sábado, 9 de mayo de 2020

LO QUE HUGO OTORGA CUANDO MALTESE CALLA por Antoine ROUX



El cómic o el arte del "doble juego": el juego de las imágenes entre sí dentro de la página y el juego de las palabras con las imágenes. Para resumir en una sola palabra este segundo aspecto, un especialista (1) ha propuesto el calificativo de verbo-icónico.

¡Definición interesante pero que puede poner los pelos de punta a los puristas!

En primer lugar a causa de ese matrimonio un tanto bárbaro entre una raíz que se ha tomado prestada del latín y otra que se ha cogido a los griegos:  ¡mejor hubiera sido pescar las dos en el mismo vivero!
Además y sobre todo porque, si se analiza detenidamente, la primera de estas raíces no conviene exactamente: pues las palabras en el cómic por muy englobadas que estén dentro de un bocadillo, no son sin embargo palabras en el aire!

"Verba volant, scripta manent", según dicen al mismo tiempo la sabiduría popular y el derecho romano: pero las palabras del cómic son palabras escritas. Dejando aparte su significado, por su número, por su grosor, por la manera misma en la que están trazadas participan en la originalidad de la serie. ¡Sin olvidar las famosas onomatopeyas!

Por lo tanto habría que decir scripto-icónico. ¡Pero que no cunda el pánico, vamos a dejar aquí estas generalidades preliminares que vienen dictadas por una molesta deformación profesional! (2).

¡Hugo Pratt tiene la palabra... o más bien el silencio!
Se podría realizar sin duda un erudito trabajo sobre el discurso de Hugo Pratt y sobre las variaciones de su retórica según los momentos y los personajes.


Incluso según la fecha en la que la historia ha sido realizada.

Se podría apostar (¡pongo mi mano en el fuego!) que hoy el maestro de Venecia desdeñaría la introducción en la segunda viñeta de este montaje (3) del comentario que en ella figura, demasiado limitativo, y que dejaría únicamente a la imagen y a sus lectores el trabajo de revelar (en el sentido casi fotográfico del término) ese odio desbordante que se menciona así como otras muchas impresiones...
  
Además no hay más que comparar estas dos imágenes, sacadas de los comienzos de la obra de Pratt, con otras más recientes como este principio de aventura en el que aparece el viejo Jeremías (4).

En los Pequeños poemas en prosa de Baudelaire hay uno que se titula "Golpeemos a los pobres": a un miserable que le pide limosna, el artista dandy le da... una paliza hasta que el desgraciado, ante los palos, se rebele y se los devuelva, volviendo así a ser de nuevo un hombre. Mutatis mutandis, aquí, en cierta manera, la misma historia nos es recontada: ¡pero para Corto Maltese una mirada y un silencio son suficientes para transformar una piltrafa en una persona!




Ese primer plano sobre el rostro de Jeremías podría, para un lector apresurado, desaparecer del montaje: la imagen que precede y la que sigue, en campo/contracampo, se cortocircuitan perfectamente, la réplica de Corto conecta directamente con el tono lastimero del viejo borracho. Pero en ese caso el lector no se entera de algo importante. Pues ese primer plano sobre el rostro fatigado es todo un momento "fuera del tiempo" en el que nosotros somos a la vez Corto contemplando al viejo y también el propio viejo, sorprendido, sin atreverse a creer que alguien le mira...

Hugo el lacónico y Corto el taciturno... Uno puede imaginarse el texto que un autor prolijo añadiría a estas otras imágenes de Pratt, una página que podría titularse: "el combate en la isla". La sobriedad es tanto más apreciable en un relato en donde cada una de las tiras tiene su originalidad para traducir la intensidad dramática:





—así, en lo que a la primera tira respecta, ese primer plano sobre la gaviota que viene a colocarse entre Corto (primera imagen) y el tirador emboscado (tercera imagen): signo precursor y respuesta burlona del destino a la orden que nuestro héroe dirige a su adversario escondido ("¡sal!");

—así, esa única viñeta que ocupa toda la segunda tira para hacernos sentir mejor el estado de tensión y de crispación de Corto: cuerpo pegado al suelo y atrapado en la viñeta, músculos tensos y mirada fija en el punto de mira, hasta ese ligero temblor de la mano apretando el arma;

—así, las dos onomatopeyas alineadas ambas en la tercera tira porque en ese instante preciso esos dos ruidos condensan el drama que está desa-rrollándose: grito de la gaviota que turba a nuestro héroe, chasquido del arma que va a dar en el blanco;

—así, la doble interjección del héroe en la última tira: ¿a quién se dirige el primero de los dos "maldito" proferidos? ¿al adversario escondido? ¿o quizá podría tomarse como el comienzo de la maldición final? O más bien como una rectificación de Corto: maldecir a su adversario ha sido un reflejo incontrolado que se le ha escapado: nuestro hombres es un aventurero que sería incapaz de guardar rencor a quien ha sabido vencerle.

El término "maldito", incluso el de "condenado" no tienen ya en castellano el valor imprecatorio, terrible, del "maledetto" italiano que así se traduce. E incluso para un Corto Maltese, el "maldito" a la italiana, es algo temible. Así pues esta maldición ha sido soltada, ya no se puede volver atrás... Que una solución: desviaría, del adversario hacia el animal.

Y esta maldición final, risible, resuena como una comprobación irónica: ¡que el destino es ciego y que la vida depende tan sólo de un grito, del grito de una gaviota...!

En una novela de Agatha Christie, a propósito de un gato asesinado, se hace alusión a esa última imagen que el moribundo se lleva consigo, la última que haya impresionado la retina y que persistirá una vez que la vida nos haya abandonado, al menos durante ese interminable instante de la descomposición...



Existe también esa práctica de cerrar los párpados de los muertos: como si se sospechara que, quizá, sus ojos continúan grabando y su inteligencia asimilando pero sin poder ya dar órdenes al envoltorio carnal.

Aquí esta sucesión de rostros, enmarcados exactamente de la misma manera, no son solamente el tiempo que pasa sino también quizá esas últimas visiones, ese adiós a los amigos, esa última llamada silenciosa antes del "gran sueño"... Las últimas orillas de imágenes...




Y para terminar tendréis que conformaros con un texto porque si no habría que reproducir aquí un álbum completo.

En una serie de cortos relatos e historias completas (La macumba del gringo, Al Este del Edén...) se encuentra una historia más particularmente estructurada a partir del silencio.

Las 12 primeras páginas de Jesuíta Joë son mudas: lo que no quiere decir insonoras: 3 páginas están marcadas por el ritmo de los "bang... bang..." y otras 2 por el de los "tom... tom..."
Al principio se piensa en el deseo del autor de describir un entorno, el del "gran silencio blanco", como se suele decir al hablar de las gran¬des extensiones nevadas... Pero, avanzando en la historia, uno se da cuenta de que se trata también de un silencio interior o, más bien, de una alternancia de fases en las que el personaje tan pronto es consciente de lo que experimenta como se contenta con vivir lo inmediato, pura y llanamente.

Nunca sabremos con exactitud lo que ocurre dentro de la cabeza de Jesuíta Joë y, en cierta manera, él tampoco, presa de sus huecos de consiencia. Un caso patológico que únicamente los especialistas podrían presentarnos en todas sus manifestaciones clínicas pero que aquí Pratt nos lo hace conocer, incluso experimentar, jugando con la ausencia de textos: ¡manto blanco de la nieve y blancos mentales del protagonista!

Expulsad lo natural y volverá al galope: esperemos que se nos sepa perdonar estas racionalizaciones sobre el texto y la imagen en el caso muy particular en el que este último brilla por su ausencia o por su parsimonia.

Naturalmente hay en el trabajo de Pratt y en el placer que se experimenta leyéndolo mucha más profundidad y sutileza(s).

Nos hemos detenido en los linderos de un mundo cuya exploración requeriría algo menos de espíritu geométrico y mucha más agudeza... En definitiva esa cualidad, esa "virtú" que Hugo Pratt posee en grado extremo: ¡el laconismo!
Y para terminar con una anécdota, recordemos aquella reflexión, a propósito precisamente de Jesuíta Joë del que hemos hablado más arriba. Cuando se le hacía notar: "Es muy hermoso... pero se lee enseguida", Hugo contestó: " ¡Bueno, en ese caso lo volverán a leer!" (5).





NOTAS
Cf. Rene La Borderie: Les images dans la société et l'éducation (Casterman 1972).
Téngase en cuenta que el autor de este artículo ha prpetrado una defensa e ilustración del
cómic bajo el título: La bande dessinee peut étre pedagogique (Ed. de l'Ecole, Paris 1970 y
reediciones).
Sacado de una aventura dibujada durante el periodo argentino: Anna nella jungla.
Bajo el signo de Capricornio.
Citado en A la rencontre de Hugo Pratt (suplemento de Bédésup núm. 22, enero del 83).



Neuroptica 2
Estudios sobre el comic
Primera edición, abril de 1984
Zaragoza




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