miércoles, 26 de enero de 2011

Los últimos jinetes por Fernando Savater

Compañero del hombre en la guerra y en la paz. Protagonista de la grande y la pequeña historia, el caballo es hoy casi un objeto de museo. Sin embargo, a lo largo del mundo, su sangre y las tradiciones de sus jinetes subsisten. Son los últimos caballos y los últimos caballeros. Por Fernando Savater. Perfiles de Susana Díaz.Fotografía de Tibo / Ampersand.


A lo largo de milenios, la imagen del jinete ha ofrecido el característico per­fil de la humanidad en marcha. Sin el em­peño de los hombres (que no siempre es creador, pero siempre es criador) no exis­tirían las diferentes razas equinas, con su variedad de aptitudes para el trabajo, la ve­locidad o el transporte. Pero también po­demos decir con no menos verdad que sin la colaboración del caballo los hombres no habrían llegado a su pleno desarrollo hu­mano, civilizado. Los caballos han sido nuestros mayores y mejores cómplices en todas nuestras tareas: nos han ayudado en la labranza y en la guerra, en las exploraciones y en los juegos. Nos han dado lafuerza, la rapidez y sobre todo la elegancia. Sin ellos hubiéramos debido resignarnos a nuestro torpe garbo de primates; gracias a su complicidad hemos ascendido a cen­tauros, sabios y ágiles como Quirón.

Pero ahora, en el siglo XXI, se diría que el caballo va siendo poco a poco rele­gado a los museos. Los caballos que nos in­teresan son los que miden la fuerza de nuestros automóviles, y no hay Pegaso que pueda competir con un turbojet. Los jine­tes actuales prefieren una Harley David-son a cualquier purasangre... Y sin embargo, aún quedan caballeros y amazonas que no han renunciado a los caballos de verdad. El arte de la equitación, una de nuestras técnicas más antiguas y sin duda históricamente de las más importantes, si­gue siendo cultivada en todas las latitudes por románticos rebeldes que no se resig­nan a ruedas y motores. Todavía perviven,orgullosos, los herederos de la legendaria estirpe de los centauros. Cuando el último de ellos eche pie a tierra, es probable que el caballo también desaparezca, converti­do en nostalgia y diseño virtual. Pero ¿y el hombre? ¿Seguiremos siendo humanos cuando ya nadie sea jinete? •

Raza berberisca

Marruecos. Frente alargada y recta. Lomo curvado. Miembros en correcta posición vertical. Pezuñas pequeñas.

Los caballos berberiscos (barb) son frecuentemente confundidos con los de raza árabe. Son inteligentes, de aspecto calmado y pe­queños de tamaño. El número de ejemplares de pura raza en el mundo ha descendido debido a la situación económica de los países del norte de África. En 1987 se creó la Organización Mundial del Caballo Berberisco, que tenía como socios fundadores a diversos gru­pos de criadores europeos y a miembros de los países donde tiene su origen esta raza: Marruecos, Argelia y Túnez. Los zaiane, una tri­bu de origen bereber que habita en el centro de Marruecos, aún conserva algunos de estos sementales. Con ellos se celebra la fan­t-asía, un desfile tradicional para ocasiones especiales. Poseer un caballo es un símbolo de su glorioso pasado y la transmisión de es­tas costumbres es una prioridad para los mayores de la tribu. En la imagen, un guerrero zaiane a lomos de su ejemplar enjaezado. •

Raza española

España. También denominada andaluza. Cuello corto y poderoso, siempre alzado. Lí­nea dorsal corta. Extremidades flexibles.

Se le considera el caballo más noble del mundo. Desde hace 300 años ha tenido gran influencia sobre las razas europeas y americanas. Los caballos españoles tie­nen una bella• estampa, son fuertes y acti­vos, combinan la agilidad y fogosidad con un temperamento dócil. Descendiente del caballo ibérico y del berberisco, fue cria­do principalmente por los monjes cartujos a finales de la Edad Media, y a ellos se debe la conservación de la pureza de esta raza. Es dócil, amable e inteligente. Además de su función como caballo de silla y para trabajar en el campo, es muy apreciado por su andar elegante y en con­creto por su 'paso de andadura', un paso a saltos de gran efecto en las paradas. El caballo andaluz se ha considerado un modelo utilizado en exhibiciones. Sus ha­bilidades se aprecian en rejoneo, saltos, doma vaquera y doma clásica. e

Raza criolla

Argentina. Compactos y musculosos. Cabeza corta y ancha. Lomo corto y tórax amplio.

"Un gaucho sin caballo no es un gaucho, es mitad de gaucho", dice la tradición. La Patagonia, la mítica región al oeste de la Pampa argentina, se prepara, con la llegada del verano aus­tral y las altas temperaturas, de noviembre a abril, para la trashumancia de sus caballos hacia los pas­tos de las montañas. El caballo criollo, con toda su fuerza, procede de los sementales andaluces. Fue­ron introducidos por los conquistadores españoles en el siglo XVI y abandonados en esta región des­pués de conquistar con su ayuda América Latina. En libertad consiguieron adaptarse a las dificultades del clima adquiriendo una excepcional resistencia. En la actualidad son los aliados de los gauchos, cuya vida depende de estos animales. Gracias a ellos cuidan de los rebaños y cuentan las cabezas del ga­nado. El aire libre, los asados y la tradición se viven en Argentina a lomos de un buen caballo. •

Raza apalossa

Estados Unidos. Cuerpo musculoso y potente. Escasa crin. Cola pequeña. Colores manchados.

Los caballos manchados o moteados fueron adoptados y criados por las tribus indias palouse y nez percé del noroeste de EE UU hasta 1877. Rápidos, fuertes e inteligentes, se con­virtieron en excelente compañía para la caza. Su riguroso adiestramiento hacía de ellos una peligrosa arma de combate. Precisamente éste fue el motivo por el que el hombre blanco mató a la mayoría de sus sementales al tiempo que eliminaba a las tribus indias que poblaban extensas zona del país. En 1991, un criador de Nuevo México donó 13 yeguas a la reserva de indios nez percé de Lapwai (Idaho), dándoles la oportunidad de retomar su tradición como criadores. Convertirse en un buen jinete implica para estas tribus no sólo perfeccionar la monta, sino también en la limpieza, alimentación y cuidado específico. Sin olvidar profundizar en el conocimiento de las más antiguas tradiciones.

Raza nonius

Hungría. Cuello arqueado y espalda inclinada. Dorso ancho y extremidades fuertes.

La llanura húngara, la puszta, no sólo es famosa por su peculiar paisaje, sino también por sus hermo­sos caballos y el virtuosismo de sus jinetes. El amor de los húngaros por estos animales se remonta a la época de la migración de los magiares, llegados a la cuenca de los Cárpatos desde las estepas de los Urales. La raza nonius tuvo sus inicios durante las guerras napoleónicas de finales del siglo XVIII, cuando su padre fundador, un soldado anglo-normando francés llamado Nonius, fue capturado por los húngaros. Nonius cruzó yeguas de diversas razas, incluidas árabes. holsteiners y lipizanas, cuyos des­cendientes originaron la raza nonius. En la actualidad, los jinetes de la zona, denominados czikos, con­servan sus tradiciones, entre las que se incluyen las espectaculares figuras gimnásticas a lomos de cin­co caballos. Son pocos y su conocimiento equino sirve como entretenimiento a los turistas. •

Raza árabe

Jordania. Cuello estilizado y cuerpo compacto. Dorso corto. Extremidades anteriores largas, delgadas y resistentes.

El árabe es el caballo de pura raza más antiguo del mundo. A través de su larga historia jamás se ha mezclado con sangre ajena. Los árabes los conocían con el nombre de keheilan, que significa "pura sangre hasta la médula". Posee una simetría de proporciones y una prestancia en el porte que lo elevan por encima de todos los caballos. Además de una magnífica estampa, reú­ne todas las cualidades de un equino: inteligencia, temperamento, velocidad, nervio, aguante, respiración firme, energía y fuerza. Se des­conoce cómo llegó este caballo a las tribus beduinas del desierto, que lo tomaron como un regalo de dios, "una criatura que podía vo­lar sin alas". Los beduinos (durante un ejercicio, arriba, a la izquierda) conservan con mimo esta raza, que consideran parte de su histo­ria. Un caballo que en la actualidad se encuentra por todo el mundo, dando lugar a casi todas las mezclas ligeras. •

Raza árabe-bereber

Camerún. Cabeza alargada con hocico redondeado. Cuerpo corto. Extremidades delgadas y largas.

Hombres y caballos son uno, según la tradición del pueblo peul, que habita en el norte de Camerún. Los caballos se consideran un símbolo de honor, prestigio y tradición y son venerados aún en la actualidad. Este pueblo, ahora sedentario, estaba for­mado tiempo atrás por nómadas dedicados al cuidado de las vacas. En el siglo XVIII, a través de los houassas, los peul conocieron las razas árabe y bereber y se convirtieron en excelentes jinetes. Con estos animales conquistaron Níger, Nigeria y Camerún. Su organiza­ción social se hereda de la antigüedad y se basaba en la habilidad para cabalgar. Es el jefe de la región quien tiene el poder de conce­der la espada sagrada a los más pequeños de la tribu, convirtiéndoles mediante este ritual en verdaderos jinetes. Para ser iniciados en la magia de los caballos, los niños deben integrar por completo la tradición equina y llegar a sentirse uno con estos animales. •

Raza przewalski

Mongolia. Del tamaño de un poni. Color marrón amarillento oscuro. Constitución firme y espalda corta.

Mongolia es descrita a menudo como "la tierra de los caballos". Los niños aprenden a montar a los cuatro o cin­co años, y aproximadamente la mitad de los 2,5 millones de habitantes del país tienen uno de estos animales. El nombre de la raza procede del naturalista ruso Nikolái Przewalski, que en 1879 fue el primer occidental en contemplar varias manadas. Cada tres años se celebra en las estepas mongolas la fiesta nacional, la naadam. Consiste en una carrera de 46 kilómetros en la que participan unos 60 niños hasta los 13 años de edad. Un espectáculo que requiere un duro entrenamiento y convierte a los mongoles en unos de los mejores jinetes del mundo (en la imagen, un joven en plenos ejercicios). Fue con estos caballos salvajes, una de las únicas razas que aún existen en libertad, con los que sus antepasados conquistaron gran parte de Asia y Europa durante la Edad Media.

Raza árabe-portuguesa

Indonesia. Cabeza alargada. Dorso corto. Extremidades delgadas. Cascos grandes.

(A la izquierda). En la isla de Sumba, al sur del archipiélago de Indonesia, tiene lugar la pasola, un acontecimiento anual que consiste en un juego violento que simula la tradición guerrera y atrae a todos los jinetes de la zona. La leyenda cuenta que unos hombres llegaron a la isla montados en caballos con los que cruzaron un puente de piedras sobre el océano. Los caballos y la reli­gión son esenciales para los habitantes de esta isla. Para encontrar esposa, el novio debe ofre­cer un ejemplar a la familia de la novia. En los entierros se sacrifica un ejemplar para que los muertos puedan alcanzar el paraíso. Se cree que los animales llegaron a la isla con la invasión de los últimos malayos hace 2.000 años. Esta raza primitiva se cruzó con los caballos portugue­ses en el siglo XVI y con los de raza árabe durante la llegada del islam a la región.

raza camarguesa

Francia. Animal de guarnición. Patas anchas. Lomo rústico. Color gris pálido.

Son conocidos como caballos blancos del mar. Su tierra es la Camarga, un área de marismas saladas y terrenos cenagosos en el delta del Ródano, al sur de Francia. Allí viven a base de una dieta de pasto áspero y agua salada, lo que les hace ser fuertes y rudos. Tienen un paso alto, un galope rápido y una habilidad especial para dar la vuelta en redondo con suma rapi­dez. Es un caballo resistente por las condiciones en las que crece. Los criadores de esta raza se ocupan de encontrar a los sementales con la capacidad de resistir sin problemas estas condicio­nes. La cría se sucede en total libertad hasta los tres o cuatro años, cuando son conducidos a es­tablos para que se acostumbren a estar con sus amos. Existen alrededor de treinta manadas de ca­ballos camargueses que se utilizan como guardianes de toros o para paseos de placer. •


El Pais Semanal nº1355. Domingo 15 de septiembre de 2002

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