martes, 22 de diciembre de 2015

El cazatalentos de dibujantes de cómic

 Frédéric Niffle, editor de ‘Spirou’, examina en Madrid la obra de jóvenes creadores. “Los españoles necesitan más ego. Todo parece copia de Disney”

ENEKO RUIZ JIMÉNEZ Madrid 22 DIC 2015 

Frederic Niffle, editor de la revista Spirou, en Expocomic.(DVD 758) / SAMUEL SANCHEZ (EL PAÍS)

Juanjo López lleva una carpeta gigante bajo el brazo. Está a punto de enseñar sus dibujos por primera vez a un profesional. Quiere comprobar si un futuro en el mundo del cómic es posible. Al otro lado de la mesa, Frederic Niffle, una autoridad en la industria del tebeo francobelga, se aparta las gafas y mira cuidadosamente los bosques en las viñetas. “Es un comienzo, pero te faltan diez años. Debes mirar los detalles de la naturaleza, rocas y caras. Tras dibujar un millón de árboles, te guías por instinto y no por cabeza”, le explica mediante su intérprete de francés.

Niffle ostenta desde 2008 uno de los puestos más codiciados del cómic, es editor jefe de la revista de tebeos Spirou, una institución fundada en 1938 de la que salieron algunos de los autores y personajes francobelgas más famosos: Lucky Luke, Los Pitufos de Peyo y, por supuesto, el escuálido botones que da nombre al semanario cuyas aventuras publica Dibbuks. Es, además, la revista familiar decana, capaz de sobrevivir a la tecnología: “El resto o encarnaba un tiempo y una generación de autores o estaban dirigidas sólo al público infantil. No evolucionaron con el ser humano”, explica Niffle: “El público ya no busca poseer. En el futuro, será partícipe de la revista en eventos y actividades”. Spirou mezcla historietas, reportajes, juegos y un regalo semanal, pero para su responsable el secreto es que “los antiguos modernos son hoy los dibujantes maestros. Todos conviven”.

Niffle maqueta y diseña, pero reconoce que descubrir talento exitoso es lo que más le gusta: “Cada día recibo varias obras. Pero los buenos artistas son como las mujeres guapas, tienes que ir a buscarlas y seducirlas”. López espera atento su veredicto. Desde que era niño copiaba Tortugas Ninja y Bola de Dragón. Esa era su pasión hasta que hace 10 años otras labores lo pararon todo. Poco a poco fue relegando sus ideales artísticos para ayudar a su padre en su tienda de alimentación. “Te frustras y quieres intentar hacer algo que te libere de la rutina. No puedes dejarlo pasar”. Hace un año volvió a sacar sus lápices y compró folios. Comenzó a escribir y dibujar una historieta de fantasía que presenta en esta mesa de la Expocómic de Madrid.

Niffle lleva 30 años descubriendo talento. Comenzó dirigiendo fanzines en su adolescencia y a los 14 años conoció al editor de Spirou, que hoy todavía lanza casi 400.000 números. “La revista nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Si publicamos algo distinto, recibimos cientos de quejas. El lector lo siente algo propio”.

El editor, que pasó más de una década sacando adelante su sello independiente, le ha imprimido, sin embargo, un carácter distintivo al Spirou del siglo XXI, con historia más adultas y dibujos contemporáneos. El rincón de Spirou y Fantasio es inalterable, pero sus aventuras se mezclan con Zombillenium, protagonizada por un grupo de monstruos en un parque temático, o Dad, sobre un padre soltero con cuatro hijas de distintas madres. “Me guío por instinto. Si me impresiona algo original a mí que llevo tantos años, le impresionará a cualquiera. El público hoy es más exigente, conoce los códigos”.

López es consciente de que la industria española es casi inexistente. Pocos se ganan la vida del noveno arte y casi todo el que triunfa, lo hace más allá de los Pirineos. En España, además, no hay fenómeno comparable a Spirou. Nada queda de TBO, Pulgarcito, Tío Vivo o Super Mortadelo. “La cultura lectora es diferente. Aquí no se respeta”, reflexiona Niffle. Desde la llegada de Niffle a la revista, varios españoles han logrado, sin embargo, un hueco: Luis Munuera, creador de los piratas de Los Campbell, o Pau. En la Expocomic, el editor ha logrado al menos dos acuerdos. A uno le pide que le mande un diseño para un nuevo personaje de Spirou y a otro una historieta original completa. López no tiene suerte.

“La mayoría de lo que veo es muy malo. Los españoles necesitan desarrollar su ego y personalidad. Todo parece copia de Disney y Marvel. Como no hay industria, se meten en la piel de otro para triunfar”. La crítica es constructiva, pero se nota cuando no está convencido con lo que ve. “¿Seguro que quieres dibujar en Francia?”, dice frente a un dibujo de X-men: “Quiero trabajar donde sea”, responde Raúl Moreno. Ese es, según Niffle, parte del error: “Un autor debe tener claro lo que quiere hacer y morir por su obra”, le explica a este madrileño de 32 años que hace dibujos para Podemos.

Ese error se repite una y otra vez. “A veces ves claro que no hay nada de talento. Incluso desde que se presentan, sin confianza y sin saber por qué quieren hacer esto. Necesitan un psicólogo”. Frente a él tiene ahora a una chica con pelo morado. Mira varias veces sus bocetos. Son copias estáticas de ilustraciones famosas: Sailor Moon, Zelda... Todo lo que rodea el fenómeno de masas del cómic, disfraces y Manga le es ajeno, incómodo y “enfermizo”. “Esto son dibujos de fan adolescente ¿Qué quieres hacer?”. La chica responde sin confianza: “aprender”. Su no es rotundo, pero su lección es tranquila y elegante. Trata de enseñarles algo.

Pero cuando algo le gusta, se nota. Toñi Gil es gaditana, tiene 27 años, un fanzine que autoedita y lleva tres años presentando su portafolio. Niffle se para en un retrato de una mujer aristocrática. Lo mira una y otra vez. Le encanta: “Es muy bueno”. Pero cuando pasa al arte en viñetas, su respuesta es otra: “falta narración y movimiento”. Busca dibujos bonitos, pero también que le cuenten una historia. “El autor del cómic tiene que ser completo”. López es la primera vez que lo intenta. Ambos coinciden: “No me voy a rendir. Esta es mi pasión. Estas lecciones te animan a seguir. Siempre aprendes. Tendrán que ponerme cemento en los pies para pararme”.


Spirou con 'Charlie Hebdo'


Frederick Niffle vivió el pasado 7 enero su mayor prueba de fuego como editor de una revista de cómic, pero también como persona. Habían entrado a tiros al semanario satírico Charlie Hebdo. “Cuando comenzaron las noticias el miércoles, estábamos conmocionados. Conocía a todos, había colaborado con ellos. Era inimaginable que pasara eso”.

Esa misma tarde llamó a todos sus contactos: “¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos luchar? ¿Estamos preparados?”. En un día, 300 autores le ofrecieron sus servicios. “Queríamos hacer reportajes, recoger la información y contar lo que pasaba. Era periodismo en estado puro”. En tres días estaba hecho. “No dormí durante dos días”. El lunes se imprimió el número de Spirou especial Je Suis Charlie. En la portada, el famoso personaje destapándose la camiseta para enseñar su mensaje de solidaridad: “Queríamos demostrar que estábamos todos unidos y que no éramos Superman. Todos somos humanos. Nos pegan un tiro y morimos”.

El Pais


lunes, 21 de diciembre de 2015

Nouvelle Vague dibujo David Aja texto Javi Sanchez




Acuarelas contra el olvido


POR JORGE CARRIÓN

Lapin cuenta, sombrero Stenson y camisa de flores, que en París se ha pasado 12 horas al día dibujando. Sagar cuenta, camiseta de Naranjito y gafas de pasta negra, que él no pudo dedicarle tanto tiempo al sketching en Roma porque viajaba en familia. Aunque estén ahí, al otro lado de la mesa del bar, en carne y hueso, no puedo evitar imaginarlos como caricaturas, porque ellos mismos se han representado en el interior de sus cuadernos de viaje y en sus páginas web como dibujos animados. Pero Lapin y Sagar son, sobre todo, documentalistas. Porque el bolígrafo, el rotulador, el lápiz o la acuarela no son menos eficaces que la fotografía o el vídeo como herramientas contra el olvido. Y ambos están dando testimonio de una Barcelona que desaparece.



Una Barcelona que desaparece. Paco Camarasa y la librería Negra y Criminal, inmortalizados por Sagar .

Los dos artistas artesanos han quedado hoy para dibujar la librería Negra y Criminal del barrio de la Barceloneta -antes pesquero, ahora turista-, que cerrará sus puertas mañana. Repiten el mismo gesto desde hace meses: a solas o en compañía acuden a un establecimiento emblemático que pronto dejará de serlo, dibujan su interior y su fachada, su cara más o menos demacrada y sus intestinos y su corazón todavía palpitante, con el propietario al fondo, casi jubilado, casi fantasma. Paco Camarasa, el librero, los recibe con una sonrisa no demasiado triste, una de esas sonrisas leves que te surgen automáticamente en los aeropuertos o en los hospitales, aunque el viaje sea largo o el familiar esté grave, porque hay que disimular para seguir tirando. Antes de este local, fueron la tienda de diseño Vincon, el Colmado Quílez, la Filatelia Monge o el cine Urgell, progresivamente espectrales.



Abajo, la tienda de diseño Vingon, dibujada por Lapin.

Lapin y Sagar pertenecen a una tradición antigua: la de los viajeros ilustrados que dibujaban las tortugas galápagos o los heléchos gigantes; la de Goya y sus desastres; la de todos los pintores del siglo XX que tomaron notas del natural. Paco Camarasa también pertenece a una tradición venerable: la de los editores ilustrados que acogían tertulias en sus salones, la de los buquinistas del Sena, la de Sylvia Beach y todos los libreros del siglo XX que apostaron por la calidez y la conversación y las distancias cortas. No me extraña que en este precioso momento ambas tradiciones se estén encontrando en estos cuadernos, que abiertos parecen pasaportes, pero cerrados pasarían por novelas negras que denuncian crímenes diminutos.

Son sólo dos de los millones que se abren en estos momentos en todo el mundo, porque el sketching se ha convertido en un movimiento masivo. Aunque no haya una plataforma central, como sí la tiene la fotografía (Instagram) o el vídeo (YouTube), sí existen miles que recogen el trabajo de aficionados y profesionales del esbozo en vivo y en directo. La más visible es la de Urban Sketchers (www.urbansketchers.org), creada en 2007 por el artista español Gabriel Campanario, con sede en Estados Unidos y de junta directiva absolutamente deslocalizada e internacional; en su manifiesto se incluye el deber de compartir la obra online y dibujar el mundo, dibujo a dibujo. Para ello, como dice siempre Sagar, no es necesario ser un genio, ni siquiera aprender a dibujar, sencillamente hay que recuperar un hábito que fue para nosotros muy familiar en la infancia y que, como tantas otras cosas que se pierden en la adolescencia, habíamos olvidado.


El Pais Semanal nº2.047 / 20.12.2015


El manga de la apatía como protesta silenciosa


Publicada en español ‘El hombre sin talento’, obra maestra de Yoshiharu Tsuge

MARÍA JESÚS ESPINOSA Valencia 19 DIC 2015


Portada de la edición española de 'El hombre sin talento'.

“No podemos luchar contra la muerte. Un hombre que pelee dignamente, con lealtad, desaparecerá con la muerte de todas maneras”. Así se expresaba el legendario mangaka Yoshiharu Tsuge (Tokio, 1937) en una entrevista en 1987. Tsuge es el artífice de las obras más singulares del manga, incorporando elementos surrealistas, filosóficos y netamente poéticos. “Quizás Tsuge sea representativo del hombre medio japonés que, de repente, tuvo que lidiar con una transformación política y social de gran calado”, explica Donatella Iannuzi, editora de Gallo Nero y responsable de que El hombre sin talento —una de las obras maestras del subgénero gekiga (manga underground dirigido al público adulto)— haya sido traducida por fin al español.

El hombre sin talento, publicada en Japón en 1985, puede asociarse a la constelación de obras literarias que tienen en el centro de su relato la apatía como forma de protesta silenciosa. Bartleby, el escribiente, de Melville, o El hombre sin atributos, de Robert Musil, serían algunos ejemplos. La obra de Tsuge destaca por su estilizado plumeado, su calidad literaria y su profundización en el desasosiego del Japón posbélico. El protagonista es un trasunto del propio Tsuge: Sukezo Sukegawa, un autor de éxito que decide apartarse del mundo para dedicarse a vender piedras. También Tsuge dejó el manga y abrió sin éxito un pequeño comercio en el que vendía cámaras de segunda mano. De igual modo, el niño sufriente que aparece en el libro se inspira en la terrible infancia del autor: su madre le obligó a ver a su padre cuando lo encontraron muerto en la habitación donde guardaban los futones. Tras el bombardeo que asoló Tokio el 10 de marzo de 1945, evacuaron al joven Tsuge. Fue a partir de ese momento cuando una grave eritrofobia lo empezó a dominar. A Tsuge le dolía el más leve contacto con otras personas pero nunca se convirtió en un misántropo, más bien, en un existencialista: “Un ser humano como yo no está adaptado al mundo en que vivimos. Si me puse a leer es porque me era difícil vivir, y me preguntaba si existiría una forma de vida más sosegada”.

El autor amaba a los vagabundos, monjes, prostitutas, leprosos, masajistas ciegos, peregrinos… es decir, a todos aquellos marginados que permanecían en la frontera entre la vida y la muerte. También él quiso vivir voluntariamente en ese abismo algún tiempo: “Como tengo que vivir, porque no puedo morir, pensé en una forma que me permitiera continuar con mi vida, y no veo otra que siendo mendigo o ermitaño. Dos modos de vida que son una preparación para la muerte”. A comienzos de los ochenta, una retinitis le dejó ciego del ojo izquierdo. Años antes, una severa neurosis, heredada de su padre y trasladada a su hijo —que en 2000 comienza a desplegar los síntomas del hikikomori (jóvenes que se encierran y viven en sus habitaciones)— contribuyó a su desistimiento por el manga y su ingreso periódico en psiquiátricos, acelerando su obsesión por evaporarse. En El hombre sin talento, el vendedor de libros viejos, Yamai, habla precisamente del método de la fuga y lo asocia a la postura bartlebyana: “Es como esa actitud tuya de ocultar tu talento”, le espeta al protagonista Sukegawa. La evaporación proviene de los textos budistas que Tsuge leyó profusamente. El protagonista de El hombre sin talento afirma su verdadera pretensión: “Dejar de ser para volver a ser”. “Puede parecer una derrota vital no subirse al tren del gran boom económico, pero si se mira bien, en el caso de Tsuge, ha sido un ejercicio de resistencia y de amor propio”, sostiene Iannuzi.

El hombre sin talento, editado ahora en su formato original —lectura de derecha a izquierda—, es un manga que traspasa los límites del género para convertirse en un clásico de la literatura que aborda temas universales, como el hombre consciente de su fracaso que se enfrenta a la soledad.

En 1987, Tsuge publicó su última obra, Despedida. Jamás ha vuelto a dibujar, permanece ajeno a los nuevos caminos de su obra y vive recluido en algún lugar de Japón, detestando la gran industria en que se ha convertido el manga. “Quiso retirarse como se retiran los hombres inteligentes y coherentes con sus ideas”, asegura Iannuzi. La última frase de un artículo titulado Historia de una evaporación, que Tsuge publicó en 1969, se antoja certera para dilucidar su estado: “Tengo una mujer y un hijo, los días pasan tranquilos, pero desconozco de dónde vengo y, quizás, todavía siga evaporándome”.

El Pais


Magola, los 20 años de una heroína feminista de cómic


El personaje y viñeta creado por la colombiana Nani celebra dos décadas con un libro y un homenaje que le rinden varios ilustradores del mundo

WINSTON MANRIQUE SABOGAL Madrid 15 DIC 2015


Magola, el personaje creado por Nani. / EL PAÍS

Magola no es la mujer perfecta, pero es la mujer real. Su físico delgado y desgarbado y su aspecto algo descuidado y con una cara de cansancio es el reflejo de lo que lleva en sus pensamientos, de sus preocupaciones, sus sueños y su corazón. Es la mujer que todavía vive en muchas mujeres. Y acaba de cumplir 20 años de la mano de Nani, nombre con el que firma Adriana Mosquera Soto, creadora de este personaje de viñeta presente en diarios latinoamericanos y en algunas revistas españolas.

“El mundo oficial, anhelado y políticamente correcto sobre la situación de la mujer insiste en que las cosas han cambiado y es así, pero no tanto, y falta mucho”, asegura Mosquera.

Magola es una heroína que debe conciliar trabajo, hogar, matrimonio y pareja, hijos y vida social, que nació en el diario El Espectador de Bogotá como una respuesta a esas mujeres explosivas que dibujaban sus colegas masculinos.


Su verdad figura en Magola No comments, el título con el que celebra dos décadas de reivindicaciones femeninas y sentimentales. “Quiso el destino que un personaje tan contestatario celebrara sus 20 años sin comentarios. El libro se editó en Grecia, con la editorial Cartoonark, y para que se pudiera vender allí, se planteó la posibilidad de traducirlo, pero se llegó a la conclusión que también debería ir en inglés y en español, por lo que finalmente se hizo una edición de tiras sin palabras”, cuenta su autora. El volumen incluye tiras, viñetas y dibujos de otros autores del mundo que han representado a Magola con su estilo.

“El mito de que este oficio era solo para hombres pasó a la historia”, afirma Mosquera Soto. Veinte años para un personaje que señala lunares y reivindica derechos y autocrítica, según su creadora: “Muchas mujeres seguimos educando y actuando de manera machista, de forma inconsciente, pero tenemos algo de culpa en reproducir esos comportamientos”.

El Pais

lunes, 14 de diciembre de 2015

Pinceladas de negro



Decenios, lustros, años y más años. Cuento el tiempo en periodos tan largos, que no podría decir que estoy aprendiendo, sino que soy incapaz de utilizar debidamente instrumentos como el pincel o el lápiz. Aún así continúo intentándolo. 



















El reportero Tintín consigue una edición definitiva

La obra de Hergé se publica en 12 tomos tal y como apareció en diferentes revistas a lo largo de siete décadas



Tira de viñetas de una de las planchas del comic Aterrizaje en la Luna


Dibujo de Hergé para la portada de uno de sus álbumes.



GUILLERMO ALTARES, Madrid

 Formar parte de La Pleiade, la colección de Gallimard que establece ediciones definitivas de grandes nombres de la literatura universal, es considerado uno de los máximos honores para cualquier escritor, incluso más que el premio Nobel, porque apenas un puñado de autores vivos han llegado a estar incluidos en este exclusivo catálogo (de hecho, sólo lo han conseguido 15). Dado que se trata de ediciones pequeñas en un delicado papel biblia, no parece el formato más adecuado para los tebeos, así que Gallimard ha decidido imprimir una Pleiade especial para el que seguramente sea el más universal de los todos sus autores: George Remi, Hergé, el creador de Tintín. Se trata de una edición definitiva, cronológica, que recoge todo el trabajo del dibujante belga en 12 tomos: no sólo las aventuras del reportero y su perro, sino también sus otras series, como Jo, Zette y Jocko, además de los dibujos que realizó para diferentes publicaciones. El primero, una edición crítica de 439 páginas, se ha puesto a la venta este otoño, por ahora sólo en su versión francesa.

Tebeo único
Tintín es un tebeo único no sólo porque haya vendido 215 millones de ejemplares en 70 lenguas o porque, sólo en Francia, siga vendiendo más de medio millón de tebeos cada año. Tampoco por-que se paguen cantidades exorbitantes por cualquier original de Hergé que salga al mercado —el récord lo tienen los dibujos de las guardas de los álbumes entre 1937 y 1958, que alcanzaron 2,6 millones de euros en una subasta en 2014; aunque la misma semana se pagaron 24.800 euros por una edición original de La oreja rota (1937)—. Ni siquiera por la calidad de los dibujos o por la gigantesca influencia que la línea clara ha tenido sobre el cómic posterior y, en general, sobre las artes gráficas. Tintín no tiene equivalente por la relación única que establece con sus lectores.


  
Tintín y Milu, junto a un avión de 1914.

Los auténticos tintinólogos saben que en las paredes del castillo de Moulinsart cuelga un cuadro de Sisley (El canal de Loing), incluso precisarán que aparece en la cuarta viñeta de la décima plancha de Stock de Coke, o pueden responder en cuestión de segundos a preguntas imposibles como cuál es el nombre del comercio por el que preguntan constantemente en una serie de llamadas equivocadas en El asunto Tornasol (la carnicería Sanzot). A diferencia de otras series de cómic como Astérix y Obélix, Blake y Mortimer y, este mismo año, Corto Maltes, Tintín no sobrevivió a su autor: los titulares de los derechos nunca permitieron que nadie continuase la obra de Hergé (1907-1983) que, entre 1929 y 1979, dibujó 23 álbunes de Tintín y dejó un vigésimo cuarto inacabado. Le feuilleton integral (El folletín integral), el nombre que recibe esta edición, es lo más parecido a una novedad. "Tintín es un clásico, pero hay que mantener viva la llama", dijo Benoit Mouchart, el director de Casterman —la editoVial en francés de Tintín, que pertenece a Gallimard—, al diario Les Échos.

Dos tomos al año
La serie se publicará a un ritmo de dos tomos al año, durante los próximos seis, con un precio de 80 euros cada ejemplar. Sus responsables son Jean-Marie Embs y Philippe Mellot, autores de la parte histórica en esa auténtica enciclopedia de Tintín que son Los archivos de Moulinsart, y el novelista y ensayista Benoit Peeters, autor de libros como Hergé. Hijo de Tintín o El mundo de Hergé. El interés de la serie reside en que han recopilado toda la producción de Hergé tal y como fue publicada en la prensa —desde que comenzó en los años veinte en Le Petit Vingtiemé, fue siempre un dibujante para diarios o revistas—, en el formato folletinesco original, además de todos los dibujos, desde publicidad hasta calendarios, que realizaba para estas publicaciones.

Aunque no ofrece material totalmente inédito, esta edición sí que recopila dibujos que prácticamente no se veían desde que aparecieron en prensa. Pero, por encima de todo, es muy importante porque las versiones originales para revista que dibujó Hergé eran más largas y tenían formatos diferentes a las que luego se publicaban en forma de álbum. Algunas viñetas se perdieron —como una en la que Néstor, el mayordomo de Moulinsart, aparece leyendo Los pensamientos de Pascal—. Este folletín representa, en cierta medida, redescubrir Tintín casi como sus primeros lectores que esperaban, semana a semana, un nuevo episodio de las aventuras del reportero de los pantalones de golf.


El lado oscuro de George Remi

Le Feuilleton intégral ha comenzado a publicarse casi por el final, por el tomo 11, la producción de Hergé entre 1950 y 1958. Se trata de los años dorados del dibujante, cuando sus álbumes alcanzaban una ventas gigantescas, y editó alguno de sus mejores tebeos: Objetivo: la luna, Aterrizaje en la luna, El asunto Tornasol y Stock en coque. Este tebeo resume lo mejor de Tintín, pero también revela las sombras sobre el autor. Es trepidante, divertido, lleno de personajes conocidos, los dibujos son impresionantes. Sin embargo, aunque pretende ser una denuncia del tráfico de esclavos en el siglo XX —inspirado en hechos reales", Hergé cambió unos cuantos diálogos en 1967, al ser acusado de racista por la forma de hablar los esclavos negros rescatados. No es la primera vez: Tintín en el Congo, el segundo que publicó, es racista y colonialista, incluso en su nueva versión (que realizó junto a Edgar P. Jacobs, aunque nunca quiso darle crédito como coautor).

 El Pais 13 diciembre 2015