EL PAÍS DE LAS TENTACIONES
VIERNES 21 DE ENERO DE 2000
Texto: Jordi Costa Ilustración: Darío Adanti
El 11 de noviembre de 1999, mientras se hallaba sola en la lujosa casa de Los Ángeles que compartía con su marido, Mary Kay Bergman cogió una escopeta, apoyó su barbilla sobre el cañón, disparó y puso fin a su vida. Con un acto de tan inapelable radicalismo, la señora Berg-man consiguió ponerles las cosas bastante difíciles a cuantos redactores de necrológicas tuvieron que dar noticia de su muerte: la suicida no sólo se hallaba en la cúspide de su éxito, sino que también tenía uno de los trabajos más festivos a los que cualquiera haya podido aspirar en el siglo XX. Mary Kay Bergman tenía una voz divertida y su técnica de dicción le permitió multiplicarla en centenares de voces divertidas, que consolidaron una de las carreras más notables en el difícil arte del doblaje de dibujos animados. En sus últimos años se dedicó a doblar todas las voces femeninas de la serie de animación de culto South Park: las respectivas madres de Stan, Kenny, Kyle y Eric, así como las enfermeras Gollem y Goodly, la alcaldesa McDaniels, la conductora de autobús Mrs. Crabtree y la diabólica niña con la mandíbula ceñida por un aparato de ortodoncia Shelly Marsh, entre otras, hablaban a través de su boca versátil.
Mary Kay Bergman descubrió su vocación en el curso de una fiesta con karaoke: cuando subió al improvisado escenario y empezó a imitar a Ethel Merman, no tardó en acercársele un invitado -que, a la sazón, estudiaba en una escuela de doblaje—dispuesto a orientar esa hipohuracanada energía oral. Capaz de imitar a la suma perfección las voces de Meryl Streep, Gwyneth Paltrow, Meg Ryan, Jodie Foster, Madonna, Julia Roberts, Alanis Morissette, Marilyn Monroe, Judy Garland, Katherine Hepburn y Annie Lennox, entre muchas otras, la Bergman podía haber invertido su talento en el Lado Oscuro de la Fuerza, sembrando la confusión en el mundo del show-business con grabaciones piratas, psicofonías estelares o envenenados mensajes dejados en estratégicos contestadores, pero prefirió apostar por la luz. Desde 1989, se convirtió en la voz oficial de la Blancanieves de Disney en un buen número de juguetes, audio-libros y atracciones de parque temático. Sus perfectos ladridos y sonidos de cachorro la convirtieron en la dobladora ideal de la carnada al completo de 101 dálmatas, del revisitado clásico de la Disney. Anuncios, dibujos animados de sábado por la mañana y videojuegos completaron su amplísimo campo de operaciones.
Allí en esa otra vida a la que su certero disparo le habrá mandado, Mary Kay Bergman podrá encontrarse con los maestros de su rara especialidad: Mel Blanc y Clarence Nash. El primero de ellos fue la voz de los más histéricos toons de la Warner -Bugs Bunny, Porky, el pato Lucas...-y su interesantísima trayectoria describe la evolución de las voces divertidas -ese arte del siglo XX sin academias, ni demasiados exégetas-desde la primitiva radio americana hasta el excelso dibujo animado, pasando por la televisión. El segundo, Clarence Nash, fue un talento radical: hizo, de la dicción, abstracción, al articular el parpar del pato Donald y crear sus versiones en inglés, portugués, español, francés, italiano, alemán, holandés, sueco y chino.
Mary Kay Bergman se lo ha puesto, en efecto, difícil a quienes tengan que escribir su necrológica: es difícil pulsar alguna nota triste a partir de una trayectoria tan aparentemente alegre. Por eso, les invito a experimentar la alternativa mostrenca a la misa de difuntos: acercarse a la médium más cercana y convocar, a la vez, los espíritus de Blanc, Nash y la Bergman. Seguro que no puede concebirse un contacto con el más allá más desternillante.
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