sábado, 14 de enero de 2017

MUNDOS DISPARATADOS


 Jay P. Morgan es un entusiasta del humor estrafalario y las historietas. En vez de dibujarlas, dispara su cámara, sus imágenes rebosan por todas las costuras velocidad, movimiento, absurdo, cachondeo. Aparecen en el libro The slanted lens editado por General Publishing Group (2.701 Ocean Park Boulevard. Santa Monica, California: 90405).

http://www.slantedlens.com










El Pais de las Tentaciones (8 de enero de 1999)

miércoles, 11 de enero de 2017

A toda velocidad

JAVIER FERNÁNDEZ

11 Enero, 2017



'Flash de Geoff Johns: La Guerra de los villanos'. Geoff Johns y otros. ECC. 384 páginas. 34,50 euros.

Ecc sigue reeditando a toda pastilla algunos de los episodios más notables de la bibliografía de Flash, el velocista por excelencia del género de superhéroes. Lo hace en gruesos tomos recopilatorios como La guerra de los villanos, perteneciente a la larga temporada de Geoff Johns al frente del personaje. En palabras de Jorge García: "La etapa de Geoff Johns como guionista de Flash culminó en 2005 con un arco argumental de gran impacto donde anudaba los cabos sueltos que había ido dejando durante años en la serie. Este arco se titulaba La guerra de los villanos y era un compendio de sus virtudes como escritor de superhéroes y un resumen de las habilidades que lo han convertido en la piedra angular de DC en la actualidad. Como legado, 60 episodios memorables y la imposición de un tono sombrío a las aventuras de Wally West, en abierto contraste con el humor que reinó durante la etapa de William Messner-Loebs y con el clasicismo desenfadado de Mark Waid". El tomo en cuestión recopila los números 212 a 225 de The Flash, más el especial Flash 1/2 y el 214 de Wonder Woman (este con guion de Greg Rucka), dibujados por Howard Porter, Steve Cummings, Peter Snejbjerg, Justiniano y Drew Johnson.

Carrera por la humanidad, por su parte, recupera en formato similar al anterior la colaboración de dos guionistas tan celebrados como Grant Morrison y Mark Millar, que escribieron un puñado de aventuras de Wally West en los años 1997 y 1998. Entre ellas figura el crossover Trío de ases, cruce de caminos de Flash, Green Lantern y Green Arrow (todos jóvenes sucesores de los héroes clásicos), y secuencias tan movidas como Parada de emergencia, Carrera por la humanidad o El Flash oscuro, esta última ya con Millar en solitario. Son los números 130 a 141 de The Flash, a los que se suma el 96 de Green Lantern, el 130 de Green Arrow y una historieta corta (de nuevo sin Morrison) del especial The Flash 80-Page Giant. En el apartado gráfico destacan el esforzado Paul Ryan, que se ventila la mayoría del tomo, y Pop Mhan.

Malaga Hoy

El rey de Atlantis

Una antología reúne en ECC algunos de los mejores episodios de 'Aquaman', el grueso de ellos firmados por Peter David y por Will Pfeifer.

JAVIER FERNÁNDEZ

11 Enero, 2017



'Especial More Fun Comics (1971-2016): 75 años de Aquaman'. VV. AA. ECC. 264 páginas. 26 euros.

Creado por el escritor y editor Mort Weisinger y el dibujante Paul Norris, Aquaman apareció por primera vez en el lejano número 73 de More Fun Comics (noviembre de 1941), mítica cabecera donde también vieron la luz personajes tan señeros como el Espectro, Doctor Fate, Johnny Quick, Green Arrow o el mismísimo Superboy. Claro está que no fue este el primer superhéroe acuático (el muy conocido Namor llevaba más de dos años dando guerra cuando se presentó), ni tampoco sería el último (la lista es abultada), pero sí pasa por ser el más relevante dentro del universo DC, donde ha conocido temporadas mediocres y otras verdaderamente gloriosas.

Mi favorita, y la de buena parte de los seguidores más fieles del personaje, es la que dibujó la nunca suficientemente reconocida Ramona Fradon entre 1951 y 1961, una sucesión de cuentos de hadas submarinos cuyo último tercio (al menos) merece figurar entre las obras maestras del género. Por desgracia, ninguno de estos lindos episodios ha sido incluido en el Especial More Fun Comics (1971-2016): 75 años de Aquaman, así que tendrán que esperar a mejor ocasión para catarlos. Ya se sabe que en toda antología suenan más las ausencias que las presencias, y no pretendo hacer sangre, porque de lo que se trata aquí no es de poner faltas, sino de celebrar la larga trayectoria del personaje. Sí figuran en cambio, además de las ocho páginas del debut en More Fun Comics, una breve selección de los, para mí, dos artistas fundamentales del Aquaman posterior a Fradon. Me refiero, cómo no, a Nick Cardy y Jim Aparo, nombres propios de la DC de la Edad de Plata y la Edad de Bronce.

De Cardy, puede disfrutarse su primer trabajo con el superhéroe, publicado originalmente en el número 31 de la revista antológica Showcase, allá por 1961, y en el que se hace muy patente el estilo visual predominante en la serie por aquel entonces. El dibujante se sacudiría más tarde el corsé y acabaría desarrollando una estética personal y potentísima, de la que dan buena muestra los interiores y la impagable sucesión de cubiertas que realizó para la cabecera Aquaman, en donde tuvo ocasión de narrar uno de los momentos más tiernos de la biografía del personaje: su boda (otro episodio que hubiese quedado bonito en este tomo). Aparo tomó el testigo de Cardy en 1968, en el número 40 de Aquaman, y firmó con el guionista Steve Skeates un puñado de clásicos como el inolvidable arco argumental La búsqueda de Mera, y siguió dibujando al rey de Atlantis en la década de los 70, que es cuando firmó la célebre Muerte de un príncipe, junto a guionistas como Paul Levitz o David Michelinie. De ahí se extrae el capítulo incluido en la presente antología, el Adventure Comics 452.

Clásicos aparte, el grueso del volumen lo componen episodios escritos por Peter David, otro de los nombre propios ligados al personaje, en la década de 1990 (uno de la miniserie Aquaman: Time and Tide y dos de la serie regular), y por Will Pfeifer en la de 2000 (hasta cinco, los 15 a 20 del volumen 6, con dibujos de Patrick Gleason).


Malaga Hoy

Una nueva interpretación

JAVIER FERNÁNDEZ

11 Enero, 2017




'La cosa del pantano de Scott Snyder'. Scott Snyder y otros. ECC. 520 páginas. 40 euros.

Desde su creación en la década de 1970, la Cosa del Pantano ha disfrutado de valiosas etapas creativas, como la inicial de Len Wein y Bernie Wrightson, la muy influyente de Alan Moore o las de Mark Millar y Brian K. Vaughan. En esta selecta lista se incluyen los episodios escritos por Scott Snyder en el universo DC posterior a Flashpoint, mayormente dibujados por un espectacular Yanick Paquette. No en vano, esta nueva interpretación del monstruo del pantano, con su terrorífico conflicto entre el Verde, el Rojo y la Putrefacción (esto es, flora, fauna y muerte) se granjeó críticas inmejorables. La Cosa del Pantano de Scott Snyder recopila los números 0 a 18 del volumen 5 de Swamp Thing (2011-13), más el Annual 1 y los números 12 y 17 del Animal Man de Jeff Lemire, argumentalmente relacionados con el resto, y se incluye un puñado de bocetos inéditos.



Malaga Hoy

Venga a nosotros tu reino

En 'Kingdom Come' el sacerdote Norman McCay sufre una crisis de fe. Es una alegoría de lo que estaba sucediendo en las historias de superhéroes de mediados de los años 90.

GERARDO MACÍAS

11 Enero, 2017





'Kingdom Come'. Guión: Mark Waid. Dibujos: Alex Ross. Edición original: 'Kingdom Come' (DC Comics, 1996). Edición española: Kingdom Come (ECC Cómics, 2014).

En 1996, la editorial norteamericana DC Comics publicó Kingdom Come, escrito por Mark Waid y dibujado por Alex Ross. Fue publicado en cuatro partes, para luego recopilarse en un solo tomo.

Este cómic relata cómo, debido a una serie de circunstancias, Superman se retira, y con él lo hacen todos los héroes de su generación. Sin la brújula moral proporcionada por los héroes retirados, hay poca distinción entre héroes y villanos.

Las batallas de los metahumanos se realizan abiertamente en las calles, y sin la menor preocupación por los daños colaterales a los inocentes.

Esta historia está narrada desde el punto de vista de uno de sus personajes: el sacerdote Norman McCay, que sufre una crisis de fe. De ahí el título, Kingdom Come, que se traduce por una línea del Padrenuestro: "Venga a nosotros tu Reino". Sin embargo, esta obra se ha publicado en español con el título original Kingdom Come, y alguna vez con el erróneo La llegada del Reino.

El Espectro, un personaje sobrenatural asiduo en el Universo DC, recluta al sacerdote McCay para dar testimonio y ayudarle a determinar la inocencia de los causantes del mal que está por venir y, finalmente, emitir un juicio sobre el apocalipsis sobrehumano que se aproxima.

En esta situación regresan Superman y la Liga de la Justicia compuesta por Wonder Woman, Batman, Green Lantern y Flash, entre otros, que se encuentran con un nuevo grupo de héroes formado por Batman, con una nueva sociedad de supervillanos liderada por Lex Luthor, y sobre todo, con la Organización de las Naciones Unidas en contra de los metahumanos.

Este cómic es una alegoría de lo que estaba sucediendo en las historias de superhéroes de mediados de los años noventa. Los nuevos personajes simbolizan la hornada que surgió en Image, Marvel y DC. Frente a ellos, los superhéroes clásicos de siempre se vuelven antihéroes, pensando los responsables editoriales que así se suman al apogeo de sus nuevos competidores.

Por ejemplo, en la propia DC Comics en los años noventa, Superman falleció y cuatro impostores reclamaron su nombre: un joven arrogante que resultó ser su clon, un cíborg, un extraterrestre y un hombre recubierto de acero orgánico. Superman resucitó con melena y con el carácter endurecido. Por su parte, a Batman le dejó inválido un enemigo, así que se buscó un sustituto que cuando vio que el Hombre Murciélago original no le vigilaba se hizo de una armadura y comenzó a usar métodos cuestionables para combatir el crimen.

En la misma década, Marvel Comics usó una estrategia similar: Spider-Man vestía un traje negro y blanco y perdió su habitual sentido del humor; la piel de Hulk se volvió gris y se caracterizaba por su inteligencia y su cinismo; el Capitán América, de posturas cercanas al Partido Demócrata, fue sustituido por el US Agente, personaje similar pero ultraderechista; Iron Man modernizó su tecnología y se presentó su compañero de armas War Machine, con una armadura mucho más agresiva; Thor salió ganando, ya que obtuvo también armadura, y sobre todo más apariencia de guerrero asgardiano, el uniforme de la Mujer Invisible de los 4 Fantásticos parecía emular a Los Vigilantes de la Playa, etc…

Mark Waid (1962, Alabama) es un guionista de cómics de superhéroes, profundo conocedor de los universos DC y Marvel, y son suyas algunas de las más reconocidas etapas de las series de personajes como Flash, Capitán América, JLA o los Cuatro Fantásticos.

Alex Ross (1970, Oregón) es un ilustrador aclamado por el hiperrealismo de su trabajo. En 1990 debutó en la editorial NOW Comics, para la cual realizó una miniserie: Terminator The Burning Earth, escrita por Ron Fortier, basado en el concepto fílmico de James Cameron.

En 1994 salió al público la miniserie Marvels sobre los orígenes del Universo Marvel, la cual llamó la atención de los fans, por el arte realista de Ross y el buen guión de Kurt Busiek.

En 1999 imaginó un futuro hipotético para los personajes de Marvel: Earth X, serie de trece números como guionista y diseñador de personajes. Tuvo dos secuelas: Universo X y Paraíso X.

Además, en asociación con Paul Dini (uno de los responsables de las series animadas de Batman y Superman), entre 1998 hasta 2003 realizó el proyecto de lanzar una edición de prestigio anual, basadas en los principales personajes de DC Comics.


Malaga Hoy


lunes, 9 de enero de 2017

DIARIO DE UN VIAJERO: La India, Egipto y Kenia por Fernando Bellver






















 Fernando Bellver
Aventuras a lápiz y papel

De uno de sus numerosos viajes a Egipto extrajo la idea de lo que será su próxima exposición: una muestra de puertas en bronce, en madera, en piedra, que podrá verse en noviembre en Madrid. Unas excavaciones en Egipto le sirvieron para otra de sus series artísticas, la de fósiles pop de especies tan decisivas para la historia de la humanidad como Mickey Mouse. En Brasil se le instaló en la cabeza la obra titulada Manaos, en tomo al agua. Contemplando el prodigio de mármol del Taj Mahal, en la India, salió la colección de mesas-esculturas con grandes monumentos reflejados en un cristal. Y ahora anda metido en Zu, que quiere decir tierra en suahili, una serie de 64 urnas que se llenarán con las texturas y colores de tierras de otras tantas partes del planeta, tierras de Argentina, de Nueva York, de Zanzíbar, de Jerusalén. Fernando Bellver, madrileño de 43 años, concibe los viajes como el mejor medio para descansar, para desconectar de su taller y estudio de Madrid, y también como uno de los principales manantiales para su creatividad. Últimamente sus destinos preferidos quedan en el Sur: Egipto, la India, Cuba, Brasil, Kenia, Tanzania, Etiopía. "Ya me harté", dice, "del Norte desarrollado. He ido mucho a Londres, Nueva York, los países nórdicos, y ahora me aburren soberanamente. La gente es muy parecida en todos esos sitios. Europa está muy aburrida". Su fórmula de viaje es más o menos ésta: "Me gustaría viajar siempre con mi mujer, pero sólo viajo casi siempre con ella". "Utilizo el viaje como excusa para hacer algo. Me suelo buscar un pretexto: una bienal, una exposición, la invitación para dar una conferencia o participar en un curso. Eso me sirve para conocer gente de cada sitio, que me introduce en su tierra, y a partir de ahí ya iniciamos el viaje. Porque si vas simplemente de turista ves sólo una capa superficial de cada país". Y nada de fotos. "No me gustan. El sol siempre está en contra y no puedes cambiar de sitio los monumentos. Además, se necesita mucho equipo". Mucho mejor,- más liviano que una cámara, un cuaderno y un lápiz donde ir anotando y dibujando lo que más le interesa o impresiona, lo que le servirá para crear una vez de vuelta en Madrid, lo que no desea olvidar o lo que más detalladamente quiere contar a sus amigos. De los cientos de páginas que ha destilado así, El País Semanal ha extraído las que ofrece en este número. Todo plasmado con un sentido lúdico e irónico, como su arte. "No ando buscando un estilo. No trabajo indagando ni en la soledad del hombre ni en la profundidad del espacio, ni concibo el arte como un sufrimiento en busca de una trascendencia. Cada exposición me la planteo como una aventura y un ciclo que termina en ella. A menudo dicen que soy pop. Pero yo tampoco me veo así. Si algo soy, soy dada". Es difícil que alguien desprenda más vitalidad e ingenio que Bellver. En cualquier rato de conversación ya encuentra dos o tres ideas. Junto a sus viajes y su cerebro en permanente maquinación, esa fuente de ocurrencias se nutre también de su trato constante con otros artistas, a través de su taller de impresión en el que estampa obras de Arroyo, Jaume Piensa, Rafael Canogar... No para. Desde pequeños dibujos en lápiz y escenografías y portadas de disco, como las que ha diseñado para el último trabajo de Carlos Cano, hasta el pabellón de Egipto en la Expo 92, enormes grabados, como el que acaba de terminar de Madrid (21 metros cuadrados), y gigantescas esculturas, como las ocho que está haciendo para Leganés. Del- viaje que emprenderá dentro de dos semanas, por el río Níger, seguro que salen varios ingenios artísticos. Eso sí, todo con su punto de escepticismo y buen humor, sin tomárselo muy en serio. Porque no puede ser de otra forma quien ha tenido la ocurrencia de mezclar en sus obras a Popeye con el Guemica de Picasso, al pato Donald con las madonnas del Renacimiento, y al muñeco Michelín con las meninas de Velázquez. / Texto: Rafael Ruiz



El Pais Semanal año 1997

El fantástico gamberro


 Soñador con actitud, radical con sentido del espectaculo, visionario al que el cine parece quedarsele pequeño. Terry Gilliam es uno de los cineastas más controvertidos de nuestro tiempo. Miedo y Asco en las Vegas, adaptación de la biblia gonzo firmada por Hunter S. Thompson, centrifugó los cerebros de la crítica circunspecta en el pasado festival de Cannes con la fuerza de una lavadora alimentada con nitroglicerina. Ilustrador, maestro de la animación cut-out, ex-miembro de Monty Phyton, cineasta indomable y azote de la rigidez mental de Hollywood, Gilliam es el último soñador romántico en una época de fabricantes de sueños en serie.




Ha sido uno de los pocos directores capaces de combinar sentido de la maravilla y actitud, poder de fabulación y compromiso ideológico. Poblado por águilas tricéfalas, feroces dragones, caballeros mitológicos, viajeros temporales y cerebros en estado de divergencia mental, su universo creativo ha sabido hablar con lucidez sobre el hombre contemporáneo y sus desvelos. Superviviente de mil batallas, Terry Gilliam, desde una madurez que no renuncia al gamberrismo creativo, mira hacia atrás a veces con ira.

Si detrás de todo gran hombre hay siempre un gran mentor, en el caso de Gilliam fue Harvey Kurtzman. Fundador de la revista Mad y pionero del underground, Kurtzman fue el primer jefe de Gilliam en la redacción de la revista Help! Pero el futuro cineasta ya estaba enganchado a su gurú desde mucho antes. "Harvey y su grupo de dibujantes habían conseguido estimular mi risa y mi lujuria en proporciones equitativas. En nuestro culiestrecho mundo moderno, ambas ideas son vistas como excluyentes, pero esa picante mezcla nos retrotrae a épocas pasadas..., a Rabelais, a los griegos, a Atila, rey de los hunos".

Acuñando un estilo propio que lo situó entre Tex Avery y Max Ernst, Terry Gilliam se convirtió en el encargado de las animaciones del programa televisivo de los Monty Phyton - Monty Phyton Flying Circus-. Único miembro americano del más británico de los grupos cómicos. Gilliam elevó la técnica del collage a las más elevadas cotas de la comicidad universal y arbitraria.



LA EDAD OSCURA

Un medievo sucio, pestilente y desagradable fue el escenario de las dos primeras películas como director de Gilliam, Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (codirigida junto a Terry Jones) y La bestia del reino. En ellas, el cineasta abandonaba las figuras recortables por actores de carne y hueso, pero no olvidaba poner el acento en una fuerza plástica fundamentada en su sólida cultura pictórica.

"Brueghel siempre me ha fascinado, porque creo que si viviera ahora sería director de cine. Sus cuadros siempre están repletos de historias superpuestas unas encima de otras. Cuando hicimos Los caballeros de la tabla cuadrada... intentamos plasmar a Brueghel en la película. Le robamos las ideas sin ningún reparo".





Con Los héroes del tiempo, Gilliam proporcionó a la Handmade Films -la productora del ex beatle George Harrison- el mayor éxito de su trayectoria. El cineasta se reveló capaz de levantar impresionantes fantasías sirviéndose de métodos artesanales y escuetos presupuestos y confirmó de una vez por todas que su universo creativo transcendía la galaxia python.

Tras este film llegó Brazil. Aparte de ser una de las películas más citadas, copiadas, homenajeadas y revisitadas de los ochenta, marcó un pequeño hito en la historia de las relaciones entre arte e industria: supuso la victoria de un pequeño (gran) cineasta sobre un (miserable) estudio, la Universal, responsable de distribuir la película en EEUU. Gilliam evitó que la película se estrenase sin los recortes exigidos por la productora y preservó la que quizá sea su obra más densa y pesimista.
"Brazil es una película sobre América, un lugar que te bombardea de sueños y te priva de los tuyos. Si estás contento relajándote en una playa paradisíaca, no sabes si esa felicidad es real o la sientes porque la televisión te la ha impuesto. Por eso dejé América, y de esta confusión trata Brazil".




Presupuestada en un principio en 25 millones de dólares, Las aventuras del barón Munchausen acabó costando la friolera de 46,5 millones. Fue la última gran película épica de la era preinformática y atravesó uno de los rodajes más duros e infernales de la historia del cine. La experiencia colocó injustamente el nombre de Gilliam en la lista negra de los estudios de Holywood durante largo tiempo.

"Existe un maravilloso libro titulado Water music, escrito por el novelista norteamericano Thomas Coraghessan Boyle, sobre Mungo Park, que fue el explorador de finales del siglo XVIII que descubrió el río Níger. En los libros de historia aparece como una especia de personaje glorioso, uno de los grandes aventureros. Cuando regresó de África fue recibido como un gran héroe. Pero la novela de Coraghessan Boyle trata sobre la realidad del personaje. La mayoría del tiempo se lo pasó comido por las moscas, hambriento hasta la muerte y sufriendo los más miserables infortunios. Y entonces volvió y fue un gran héroe; la prensa maquilló su experiencia, y él mismo empezó a creer que la suya había sido una aventura gloriosa. Pienso que este rodaje fue algo así".


Como un ave fénix, Gilliam logró resurgir de sus cenizas con El rey pescador, trabajo aparentemente alejado de sus intereses creativos. Con un reparto estelar, un guión ajeno y un presupuesto ajustado, el cineasta confeccionó lo que él consideró en algún momento como la prueba de haberse vendido a Hollywood, aunque, en realidad, era otra cosa bien distinta: la demostración de que podía marcar varios goles en campo enemigo.


Con Doce monos, Gilliam logró lo imposible: en el mismo seno de la Universal - donde rodó Brazil-, el director bordó un remake de un arduo cortometraje experimental - La Jetée, de Chris Marker- y triunfó en taquilla. En el estudio confluyeron varios pesos pesados: Madeleine Stowe, Brad Pitt y un Bruce Willis que se encontró con el siguiente sermón de bienvenida en su primer día de rodaje: "No quiero a Bruce Willis, la superestrella, en esta película, sino a Bruce Willis, el actor. Tienes que venir aquí como un monje y confiar en mí. Y, por supuesto, no puedes dirigir la película".




AVENTURAS LISÉRGICO-CABALLERESCAS

La última carga explosiva de Gilliam es esta suerte de aventura lisérgico-caballeresca ambientada en Las Vegas, esa tierra de las pesadillas, donde el sueño americano revela su auténtica condición. Utilizando la obra de Hunter S. Thompson como ariete dirigido contra la América de lo políticamente correcto, el cineasta ha logrado una de las obras más discutidas de su carrera.




"América está tan preocupada por aparentar 'buena conducta' que la gente está asustada de tener pensamientos desagradables. Alguien pronuncia la palabra 'droga' y todo el mundo se horroriza, cuando, de hecho, América es una sociedad basada en las drogas. Pero no quieren admitirlo".
"Cuando estaba haciendo Miedo y asco en Las Vegas", continúa, "sabía que la película me iba a causar problemas en América, pero no del modo en que lo ha hecho. Es muy divertida, pero la gente, mientras la ve, se ríe de cosas de las que no quiere reirse, de '¡esa gente que está metida en drogas!'. Los americanos no son capaces de pensar abiertamente. Hay una verdadera hipocresía en América. El autor de Miedo y asco en Las Vegas, cinco años después escribió que era preocupante que América se convirtiese en una nación dominada por el pánico. La América contemporanea es así: cualquier cosa produce pánico". Texto de Jordi Costa





 El Pais de las Tentaciones, 11 de septiembre de 1.998