miércoles, 14 de mayo de 2014

Happy Hooligan. Un comic de los años 30

HAPPY HOOLIGAN de F. Opper
perteneciente a King Features Syndicate

 El naciente comic norteamericano de la última década del siglo pasado, preparado y proseguido con un sentido comercial que la historieta europea no supo entender por treinta años, se organizó a través de unos mitos permanentes, los personajes «de serie», que permitieran al lector la identificación total desde la primera viñeta de cada episodio.

El hecho, que significó realmente el lanzamiento masivo de la historieta y que valoraba a sus distintos creadores no por el conjunto de su obra, el volumen de su producción o la calidad de sus narraciones, sino por su relación con un determinado personaje, condujo a una creciente manipulación económica, al tratar los empresarios de comprar series de fama antes que a contratar autores. El resultado es harto conocido: personajes realizados simultáneamente por distintos dibujantes, traspaso de un comic de uno a otro periódico, realización por un equipo sin relación con el autor o la obra primera, plagios, imitaciones, etc. Con ello, en general, los autores quedaban en cada momento adscritos a una única obra (Outcault primero al «Yellow Kid» y luego a «Buster Brown», Swnnerton al «Little Bears», Dirks a los «Katzenjammer Kids»...)

Raro resulta el realizador que, ante esta idea de base, simultánea obras por un largo espacio de tiempo, pero excepcional es quien como Fredrick Burr Opper logra mantener tres series a un tiempo, introduciendo personajes de una en otra y consiguiendo que, aunque cada una de ellas —«Happy Hooligan», «Alphonse and Gastón» y «And her name was Maud»— conserve su personalidad, el todo constituya un universo armónico. Y al tiempo continúe una gran labor de caricaturista que haga de él el dibujante más complejo de su época, digno ahora de ser recordado en una de sus series más difundidas, el «Happy Hooligan».

Opper comenzó su labor de dibujante en 1871 en la Gaceta de Madison, conoció el éxito como caricaturista en el famoso Puck y fue contratado para su cadena de diarios por William Randolph Hearst. Adscrito al Journal de Hearst, donde en todo tiempo siguió su labor de caricaturista (1), inició hacia 1899 la publicación de una serie muy curiosa: «Happy Hooligan», reproducida en España en la revista Chiquitín sin título de serie, y conocida como «Simplicio Bobadilla» en las páginas de Pinocho.

La serie, que narra la triste vida de un hombrecillo delgado, patético payaso que utiliza por sombrero una vieja lata de conservas, habla del idealismo de un ser todo corazón, cuya confianza en el prójimo le conduce continuamente a situaciones desastrosas. Su rostro, siempre sorprendido, es una máscara trágica que predispone a ver en él una víctima de toda situación basada en la prepotencia de utilidades particulares. En tiempos posteriores, se añadió al personaje un trío de sobrinos —fórmula luego utilizada con frecuencia, por ejemplo en el «Pato Donald—, como sistema para presentar un entorno afectivo de comportamiento hipercrítico ante el personaje, y que, al tiempo, permitiera profundizar aún más en las contradicciones internas de «Happy Hooligan», al obligarle a mantener ante sus sobrinos un comportamiento «ejemplar», en el que el personaje era el primero en no creer. Por supuesto este simple apunte aproximativo no tiene valor crítico respecto al personaje, pero sí lo creo referible al total de la obra de Opper, que pretendió ser crítica en su momento, respecto de lo que le permitía la superestructura editorial, pensada en función de múltiples estamentos sociales, al estilo del periodismo de masas americano.   (2).
Un aspecto interesante de la obra de Opper en sus tres series es la tendencia a mostrar  su propio pensamiento —ó más bien su sentimiento—, aglomerando todas ellas como un único sistema, para lo que frecuentemente utilizaba como aclaración la útil referencia de hacer intervenir los personajes de una serie en las otras. Además, Opper, considerado por entonces y muy posteriormente (3) como el más popular de los dibujantes críticos o satíricos de su época, no pretendió hacer exclusivo el mundo creado por él sino que brindó las planchas de sus series a la intervención de otros dibujantes. Por primera y casi única vez en la historia del comic vemos, así, planchas firmadas por autores y no es raro ver a los «Katzenjammer Kids» de Dirks en «Alphonse and Gastón» o la firma de Swinnertona la de Opper en «Happy Hooligan»...

 ■ Pancho Fernandez Larrondo

(1) Es lamentable que haya quedado en el olvido su serie de caricaturas «Little Willie and his Pa», publicada en la prensa Hearst durante la campaña presidencial de 1900, en la que bajo las figuras de «Little William» (el Presidente Mc Kinley, el republicano asesinado en 1901) y su «Pa» (Mark Hanna), indica los entresijos electorales de los grandes trust, donde ya se marcaba la preminencia de Teddy Roosevelt  sobre su supremo «jefe».
(2) Recordemos que por entonces las principales campañas del Journal apuntaban a la anexión de las islas Hawai, la ampliación de la flota, el establecimiento de bases USA en Asia, la construcción de un canal en Nicaragua, la ampliación de las «grandes universidades nacionales» de West Point y Annapolis (Escuelas Militares de Tierra y Marina), el desarrollo del sistema de escuelas públicas, la elección  por sufragio popular del  Senado...
(3) "The most versatile and inventivo cartoonist since Thomas Nast" le llamó John Winkier en su aclaratoria biografía de Hearst, y «the most fecund and popular of the newspaper cartoonist of the new century» Thomas Crave en su «Cartoon Cavalcade».











Páginas reproducidas directamente del tebeo PINOCHO, núms. 142, 146, 159 y 165 (año 1928)


 Articulo de la revista ¡BANG! cuadernos de información y estudio sobre la historieta nº9, año 1973


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