por Manuel MUÑOZ ZIELINSKI
Los elementos narrativos del cómic comienzan a perfilarse en los años veinte en las series americanas. El esquema, muy sencillo es tomado de la novela por entregas y de los seriales del cine. Tom Mix, sobre todo en el segundo y Arséne Lupin en la novela policiaca son dos de los personajes más representativos, cuyas aventuras están estructuradas por entregas. Nos encontramos con dos tipos de aventuras, las llamadas auto conclusivas, en las que el lector se vuelve a encontrar con una serie de elementos que le son familiares: aquellos intrínsecos al protagonista (físico, capacidad intelectual y física, medios a su disposición, etc.), otros propios del serial (ambiente, personajes secundarios y personajes oponentes y eventualmente situación social) y finalmente otros propios del relato en sí (trama argumental-tensión-distensión).
Todo esto hacía que el lector, al comenzar el nuevo relato, se encontrase con un mundo conocido, en que las descripciones se limitaban a los elementos nuevos o a los elementos propios del episodio en cuestión. Así, los pasajes referentes al personaje protagonista sirven para engrandecer su figura y mitificarla, al igual que los correspondientes a todos los elementos ya conocidos.
El cómic, no hace más que recoger esta técnica narrativa y reproducirla adaptándola a su sistema de difusión. Las tiras, por consecuente no pueden tener los mismos elementos que las páginas o los álbumes. En cada manifestación del cómic el tratamiento del relato recibe un lenguaje diferente. La presentación de la trama narrativa, de los personajes y de la consecución de la aventura es mucho más elíptica en las tiras que en la página o en el álbum. Y esto redunda en la presentación de los personajes.
Desde los principios los creadores de cómics se han visto en la necesidad de rodear a los protagonistas de personajes que cobran una importancia dentro de la serie, según su frecuencia y la importancia de su aparición. Pero nunca llegan a ser protagonistas. Sus actos pueden ser
más aplaudibles o más condenables que los del protagonista pero siempre se nos dará un elemento definitorio del secundario que le relegará a ese eterno segundo puesto. Así en Flash Gordon, Zarkov, el gran sabio será el elemento motivador de numerosas aventuras, o incluso el que dé la clave para resolver una situación, pero su trabajo se ve siempre vinculado a la actuación de Flash.
Esto es más claramente visible en el cómic de creación francófona. Tanto los belgas como los franceses, han rodeado siempre a sus protagonistas de una serie de personajes que incluso llegan a eclipsar, por su personalidad impactante, a la del protagonista, pero relegados por esos defectillos a segundo plano. El caso más palpable es el del teniente Tuckson, Sonny para los amigos, de la serie Buck Danny de Charlier y Hubinon. Buck Danny viene a ser como la alternativa a Steve Canyon, existiendo un militarismo exarcerbado en toda la serie, militarismo muy apreciado por Charlier, dicho sea de paso.
Este personaje, Sonny, es el eterno segundón, el que siempre sufre las peores desgracias como caerse dentro de una charca de cerdos, ser estafado por vendedores desaprensivos, y un largo etcétera. Sin embargo, este personaje llega a tener momentos brillantes de imaginación y de iniciativa. Frecuentemente las soluciones ante una situación desesperada provienen de él.
Otro caso parecido ocurre en otra serie de Charlier, esta vez con Jijé y Uderzo, Michel Tanguy. Dos aviadores que propugnan por todo el mundo la calidad y categoría del ejército del aire francés y de la industria aeronáutica francesa. Laverdure es una clara proyección de Sonny Tuckson. Otro gran personaje es Mac Clure en la serie Blueberry, cuyas funciones siguen un esquema idéntico, lo que es normal teniendo en cuenta que todos estos personajes tienen el mismo padre: Charlier.
También queda claro en la serie Asterix el Galo, que las funciones narrativas de Obelix están relegadas totalmente a la AMBIGÜEDAD. El simpático comilón de jabalíes, cumple esta misma función de eterno secundario con efímeras intervenciones geniales.
El elemento común a todos ellos es la demostración continua de una humanidad generosa y precipitada, un tanto irreflexiva. Son personajes un tanto primarios en sus reacciones, hasta tal punto que se podría decir que son niños grandes que han crecido sin que ellos lo deseasen. Estas posturas evidentemente dan un toque de humanidad
a las series y redundan en la figura del protagonista. A éste no le pueden ocurrir esas pequeñas desgracias que les ocurren a sus amigos, creándose un vínculo de protección paternal, pero también ocurre que esos defectos de los secundarios aumentan la categoría de la figura protagonista, eximiéndole de errores que él no habría hecho nunca.
Creo poder afirmar que, de alguna manera, todos estos personajes que he mencionado, y muchos más, son una imitación del principal secundario de la serie Tintin, por lo menos de la segunda fase, desde la postguerra: EL CAPITÁN HADDOCK.
De todos los personajes secundarios que se han creado en el cómic de expresión francesa, el capitán es el que más personalidad posee. Su existencia se justifica por la necesidad de dotar a Tintin de un compañero que pueda estar a su altura si es necesario. Antes del capitán, Tintin tenía ya un compañero, Milu, pero la progresiva maduración de Hergé como dibujante y como narrador, convierte al perro en un personaje poco creíble, por su dudosa ambivalencia. Un perro que habla con su dueño resulta bastante ingenuo, aunque sus mensajes pocas veces lleguen a ser una auténtica conversación.
Desde el punto de vista de la catalogación, Milu es un secundario pasivo, puesto que al tratarse de una serie no-animalística, sus actuaciones se encuentran un tanto desplazadas y se nos remite a la única aventura animalística creada por Hergé: Popol y Virginia. Por lógica, la actuación de un animal es más limitada que la de una persona. Así pues Milu se quedaba insuficiente.
Tenemos también a los Dupondt, o Hernández y Fernández. Estos detectives aparecen desde el principio como la sublimación de la torpeza y de la inutilidad. Son personajes necesarios a cualquier aventura de la serie para dar el toque hilarante. La personalidad de estos secundarios está tan claramente definida desde sus primeras apariciones que resulta prácticamente imposible reconvertirlos en personajes más coherentes. Así pues, tampoco pueden llenar el papel de grandes secundarios.
Era necesario crear un personaje que pudiese encontrarse al mismo nivel humano que Tintin, un personaje con un físico claramente reconocible en la primera aparición y que, de alguna manera, completase la imagen del protagonista. Lo más sencillo era crearlo, haciéndole aparecer en alguna aventura como deudor, en algún nivel, hacia el protago-
nista. Aquí se nos hace necesario hacer una pequeña catalogación.
Tanto en cine como en literatura y en cómic, las vinculaciones de los secundarios con respecto a los protagonistas quedan establecidas por razones que se justifican.
El secundario es:
— Padre, hermano, hijo, nieto del protagonista, en cuyo caso existe una vinculación sentimental directa. En este supuesto, el secundario debe estar dotado de una carga sicológica bien definida; es preferible que el orden de vinculación sea de menor a mayor. En el caso de que ocurra lo contrario el personaje de mayor edad, debe de haber sido rescatado por el protagonista en algún momento crucial. Incluso este rescate puede haber sido el tema central de alguna aventura. Por ejemplo, en la serie "Ric Hochet" el padre del protagonista aparece mezclado con una banda de delincuentes. Esta actividad dudosa del padre será el "leit-motiv" de diversos encuentros entre el protagonista y el secundario. En cualquier caso, esa actividad del padre se ve justificada por un motivo noble (la educación del hijo).
Por otro lado, esta relación es poco frecuente puesto que corre peligro el concepto mismo de la célula familiar, y también se hace poco creíble que una familia con padres e hijos se pase la vida de aventura en aventura, sin quedar establecida la actividad cotidiana de los niños (asistencia al colegio, juegos cotidianos, vida diaria).
— Tutor. Este supuesto es mucho más sugerente puesto que permite muchas más variaciones narrativas, y la imagen del acogido aparece como más independiente. El modelo de referencia más claro puede ser Oliver Twist. En las apariciones más frecuentes el tutor es el protagonista, y el acogido es el secundario. Podemos pensar en Pompón y Teddy de Funcken o Lefranc y Jean-Jean de J. Martin.
— Amigo. Dentro del abanico de posibilidades que brinda la amistad, el caso más frecuente es la vinculación por deuda moral o de honor. El protagonista ha salvado física o moralmente de algún peligro al secundario, estableciéndose la relación sentimental de agradecimiento o endeudamiento. Este supuesto está lleno de posibilidades ya que el origen dudoso del secundario, como ya hemos dicho, puede dar pie a reacciones y actuaciones inesperadas del secundario.
Otra relación amistosa, es la profesional. Tanto el protagonista como el secundario trabajan en el mismo terreno profesional, y la coti-
dianeidad les crea un vínculo, diferente éste de la amistad y más cercano al compañerismo. El concepto profesión puede ser aceptado de una manera muy amplia, ya que no forzosamente debe explicitarse sino que puede ser una misión encomendada o la necesidad de que ambos trabajen en un mismo asunto o se ven, por los avatares de la aventura, reunidos casualmente en un episodio, y se crea una relación que ya se hace continua en las aventuras siguientes de la serie.
Este es el tipo de relación más frecuente en la narrativa de los tebeos. Así, podemos recordar los amigos de Buck Danny, los de Blueberry, Blake y Mortimer, y por supuesto los amigos de Tintin.
La relación vinculante del capitán Haddock hacia Tintin surge inicialmente por una cierta gratitud. Al aparecer el capitán, éste se halla en una situación moral y física desastrosa. Totalmente alcoholizado, es incapaz de tomar la menor iniciativa y es manejado continuamente por su segundo, el que aparecerá repetidas veces como oponente, Allan. Esta primera imagen del capitán va a crear las continuas ambigüedades de su personalidad y es la clave de sus intervenciones más hilarantes.
El juego continuo de la vinculación del capitán hacia cualquier tipo de bebida alcohólica, es un recurso convertido en estereotipo en Hergé. Pero el capitán no es sólo un alcohólico ocasional sino también una persona bonachona e impulsiva que produce el mecanismo, a veces, de la partida hacia la aventura. Cualquier pequeño desastre en su vida tranquila y hogareña puede hacerle decidirse por el viaje. A lo largo de toda la serie, su vinculación hacia el protagonista, Tintin, se va desplazando desde el reconocimiento y la amistad hacia una curiosa simbiosis entre ambos, un cierto amor hacia la aventura, que motivará que ya no se cuestione la vinculación inicial. Tintin, Haddock y Milu forman un grupo cerrado convirtiéndose en un mismo ente representativo: el elemento protagonista.
Sin embargo, por la necesidad de mantener el status de personaje protagonista a Tintin, Haddock se ve condenado a desarrollar en ciertos momentos, acciones que le desmitifican y lo relegan a un segundo plano. Estas diferentes funciones son necesarias por alguna razón justificada. En unos casos se justifica por la ausencia de elementos propios a la aventura y la obligatoriedad de rellenar páginas con chistes o situaciones cómicas, otras veces el capitán resuelve humorísticamente una situación que se había vuelto tensa en exceso. Finalmente el capitán
cumple las funciones que también tienen los Dupondt: a través de una situación cómica desencadenada por el personaje, se llega a una situación tensa o a obtener un elemento de información importante para el desarrollo de la aventura. Quizá sea éste el aspecto de las funciones del capitán que más ha sido copiado por los siguientes dibujantes y guionistas.
De alguna manera, el capitán tiene diversas funciones necesarias. No hay que olvidar que Hergé buscaba ofrecer aventuras que resultasen simpáticas y polivalentes para cualquier edad. Así, al establecer un tipo de protagonista más bien tradicional, con un retrato bien estereotipado, ha dotado a los secundarios, sobre todo al capitán Haddock, de la movilidad suficiente para que sea siempre sorpresivo o sorprendente.
Estas funciones pueden ser clasificadas en dos grandes apartados según su finalidad dentro del relato:
— Las positivas, es decir, aquellas que por su contenido o por su desenlace favorecen el transcurrir de la aventura técnica o narrativamente.
— Las negativas, es decir, aquellas que por su contenido contribuyen a crear alguna dificultad en el desarrollo de la acción o que entorpecen la acción del protagonista.
Una catalogación exhaustiva de todas las intervenciones del capitán podría suponer una lista demasiado larga para el presente trabajo, así pues, preferimos referirnos a algunas en concreto.
— La primera aparición del capitán en el Cangrejo de las Pinzas de Oro puede ser considerada de carácter negativo y, a lo largo de la aventura, sus intervenciones llegan a ser irritantes. Es tal el cúmulo de torpezas y desastres que desarrolla que el protagonista llega a tener que crearse casi un segundo frente de lucha: la excesiva tendencia al alcohol y sus consecuencias. Tintín es agredido físicamente por el capitán tres veces, el capitán produce complicaciones por su estado de embriaguez
otras tres veces, y también produce tres situaciones cómicas por su naturaleza precipitada e ingenua.
En esta aventura el capitán resulta casi una carga inútil pero en la aventura siguiente resulta un personaje útil por su categoría de capitán de marina mercante. El es designado para mandar el barco que ha de buscar el meteorito en los mares polares. Aquí nos parece completado el retrato del capitán puesto que, al tener una responsabilidad importante dentro de la trama de la aventura,
no puede mostrarse con sus recursos anteriores. Su dependencia del alcohol se ve relegada a la anécdota o al chiste de relleno y las situaciones cómicas provocadas por él provienen de su naturaleza impulsiva. Por lo demás en esta segunda aventura le demuestra poder estar a la altura del protagonista en diferentes ocasiones.
Si bien hasta aquí el capitán sólo ha hecho su presentación en todas sus facetas, en la siguiente aventura se convierte en un "Haddock superstar". La gran aventura marina de la serie está protagonizada prácticamente por el capitán, y en ella se combinan todas sus funciones y sus estereotipos. Las catorce páginas en las que el capitán, en una increíble simbiosis, relata las aventuras de su antepasado, resultan totalmente definitorias del personaje. Nos encontramos en primer lugar con una situación extrema de exaltación emocional, desciende a un estado normal, y después, a causa del vino que va tomando, va acalorándose en el relato culminando la trama en una situación descabelladamente cómica. Después las diferentes apariciones del capitán van desde la utilidad hasta el recurso al estereotipo ya marcado. En la segunda parte, El tesoro de Rackham el Rojo, el capitán tiene intervenciones más afortunadas y en definitiva, forma ya ese bloque compacto con Tintín que será constante hasta el último álbum de la serie.
Este tipo de análisis se puede hacer monótono pues las funciones del capitán se convierten ya, a partir de esta aventura, en continuas y son utilizadas por Hergé a la conveniencia de la aventura. Es preciso resaltar que el nivel de protagonismo del capitán va en alteración a lo largo de las aventuras sucesivas. Si no tenemos en cuenta la breve aparición del personaje en En el país del oro negro, tenemos:
Las 7 bolas y El templo del Sol, función cómica
La luna 1 y 2, función alternativa
El asunto Tornasol, función secundaria clásica
Coke en Stoke, función de coprotagonista con los tics propios del personaje: alcohol, precipitación, torpeza, etc.
Tintín en el Tibet, función de coprotagonista con idéntico sentido que en la anterior.
Las joyas de la Castafiore, función de protagonista víctima.
Vuelo 714, función cómica y alternativa.
Los Picaros, función protagonista, quedando más evidenciado que el titular.
Observamos en este esquema lo que podríamos llamar como la "ine-
vitable ascensión del capitán Haddock". Con el paso del tiempo su presencia se hace más necesaria en la serie, cobrando un papel de protagonista de hecho y de derecho en las últimas aventuras. En éstas el profesor Tornasol y la Castafiore alternan con él en el nivel de significación narrativa, pero su presencia es defintiva siempre para la consecución de la aventura.
Piénsese, por ejemplo, en el desglose de torpezas que demuestran todos los personajes en Vuelo 714. En este álbum Hergé descargó de un gran peso al capitán relegando las funciones cómicas a todos los personajes, y casi a un segundo plano al protagonista. Tintín se pasa la mitad del tiempo cuidando de su perro y sus intervenciones son más bien pasivas, hasta el punto de que es necesaria la intervención de un personaje ajeno a la serie para concluir la aventura de una manera un tanto precipitada.
Esta anulación del protagonista se inicia en Las joyas de la Castafiore y culmina con el extraño y duramente criticado comportamiento del protagonista en Los Picaros, quien, inesperadamente, renuncia a la aventura dejando que sea el capitán y el profesor quienes se lancen al mundo. Por otro lado, los elementos que conducen el relato en esa aventura tampoco son protagonizados por Tintin sino que se queda al margen dejándose llevar por los acontecimientos.
En definitiva, desde la aparición del capitán hay una disipación de protagonista que se vuelca en beneficio del capitán y del profesor. Ocasionalmente otros personajes como Alcázar o la Castafiore dirigen la trama y todo ello redunda en la multiplicación de sus funciones.
Neuroptica 2
Estudios sobre el comic
Primera edición, abril de 1984
1500 ejemplares
Zaragoza
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