POR JORGE CARRIÓN
Lapin cuenta, sombrero Stenson y camisa de flores, que en París se ha pasado 12 horas al día dibujando. Sagar cuenta, camiseta de Naranjito y gafas de pasta negra, que él no pudo dedicarle tanto tiempo al sketching en Roma porque viajaba en familia. Aunque estén ahí, al otro lado de la mesa del bar, en carne y hueso, no puedo evitar imaginarlos como caricaturas, porque ellos mismos se han representado en el interior de sus cuadernos de viaje y en sus páginas web como dibujos animados. Pero Lapin y Sagar son, sobre todo, documentalistas. Porque el bolígrafo, el rotulador, el lápiz o la acuarela no son menos eficaces que la fotografía o el vídeo como herramientas contra el olvido. Y ambos están dando testimonio de una Barcelona que desaparece.
Una Barcelona que desaparece. Paco Camarasa y la librería Negra y Criminal, inmortalizados por Sagar .
Abajo, la tienda de diseño Vingon, dibujada por Lapin.
Son sólo dos de los millones que se abren en estos momentos en todo el mundo, porque el sketching se ha convertido en un movimiento masivo. Aunque no haya una plataforma central, como sí la tiene la fotografía (Instagram) o el vídeo (YouTube), sí existen miles que recogen el trabajo de aficionados y profesionales del esbozo en vivo y en directo. La más visible es la de Urban Sketchers (www.urbansketchers.org), creada en 2007 por el artista español Gabriel Campanario, con sede en Estados Unidos y de junta directiva absolutamente deslocalizada e internacional; en su manifiesto se incluye el deber de compartir la obra online y dibujar el mundo, dibujo a dibujo. Para ello, como dice siempre Sagar, no es necesario ser un genio, ni siquiera aprender a dibujar, sencillamente hay que recuperar un hábito que fue para nosotros muy familiar en la infancia y que, como tantas otras cosas que se pierden en la adolescencia, habíamos olvidado.
El Pais Semanal nº2.047 / 20.12.2015
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