Es curioso mi particular pánico a manchar el papel, pero el papel de calidad. Es decir, si me dan un papel cualquiera, no me importa realizar cualquier intento, con el detalle de que tal vez salga algo interesante, con el problema después para entintar, o cuestiones del tamaño, desbarro, bueno, como ejemplo desde hace dos años, creo, tengo un libro de Canson para dibujar, con un tamaño respetable y papel con buen gramaje, de hecho lo tienen algunos del grupo y es una maravilla ver los dibujos realizados en el libro, yo aún no lo he estrenado. Sin embargo, los dibujos que incluyo aquí los he realizado en otro libro, uno azul a rayas, de un tamaño mucho menor y papel cuasi transparente al increíble precio de 1 euro (uno) y ahí me explayo, cojo cualquier cosa y la fusilo. Cometer errores es mi especialidad.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
miércoles, 22 de diciembre de 2010
City of Glass por Mazzuchelli revista Slumberland nº25 (agosto 1997)
En este número, y dentro del apartado de artículos de la revista, hemos decidido dar pie a una nueva iniciativa: la de comentar adaptaciones de un medio narrativo a otro: de novela, o de cine, a comic, y viceversa. Así se hará, siempre que la ocasión merezca la pena. En este caso se ha optado por Ciudad de Cristal, primera de las novelas de
PAUL AUSTER Y CIUDAD DE CRISTAL
Paul Auster es uno de los escritores americanos más relevantes del momento. Nacido en 1947 en New Jersey, y tras realizar estudios literarios en
Además, es más conocido a nivel popular por su colaboración en las películas Smoke y Blue in the Face (ambas escritas por él y co-dirigidas con Wayne Wang).
City of Glass es la primera novela perteneciente a La trilogía de Nueva York, seguida por Ghosts (Fantasmas, 1986) y The Locked Room (La habitación cerrada, 1986). Las tres novelas tienen en común el género al que pertenecen (a priori, género negro) y el tema central. Los tres textos de la trilogía deben al género negro las circunstancias en las que se desarrolla la historia y algún que otro tópico más: en el primero, un escritor de novelas policíacas aprovecha una llamada equivocada para hacerse pasar por un detective privado e investigar el caso de un padre que, supuestamente, busca dañar a su hijo. En el segundo, se le encarga a un detective privado que vigile "a un hombre y que entregue informes sobre las actividades que éste desarrolla. En el tercero, un crítico literario es nombrado albacea literario de un viejo amigo suyo que ha desaparecido abandonando a su mujer e hijos y su obra literaria, inédita, en manos de su amigo. Más tarde se descubre que sigue vivo, y el protagonista se ve envuelto en la caza de su amigo desaparecido.
No obstante, la temática de la trilogía abandona rápidamente los tópicos del género para dirigirse hacia temas más profundos. Se ha comentado que dicho tema es la relación existente entre un autor y sus personajes, por un lado, y los lectores de su libro, por otro, así como quién detenta el poder en esta relación. Así, esta relación se exploraría a través de la comparación entre el detective y el crimen que investiga, por un lado, y el lector y el libro que está leyendo, por el otro. Sea como fuere, en los tres libros, el protagonista decide asumir un papel que no le corresponde, para acabar viéndose envuelto en situaciones que le superan ampliamente.
En City of Glass, los juegos de suplantaciones de personalidad llegan al paroxismo: Paul Auster escribe una novela en la que él no es el narrador (ejerce como tal un supuesto amigo cuyo nombre no conocemos), sino uno de los personajes. El protagonista de la novela es Daniel Quinn, el cual escribe bajo el seudónimo de William Wilson las novelas del detective Max Work. Quinn recibe la llamada telefónica de una persona que pregunta por el detective privado Paul Auster, personalidad que Quinn decide asumir, utilizando para ello características de su detective ficticio, Max Work.
Como puede observarse, el juego de nombres, y de suplantaciones de personalidades es extremadamente intrincado. Y, en esa medida se podría apoyar la teoría antes señalada acerca de quién controla a quién, ya que el protagonista no se comporta de acuerdo con su personalidad original de Quinn, sino de acuerdo con la personalidad asumida: inicialmente, William Wilson, y, posteriormente, su idea de Paul Auster unida a su idea (o más bien a la idea de Wilson) de Max Work, el detective ficticio. Así, el protagonista de la novela, Quinn/Wilson/ Work/ Austera, asiste a la desestructuración de su personalidad producida por unos acontecimientos que no puede controlar. Al final de la novela, el protagonista desaparece por completo, siendo substituido por el desconocido narrador de la novela (el amigo de Auster), otro álter ego del autor.
Todo este extraño juego responde a algo más que a la simple reflexión sobre las suplantaciones de personalidad e incluso sobre la relación entre autor/ personaje/lector, ya que está ubicada en una reflexión más amplia sobre el lenguaje y cómo éste ayuda a estructurar no solo el mundo (o nuestra concepción del-- mismo) sino la personalidad misma. Así, por ejemplo, el Paul Auster-escritor no es el mismo que el Paul Auster-personaje o que el Paul Auster-Quinn o que el Paul Auster-detective privado que nunca aparece y al que suplanta Quinn.
DAVID MAZZUCHELLI Y CIUDAD DE CRISTAL:
La adaptación de City of Glass al comic (1994) responde a una iniacitiva de Art Spiegelman (el autor de Maus) y de Bob Callahan (autor de Who Shot JFK), los cuales querían atraer hacia el comic a lectores no habituales de la historieta adaptando obras literarias más o menos populares. Aunque Mazzucchelli es el nombre fuerte en esta adaptación, según sus propias palabras, no hubiera sido lo que es sin el guión de Paul Karasik. Por supuesto, la obra tampoco hubiera sido igual sin la colaboración de Auster, el cual se prestó a leer la adaptación y a sugerir cambios, enfoques...
Teniendo en cuenta lo que se ha comentado más arriba acerca de la utilización del lenguaje que hace Auster, la adaptación de City of Glass se hacía más difícil, si cabe, ya que, para poder respetar las intenciones originales, debía conservar importantes pasajes de texto imposibles de adaptar al medio visual. Para ello, Karasik y Mazzucchelli optaron por interpretar el contenido simbólico de las reflexiones y, conservando las mismas de forma prácticamente íntegra, ampliarlas con una simbología nueva, ésta visual. Y quizás es éste el punto más sorprendente de la adaptación: 1) respeta el texto y las ideas originales; 2) lo hace sin utilizar aburridas "cabezas parlantes"; y 3) aporta una nueva dimensión a las ideas originales, ampliándolas e ilustrándolas, todo ello con un lenguaje puramente gráfico.
Por lo demás, la adaptación es impecable: tras leer la novela, por un lado, y el comic, por otro, uno tiene la sensación de haber leído las mismas ideas en diferentes medios. De hecho, la novela y el comic tienen prácticamente el mismo número de páginas, y, en general, los episodios conservan la misma proporción de páginas (a excepción del último capítulo que, en el comic es excepcionalmente largo). Por otra parte, el comíc no queda hiperliteralizado (el peligro más importante), sino que existe un adecuado balance entre textos e imágenes, sin que ello contribuya a banalizar ninguna de las ideas austerianas. Únase a ello el depuradísimo grafismo de Mazzucchelli y el resultado es un comic que (con independencia del texto original) habría de estar la estantería de todo buen lector de comic.
CONCLUSIONES
Las intenciones de Spiegelman y Callahan, por supuesto, se quedaron en eso: en intenciones. De su colección, tan solo llegó a salir un segundo libro. Y City of Glass ha quedado en ese extraño limbo en el que están tantas y tantas obras - de una calidad impresionante que, por una razón o por otra, jamás han conseguido el merecido reconocimiento.
En todo caso, desconocer una de las principales obras de Auster, uno de los más importantes narradores de la segunda mitad de nuestro siglo, comienza a resultar difícilmente excusable ya que, aparte de su edición en libro (en castellano, en Anagrama) existe la adaptación al comic que, en breve, aparecerá en castellano, publicada por Ediciones
La Lupa: André Franquin 1924-1997 Revista Slumberland nº19 (enero de 1997)
El dibujante y guionista belga André Franquin murió el pasado 5 de enero de 1997 en St-Laurent-du-Var (Francia) a causa de un infarto. Nacido el 3 de enero de 1924, André Franquin sintió una temprana vocación por el dibujo. Tras sus estudios secundarios, ingresa en el Institut Saint-Luc, una de las escuelas de arte más prestigiosas de Bélgica.
Permanece en ella durante un año y medio, antes de ingresar en un estudio de dibujo animado, para después suministrar ilustraciones a la revista Spirou, el semanario infantil de la ediltoral Dupuis.
El dibujante Fijé (Foseph Gillain) se da cuenta del talento del joven Franquin y le propone trabajar en su estudio. Así es como aprenderá su trabajo el joven, en compañía de 1os otros dos futuros grandes nombres de la revista Spirou: Morris y Will.
En 1946, Fijé, quien da vida al personaje de Spirou (creado en 1938 por el francés RobVel), tiene que marcharse a Italia. Franquin toma las riendas de la serie estrella de la revista. Tan solo tiene 22 años. Dará vida a las aventuras del botones Spirou, de la ardilla Spip y del fantasioso Fantasio hasta 1968. Franquin creó varios personajes secundarios para la serie: el conde de Champignac, viejo sabio un tanto loco aunque genial, el Marsupilami, animal imaginario de la jungla de Palombia, etc. Las aventuras de Spirou son la serie estrella del semanario: por tanto tienen que aparecer todas las semanas. Es por eso que Franquin colaboró con guionistas tales como Greg u otros dibujantes como Will, Jidéhem o Roba, ocupándose estos últimos de los fondos.
A partir de 1955, y durante cuatro años, Franquin dio vida también a Modeste et Pompon en el semanario de la competencia, Tintin. Esta serie de gags de una página es una de las primeras family-strips francobelgas.
Fatigado por el ritmo semanal de las aventuras y hastiado de un personaje que él no había creado, Franquin abandona la serie en 1968. Continúa con las aventuras de Tomás y, de tanto en cuanto, realiza un gag del Marsupilami o una historia corta del Petit Noél, un muchachito que vive aventuras cargadas de fantasía. Fue el primer dibujante que recibió el gran premio del festival de Angouléme, en 1974. En 1977, Franquin y Yvan Delporte (guionista y antiguo redactor en jefe de Spirou) lanzan un " suplemento clandestino" para Spirou, el Trombone Ilustré. Este intento de renovación de la envejecida revista belga dura treinta números Franquin da vida a la página del título y crea la serie Ideas Negras. Dichos gags de humor –muy negro proseguirían en el mensual Fluide Glacial dando lugar a dos álbums.
Se descubre en ellos un Franquin pesimista y desesperado, en chocante contraste con el amable soñador que creíamos conocer.
Durante los años 80, la actividad de Fraquin se ve ralentizada. Crea unos personajes para una serie de dibujos animados, Les Tifous, y hace de consejero para una nueva serie de aventuras del Marsupilami, dibujada por Batem. Los estudios Disney realizan una adaptación en dibujos animados del Marsupilami, pero el resultado no es muy convincente.
En noviembre de 1996 apareció (en Francia) el 15º álbum de Tomás, retomando gags viejos y recientes, aparecidos en su totalidad en Spirou pero hasta ahora inéditos en álbum.
André Franquin era el mejor representante de la llamada "école de Marcinelle" o "école Spirou". Su estilo ha influenciado a varias generaciones de dibujantes.
Por Jean-Paul Jennequin
martes, 21 de diciembre de 2010
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