martes, 7 de diciembre de 2010

Barry Windsor-Smith - Storyteller











Un reputado artista ganador de múltiples premios, una leyenda en el mundo de los cómics, un hombre tremendamente inteligente, trabajador y talentoso, dotado de una afilada lengua y un alto concepto de sí mismo. (Sin lugar a dudas Barry Windsor-Smith es un manantial de excelencias artísticas y controversias laborales .Su inacabada obra Storyteller centrará el desarrollo de las siguientes páginas.

por Nino Ortea

Debería haberme decidido por el rock, probablemente a estas alturas estaría muerto de sobredosis pero me habría librado del mamoneo que llevo soportando desde que me adentré en el mundo del cómic.

Declaraciones como ésta, no son raras en la boca de Smith. Y es que pasados treinta años de su aclamada entrada en el mercado de la histo­rieta, su perseverante idiosincrasia se ha traduci­do en una desafiante postura de desprecio hacia una industria cuyo arte se empeña, numantina­mente, en dignificar.

Nacido el 25 de mayo de 1949 en Londres, se inició en el mundo profesional del dibujo en 1968, de la mano de la editorial inglesa Odham Press, realizando ilustraciones de variados per­sonajes. En 1969 tras aventuras eludiendo a los oficiales de inmigración, que incluyen desde una deportación a la sombría Inglaterra a numerosas noches durmiendo a la intemperie en Central Park, Barry se dirige, en una muestra de su humildad, a la editorial más pujante del momento Marvel, donde le confían varios encargos, entre los que se encuentra el número 58 de la moribunda Patrulla X, febrero 1969, antes de darle números de relleno en series más prestigiosas como Vengadores, Nick Furia o Daredevil.

Corría octubre de 1970 y ante la imposibili­dad económica de contratar los lápices de renombrados artistas, se decide darle una opor­tunidad en un proyecto por el que Roy Thomas llevaba luchando desde hacía tiempo, la adapta­ción al cómic de las aventuras del personaje de Robert E. Howard, Conan el bárbaro.

Su trabajo en la colección le encumbra artís­ticamente y le marca laboralmente. Conocida es su disputa con Marvel por cuestiones monetarias y de devolución de originales; y con Thomas por divergencia de opiniones e incumplir reiterada­mente las fechas de entrega. En marzo de 1973 deja la serie en su número 24 y tras realizar Clavos rojos, para Savage Tales, abandona la editorial.

Totalmente desilusionado Barry-Smith crea en 1974 junto con su novia Linda Lessman, el sello The Goblimey Press -GbP-. Pensado en un principio para albergar su cómic book The real Robin Hood proyectado junto al guionista Chris Lowder, la idea no vio la luz y Smith se centra en el campo de la ilustración. Obras como Sepia horseman o su primer cuadro The ram & the pea­cock -1974- pertenecen a esta época. Ya en 1976, transformado su apellido en Windsor­Smith, se junta a Jeffrey Jones, Bernie Wrightson y M.W.Kaluta en una entente llama­da The Studio, disuelta en 1978, donde las producciones de Barry centradas en el campo pictórico aparecen bajo el sello GbP.


El regreso de Smith a la historieta, se pro­duce de la mano de Oliver Stone, realizando unas tiras sobre el bárbaro Mandro para la pelí­cula La mano -1981-, en la que Michael Caine interpreta a un dibujante de cómics. Retorna a Marvel en 1984, con números para El hombre máquina, Iron man, La Patrulla X o la serie limi­tada de Lobezno, Arma X. En esta época Smith ilustra sus propios guiones, resultando de la mez­cla entre lo detallado del dibujo y lo preciso del escrito algunos de los mejores cómics de la década en Marvel. En los 90, escribe, dibuja, entinta y colorea trabajos para Valiant –XO Manowar, Unity,... etc.–; Malibú –Rune–; Marvel –crossovers de Rune con Estela Plateada y Conan–; o Image –WildStorm Rising–.







¿Quién mató al narrador?

En octubre de 1996 de la mano de Dark Horse sale a la luz su proyecto más ambicioso: Barry Windsor–Smith Storyteller. Nos encontrá­bamos ante una serie, con la que buscaba reali­zar el cómic que despertase el interés de una industria sumida en la redoma eterna de contar­nos siempre la misma historia, y de un público hastiado de ese pertinaz más de lo mismo.

Bastó con observar el impresionante número uno para ver confirmados todos nuestros sueños. Smith firmaba un trabajado dibujo, cuya intempo­ral belleza y acertada narrativa atraía hacia su lectura al más reacio de sus detractores. En cuanto al guión se presentaban tres historias narradas con desigual pulso por un Barry que mostraba su intención de mezclar lo heroico con lo mundano, lo dramático con lo cómico.

Parecía clara la apuesta de Dark Horse por la colección. Formato tipo álbum europeo de cali­dad cercana al de nuestras ediciones rústicas, no aparecía ningún tipo de publicidad en sus 32 páginas y un precio de 4.95 dólares afirmaba la intención de sacar un producto digno a un precio asequible. A esto se unía el que la empresa asig­nase al proyecto a parte de lo mejor de su planti­lla. Diana Schutz, editora del Bacchus, Sin city o Grendel era el enlace editorial. Mike Richardson, encargado de la colección, añadía a su valía como editor, demostrada a lo largo de su fructífera vinculación con un artis­ta tan personal como Bryan Talbot en La histo­ria de una mala rata, The adventures of Luther Arkwright y Heart of empire; su condición de admirador confeso de Barry Smith.


Sin embargo algo transformó este sueño en una pesadilla. La cadencia mensual de la revista se vio alterada en el número siete, retrasado en un mes. En el número nueve se nos anunciaba el cierre de la colección al llegar al número doce, cuando en realidad aquél fue el último número publicado.




Smith califica a Richardson como un inútil incapaz de aportar ninguna idea ni solución ante los problemas que surgían. Limitándose a enviar­le mensualmente la escuálida lista de pedidos. A la vez que Smith se siente traicionado por la leta­nía de promesas convertida en mentiras, culpa a Richardson de la depresión que sufrió tras el cierre de la colección y de la irremediable des­confianza que ha desarrollado hacia sus edito­res. A los responsables de Dark Horse los consi­dera tan impresentables como sus adaptaciones basura de éxitos cinematográficos. Cree que el trato y la publicidad de su producto no fue la ade­cuada, llegando a tener que ocuparse personal­mente de ella desde su estudio en Inglaterra.

Richardson asegura que Barry Smith cam­biaba constantemente de opinión respecto a sus necesidades para la obra. El tamaño del álbum dificultaba su distribución, y venta. El que Smith concibiera sus tres historias como series río de desarrollo irregular, impedía sacar un tomo reco­pilatorio. Dark Horse perdió dinero en una aven­tura que cuidó con el máximo esmero, mientras que el arte del que se siente tan orgulloso Smith, no atrajo a los lectores que se esperaba, aunque se le concedió la máxima libertad. Su nombre for­maba parte del título de la publicación, mientras que el logo editorial no aparecía en la portada.

El caso es que en su número nueve, el narrador enmudeció. La defunción de la serie, que Smith se compromete a continuar en un par de años en cuanto recupere la fuerza anímica, es consecuencia de la triste situación del mercado del cómic. Es decepcionante el que un producto con un trabajo tan afinado y un acabado tan exquisto, no llegue a vender la ridícula cantidad de 50.000 ejemplares en todo el mundo. Barry no debió de quedar tan decepcionado, pues en vez de recurrir a la autoedición como otros creadores descontentos con el trato dado a su obra, continúa trabajando para editoriales. Fantagraphics ha distribuido dos de sus frutos, el Barry Windsor Smith: Opus, trabajo de cadencia desigual que agrupa sus creaciones gráficas, y la novela gráfica Adastra in Africa, en la que revisi­ta su trabajo Muerte viva desarrollado en 1987 para La Patrulla–X ocupando Adastra el lugar de Tormenta. A esto se unen sus proyectos con DC; la novela gráfica, que editaría Vertigo, The Monster, reflexión sobre la influencia de la ingeniería genética nazi en la Norteamérica de post­guerra; y un trabajo sobre Superman y Lois Lane, centrado en su relación. El entramado editorial en torno al personaje, ha frenado la culminación del proyecto.

¿Y todo esto para qué?

Puede que a algunos les sorprenda que dediquemos estas páginas a un proyecto no reciente e inacabado, lo que convierte en quimé­rica su edición en nuestro país, la cual tal vez sea factible a largo plazo en caso de que Smith cum­pla su promesa de continuar la serie. Al comen­tar un trabajo al que ya no se tiene acceso, la lec­tura de estas líneas no se traducirá en su com­pra, pero creemos que Storyteller refleja esa rea­lidad en la que vivimos gran parte de los aficionados. Nos quejamos de la mala calidad de lo que com­pramos, deseamos unas obras que demuestren clara­mente la condición del cómic como arte pleno; pero cuando esos deseos cobran vida se la quitamos por que su tamaño dificulta su almacenamiento, su temática no es innovadora y el otrora genio se ha trans­mutado en un simple garban­cero, que busca vendernos una penosa muestra de lo que antes fue su arte.





Más de uno saludó la publicación de Storyteller con una salva de necedades. Considerando las series como mediocres refritos de algo ya existente; los Freebooters eran un fallido intento de atra­er a nostálgicos de Conan, mediante una historia que se perdía entre lo épico y lo pue­ril; los Young Gods eran un fusilamiento de los Nuevos Dioses de Jack Kirby, sin su gracia y frescura.

ParadOxman reflejaba el grado de autosuficiencia de un Smith empeñado en conodarnos una incomprensible historia, cuya paranoica temática ya había sido abordada en innumerables obras de ciencia–fic­ción. Por no hablar de un dibujo de anquilosada técnica y manierista estilo. Lo curioso es que muchos de los que sostenían esto reproducían opiniones ajenas, al no poder opinar sobre algo no leído.

Storyteller, mirando hacia atrás con inventiva

La lectura de Storyleller nos proporciona el placer de encontrarnos con un trabajo sumamen­te agradable. Smith confirma su atracción por temas dramáticos y sobrena­turales, sorprendiéndonos con un acertado uso del humor y la ironía. Mantiene su estilizado concepto de belleza humana, la intensidad expresiva con que entremez­cla elementos realistas con abstractos y la riqueza cro­mática que desborda su dibu­jo. A través de la pureza de formas de su trazo transmite una sensación de sentimen­talismo y de ensoñación. Su composición en las viñetas. apretada en algunos casos por la riqueza de detalles y acentuación de los elementos decorativos, tosca cuando la narración lo requiere, se muestra brillante y atractiva. Su trabajo con la figura huma­na refleja una forma muy natural, alejada de las des­proporciones anatómicas y formales de otros creadores.

El tamaño del cómic similar al que adoptaba UF tebeo en nuestras manos infantiles, permite apreciar e gran acabado del dibujo. Rara vez nos encontramos más del ocho vinetas por pagi­na, siendo numerosas las ilustraciones a toda o doble página. A esta sensación de encontrarnos ante un producto que busca una humanización del mundo de la historieta, contribuye la colora­ción, si no la más perfecta técnicamente sí la más expresiva, junto con el uso de sus propios esbozos en la tipografía y realce de letras. Su actual sello, Windsor–Smith Studio, firma el aspecto creativo de la obra. Smith desarrolla la totalidad del dibujo, salvo en contadas páginas donde cuenta con el entintado de Alex Bialy. Tom Vicent, al que se unen Eric Hope y Michela Wrightson desde el número siete, colabora en el coloreado, desde un principio Barry se ocupa en solitario de Young Gods. Joon Kostar firma la rotulación con una tipografía diseñada por Smith, quien autoproclamado maestro creativo, rubrica todo lo relativo al diseño en la serie, ilus­trando las portadas y seis contraportadas, apare­ciendo en las tres restantes una fotografía del modesto artista.






El aspecto que más dudas provoca a la hora de apreciar la obra es el del guión. La brusca cancelación de la obra, provoca que el desarrollo de las historias quede abruptamente abortado. No en vano Barry Windsor–Smith planeaba unas series de larga duración. De los tres relatos la primera aventura de ParadOxman era la más corta, pensada para desarrollarse en 14 capítu­los. Aunque incluía al principio de cada episodio una sinopsis de lo narrado, en algunos momen­tos la comprensión de la historia se hacía dificul­tosa y al buscar Smith acercarnos la psicología y motivaciones de sus personajes, la narración presenta secuencias lentas, salvo en Freebooters donde la intercalación de pasajes de aventuras con momentos costumbristas e incluso con situaciones cómicas convierte a la serie en la de más amena lectura. El uso de un inglés en algunos momentos sumamente farragoso dificul­ta el disfrute de la obra.

El mismo autor a lo largo de las historias se muestra disconforme con el desarrollo de la narración. Tanto en Young Gods como en ParadOxman, Barry aparece como un protago­nista más, intercambiando dudas, información y peticiones con los personajes. En una suerte de guiño pirandelliano Barry, surge en el quinto capitulo de Young Gods pidiéndoles permiso para vincularlos en tramas románticas o su licen­cia para mostrarlos desnudos, lo que provoca las burlas de Adastra ante un estirado Príncipe Heros obligado a mostrar su regia pilila en nombre del arte, o su sugerencia de mostrarla desnuda en un póster central cual conejita playboy. En ParadOxman, Smith mantiene, en el octa­vo episodio, una conversa­ción con Tristan sobre la conveniencia de elipsis narrativas en el desarrollo de la historia, o el escaso placer que para un personaje ficti­cio supone fumar falso taba­co y beber vodka adulterado con tinta. La disparidad de opiniones entre creación y creador, en una conversa­ción mantenida en un deco­rado sacado de la serie Los Supersónicos, provoca la airada marcha del persona­je.

Smith no utiliza textos de apoyo en ninguna de las historias, dejando que sean los personajes, que en muchos casos actúan como narradores, los que marquen el discurso narrativo de las obras. A su vez esto evita los pleonasmos que produce la coincidencia entre lo escrito y lo dibu­jado.






En Freebooters, asistimos a una búsqueda iniciática, en la que el púber Aran Ana–Kashan llega a la mítica ciudad de Shahariza buscando al mítico Axus The Great. Antaño un joven héroe que salvó al mundo y actualmente un maduro seboso que actúa como atractivo turístico de la ciudad. De vez en cuando, para revivir viejas experiencias y mantener su leyenda, ataca a los hombres de Kalif–Anuk señor de la ciudad, el cual consiente sus tropelías a sabiendas de los ingresos que Axus supone para la ciudad y tam­bién como resultado de una enemistad que ocul­ta una amistad y gratitud por ambas partes.

Aran solicita la ayuda del antiguo héroe para enfrentarse al renacer del diablo Uta–prime. Axus ya se enfrentó y derrotó al demonio, pero ahora todo da a entender que el fondón guerrero y sus maduros com­pañeros, los Freeboteers, no podrán evitar el advenimiento provocado por el gran sacer­dote Ammon–Gra.

Agrada la preocupación de Smith por dar un matiz coral a la obra, dotando a los personajes de voz propia, lo cual se traduce en la crea­ción de varios idiomas para los personajes. Usa diferentes tonos narrativos: cómico, romántico, heroico,... depen­diendo del pasaje. Destaca a desmitificación de los personajes, Aran es desmonta-lo nada más llegar a Shahariza, Axus recurre a la aerofagia para vencer a sus enemigos. Intercala la narración directa de las poco heroicas aventuras actuales, con el uso de juglares que glosan lo épico del pasado de Axus.







The ParadOxman cuenta las desventuras de Tristan Camine, presunta­mente un hombre de nuestra época perdido en el tiempo. En todo momento se juega con la noción de realidad–irrealidad, presente–pasado–futuro. Las primeras páginas de la historia marcan el concepto rupturista de espacio–tiempo en la serie, un hombre subido en una moto viaja en el tiempo hasta la prehistoria donde es abducido por alienígenas. Asistiremos a una narración fragmentada en la que se nos hará dudar sobre la capacidad de juicio de un Tristan sometido a estudio psiquiátrico por una fría doctora. Habla de un futuro inhóspito donde el desarrollo de la realidad virtual resultará en una tercera guerra mundial. Pinta un presente deshumanizado, en el que el contacto humano es inexistente y fumar es ilegal. Refleja un pasado en el que los seres vivos son cobayas de un gigantesco laboratorio extraterrestre. Con todo hay aspectos positivos ,como la existencia de la amistad incluso en tiem­pos difíciles, y la posibilidad de mantener la cor­dura en las situaciones más desquiciantes. Al alternar la narración en primera persona con la tercera, podemos comprobar la veracidad de lo narrado. La doctora de la que desconfía Tristan, proyecta una sombra de insecto aún cuando éste no está. Es esta la serie más experimental, inter­calando diversas técnicas de narración y de dibu­jo. En el capítulo seis todos los diálogos son en idioma alienígena, en el octavo vive en un mundo de dibujos animados, dónde su vida es una serie televisiva.

Young Gods es una serie de guión sencillo y dibujo claramente deudor del de Jack Kirby, al que dedica la serie. Nos encontramos ante una especie de mezcla de los mundos de Thor y de los Nuevos Dioses. La trama era en un principio muy sencilla. El príncipe Heros animado por su primo Strangehands y su futura cuñada Adiestra, se dispone a correr una última juerga cazando dragones la noche antes de su boda. Un enlace no deseado pero necesario por cuestiones de estado. Su decisión provoca la furia de su padre Otan y la rabia de su suegra Organa señora de Orgasma. Esto es aprovechado por el insidioso visir, que quiere ser califa en lugar del califa, para establecer un pérfido plan que podría desembo­car en la llegada del Ragnarok. De todos los per­sonajes Smith centra la atención en Adastra. Es presentada como una diosa guerrera, juerguista y muy humana. Repudiada por su madre a causa de su pérdida de virginidad a manos de lujurioso Aragon, se refugiará en la Tierra donde al perder todos sus poderes, incluido el del vuelo, convivi­rá con los terrestres que le influirán totalmente. Su preocupación por la celulitis o su referencia a Star Trek: Bean me up, Scottyl!, muestran su humanización.

Pero todo tiene su final, y el de este artículo ya ha llegado. El escribir estas líneas nos hace desear el milagro de que una obra diferente, rea­lizada con amor y que alberga algunos momen­tos de gran calidad artística, pase de ser la mejor serie no leída de los 90 a una de las series dis­frutadas en años venideros. ¡Salud!




articulo de la revista Dentro de la Viñeta número doce




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