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lunes, 1 de abril de 2024

Todas las princesas mueren después de medianoche Escrito por Diego Cuevas



Un grupo de princesas se ahoga en el fondo de una piscina mientras, en la superficie, alguien entona aquella canción, popularizada por La bella durmiente, sobre soñar con el amor de un caballero de sangre azulada. Veinticuatro horas antes, en el interior de la vivienda anexa a la piscina, una mujer planchaba mientras sentía que una relación se apagaba y la televisión anunciaba la muerte de una princesa. En su cuarto, una adolescente se veía a escondidas con su príncipe y, tras la partida de aquel, canturreaba el «Freed from desire» que popularizó Gala durante los noventa.

Al borde de la piscina, un niño de ocho años llamado Lulu rescata a una de las muñecas, una princesa Disney, que se están ahogando en el agua, le pide perdón, la besa y le confiesa «En realidad no quería que murieras». Ese chico era la misma persona que entonaba la canción sobre anhelar el abrazo de un príncipe, una melodía famosa por una película animada. Veinticuatro horas antes, una mujer doblaba la ropa recién planchada escuchando las noticias del trágico accidente en el que falleció Lady Di. En su habitación, una chica llamada Cam apuraba un cigarrillo, ventilaba la estancia y bailoteaba el éxito del verano en Francia, un tema de eurodance firmado por una cantante italiana. Cam había decidido invitar al chico del que estaba enamorada a visitar su cama aquella misma noche. Pero, al carecer de experiencia previa en asuntos de sábanas, ni siquiera tenía claro si realmente estaba preparada para ello. Era un día de verano. El treinta y uno de agosto de 1997. El mismo día, en el que estas tres personas iban a morir un poco a la altura de la medianoche. 


Todas las princesas mueren después de medianoche, la obra de Quentin Zuttion ganadora del Premio especial juvenil del gran jurado en el Festival de Angoulême 2023, es un cómic que contiene princesas, príncipes que se deslizan por la ventana de la amada, valerosos caballeros al rescate e incluso un dragón. Pero no es un cuento. En realidad, es el final de un cuento. Es el instante en el que el idealizado amor romántico se estrella de cara contra el mundo real para hacerse añicos. Un pequeño vistazo a la jornada donde las vidas de tres personas, un niño, su madre y su hermana, sufrirán un aparatoso accidente emocional.

Zuttion decide estructurar su relato utilizando un par de tretas muy inteligentes. Por una parte, sitúa el núcleo de la trama en un escenario acotado en el tiempo, un único día en el ocaso del verano a finales de los noventa. Por otro lado, utiliza a tres personajes de una misma familia en tres etapas distintas de la vida (la infantil, la adolescente y la adulta) para mostrar tres tipos diferentes de desengaño amoroso. El descubrimiento y aceptación de la propia sexualidad, la inestabilidad de la mente enamoradiza e insensata, y el final de una relación dolorosa. En el baño del hogar, el pequeño Lulu se pinta los labios con carmín a escondidas mientras sueña con besar a su vecino. En la terraza, la madre contempla cómo su marido regresa hastiado a la casa, junto a una familia a la que ya hace mucho tiempo que no ama, tras pasar la noche en alguna otra cama. En el jardín, Cam se emperra en tostarse bajo los rayos del sol para que un novio, que la supera en edad y experiencia, la vea atractiva cuando se reúnan por la noche. Son tres historias que están condenadas de antemano, como anuncia el propio título del libro. Y que funcionan tan bien sobre el papel como para que el recurso de trazar un paralelismo con la muerte de Lady Di acabe resultando meramente anecdótico.




El cómic apuesta por apoyarse en lo cotidiano, en lo cercano y habitual, y sabe hacerlo con maña, tacto y gracia. Lulu recibe la visita de su vecino y ambos se enredan en juegos impulsados por la imaginación infante, aventuras en el jardín que permiten al autor elaborar viñetas sobrecargadas y fantasiosas. Cam y su madre se sientan a hablar en la terraza y ambas acaban confesándose mutuamente lo desordenado de sus corazones por motivos totalmente opuestos: la joven por no entender lo que le ocurre, y la mujer adulta por entender demasiado bien lo que le ha ocurrido. La trama se las apaña para desenvolverse de manera amable, pese a que orbita sobre temas tan amargos como el rechazo, un padre ausente o la inseguridad emocional. Todas las princesas mueren después de medianoche también funciona en segundo plano como una carta de amor a la infancia, como el alegato nostálgico, pero nada estruendoso, de un niño que en los noventa desayunaba chocapic con leche, jugaba con pistolas de balines y muñecas de princesas Disney, escuchaba en la radio el hit del verano o veía las películas de terror para adultos cubriéndose los ojos con ambas manos.  

En lo artístico, Zuttion demuestra una evolución evidente tras trabajos previos como Llamadme Nathan o La dame blanche. En las páginas de aquellos, el trazo era sencillo y los colores tímidos por decisiones estéticas. En Todas las princesas mueren después de medianoche, el dibujo es mucho más sólido, más coherente, y se presenta empapado de colores. A base de trazos que poseen la textura de las ceras con las que jugaría un niño, y ofreciendo tonalidades cálidas que evocan los días vagos veraniegos a base de perfilar los rayos de sol que se cuelan entre las rendijas de una ventana cerrada, el atardecer en el jardín o la sombras proyectadas por las hojas de los árboles.



Todas las princesas mueren después de medianoche es un descubrimiento agradable y tierno, cotidiano y doloroso, bonito y agridulce. Un slice of life ligero pero certero. Y, sobre todo, es un tebeo consciente de que los cuentos en el mundo real no siempre acaban bien, pero eso no significa que no tengan derecho a gozar de un final feliz. La obra, además, esconde una diminuta (y hermosa) sorpresa en el sitio más inesperado, en la letra pequeña, en el margen de la historia relatada, en la mismísima página de agradecimientos. Porque ese es el lugar en donde el autor ha colocado, enterradas entre la ristra de menciones a las personas importantes de su vida, dos confesiones involuntarias que aclaran perfectamente cuál ha sido el germen de este cómic. La primera de ellas es un sentido abrazo a la nostalgia, a la infancia lejana: «Gracias a los tazos y las canicas de los recreos, las muñecas Barbie desmembradas, Meeko el mapache, la casas de Playmobil, la biblio del colegio, las prendas tejidas por la abuela, los Minikeums, los chocapic, los X-men Evolution de los domingos por la mañana, las rodillas peladas de revolcarme por la hierba, Sailor moon y las tardes con los chavales del barrio».

La segunda declaración inconsciente escondida entre los agradecimientos del cómic es algo bastante más breve, pero muchísimo más revelador sobre la naturaleza de esta obra : «Y muchas gracias a Yoyo. Perdóname por haberte robado tu primer beso».




TÍTULO: Todas las princesas mueren después de medianoche

GUIÓN: Quentin Zuttion.

DIBUJO: Quentin Zuttion.

FORMATO: Cartoné, 160 págs, color.

PRECIO: 22€.

EDITORIAL: Planeta Cómic. 2024.

EDICIÓN ORIGINAL: Toutes les princesses meurent après minuit (Le Lombard).


JOT DOWN COMICS


domingo, 31 de marzo de 2024

Madre no hay más que una, afortunadamente

Tras una bonita fachada puede esconderse la mentira, la frustración y explosivos momentos de violencia


JOSÉ LUIS VIDAL

28 Marzo, 2024

Cada vez que ella pasea por su barrio situado en Palm Beach nota como las miradas se desvían hacia su persona. ¿Será su aspecto juvenil, la cara ropa y complementos con los que suele vestir, o esa eterna sonrisa que siempre la acompaña?



Balas Perdidas: Sunshine & Roses. Parte 3. La reina de Palm Court.

Autor: David Lapham

Tapa blanda

Blanco y negro

256 págs.

20,90 euros

Ediciones La Cúpula


Tiene una vida perfecta, está casada con un hombre al que ama con locura, y producto de ese amor han nacido dos niños que lo son todo para ella…

Esto es lo que la gente que no conoce en profundidad a Annie Cheswick piensa sobre ella. Pero tras toneladas de maquillaje, que ocultan su verdadera edad, se encuentra una mujer que no soporta a su pobre marido, al que exprime todo lo que puede para que le compre sus caprichitos y, claro está, le es infiel. Tampoco soporta a su pareja de hijos, de hecho, un suceso violento marca la relación que tiene con la pequeña Beth, un capítulo que nos lleva de regreso al surreal mundo de Amy Racecar.

La espiral de caos se inicia cuando Annie comienza a trapichear hierba junto a dos guardas de seguridad de unos grandes almacenes. Una cosa lleva a la otra, y terminará en los brazos del joven Charlie. Más tarde saltará al de su superior, Ralphie, un tarado superviviente de la Guerra de Vietnam, con el que pretenderá escapar de su vida actual.

Pero la vela que culmina este pastel de inesperados despropósitos será la llegada de un trío muy conocido por todos los que seguimos esta apasionante serie. Se trata de Beth, Nina y Orson.

Como ya sabéis, el peculiar trío está huyendo tras haber robado una gran cantidad de dinero y droga a temible y terrible Spanish Scott. Y lo peor es que en el maletero del coche en el que huyen se encuentran una inesperada sorpresa…

Pues bien, como si de una bomba de relojería se tratara, estos son las principales piezas que la componen, y la cuenta atrás ha comenzado. Todos y cada uno de los personajes implicados en la trama están con el agua al cuello: Annie por su caprichosa e irresponsable manera de ser, Beth (la mayor) que odia a su progenitora; Nina, que se pasa el día consumiendo la cocaína que han robado y Orson, enamorado de Beth, ciego ante el problema en el que se ha convertido su vida desde que la conoció, y que llega al lugar herido, en muy malas condiciones.

Con este grupo, y algunas apariciones que no os voy a desvelar, todo lo malo que ocurra es totalmente esperable.

David Lapham ha construido una intrincada y genial sinfonía noir en la que nos muestra que tras brillantes imágenes de postal, donde se reparten las sonrisas, se esconde la verdadera cara de unos personajes que para nada viven en el trillado american way of life. Todos y cada uno de ellos, por diferentes circunstancias, se han lanzado de cabeza al mundo criminal. Aunque ya se sabe, cuando se cruzan ciertas líneas, siempre hay que pagar un precio.


Malaga Hoy



martes, 26 de marzo de 2024

Ninguna flor, solo disparos

Tenían la hora, sabían al lugar, el plan parecía perfecto… Pero, ¿y si no lo fuera tanto?


JOSÉ LUIS VIDAL

24 Marzo, 2024 

Los años no pasan en balde para nadie, y aunque la artrosis, el dolor de espalda ya hacen que uno no sea el mismo, como suele decirse “genio y figura hasta la sepultura”.

Y es que cuando se habla de dinero, del de los demás, Luca Torelli olvida sus achaques y vuelve a convertirse en aquel peligroso pistolero al que todos conocían como Torpedo.


El plan, cuidadosamente pensado por un conocido que tiene el florido nombre que da título a esta nueva peripecia de Torelli (atención al guiño cinematográfico), parece no tener fisuras, ya que la chica de Capullo, la exuberante y curvilínea Mona, es la que le ha proporcionado todos los datos sobre el lugar donde un grupo de adinerados tipos se juegan los cuartos al póker, poniendo sobre la mesa una suculenta cantidad de billetes de dólar.

Pero claro, para ejecutar perfectamente el palo, Capullo necesita del apoyo de la armas, y es por ello la propuesta, a la que suman un tipo al que no se le puede calificar precisamente como “observador”, Topo.

Y, por supuesto, en este curioso cuarteto delictivo no podía faltar el eterno acompañante de Torelli, su amigo, compañero de peripecias y de apartamento, Rascal.

Todo parecía perfecto, tan solo había que esperar a la siguiente noche en la que el grupo de jugadores volviera a reunirse. Pero claro, en la ya larga existencia de Torpedo casi nada acaba saliendo como él esperaba, por lo que tras abrir la puerta del lugar donde se celebra la timba, ya nada será igual, y la violencia más descarnada surgirá de los cañones de las armas que los ladrones portan…

Enrique Sánchez Abulí, el simpar creador de este personaje, nos traslada de nuevo al año 1972, y con un perfecto cóctel en el que mezcla ironía, vitriolo y mucho humor, escribe una de esas joyas del género noir al que ya nos tiene acostumbrados a todos aquellos que le admiramos como lo que es, uno de los últimos grandes guionistas que quedan en nuestro país. Capaz de enfrentarse a cualquier género y salir siempre victorioso, con un estilo muy reconocible y, sobre todo, saltándose a la torera esa insoportable corrección política que suele impregnar, por desgracia, la mayoría de obras que se crean hoy en día.

Y sí, seguro que muchos bien pensantes se llevan las manos a la cabeza cuando lean éste, y otros cómics escritos por Don Enrique, que pone en boca de sus personajes palabras que les hará enrojecer. Y todavía más cuando vean, con no poca sorpresa, lo bestias que suelen ser, no teniendo nada de respeto por la vida de los demás y tratando al género femenino como si fueran meros trozos de apetitosa carne.

Pero claro, a estas masas de ofendiditos habría que explicarles, por si a estas alturas del cuento no ese han percatado de ello, que en el mundo de la ficción todo, y repito, todo es válido.

Enrique Sánchez Abulí , o cualquier otro guionista o escritor, puede llevar a sus textos las brutalidades más extremas, y no por ello ser señalado con el dedo censor que parece planear sobre el mundo de la creación hoy en día, en el que, por desgracia, muchos de sus autores se autocensuran para no tener ningún problema.

Torpedo 1972 es una obra de ficción, que nos traslada a una ya lejana época, y está protagonizada, en su mayoría, por sujetos a los que el apelativo de criminal se les queda corto: Violentos, mentirosos, traidores… Pocas cosas bonitas se les pueden decir a la cara, pero precisamente ahí radica su atractivo. Y es que desde que escritores de género policiaco le dieron una necesaria vuelta a la tortilla, narrando historias sobre sujetos al otro lado de la ley, este tipo de historias se enriqueció. Nació el bautizado como hardboiled, creado por genios, grandes nombres como Jim Thompson, James Hadley Chase, Mike Spillane o, por citar a un par de escritores españoles, auténticos clásicos a estas alturas, Juan Madrid y Andreu Martín.

Luca Torelli ha tenido una existencia gráfica tan movida como su propia vida, y aunque el que le llevó a las viñetas, dotándolo de hechuras y afilado rostro, fue un genio llamado Alex Toth, su relación con el personaje duró demasiado poco, por lo que se formó un nuevo y genial tándem que convirtieron al personaje en lo que hoy es, un auténtico icono del cómic español.

Pero por razones que no vienen a cuento, Jordi Bernet dio por finalizada una larga temporada, tras la que todos nos sentimos un poco huérfanos de nuevas peripecias de este despiadado pistolero. Así que se ejecutó un salto en el tiempo, concretamente al año 1972, y el gran Eduardo Risso llevó a Luca de nuevo a las viñetas en dos nuevas historias, ‘A propósito del mar muerto’ y ‘¡Con lo que eso duele!’.

Y es precisamente un compatriota de Risso, Leandro Fernández, con una ya exitosa carrera en el mercado norteamericano, el que se hace con el personaje en el aspecto gráfico en esta nueva entrega, titulada ‘Un hombre llamado capullo’.

¿Saldrán todos los protagonistas indemnes de este tan perfecto plan?


Malaga Hoy


lunes, 25 de marzo de 2024

Confesiones dibujadas de un condenado a muerte

Caio Ruvenal

Madrid


Una viñeta de Perpendicular al sol.


Renaldo McGirth (Florida, 33 años) se convirtió en 2008 en el más joven condenado a muerte, tras el asalto por parte de tres hombres a una casa que terminó con la muerte de una mujer. Tenía 18 años. "Necesito apoyo para conservar mi humanidad", dice el reo a EL PAÍS desde el corredor de la muerte en la Institución Correccional Union en Florida, donde lleva 15 años recluido. Ese grito de auxilio aparece también en el cómic Perpendicular al sol (Salamanca Graphic), donde Valentine Cuny-Le Callet (París, 28 años) ilustra la correspondencia que tuvo con McGirth durante casi una década.

A Cuny siempre le atormentó la idea de que la pena capital siga vigente en pleno siglo XXI. "No consigo concebir los horrores por los que condenaron a los hombres que he visto en el corredor de la muerte; esa violencia me supera. Pero la de las instituciones contra ellos me supera también. Se dedican a momificarles el cuerpo y la mente, y luego les inducen a esa muerte, a veces décadas después de los hechos que provocaron la condena, a veces cuando ya ni se parecen en nada a la persona que fueron", escribe la autora en su primera novela gráfica. Sin embargo, no empezó la correspondencia pensando en hacer un libro, sino para acercarse a ese mundo que la indignaba, pero también le provocaba curiosidad. La idea de plasmar en una obra cientos de miles de cartas vino seis meses después de que mandara la solicitud de participación en el programa de correspondencia con un condenado a muerte, a través de la Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura (Acat). Cuando, con 19 años, visitó por primera vez a McGirth, se sintió sobrecogida.

Desde la introducción, Cuny señala que el libro es una coautoría entre ella y McGirth, pero la ley estadounidense prohíbe que los presos obtengan rédito económico del relato de sus delitos. "Quiero que la gente vea lo que la bendición de una amistad puede significar para dos personas. Quiero que vean la lucha, pero también hacerles entender que ni yo ni ellos nos definimos por las experiencias negativas", explica McGirth. Sus respuestas, al someterse a un detallado escrutinio por parte de las autoridades, tardan varios días en llegar. McGirth espera desde 2016 una nueva audiencia que confirme su pena de muerte o lo sentencie a cadena perpetua sin libertad condicional, después de que el Tribunal Supremo de Florida anulara el fallo, siguiendo la orden de la Corte Suprema de que todas las sentencias de pena capital posteriores a 2002 deben ser unánimes: la de él fue una decisión de cuatro jurados contra uno.

La intención de Perpendicular al sol nunca fue un alegato de la inocencia o culpabilidad de su protagonista, según su creadora, sino inmiscuirse en los pensamientos de un reo que no se sabe cuándo será la última vez que despierte. "Soy rehén, pero no solo del Estado, de la ley, de las apelaciones, sino también de mis propios sueños y de saber que hoy están más lejos que cuando era un crío", se lee en una carta de McGirth. Cuny dedica un par de páginas a reconstruir el asalto y lo que sigue son ilustraciones hiperrrealistas que dan vida a la cabeza de McGirth, cuyas misivas componen la mayoría del libro.

El lector asiste en primera fila a las batallas internas del convicto, que se van agudizando hacia el final del libro: "Sufro los efectos de mi condición. Me destruye, me avergüenza (...) Dios ha hecho de mí un auténtico ser humano y eso nadie me lo arrebatará".

Portada de Perpendicular al sol 

Valentine Cuny-Le Callet

Salamandra Graphics

También están las peleas mentales de Cuny, quien se pregunta si es culpa que Mc Girth entre en depresión al hacerle excavar en su cabeza: "Al principio me causaba mucho conflicto pensar si había hecho algo malo. Pero me di cuenta de que sus cartas eran un mensaje de "continúa", "sigue escribiendo", porque cada una de ellas le costaba dinero, esfuerzo", cuenta la artista.

De hecho, las cartas son su conexión con el exterior, lo que le permite ver la realidad. Ahora McGirth mantiene correspondencia con ocho personas, aunque algunos escriben una vez y otros solo quieren compartir sus pensamientos sobre el libro. "Las cartas me permiten conservar mi humanidad, ser parte del mundo, de sus vidas... vivir fuera de los barrotes, del hormigón y del acero de este infierno hecho por el hombre. Y amar y ser amado", responde por escrito.

"¿Cómo representar los recuerdos, los sueños y los miedos de Renaldo?", se pregunta a sí misma la artista en el tebeo. La respuesta tiene dos vertientes: por un lado, las imágenes que reconstruyen memorias y lugares reales, dibujos hiperrrealistas con muchas escalas de grises; y, por otro, las ilustraciones alegóricas y simbólicas que representan los pensamientos del protagonista, y que Cuny realiza con xilografías.

Al recurrir a un estilo realista, Cuny se apoya en un sinfín de referencias artísticas y documentales, desde el cuadro El jardín de las delicias de El Bosco hasta libros de botánica, pasando por fotos del archivo del Estado de Florida. Su proceso de investigación se incluye en el cómic y revela cómo históricamente se ha utilizado una gramática visual racista para representar a las personas negras: mammys (uso despectivo para las mujeres negras que realizaban trabajo doméstico), pickaninnies (peyorativo para niños afrodescendientes) o el estereotipo de su gusto por las sandías.


El Pais. Cultura. 25 de marzo de 2024

Los verdaderos monstruos

Erica Slaugther se enfrenta, sola y herida, a un enemigo casi imbatible


JOSÉ LUIS VIDAL

22 Marzo, 2024 

El cara a cara en el anterior volumen entre su protagonista y el temible monstruo que está diezmando a la población de Tribulation, la ha dejado en sus horas más bajas. Y es que esta vez no se enfrenta a un ser de los que hemos podido ver en las anteriores entregas, no. Hay otros tipos, especies de monstruos. Y este es uno de los peores, un duplicitipo, que posee la facultad de, al ir asesinando y devorando a sus víctimas, va adquiriendo forma humana…




Hay algo matando niños Vol. 6

Guion: James Tynion IV

Dibujo: Werther Dell´Edera

Color: Miquel Muerto

Tapa dura

Color

152 págs.

17,95 euros

Planeta Cómic


Pero si ya esta situación no es nada favorable para Erica, la joven Gaby, Riqui, y demás personajes secundarios de este nuevo arco argumental, la cosa se va a poner bastante peor, ya que el Gran Dragón, el misterioso líder de la Casa Slaughter, le ha encargado a un operativo que se encargue de la rebelde pañuelo negro. O sea, que la elimine.

Su nombre es Charlotle Cutter, aunque todo el mundo la conoce sobre por su 'afilado' apellido. Es una auténtica psicópata que no tiene ningún interés en eliminar al monstruo, más bien al contrario. Lo va a utilizar de una manera sádica, haciendo que éste se transforme en algo que, cuando lo veamos, vamos a temblar de lo lindo.

Otro peón en este oscuro juego es el sheriff de la localidad, Carter, que de golpe y porrazo se ha encontrado con una masacre sin explicación. Empujado por la maliciosa recién llegada se dejará llevar por la teoría más obvia y lógica: Erica Slaugther es una asesina en serie.

Menos mal que hay un personaje que tomará cartas en el asunto, tratando de ayudar a la protagonista…

No me digáis que con esta premisa la sexta entrega de esta apasionante serie no hace que nos lancemos a su lectura como posesos, ya que sus creadores, el guionista James Tynion IV, junto al dibujante Werther Dell´Edera y el colorista español Miquel Muerto han unido sus talentos para introducirnos en un universo oscuro, violento, del que aún no sabemos muchas cosas pero que, poco a poco, se nos irán desvelando tanto en esta serie como en su spin off, La Casa Slaughter (también publicada por Planeta Cómic) y en la que la política interna, la lucha por el poder y los tejemanejes entre las diferentes casas tienen una vital importancia.

Pero no todo es sangre y lucha en estas páginas. Si por algo se caracteriza como guionista Tynion IV es por poseer una especial cualidad como escritor, y es la de crear personajes que traspasan la viñeta, con los que empatizamos, comprendemos sus problemas, sus dramas personales y traumas. Y quisiera destacar la historia de uno de ellos, Riqui, la encargada del bar La taberna del irlandés, de la que, a modo de flashback, conoceremos su apasionada historia de amor, que terminó de la peor y más dolorosa manera posible.

Y es justo en ese fragmento, extraído de la memoria del personaje, cuando Wether Dell´Edera se luce aún más y demuestra su versatilidad como dibujante. Impresionante.

Como siempre digo, lo peor de la lectura de Hay algo matando niños es llegar al final del volumen, donde nos espera un escalofriante cliffhanger, que nos atrapa, deseando, rezando, porque cuanto antes llegue a nuestras manos una nueva entrega de la que considero una de las mejores series del momento.


Malaga Hoy


domingo, 24 de marzo de 2024

Once años reinventando el cómic


La editorial mallorquina Autsaider acaba de publicar Once, una revista de cómics que le da una vuelta a este tipo de publicaciones, recogiendo la estela de lo mejor de las revistas que triunfaron en este país en los 80 y 90, lo mejor del underground y las revistas arties americanas

 Desde su aparición en 2012, Autsaider Cómics lleva agitando el panorama del cómic español en muchísimos aspectos. Empezando por la cuidadísima factura de sus publicaciones, su diseño editorial y acabados –asunto que estaba semi abandonado desde la desaparición del sello Sinsentido– y que ha contagiado a otros muchos editores para regocijo de lectores y coleccionistas. Al igual que la recuperación del underground como género y algunos de sus clásicos, género que estaba empezando a ser dejado de lado incluso por sus sellos insignia. Pues bien, en esta dinámica de trabajar terrenos abandonados y aparentemente baldíos, llega Once. Después de que prácticamente todas las editoriales de cómic en los últimos años hayan lanzado –y cerrado– su propia revista, Once aparece como el enésimo proyecto llamado al fracaso. O no. La revista presenta un aspecto inmejorable, marca de la casa. Tamaño, tintas poderosas y papel contundente. Un aspecto cuidado que potencia la puesta en valor del contenido. En sus 112 páginas reúne a todas las autoras y autores que han publicado en Autsaider, nacionales e internacionales.

Hablamos con varios de los autores insignia de la editorial sobre su participación en Once y su percepción sobre este tipo de publicaciones. Comenzamos charlando con su editor, Ata Lassalle, sobre el nacimiento y destino de esta revista.


Viendo las tendencias de este sector, donde el manga arrasa y la novela gráfica parece el único soporte válido para el cómic, digamos, adulto, ¿qué sentido tiene hacer una revista de cómics hoy en día?

Ata: Si se refiere a un “sentido” en términos de rendimiento económico, posiblemente poco. Si el sentido podemos encontrarlo en asuntos más mundanos como disfrutar del proceso, tener una excusa más para reunirnos los que participamos en ella, recuperar la historieta corta, contar lo que cada uno necesite y generar deshueve, reflexión o simplemente ampliar puntos de vista para sus lectores… en ese caso, tiene todo el sentido del mundo.

¿Once tiene futuro como revista o es un almanaque excepcional que reúne a todos los autores del sello y punto?

Es un almanaque de material inédito de los autores autsaideristas. Un artefacto estupendo para descubrir material inédito de tus autores favoritos o encontrarte con otros dibujantes que no tenías en el radar.

Y respecto al futuro de Once, pues no sé si tiene, la verdad. Lo que sí tiene es presente. Ahora mismo tenemos un tebeo disfrutable y sustancioso que está ya en todas las tiendas de cómic del país y que si, en unos meses, en vez de estar en las estanterías de las tiendas está en las estanterías de las casas, muy posiblemente nos sentiremos impelidos a hacer otro número. No hay ningún plan al respecto. Que guste y que se lea, y si es así, haremos más. Nunca hemos planificado nada. Vamos mucho con la inercia. No somos un ejemplo en casi nada y supongo que en términos de organización, menos todavía.




¿Qué interés especial tiene la revista de cómic como formato? ¿y esta en particular?

Para quienes crecimos en los 80’s y 90’s, la revista es el medio natural del cómic. Historietas breves como formato ideal, encontrarte con un autor diferente cada pocas páginas tiene algo de charlar con varias personas a la vez, que cada cual te cuenta su movida, diferentes voces… igual suena cursi pero tiene cierto aire de comunidad, de estar en la calle, esa cosa colectiva… y tienen una potencia evocadora que ríete de la magdalena de Proust. Las revistas tienen mucho de eso. Y en el caso particular de Once reúne a una pléyade de autores de primer orden que por cómo es el panorama del cómic, inevitablemente, no se prodigan mucho en este tipo de colaboraciones.

He leído que el nombre de Once viene de que la revista festeja la celebración del undécimo aniversario de la editorial, aunque en realidad el plan era haberla publicado un año antes, para los diez años… ¿Iba a llamarse “10” en ese caso?

No tuvo nombre a priori, la idea era, como dices, haberla publicado para celebrar los diez años de la editorial. Queríamos tirar la casa por la ventana y hacer todo lo que nos apetecía pero parecía injustificable en términos prácticos: festivales, exposiciones, una revista… No nos creíamos haber alcanzado semejante longevidad casi por accidente. Así que pusimos en marcha un montón de esas celebraciones con mogollón de autores, bands en directo… todo eso se hizo en varias ciudades, una pasada, pero tanto sarao se comió tiempo, neuronas y energía y nos obligó a posponer la revista para el año siguiente. Ha estado bien para tomar consciencia de que hay que celebrarlo todo, no parar de festejar la posibilidad de seguir haciendo, más o menos, lo que nos da la gana.

Recabamos la opinión de varios dibujantes sobre su trabajo en Once. Adrián Bago, una de las voces más personales del cómic del momento, participa con dos historias en la revista, articuladas alrededor del fracaso, las penurias del oficio de dibujante y la parodia del sello editorial.

Adrián, en una de las historietas que usted publica en Once, hay cierto cachondeo alrededor de la editorial. ¿Cuánto tiene de realidad?

Adrián Bago: Pues tristemente tiene poco que ver con la realidad. El team Autsaider (hasta los que son ficticios, como la secretaria buenorra) es todo amor. La verdad es que, haciendo memoria, ellos son bastante más detallistas conmigo que yo con ellos. Ata me da siempre lo último que saca la editorial, Molina me regaló el Desintegration de los Cure en vinilo, y Edu ya en sí mismo es achuchable. Yo sólo les doy quebraderos de cabeza, bajas ventas y fallos en la edición.

En formato breve, al igual que en las otras obras publicadas con Autsaider –o en esta misma entrevista– usted insiste en fustigarse. ¿Nos contará en algún momento una historia de éxito?

Adrián Bago: Es que las historias de éxito las tengo ya apalabradas con Planeta. Es broooma. No sé, me siento más un escribano de la realidad que me rodea más que un mixtificador, y la verdad es que el mundo y el tiempo que nos ha tocado tampoco es para echar cohetes.

Don Rogelio J es músico, dibujante, activista, tatuador autor de Desde Abajo y Tierra Muerta, además del disco-cómic Tumba Swing, con el sello Autsaider Cómics.  Creador y colaborador de innumerables fanzines, en su obra es habitual encontrar reivindicaciones de la cultura alternativa y los soportes físicos.

Tanto en sus obras publicadas anteriormente con Autsaider como en esta revista, «vaticina» una persecución de la cultura alternativa y los soportes físicos. ¿Cree que vamos hacia allá?

Don Rogelio J: Realmente no, lo utilizo como  metáfora para hablar de la censura contemporánea a la que estamos sometidos los creadores a día de hoy. Los soportes físicos no han de ser perseguidos porque no suponen un peligro real. El sistema capitalista es mucho más inteligente que eso. No necesita prohibir, simplemente te oculta y hace que no existas. Lo que yo propongo es una utopía dentro de la distopía por simplificarlo de alguna manera. Sí que pienso que los soportes donde hay menos intervención son más libres. Al principio, nos vendieron la moto con que lo digital era más libre, menos interventores, más barato… pero ahora nos damos cuenta de que es todo lo contrario. Cada vez has de estar dedicándole más tiempo para ser visible, dispositivos que se quedan obsoletos aunque funcionen perfectamente, funcionar a través de aplicaciones que cambian constantemente de paradigmas y demás…

No todo es negativo, pero desde luego no es como pensábamos que iba a ser, y ha generado una brecha antes inimaginable entre realidad y una ficción perversa compuesta a través de los valores más extremamente capitalistas.



¿Qué podemos hacer para resistirnos a esa tendencia?

DRJ: Realmente creo en la resistencia. Soy de los románticos que aun piensa que si puedes llegar a una persona y cambiarla o afectarle positivamente con tu trabajo pues ya es un éxito. Estamos tan acostumbrados a cifras locas que ahora hacer mil cómics o discos y venderlos parece un fracaso absoluto. Me gustan los libros en papel y la música en soportes físicos. Esa es mi pequeña lucha para desconectarme de las pantallas al menos en ese aspecto de ocio cultural, y creo que como yo hay bastante gente que le gusta disfrutar así de la lectura. No es una cuestión de nostalgia, sino de una experiencia totalmente diferente a hacerlo a través de la pantalla del móvil con la que estás haciendo todo todo el rato (trabajo, compras, burocracia…) Salir de ahí y disfrutar tocando un trozo de papel con una historia o un plástico con una canción me parece mágico y no creo que desaparezca.

¿Podríamos decir que, de alguna manera, el papel es más libre que los formatos digitales on line?

DRJ: Pienso que sí. Más libre, menos directo y superficial… pero más que nada porque se ha convertido en un espacio en los márgenes al que muy poca gente hace caso y eso siempre genera espacios de más libertad. ¿Publicar en un fanzine es más libre que en una gran editorial?, a priori sí, claro, por eso siguen existiendo los fanzines y por eso autores que publican en editoriales siguen publicando sus pequeñas autopublicaciones.

Recabamos también la opinión de Furillo, habitual del TMEO y otro de los autores insignia de Autsaider, posiblemente uno de los más prolíficos con cinco títulos publicados con la editorial mallorquina.

Usted, como autor que suele prodigarse en formatos breves, entiendo que será un firme defensor de la revista de cómic.

Furillo: Pues ha dado usted en el clavo. Yo creo que la esencia de la historieta es la brevedad. Se llama  «Historieta» y no «historia» o  «historión», y yo creo que es por eso. Me gusta el formato breve porque soy muy de gag. Es un placer inmediato y además cuesta menos de hacer. Además, lo poco gusta y lo mucho cansa. La brevedad, en ocasiones, es además una muestra de respeto al lector. ¿Porqué contar algo en cien páginas que podrías contar en ocho?. Pregúntenles a editores sin escrúpulos y autores inanes. Muchas veces es en el formato aparentemente serio del novelón gráfico, del volumen con lomo, con una profusión de escenas inacabables donde, a menudo, hay menos bocadillos que en una heladería, es en ese formato granítico, donde se agazapa la falta de discurso real, la falta de una auténtica historia. En fin, por otro lado, como todo en la vida, es cuestión de gustos, pero es curioso que en una sociedad como la actual tan dada a la inmediatez y al video corto tiktokero se haya apostado, en el mundo del tebeo, por el formato plúmbeo y obeso de la novela gráfica, renunciado al goce atlético de la revista de historietas cortas, variadas, de lectura rápida, auto conclusivas o no… ¿qué importa como ha empezado la historia o como acabará? no hay nada tan parecido a la vida como leer una historia de esa manera…  Pero claro, ahora la gente ya no lee, anda agilipollada con Youtube, y todo eso… ¿Se ha ahuyentado en el fondo, al lector tradicional de tebeos, un lector gozoso y ocioso,  con el formato libro? ¿Ha vendido su alma festiva y juvenil, el mundo del tebeo, al boato editorial, al estatus intelectual y a la esfera de actividad premiable por la administración? Yo sostengo que sí.

Pero todo eso es posterior a la desaparición de todas las revistas de cómic adulto. ¿por qué cree que se extinguieron? ¿Cree que es posible cierto resurgir de este tipo de publicación?

Furillo: Pues supongo que desaparecieron, principalmente,  porque no eran rentables. No sé muy bien porqué la gente dejó de comprarlas, será algo generacional. La generación que las consumía dejó de hacerlo y no tuvo relevo, la nueva generación se enchufó a internet, supongo. Las editoriales vieron que era más rentable el formato de novela gráfica. Queda mejor en las estanterías y transmite un aire de seriedad intelectual aceptado por el statu quo, ya he hablado de eso. Los japoneses también tienen culpa, pienso, por la avalancha de su producción estajanovista de tebeos con lomillo. La desaparición de los kioscos también ha hecho daño porque eran escaparates para el lector ocasional.  Yo creo que existe una posibilidad de resurgimiento.Revistas hechas por gente que no espere forrarse con este negocio, claro. Pero yo creo que la gente no compra revistas de tebeos principalmente porque no las hay y porque no las ve. Al gobierno no le interesa.


Diario 16+


viernes, 22 de marzo de 2024

El manga español convence en Japón

El segundo y tercer premio a Ana Oncina y Ana C. Sanchez en el festival internacional del género confirman la sólida presencia de autores hispanos

Gonzalo Robledo

Desde su primera edición, una veintena de dibujantes y guionistas españoles han sido galardonados en el Premio Internacional Manga de Japón por obras publicadas en español o como miembros de equipos internacionales en otros idiomas. Este año, Ana Oncina (Elda, Alicante, 35 años) recibió el premio de Plata por Just Friends (Planeta), una obra del género yuri, historias centradas en relaciones amistosas o románticas entre mujeres.

La historia de amor adolescente entre dos chicas que se conocen en un campamento de verano está contada con una estética manga de línea pulcra en blanco y negro (de derecha a izquierda) y secuencias salpicadas de onomatopeyas. Una importante influencia nipona reconocida por la autora es la de Taiyo Matsumoto, innovador mangaka (como se conoce a los autores de tebeos japoneses) capaz de fusionar elementos estilísticos del manga con una narrativa que algunos críticos consideran muy cercana al cómic francés. Al entregarle el premio en Tokio, el 5 de marzo, la presidenta del jurado, la mangaka Machiko Satonaka, destacó el ritmo sosegado de la narrativa de Oncina, la felicitó por resistir la tentación de ganarse al lector con escenas dramáticas y la animó a seguir "defendiendo el tono contenido" de sus relatos.

Portada Just Friends.

Además, Ana C. Sánchez obtuvo el Bronce por Limbo, un relato de aventuras y batallas que se nutre de subgéneros como el shonen, historias de acción para adolescentes, y el isekai, fantasía en mundos paralelos o sobrenaturales. La obra, protagonizada por una chica que aprovecha su capacidad para comunicarse con los espíritus para ganar dinero, se publica en serie, también por Planeta, y en el salón número 29 del Manga Barcelona obtuvo el premio al Mejor Manga Español.

El certamen japonés no exige un estilo en particular y admite historias gráficas con más de 16 páginas y producidas por autores no japoneses en los tres años anteriores a su inscripción. "Como el premio lo concede Japón, lo llamamos manga, pero somos conscientes de las influencias mutuas entre manga, cómic americano o bande dessinée (cómic francés)", afirma Ritsuko Suzuki, directora de Relaciones Públicas oara Asuntos Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, la institución organizadora.

Suzuki atribuye la presencia española en 14 de las 16 ediciones al nacimiento en España de un ecosistema similar al de Taiwán o Corea del Sur, donde el manga es una industria que genera ilustradores profesionales que pueden vivir de su trabajo. El premio japonés, en el que este año participaron 587 obras de todo el mundo, contribuye a su vez a reafirmar el manga español, cuya producción aumenta apoyada por el amplio mercado de habla hispana.

Existen además desde hace años artistas españoles que trabajan con editoriales japoneses, como José María Ken Niimura, madrileño de padre japonés y residente en Tokio, que en 2011 ganó el único Oro español del premio japonés con Soy una matagigantes, basada en un guión del norteamericano Joe Kelly. Además de las historias de Kenny Ruiz, dibujante nacido en alicante que crea aventuras con los personajes de Osamu Tezuka (1928-1989), considerado el "padre del manga", muchos lectores japoneses leen cada semana las aventuras de Matagi Gunner, un viejo cazador aficionado a los videojuegos dibujado por el artista barcelonés Juan Albarrán y que publica la editorial Kodansha en su revista Morning.

Albarrán explica que producir manga en Japón implica adoptar un estilo gráfico específico, narrar con la estructura oriental de cuatro actos y, casi siempre, sin conflicto, y exige también un número ingente de horas. En su caso, su horario laboral puede extenderse de seis de la mañana a once de la noche.


El Pais. Cultura. Viernes 22 de marzo de 2024


Viñetas con las emociones a flor de piel

El dibujante catalán Jordi Lafebre, celebrado por su primera novela gráfica, "Carta blanca", publica "Soy su silencio", un "thriller" donde aborda la salud mental y la violencia machista.

Tommaso Koch

Madrid

Viñetas de Soy su silencio.

Jordi Lafebre, el viernes en Madrid. Mario Bermudo

De pequeño, Jordi Lafebre garabateaba en el suelo de su casa en Barcelona. Hoy, con 45 años, recibe mensajes incluso en turco que le felicitan por sus cómics. O eso espera él: como no entiende el idioma, confía en los emoticonos con corazones al lado de los textos. En realidad, la obra del catalán está traducida a más lenguas que él no controla. Ni falta le hace: sus historias parecen hablarle a cualquiera. "Me esfuerzo por hacer libros universales, sin olvidar mis raices. No intento dar lecciones. Sencillamente, escribo y diseño cosas que he visto o sé que existen", resume él. Un amor capaz de derrotar al tiempo, en Carta blanca, su celebrado debut en solitario. Ahora, en Soy su silencio (Norma), una mezcla de thriller, violencia machista y salud mental, todo bañado en cava. Y empapado de humanidad, humor y esperanza, sellos habituales del autor, Lafebre recuerda que sus padres siempre sostuvieron la pasión del hiperactivo hijo. El niño que pintaba pavimentos para relajarse se ha hecho mayor. Ahora esboza sonrisas en la cara de cientos de desconocidos. 

"Llevo toda la vida dibujando", sonríe él. Tanto que su destino profesional se decidió casi solo. Cuando, de adolescente, anunció que quería ser artista, en la familia ya lo daban por hecho. Ninguna sorpresa, solo apoyo. Algo más se asombraron sus primeros empleadores: llamó a una revista insistiendo para que la ficharan. Al otro lado del teléfono, no imaginaban que se les plantaría en la Redacción un muchacho de 20 años. Su talento y sus ganas le abrieron las puertas. Eso sí, tocó unas cuantas antes: "Hice de todo. Encargos pequeños, de una semana, cosas de publicidad, eróticas, para eventos de cualquier tipo, animación. Pero tenía claro que quería escribir libros".

Primero, en compañía. Aunque en sus cómics con el guionista Zidrou (Los buenos veranos, Lydie) se iba gestando lo que vendría después: el lanzamiento en Francia, antes de llegar a España; un dibujo cálido y dinámico, con un lejano aroma a Disney; la reivindicación de la conmoción y la ternura; temas cotidianos, íntimos y precisamente por ello, trascendentales. "Me interesa el alma humana. Creo que se pueden tratar las cosas con ligereza respetando a la vez que son asuntos importantes", defiende él. En sus obras, Lafebre se atreve a caminar por la cuerda floja de las emociones. Basta un paso en falso para caer en lo azucarado, o lo melodramático. Habrá, de hecho, quien le acuse de ello. Sin embargo, miles de lectores adoraron Carta blanca porque se mantenía justo en la línea ideal: sin excesos, pero siempre a flor de piel.

"En los libros que llevo escritos hay preguntas sinceras que me hago, sin tener claras las respuestas. Me gusta pensar que lo mismo le sucede al lector. Hay cierto miedo a abordar temas emocionales, el cinismo y la desesperanza son herramientas que usamos mucho para protegernos. Creo que existe una forma de ser optimista sin ser lacrimógeno", apunta. Así que, en Soy su silencio, vuelve a intentarlo.

También juega de nuevo con los tiempos de la narración, como en Carta blanca. Aunque ahora, en sus segunda novela gráfica, el creador pone encima de la mesa unas cuantas cartas más: su protagonista, Eva, una psiquiatra tan inestable como arrolladora; la trama policíaca; el amplio universo de personajes secundarios; pero, sobre todo, las nuevas viñetas de Lafebre tocan argumentos como el legado, la globalización, el feminismo, la violencia machista o la salud mental.

"Tenía la idea de un thriller en Barcelona, pero me faltaban piezas. Un libro necesita una arquitectura, puntos de apoyo. Los encontré cuando me centré en la salud mental. Me parece un tema necesario, del que se habla más ahora, pero no lo suficiente. A veces un autor tiene una frustración por intentar arreglar algo que genera una energía muy bonita", apunta el artista. En la charla, Lafebre alude a vivencias personales que no quiere profundizar; aunque también dice que recurrió a una amplia documentación, que se intuye en alguna referencia; además, se reunió con psiquiatras y con pacientes con trastorno bipolar.

Argumentos complejos

Cabe, aún así, plantearse si 112 páginas dan para afrontar tantos argumentos complejos. "Reivindico el libro accesible para cualquiera. Hay obras mucho más complejas, y evidentemente les tengo un respeto brutal. Pero me interesa mucho el equilibrio entre ambos aspectos. No soy ensayistas, ni filósofo. Me gusta hacer cómics que puedan llegar a todos e inviten al lector a la reflexión", responde Lafebre. Agrega, "sin ningún complejo", que el tebeo es también una evasión. Aunque espera que, al regreso, el viaje deje huellas.

De sus futuros periplos, tiene claro lo que quiere decir: "Nada". Al parecer, hay dos guiones en marcha. Pero Lafebre cree que ahí está el aspecto tal vez más dificil de su oficio: "No hago algo para repetirme, no intento rellenar nada sino construir una carrera como autor. Tengo la sincera sensación de que cada libro es una oportunidad para hablarle a la gente. Antes de subir al micrófono, debes reflexionar muy bien sobre a qué vas a dedicar esos cinco minutos, si vas a estar a la altura de las sofisticación del tema, si tienes el tono adecuado... Es muy exigente".

Más, quizás, desde que ha ganado cierta fama en el cómic. Hay lectores que ya se esperan algo de Lafebre. Frente a ello, él abandera el trabajo cotidiano. "Un libro te desnuda, te enseña quién eres. Son muchos días seguidos. A veces estás más fluido y otras se trata de ponerse el mono de trabajo y seguir. Hay momentos en que no sabes si irá a buen puerto. Con mi amigo (dibujante Javi Rey, siempre decimos: "Hay que confiar en el Jordi del pasado, que decidió hacer este cómic. Y en el del futuro, que va a sacarlo adelante". Sin olvidar, nunca, al minúsculo Jordi que pintaba en el suelo.


El Pais. Cultura. Miércoles 20 de marzo de 2024


jueves, 21 de marzo de 2024

Nacerá un creyente

El autor de cómics Patrick McDonnell regresa a uno de los momentos más importantes de su vida, esa infancia en la que descubrió un maravilloso universo


JOSÉ LUIS VIDAL

21 Marzo, 2024 

Si hay un sentido que nadie debería perder y que, por desgracia, solemos dejar en el camino cuando la madurez nos alcanza, es el de la maravilla. Poder ver, disfrutar de cosas, momentos, con ojos nuevos, limpios.



El viaje del superhéroe

Autor: Patrick McDonnell

Tapa dura

Color

112 págs.

30 euros

Panini Cómics


No sé a vosotros, pero el que aquí suscribe recuerda uno en especial, que le transporta a aquella casa, la de su tía abuela y sus primos, donde acudía de visita muy a menudo. Un día, sentado y aburrido en un sofá, alzó la vista hacia la parte superior del mueble del salón y allí vio algo que le llamó poderosamente la atención. Eran unos tomos de pequeño formato, y en sus lomos leyó unos nombres que hasta entonces no había conocido. El Hombre Araña, Los Cuatro Fantásticos, La Masa, El Hombre de Hierro… Y así un puñado más.

Por desgracia, su corta estatura y la altura a la que se encontraban esos tomos, los hacía inalcanzables, por lo que cuando llegó su primo mayor le preguntó si podría dejarle ver uno de ellos, hecho éste que, por la expresión del joven, no le hizo demasiada gracia ya que, como sabría mucho más tarde, guardaba aquella colección de cómics como oro en paño.

Pero sí, al final, después de varias visitas y ruegos más, con la seguridad de que no los estropearía, el joven cedió y, de manera casual, cogió uno de aquellos volúmenes y se lo entregó al chavalín que, incrustado entre los cojines del sofá, abrió los ojos como nunca lo había hecho hasta entonces, y se dispuso a sumergirse en aquellas páginas en blanco y negro, desconociendo que la mayoría de las viñetas estaban remontadas, pero disfrutando de una experiencia que, sin él saberlo aún, le marcaría de por vida.

Sí, yo soy ese chaval, y el tiempo ha pasado, pero aún me emociona recordar mi primer contacto con los comics de la editorial Marvel.

Pero claro, obviamente, no soy el único al que le ha pasado esto. Y este libro, creado por el famoso autor de las tiras cómicas de Mutts, Patrick McDonnell, viene a demostrar el (positivo) shock que supuso para miles de niños, en este caso estadounidenses, la existencia y descubrimiento de este universo único, en el que sus héroes se conocían y en muchas ocasiones compartían aventuras juntos, los llamados team ups.

El maravilloso momento que supone mirar una página de unos genios de las viñetas como Jack Kirby, o Steve Ditko, te marca a fuego, y McDonnell les hace un sentido homenaje utilizando aquellas viñetas, convirtiéndose en un narrador más en las peripecias de esos personajes, que de pronto, sin poder controlarlo, ven como el mundo se viene abajo, poseído por una violencia que los hace enfrentarse entre ellos.

Tan solo Reed Richards, Mister Fantástico, será el testigo que algo extraordinario, único. Y es que una entidad que nunca interactúa con los humanos le servirá de guía en ese camino hacia el descubrimiento, en el que deberá hallar una solución al tremendo conflicto que le rodea.

McDonnell, con un estilo de dibujo que rememora a aquellos primeros y juveniles intentos de llevar a las páginas las aventuras de sus héroes preferidos, nos transmite una lección de vida, y no lo hace solamente en lo gráfico, ya que intercala frases que sirven como guía filosófica, tanto para el lector como el protagonista de este cómic.

Un regreso a la básico, a lo inocente, sin que por ello pierda peso ni importancia, en un trayecto nostálgico que seguro que tocará la fibra de muchos de vosotros.

A mí me ha pasado.


Malaga Hoy


miércoles, 20 de marzo de 2024

Cómo vestir para visitar a Drácula

Vestidos para la aventura 


Jacinto Antón

Cuando el espejo no devuelve la imagen de uno, las decisiones de peluquería se vuelven más audaces.

Vestirse para visitar a Drácula exige una serie de normas de etiqueta -al fin y al cabo él es, era o sigue siendo un aristocrático voivoda valaco- y también algún sistema de seguridad. En ese sentido debes de parecer algún sistema de seguridad. En ese sentido debes tratar de parecer poco apetitoso (es buena idea fingir falta de lozanía o anemia), exhibir un crucifijo y desplegar otras medidas apotropaicas como una ristra de ajos en torno al cuello o una camiseta estampada con rosas silvestres (jamás con la frase "la sangre es la vida"). Un collarín bajo pretexto de lesión cervical  (y esto es idea mía) puede contribuir a desconcertar al anfitrión y aumentará nuestra tranquilidad. Intentaremos portar una indumentaria seria, de sobrio pasante de abogado, estilo Jonathan Harker, y nunca es demasiado moderna (la longevidad de los vampiros les predispone a valorar la ropa clásica y ser inmunes a las modas). Recomiendo fervientemente usar para dormir en el castillo del conde esquijama: eso descorazonará a las novias de Drácula. Aunque, si una vez las ves no te parecen tan mal, sobre todo la que es igualita a Monica Bellucci, ahí cada uno.

Por nuestra parte, nunca le afearemos a Drácula vestir raro o mal, ni le diremos que en la película de Coppola parecía la fallera mayor de Transilvania. Hay que recordar que el pobre no se puede ver en el espejo.

Todo esto puede parecer una estupidez, pero viene a cuento de que no hace mucho estuve en un festival consagrado a Bram Stoker, el padre del conde, y tuve que pensar en qué ponerme. Más aún porque a la cita en Dublín, acudían grandes expertos en vampiros, entre ellos el sobrino bisnieto del escritor, Dacre Stoker, que es uno de los que gestionan el legado de su antepasado, además de haber escrito una secuela tan pasada de sexo, El no muerto (desde luego), que en comparación las lúbricas pelis de vampiras de la Hammer con Pippa Steel o Yutte Steengard parecen de Walt Disney. Le conocía de haberle entrevistado por teléfono e hicimos migas enseguida, pero su vestuario me decepcionó: llevaba camisa hawaiana. En cambio, una autora rumana de pastiches vampíricos con la que trabé amistad (sin llegar a usar esquijama) vestía tan gótica que parecía la abadía de Carfax. Otro colega era un tipo enjuto con uñas de Nosferatu que se hacía llamar solo Polidori. Lo pasamos muy bien y yo, de negro, con una gabardina semejante a una capa, triunfé con mi imitación de Bela Lugosi: "This rememberrrs me the old parrraments of my own castle in Trrransilvenia".

En todo caso la relación más inesperada de los vampiros con la ropa tiene que ver con los calcetines (véase The Vampire Enclycopedia, de Matthew Bunson, 1993, entrada "socks") Según una tradición de los gitanos del este de Europa, quitarle un calcetín a un vampiro es una forma de destruirlo. El método es el siguiente: hay que encontrar un vampiro en su tumba, quitarle un calcetín y llenárselo de piedras o tierra de la sepultura. Se lleva a continuación el calcetín lejos y se arroja a una corriente de agua, donde se ahoga. El método no está homologado por Van Helsing y parecerá muy tonto, pero te ahorras la parte de la estaca y la decapitación. Cuando piensas lo que nos exaspera perder los calcetines en la lavadora te das cuenta de cuánto tenemos todos de vampiros. Y ahí queda la televisión.


Revista ICON nº 177. Marzo 2024



El conde Almásy revive en Madrid

 El faro del fin del mundo / Jacinto Antón

El explorador húngaro Lászlo Almásy, alrededor de 1931. Ullstein Bild (Getty)

El conde Almásy ha vuelto. Con todo intacto: su amor por el desierto, sus gafas de vuelo y su inextinguible anhelo de encontrar el oasis de Zerzura. Ha reaparecido almásy en el Ateneo de Madrid y en muy buena compañía. Como parte de un programa de conferencias dedicado a exploradores y aventureros del siglo XX que comparten ser una obsesión rayana en lo patológico para los conferenciantes que los han traído. Tienen en común también los cuatro personajes del ciclo no aparecer ninguno -injustificablemente en mi opinión- en el por otra parte estupendo Dictionnaire amoureux des explorateurs de Michel Le Bris (Plon, 2010), en el que, en cambio, tienen entradas, aparte de una gran cantidad de franceses, Flash Gordon, Jungle Jim, y Blake y Mortimer. Digo yo que merecerían más estar los que nos ocupan: Leo Frobenius, John Pendlebury, Byron Khun de Prorok y no hablemos ya de Almásy, el único de los cuatro que no tiene peli. A Frobenius, el Lawrence de Arabia alemán, nos lo trajo al Ateneo Rocío Da Riva; a Pendlebury, que unió a excavar en Tell el Amarna y Cnossos organizar la guerrilla cretense contra los nazis, Ángel Carlos Aguayo; y a Khun de Prorok, que excavó en Cartago y buscó las minas del rey Salomón, Jorge García Sánchez. A Almásy, claro, lo llevé yo.

O quizá debería decir lo encarné yo, dado el grado de identificación que tengo con el personaje y que supera largamente en malsana intensidad todo lo que pudieran echarle en los suyos mis compañeros de ciclo. Tanto que pude exclamarme a mitad de mi charla en un arrebato de entusiasmo "Almásy cést moi!". En mi charla, a la que acudí cargando con buena parte de mi bibliografía almasyana, incluido un librito sustraído de la biblioteca del castillo de su familia, traté de trazar el perfil de aventurero real que inspiró la novela de Michael Ondaatje El paciente inglés y la película consiguiente. Marcando las diferencias entre, por un lado, el enjuto Lászlo Ede Almásy de verdad, húsar y aviador en la Gran Guerra, piloto de pruebas de coches, audaz explorador del desierto líbico puesto luego al servicio de Rommel durante la Segunda Guerra Mundial, Cruz de Hierro de primera clase, y homosexual. Y por otro lado el atormentado (y abrasado) conde Ladislaus de Almásy novelesco y cinematográfico, el arrebatador aventurero con los rasgos en pantalla de Ralph Fiennes, enamorado de la mujer de otro; efectivamente: Katharine (Kristin Scott Thomas). Ay, Katherine. "Sus dedos rascaban la arena en mi cabello".

Pero mientras iba hablando, se me mezclaban los Almásys. El de verdad, el literario, el de celuloide de Minghella y yo mismo, que llevo tantos años tras ellos que me he fundido con los tres y hasta creo que podría pilotar un aeroplano y seguir el rastro en el Gilf Kebir. Por no hablar de tener una cita en la Cueva de los Nadadores del wadi Sora o en aquel cuarto de El Cairo para recorrer con los labios el Bósforo de Almásy. Expliqué entonces la historia de mi deslumbramiento. Que empezó al leer la novela en 1995, y que se tornó incandescencia al ver la peli en 1996. En el camino, he ido descubriendo retazos de la vida del Almásy verdadero. Y vivo mi almasianismo como un culto, una devoción y un sacerdocio ¡Hasta escribí el prologo de la edición en catalán de El paciente inglés! ("Del amor y otros desiertos"). La verdad, pensaba que lo tenía superado. Pero ha sido volver a ponerme las antiparras y el gorro de vuelo (en sentido figurado y literal), para el bolo en el Ateneo, y oye, volver a dar vueltas sobre el Mar de Arena escudriñando fogonazos entre las dunas anaranjadas. Me temo que es algo crónico.

Tras dos horas largas de hablar en un estado de intoxicación romántica, caí en la cuenta de que tenía público. Fue como salir de un sueño o una caminata por el desierto sin sombrero. Al menos la gente estaba con los ojos muy abiertos. Cené algo con Pendlebury y Khun de Prorok y me marché a las tantas sin un destino fijo (ya era muy tarde para el Ave y me había olvidado de reservar un hotel). La noche en Madrid era oscura, ancha y solitaria. Pero yo lo único que deseaba era caminar por una tierra sin mapas. Y paladear mi reencontrada pasión. "Morimos con un rico bagaje de amantes y tribus, sabores que hemos gustado, cuerpos en los que nos hemos zambullido y que hemos recorrido a nado como si fueran ríos de sabiduría, personajes a los que hemos ocultado como cuevas", recité. Y añadí en una invocación final mientras me tragaba la noche como la arena al ejército fantasma de Cambises: "Deseo que todo esto esté inscrito en mi cuerpo cuando muera".


El Pais. Cultura. Sábado 2 de marzo de 2024


martes, 19 de marzo de 2024

Homenajes a Toriyama (Via Catsuka)

 


Catsuka es una página genial. El homenaje espontáneo, brutal, inmenso sobre la figura de Akira Toriyama. 
Aparte del video, hay una página de tributo a Toriyama: catsuka.com/toriyama_tributes contiene publicaciones originales de los artistas, de Instagram, Twitter, Youtube, Tumblr... (así como algunas publicaciones de la red social china Weibo, poco conocida en el extranjero).


lunes, 18 de marzo de 2024

La guerra aérea como nunca se ha visto

 Jacinto Antón


Un momento de Los amos del aire.

Enjambres de cazas alemanes atraviesan como mortíferas centellas las formaciones de bombarderos estadounidenses en un cielo surcado por las estelas de condensación y el fulgor asesino de las trazadoras. Un combate furioso, desesperado, se desarrolla allá arriba, en un campo de batalla infinito. Los B-17 caen derribados, picando hacia la eternidad o girando sobre sí mismos como gigantescas hojas de árbol incendiadas. Los pilotos de las Fortalezas Volantes tratan de mantener la formación para no convertir sus aviones en presas solitarias. Y en medio de la tormenta de destrucción, el artillero en la expuesta torreta ventral de uno de los grandes aparatos estalla en una nube de sangre al ser alcanzado.

Austin Butler y Callum Turner, en el cuarto episodio de la serie.

"Soberbia", ha dicho el británico James Holland, uno de los historiadores militares de moda, de la nueva serie bélica Los amos del aire. Desde luego, nunca se ha visto la guerra aérea, concretamente la de los bombarderos pesados estadounidenses lanzados sobre Alemania y la Europa ocupada, con el realismo y la emoción con que aparece en esta miniserie de nueve capítulos de Apple TV+, Los amos del aire está basada muy fidedignamente en el extraordinario libro de 2006 de Donald L. Miller del mismo título que acaba de publicar en castellano Desperta Ferro.

Con la misma exitosa fórmula de Hermanos de sangre (infantería paracaidista) y The Pacific (marines) y Tom Hanks y Steven Spielberg de productores, Los amos del aire resigue la campaña de una unidad estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial a lo largo de la contienda. Esta vez la historia se centra en los miembros del "sangriento 100", un sufrido Grupo de Bombardeo de la famosa 8º Fuerza Aérea de EE UU que volaban, desde sus bases en la campiña inglesa, las célebres Fortalezas Volantes, los impresionantes bombarderos cuatrimotores Boing B-17 preñados de devastación, con los que se pretendía doblegar a la Alemania nazi.

Presenciamos a lo largo de la serie, con el corazón en un puño, asombrados de lo que es capaz de sufrir (e infligir) el ser humano en guerra, escenas sensacionales y escalofriantes. Como la de los Messerschmitts Bf 109 atacando a los bombarderos de frente y rociándolos de balas que abren grandes boquetes en la cabina, en el fuselaje y en la carne de los aviadores. O la de las letales nubecillas negras de la Flack (la defensa antiaérea alemana) sembrando el cielo, agitando los aparatos con sus explosiones como una mano gigante (ríete tú de las turbulencias) y reventando literalmente los aviones y a sus tripulaciones. En un momento, desde un B-17 ven cómo cae una lluvia de restos de otros bombarderos desintegrados, incluido un cuerpo que va a dar contra el ala. Otras escenas impactantes son la del tripulante enganchado en la compuerta de bombas al tratar de saltar en paracaídas, o la del aviador que, al regreso de una misión, mientras los sanitarios extraen a sus compañeros destrozados, sintetiza todo lo que ha pasado cayendo de rodillas en la pista de aterrizaje y vomitando compulsivamente.

La serie muestra muy bien el contraste entre los poderosos bombarderos, maravillas de la tecnología aeronáutica de la época que despegan en impresionantes falanges, y la forma en que son destruidos. Como resumió un piloto al tratar de asimilar la visión de diez hombres y tres toneladas de metal reducidos a una nube de humo negro, "parece imposible que algo tan grande pueda desaparecer tan rápido". En la escena de un aterrizaje forzoso de un B-17 acribillado, con dos motores inutilizados y sin ruedas, varios tripulantes muertos o malheridos, es imposible no estremecerse cuando el piloto suelta la tan familiar (en otro contexto) frase: "Crew, prepare for landing".

La mayoría de esas escenas provienen del libro, y de los testimonios reales recogidos por Miller. Lo más increíble de la serie es que de verdad fue así. Y que esos jóvenes procedentes de las cuatro esquinas de EE UU y salidos de todas las clases sociales fueran capaces de, tras sobrevivir a misiones sangrientas y aterradoras, volver a encaramarse en sus aviones al día siguiente en vez de salir corriendo. Murieron 26.000 aviadores de la 8º Fuerza Aérea, más bajas mortales que el Cuerpo de Marines. Los amos del aire muestra fehacientemente que si hubo algo peor que servir en submarinos fue hacerlo en los bombarderos, que sumaban el vértigo a la claustrofobia (¡qué espanto el constreñido interior de los B-17!) y a la pesadilla de combatir en un medio hostil. La falta de oxígeno y el frío fueron -y la serie lo muestra muy bien-, junto con las condiciones atmosféricas, dos de los peligros mortales que sufrieron los aviadores. En un capítulo se ve cómo a un ametrallador que trata de desatascar su arma quitándose los guantes se le quedan las manos pegadas al metal y se desgarra la piel.

Guapos "Bomber Boys"

La peripecia del colectivo se representa especialmente -como en el libro de Miller- a través de un conjunto de personajes reales, aquí interpretados por actores; a la cabeza, los mayores Gale Buck Cleven (Austin Butler) y John Buck Egan (Callum Turner). La acreditada fórmula de contar una historia desde dentro de una unidad de combate y recalcando la dimensión humana de sus integrantes vuelve a funcionar en Los amos del aire (sufrimos inevitablemente por esos jóvenes que lo pasan realmente mal en sus aviones), todo y la dificultad de despertar afinidad e identificación, precisamente ahora, con militares que siembran el caos y la destrucción y arrasan ciudades matando con sus bombas a población civil.

Y es que si hay algún arma con la que cuesta empatizar es con los bombarderos. El debate sobre la destrucción atroz que provocó el bombardeo estratégico desde gran altura estadounidense en la Segunda Guerra Mundial aparece en el libro de Miller y en la serie, en la que algunos aviadores se cuestionan la matanza de población civil. En todo caso, tanto la serie como el libro optan por la tranquilizadora tesis de que ese sufrimiento fue necesario para acabar con los nazis. Otro tema complejo que mencionan libro y serie es el del racismo: los democráticos EE UU permitieron que algunos negros volaran en cazas pero de ninguna manera en los bombarderos.

A destacar de la serie la exactitud técnica y operativa (las misiones que se cuentan son auténticas) y un diseño de producción que cuida minuciosamente todo, desde los aviones hasta el más pequeño elemento de época. También los muchísimos buenos detalles históricos. Entre ellos, el secretismo con las miras Norden, el instrumento decisivo de los bombarderos estadounidenses. La serie plasma muy acertadamente, en tramas paralelas, cómo funcionaban las redes de evasión para pilotos derribados y la vida de los aviadores capturados e internados en campos de concentración. 

Entre las pegas, el acentuado -y a veces excesivo- sentido épico de la narración, y cierto esteticismo (es dudoso que los bomber boys fueron todos tan guapos y posaran bien). Dos cosas que desde luego contribuyen a hacer de Los amos del aire un grandísimo espectáculo, pero que casan poco con la realidad última de cómo dejaban los bombarderos el mundo allá abajo a su paso.


El Pais. Cultura. 27 de enero de 2024



Studio La Cachette: 10 años de Kairos (y créditos de Annecy)




KAIROS Trailer from Studio La Cachette on Vimeo.

Hace apenas 10 años, se publicó en la red Kairos un tráiler animado de un cómic del mismo título (de Ulysse Malassagne), destacando así a un estudio de animación muy joven, La Cachette, que firmó allí su primera producción.

Una fecha de aniversario recordada por Oussama Bouacheria (en Instagram), cofundador del estudio con Ulysse y Julien Chheng.

10 años después, habrán conseguido grandes cosas para otros (Mune, Love Death + Robots, Star Wars Visions, Primal, Unicorn Wars Eternal e incluso Catsuka ;-), y además siguen desarrollando proyectos propios, como Mehdi Avis de Pasaje, Muyi o The Black College.

Feliz cumpleaños !