miércoles, 2 de abril de 2025

Castigando, que es gerundio

¿Qué tienen en común Rusia y Vietnam con el expeditivo Frank Castle?




José Luis Vidal

30 de marzo 2025

Para dar respuesta a esta pregunta, dirígete a tu librería más cercana y allí encontrarás que el azar editorial (o tal vez no) ha hecho que en los dos últimos meses lleguen a nuestras manos sendas obras protagonizadas por El Castigador, ese vigilante que ha protagonizado cientos de páginas de cómic, pero que hay pocos guionistas que hayan entendido tan bien al personaje como el irlandés Garth Ennis.

En la colección regular protagonizada por Castle, Ennis vertió todo su vitriolo, mostrando a un personaje impasible, frío como el hielo, y con una clara misión (¿obsesión?) en su vida: acabar con todos los criminales que se cruzaran en su camino. Pero como todos sabemos, el guionista tiene un sentido del humor bastante personal, que le identifica al leer unas pocas páginas de la mayoría de sus cómics, por lo que las andanzas de su protagonista estaban salpicadas en muchas ocasiones por momentos desopilantes.

Pero curiosamente, este no es caso. Ennis también posee una faceta como creador más seria, terriblemente seria. Si a esto unimos sus profundos conocimientos sobre los diferentes conflictos bélicos que han golpeado a la humanidad, tenemos dos obras tan impactantes como Soviético y La Caza de Furia.

Y hete aquí que otra de esas felices coincidencias se ha dado en el apartado gráfico. Y es que ambas miniseries publicadas por Panini Cómics en nuestro país vienen dibujadas por Jace Burrows, y no podría imaginar a un mejor artista para plasmar en viñetas las andanzas de Frank Castle.

En La caza de Furia vamos a hacer un viaje al pasado, a la guerra de Vietnam, y como una especie de secuela a la miniserie protagonizada por Nick Furia, que también escribió Ennis junto al dibujante croata Goran Parlov, nos lleva de nuevo a aquellos días. En esta ocasión para ver como Furia es apresado por las tropas de los Jemeres Rojos, y vendido posteriormente al ejército de Vietnam del Norte, que sabe que Furia posee mucha información sobre los diferentes operativos que actúan de manera oculta en el país, y van a sacarle esos nombres y datos aplicando inimaginables métodos de tortura.

¿Y qué pinta aquí Castle? Pues bien, con el grado de capitán, y una hoja de servicios repleta de heroicas acciones, aunque como siempre, muy expeditivas, es llamado a la oficina de su superior, un comandante que no se anda con chiquitas y que, presionado por dos agentes de la CIA, va a encargar a Castle una misión que se sale de lo habitual…

No, no es precisamente que encabece el rescate de Furia, cosa harto imposible debido a la seguridad del lugar donde lo aprisionan, sino que antes que desvele todos los secretos que posee, deberá eliminarlo. Sí, esta es una misión de asesinato, pura y dura. Y como suele suceder en estos casos, las cosas se van a complicar bastante, y nuevos ‘actores’ harán su aparición para ponerle las cosas más difíciles a Frank Castle.

Curiosamente, toda la historia vendrá narrada por un temible enemigo, Letrong Giap, un sonriente anciano vietnamita que conoce muy bien a estos personajes, con los que se cruzó en su momento, y tuvo más que palabras.

Y de ahí a la actualidad, y en Soviético, El Castigador continúa con su misión, pero esta vez eliminando a criminales relacionados con la mafia rusa. Pero resulta que alguien misterioso está copiando los métodos de Castle, masacrando a los tipos que trabajan para el capo ruso Konstantin Pronchenko. Y eso es algo que el vigilante no está dispuesto a permitir, ya que no le gusta que nadie se meta en su terreno.

Inevitablemente va a toparse con Valery Stepanovich, un tipo de casi eterna sonrisa, bebedor de vodka, que le contará el por qué de su labor, que llevará los recuerdos a la guerra de Afganistan, conflicto en el que Rusia tuvo un papel muy importante.

Valery formaba parte de un escuadrón de tipos duros, magníficos operativos que solo se encargaban de las misiones más complicadas. Bajo el mando de Pronchenko, se habían ganado una merecida fama, pero un fatídico día se les encargó una misión en la que fueron traicionados, rodeados por muhaidines que masacraron al grupo, dejando con vida tan solo a Valery.

Aquello no fue una desgraciada casualidad, y toda la culpabilidad señala hacia el capo ruso con el que Valery tiene la intención de compartir unas últimas palabras, y aunque al principio Castle, un solitario por naturaleza, no está dispuesto a acompañarlo, alguna que otra peligrosa situación los hará emprender un letal camino que tal vez los lleve hasta su objetivo.

Como os comentaba, dos historias duras, con momentos de extrema violencia, que nos vienen a demostrar la crueldad de los conflictos bélicos, en estos momentos actuales en los que la situación internacional no es precisamente todo lo pacífica que debería.


Diario de Cadiz


martes, 1 de abril de 2025

CÓMO VESTIR PARA GANAR AL AJEDREZ Por Jacinto Antón

Vestidos para la aventura

Mi teoría es que Spassky perdió ante Fischer por ir vestido como de sección de caballeros del GUM de Moscú

El séptimo sello, de Bergman, una de esas partidas que todos seguimos con cara de Akiba Rubinstein.


Parecerá un poco tarde para hablar de ajedrez cuando ya se ha visto Gambito de dama hasta en Gambia, pero estaba pensando la jugada, jajaja. Del ajedrez opino como Woody Allen, que es un juego que desarrolla la inteligencia para jugar al ajedrez. Sin embargo, eso no significa que no me haya visto atraído por la mística del tablero, y seducido por su glamur. Una vez incluso traté de aprender a jugar en serio, con la notación estándar y todo: fue durante "la partida del siglo", entre el aspirante Bobby Fischer y el campeón del mundo Boris Spassky del 11 de julio al 31 de agosto de 1972, que acabó con la victoria del primero (12 puntos y medio contra 8 y medio) y dio carpetazo a un cuarto de siglo de reinado soviético. Aquel verano me bajé de mi moto Montesa, dejé de lado la raqueta de tenis Dunlop Maxpy y adopté la pose (y el atuendo) de un ensimismado jugador de ajedrez. Era lo que tocaba: si no estabas al día en ajedrez y no tenías una opinión o una frase oportuna sobre la partida no eras nadie y, lo que era peor, no ligabas. Qué importante es darte cuenta de por dónde sopla el viento y no confundir el escaque con el escaqueo ni la defensa Petroff con la ternera Strogonoff.

En el Club Viladrau, el casino de veraneantes de toda la vida y un templo de la bebida que ríete tú de Cuernavaca, se colgó un tablero y se reproducían los movimientos de Fischer y Spassky con ceremoniosa trascendencia. Los cuatro replegados que sabían de verdad de ajedrez y que siempre habían sido unos frikis a los que todo el mundo evitaba se convirtieron de un día para otro en la gente a tener en cuenta. Todos les escuchábamos cantar los movimientos con tono sacramental como grandes maestros, poníamos cara de Akiba Rubinstein enfrascado y asentíamos ("hum, claro, claro, eso es, diablos") cuando el alfil de blancas imprimía presión sobre el peón de negras o algo así. De manera no premeditada, empezamos a vestir distinto. No puedes parecer un experto en ajedrez calzando botas de trial, llevando pantalones de piel de melocotón o camiseta del Pachá de Sitges.Y es que pese a que en Gambito de Dama Beth Harmon vestía como le daba la gana, el ajedrez requiere pensar lo que te pones, como todo lo demás, ya que estamos.

Se ha escrito poco sobre la importancia de la indumentaria en el ajedrez. Mi teoría, que aquí ofrezco gratis, es que Fischer ganó a Spassky por la ropa. Es verdad que no podría sostener alguna otra dado que apenas distingo un gambito de un gambón y me hago un lío con el enroque. Pero era imposible que ganara vestido de esa manera como de sección de caballeros (soviéticos) del GUM de Moscú: se le veía incómodo, por no hablar del tupé. Mi recomendación es vestir de capa negra. Y con pasamontañas negro. Efectivamente: como hace la Muerte (Bengt Ekerot) en El séptimo sello, esa película que ya no puedes ver sin pensar en Para acabar con Ingmar Bergman y Para acabar con el ajedrez, dos de los capítulos más desternillantes de Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, de Woody Allen.

Si te presentas ataviado de Muerte y con una mano en la Dama y la otra en la guadaña es difícil que tu rival mantenga la concentración; y en cuanto se despiste, tú ¡chas!, jaque mate.


Revista ICON nº89. Julio 2021


El sendero del bárbaro

De náufrago a prisionero, para convertirse en héroe contra las maquinaciones de un poderoso hechicero

José Luis Vidal

27 de marzo 2025 

La vida del personaje creado por Robert E. Howard es de todo menos apacible, y como podréis ver al principio de este cómic, está a punto de perderla devorado por los letales tiburones, ya que se encuentra solo, abandonado en medio del mar, con el único soporte de una tabla de madera que impide que se ahogue en las procelosas aguas…



Marvel Premiere 125. La espada salvaje de Conan 1: La secta de Koga Thun


Guion: Gerry Duggan

Dibujo: Ron Garney

Tapa blanda

Color

128 págs.

13 euros

Panini Cómics


Pero claro, la suerte siempre está de su lado, y un bajel que pasaba por allí lo recoge. Lo malo es que sus tripulantes son piratas, contrabandistas, esclavistas que sin ningún tipo de cuidado, lo engrilletan y arrojan a un rincón.

Tan solo la solidaridad y cuidados de otro esclavo, Suly, harán que el enfermo Conan logre recuperarse y, sin pensarlo dos veces, trate de huir de su oscuro destino, unido por una cadena a la pierna de su benefactor, lo que hará que ambos vayan a compartir una peripecia única y muy peligrosa.

Una vez en la costa, tras no poco esfuerzo, y habiéndose llevado un misterioso cofre, el cimmerio tendrá una extraña visión, hecho este que va a ser interrumpido cuando se encuentren con el verdadero peligro de este relato, la existencia de un hechicero, Koga Thun, que ha esclavizado a los habitantes de la una ciudad, Kheshatta, a la que mantiene prisionera gracias a su peligroso acólitos y sus poderes místicos.

Pocas cosas impiden que el protagonista se detenga, y una de ellas no será la presencia de algunos seguidores del hechicero, con los que va a tener algo más que palabras, por lo que una vez en la urbe, la casualidad hará que conozcan al alguien que se convertirá en una inesperada aliada, la guardiana de la vetusta biblioteca del lugar, una mujer de armas tomar, Menes.

Este trío de personajes va a vivir desde ese momento una increíble aventura, plagada de peligros y misterios, colgando siempre de la cuerda floja, enfrentados a los siniestros planes de Koga Thun, que parece tener ojos en todas partes.

Gerry Duggan firma un guion que no da respiro al lector, y se acompaña con un dibujante que os puedo asegurar que firma algunas de sus mejores páginas, y que en este caso particular, se convierte por méritos propios en uno de los mejores artistas que han llevado las peripecias de Conan a las viñetas, el gran Ron Garney.

En La secta de Koga Thun se encuentran todos los ingredientes, perfectos, para disfrutar de una aventura del bárbaro cimmerio: Peligro, aventura, monstruos, hechiceros, bellas mujeres, y un misterioso tesoro que permanece oculto del tiempo y la memoria.

¡¿Qué más se puede pedir, por Crom?!


Diario de Cadiz


domingo, 30 de marzo de 2025

ODIO Peter Bagge



Años noventa. Buddy Bradley se ha independizado de sus padres y se ha mudado a Seattle. Es la ciudad de moda por aquel entonces, no faltan grupos de rock, fanzines, artistas y aspirantes a artistas. Podría ser una gran historia generacional, pero a Buddy todo le sale mal, el mundo bohemio cada vez le parece más estúpido, lleno de frivolidad y tontería, hasta tal punto que termina volviendo a Nueva Jersey, con sus padres, a intentar mantener un negocio estable y llevar una vida de pareja. Es decir, una vida ordinaria, un infierno todavía peor que el anterior. Si la adolescencia es una época a la que se suele mirar con un punto de melancolía y frustración, el retrato que hace Peter Bagge de la «liberación» que viene después es una tragedia escalofriante.

Su dibujo bebe tanto de la historieta underground americana de los años sesenta y setenta, esos Gilbert Shelton y Robert Crumb, como de los dibujos animados que veía cuando era niño. Cuando en Odio hay discusiones, y este es un tebeo que transcurre a golpe de broncas domésticas, la expresión del trazo es tan vehemente que el lector se sorprenderá pidiendo la vez para intervenir en la pelea.

Parte de la gracia macabra de toda esta saga reside en el determinismo social con el que Peter Bagge rompe todos los tópicos de lo políticamente correcto. Los grupos de música, lo normal es que fracasen. Los intentos de ganarse la vida fuera del mundo de la empresa suelen tornarse charlotadas. Las relaciones sentimentales, por supuesto, también hacen aguas. Y si duran lo suficiente, son tediosas. ¿Una aventura para salir de la monotonía? Será patética. Los amigos muchas veces te parasitan, se aprovechan de ti, cuando no te roban directamente o te difaman. Al hermano de Buddy de pequeño le gustaban los Masters del Universo y le pegaba su hermano mayor, obviamente, cuando crece es un marine sin seso y con problemas de alcoholismo. Y al fan de Duran Duran, cuyo mal gusto musical era legendario, a ese le va bien. Se hace policía y, eso sí, fan del soft country.

Porque no se puede huir. Buddy quema los mejores años de la vida convirtiéndose poco a poco en una réplica de lo que siempre detestó: sus padres. Pero en el camino nos deja sus profundas reflexiones. Alegatos de odio contra todo. Las mujeres, los modernos, los artistas y sus fans, los coleccionistas de tebeos, discos o memorabilia. Las frases que Bagge pone en su boca hoy serían retuiteadas hasta la saciedad. Porque esa es otra, Buddy tiene aforismos para todos, pero los suelta tumbado en el sillón, zampando cereales «Alegritos» y sándwiches, sin mover el culo para nada que no sea sacar unas cervezas del frigorífico. Es el arquetipo del hombre de hoy: otro vago, erudito de la cultura popular que no va a cambiar el mundo ni por accidente.

Peter Bagge ha estado más de diez años dibujando a Buddy, su novia Lisa y todo un catálogo de secundarios impagable. Podría decirse que Odio se divide en dos partes simbólicas, la primera mitad en blanco y negro y la segunda en color. Las cotas más épicas las alcanza ese primer Buddy, pero a medida que avanza la historia el relato es cada vez más profundo. Podría ser una película arquetípica de Sundance, pero a nuestro protagonista, por ejemplo, le dan asco las lesbianas con piercings y sobacos peludos, le descolocan las mujeres liberadas sexualmente y ha hecho abortar a su novia Lisa media docena de veces. No es un modelo indie muy exportable. Y no lo es, básicamente, porque el autor no le castiga nunca por este tipo de conductas u opiniones, no le da ninguna lección. Es un cabrón adorable y eso no cabe en las buenas conciencias de nuestro tiempo. Otro aspecto muy reseñable de este tebeo son las referencias musicales. Forman parte del viaje desde el principio. En la serie previa, Buddy y los Bradley, por ejemplo, al Buddy adolescente le pasan su primer disco de los Yardbirds y se abre para él un mundo nuevo. Y al final, en las últimas entregas, cuando a Buddy no le queda más remedio que ligar por internet, conoce a una mujer que para sorprenderle le invita a un concierto de U2. En cuanto ve las entradas, nuestro protagonista no puede evitar vomitar en el restaurante en el que están cenando.

En entrevistas posteriores Bagge ha explicado que la música que uno escucha dice mucho de quién es y de cómo se encuentra. Para el lector que sea capaz de entender las menciones a grupos y discos éste es un atractivo más de un tebeo ya de por sí mítico.

Se ha hablado mucho de que Odio es un cómic generacional, pero es algo más que eso. Subraya el agotamiento y degradación del modelo de cultura juvenil tal y como se concibió desde los años sesenta. Dinamita toda la importancia que se le dio a las drogas, la estética y la música. También muestra la mentira en que acabó convirtiéndose la figura de la familia americana surgida tras la Segunda Guerra Mundial. Cuando Bagge llegó con esta canción Todd Solondz todavía no había rodado Happiness. Sin embargo, hay una parte positiva, por supuesto. No hay forma más divertida que Odio de darse cuenta de que todo es una mierda. Como dice la contraportada del volumen diez, ¡que corra el Prozac!


Cien Tebeos Imprescindibles (2014)


sábado, 29 de marzo de 2025

El fuego que nunca cesa LA BALADA DEL NORTE TOMO 4

Diego Espiña Barros




La balada del norte. Tomo 4

Alfonso Zapico 

Astiberri 

España 

Cartoné

240 págs. Blanco y negro

Obras relacionadas

La balada del norte Tomo 1

Alfonso Zapico

(Astiberri Ediciones)

La balada del norte Tomo 2

Alfonso Zapico

(Astiberri Ediciones)

La balada del norte Tomo 3

Alfonso Zapico

(Astiberri Ediciones)

El grito del pueblo

Jacques Tardi

(Norma Editorial)

Berlín

Jason Lutes 

(Astiberri Ediciones)


Diez años ha tardado Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981) en terminar lo que semejaba una labor titánica y a priori imposible: contar la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias, episodio histórico de sobra conocido, antesala y ensayo de la barbarie que llegaría en 1936. Una década de trabajo que Zapico cierra por todo lo alto con este cuarto y último volumen,

El autor asturiano vuelve a desplegar su prodigio-so dominio del claroscuro de manera impecable. Lo hace tanto desde el punto de vista artístico como ético. Son los suyos personajes de carne y hueso, cuya humanidad, fortalezas y flaquezas enriquecen un escenario que, ahora sí, se adivina del mismo color que el carbón que entierran los valles asturianos. Desde un punto de vista formal, el autor asturiano continúa con la planificación ya expuesta en los volúmenes anteriores. Así la narración se desarrolla en acciones y lugares de forma simultánea siguiendo los distintos caminos emprendidos por los personajes. En este sentido, la paleta de grises configura un mapa sensorial en el que los negros dominan las escenas de mayor emotividad y acción, mientras que los blancos alumbran aquellas más costumbristas y humanas. Parece haber un intento en este volumen de recrearse en la belleza del paisaje asturiano, dulce y salvaje como sus habitantes, que, lejos de la suciedad y el ruido de las páginas anteriores, algo lógico desde el momento en que ya se ha perdido la batalla, solo queda mantener viva la llama de la esperanza. En este sentido, cabe destacar la plasticidad e intensidad desplegada por Zapico en las dos escenas de acción del volumen, especialmente en la que supone el desenlace de la obra; trágico, y, sin embargo, hasta cierto punto reconfortante.

Más allá de disputas políticas y pseudohistóricas (estas últimas siempre insoportables por cuanto rescatando del injusto rincón al que la tragedia posterior había arrojado el levantamiento minero asturiano y a quienes lo protagonizaron, desde su vanguardia dinamitera a las bambalinas de unos poderes fácticos en permanente sospecha sobre el pueblo sometido. La historia se retoma con Apolonio y Tristán escondidos en las montañas de las cuencas mineras, quienes, junto a otros desdichados, tratan de esquivar a las fuerzas del orden enviadas desde Madrid para enterrar, literalmente, los últimos rescoldos revolucionarios. Isolina, tras su paso por la cárcel, está de vuelta en Montecorvo, donde, junto a otros, sufrirá en carne propia la feroz represión sobre quien solo pedía mejores condiciones de vida y trabajo. Lejos de todo, Largo Caballero está en prisión, mientras que Indalecio Prieto llora, arrepentido, junto a otros exiliados en Francia. Lo cierto es que poco importan sus desdichas. Zapico, como los grandes novelistas del xix, ha destinado su obra a dar voz a los sin voz. A aquellos que, más que hacer la historia —dicen los libros de ídem—, la protagonizan; para bien o para mal. Casi siempre para mal.

Mezclando historia y ficción, Zapico nos ha regalado un ejercicio de lo que E.P. Thompson dio en llamar «historia desde abajo» tienen de intencionalidad revisionista en el peor sentido del término —esta estupidez de tildar el levantamiento asturiano de primer golpe de la futura contienda (in)civil), esta tetralogía coloca a su autor a la altura de gigantes del medio de la talla de Tardi, Sacco, Lutes o el propio Spiegelman: no se trata de (re)contar eventos históricos, sino de hacernos partícipes de los mismos a través de la piel de quienes los vivieron y sufrieron. Mezclando historia y ficción, Zapico nos ha regalado un ejercicio de lo que E. P. Thompson dio en llamar «historia desde abajo».

En su camino hacia una derrota sabida, el lector ha visto crecer a unos personajes que ya pertenecen a la historia del cómic español. La fuerza de Isolina, la honestidad de Apolonio y la ingenuidad de Tristán. Y, sobre todo, ha llorado con los secundarios, todos ellos atrapados por el torbellino revolucionario del primer tercio del pasado siglo. Si Isolina es el personaje que más ha evolucionado a lo largo de estos cuatro volúmenes hasta convertirse en roca a la que asirse en la desesperación ante un futuro incierto, Apolonio, central y fundamental de todo el engranaje narrativo, masca la amargura de una derrota que siente más personal que colectiva.

Lejos de lo que decía Karl Marx, las revoluciones no son las locomotoras de la historia. Nada en ellas es inevitable y todo es imprevisible. Y aunque, más tarde o más temprano, todas parezcan condenadas al fracaso, en ocasiones devorando incluso a sus hijos, su brillo sigue siendo hoy el reflejo de un fuego eterno. Así nos lo recuerda hacia el final de este cuarto tomo, con un regusto de amargura, el propio Apolonio, cuando confiesa a sus acompañantes que, pese a todo, volvería a hacerlo. Es el minero el encargado de desvelar el misterio último: una revolución es una ventana para imaginar el futuro; si no el nuestro, el de nuestros hijos. Por los hijos —dice el viejo cascarrabias—, se hace lo que haga falta.


Jot Down 2024

Anuario Comics





Cómo vestir para la apertura de una tumba en Egipto por Jacinto Antón

Vestidos para la aventura


Moodboard para la aventura: José Manuel Galán y su capataz, el rais Alí Farouk, en Luxor en febrero.

LA APERTURA AL PÚBLICO, el pasado 9 de febrero, de las tumbas de los nobles del Antiguo Egipto Djehuty y Hery en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, en Luxor, tras su excavación, estudio y puesta a punto por una misión capitaneada por José Manuel Galán, ha sido un buen observatorio para ver cómo hay que vestir en un evento de estas características. ¿Qué te pones para la inauguración por todo lo alto de un sepulcro de época faraónica? Haber asistido a un acto señero de la disciplina como el del otro día en el West Bank de Luxor significó disponer de una atalaya privilegiada para observar (y comentar) la actualidad de la indumentaria egiptológica.

El anfitrión, Galán, eligió una versión en limpio y planchado de su habitual atuendo en las excavaciones, uniforme oficial del Proyecto Djehuty: camisa y pantalón outback tipo Coronel Tapiocca con chaleco estilo bush vest de muchos bolsillos, y botas de paracaidista, todo en tonos caquis, más sombrero de alas plegables. Es un conjunto con el que igual haces de ranger en el Serengueti que te bates con los talibanes en Kandahar (o te metes con seguridad en un pozo de momias). Vestir así evita además que te confundan con un turista y te franquea a menudo el paso gratis a los monumentos de la zona. Destacó en el acto la sobria elegancia masculina del embajador español, Álvaro Iranzo, con pantalones chinos beis, camisa blanca, americana azul marina y una inesperada gorra de béisbol, destinada a marcar tendencia (de hecho, Galán se puso una al día siguiente para la tradicional paella en el hotelito Marsam). El mismo Iranzo sorprendió en la segunda jornada usando sin ningún complejo un sombrero de paja de mujer que le prestaron para protegerse de la soleada en la visita al templo de Medinet Habu y que hizo alzar una ceja a los sobrios restauradores de la capilla de Hapshepsut. La elegancia egipcia estuvo estupendamente representada por el ubicuo rais (capataz) de Galán, Alí Farouk, vestido como un derviche de alta gama y elegantísimo con su galabiya de fiesta y turbante acorde. A Alí se le pudo ver desembarcar hecho un brazo de mar en el yacimiento mientras un acólito le rociaba colonia.

Reservo para el final la indumentaria de este enviado especial a las tumbas, que de nuevo ha dado prueba de originalidad al lucir un jersey de cachemir negro de Zadig & Voltaire. "Desde luego, no había visto a nadie bajar a un pozo funerario en Egipto con jersey negro de cachemir", expresó otra miembro de la misión con lo que me pareció solo un poco menos de admiración que por Ibrahim. En realidad, mi vestuario respondía a un fallo a la hora de hacer la maleta: pensando que iba a un lugar cálido, metí sólo prendas veraniegas y a la hora de la verdad estábamos a mínimas de 8 grados y las máximas no subían de 14. Pasaban frío hasta los camellos. Así que sólo contaba con el jersey del viaje y hube de usarlo toute occasion. Pero, como siempre, si haces de la necesidad virtud y vistes algo con convencimiento, la gente lo respeta. "Lateef bulofaar, nice sweater!", me espetó Alí Farouk, el Petronio de Tebas, atusándose con clase una guía del bigote.

Y así he entrado en el club más elegante de los excavadores de Egipto. ¡Tiembla, Lord Carnarvon! *


Revista ICON nº 107. Marzo 2023




viernes, 28 de marzo de 2025

Negras tormentas

Juan Antonio de Blas


"Los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla" asegura el filósofo gringo Santayana. "Ojalá fuera verdad -decía mi abuelo, un minero asturiano- a ver si de una puñetera vez ganamos la batalla del Ebro..."

El exabrupto de mi abuelo se correspondía con su escepticismo. Me enseñó que la Historia no se repite, por mucho que lo afirme Mirza Eliade, ni se acaba como quiere el nipón-norteamericano Fukiyama.

La Historia es lo que los otros nos han legado protagonizándola y que de la misma forma nosotros dejaremos a otros... una maldita herencia que nos condiciona pero que podemos y debemos cambiar.

No es que a uno le dé por la trascendencia pero tampoco es como para aceptar que los valores absolutos estén obsoletos y no estaría de más que conociéramos nuestro pasado para una vez comprendido pudiéramos asimilarlo en toda su complejidad, con lo bueno y malo que de todo abunda.

Vivimos en una sociedad hedonista, absolutamente monetarizada para unos tiempos muy difíciles. Nuestro pasado reciente está lleno de hechos determinantes que al final nada han determinado ante el constante olvido. La gente practica la amnesia y el poder cultiva el interesado silencio. Estamos perdiendo mucho y lo que nosotros despilfarramos sin lucha costó demasiados esfuerzos de nuestros predecesores. Quizá por eso llevo mucho tiempo estudiando los años veinte y treinta de nuestro siglo que fueron los que de verdad configuraron nuestra rabiosa actualidad.

Parece como si la Revolución Mexicana, que precedió al Octubre de Lenin, es cosa de un pasado remoto. Desde el hundimiento del Muro de Berlín y el tan cacareado fin de las ideologías se asevera continuamente el final de una época y sin embargo un ejército de indios campesinos reinventa el zapatismo y vuelven a oírse los gritos de "Tierra y Libertad" mientras suenan las ráfagas de M-16 y Kalasnikovs. A lo mejor resulta que el ayer no está muerto, ni siquiera enterrado como quieren sus detractores.

Y ese ayer tan lejano y cercano al mismo tiempo es el que me planteé como guionista al encarar el argumento de NEGRAS TORMENTAS.


Ante la indudable pérdida de señas de identidad cualquier forma de resistencia sirve y creo que el tebeo, ya liberado de las máscaras del infantilismo, puede realizar una función de choque en un mercado saturado de superhéroes fachoneuróticos procedentes de USA y samurais idiotofuturistas de los mangas nipones. Es absolutamente grotesco que cualquier persona de cultura media o baja, por no decir ínfima, sepa quién era Gerónimo o el Custer del 7° de Caballería y no tenga puñetera idea de quiénes eran los Almogávares o un tal Rodrigo Díaz de Vivar; sobre todo cuando cualquier western se queda en cuentecillo infantil ante las andanzas de José María el Tempranillo o Don Juan de Serrallonga.

No voy a reivindicar la obligatoriedad del conocimiento histórico pero sí la viabilidad y necesidad de contar historias en la Historia. Una de las causas del menosprecio cultural del tebeo se debe a su pertinaz vocación de recreo para los niños, de su limitación en el lenguaje, de la acumulación de tópicos y la falta de adecuación entre forma y contenidos. A toda esta lista de idioteces se suma que cualquier analfabeto funcional se atreve a afirmar que el tebeo es carísimo, sin tener la más mínima idea del coste de un fotolito o de los preparativos de producción. Cualquiera de esos múltiples pontífices de la banalidad dogmatizará sobre lo caro mientras se niega a aceptar que lo verdaderamente escandaloso es el precio del libro tradicional, que eso sí es un tipo de robo que daría envidia profesional a los Siete Niños de Ecija.

Mi amistad con Alfonso Font data de muchos años. Siempre he respetado al artista, envidiando su asombrosa capacidad gráfica y he admirado al hombre y la verdad es que resulta difícil admirar a nadie en los tiempos que corren. Su compromiso, una palabra que se quiere denostar porque sigue obligando a mucho, ha permanecido vigente a lo largo de estos años de desengaño y de esperanzas asesinadas.

Así que cuando surgió la oportunidad de que trabajásemos juntos tengo que reconocer que me preocupé. Como novelista de "serie negra", en realidad un historiador reconvertido en autor policial, escribir un argumento no entrañaba demasiada dificultad pero preferí apostar fuerte y encaré el contar una historia que dijese algunas realidades aunque fuese dentro de una ficción. Así nació NEGRAS TORMENTAS, en realidad una historia que me rondaba desde hace mucho tiempo.

Font es más parco en palabras que un cartujo con anginas y mientras leía el guión me tuvo en ascuas. Al final de la lectura soltó un escueto "está bien" y al momento supe que lo que había escrito merecía la pena y que mi novela sobre los años veinte había llegado a buen puerto. Tengo que reconocer que hice trampa, sabía que Alfonso Font es un enamorado de Barcelona, de su paisaje que se va perdiendo y de su paisaje que nos va eludiendo y estaba seguro que recrear visualmente la Barcelona de la década de los veinte iba a ser un reto que no podría declinar. La pequeña trampa ante el gran resultado creo que ha merecido la pena.

Meterse en un escenario histórico tiene bastantes dificultades. Hay que hilar muy fino para que la posibilidad sea tomada como "realidad". La introducción de personajes históricos en un escenario obliga a consultar demasiados libros. Saber si "fulano" estaba allí suele resultar una difícil indagación pero hay que estar absolutamente seguro de que podría estar allí. Y claro, al citar o introducir a "fulano" hay que conocer cómo era, sus circunstancias que decía el Ortega y Gasset y no tergiversar su imagen y mucho menos sus hechos.

En la historia que cuenta NEGRAS TORMENTAS la circunstancia histórica es real y reales los personajes a excepción del protagonista y reales son las situaciones. John Ford, el maestro indiscutible del cine, del narrar historias "gráficas", sostenía que los personajes secundarios de un relato son los que dan credibilidad a las andanzas de los protagonistas. Mis personajes secundarios son creíbles al contarlos en su realidad, citaré la de algunos:

Wilheim Canaris. Oficial de la Marina Imperial Germana. Durante la Primera Guerra Mundial fue hecho prisionero al ser hundido su barco, consiguió escapar y comenzó a trabajar para la inteligencia naval alemana. Actuó en el Mediterráneo y se le sabe relacionado con Juan March, el "Ultimo pirata del Mediterráneo"; de este hombre de negocios balear se asegura que suministraba a los submarinos germanos antes de venderlos al Almirantazgo británico en uno de los negocios más rentables que se recuerdan. Canaris anduvo bastante por España y con la subida al poder de Hitler encabezó los servicios secretos militares. Fue amigo personal de Franco, al que aconsejó que no entrase en la Segunda Guerra Mundial. El dato puede no ser cierto pero de lo que no hay duda es de que su viuda estuvo cobrando una pensión del gobierno español durante muchos años. Con la guerra ya perdida el Almirante Canaris fue uno de los jefes de la conspiración de generales contra Hitler que fracasó en julio de 1944. Fue detenido por la Gestapo y ejecutado poco antes de la terminación del conflicto.

• Don Luis Companys Jover es uno de los grandes nombres de la reciente Historia de Cataluña. Abogado, eterno defensor de anarco-sindicalistas, fundador de Esquerra Republicana, segundo presidente de la Generalitat a la muerte de Maciá y hombre de una integridad sin tacha. Tras la Guerra Civil fue secuestrado por los servicios secretos franquistas en la Francia ocupada por los alemanes, trasladado a España y fusilado en los fosos del castillo de Montjuic el 15 de octubre de 1940. Su nombre y su legado constituyen un ejemplo que sus enemigos no han podido silenciar a pesar de los intentos de difamarle después de haberle fusilado.

• Manuel Casal Gómez, comisario de policía de primera clase. Casal es uno de los mejores testigos de la vida "secreta" de la Barcelona de los veinte. Policía honrado y duro fue jefe de vigilancia en Valencia, Gibraltar, Málaga, Coruña y la conflictiva frontera vascofrancesa de la Primera Guerra Mundial. Destinado en Barcelona chocó con sus superiores que trataron de hacerle la vida imposible.

Aprovechando sus contactos y los archivos policiales escribió "La banda negra", un libro sobre la lucha de los pistoleros anarquistas y los de la Patronal, protegidos por las autoridades militares, que fue publicado durante la dictadura de Primo de Rivera y automáticamente prohibido. Casal sufrió todo tipo de presiones sin cambiar. La canallada sobre él le alcanzó durante el franquismo sin que pudiera defenderse. Represaliado y "depurado" sus jefes reeditaron su libro "Manual del perfecto investigador", con un prólogo lleno de alabanzas que él no había firmado aunque se puso su nombre. "La banda negra" es la gran crónica documental del pistolerismo en Cataluña y creo que ha influido en Eduardo Mendoza y su "La verdad sobre el caso Savolta". El libro del comisario Casal prácticamente inencontrable fue reeditado por Icaria en 1977.

• Antonio Escobar Huertas. En la época de mi relato Escobar era comandante de la Guardia Civil. Hombre de gran rectitud y acendrada catolicidad decidió la suerte de Barcelona en julio de 1936, al poner a sus hombres a las órdenes del gobierno de la Generalitat. Entre los militares sublevados que sus guardias detuvieron estaba uno de sus hijos que se había encuadrado entre los rebeldes. Más tarde Escobar sería general del ejército republicano, interviniendo en la defensa de Madrid y en la última ofensiva republicana en Extremadura. En él se inspiró André Malraux para su personaje de Ximénez en "L'Espoir".

• Buenaventura Durruti es el mito por excelencia del movimiento anarcosindicalista; por aquello de que siempre hay una excepción a la regla su leyenda es inferior a su calidad humana. Leonés de nacimiento se forjó como líder obrero en las duras cuencas mineras asturianas, de las que tuvo que huir para evitar la "Ley de fugas". En Barcelona, encuadrado en la CNT, formó un grupo de acción, "Los Solidarios", con sus compañeros los hermanos Ascaso, Escartín y García Oliver, que más tarde sería ministro de Justicia. Intervino en el asesinato del cardenal Soldevilla en Zaragoza, el cardenal era uno de los más intransigentes jefes de la derecha española y en la ejecución, en Bilbao, del general Arlegui que había sido jefe de la policía de Barcelona y un especialista en eliminar anarquistas. Durruti, convertido en la bestia negra de la reacción, tuvo que exiliarse en París y después en Bélgica. Vigilado y perseguido se las arregló para organizar un atentado contra el rey Alfonso XIII que fracasó por una delación. Sus aventuras en América organizando sindicatos, creando grupos de acción y asaltando bancos para financiar movimientos obreros y hasta la edición de la Enciclopedia Anarquista fueron la pesadilla de la policía desde Argentina a México. Cuando regresó a España, al proclamarse la Segunda República ya era una leyenda viva del movimiento obrero. Del resto de su vida hablaremos más adelante pero a mano está "El corto verano de la anarquía", de Hans Magnus Enzensberger, reeditado por Grijalbo, que merece una lectura en cualquier momento.

Para el protagonista Pere Marsé me he basado en aspectos parciales de personajes de la época cuyas vidas superan la imaginación más desbocada. Hay referencias a la Revolución Mexicana en la que combatieron anónimos aventureros españoles. En el cuartel general de Emiliano Zapata había un oficial de estado mayor que era un maestro aragonés, en el ejército de Villa actuó un guerrillero asturiano, "El Coritu", que mandaría un división republicana durante la Guerra Civil Española, incluso he recordado la peripecia de un capitán de la caballería revolucionaria mexicana que fue enviado a conectar con Lenin y acabó mandando tropas en la guerra contra los "blancos" en Siberia. Hay alguna referencia a Néstor Majno, el jefe de las guerrillas anarquistas en Ucrania que lucharon contra los alemanes, encabezaron la rebelión Roja y acabaron combatiendo contra los bolcheviques. Majno y sus hombres protagonizaron una gesta épica que deja en nimiedad el Anabasis de Jenofonte. Néstor Majno acabó exiliado en París, ganándose la vida como carpintero, él que había podido apoderarse de millones, hasta su muerte en 1934.

Este es el escenario y las gentes de "Negras Tormentas". Si una vez terminado cualquier lector se dirige a una biblioteca para saber algo más de aquella época yo me daré por satisfecho.

Y nada más.

Estamos en Barcelona, en una calurosa noche del verano de 1923..

Negras Tormentas 

Dibujos: ALFONSO FONT

Guión: JUAN ANTONIO DE BLAS

Revista Viñetas nº 5 Mayo 1994

Ediciones Glenat

Barcelona