martes, 27 de mayo de 2014

Tintín bate el récord mundial de venta de cómic en una subasta pública


Un comprador estadounidense adquirió la pieza en la puja organizada en París el fin de semana
Un referente artístico y literario

JUAN PECES París 26 MAY 2014



Página de Tintín subastada a un precio récord por Artcurial.

"Va a ser un fin de semana histórico para el cómic", nos había anunciado en abril el experto de Artcurial Éric Leroy. Y así fue. En un fin de semana, se vendieron originales por valor de 7,3 millones de euros. Pero lo que ha sacudido el mercado del arte ha sido la venta en la casa de subastas de París —la más importante de Francia— de una de las planchas dibujadas por Hergé en 1937 para su serie de libros de Tintín. El original, realizado en tinta china para las guardas de sus libros de cómic, fue adquirido el sábado por la astronómica suma de 2,65 millones de euros: un récord mundial para el noveno arte.

Para la ocasión, el Hôtel Marcel Dassault, que aloja a Artcurial en el número 7 de la glorieta de los Campos Elíseos instaló en su patio dos figuras emblemáticas de Objetivo: La Luna: el cohete que propulsó a sus protagonistas al espacio exterior y una reproducción de Tintín en su traje de astronauta. En la misma venta, fue adjudicada un dibujo para La isla negra por poco menos de un millón de euros y su versión en color por 100.000 euros.

Éric Leroy, experto en cómic de Artcurial, no da muchas pistas "por discreción" del afortunado (en todos los sentidos) comprador que batió el récord mundial, salvo que se trata de "un coleccionista norteamericano, dueño de una colección importante, que compró el original en una puja muy disputada de 15 minutos".

"Este récord es el fruto de 20 años de trabajo", afirma Leroy. "Hace falta tiempo para crear un mercado en este ámbito de creación". Tras dos décadas de desarrollo de ese mercado especializado, "ahora hay una toma de conciencia de las nuevas generaciones, porque el cómic es un arte popular que ha marcado los espíritus y la infancia de varias generaciones".

La pieza subastada, dice, "es superimportante, porque contiene 34 escenas y personajes representativas del universo de Tintín, y resume el 70% las aventuras de Hergé de los años 30, el periodo más buscado". Son las guardas (pages de garde) que servían de introducción, justo después de la portada, a los libros publicados en el periodo que va de 1937 a 1958. "Piense en los millones de ejemplares que han sido publicados con esa ilustración. Es toda una invitación al país de los sueños".

La venta demuestra, según el experto de Artcurial, que "el mercado del cómic es cada vez más maduro, más dinámico, más fuerte". En cuanto al perfil de los coleccionistas que están comprando obra de Tintín, Leroy asegura que están representados "diferentes tramos de la sociedad", aunque reconoce que, "desafortunadamente, las instituciones tienen muy poca presencia en este tipo de subastas, porque el Musée de la bande dessinée de Angulema [consagrado al noveno arte] no tiene el presupuesto para hacer ese tipo de adquisiciones". Por eso, los compradores son "auténticos coleccionistas apasionados", en este caso, por la obra de Hergé.

Jacques Langlois, tintinófilo, experto en la obra de Hergé —al que conoció y trató durante muchos años— y antiguamente propietario de una valiosa colección del dibujante belga, considera que hay que ser prudente a la hora de valorar la emergencia de un mercado del cómic como obra de arte. "Por supuesto que hay verdaderos coleccionistas, amantes del cómic, a quienes les entusiasma la posibilidad de poseer un original de Hergé", explica a EL PAÍS. Pero también añade que el anterior récord mundial registrado por una obra de Hergé, la portada de Tintin en Amérique de 1932 (vendida en 2012 por 1,3 millones de euros) "sí tuvo un lado un poco especulativo" si se tiene en cuenta el cambio de manos que ha tenido ese original. "Los precios registrados en el cómic empiezan a asemejarse a los del mercado tradicional de obras de arte", afirma, y, al igual que en el mundo del arte, "es preciso valorar el origen y el itinerario seguido por un original".

En el caso de la plancha vendida el pasado sábado en Artcurial, Langlois coincide con Leroy en que nos encontramos ante "una plancha bellísima, un dibujo que es muy emblemático para quienes han leído los álbumes de Tintín, al menos los publicados en el periodo 1937-1958. Era una señal fuerte de reconocimiento cuando abrías un álbum de Tintín, a pesar de que, lógicamente, no están incluidos los personajes creados posteriormente, que sí aparecen en las nuevas guardas de los álbumes actualizadas en 1958, a petición de la editorial Casterman".

Jacques Langlois recuerda que Hergé "nunca pensó que sus dibujos para las guardas de sus álbumes fueran obras de arte", y que "no tuvo ningún afán especulador". Lo que no podía prever Hergé era que sus obras sí acabarían siendo vistas como obras de arte aupadas por la conexión emocional entre sus lectores y sus obras, e indefectiblemente convertidas en objetos de deseo de los coleccionistas.

Los Studios Hergé, gestionados por la viuda de Hergé, Fanny Rodwell, y su marido Nick Rodwell, no suelen adquirir obra de Hergé: "Ya tienen el 85%, aproximadamente, de la colección, que exhiben el museo Hergé" en Lovaina-la-Nueva (Bélgica). Langlois afirma que el surgimiento de un mercado limitado de obras de Hergé al margen de la fundación original se vio potenciado por dos hechos: en primer lugar, que "Hergé regalaba sus originales de vez en cuando a sus allegados", lo que aumentó la dispersión de sus obras; y en segundo lugar, que, tras el fallecimiento del artista, "hubo piezas no repertoriadas que salieron de sus estudios", como podría haber ocurrido en el caso de la editorial Casterman.

La próxima gran venta de cómics en Artcurial tendrá lugar, avanza Eric Leroy, "a mediados de noviembre". Será una ocasión más para verificar, según sus palabras, que el cómic "es, por encima de todo, un arte moderno, actual, que representa, a fin de cuentas, el arte de soñar".


El Pais 26.05.2014


El cómic ya es subastable


Christie’s obtiene en París un éxito inusitado con la venta de originales del galerista Daniel Maghen

JUAN PECES Paris 6 ABR 2014

Una ilustración original de 'Jeanne et Cécile', obra de Jean-Pierre Gibrat, que llegó a 67.500 euros.

Puede que existan aún personas que duden de la consideración del cómic, historieta o novela gráfica como el noveno arte. Que no se hayan dado por enterados de su riqueza, de su capacidad evocadora y representativa para vehicular en viñetas la ficción y la no ficción. Pero el mercado del arte sí lo tiene claro. La sede en París de Christie’s asegura haber superado varios récords mundiales con su primera subasta de tiras de cómics, planchas de imprenta e ilustraciones originales, celebrada el sábado en la avenida Matignon, por valor de 3.889.500 euros.

En Francia, paraíso —junto con Bélgica— de la creación literaria ilustrada, solo faltaba Christie‘s por sumarse a la venta de originales, algo que llevan haciendo desde hace años Artcurial, Sotheby’s y Neret-Minet. Y el resultado ha sido espectacular. Un crayonné (esbozo) de Hergé para la historieta Tintín en el Tíbet ha sido vendido por 289.500 euros. El dibujo original con tinta china realizado por Uderzo para la portada del volumen El adivino de Astérix en 1972 fue adjudicado por 193.500 euros, y la plancha original de Astérix en Córcega obtuvo un precio de venta de 145.500 euros.


Plancha de 'Asterix, El adivino' (1972), vendida por 193.500 euros.

Christie’s se felicita también por el interés que recibieron otros dos autores ya convertidos en clásicos, André Franquin y Hugo Pratt. La portada original de un número especial de Spirou y Fantasio (Franquin) fue vendida a través de Internet por 157.500 euros, y la plancha original de La macumba del gringo (Pratt), por 55.500 euros. Otros autores presentes en la subasta que han obtenido récords de venta son Will, Moebius, William Vance (belga residente en España desde hace años), Milo Manara, Philippe Delaby, Cosey, la madrileña Ana Miralles y Frank Pé.

El artífice de ese éxito es el galerista, coleccionista y editor afincado en París Daniel Maghen, quien considera que la jornada fue “histórica” para el noveno arte. En declaraciones a EL PAÍS, Maghen transmite también su satisfacción por el éxito de autores españoles a los que ha apoyado particularmente, como Ana Miralles o Enrique Corominas, al que ha publicado en Francia. “Es el resultado de un acompañamiento como galerista, de un esfuerzo por hacer descubrir la obra de estos ilustradores que ahora se ve recompensado”, afirma.

Maghen se considera “de la vieja escuela”. “Es en la novela gráfica donde están ahora los mejores ilustradores figurativos, que han heredado la tradición de Toulouse-Lautrec, Gustave Doré, Carl Larsson y los grandes maestros de los siglos XVIII y XIX”. Quienes compran obra de Jean-Pierre Gibrat (Jeanne et Cécile, Le vol du corbeau) “buscan esa continuidad y esa plasticidad de antaño”, para este experto en ilustración. “Muchos clientes internacionales me compran originales de Gibrat porque para ellos representan la plasmación de la mujer francesa, un ideal de belleza y elegancia parisina que retrató el cine de los años 40 y 50”.

¿Hay algunas líneas de creación que hayan atraído un interés particular de los coleccionistas? “No, realmente”, dice Maghen. “Se trata más bien de coups de coeur, de compras basadas en una emoción que transmite la obra y que conecta con el espectador, como en el caso de las acuarelas de Corominas”.

Maghen estima que en la subasta han confluido dos influencias. “Por un lado, se confirma el interés que despierta el cómic tradicional, lo que la gente ha leído de pequeños. Es una mirada ligada a la infancia (Tintín, Astérix, Mortimer); y por otro lado, la fascinación de generaciones posteriores que han incorporado a autores como Hugo Pratt a su universo cultural de adultos”.






Dibujo de Ana Miralles, adjudicado por 39.900 euros.

Interrogado sobre el papel de las instituciones, Daniel Maghen asegura que a ese respecto “Francia está en la edad de piedra”. Cita como ejemplo el hecho de que el Museo de Angulema, en la ciudad que alberga el mayor festival europeo de cómic, disponga de un esmirriado presupuesto de entre 30.000 y 40.000 euros anuales para compra de originales. “Se hace mucha compra bibliófila o histórica, pero no se está comprando obra a los grandes autores franceses contemporáneos, como Gibrat, lo que me parece un escándalo”.

Maghen, que empezó a coleccionar y a vender originales de cómic con 19 años, hace un cuarto de siglo, ve reivindicado ahora el valor de esas obras. “Porque no puedes ser plenamente consciente de la belleza y magnitud de una ilustración a partir de un libro: hay que ver los originales”.

Ana Miralles explica que ha sido muy importante también para esa explosión “el apoyo de la industria editorial del cómic, que hace que salgan cada año unas 5.000 novedades, con tiradas muy superiores a las que se dan en España”. En el país vecino, explica, “el cómic se entiende como una extensión más de la cultura y una industria floreciente que da trabajo a muchísima gente”.

El éxito de la venta en Christie’s, para Maghen, no es solo el fruto de sus esfuerzos como coleccionista y galerista, sino “la consagración del lugar que ocupan el cómic y la ilustración como bellas artes”.

La próxima gran cita en esta especialidad del mercado del arte será el 24 y 25 de mayo, cuando Artcurial ponga a la venta en París un fondo esencial de originales de Hergé y Tintin, entre otros grandes autores. Eric Leroy, experto de la casa de subastas, no duda en afirmar que será “un fin de semana histórico”, para el cómic.

El Pais 6.04.2014

domingo, 25 de mayo de 2014

Dos miradas a ETA desde el cómic


El terrorismo vasco, esquivado como argumento en la novela gráfica, protagoniza los nuevos álbumes de Cava y Seguí y Javier de Isusi

TEREIXA CONSTENLA Madrid 25 MAY 2014

Viñetas de 'Las oscuras manos del olvido', de Cava y Seguí. Abajo, una caricatura de ambos autores.

En 2012, durante una cena, Diego de Isusi le contó una historia a su hermano Javier. Rara, inverosímil, esperanzadora. En una cárcel francesa habían coincidido un preso de ETA y un preso de los GAL. No se hicieron amigos pero renunciaron a seguir comportándose como enemigos. A Javier de Isusi (Bilbao, 1972) le removió las costuras. Dos años después la historia es la médula de He visto ballenas, un cómic que ha publicado Astiberri en euskera y en español (que también se editará en Francia) y que se aparta de las creaciones seguidas hasta ahora por Isusi, autor de una exitosa saga de aventureros (Los viajes de Juan Sin Tierra) que se ha traducido incluso al finés.

La de Isusi es una historia sobre la humanización del enemigo. La que firman Bartolomé Seguí y Felipe Cava en Las oscuras manos del olvido, publicada inicialmente en francés por Dargaud y en español por Norma, arranca de la reivindicación de los perdedores. “Las víctimas siempre acaban sobrando”, sentencia Seguí (Palma de Mallorca, 1962).

Hace años que Cava (Madrid, 1953), autor de un guion protagonizado por un mercenario con sueños y algún escrúpulo, milita en la defensa de los sufridores del terrorismo (escribió el guion de Corazones de hielo, el documental de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, y también colaboró en la película Madrid, 11 de Marzo). Resultaba casi irremediable que su sensibilización desembocase en algún momento en un proyecto para el medio que frecuenta desde hace décadas. “Siempre que la organización terrorista tenga un mínimo apoyo social, el poder político se ve abocado a tomar decisiones en las que las víctimas pierden. El poder, sea del signo que sea, tiene que llegar a acuerdos y en ellos se sacrifica siempre a las víctimas, y se sacrifica algo tan clave como es la necesidad de justicia de las víctimas”, sostiene Cava.

De repente el llamado tema vasco, ahora que ha dado un paréntesis sin sobresaltos sangrientos, se sube a escenarios, asalta pantallas e inspira novelas gráficas. “No sé si hace diez años habría tenido las ganas de meterme en esta historia. En los ochenta la situación era tan pesada que igual a los creadores les apetecía abordar otra cosa. Con Vaya Semanita se abrió la puerta a reírse de nuestra sociedad y de nosotros mismos después de tanta seriedad”, plantea Javier de Isusi. “Nuestra obra no responde a un criterio oportunista. Que haya tregua me parece muy positivo, pero no ha sido la tregua lo que me ha decidido a escribir esto”, defiende Felipe Cava.

Perdido entre anhelos y recuerdos después de pasar una larga temporada en la cárcel por el delito de otro, Toinou, un mafioso marsellés, decide cumplir con la voluntad de un empresario vasco, asesinado con una bomba lapa por no acceder a la extorsión de ETA. A cambio de 400.000 euros, deberá descubrir y matar al terrorista que ordenó el crimen.

En 72 páginas de trazo detallista y colores sobrios, capaces de transmitir la atmósfera asfixiante del clásico cine negro, el viaje exterior de Toinou hacia la violencia coincide con otra fuga interior para alejarse de ella. Amores rotos, deudas de sangre, idealismos fanáticos y literatura. “Quise que La peste de Camus nos confiriera el grado de universalización. Aunque muchos digan que su obra está desfasada, a mí me sirvió para hablar de cómo el terrorismo actúa como una peste y puede invadir una sociedad y enfermarla”, explica el guionista. Es el cuarto trabajo que firman conjuntamente Seguí y Cava que, en 2009, recibieron el Premio Nacional de Cómic por Las serpientes ciegas.




Una página de 'He visto ballenas', de Javier de Isusi.

He visto ballenas no es un álbum sobre terrorismo, aunque sus protagonistas lo hayan alimentado. Su autor tampoco considera que sea una obra sobre el perdón y la culpa. “Aparecen pero no hay debate sobre ellos, lo hay más sobre la capacidad de encontrarse con el otro, sobre el proceso de deconstrucción del enemigo para darle la carga humana”.

En estas arenas movedizas tampoco es baladí dar con un acabado acorde, una gama contenida que realce sin perturbar. Javier de Isusi probó con el blanco y negro y fracasó. Quizás porque no es un cómic de blancos y negros. Tampoco ensanchar la paleta sin ton ni son: no se prestaba a los ambientes herméticos que predominan en la obra ni a los dilemas de conciencia. Finalmente recuperó la acuarela y la dualidad cromática de su cómic anterior, Ometepé. Las páginas de He visto ballenas alternan grises y amarillos de neón logrados con acuarelas.

Llevar al cómic una herida abierta como el terrorismo no es fácil. Javier de Isusi contrastó su trabajo con implicados reales. “No era mi intención hacer la Obra sobre ETA y los GAL, pero necesitaba documentarme porque es un mundo que no conozco, he estado en contacto con víctimas y terroristas. Necesitaba que me dieran el visto bueno, sobre todo las víctimas —el cómic no te ofende— y también que la gente que ha estado en ETA se reconociese. Probablemente habría abandonado el trabajo o habría seguido un camino diferente si no lo hubiesen hecho”.

El Pais 25 mayo 2014



sábado, 24 de mayo de 2014

Tardi busca la guerra en los detalles


El dibujante retrata la Gran Guerra, en la que trabaja desde hace 40 años, con terrorífica precisión
Sus tebeos, el último 'Puta guerra', son una referencia para entender lo que ocurrió

GUILLERMO ALTARES Madrid 23 MAY 2014

Se ha impuesto como la gran referencia para entender lo que ocurrió en las trincheras de la I Guerra Mundial. No es un historiador, ni un autor de documentales, ni un novelista. Se trata de Jacques Tardi (Valence, 1946), un dibujante de tebeos que, desde su casa del este de París, a unas zancadas del cementerio de Père-Lachaise, ha logrado recrear como nadie el horror y el absurdo del conflicto a través de historias de poilus —"peludos", el nombre que recibían los soldados franceses, que podría traducirse como "machotes"—. El último Festival del cómic de Angulema le dedicó una exposición y acaba de inaugurarse otra muestra en París en la que pueden verse las planchas originales de Puta guerra (2014), su obra magna sobre el conflicto junto a La guerra de las trincheras (1993), ambas editadas por Norma, que ha publicado la mayor parte de su obra. El 1 de enero de 2013 se enteró de que había recibido la máxima condecoración que otorga el Estado francés, la Legión de Honor. Dentro de una antigua tradición de la que participan grandes santones como Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Simone de Beauvoir —Jacques Prévert dijo: "Rechazar la Legión de Honor está muy bien, pero es mejor no haberla merecido"—, declinó la medalla y se ha negado a participar en la conmemoración del centenario del principio del conflicto, el acontecimiento del año en Francia, pese a que recibió el encargo de elaborar un fresco.


En un reciente viaje a Madrid, el dibujante estadounidense Joe Sacco, que acaba de publicar un original panorama de la batalla del Somme, aseguraba que nadie había trabajado como él ese tema. "Unánimemente saludados por los historiadores por la precisión y el rigor de su testimonio, sus álbumes son una referencia", señalaba el catálogo de la exposición de Angulema, titulada Tardi y la Gran Guerra. "Este trabajo de auténtico archivero se centra en la vida cotidiana de los soldados y el horror de la realidad de las trincheras", agrega el texto del catálogo. Junto a su esposa, la cantante Dominique Grange, ha montado un espectáculo que mezcla la música con la presentación de imágenes y la lectura de textos con el que viajará por Canadá, Alemania y Reino Unido.





"Cada detalle es muy importante porque los objetos nos cuentan la guerra", asegura en su estudio y vivienda, una antigua fábrica con amplios espacios llenos hasta los topes de libros, objetos, archivos, colecciones de fotografías, películas, documentales. Hasta tiene un poilu —un maniquí, se entiende— perfectamente uniformado, con casco y fusil. Su cuidado del detalle es obsesivo, y junto a su colaborador, el investigador Jean-Pierre Verney, con el que cofirma Puta guerra, han hecho avanzar la comprensión de lo que ocurrió en el Frente Occidental entre 1914-1918 y de los sufrimientos que padecieron los soldados. "Muy poca gente sabe que en el equipo que se entregaba a los uniformados franceses al principio de la guerra no había calcetines. No es difícil imaginar lo que unas botas de cuero duro nuevas hacían con sus pies en pleno verano. No entraron en el uniforme reglamentario hasta 1915. Es criminal", explicaba Tardi en París el jueves de la semana pasada, un día después de la inauguración de su exposición en la sede del Partido Comunista Francés, un icónico edificio de Oscar Niemeyer.



Tardi lleva 40 años trabajando sobre el tema, desde que, hace 40 años, le ofreció una historieta a Goscinny para la revista Pilote que el creador de Astérix y Obélix le rechazó. "Hablar entonces de esta guerra era como poner en duda a los veteranos que habíamos visto cada año el 11 de noviembre", explica este dibujante de barba y pelo blancos, fumador empedernido, con una merecida fama de huraño, aunque, rodeado de sus objetos y sus gatos, en su lugar de trabajo, se muestra abierto y casi encantador. Nunca ha dejado de dibujar sobre la Gran Guerra, pero, dado que son episodios cortos e independientes, lo alterna con sus series más famosas, como Adèle Blanc-Sec o la adaptación de las novelas negras de Léo Malet protagonizadas por Nestor Bruma.

"Hay que verificarlo todo; si no, no se puede dibujar, y en eso es esencial Verney. Primero tengo que decir que no es historiador y a los historiadores oficiales no les gusta que sea citado como historiador. Es documentalista, un tipo que desde niño recorría los campos de batalla. Empezó a coleccionar cosas. Y desde la salida de La guerra de las trincheras, se puso en contacto conmigo para decirme que había detalles que estaban mal y que podía ayudarme. Me hablaba de una colección con mucho material. Al principio tuve bastantes recelos porque imaginaba a un loco de las armas, pero me pudo la curiosidad. No caí sobre un obseso de las armas, sino sobre alguien que abordaba la guerra como yo", explica Tardi, quien vuelve a insistir sobre la importancia que concede a cada detalle. "Los pantalones rojos de los uniformes franceses al principio de la guerra nos cuentan una historia: enviábamos a esos jóvenes al frente con un color que se veía perfectamente. Teníamos un ejército con el que queríamos ganar una guerra, pero no empezamos muy bien que se diga. Hay que denunciar todo esto y por eso hay que estudiar los objetos. Si se mira, por ejemplo, el equipo para comer, se descubre que es mucho peor que el de los alemanes. Otro objeto importante era el limpiaculos, una pala de madera que utilizaban los soldados porque, naturalmente, no había papel en las trincheras".


"Si tengo una secuencia con una ametralladora, Verney la trae y la ponemos sobre la mesa. Mucho mejor que una fotografía. Pero no se para ahí, porque hay que saber cómo funcionaba, cómo se sujetaba, que hacía falta agua para enfriarla, dónde tenía las municiones. Entonces me trae el manual de mantenimiento", señala antes de lanzar una nueva diatriba a favor del trabajo de documentación a cuenta de Senderos de gloria. "Estoy de acuerdo con el fondo, claro, pero la película está llena de errores: las trincheras no eran así, son demasiado anchas. El castillo donde se celebra el consejo de guerra es de estilo barroco bávaro porque el filme está rodado en Alemania. Y los fusiles son rusos. Me dicen que son cosas de las que solo me doy cuenta yo, pero son importantes. No veo en qué la documentación sería mala para la película".


Su obra y su conversación son una mina de información sobre el conflicto. "Empezaron durante aquella guerra los bombardeos contra civiles, gracias a los zepelines, pero también a la artillería", explica antes de dibujar una de las armas alemanas más potentes: un cañón gigantesco que 100 hombres operaban sobre raíles. Disparaban contra objetivos situados a 100 kilómetros y el proyectil casi entraba en órbita. "Llegaron a alcanzar l'Île de la Cité", señala. Los planos fueron destruidos y nunca se encontraron, como tampoco aparecieron restos del cañón. Un ingeniero canadiense llegó a reconstruirlos. "Pero apareció muerto en un hotel de Oriente Próximo. Una de las hipótesis es que fue asesinado por el Mosad porque pretendía vender los planos a Sadam Husein", señala.


La I Guerra Mundial es infinita, pero sobre todo es infinito el dolor que causó uno de los momentos más absurdos y sangrientos de la historia de la humanidad. Al final de La guerra de las trincheras recuerda las cifras: 35 países contendientes, 10 millones de muertos, 70 millones de combatientes. "¿Cuántos heridos? ¿Cuántas viudas? ¿Cuántos huérfanos?". Entre las tumbas de Edith Piaf, Yves Montand o Jim Morrison del Père-Lachaise, siempre con flores y mensajes, el visitante se encuentra con un pequeño mausoleo, mucho más discreto, en el que puede leerse: "Doctor Ponroy. Médico des gueules cassées", las "caras rotas", que Tardi ha dibujado con un realismo estremecedor en una serie de planchas de Puta guerra. Simbolizan los dos aspectos opuestos del progreso en la I Guerra Mundial: por un lado, nuevas armas, nuevos gases capaces de provocar más muertos, heridas más profundas y dolorosas (no hay que olvidar que el objetivo de un arma de guerra es herir más que matar, porque un muerto se deja atrás y un herido ralentiza un Ejército), y por otro lado, extraordinarios avances en la medicina (es algo que ocurre en todos los grandes conflictos), que permitieron salvar a muchos hombres que quedaron horriblemente desfigurados. Se calcula que volvieron a Francia entre 10.000 y 15.000 gueules cassées, que retrató el pintor alemán Otto Dix y que protagonizan la novela de Marc Dugain El pabellón de los oficiales (1998), llevada al cine por François Dupeyron. La lotería nacional francesa fue creada para tratar de ayudarles en 1933. "Representan el ejemplo máximo de los que no volvieron indemnes. No murieron, pero regresaron con un aspecto terrorífico. Los escondieron, sentíamos vergüenza de esa gente a la que, sin embargo, habíamos enviado al frente. En la mayoría de los casos, sus mujeres les abandonaron. Estaban en instituciones, muchos acabaron en la calle", explica Tardi.


Un asunto que estudia a fondo en su obra son los fusilados para dar ejemplo. Francia fue el país que más soldados envió al paredón por negarse a luchar ante el enemigo durante la Gran Guerra: 740, que todavía no han sido rehabilitados de forma colectiva. Con motivo del centenario, el historiador Antoine Prost recibió el encargo oficial de elaborar un informe sobre el asunto que presentó al Gobierno, y el Partido Comunista Francés tiene la intención de presentar en junio un proyecto de ley para que se apruebe una rehabilitación colectiva. La polémica en torno a los fusilados demuestra hasta qué punto la I Guerra Mundial sigue siendo un asunto abierto. "Entre los fusilados había muchos que se habían negado a combatir, acusados de amotinarse, aunque no es un término exacto. Creo que la palabra correcta es huelga porque no rechazaban combatir. Lo que rechazaban era combatir en las circunstancias en las que estaban, a las órdenes de oficiales inútiles".


Tardi relata en Puta guerra las rebeliones que estallaron tras la desastrosa ofensiva que planificó el general Nivelle conocida como la Batalla del Camino de las Damas (Kubrick se inspiró de este episodio en Senderos de gloria). "Nivelle era un incapaz y la única idea que se le ocurre es lanzar oleadas de ataques sin ningún resultado. Si uno va sobre el terreno, se constata que era imposible: los franceses tenían que subir una cuesta muy elevada, cuando tiraban granadas caían sobre ellos. Tenemos entonces a los soldados que se negaban a combatir, pero también se fusilaron asesinos, violadores, criminales. Lo que dice el Gobierno es que están dispuestos a rehabilitarlos, pero caso por caso. Pero los archivos han desaparecido".

Si llegó a la Gran Guerra por los relatos que le contó su abuela paterna sobre los sufrimientos de su abuelo en las trincheras, ahora está trabajando en la II Guerra Mundial para narrar la historia de su padre, militar francés y prisionero de guerra de los alemanes. Ya ha publicado el primer volumen, Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB. "Es la misma guerra que ha continuado", asegura. "Por eso, si queremos comprender el mundo en el que vivimos, hay que entender la I Guerra Mundial". Cuando termina la conversación, Tardi se detiene ante la estantería para mostrar algunas joyas de su colección, como dos libros alemanes con fotos muy poco conocidas de la vida en las trincheras. Entonces surge una pregunta que se había quedado en la libreta: la influencia de Goya, sobre todo por la imagen de un cuerpo destrozado sobre un árbol que recuerda al empalado de los Desastres de la guerra. "Cualquiera que dibuje la guerra está influido por Goya. Pero la imagen a la que usted se refiere la tomé de una fotografía". La realidad imita al verdadero arte.







Puta guerra. Jacques Tardi / Verney. Norma Editorial. Barcelona, 2014. 144 páginas. 29,95 euros.

La guerra de las trincheras. Jacques Tardi. Traducción de Gabriel Roura y Enrique S. Abulí. Norma Editorial. Barcelona, 1993. 128 páginas. 18 euros.

Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag IIB.Norma Editorial.Barcelona 192 páginas. 24 euros.

Putain de guerre. Exposición en el Espace Niemeyer (2 Place du Colonel Fabien, 75019 París). Hasta el 28 de junio.


 El Pais Babelia 24.05.14







domingo, 18 de mayo de 2014

R.M. Guéra: "Tarantino me dió total libertad para adaptar 'Django desencadenado' al cómic


JESÚS JIMÉNEZ 18.05.2014 - 08:39h


Afincado en Barcelona desde hace años, R.M. Guéra es un dibujante de origen serbio que ha destacado tanto en el cómic europeo (con series como Texas Riders) como en el norteamericano, con Scalped uno de los cómics más aclamados de los últimos años. Y ahora ha sido elegido por el propio Quentin Tarantino para llevar a las viñetas el oscarizado guion original de Django desencadenado (Planeta DeAgostini), un trabajo que está nominado al Premio Eisner a la mejor adaptación de otro medio al cómic.



“En 2008 ya colaboré con Tarantino en una adaptación de Malditos bastardos para Playboy –asegura Guéra- y me dijeron que me cogían porque al señor Tarantino le había gustado mi trabajo en Scalped, lo que me impresionó muchísimo”.

“Al parecer –continúa el dibujante- fue Samuel L. Jackson quién le recomendó a Tarantino que leyese Scalped y el actor también dijo que le gustaba el cómic en un programa de televisión americano. Entonces me llamaron e hicimos una escena de Malditos bastardos para Playboy. Y les debió gustar, porque pasaron un par de años y me llamaron de DC para decirme que Tarantino quería hacer otro cómic conmigo, un western. Y, por supuesto, les dije que encantado”.

“Lo único que les pedí es que adaptaran un poco el guion de Tarantino porque querían hacer un libro de 120 páginas y al ponerme a trabajar con él, me salían el doble, unas 240. No se adaptó bien el guion al cómic y eso complicó un poco las cosas, pero es un guion excepcional y estoy encantando con el resultado”,
“Tarantino me ha dado total libertad”

Guéra confiesa que no ha podido hablar directamente con Tarantino: “Se tiene que hacer todo por e-mail y a través de la productora, pero todos cambios que le propuse me los aceptó él en persona. Me dió total libertad”.

“Recuerdo que el cómic de Malditos bastardos para Playboy yo cambié ciertos aspectos del comportamiento de los personajes. No del diálogo pero sí de su forma de actuar. Los responsables temían que eso molestará a Tarantino pero él les dijo que me dejaran actuar como me pareciese oportuno. Y en esta ocasión también y según creo, la adaptación de Django le ha encantado”.
“No quise ver la película antes de dibujar el cómic”

Si comparamos la película con el cómic veremos algunas viñetas realmente conseguidas, pero lo curioso es que Guéra asegura que: “No quise ver la película antes de dibujar el cómic. Me ofrecieron esa posibilidad pero no la vi hasta terminar mi trabajo. Hay escenas que parecen sacadas del film, pero es porque me pasaron algunas fotografías de los actores, los trajes y la ambientación, pero no quería verla porque quería hacerlo a mi manera, sin que fuese una mera copia”.

“Por ejemplo, la cara de Doc Schultz parece que gustó a todo el mundo y realmente lo que hice fue mezclar los rasgos de Christoph Waltz con los del actor antiguo, Franco Nero. Y a todo el mundo le encantó”.

En cuanto a las diferencias entre el cómic y la película, Guéra asegura que “Son dos lenguajes distintos, la película tiene la ventaja de que los personajes se mueven y lo que vemos se parece mucho a la vida, el ritmo es lo que te da la magia. Cuando haces el cómic no puedes influir en el ritmo de lectura del lector, pero la ventaja es que tienes grafismos y dibujos maravillosos para atraer su atención. La interactuación de la viñeta que está leyendo, la anterior y la siguiente, es lo que te da el ritmo de la historia. Eso es lo que tienes que controlar, cómo se va a leer ese cómic”.

“Aunque los dos son medios visuales, la manera de conseguir el ritmo de la historia es muy diferente en el cómic y el cine. Y es más fácil recordar secuencias de películas que escenas de cómics, porque en el fondo son muy distintos -concluye el dibujante-.
“No hago acción, sino violencia”

En cuanto a la traslación de la violencia de la película al cómic, Guéra asegura que: “A mí me gusta dibujar este tipo de escenas. En mis cómics, como Scalped, ya nos habíamos planteado este tema. Y en un momento dado comprendí que no estaba dibujando acción, sino violencia, lo que es muy diferente”.

“Tarantino comparte conmigo esta faceta que a mí me viene de Peckinpah, de Kurosawa, de esos grandes clásicos del cine, cuyas escenas eran muy crudas, muy reales. Hay directores que hacen coreografías de acción muy vistosas pero a mí, lo que me interesa son esos golpes de violencia que vienen de las tripas de los personajes. Creo que es más trágico”.

“Por ejemplo, me gusta mucho el estilo de Michael Mann, de El último Mohicano, de Heat, que tienen acción violenta pero muy creíble, siempre es creíble. Me encanta porque pienso que en el fondo la verdadera acción es la que sale del comportamiento de los personajes, de sus interacciones, de que resuelvan sus conflictos con un estallido de violencia... y no de los saltos que den en una pelea irreal”.
"El cine me influye más que el cómic"



Guéra confiesa que “El cine es mi mayor influencia, más que otros cómics. Kurosawa, Huston, Peckinpah, quizá este último sea el que más… También me gusta mucho Paul Thomas Anderson, como la película Pozos de ambición. Y no puedo evitar que mi trabajo delate mi predilección por el cine en blanco y negro. Todavía pienso en blanco y negro, y hay dos películas que me influirán toda la vida: El tercer hombre y El tesoro de Sierra Madre”.

“También leo muchos libros, sobre todo me gustan Joseph Conrad, mi favorito, y Cormac McCarthy. Intento leer cómics pero también evitarlos porque yo ya soy cómic y es mejor tener influencias externas. Porque cuando leo un libro o veo una película me surgen muchas ideas, pero si veo un cómic la idea original ya ha sido tapada por los dibujos”.
“’Scalped’ cambió mi vida”

Scalped, el cómic que realizó para EE.UU. junto al guionista Jason Aaron, trataba sobre un policía de origen indio que regresaba a la reserva donde nació para resolver un crimen y acabar con el cacique local. Una gran historia que muy pronto se adaptará a una serie de televisión.

“Fue la serie que cambió mi vida –asegura Guéra- parecía creada para mí. Cuando contacté con los responsables de DC ya era bastante conocido en el mercado francés y gracias a eso me ofrecieron personajes como Batman o Deadman pero yo quería hacer una serie B, algo más modesto, para ver cómo trabajamos juntos. Y enseguida me ofrecieron Scalped”.

“Y en quince días firmé el contrato, fue una cosa mágica. Es más fácil pillar por qué algo no funciona que comprender por qué algo va bien, y no sabría decirte por qué nos fue tan bien, pero fue algo realmente especial y a los lectores también les gustó. Y me abrió muchas puertas, me ha conseguido muchos trabajos. También fueron siete años sin vacaciones, de verdad, pero valió la pena”.

En cuanto a sus proyectos: “Estoy terminando Invasión de mongoles para el mercado francés, voy a hacer historias de Batman, estoy preparando un proyecto nuevo con Jason Aaron y estoy escribiendo un guion también para Francia, una historia que me espera desde hace tiempo. Estoy en un momento profesional insuperable”.

Fuente:

viernes, 16 de mayo de 2014

ANALISIS DE UNA MUERTE IMPOSIBLE por Miguelanxo Prado

«Dicen los comunicólogos que a la historieta no le queda mucha vida, que esto se acaba.» Alguien me transmitió la predicción así de inconcreta, así de contundente. Y es cierto que he oído más de una opinión en ese sentido. Eso sí, no sé cuántos de los que la sustentan pueden ser llamados comunicólogos. Yo, que debo ser un poco corto de miras y, desde luego, no soy comunicólogo, no acabo de verlo claro.



Milton Caniff


Uno de los hechos que se resaltan como signo inequívoco para apoyar esta tesis de extinción es la caída de las revistas especializadas que, sobre todo en el mercado francés, vienen desapareciendo en los últimos años una tras otra. Ésta, como casi todas las generalizaciones, no es del todo cierta. La mayoría de esas publicaciones que hoy parecen haber entrado en una definitiva crisis es la de aquellas que, de forma tímida, han pretendido seguir una línea distinta de la «tradicional»: las que llamamos de historieta para adultos. Y entiendo aquí por tradicional esa limitada concepción de la historieta que la ve única y exclusivamente como un medio de evasión.

Podríamos englobar este hecho en una dinámica general en la que la «diversión» (se habla de lo «lúdico» para darle un tinte de importancia) prima sobre la «emoción». Entre otras cosas quizá porque es mucho más fácil de controlar una masa divertida que una masa emocionada. Los romanos ya lo sabían, y lo enunciaban en aquel pragmático principio político de «al pueblo, pan y circo».

Resumiendo, las revistas para adultos, efectivamente, parecen llamadas a desaparecer (al menos en Francia); en eso puedo estar de acuerdo con los «extincionistas». Pero es fundamental diferenciar la historieta como forma creativa de sus posibles soportes (tiras de prensa, libros, revistas especializadas, magazines, etc.). De modo que esta crisis de revistas lo único que evidencia es que como vía de comercialización han dejado de ser validas y, en una lectura más general, la necesidad de revisar y, tal vez, replantear mejor los demás soportes para adecuarlos al tipo de público al que se desea llegar. Precisamente tenemos el ejemplo opuesto en la revista de superhéroes, que han llegado a entrar incluso en el mercado francés, tradicionalmente cerrado a este tipo de productos, y que evidentemente sí ofrecen aquello que el público al que van dirigidas espera.

Creo detectar también un cierto cansancio en muchos editores, autores y críticos. Cansancio y desencanto. No sé bien si el uno es consecuencia del otro o a la inversa. Esto conlleva una cierta sensación de haber agotado posibilidades y se manifiesta en una fuerte tendencia a la nostalgia. Raymond... Cannif... ¡quedan ya tan lejos! Lo mismo parece suceder con el cine: después de John Ford... Ambos medios vistos desde la entrada del fin de siglo parecen haber envejecido irremediablemente: un argumento más a favor de la extinción.

Acaso lo que falta al analizar ambos medios sea la perspectiva de la tradición. No podemos olvidar que ambos son (al menos en su desarrollo) hijos de la sociedad norteamericana, de un pueblo que se ha tenido que inventar una Historia, llenando sus escasos 200 años de existencia con una épica tan dudosa como los superhéroes de sus historietas y de sus películas. Esa artificial dilatación del tiempo da profundidades allí donde aún no las hay, como un objetivo fotográfico de gran angular, a través del cual un cuartucho puede parecer un salón de baile.

Si midiésemos cine e historieta con raseros temporales aplicables a otras actividades artísticas nos encontraríamos con que John Ford, Ridley Scott o Peter Greenaway son prácticamente contemporáneos, como lo serían Alex Raymond y Lorenzo Mattotti. Sorprende un poco, lo sé, pero 50 años son apenas un instante en la historia de la pintura, la literatura o la música, pero para un americano el mes pasado es ya Historia, y por tanto, a sus ojos, la distancia que separa a Ford de R. Scott vendrá siendo la misma que la que separa a Cervantes de García Márquez.

Los europeos hemos llegado a asimilar tan profundamente ese sistema de valoración norteamericano que perdemos a menudo nuestra propia capacidad de perspectiva, y muchas veces olvidamos que la vida del arte se mide en siglos.

El cine y la historieta son, vistos así, meros adolescentes. Apenas hemos empezado a conocer el medio, a entrever sus posibilidades, a salir de sus rudimentos y, sin embargo, desde esa otra perspectiva de lo efímero, ya nos pronostican su fin. Más o menos como si al acabar el Siglo de oro español, pasado el auge de las novelas de caballería, muertos Shakespeare y Cervantes, se hubiese anunciado el fin de la literatura. O si después de Velázquez y Rembrandt se hubiese proclamado la desaparición de la pintura. Y soy generoso en los márgenes de tiempo que doy a las comparaciones.

Pero no es esta perversión temporal la única que el sistema norteamericano nos ha vendido. También ha impuesto un zafio y basto predominio de la cantidad sobre la calidad. Es, en el fondo, una perversión del mismísimo concepto democrático: no se trata de hacer llegar a todo el mundo la Cultura, que por su multiplicidad hace al ser humano más libre y más independiente, aportándole capacidad de criterio, sino de llamar «cultura» a los gustos uniformados de una mayoría con una formación precaria y tremendamente parcelada y limitada. Es la consagración del inmovilismo que facilita buenos beneficios económicos (a menor variedad de oferta, menores riesgos, menor coste de producción y mayor beneficio) y un potente control ideológico y, por tanto, político. Esto es aplicable a cualquier medio de comunicación y manifestación artística.
La historieta para adultos, desde este punto de vista, pierde su potencialidad como medio de comunicación. Pero es que los comunicólogos parecen considerar que para que exista comunicación, en el clásico dúo emisor/receptor, el último ha de ser masivo y multitudinario. Pero eso es más falso que la pluma que dibuja sola: con uno de cada llega, aunque, por supuesto, no sea ésa una situación deseable para ninguno de los que estamos metidos en esto. Tal vez esta forma de valoración se deba también a que los comunicólogos, como tantas ocupaciones de estos dos últimos tercios de siglo, sean un invento norteamericano y lleven en su médula esencial esa deformación admirativa de lo grande y lo muy numeroso, característica del «modo de vida americano».

Acaso lo que esté en crisis sea esta vocación de «medio de masas» como panacea universal. Tal vez el futuro esté en escoger mejor la minoría a la que dirigirse. De cualquier manera todas éstas son cuestiones derivadas, de las que habrán de ocuparse los editores pero que en nada afectan a la historieta como hecho creativo.

La cantidad mayor o menor de público influirá en el número de personas que puedan dedicarse «profesionalmente» a este tinglado, en los dineros que puedan llegar o cobrar por hacerlo o en lo rentables que puedan llegar a ser los negocios que se monten a su alrededor. Pero el medio como tal (la historieta, al igual que la literatura, el cine, la pintura, la música...), no depende para existir de ese favor popular. Porque el arte, en cualquiera de sus formas, es la consecuencia de una incurable, devoradora e incontenible necesidad de expresarse. Y aunque se llegase a tener que pagar por ello, como bien saben tantos poetas que han tenido que hacerlo para poder su obra impresa, aún así, perviviría.

Ahí está la mayor equivocación de los comunicólogos y los editores que vaticinan muertes inminentes.

Y es lógico, porque seguramente ellos estén libres de esa pasión enfermiza que empuja al ser humano a perder parte o la totalidad de su tiempo jugando a creador. Se equivocan porque de aquí a que desaparezca (de modo no violento, claro) el último tarado que se desahogue emborronando papeles y el último bobo que disfrute leyendo o contemplando esos borrones, ha de pasar mucho, muchísimo tiempo. Y se harán muchas, muchísimas nuevas obras en todos los medios. Entre ellas, con toda seguridad, unas cuentas historietas que resultarán tan Imprescindibles como «La Gioconda» o «El Quijote» para comprender el Arte y el Pensamiento humanos.

Miguelanxo Prado


Krazy Comics Anuario Extra nº1 Enero 1990

'La Gran Guerra' de Joe Sacco, una denuncia de todas las guerras



JESÚS JIMÉNEZ 28.03.2014








Dentro de los acontecimientos para no olvidar (más que para recordar) el inicio del centenario de la I Guerra Mundial (1914), destaca uno de los libros más impresionantes del año: La Gran Guerra (Reservoir Books) de Joe Sacco, precursor y maestro del periodismo gráfico en zonas en conflicto como Palestina o Gorazde.








En esta ocasión, el detallista trazo de Sacco viaja al pasado para recrear, con toda su crudeza, el primer día de una de las mayores batallas de la historia y, posiblemente la que dio origen a la guerra moderna, la del Somme. El 1 de julio de 1916, Gran Bretaña y Francia comenzaron dicha batalla contra los alemanes y se calcula que, sólo ese día, murieron unos 20.000 soldados británicos (10.000 sólo durante la primera hora) y otros 40.000 resultaron heridos (por unos 8.000 alemanes). Una batalla que ha llegado a personificar la locura de La Gran guerra y de la guerra moderna en general. El día más sangriento de la Gran Guerra.








Sacco es famoso por reflejar, con toda su crudeza, las atrocidades de la Guerra, y en esta ocasión el artista se supera sí mismo, con un libro que, en realidad, es una única ilustración de casi siete metros y medio, inspirada en los tapices medievales, y en la que nos narra, con su habitual lujo de detalles, el desarrollo de la batalla, desde el amanecer, con los preparativos, hasta el atardecer, con el recuento de cadáveres.








Un libro que es casi como estar viendo una película porque esa espectacular ilustración muestra el desarrollo de la jornada, sin palabras (aunque hay explicaciones de lo que pasa en cada imagen en un cuadernillo aparte). De esta forma nuestra vista se pasea por los abigarrados dibujos descubriendo numerosos detalles y tenemos la oportunidad de avanzar o retroceder hacia delante o atrás, de un lado a otro, de forma que casi vivimos esa batalla, como si estuviésemos viendo una gran película bélica en blanco y negro.






Buscando el significado de la guerra


Joe Sacco lleva varios años haciendo reportajes gráficos en sitios conflictivos como Palestina y Bosnia, por los que ha recibido numerosos premios, y "no tenía ninguna intención de volver a ilustrar la guerra y sus consecuencias". Sobre todo porque opinaba, como casi todos los aficionados al cómic, "que Jacques Tardi había retratado de manera definitiva ese conflicto en La guerra de las trincheras (Norma)".


Sin embargo, cuando le propusieron hacer un enorme panorama del frente occidental pensó "¿Por qué no?... dibujar la guerra podía darme algunos meses para reflexionar sobre su significado, si es que tuvo alguno".


Para esta impresionante panorámica del frente, Sacco se inspiró, el el libro de Mattero Pericoli Manhattan Unfurled (un dibujo desplegable de la silueta de la ciudad) y en el tapiz de Bayeux (un gran lienzo bordado de casi 70 metros que cuenta la invasión normanda de Inglaterra). Por eso, el dibujante utiliza un estilo que recuerda al arte medieval, lo que le permite "prescindir de perspectiva y proporciones realistas".


Aún así se ha documentado profusamente para que todos los elementos que retrata, desde el equipamiento y la vida de los soldados hasta las trincheras abarrotadas, sean realistas. El único que tiene nombre en este retrato de lo absurdo de la guerra es el general Douglas Haig (también conocido como "el Carnicero del Somme", que comandó las fuerzas británicas en el Frente Occidental y con el que se inicia el cómic.


Sacco recrea a la perfección ese ambiente claustrofóbico y asfixiante del frente en esta espectacular ilustración llena de pequeños detalles en los que queda patente todo el horror de la guerra. Os desafiamos a buscarlos, si tenéis valor. Si no quereís indagar en ese horror, podeís quedaros con la imagen general, más espectacular, pero no menos atroz.
"La guerra que pondrá fin a todas las guerras"


Ilusamente se suponía que la I Guerra Mundial iba a ser la que pondría fin a todas las guerras, pero ya sabemos que fue sólo el principio.


La batalla del Somme es una de las más célebres de ese conflicto, y para completar este estupendo libro, se incluye un artículo de Adam Hochschild, historiador y autor del aclamado ensayo Para acabar con todas las guerras, que nos describe exactamente cómo transcurrió la batalla y sus consecuencias.


"Podéis ver el resultado del primer día de batalla en docenas de cementerios militares diseminados por ese rincón de Francia... El Capitán Duncan Martin, de treinta años de edad, predijo el lugar exacto donde él y sus hombres serían abatidos por el fuego de una ametralladora al salir de una ladera expuesta. También él esta ahí, fue uno de los 21.000 soldados británicos muertos o heridos de muerte el día de la mayor matanza, pasada o futura, de las fuerzas armadas de su país".


La Gran Guerra es otra obra maestra de un gran artista. Un libro imprescindible que utiliza el arte para denunciar la barbarie.

Joe Sacco (Malta, 1960)
Vive en Portland, Oregón. Tuvo su primer gran éxito a mediados de los años noventa con la novela gráfica 'Palestina', fruto de una inmersión de dos meses en los territorios de Gaza y Cisjordania, y con la que obtuvo el premio American Book Award. En el año 2000 publicó , 'Gorazde: zona protegida', acerca de la guerra civil en Bosnia oriental, y por la que recibió el galardón Guggenheim Fellowship, el premio Eisner, y que el New York Times escogió como uno de los mejores libros del año, y la revista Time como mejor cómic. En 2003 publicó 'El mediador', de nuevo centrado en el conflicto de la antigua Yugoslavia. Otras de sus obras son 'Reportajes' y 'Notas al pie de Gaza'

Fuente:

Vinieron del subsuelo por Pedro Vera



 Primer Premio del Concurso de Comics "Ciutat de Cornellá" año 1995







jueves, 15 de mayo de 2014

Alberto Madrigal, nominado a Mejor autor Revelación por 'Un trabajo de verdad'


JESÚS JIMÉNEZ 15.05.2014 - 09:19h


Ahora mismo, tener un trabajo en España es un privilegio, incluso aunque no nos guste nada lo que tengamos que hacer o nos paguen un salario miserable por un montón de horas. Pero... ¿Asegurarnos el sustento justifica que estemos dispuestos a todo, incluso a renunciar a nuestros sueños?. Ese es el argumento de Un trabajo de verdad (Norma), el cómic que le ha valido a Alberto Madrigal la nominación al Mejor Autor Revelación en el Salón del Cómic de Barcelona.


El cómic cuenta la historia de Javi, un joven que abandona un trabajo de diseñador gráfico para irse a Berlín, solo, sin empleo y sin saber una palabra de alemán, para perseguir su sueño: dibujar tebeos. "Quiere hacer de su pasión, un trabajo de verdad" -asegura Alberto-. Y aunque las cosas no serán fáciles, poco a poco acariciará sus sueños.



Un cómic que tiene mucho de autobiográfico, ya que Alberto vive en Berlín desde 2007. "Sobre todo la idea general -nos comenta Alberto-. He partido de situaciones reales, pero he visto como los personajes evolucionaban por si mismos tomando sus propias decisiones. Dialogan e interactuan, haciéndome reflexionar sobre temas que me preocupan".


"Dibujar es un trabajo de verdad"


Mucha gente considera que dibujar cómics no es un trabajo de verdad y que no te puedes ganar la vida con ello. Y quizá razón no les falte en la actual situación económica. Pero Alberto defiende su pasión: "Dibujar es un trabajo de verdad, pero no es inmediato. Normalmente hace falta un tiempo en el que se cultiva pero no se recoge. Los resultados, si todo va bien, llegan después de varios años".


Después de trabajar como ilustrador freelance y colaborar en historias breves y superhéores, esta es su primera novela gráfica y la nominación al Salón del Cómic de Barcelona le ha pillado por sorpresa:"Se que es la típica respuesta, pero la nominación es lo último me que habría esperado. Por primera vez he trabajado sin querer demostrar nada, pensando durante toda la elaboración del libro, de estar cometiendo un error. ¡No pensé ni siquiera que lo publicarían!"

Pero Alberto asegura que tras tantos esfuerzos, sus sueños están empezando a hacerse realidad: "Emotivamente, sin duda. Es una gran satisfacción trabajar en algo que te gusta y ver que la gente lo aprecia. Por otro lado, los festivales, conocer autores que admiras, encontrar a los lectores.. todo esto te recarga de energía para seguir trabajando y mejorando. Economicamente, todavía tiene que pasar un tiempo para que pueda vivir de ello".
Berlín, casi un personaje más



La ciudad de Berlín y la mezcla de nacionalidades y culturas ha sido una de las fuentes de inspiración de Alberto: "En este caso, ha sido exactamente la ciudad y la diferencia cultural la que me ha inspirado mientras escribía la historia. Ha sido como empezar desde cero. Como un niño, que observando a su alrededor sin juzgar, coloca las piezas de un puzzle que le rodea, para poder entenderse a si mismo".



Pero artísticamente, Alberto no parte de cero, reconoce estar agradecido a autores como Gipi o Tony Sandoval. "Durante muchos años he intentado convertirme en un buen dibujante, aprendiendo las reglas del cómic para conseguir publicar -asegura Alberto-. Ha sido gracias a una entrevista de Gipi, y a su libro Mi vida mal dibujada, que he empezado trabajar sin pensar en los demás, dejándome llevar viendo que salía de mi mismo. De Gipi me inspiran los aspectos psicológicos de esta profesión, el ritmo de sus historias y la libertad que tiene a la hora de trabajar. Con Tony Sandoval algo parecido, ya que trabajamos en el mismo estudio y hablamos a menudo de estos temas".

"En cuanto a otras influencias, seguramente el cine, la fotografía y sentarme en un café de la ciudad a observar a las personas mientras escribo" -añade Alberto-..



Además de ser un gran dibujante, Alberto demuestra en est libro su gran dominio del color: "El color, como el dibujo y la escritura, es un modo de narrar y expresar sentimientos. Le presto la misma atención e intento trasmitir lo que necesito en el modo más simple posible".



Tras Un trabajo de verdad, Alberto ya trabaja en su nuevo cómic: "Estoy a la mitad de un nuevo libro, que terminaré a lo largo del año. Después haré otro para Futuropolis en Francia, pero esta vez escrito por otra persona".

Un autor y un cómic que nos enseñan que, casi siempre, merece la pena luchar por los sueños.

Fuente: 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Alicia, on estás? por Ramón Fernandez Bachs







Ganador del Premio al Mejor Guión en Comics a Cornellá 1994 en el Xº Concurso de Comics "Ciutat de Cornellá".


Bajaimira por Juan José Lomas.


Ganador del Primer Premio de Comics a Cornellá 1993. Ese año se presentaron 243 obras en el IXºConcurso de Comic "Ciutat de Cornellá"

Happy Hooligan. Un comic de los años 30

HAPPY HOOLIGAN de F. Opper
perteneciente a King Features Syndicate

 El naciente comic norteamericano de la última década del siglo pasado, preparado y proseguido con un sentido comercial que la historieta europea no supo entender por treinta años, se organizó a través de unos mitos permanentes, los personajes «de serie», que permitieran al lector la identificación total desde la primera viñeta de cada episodio.

El hecho, que significó realmente el lanzamiento masivo de la historieta y que valoraba a sus distintos creadores no por el conjunto de su obra, el volumen de su producción o la calidad de sus narraciones, sino por su relación con un determinado personaje, condujo a una creciente manipulación económica, al tratar los empresarios de comprar series de fama antes que a contratar autores. El resultado es harto conocido: personajes realizados simultáneamente por distintos dibujantes, traspaso de un comic de uno a otro periódico, realización por un equipo sin relación con el autor o la obra primera, plagios, imitaciones, etc. Con ello, en general, los autores quedaban en cada momento adscritos a una única obra (Outcault primero al «Yellow Kid» y luego a «Buster Brown», Swnnerton al «Little Bears», Dirks a los «Katzenjammer Kids»...)

Raro resulta el realizador que, ante esta idea de base, simultánea obras por un largo espacio de tiempo, pero excepcional es quien como Fredrick Burr Opper logra mantener tres series a un tiempo, introduciendo personajes de una en otra y consiguiendo que, aunque cada una de ellas —«Happy Hooligan», «Alphonse and Gastón» y «And her name was Maud»— conserve su personalidad, el todo constituya un universo armónico. Y al tiempo continúe una gran labor de caricaturista que haga de él el dibujante más complejo de su época, digno ahora de ser recordado en una de sus series más difundidas, el «Happy Hooligan».

Opper comenzó su labor de dibujante en 1871 en la Gaceta de Madison, conoció el éxito como caricaturista en el famoso Puck y fue contratado para su cadena de diarios por William Randolph Hearst. Adscrito al Journal de Hearst, donde en todo tiempo siguió su labor de caricaturista (1), inició hacia 1899 la publicación de una serie muy curiosa: «Happy Hooligan», reproducida en España en la revista Chiquitín sin título de serie, y conocida como «Simplicio Bobadilla» en las páginas de Pinocho.

La serie, que narra la triste vida de un hombrecillo delgado, patético payaso que utiliza por sombrero una vieja lata de conservas, habla del idealismo de un ser todo corazón, cuya confianza en el prójimo le conduce continuamente a situaciones desastrosas. Su rostro, siempre sorprendido, es una máscara trágica que predispone a ver en él una víctima de toda situación basada en la prepotencia de utilidades particulares. En tiempos posteriores, se añadió al personaje un trío de sobrinos —fórmula luego utilizada con frecuencia, por ejemplo en el «Pato Donald—, como sistema para presentar un entorno afectivo de comportamiento hipercrítico ante el personaje, y que, al tiempo, permitiera profundizar aún más en las contradicciones internas de «Happy Hooligan», al obligarle a mantener ante sus sobrinos un comportamiento «ejemplar», en el que el personaje era el primero en no creer. Por supuesto este simple apunte aproximativo no tiene valor crítico respecto al personaje, pero sí lo creo referible al total de la obra de Opper, que pretendió ser crítica en su momento, respecto de lo que le permitía la superestructura editorial, pensada en función de múltiples estamentos sociales, al estilo del periodismo de masas americano.   (2).
Un aspecto interesante de la obra de Opper en sus tres series es la tendencia a mostrar  su propio pensamiento —ó más bien su sentimiento—, aglomerando todas ellas como un único sistema, para lo que frecuentemente utilizaba como aclaración la útil referencia de hacer intervenir los personajes de una serie en las otras. Además, Opper, considerado por entonces y muy posteriormente (3) como el más popular de los dibujantes críticos o satíricos de su época, no pretendió hacer exclusivo el mundo creado por él sino que brindó las planchas de sus series a la intervención de otros dibujantes. Por primera y casi única vez en la historia del comic vemos, así, planchas firmadas por autores y no es raro ver a los «Katzenjammer Kids» de Dirks en «Alphonse and Gastón» o la firma de Swinnertona la de Opper en «Happy Hooligan»...

 ■ Pancho Fernandez Larrondo

(1) Es lamentable que haya quedado en el olvido su serie de caricaturas «Little Willie and his Pa», publicada en la prensa Hearst durante la campaña presidencial de 1900, en la que bajo las figuras de «Little William» (el Presidente Mc Kinley, el republicano asesinado en 1901) y su «Pa» (Mark Hanna), indica los entresijos electorales de los grandes trust, donde ya se marcaba la preminencia de Teddy Roosevelt  sobre su supremo «jefe».
(2) Recordemos que por entonces las principales campañas del Journal apuntaban a la anexión de las islas Hawai, la ampliación de la flota, el establecimiento de bases USA en Asia, la construcción de un canal en Nicaragua, la ampliación de las «grandes universidades nacionales» de West Point y Annapolis (Escuelas Militares de Tierra y Marina), el desarrollo del sistema de escuelas públicas, la elección  por sufragio popular del  Senado...
(3) "The most versatile and inventivo cartoonist since Thomas Nast" le llamó John Winkier en su aclaratoria biografía de Hearst, y «the most fecund and popular of the newspaper cartoonist of the new century» Thomas Crave en su «Cartoon Cavalcade».











Páginas reproducidas directamente del tebeo PINOCHO, núms. 142, 146, 159 y 165 (año 1928)


 Articulo de la revista ¡BANG! cuadernos de información y estudio sobre la historieta nº9, año 1973