Spirou por Y. Chaland
Yves Chaland
Dibbuks
Francia
Cartoné apaisado
122 págs. Color/Blanco y negro
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Cuando en 1981 el editor Alain de Kuyssche le ofreció a Yves Chaland (Lyon, 1957) la oportunidad de dibujar una aventura del botones Spirou estaba poniendo a su alcance un sueño de juventud. Chaland, que por aquel entonces comenzaba a dejar constancia de su enorme talento en la legendaria revista Métal Hurlant, había sido un ávido lector de Spirou durante su niñez, coincidiendo con una de las etapas más memorables del personaje, cuando el titánico André Franquin se ocupaba de dibujar sus aventuras. Entre abril y septiembre de 1982, el dibujante lionés publicaría en Spirou dos tiras semanales de Corazones de acero, una aventura en la que, tras un accidentado encuentro con un misterioso robot, el botones y su amigo Fantasio emprendían un viaje al ficticio país africano de Urugondolo. Sin embargo, el sueño tuvo un mal despertar. El intento de Jean Dupuis, editor y propietario del personaje, por recuperar el control de una franquicia que atravesaba uno de los momentos más erráticos de su historia terminó con el despido de un Chaland que no terminaba de encajar en la revista. Corazones de acero se cerró con un «continuará» que sonaba sincero. Chaland nunca abandonó la idea de volver e incluso dio forma a varios proyectos con los que pretendía retomar al personaje, pero su prematura muerte en 1990 terminó por hacerlo imposible.
Yves Chaland fue un dibujante portentoso, un renovador de la línea clara francobelga que supo asimilar los aprendizajes de maestros como Hergé, Jacobs o Swarte y dotarlos de un sentido personal. Su influencia en el cómic europeo posterior es indiscutible. Además, su gusto por la acción y la aventura trepidante con un punto de humor absurdo lo vinculaba a la otra gran corriente del cómic francófono del siglo pasado, la llamada Escuela de Marcinelle de autores como Jijé, Franquin o Tillieux. Que Chaland dibujara a Spirou tenía sentido más allá de la devoción del autor por el personaje, prometía ser el punto de encuentro entre dos tradiciones que se tenían por contrapuestas.
Y en efecto, el cambio de registro gráfico que supone Corazones de acero es más que evidente. Desde su primera aparición en 1938, el aspecto de Spirou había ido evolucionando a medida que diferentes artistas se hacían cargo de sus aventuras. Jijé en los años cuarenta le había dado un aspecto espigado al que Franquin en los cincuenta y Fournier en los setenta habían añadido la vivacidad característica del estilo Marcinelle. Ya en los ochenta, Nic Broca y Janry respetaban este legado, mientras Chaland optaba por reconducirlo a sus propias claves creativas. El suyo es un Spirou en línea clara, más plano y sintético, pero no menos dinámico o expresivo. Acostumbrado a dibujar grandes planchas en las que dar rienda suelta a su desbordante talento, el francés supo adaptarse también al formato tira, mucho más restrictivo. Sus viñetas son un alarde de composición, de economía narrativa y ritmo. Su dominio del trazo, los diseños de personajes y escenarios son una delicia para los sentidos que prefigura las versiones más recientes de Spirou que han desarrollado autores próximos a su estilo como Olivier Schwartz (El botones de verde caqui) o Émile Bravo (Diario de un ingenuo).
El Spirou de Chaland podía desviarse del canon previo en las formas pero no en el espíritu. Las páginas de Corazones de acero revelan a un autor que entiende a los personajes y diseña una trama que combina misterio, aventura y humor en la mejor tradición de la cabecera. Los años transcurridos se perciben solo en los detalles, en la ingenua borrachera que se cogen Spirou y Fantasio o en el modo de representar a los africanos, que hoy nos parecería inapropiado. «¿Atuendos coloniales? ¡Por supuesto!», les dice un vendedor a los protagonistas cuando se pertrechan para viajar a África. Cincuenta años después de que Tintín visitara el Congo, Chaland supera los peligros de la mirada neocolonial con grandes dosis de ironía. Fantasio se imagina Urugondolo como una dictadura militar repleta de «salvajes e ignorantes». Spirou le corrige, en realidad se trata de un Estado democrático e hiperdesarrollado tecnológicamente. Ni ellos ni nosotros llegaremos a verlo. La historia se interrumpe cuando todavía están de camino.
Además de todas las tiras que componen Corazones de acero, el excelente Spirou por Y. Chaland que publica Dibbuks contiene un pormenorizado repaso a la trayectoria de Chaland en el que el escritor José-Louis Bocquet detalla minuciosamente los avatares que rodearon su paso por Dupuis. De entre los numerosos dibujos que completan el volumen brillan con luz propia los diseños preliminares de los sucesivos proyectos con los que el autor pretendía volver al personaje, bocetos e imágenes inacabadas que nos muestran a un Chaland todavía más refinado. Hoy puede parecernos incomprensible que si en su momento existió no una, sino varias oportunidades para que Yves Chaland desarrollara libremente una aventura protagonizada por Spirou, no se allanaran todas las dificultades hasta hacerlo posible. Los entresijos editoriales primero y la fatalidad después lo impidieron. Además de una lectura apasionante, este magnífico volumen constituye una hermosa forma de protesta.
Jot Down - Cómics Esenciales (2016)
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