días, en el que se incluyen los 22 álbumes de Gastón, con las planchas remasterizadas y recoloreadas, junto con algunas maquetas de cubiertas y otros dibujos inéditos de Franquin.
El Mundo
PREMIOS EISNER
Los ‘Oscar del cómic’ colocan siete obras con firma española entre lo mejor del tebeo
Los premios Eisner nominan a Paco Roca, Emma Ríos o Albert Monteys
ENEKO RUIZ JIMÉNEZ
3 MAY 2017
A la industria del cómic español le falta mucho todavía para ser robusta y respetada como la francesa, la japonesa o la estadounidense, pero sus autores prueban una y otra vez que nada tienen que envidiar a sus compañeros extranjeros, ya sea trabajando desde España o teniendo que emigrar para poder ser reconocidos y, de paso, llegar a fin de mes. Así se vuelve a poner de manifiesto en las nominaciones a los Eisner de 2017, que destacan siete obras con firma patria entre lo más alto del cómic mundial.
Los conocidos como 'Oscar del cómic', donde la epopeya espacial Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples vuelve a partir como gran favorita, se han fijado en España para mencionar obras tan variadas como Arrugas de Paco Roca, ahora que su vivo relato sobre el Alzheimer ha sido reeditado en EEUU, o ¡Universo! de Albert Monteys, con la que el veterano de El Jueves se ha lanzado a un viaje de ciencia-ficción tan apasionante y divertido como personal publicado directamente en Internet (y pagando la voluntad) gracias a Panel Syndicate y nominada por lo tanto como Mejor cómic digital.
Este buen momento para la diversidad en el tebeo español se resume a la perfección con el título Spanish Fever, nombre en inglés con el que se conoce al otro lado del charco el compendio Panorama. La novela gráfica hoy, donde Santiago García (Las Meninas, Beowulf) reúne a autores de nuevo cuño con caras reconocibles como el propio Roca, Max (otro nominado al Eisner de años anteriores) y David Rubín. El tomo, toda una puerta al cómic español, editada en nuestro país por Astiberri, se enfrenta en la categoría de Mejor antología, además, a Island Magazine, revista coordinada por la gallega Emma Ríos (nominada en 2014 por Bella Muerte) y con varias historias que la autora guardaba en su mente desde hace años como I.D. "Este relato de ciencia-ficción nace de necesidad autoral. Yo hacía mis fancines y mis tebeos y ahora, gracias a Bella muerte, estoy en un momento en el que tengo un público. Puedo elegir qué quiero hacer. Así que quiero aprovechar esta posición para ser yo", contaba hace un par de meses a KA-BOOM.
También nominado en la categoría Mejor libro relacionado con el cómic se encuentra Ditko: Unleashed, catálogo de la exposición de Palma de Mallorca de 2016 dedicado a la carrera del reclusivo genio que creó Spiderman y Dr. Extraño y al que desde hace años nadie ve. Lo firman Florentino Flórez y Fréderic Manzano. Flórez ya fue finalista en 2013 por Woodwork, libro dedicado al editor Wally Wood.
Dos aventuras de superhéroes con dibujantes españoles (a nadie extraña ya encontrarlos en estas lides) completan la lista. “¡Me sigue sorprendiendo que tenga tanto reconocimiento una serie tan rara!", exclama Gabriel H. Walta, nominado por la serie de La Visión escrita por Tom Kring: "Desde un principio, supimos que iba a ser especial para nosotros, aunque no estábamos nada seguros de que le fuera a llegar a todos los lectores”, reconoce a EL PAÍS después de conocer la nominación el responsable de única obra de superhéroes en la categoría de series limitadas. La colección tiene en su epicentro al androide de Los Vengadores que en el cine interpreta Paul Bettany, sí, pero en realidad su historia es más cercana a La dimensión desconocida o la ciencia-ficción más contenida y pequeña. Todo comienza con el famoso héroe decidido a construir su propia familia y mudarse a un barrio residencial: "Nos alegra especialmente que le esté gustando a lectores que no suelen acercarse a los tebeos de superhéroes".
Tampoco Faith, que dibuja el catalán Pere Pérez con Marguerite Sauvage, es un cómic de superhéroes al uso. Ubicada en el universo Valiant, esta serie escrita por Jody Houser, y nominada a Mejor nueva obra, fue presentada como las peripecias de una superheroína con sobrepeso y telekinesis en la ciudad de Los Ángeles. Un cómic optimista donde, al final, su apariencia atípica es lo de menos.
Los ganadores se conocerán en julio durante la convención de San Diego. De momento, estos seis nombres son suficientes para demostrar que el cómic español vive un momento excelente, sea dentro o fuera de nuestras fronteras.
CATEGORÍAS ESPAÑOLAS
Mejor serie limitada
Archangel, de William Gibson, Michael St. John Smith, Butch Guice y Tom Palmer (IDW)
Briggs Land, de Brian Wood y Mack Chater (Dark Horse)
Han Solo, de Marjorie Liu y Mark Brooks (Marvel)
Kim and Kim, de Magdalene Visaggio y Eva Cabrera (Black Mask)
La Visión, de Tom King y Gabriel Walta (Marvel)
Mejor nueva serie
Black Hammer, de Jeff Lemire y Dean Ormston (Dark Horse)
Clean Room, de Gail Simone y Jon Davis-Hunt (Vertigo/DC)
Deathstroke: Rebirth, de Christopher Priest, Carlo Pagulayan, et al. (DC)
Faith, de Jody Houser, Pere Pérez, y Marguerite Sauvage (Valiant)
Pájaro Burlón, de Chelsea Cain y Kate Niemczyk (Marvel)
Mejor antología
Baltic Comics Anthology editado por David Schilter y Sanita Muizniece (kuš!)
Island Magazine, editado por Brandon Graham y Emma Ríos (Image)
Kramers Ergot 9, editado por Sammy Harkham (Fantagraphics)
Spanish Fever: Stories by the New Spanish Cartoonists, editado por Santiago García (Fantagraphics)
Mejor edición americana de una obra extranjera
Equinoxes, de Cyril Pedrosa (NBM)
Irmina, de Barbara Yelin (SelfMadeHero)
Love: The Lion, de Frédéric Brémaud y Federico Bertolucci (Magnetic)
Moebius Library: The World of Edena, de Jean "Moebius" Giraud et al. (Dark Horse)
Arrugas, de Paco Roca, traducido por Erica Mena (Fantagraphics)
Mejor cómic digital
Bandette, by Paul Tobin and Colleen Coover (Monkeybrain/comiXology)
Edison Rex, by Chris Roberson and Dennis Culver (Monkeybrain/comiXology)
Helm, by Jehanzeb Hasan and Mauricio Caballero, www.crookshaw.com/helm/
On a Sunbeam, by Tillie Walden, www.onasunbeam.com
¡Universo!, de Albert Monteys (Panel Syndicate)
Mejor libro relacionado con cómics
blanc et noir: takeshi obata illustrations, de Takeshi Obata (VIZ Media)
Ditko Unleashed: An American Hero, de Florentino Flórez y Frédéric Manzano (IDW/Editions Déesse)
Krazy: George Herriman, A Life in Black and White, de Michael Tisserand (Harper)
The Life and Legend of Wallace Wood, vol. 1, editado por Bhob Stewart y J. Michael Catron (Fantagraphics)
More Heroes of the Comics, de Drew Friedman (Fantagraphics)
El Pais
Los premios Eisner nominan a Paco Roca, Emma Ríos o Albert Monteys
ENEKO RUIZ JIMÉNEZ
3 MAY 2017
Viñeta de '¡Universo!', de Albert Monteys. PANEL SYNDICATE
Los conocidos como 'Oscar del cómic', donde la epopeya espacial Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples vuelve a partir como gran favorita, se han fijado en España para mencionar obras tan variadas como Arrugas de Paco Roca, ahora que su vivo relato sobre el Alzheimer ha sido reeditado en EEUU, o ¡Universo! de Albert Monteys, con la que el veterano de El Jueves se ha lanzado a un viaje de ciencia-ficción tan apasionante y divertido como personal publicado directamente en Internet (y pagando la voluntad) gracias a Panel Syndicate y nominada por lo tanto como Mejor cómic digital.
'La Vision', de Walta.
Este buen momento para la diversidad en el tebeo español se resume a la perfección con el título Spanish Fever, nombre en inglés con el que se conoce al otro lado del charco el compendio Panorama. La novela gráfica hoy, donde Santiago García (Las Meninas, Beowulf) reúne a autores de nuevo cuño con caras reconocibles como el propio Roca, Max (otro nominado al Eisner de años anteriores) y David Rubín. El tomo, toda una puerta al cómic español, editada en nuestro país por Astiberri, se enfrenta en la categoría de Mejor antología, además, a Island Magazine, revista coordinada por la gallega Emma Ríos (nominada en 2014 por Bella Muerte) y con varias historias que la autora guardaba en su mente desde hace años como I.D. "Este relato de ciencia-ficción nace de necesidad autoral. Yo hacía mis fancines y mis tebeos y ahora, gracias a Bella muerte, estoy en un momento en el que tengo un público. Puedo elegir qué quiero hacer. Así que quiero aprovechar esta posición para ser yo", contaba hace un par de meses a KA-BOOM.
También nominado en la categoría Mejor libro relacionado con el cómic se encuentra Ditko: Unleashed, catálogo de la exposición de Palma de Mallorca de 2016 dedicado a la carrera del reclusivo genio que creó Spiderman y Dr. Extraño y al que desde hace años nadie ve. Lo firman Florentino Flórez y Fréderic Manzano. Flórez ya fue finalista en 2013 por Woodwork, libro dedicado al editor Wally Wood.
Dos aventuras de superhéroes con dibujantes españoles (a nadie extraña ya encontrarlos en estas lides) completan la lista. “¡Me sigue sorprendiendo que tenga tanto reconocimiento una serie tan rara!", exclama Gabriel H. Walta, nominado por la serie de La Visión escrita por Tom Kring: "Desde un principio, supimos que iba a ser especial para nosotros, aunque no estábamos nada seguros de que le fuera a llegar a todos los lectores”, reconoce a EL PAÍS después de conocer la nominación el responsable de única obra de superhéroes en la categoría de series limitadas. La colección tiene en su epicentro al androide de Los Vengadores que en el cine interpreta Paul Bettany, sí, pero en realidad su historia es más cercana a La dimensión desconocida o la ciencia-ficción más contenida y pequeña. Todo comienza con el famoso héroe decidido a construir su propia familia y mudarse a un barrio residencial: "Nos alegra especialmente que le esté gustando a lectores que no suelen acercarse a los tebeos de superhéroes".
Tampoco Faith, que dibuja el catalán Pere Pérez con Marguerite Sauvage, es un cómic de superhéroes al uso. Ubicada en el universo Valiant, esta serie escrita por Jody Houser, y nominada a Mejor nueva obra, fue presentada como las peripecias de una superheroína con sobrepeso y telekinesis en la ciudad de Los Ángeles. Un cómic optimista donde, al final, su apariencia atípica es lo de menos.
Los ganadores se conocerán en julio durante la convención de San Diego. De momento, estos seis nombres son suficientes para demostrar que el cómic español vive un momento excelente, sea dentro o fuera de nuestras fronteras.
CATEGORÍAS ESPAÑOLAS
Mejor serie limitada
Archangel, de William Gibson, Michael St. John Smith, Butch Guice y Tom Palmer (IDW)
Briggs Land, de Brian Wood y Mack Chater (Dark Horse)
Han Solo, de Marjorie Liu y Mark Brooks (Marvel)
Kim and Kim, de Magdalene Visaggio y Eva Cabrera (Black Mask)
La Visión, de Tom King y Gabriel Walta (Marvel)
Mejor nueva serie
Black Hammer, de Jeff Lemire y Dean Ormston (Dark Horse)
Clean Room, de Gail Simone y Jon Davis-Hunt (Vertigo/DC)
Deathstroke: Rebirth, de Christopher Priest, Carlo Pagulayan, et al. (DC)
Faith, de Jody Houser, Pere Pérez, y Marguerite Sauvage (Valiant)
Pájaro Burlón, de Chelsea Cain y Kate Niemczyk (Marvel)
Mejor antología
Baltic Comics Anthology editado por David Schilter y Sanita Muizniece (kuš!)
Island Magazine, editado por Brandon Graham y Emma Ríos (Image)
Kramers Ergot 9, editado por Sammy Harkham (Fantagraphics)
Spanish Fever: Stories by the New Spanish Cartoonists, editado por Santiago García (Fantagraphics)
Mejor edición americana de una obra extranjera
Equinoxes, de Cyril Pedrosa (NBM)
Irmina, de Barbara Yelin (SelfMadeHero)
Love: The Lion, de Frédéric Brémaud y Federico Bertolucci (Magnetic)
Moebius Library: The World of Edena, de Jean "Moebius" Giraud et al. (Dark Horse)
Arrugas, de Paco Roca, traducido por Erica Mena (Fantagraphics)
Mejor cómic digital
Bandette, by Paul Tobin and Colleen Coover (Monkeybrain/comiXology)
Edison Rex, by Chris Roberson and Dennis Culver (Monkeybrain/comiXology)
Helm, by Jehanzeb Hasan and Mauricio Caballero, www.crookshaw.com/helm/
On a Sunbeam, by Tillie Walden, www.onasunbeam.com
¡Universo!, de Albert Monteys (Panel Syndicate)
Mejor libro relacionado con cómics
blanc et noir: takeshi obata illustrations, de Takeshi Obata (VIZ Media)
Ditko Unleashed: An American Hero, de Florentino Flórez y Frédéric Manzano (IDW/Editions Déesse)
Krazy: George Herriman, A Life in Black and White, de Michael Tisserand (Harper)
The Life and Legend of Wallace Wood, vol. 1, editado por Bhob Stewart y J. Michael Catron (Fantagraphics)
More Heroes of the Comics, de Drew Friedman (Fantagraphics)
El Pais
viernes, 5 de mayo de 2017
La batalla de las Termópilas
GERARDO MACÍAS
03 Mayo, 2017
El rey persa Darío el Grande murió cuatro años después de la batalla de Maratón, y Jerjes se dispuso a completar los asuntos que su padre había dejado pendientes: primero Egipto y, más tarde, Grecia y Europa.
Las polis griegas decidieron forjar una alianza. El mando de los ejércitos de esta unión, la Liga Helénica, recayó en Esparta.
Jerjes comenzó su invasión en el año 481 a. C. Las naves persas eran mil doscientos siete trirremes y otras tres mil naves más.
Cuando el ejército persa de Jerjes entró en Grecia, Esparta estaba celebrando las Carneas, festividad durante la cual no podían luchar. Así que el rey Leónidas I marchó acompañado por su guardia personal de trescientos soldados. Los trescientos espartanos que pasarían a la Historia.
Junto a los trescientos espartanos marchaban dos mil arcadios, mil locrios, mil focenses, novecientos ilotas, setecientos tespios, cuatrocientos tebanos, cuatrocientos corintios y ocho mil hoplitas.
En el paso de las Termópilas había tres estrechamientos conocidos como puertas. En la puerta central había un muro levantado por los focenses para defenderse de las invasiones. Ése fue el lugar elegido por los griegos.
Las tropas de Jerjes entraron en el desfiladero, cuyo estrechamiento anulaba su superioridad numérica, encontrándose con las lanzas que sobresalían del muro que formaban los hoplitas, mientras las filas traseras de la formación persa empujaban a las delanteras hacia la muerte.
Jerjes envió a sus mejores hombres: los Inmortales. Los llamaban así porque siempre eran el mismo número de hombres: diez mil. Eran la élite del ejército de Jerjes, la guardia real, infantería pesada de procedencia exclusivamente persa.
Les fue igual de mal que a sus compañeros. Jerjes, ya en su campamento, recibió la visita de un griego que le habló de la senda Anopea, ofreciéndose a guiar a sus tropas a lo largo de esa ruta a cambio de una recompensa.
Leónidas tuvo noticia del suceso y tenía claro que la misión de detener a los persas en las Termópilas había fracasado.
Ya sólo quedaba evitar la masacre. Pero no podía retirarse todas las tropas, o la caballería persa podría atravesar el paso y dar caza en campo abierto a los soldados en retirada.
Así que Leónidas tomó la única decisión que podía tomar: sus trescientos espartanos y él se quedarían a defender las Termópilas. El resto debía retirarse.
No todos lo hicieron: los setecientos tespios y los cuatrocientos tebanos se quedaron junto a los guerreros de Esparta. Mil cuatrocientos valientes que sabían que iban a morir.
Leónidas fue muerto y los griegos formaron un círculo en torno a él para que los persas no pudieran cobrarlo. Jerjes ordenó una lluvia de flechas hasta que el último de los griegos cayó.
El dibujante y guionista Frank Miller y la colorista Lynn Varley crearon un cómic sobre la Batalla de las Termópilas titulado 300 y publicado originalmente en 1998, tomando como referencia el relato de Heródoto, para dar su visión idealizada de los hechos, separándose de ellos en aspectos como las indumentarias y armas utilizadas.
Frank Miller también tomó como referencia una película de 1962, titulada El león de Esparta (The 300 Spartans en inglés).
Este cómic describe la Batalla de las Termópilas desde la perspectiva de Leónidas, rey de Esparta, pero no es una lección de historia. Coge como base la Batalla de las Termópilas, y a partir de ahí ofrece un relato de ficción salvaje y violento, con el sello de Miller.
El cómic 300 fue adaptado al cine por Zack Snyder en una película protagonizada por Gerard Butler. Fue estrenada en 2007, siendo la segunda más taquillera del año por detrás de Piratas del Caribe: en el fin del mundo. Esta película tiene diferencias con el cómic.
Tanto el cómic como su adaptación cinematográfica generaron controversia, acusándose a Miller de retratar a los persas como salvajes, y de imprimir a la obra un fuerte componente xenófobo. La película fue objeto de polémica con Irán, desde donde se acusaba al film de ser propaganda del mundo occidental contra el oriental.
A pesar de todas estas acusaciones, la película tuvo en 2014 una continuación titulada 300: El origen de un imperio, y ya se preparan más secuelas, tanto en cómic como cinematográficas.
Malaga Hoy
martes, 2 de mayo de 2017
¡En guardia!
Guerreros, gladiadores, mosqueteros, duelistas, espadachines, deportistas, personajes de novela y del cine atraviesan la historia de la esgrima, a la que ha consagrado un libro apasionante, 'Blandir la espada', de editorial Destino, el escritor Richard Cohen, cinco veces campeón británico de sable. Por Jacinto Antón.
FOTOGRAFÍA: ÁLBUM
Es poco habitual -aunque muy estimulante- tener al autor de un libro acerca del que uno va hablar ante la punta de su arma. Es cierto que aquella noche Richard Cohen (Londres, 1947), cinco veces campeón de sable de Gran Bretaña, cuatro veces olímpico, vencedor de innumerables combates y a la sazón embarcado entonces en la redacción de By the sword (Blandir la espada, Destino), la estupenda obra sobre la historia de la esgrima que acaba de aparecer en España, había bebido sus buenas copas de tinto y presentaba un perfil algo tambaleante. Pero no dejaba de ser un adversario formidable e intimidatorio. Más aún para alguien como quien escribe estas líneas, cuyo mayor logro a mano armada ha sido un decimoprimer puesto en una competición puntuable para el campeonato de Cataluña tras alcanzar una pírrica victoria sobre un jovencito impresionable y miope.
Cohen, su mujer y su agente habían cenado en casa de mi cuñado, un edificio de Gaudí en cuyo sótano se encuentra la sala de esgrima que un puñado de aficionados hemos creado en torno al destacado maestro húngaro, afincado en Barcelona, Imre Dobos. Durante la velada, el británico y el magiar descubrieron que habían cruzado hierros hacía años durante unos campeonatos en Hungría, lo que lógicamente celebramos todos con varias rondas de licores. Creo que fue el propio Cohen el que sugirió que, ya que teníamos una sala de armas a mano, nos desentumeciéramos un poco, y en seguida estábamos ahí inundando un espacio en el que suele reinar el sobrio entrechocar de los aceros con el alegre tintineo de nuestros vasos. El autor y esgrimista británico tomó un guante, un sable y una careta y propuso unos asaltos reduciendo el blanco válido a sólo la mano, para no tener que ponernos las incómodas chaquetas protectoras. Imre y los demás prefirieron las copas a las espadas y declinaron la invitación; así que, de repente, ahí estaba yo, ejecutando el saludo preceptivo y poniéndome en guardia ante Cohen, no sin lamentar muchísimo no haber seguido la práctica tradicional de los antiguos duelistas de vaciar la vejiga -para limitar el riesgo de infección si te ensartan-.
De izquierda a derecha, Reinhard Heydrich, jefe de Seguridad del III Reich, responsable de la planificación del Holocausto, en los JJ 00 de Berlín. Franco (cuarto por la izquierda), con el sable de honor de la Legión. Mussolini, esgrimista. Abajo, el coronel de las SS Otto Skorzeny, con el rostro magullado tras el duelo a sable de las universidades germanas para lograr las cicatrices de honor. Sadam Husein, con espada.
El combate no tuvo mucha historia. Richard Cohen, flamante vencedor del muy exclusivo campeonato europeo de veteranos celebrado en Martinica, consiguió tocado tras tocado sin apenas despeinarse.
En parte porque yo aún estaba conmocionado por la evocación que nos había hecho en la sobremesa de cómo uno de los más destacados tiradores de sable de Polonia, Wojciech Zablocki, le había enseñado personalmente la manera de propinar el ataque clásico de los oficiales de caballería polacos del siglo XVIII, el golpe Nyzkiem, un tajo de abajo arriba, desde el bajo vientre al pecho, dificilísimo de detener con las paradas normales y que, antiguamente, solía acabar con desparrame de visceras.
¡Qué no hubiera dado yo esa noche por tener una estocada secreta, una botte secrète, como las que se enumeran en Blandir la espada: el coup de Jarnac (que cercenaba el ligamento de la corva); la imparable a la base del cuello de don Jaime de Astarloa (El maestro de esgrima, de Pérez- Reverte, al que Cohen alaba), o la legendaria estocada de Nevers, entre los ojos, que dio la victoria final a Enrique de Lagardere en El jorobado! Tuve que contentarme con admirar a través de la rejilla de la careta, jadeando, lo bien que se movía y fintaba Cohen, y dar gracias de que no se tratara de un duelo de verdad. Como los malos también tienen su oportunidad, finalmente, tras invocar a san Rupert de Hentzau -el villano de El prisionero de Zenda-, tuve la suerte de conseguir un tocado. Fue a base de un truco de la peor especie, digno de Barbacoa de Río, el maestro del Capitán Garfio. Cuando observé que Cohen se daba el gusto de romper -ir atrás- con un enervante saltito para quedar lejos del alcance de mi rechinante fondo, hice glisser la monture: dejé deslizar la empuñadura del sable entre los dedos para alargar así unos centímetros extras la superficie del arma y pillar desprevenido a mi rival. Touché. El maestro Imre, que es muy clásico y muy noble, arrugó la nariz, pero yo me quedé a gusto y recordé la frase del marquis de la Donze cuando se le pidió que se arrepintiese antes de ser ejecutado por matar en duelo a su cuñado: "¡Cómo! ¿Acaso consideráis un crimen una de las más astutas estocadas de toda Gascuña?".
DUELOS DE CINE, De arriba abajo, Douglas Fairbanks Jr. y Ronald Colman, en 'El prisionero de Zenda'; Errol Flynn, en 'Robin Hood', y 'La amenaza fantasma', de 'La guerra de las galaxias'
Me encantó ver meses después que Cohen iniciaba su libro, Blandir la espada, también con un combate propio, no el nuestro, por supuesto, sino otro mucho más dramático e intenso: el que le enfrentó treinta años antes a un campeón de esgrima con fama de bruto que luego se casaría con la ex novia del futbolista George Best. Esa historia personal con ribetes de auténtico duelo sirve al autor para introducir a los lectores en el universo de la esgrima, su belleza, romanticismo, emoción y grandeza (luego ya vendrán los episodios viles, los campeones fascistas y los capítulos sangrientos).Tras cuarenta años obsesionado por la esgrima y habiendo sido un tirador de élite, Cohen, que además es editor, estaba en una posición privilegiada para escribir, como lo ha hecho, una gran obra de divulgación sobre la historia de una técnica, el manejo de la espada, cuyo uso oscila entre la elegancia y la brutalidad, desde el puro arte hasta al asesinato. Una historia que arranca con los orígenes de la metalurgia y sus secretos cuasi alquímicos y llega hasta La guerra de las galaxias y Madonna (Cohen hizo de extra en la escena de esgrima de Muere otro día), pasando por los mosqueteros, los samurais, Cyrano, El Zorro, las grandes figuras deportivas y hasta, de manera quizá un tanto discutible, los tragasables.
Una grata sorpresa es ver cuántos grandes hombres, incluso del mundo de la cultura, se ejercitaron en la esgrima: Shakespeare, Goethe -que lo hizo porque pensó que así resultaría más atractivo para las mujeres-, Haendel, Descartes, Voltaire, Defoe, Milton, Dickens, Alejandro Dumas -claro-; Pushkin, al que por su estilo brioso de espadachín apodaban El Grillo; el explorador Richard Burton, o Karl Marx, que llegó a batirse en duelo y recibió un tajo sobre el ojo izquierdo, aunque no está claro que todo ello repercutiese en El capital. Napoleón fue célebre, desde el punto de vista de la esgrima, por el número de floretes que rompió practicando. Churchill alcanzó la categoría de campeón de florete en el ejército y puso en práctica su habilidad en la India en un encuentro cuerpo a cuerpo con los pashtunes. Mientras que el general Patton fue un gran sablista y hasta escribió un manual sobre el uso del arma.
Cohen, que ha tratado de revivir en sus páginas la emoción que produce ser un espadachín y que proporciona información de primera mano extraída de su experiencia en las pistas, trabó contacto con la que iba a ser la pasión de su vida a los 13 años en un internado en la campiña inglesa en el que era obligatoria la esgrima. Las clases las impartía, sorprendentemente, un monje benedictino, al que sólo cabe identificar con una reencarnación de Fray Tuck, el camarada eclesiástico de Robin Hood. Cohen comenzó por iniciarse en el florete, y luego, cuando estudiaba en Cambridge, descubrió el sable, heredero de la cimitarra turca, como nos gusta recordar a los románticos con alma de húsar que lo empleamos. El autor reconoce muy honestamente que el profano puede sentirse desconcertado ante el rigor formal y la impresionante nomenclatura de la esgrima. Pero recuerda que en el fondo toda ella, como hace decir muy sensatamente Moliere a Monsieur Jordan en El burgués gentilhombre, consiste sólo en dos cosas: tocar y que no te toquen.
En su recorrido por la historia de la espada, en el que la erudición corre pareja con la emoción y con un abundante sentido del humor, Cohen señala que los egipcios y los asirios ya se instruían
en el manejo de ésta; considera que los griegos no apreciaban la esgrima, al contrario que los romanos (véase Gladiator), y señala las diferencias entre la estocada de los legionarios y el tajo de los celtas, que preferían el filo del arma. La edad media glorifica la espada haciéndola signo del honor y dotándola de una dimensión espiritual. Excalibur es, por supuesto, la gran espada emblemática. La espada ropera, que puede emplearse en el día a día por así decirlo, con traje de calle, y que los espadachines españoles llevaron a la Italia renacentista, marca una nueva época que ve el florecer de los duelos (algunos tan absurdos como los 20 en los que participó un noble para defender que Dante era mejor poeta que Ariosto -al final admitió no haber leído las obras de ninguno de los dos-).
También es el momento en que aparecen masivamente los maestros y se intenta codificar golpes y paradas y establecer reglas. Un hito es sin duda, como comprenderá cualquiera que haya visto cómo le rebanan un párpado en la sala a un colega por no protegerse el rostro, la aparición de la careta, en 1750.
Con el declive del duelo, la esgrima pasó a ser una práctica refinada (si exceptuamos la pervivencia del brutal y sangriento combate Mensur de las fraternidades universitarias de sablistas alemanes) y desembocó en el deporte moderno, previo su paso por la novela popular de aventuras, donde, de Anthony Hope a P. C. Wren (campeón de esgrima en la India, por cierto), se convirtió en requisito indispensable (es bueno recordar que Sherlock Holmes era un hábil espadachín). El cine heredó desde sus comienzos ese interés despertado en el público. Douglas Fairbanks; padre; Ramón Novarro, y Rodolfo Valentino fueron estrellas de capa y espada, y los siguieron Errol Flynn, Tyrone Power y Douglas Fairbanks Jr., que aprendió esgrima a los 12 años.
Hay discusiones sobre cuál es la mejor escena de espadas del cine. Los más románticos se inclinan por la del final del Hamlet de Olivier; otros, por el en-frentamiento de Power y Basil Rathbone -que se doblaba a sí mismo- en La marca del Zorro, y otros más, por el espectacular y largo -seis minutos y medio- duelo de Stewart Granger (que precisó luego 12 puntos de sutura) y Mel Ferrer en Scaramouche. Cohen elogia especialmente Duelistas, de Ridley Scott -basada en una historia real que recogió literariamente Joseph Conrad-, por su verosimilitud, algo de lo que adolecen en general las peleas cinematográficas. El cine ha dado lugar a nuevas técnicas de esgrima (espectaculares pero inservibles en la realidad) y a una categoría nueva de maestros, los coreógrafos de lucha. Uno de los más prestigiosos, Bob Anderson, que fue maestro de esgrima de la Royal Shakespeare
Company, entrenó a Errol Flynn; a Ryan O'Neal para Barry Lyndon; a Sean Connery en Los inmortales, y a Liv Tyler en El señor de los anillos; y tuvo el oscuro honor de encarnar a Darth Vader (tras la máscara) en las escenas de combate con espadas láser Jedi. Dos actores actuales con buena mano para la esgrima son Ralph Fiennes y Antonio Banderas. Pero que nadie se sienta cohibido: para ser espadachín, decía Bertrand des Amis, el maestro de Scaramouche, basta ser ligero, activo, flexible, tener el brazo largo y parecer inteligente.
Estudioso empedernido, Cohen no dudó, para escribir su historia, en hurgar en las colecciones especializadas en libros sobre esgrima y en revisar manuscritos y tratados antiguos. También entrevistó a los grandes maestros vivos y se ha pateado durante años los lugares de gran tradición de forja: Solingen (donde Hitler haría fundir los puñales de las SS) o Toledo (de donde Shakespeare dice que procede la espada de Ótelo). Y es que lo de la construcción de espadas tiene su aquello si se piensa que el fabuloso acero de Damasco, por ejemplo, se enfriaba hundiéndolo en el cuerpo de esclavos musculosos (para infundirle a la cimitarra su fuerza), o que las grandes espadas de samurai japonesas se probaban en cuerpos humanos (cadáveres o condenados a muerte, en principio, aunque, como recuerda Cohen, existe en japonés ese inquietante término esgrimístico que es tsujigiri: "probar una espada nueva en un transeúnte fortuito"). Otras tradiciones han preferido hundir las hojas nuevas en la orina de un pelirrojo, lo que será repulsivo (yo acostumbro a besar mi sable), pero al menos no hace daño a nadie.
En la historia de la esgrima ha habido cosas particularmente feas. Una es el escándalo del racismo en los exclusivos clubes estadounidenses, en los que sólo admitían blancos hasta tiempos muy recientes. Otra son las trampas. Pareció que la llegada de los sistemas de electrificación de las armas aclararía de una vez por todas los tocados. Pero el sucio trucaje que hizo de su espada en los Juegos de Montreal el soviético, con nombre de película de Woody Allen, Boris Onishenko -para disparar a voluntad el aparato registrador de tocados- demostró que no es así. Pero quizá lo peor de todo es que la esgrima les gustara tanto a los fascistas y nazis. Mussolini la practicó con frenesí, pese a que se ve que era más bien torpe y acostumbraba untarse de brea el guante para no pasar la vergüenza de que le desarmaran durante los asaltos. La gran estrella del siniestro grupo es Reinhard Heydrich, el responsable de organizar el Holocausto, un excelente esgrimista, campeón de sable, que unió a sus espantosas responsabilidades como jefe de Seguridad del III Reich la administración de la esgrima alemana. Es un consuelo para los que somos aficionados a ese deporte que semejante monstruo también tocase primorosamente el violín. Cohen no lo menciona, pero otro célebre esgrimista nazi fue el coronel de las SS Otto Skorzeny, el jefe de comandos que rescató a Mussolini del Gran Sasso y que siempre lució con orgullo en la cara las espectaculares cicatrices de honor de su época de sablista en Viena. Puestos a buscar ausencias, uno echa a faltar, en el capítulo dedicado a la gran escuela húngara y sus dramas durante la Segunda Guerra Mundial, una referencia a la intervención de Laszlo Almásy -el personaje real en que se inspiró El paciente inglés- en el salvamento de algunos de los esgrimistas judíos del equipo nacional. Casualmente, el mismo actor que interpretó a Almásy en la pantalla, Ralph Fiennes -y que, como queda dicho, es un buen esgrimista-, encarnó a un campeón húngaro judío de sable asesinado por los fascistas en la película Sunshine, de István Szabó; una historia real basada en la vida de los maestros Attila Petschauer y Endre Kabos, de trágico final ambos.
Capítulo doloroso es el de los accidentes. El propio Cohen perdió a un amigo cuando durante un combate se rompió una hoja y le entró bajo la axila al desgraciado deportista, que murió desangrado. El autor explica también la traqueotomía perfecta que le practicó fortuitamente su entrenador a un sablista estadounidense al atravesarle la laringe y el esófago por debajo de la gola de la careta; el tipo sobrevivió, pero desarrolló el hábito de combatir con la barbilla baja. Está, por supuesto, el más célebre accidente esgrimístico: la muerte del floretista Vladímir Smirnov en los mundiales de Roma de 1982 al penetrarle la hoja rota de su rival siete centímetros en el cerebro a través del ojo. Cohen subraya que, pese a los nuevos materiales desarrollados, en la esgrima no hay seguridad perfecta. Gracias a Dios, se refiere a la alta competición, porque de hecho el tirador corriente no corre hoy más riesgos practicando la esgrima de los que se afrontan en el fútbol o el baloncesto (mientras escribo esto, resigo el contorno del pequeño quiste que se me formó junto al esternón a causa del soberano puntazo que me gané por arrojarme enloquecidamente, en flecha sobre un rival y empalarme en su arma). Dice Cohen, y esa es la idea que atraviesa todo su libro, que la esgrima es el gran deporte romántico. Ciertamente, redimido hoy el pasado sangriento en el que hunde sus raíces, ese ballet fibroso y extenuante, con su tensa belleza, transporta a un mundo soñado de aventura. Un reino en el que habitan osados mosqueteros y espadachines veloces como el rayo. Y en que el letal tañido de las cazoletas marca, din-don, el compás de los alegres latidos del corazón. •
El libro 'Blandir la espada ', una historia de la esgrima repleta de anécdotas, de nombres y de información, escrito por el británico Richard Cohen y publicado por editorial Destino, ya está a la venta.
El Pais Semanal Número 1.416 Domingo 16 de noviembre de 2003
lunes, 1 de mayo de 2017
100 BALAS: PRIMER DISPARO Brian Azzarello Eduardo Risso
100 BALAS: PRIMER DISPARO nºs 1 y 2 (Colección Vertigo nºs 148 y 151). Octubre y Noviembre de 2000. Publicación de Norma Editorial S.A., Barcelona
Hay colecciones de comics que, pueden sorprender exclusivamente por su planteamiento gráfico. En otras, hay que esperar tiempo para que nos sintamos enganchados, tal vez porque el argumento es más o menos tópico, o porque los dibujos no parecen demasiado atractivos. Pero no hay muchas series que nos enganchen desde el número 1 tanto por su original planteamiento argumental como por sus contundentes dibujos. 100 BALAS es una de ellas.
Vértigo, después del razonable éxito de la limitada de 4 números JONNY DOUBLE (actualización de aquel detective privado creado por Len Wein en 1968), reunió de nuevo a sus creadores para afrontar el nacimiento de una nueva serie abierta. 100 BALAS cuenta, pues, con los guiones de Brian Azzarello y los dibujos del argentino Eduardo Risso. A Azzarello, un guionista extraño y potente a la vez, el aficionado lo conoce además de por JONNY DOUBLE, por alguna historieta corta publicada en el título GANGLAND o por esa nueva etapa dorada que está creando en HELLBLAZER desde el número 146, con dibujos de autores como Richard Corben o Marcelo Frusín. A Risso, un dibujante polifacético y con una inspidisima capacidad de trabajo, lo conocen en su país de origen gracias a las miles de páginas que ha dibujado con guionistas como Carlos Trillo (BOY VAMPIRE, por ejemplo], muchas de ellas publicadas en Francia, y los fans norteamericanos ya han podido disfrutar de su capacidad en series como JONNY DOUBLE, ALIEN RESURRECCIÓN, ALIENS: FANTASMA O por SUS esporádicas intervenciones en títulos como FLINCH.
Cuando abordaron 100 BALAS, tanto Azzarello como Risso eran conscientes de la importancia de añadir una nueva serie regular sólida al sello Vértigo. Y, el tiempo lo ha demostrado (14 números publicados ya en EEUU), han convertido a 100 BALAS en la serie regular destinada a sustituir en los gustos de público y crítica a la ya histórica PREDICADOR. Y lo han hecho porque, volvemos al principio, el planteamiento de la serie no puede ser más extraordinario: El insólito y misterioso agente Graves es capaz de procurar a personas muy concretas pruebas de la culpabilidad de la persona que destrozó su vida. Pero no sólo eso. Graves les proporciona una cajita con una pistola y una carta blanca que les hace inmunes en el caso de que deseen ejecutar al culpable de todos sus males. ¿Os lo imagináis? Ilegal y controvertido, por supuesto, pero no nos olvidemos de que estamos ante un tebeo, una forma de pasar el rato.
De esta forma, Azzarello y Risso han sido capaces de desarrollar unas tramas intensas, insólitas, atrevidas, divididas convenientemente en varios artos arguméntales, lo que ha dotado a 100 BALAS de un simbolismo muy rico, que sitúo a la colección a medio camino entre la serie negra, el policiaco más convencional, el drama y la paranoia del género del espionaje. Sin duda, los autores de 100 BALAS juegan con el drama en estado puro y con las motivaciones de sus personajes, como hemos visto en pocos cómics.
Ésta es una serie para disfrutar con calma, para apreciar los sugerentes guiones y diálogos de Azzarello, y para degustar la expresividad gráfica de Risso, que dibuja con una intensidad que traspasa la frontera de la estética.
Albert Pons
APRIETA EL GATILLO
No pasa un día sin que piense en matar a alguien.
Y mi economía me dice que a la mayoría de vosotros os ocurre lo mismo. No lo ocultéis, pensáis lo mismo cuando ese cerdo seboso medio distraído se detiene ante vuestro coche, sin dejaros continuar, mientras habla por su móvil. O cuando alguna manija maleducada, tragadonuts glaseados y que bebe a pequeños sorbos bebidas light, está frente a vosotros en la caja rápida y estáis totalmente seguros de que lleva más de diez objetos en su carrito del súper. Joder, si los cajeros automáticos fueran humanos, todos seríamos asesinos en serie. ¿Acaso nos convierte en seres malvados el hecho de pensar en hacer pagar a estos inútiles? No creo, ya que conocemos la diferencia entre el bien y el mal, y no está bien cargarse a la gente sólo porque nos compliquen un poco más la vida.
Pero ¿y si te han destrozado la vida por completo? ¿Qué ocurre si hay alguien suelto por ahí que te ha hecho algo tan malo, tan devastador, que te ha cambiado la vida? ¿Qué ocurre entonces? Seguro que te gustaría vengarte —ojo por ojo, y todas esas paridas de la Biblia—, pero si lo hicieras cometerías un delito y tendrías que pagar por ello.
La pregunta es, ¿qué ocurriría si tuvieras la certeza total de que no te pillarían? Hablar es muy fácil, pero ¿si tuvieras una pistola entre las manos, con el dedo en el gatillo, lo apretarías? ¿Tendrías agallas para hacerlo, o por qué no, para no hacerlo?
En pocas palabras, de esto va 100 BALAS, una nueva serie de Eduardo Risso y un humilde servidor.
Empezamos a trabajar juntos en la miniserie JONNY DOUBLE: disfrutamos mucho y, a juzgar por vuestra respuesta, vosotros también. De forma que las autoridades competentes decidieron ascendernos y damos algo más importante. Esta vez, la acción transcurre en un campo de minas moral y el ganador será el último que quede con vida. El arbitro es el misterioso Agente Graves, un hombre que da la oportunidad de la vida: los medios, manera y el método para cometer un asesinato y no ser condenado por ello. Sus "clientes" parecen compartir una cosa en común: alguien les ha hecho una muy gorda. Todos nos sentimos identificados.
¿Verdad? Quizá tienen más en común que las simples ansias de venganza. Quizá Graves lo sabe. Quizá... que os den, no pienso contaros nada más. Compraos el cómic. Esto es un negocio, después de todo, y aquí, el negocio es el asesinato —o venganza—, según cómo se mire.
¿Cómo te lo miras tú'? Venga, despierta: ¿de qué pasta estás hecho? Ves, es muy fácil hablar por hablar, pero un poco más difícil ponerse a actuar, y cuando llega el momento es muy difícil hacerlo.
¿Seguro?
Brian Azzarello
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